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El demonio de Edén por zandaleesol

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Título: El demonio de Edén


Personajes: Harry/Severus


Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, son de propiedad de J.K. Rowling, sólo los tomo prestados para divertirme con ellos. No percibo ningún beneficio económico.


Advertencia: AU. Romance. Misterio.



Capítulo 4. Esperanzas


Harry, la noche anterior se había despedido del Conde con un dulce beso, pero sin palabras. Consideraba lo vivido en los brazos de Severus tan maravilloso, que decir algo estaba demás. Por otra parte, había visto en los ojos negros del hombre, un brillo de culpabilidad y miedo. No necesitaba preguntar el porqué de aquello, ya conocía el motivo.


No tenía dudas sobre sus sentimientos hacia Severus, aunque no podía asegurar cuales eran los sentimientos del Conde hacia él, pero algo en su corazón decía que ese hombre le amaba.


Esa noche jamás la olvidaría, sin importar qué sucediera en su incierta vida.


Cuando esa mañana llegó a desayunar en compañía de Gabrielle, ya sabía que debía esperar de parte del Conde. En todo caso nunca lamentaría haberse comportado de un modo tan irreflexivo al besar a Severus Snape. Jamás imaginó que las cosas entre ellos se precipitarían de ese modo, pese a ello no iba a olvidar el lugar que ocupaba en el castillo, era un empleado.


-Buenos días, milord -saludó Harry con toda naturalidad a Severus.


El hombre que no le había oído llegar tenía los ojos clavados en una de las ventanas. Al escuchar el saludo del joven le miró brevemente a los ojos y luego se concentró en su desayuno.


-Buenos días señor Potter -respondió con tono formal -. Buenos días, Gabrielle.


La niña miró al hombre seria como siempre y se acomodó en su sitio.


Pasaron unos minutos en completo silencio mientras Harry degustaba su café. Pero el muchacho no era de los que podía estar callado mucho rato. Al sentarse había notado la postura rígida de los hombros de Severus, comprendía el motivo.


-Milord, hoy hará un día estupendo… tengo intenciones de llevar a Gabrielle a dar un paseo a caballo, ¿no le gustaría acompañarnos?


El hombre miró brevemente al muchacho.


-Gabrielle no sabe montar, señor Potter.

-¿No? -preguntó Harry mirando a la niña sentada frente a él.


De inmediato leyó en los ojos oscuros de Gabrielle un brillo de entusiasmo. Ella deseaba ir de paseo, de eso no tenía dudas.


-Eso no es ningún problema. Yo sé montar a la perfección.

-No hay impedimento en que lleve a Gabrielle a montar, siempre y cuando regresen temprano.

-¿Entonces no vendrá con nosotros?


Severus se levantó de la silla.


-Me disculpo por no poder acompañarles, pero tengo asuntos urgentes que atender.

-Está disculpado, milord -respondió Harry con una sonrisa suave.


El hombre inclinó la cabeza y salió a toda prisa del comedor.


Harry sin darse cuenta dejó escapar un involuntario suspiro, mientras sus ojos se quedaron pegados en el lugar donde el Conde había estado sentado.


De pronto se percató de que Gabrielle, había dejado la cuchara suspendida en el aire y ahora le miraba fijamente.


-Tu padre es el hombre más asombroso que existe, Gabrielle -dijo Harry -. Nunca conocí a nadie como él. Por eso jamás debes hacer caso de las cosas malas que dice la gente.


La niña le devolvió una mirada intensa, como si respondiera que estaba de acuerdo con Harry. Esto último animó mucho al muchacho.

*~*~*~*~*~*~


Severus estaba bastante desconcertado por la actitud de Harry. El muchacho acababa de actuar como si todo siguiera normal entre ellos, como si la pasada noche no hubiesen hecho el amor. Porque en el fuero interno de Severus, pese a que el acto sexual no llegó a consumarse, de todas formas Harry le había entregado su adorable inocencia sin poner una sola objeción. Nunca antes alguien había confiado en él a ese punto. Ni siquiera Eleonor.


