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AYÚDAME A SOBREVIVIR por Furuya_Akai

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Notas del fanfic:

Los personajes no me pertenecen, todos los créditos son de su autor Tadatoshi Fujimaki.

Notas del capitulo:

Lamento todos los posibles errores ostográficos. 

Este es mi primer fanfic yaoi así que espero seais buenos conmigo :)

Todos los reviews son bien recibidos ;)

Todo comenzó a los doce años, cuando descubrió que era omega. Al principio pensaba que todo era una confusión ya que, no podía ser, que el apuesto y sexy modelo, Kise Ryota fuera uno de ellos.

Sus padres eran alfas de clase alta que, en cierta forma, menospreciaban a los omegas, por lo que el simple hecho de tener a uno de ellos como hijo les producía vergüenza.

Sus padres, lejos de apoyarlo, comenzaron a mirarlo con desprecio, y le obligaban a mantener su condición omega en secreto, haciéndole parecer un alfa. Lo maltrataban tanto física como psicológicamente, dejando marcas permanentes –visibles e invisibles-.

Lo único que le ayudaba a sobrellevar un poco su dolor era el básquet. Cuando jugaba se olvidaba de todo. Su mejor amigo desde la escuela primaria, Takao Kazunari, había sido su único apoyo. El único que lo comprendía y que le ayudaba.

Takao también era un omega, pero él no sufría el rechazo de su familia.

A veces, cuando el dolor era insoportable, Kise le echaba en cara que no sabía por lo que estaba pasando, que él no sabía todo el dolor y sufrimiento que soportaba al ver a los padres que tanto apreciaba tratarlo de esa forma por el simple hecho de ser “inferior”, como ellos decían. Pero Takao, lejos de enfadarse con él por sus hirientes palabras, se quedaba con él y le abrazaba hasta que dejara de llorar, porque odiaba ver así a su mejor amigo.

Al entrar a la preparatoria, Takao tuvo que mudarse a Osaka por el trabajo de su padre, y ahí, Kise se quedó sin su único apoyo. Estaba destrozado, pero lo ocultó bajo una máscara. Se centró en sus estudios y en el básquet, consciente de que sus padres no le pagarían la universidad –ya que creían que un omega no debía asistir a ésta-. Se esforzó por hacerlo lo mejor que pudo en ambos sectores y así, consiguió una beca en una de las mejores universidades de todo Japón.

Al terminar la preparatoria, se fue a vivir solo a la capital. Encontró un trabajo como camarero en una cafetería cercana a su apartamento donde pagaban bien, así que mientras estudiara y se mantuviera al nivel exigido por el entrenador todo saldría sin contratiempos.

Pero no esperó conocer allí a cierto grupo de personas de coloridas cabelleras con el ego por las nubes.

La llamada Generación de los Milagros había ido a parar toda a la misma universidad, incluso el chico fantasma y el pelirrojo de las cejas extrañas. Ninguno de ellos había planeado volver a jugar juntos tras ese partido contra Jabberwock.

Kise había visto aquel impresionante partido por la televisión, por lo que conocía quienes eran aquellos prodigios, pero los Milagros, a pesar de haber jugado contra numerosos equipos, nunca se habían enfrentado al rubio y tampoco habían oído hablar de él.

El primer día de entrenamiento, los ojos dorados del rubio no se pudieron despegar ni un instante de la majestuosidad de semejantes prodigios del básquet, sobre todo de ese moreno de ojos azules que observaba a todos los nuevos con aburrimiento, ya que no veía a ninguno que mereciera la pena retar.

Entonces sus ojos se encontraron, Kise sintió un escalofrío cuando los ojos del moreno se clavaron en los suyos.
Aomine Daiki sonrió con arrogancia en el momento en que sus azules ojos se posaron en los dorados ajenos. Se había dado cuenta de que el rubio le había estado observando, ya que sentía su mirada en cada movimiento.

Kise se quedó estático en cuanto vio que el moreno se acercaba con paso lento pero seguro, no podía despegar sus ojos de los otros, como si una fuerza mayor no le permitiera apartar la mirada.

-Has estado mirándome desde hace un buen rato, rubia. ¿Tan bueno estoy?- preguntó el moreno con arrogancia, mientras que en su rostro se dibujaba una maliciosa sonrisa ladina.

Al oír aquello, Kise dirigió su mirada al suelo, avergonzado. Su cara era un auténtico tomate, así que antes de que Aomine pudiera decir nada más, se dio la vuelta y se marchó corriendo hacia los vestuarios del gimnasio.

El moreno no pudo evitar ampliar su sonrisa tras observar la reacción del rubio. Iba a seguirlo cuando escuchó que alguien lo llamaba.

-Daiki.- lo llamó el pelirrojo menor a sus espaldas.

Aomine se giró con molestia para encarar a su capitán.-¿Qué quieres, Akashi?- preguntó con molestia.

-El entrenamiento aún no termina, así que ni siquiera pienses en marcharte.- le advirtió el capitán del equipo con un ligero tinte de molestia y enfado en su voz.

Un escalofrío de puro terror pasó por la columna del As. Si había algo seguro en este mundo, era que, hacer enfadar a Akashi Seijuuro era sinónimo de muerte.


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