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CAPITULO 2: Pasado
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Nuevamente despertaba en los brazos de aquel nipón, que yacía dormido a su costado, con cuidado de no perturbar su sueño se levanta lentamente, toma un cambio de ropa del closet y se dirige al cuarto de baño a darse un ducha.
Como su rutina lo marca, sale ya vestido y limpio de la ducha, se acerca a aquel hombre de cabellos negros y besa sus labios, murmurando una frase inatendible para el resto, confesándose y proclamando sus sentimientos, para finalmente salir y tomar un taxi rumbo al despacho.
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Y es cuando escucha la puerta de aquel departamento cerrarse que abre los ojos y deja de fingir, cuando se despierta y mira por la ventana a aquel chico de cabellera plateada abordar un taxi.
Como cada mañana finge dormir hasta que aquel chico se marcha, porque solamente en esos momentos cuando el sol comienza a aparecer y un nuevo día amenaza a ese par de amantes es cuando el joven de ojos verdes baja sus defensas, solamente en esos instantes se da el lujo de olvidar sus culpas y se permite amar a aquel japonés, porque solamente por las mañanas cuando finge dormir es que puede escuchar aquellas palabras escapar de los labios rosas extranjeros, cuando escucha de esos labios italiano ese ligero y sublime
"Ti amo"
Imitando las acciones del menor y se dirigió a la ducha, tenía que apresurarse o llegaría tarde a la oficina.
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Mientras abordó el taxi sus pensamientos no pudieron evitar naufragar al pasado, a esos recuerdos que tanto lo atormentaban, dirigió su vista a la ventana por donde la ciudad pasaba ante sus ojos.
Edificios grises, edificios blancos, enormes ventanales y puertas de cristal, personas a pie, personas en auto, personas en transporte público, personas en bicicleta, inclusive alguno que otro patinando.
Toda una manada de gente, y entre todos, solo ellos podían tener ese jodida suerte.
Bajó del taxi, pagó los 80 pesos del transporte al conductor y subió las grandes gradas hasta la entrada del complejo y lujoso edificio de oficinas donde tenía su despacho.
Entró saludando al guardia con un simple asentimiento de cabeza, tomó el elevador y se dirigió a la planta número 27, mientras su mente volvía a viajar al pasado, a 10 años atrás donde él tenía 15 años y era un adolescente imprudente, grosero, rebelde e inconsciente, cuando se sentía dueño y emperador supremo del mundo, un todólogo en cualquier ciencia, arte y deporte.
Pero la maldita vida se encargó de hacerle ver su inmadurez, la realidad no le calló de golpe, si no que se estrelló con ella de la peor manera que pudo haber imaginado.
Dejó escapar el aliento cuando el ascensor se detuvo y abrió sus puertas, caminó a paso firme recibiendo saludos y reverencias de sus empleados, era el heredero de aquel imperio, un hombre poderoso con grandes secretos, un hombre con grandes miedos…
Entró a su oficina y cerró las persianas, tomó asiento tras su escritorio y nuevamente, como cada vez que Hibari salía con aquel practicante de 20 años, su pasado volvió a atormentarlo, recapitulando lo ocurrido años antes, recordando la deuda que le tenía a ese castaño… lentamente comenzó a recapitular...
Se vio a si mismo con 15 años de edad, con cadenas de plata y cuero en sus muñecas, fumando un cigarrillo en aquel desolado jardín escondido entre arbusto.
Si su memoria no lo engañaba, el recordaba a ver visto la hora en su celular, 1:30 de la mañana, para después beber el último sorbo de la quinta lata de cerveza que lo acompañaban aquella fría y desierta noche.
Era imprudente, grosero, y estaba borracho, eso le dio el valor y la osadía necesaria para ofender a aquel hombre de tez morena, cabello negro alborotado y de ojos rasgados… si hubiera sido un poco más maduro, o quizá si no hubiese estado ebrio se habría quedado callado, se hubiera marchado e ignorado cuando ese tipo se dirigió a él de manera prepotente con una vulgar propuesta en sus labios, pero no… su orgullo y estupidez de adolescente salió a flote, soltando el primer golpe a aquel hombre…
Tan idiota que fue… como él iba a poder con su agresor
Le dio una paliza, terminó en el suelo con ese imbécil riéndose de él, con ese idiota sobre su cuerpo apunto de abusar de su persona, recordó a ver cerrado los ojos, morderse los labios y esperar lo inevitable… cosa que jamás llegó…
Su guardaespaldas apareció entre los arbustos, ese hombre alto de tez bronceada y cabello rubio llegó, apartando al azabache de encima, haciéndole frente a su agresor, sin percatarse de como este poseía un arma hasta que fue demasiado tarde.
Escuchó el seco y penetrante ruido del disparo, y pasos apresurados correr lejos de la escena…
Su guardaespaldas cumplió con su tarea…
Cerró los ojos y trató de borrar aquella imagen de su mente, como ese hombre se desangraba en el asfalto mientras se veía a el mismo en shock… quizá si hubiese corrido por ayuda, si su celular no se hubiera descargado por jugar durante horas, si no hubiera escapado de casa por la ventana… quizá… todo hubiese sido diferente…
Esa noche sus acciones mataron a un hombre.
Fue la primera vez que se sintió culpable de algo, que la impotencia lo llenó y se vio tan insignificante al no haber podido hacer nada, esa noche maduró.
La mañana siguiente fue el primer día en que sus palabras acabaron con la libertad de una persona.
Atestiguó, habló y su agresor fue llevado a prisión.
Ese día encontró su vocación.
Dos días después se atrevió a investigar la vida de su guardaespaldas, descubrió su nombre y se percató de que tenía una vida donde no involucraba cuidar de adolescentes malcriados y rebeles… esa tarde tuvo el valor de visitar la casa donde aquel hombre solía vivir…
Tocó la puerta y entonces lo vio, a un niño de 10 años de ojos miel y cabellos castaños, a un infante con el semblante triste, con ojos llorosos y temblorosos.
Esa tarde se percató, de que había arruinado la vida de alguien más, aceptó su culpa lo encaró.
Esa tarde prometió hacerlo feliz, le daría todo lo necesario y apoyaría en cuanto pudiera.
Ese niño sería feliz