Un sentimiento tierno y la vez culpable, luchaba por salir a la luz. De repente su cerebro se encontraba fantaseando con la maravillosa idea de que Harry se quedara para siempre en la isla. Se lo imaginaba despertando junto a él cada mañana. Se soñaba feliz, amando y siendo correspondido; como nunca sucedió con su desafortunada esposa. Eleonor nunca le amó, le respetaba y sentía afecto por él, inclusive agradecimiento, pero no amor. Y en cuanto a él, la situación no era diferente. Se unió a ella en un precipitado matrimonio luego de cortejarla tres meses. Las razones de tal unión habían sido varias, pero ninguna de ellas se relacionaba con el amor, ni siquiera con la atracción física.


No fue un secreto el hecho de que Eleonor nunca fue feliz a su lado y, seguramente no lo hubiese sido con ningún otro, pues cuando él la conoció ya era una muchacha atormentada y llena de miedo. Se casó con ella con la intención de liberarla, salvarla y, creía haber tenido éxito, pero entonces la maldición otra vez se hizo presente y se llevó la vida de Eleonor, y de paso dejó a su pequeña Gabrielle sin habla.


Era doloroso para Severus vivir inmerso en esta realidad. Su situación no le permitía abrigar esperanzas de ningún tipo.


Sin embargo la situación más preocupante era la de su hija. Si Gabrielle no recuperaba el habla, entonces sus posibilidades de abandonar Edén y tener una vida alejada de maldiciones y desgracias no serían posibles. Por otra parte estaba la promesa que le había hecho a Eleonor. Gabrielle debía mantenerse siempre alejada de sus abuelos maternos. No estaba seguro de cuánto tiempo más podría sostener esa promesa; habían pasado dos años desde la muerte de Eleonor, y esa gente aún no daba señas de vida, pero presentía que aquello podía cambiar en cualquier momento. La fortuna de Eleonor era demasiado grande como para mantener por más tiempo a alejados a unas aves de rapiña como lo eran los abuelos de Gabrielle.

*~*~*~*~*~*~


Bill Weasley era un muchacho muy atractivo que se encargaba de cuidar los caballos del Conde. Cuando Harry llegó hasta las caballerizas con Gabrielle, y le pidió que le ensillara un caballo para dar un paseo; fue recibido con una amplia sonrisa, tal parecía que ya había oído hablar de él.


-Buenos días, señor Potter -saludó Bill -, le ensillaré a Winey, es una yegua muy mansa, no le dará ningún problema.

-Muchas gracias -respondió Harry y sonrió al ver que la mirada de Gabrielle brillaba de entusiasmo -¿Te gustan mucho los caballos, no es así Gabrielle?


La pequeña levantó los ojos hacia Harry. Aquellas miradas se habían transformado en el medio de comunicación entre ellos.

-Creo que un poni sería un caballo adecuado para ti, ¿te gustaría que hablara con tu padre sobre ello?


La mirada de Gabrielle se intensificó y, además sucedió algo diferente que hizo muy feliz a Harry. La niña apretó la mano del joven. Era la primera vez. Harry lo interpretó como una señal, aunque Gabrielle no pudiera hablar, el entendimiento y la confianza entre ellos crecía.


Cuando el caballo estuvo listo, Harry lo montó con gran agilidad; hacía tiempo que no tenía la oportunidad de volver a montar y se sintió feliz. Bill Weasley ayudó a montar a Gabrielle; la niña quedó sentada delante de Harry.


Como el muchacho de ojos esmeraldas no conocía la isla, Bill se ofreció a acompañarles. Harry aceptó de buena gana.


Desde una de las altas ventanas del castillo fueron seguidos por la mirada del Conde. Harry no lo sabía, pero Severus había dado órdenes expresas de que jamás dejaran solo al muchacho cuando abandonara la seguridad del castillo.

*~*~*~*~*~*~


La mañana era agradable y el paisaje espectacular. Bill sirvió como guía de excursión. Harry pudo conocer a la gente que habitaba las humildes viviendas salpicadas por aquí y por allá. La marcha fue lenta, el terreno era escarpado en aquella zona por detrás del castillo. Pero los caballos estaban hechos para el terreno y Harry se sintió muy confiado montando a su yegua.


