Las Manos De Mi Esposo...
Eran mucho más grandes que las mias.
No tenian ninguna imperfección, sus dedos eran delgados y largos, las uñas, como lunulas bien definidas y bordes blancos, le daban un aspecto delicado y suave. Él se esmeraba en tenerlas siempre limpias...
Las manos de mi esposo transmitian firmeza y calidez con cada movimiento; Nunca se sentian frias ni humedas. Y en sus últimos días, cuando apricionaba una de mis manos entre las suyas, yo cerraba los ojos y trataba de memorizar para siempre la sensación...
¿Me acorde de decirle alguna vez que esas manos suaves me parecían hermosas?
¿Le comenté que cuando me tomaba de la mano en el cine o en casa podia sentir la expresión más pura y sincera de su amor?
Esas manos dieron el primer baño a nuestra hija recien nacida, y a los tres bebes que le siguieron. Enseñaron a jugar basket a nuestros tres hijos y secaron el cabello de nuestra hija despues de la ducha.
No eran manos magicas, pero tampoco sin poder.
Eran las manos de un gran empresario, que dibujaban figuras en el aire mientras impartia ordenes en la misma empresa donde se habia formado tantos años antes.
Esas manos que restauraron mi autoestima y confianza. Amanciyo y dieron nueva forma al carácter de nuestros hijos, ya crecidos. Arreglaron juguetes rotos verdaderamente apreciados y prepararon las comidas más deliciosas cada fin de semana. Subieron valijas a cada uno de los techos de nuestros autos durante 15 peregrinaciones de verano a casa de los abuelos.
Esas manos buscaron con ansias las mías durante los meses de quimioterapia y radiación, y se aferraron a ellas en los momentos más oscuros, como cuando me susurro al oido:
- "¿Como será la muerte? ¿Dolera?"
Y esas manos acariciaron mi cabeza cuando yo lloraba a su lado repitiendole una y otra vez lo mucho que lo amaba...
Esas mismas manos se agitaron en medio de la confusión de la inconsciencia, cuando hablo con su madre, muerta hacia varios años.
"Madre, no puedo levantar las piernas"
"Madre, no puedo mover los brazos"
"Madre, aveces tengo calor y aveces frio"
Entonces le pregunté:
-"Sei, ¿Shiori san está tratando de ayudarte?"
No hubo más respuesta que su quietud mientras trataba de escuchar. Todo movimiento ceso.
-"Mi amor... Sei, escuchame, voy a estar bien - le dije, con mis mejillas empanadas en lagrimas - Todos vamos a estar bien... Yo creo que debes tomar la mano de tu madre y dejar que te guíe... Sei, te amo..."
En la mañana del miercoles le recorte, limé y limpie las uñas. No se movio, ni me reconoció, ni reaccionó cuando puse su mano sobre mi rostro. Una hora despues la enfermera lo examino con el estetoscopio...
Y ya no me quedo nada por hacer salvo cerrar sus luminosos ojos rojos y posar mis manos sobre las suyas por última vez.
Durante siete meses y medio mi dolor por su partida fue una presencia helada y constante. Entonces un domingo, metí la mano en un cajon del armario de Sei para tomar una de sus camisas, ahora me gustaba acomodarlas casi a diario. Me tope con una caja de limas para uñas y todo el llanto reprimido se desato.
Llorando, cerre los ojos y trate de recordar la sensación de las manos de mi esposo tocando las mías. Mi dolor me recordo el entierro, el momento en el que mis hijos lloraron llamandote a gritos y gimoteos.
El menor fue el que se acerco a mi, dandome un beso de compasión y luego, impulsivamente, habia apricionado mis manos entre las suyas...
Fue como si las manos de mi amado, suaves y delicadas, hubieran abrazado las mías una vez más.
Con esas manos puede sentirte de nuevo mi amor...
Mi Seijūrō.
Las manos de mi esposo expresaban el más puro amor.