De vez en cuando hacían un alto en el camino y Gabrielle, con un catalejo se entretenía en mirar a puntos lejanos del horizonte, silenciosa lo compartía con Harry.


El instrumento les permitió observar embarcaciones en el horizonte lejano que a simple vista sólo parecían manchas. Bill le explicó a Harry que el arenque era una de las principales fuentes de alimentación de las familias que habitaban la isla.


El muchacho de ojos esmeraldas a través del relato que le hacía Bill, supo que toda la isla estaba gobernada por el Conde. La gente que vivía fuera de los terrenos del castillo habitaba pequeñas granjas dadas en arrendamiento hacía muchas generaciones por el anterior Conde de Knighton.
Las tierras eran cultivadas con el propósito de no solo alimentar a las familias, sino también como medio de sustento. Sin embargo, lo que se obtenía de la tierra no era suficiente, por eso la mayoría de la gente de Edén, se dedicaba también a la pesca, recolección de algas, confección de tejidos, además de otros servicios para la comunidad.


Las casas eran muy sencillas. La mayoría de ellas estaban construidas con piedras de todos los tamaños y formas levantadas una sobre otra para formar muros dispares alrededor del suelo de tierra y bajo gruesos techos de paja. Harry pensó que seguramente no eran muy abrigadoras en un clima tan extremo como debía ser el invierno en la isla; aunque todas contaban con una tosca chimenea a través de la que se escapaban el humo de turba que por el clima ardía constantemente.


Pese a la condición humilde de los campesinos, Bill le aseguraba a Harry que la gente de la isla era muy feliz. Todos profesaban respeto y afecto al Conde, en la isla nadie se refería a él como «El Demonio», y tampoco existían murmuraciones por el hecho de que Gabrielle no hablara, muy diferente a lo que sucedía en el continente. Harry se alegró mucho al oír aquello, era un alivio para él saber que la gente de la isla no despreciaba ni temía al Conde.


Harry no estaba del todo consiente de cuanto le agradaba escuchar a Bill hablar del Conde de aquella forma; con respeto y admiración, totalmente diferente a lo que había escuchado a la gente de Dovan. Estuvo seguro de que a Gabrielle también le agradaba aquello.

*~*~*~*~*~*~




La mañana transcurrió en un abrir y cerrar de ojos para Harry. A la hora del almuerzo Bill, invitó a Harry a que hicieran un alto en la excursión para que visitaran la casa del mayor de los hermanos Weasley, Charlie.


El muchacho aceptó encantado lo mismo que Gabrielle.


El día transcurrió casi como una pincelada, comenzaba a caer la tarde cuando Harry decidió que ya era tiempo de regresar, era mejor aprovechar los rayos del sol que aún alumbraban. Todo había resultado de maravilla, lamentablemente para Harry las cosas no continuaron de ese modo. Llevaban un buen trecho recorrido desde que dejaran la casa del hermano de Bill, cuando el caballo de éste último perdió una herradura, no era algo grave, pero sería incómodo para el animal andar por el escarpado terreno de ese modo. No estaban demasiado lejos de la casa de Charlie, por lo que Bill decidió regresar para pedirle a su hermano un caballo.


Harry no quiso re andar el camino, así que sin preocuparse por la situación le dijo a Bill que le esperaría en ese lugar, aún era temprano y mientras el muchacho pelirrojo iba por otro caballo, Gabrielle y él podían observar el paisaje desde ese sitio.


Una pequeña foca gris que pudo observar con el catalejo llamó la atención del muchacho de ojos esmeraldas, le pareció tan fascinante aquel animal que decidió descender del caballo y acercarse más al acantilado para observar más de cerca, Gabrielle fue detrás de él.


No supo Harry cuanto tiempo pasó desde que se acercara al acantilado para observar a esa curiosa foca, hasta que repentinamente bajó el instrumento y recién se percató de la presencia de la niña junto a él. Al instante comprendió que algo no estaba bien. La mirada de Gabrielle estaba fija en las olas que rompían furiosas unos metros más abajo. Las mejillas de la pequeña de pronto habían perdido el color sonrosado, y sus ojos eran cruzados por una sombra de algo más profundo que el miedo.


A su vez Harry se asustó. Le habló a la niña para llamar su atención, pero ella no respondió. Estaba rígida y cuando el muchacho la tomó del brazo comenzó temblar de modo casi convulsivo.


-Gabrielle, qué sucede, por qué estás temblando, ¿tienes frío?


No hubo respuesta. Los temblores parecían incrementarse y sin embargo la pequeña no apartaba su vista del mar.


El muchacho miró con miedo en derredor, no sabía qué hacer, no comprendía que había provocado esa reacción inesperada en la niña. Tuvo que emplear la fuerza para apartarla de ese sitio y llevarla hacia donde pastaba la yegua. La rodeó con sus brazos para intentar calmar los temblores, pero no tuvo éxito. La palidez en el rostro de Gabrielle parecía aumentar.


Decidió regresar al castillo sin esperar a Bill. No le resultó fácil montar a Gabrielle, pues el cuerpo de la niña tenía una rigidez antinatural. Sin embargo empleó toda su fuerza hasta conseguirlo. Aunque no estaba muy seguro del camino imaginó que el animal le guiaría con el instinto. Afortunadamente así sucedió, al llegar a una empinada colina por fin al otro lado divisó el castillo.


Al llegar a los establos pidió ayuda a gritos. El primero en llegar fue Tom, luego lo hizo la señora Weasley seguida por el Conde, cuyo rostro estaba pintado de alarma. En medias palabras explicó lo sucedido a Gabrielle; entonces el Conde miró en todas direcciones preguntando por Bill.


-Su caballo perdió una herradura, y regresó a la casa de Charlie para buscar otro caballo.

-¿Y por qué demonios no le esperó? -gritó el Conde fuera de sí.


Harry abrió los ojos con asombro y miedo, era la primera vez que ese hombre le atemorizaba.


-Milord, le juro que lo hice, sólo regresé porque de pronto Gabrielle comenzó a comportarse de un modo…


El mismo Conde tomó a su hija de los brazos de Harry para llevarla al interior del castillo.


-Luego tendrá que darme las explicaciones necesarias, ahora hay que llevar a mi hija a su habitación.


Harry se quedó sin palabras. Vio consternación en la mirada de la señora Weasley, y odio y desconfianza en los ojos de Tom. No comprendía que había sucedido. Descendió del caballo con agilidad y se fue detrás del Conde.


Gabrielle fue depositada con cuidado en la cama, aún temblaba intensamente. Harry se sentía culpable aunque no entendía que había sucedido con la niña. La señora Weasley se había encaminado hacia la cocina para prepararle algo caliente que calmara los temblores.


El Conde, a diferencia de lo que Harry imaginó, no se acercó a la niña. Se limitó a observarla con rostro preocupado desde el borde de la cama. Pese a que el fuego de la chimenea ardía fuerte la pequeña aún temblaba.


Harry miró al Conde.


-Milord, yo no…

-Sus disculpas están demás señor Potter, el daño ya está hecho -fue la respuesta destemplada del hombre de ojos negros.


El muchacho se sintió herido, pues no sabía que daño le había inferido a la niña. Tras esas palabras el Conde abandonó la habitación.


Harry luego de mirar entristecido hacia la puerta se acercó a la cama de la niña. Silencioso se recostó a su lado y la rodeó con su brazo.


-Lo siento Grabrielle, lo último que desearía en la vida es lastimarte -murmuró el muchacho.


A diferencia de lo que Harry creía su cercanía sí logró calmarla, y luego de beber el té de hierbas preparado por la señora Weasley, Gabrielle se durmió tranquilamente.

*~*~*~*~*~*~


Harry tenía un nudo en el estómago cuando bajó de la torre, estaba seguro que sería despedido por el Conde. Pero él no deseaba irse, no ahora. Aunque era un misterio para él aquella reacción de Gabrielle, estando al borde del acantilado, no quería marcharse sin hacer algo por ella. Cuando llegó al despacho y justo se disponía a tocar la puerta, esta se abrió. Bill con el rostro levemente enrojecido salía del lugar. El muchacho de ojos esmeraldas comprendió que el simpático joven pelirrojo había sido reprendido por el Conde. Se olvidó por completo del temor de hacía un instante. Fue sustituido por un sentimiento de rabia ante lo que le parecía una injusticia. Bill no era culpable de nada.


-Bill… si milord te ha culpado por lo sucedido yo le explicaré que no…


La frase Harry quedó suspendida, pues la figura del hombre de ojos negros apareció en la puerta.


-Bill, tenía órdenes expresas de no dejarles solos a mi hija y a usted en ningún momento.

-Milord, y Bill cumplió con su cometido. El caballo perdió una herradura y él…

-No necesito escuchar la misma explicación otra vez señor Potter, ambos actuaron con imprudencia.


Ahora Harry quien estaba enojado.


-Milord, con todo respeto le digo que soy el único responsable de lo sucedido. Fui yo quien decidió acercarse al acantilado… ahora comprendo que no debí…

-Exactamente no debió -le interrumpió el Conde -, no sólo puso en peligro a mi hija, sino que también a usted mismo. Fue en ese mismo sitio donde mi esposa tuvo el accidente hace dos años. Gabrielle estaba con ella, la vio caer.


Harry se quedó sin palabras, miró a Bill y vio como el muchacho bajaba la vista.


-Yo… -balbuceó el muchacho de ojos esmeraldas -. No lo sabía, nadie me lo dijo ¡Por Dios! Nunca lo imaginé…


Harry se sentía apesadumbrado ahora que podía comprender la reacción de Gabrielle.


Bill bajó la vista, se disculpó con el Conde una vez más y los dejó a solas.


Harry le vio marcharse con un peso en el corazón. No había sido su intención perjudicar al joven.


-Milord…


El Conde hizo un gesto con la mano para indicarle que entrara al despacho y luego cerró la puerta con cierta brusquedad.


El hombre observó al joven por unos segundos y luego habló:


-Quiero que recoja su equipaje y mañana mismo abandone la isla. Está despedido señor Potter.


Harry sintió que el mundo se hundía bajo sus pies. Lo último que deseaba en la vida era marcharse de Edén. Pese a su sentimiento de culpa igualmente le pareció injusta tal medida y estaba decidido a oponerse, no se marcharía.


-¿Quiere despedirme después de todo el tiempo que debió esperar para que alguien respondiera a su aviso?

-Definitivamente no fue una buena decisión contratarle señor Potter. Está claro que no es apto para este empleo.

-Comprendo que esté molesto por lo sucedido, pero debe ser razonable milord, yo no sabía que lady Eleonor había sufrido un accidente en ese sitio, nadie me lo dijo.

-Eso ya no tiene importancia, el daño ya fue hecho.

-Hare todo lo posible por repararlo, milord, se lo juro.


El pareció no prestarle atención. Se acercó a mirar por la ventana.


-Sobre la mesa hay un sobre… es la remuneración por sus servicios. Presente el documento a mi administrador en Londres, el señor Filch…


Harry se sintió más que humillado por la mención del dinero, aunque estaba consciente de que era solo un empleado.


-No es necesario que me pague milord -respondió el joven con aire altanero.


El hombre se volteó a mirarlo.


-Es lo que corresponde…

-No. No tiene que pagarme… porque no pienso marcharme, no abandonaré a Gabrielle, menos ahora que conozco la magnitud de la tragedia que ha vivido al presenciar el accidente de lady Eleonor.


Severus esperaba cualquier cosa menos eso. Nunca nadie se había opuesto de ese modo a una orden suya. Se acercó lentamente al joven sopesando aquella actitud que a su pesar le dejaba perplejo.


-Señor Potter… -susurró el hombre con tono que helaría la sangre a cualquiera.


Pero para desgracia o ventura del Conde, Harry no era cualquiera, era Harry y cuando tomaba una decisión nada en el mundo le hacía retractarse.


-Puede amenazarme todo lo que desee milord, pero no me marcharé de Edén; no dejaré a Gabrielle -respondió con terquedad el muchacho -. El único modo en que puede sacarme de la isla es echándome al mar, porque de ningún otro modo me iré.


El hombre mayor no sabía cómo reaccionar.

-Nunca en mi vida conocí a nadie tan terco e insolente como usted -murmuró el hombre.

-Soy terco cuando algo o alguien me importa. En este caso sé que su hija no desea que me marche, pese a lo sucedido. Gabrielle necesita de afecto y atención milord, algo que claramente usted no le da.

-¿Acaba de poner en peligro a mi hija, y todavía se atreve a cuestionarme?

-Lo hago. Porque he visto su comportamiento con ella, su indiferencia y frialdad es casi cruel, perdió a su madre, fue testigo de su accidente y a pesar de eso usted le ha negado su afecto.

-¡Maldición muchacho! -exclamó el Conde fuera de sí -. A caso crees que es fácil para mí, que me hace feliz el no poder acercarme a mi hija a pesar de desearlo con todo mi corazón.

-Nada le impide amar a Gabrielle, milord -fue la respuesta de Harry.


El muchacho a pesar de estar seguro que lo siguiente que haría el hombre sería darle una bofetada se mantuvo erguido y desafiante.


Pero de pronto los bríos del Conde parecieron apagarse, y en su lugar sólo quedaba la tristeza y el cansancio.


Sin decir una palabra y bajo la curiosa y atenta mirada de Harry, se dirigió hacia un compartimento secreto que había en la pared. Extrajo un cofre de madera que depositó sobre el escritorio. Luego procedió a abrirlo con una llave que guardaba dentro de una caja de metal que adornaba una mesa de arrimo. Abrió el cofre y extrajo con sumo cuidado un documento y lo depositó en la mesa. Después se apartó y miró con aire sombrío al muchacho.


-En Dovan te dijeron que yo era un demonio, un hombre maldito, pues es verdad… aquí está la prueba. Este pergamino contiene la maldición que hace siglos una bruja lanzó contra mis antepasados.


Harry abrió la boca con más asombrado que otra cosa. Se acercó a la mesa para observar el documento de cerca. No cabía duda de que el pergamino era antiquísimo, pero además estaba escrito en un idioma que Harry no conocía.


-Es gaélico antiguo, el lenguaje de estas islas y de mis antepasados.

-¿Qué dice? -preguntó el joven con asombro.


El Conde leyó primero en el idioma antiguo y luego lo tradujo para que el muchacho comprendiera su contenido.


-«Durante mil años cualquier ser al que os permitáis traspasar la bruma de vuestro corazón, caerá bajo la losa más contundente de la muerte, mientras observáis sin poder evitarlo. Sólo alguien de corazón y mirada pura os librará de los errores del pasado, para poner fin a los dolores soportados, sólo entonces se romperá la maldición que os mantiene encadenados».

-¡Mil años! -exclamó Harry enojado -. Maldita bruja.


El Conde levantó los ojos hacia el muchacho que no parecía nada impresionado tras conocer la maldición, solo molesto.


-Bueno milord, si ha querido leerme esto para que yo saliera corriendo, pues debo decirle que ha fracaso estrepitosamente. Creo que lo único impresionante de esta maldición es el modo en que suena en ese idioma antiguo, por lo demás pues me parece que solo es una amenaza que profirió una mujer despechada, y sí era bruja seguramente lo era por los malos deseos que albergaba en su corazón que debió, sin duda, ser muy negro.


Snape estaba impresionado, este muchachito mostraba un valor que ya se hubiese querido alguien con más años. Su intención no era asustarlo, solo advertirle al peligro que se enfrentaba; porque para su mal, había conquistado el corazón del Demonio de Edén.



~o0o~

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