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'KKM! Cortejo {WolfYuu} por amourtenttia

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Notas del capitulo:

¡Holo~! Siento que pasó una eternidad. Estos capítulos que siguen cómo me sacan canas... Tengo tanto conflicto conmigo JAJAJAJ. Una parte de mi le coquetea descaradamente a lo femenino en Yuuri porque en algunas cosas le pega de lo lindo... Pero si me dejo, me paso LOL. Eso es un problema.


AUNQUE~ Mucha info, pero siento que funciona (?) Porque tuve una mala experiencia comenzando con un tratamiento hormonal alguna vez, SÉ que es altamente probable que Yuuri sea un caos andante por las hormonas jajajaja.


YA NO ESTOY SEGURA DE NADA.


En fin, de nuevo, disculpen las notas que no sirven para prepararlos para el cap ajajajaja.


A leer~

 

Shibuya Yuuri no era necesariamente el hombre más listo de todo el reino. Y eso podía admitirlo sin perder una pizca de orgullo... De acuerdo, quizá si dolía un poco. Solo a veces. Su futuro cuñado era muchísimo más inteligente, solo rebasado por su propio esposo. Y Yuuri comenzaba a plantearse que era más cuestión de los años de vida que un coeficiente intelectual absurdamente alto. El caso era que él no era tan listo. Lo sabía, claro que lo sabía. Y, aunque era consciente de ello, no tuvo problema en sufrir casi un infarto cuando sintió que en su mente algo hacía click. Aunque los besos de su futuro esposo lograban calmarlo en medidas desproporcionales, la certeza de que tendría que responder por su descuidado acto era preocupante.

Claro, porque la conversación de esa misma mañana había sido compactada en algún rincón de su mente. Tenía un espacio especial en su memoria para las lecciones de Gunter, y otra para sus regaños. Si estos se mezclaban, su cerebro incluso barajeaba la posibilidad de crear un nuevo compartimiento. Ese recuerdo en particular quedó en la papelera justo por ello. Luego de la vergonzosa escena donde el consejero malinterpretó la situación del rey al encontrar a su futuro esposo en su cama, luego de ver la penosa marca que le dejó la noche pasada, la cátedra duró por lo menos 20 minutos. Shibuya fue casi obligado a jurar que nadie, nadie, bajo ninguna circunstancia, vería el lamentable resultado de sus hormonas alborotadas. Gunter pareció satisfecho cuando el Maou cambió el traje que usaría ese día por algo absurdamente conservador. De pronto el que Gunter vistiera como monja a veces no le sonó tan descabellado, era ahora lógico. El famoso compañero de Lord von Voltaire le había regañado por descuidado, a la vez que le explicaba qué hacer en esos casos, precisamente por que él tenía su propia experiencia lidiando con ese tipo de inconvenientes.

Vergonzoso era decir poco.

Luego, con las horas, todo el asunto quedó olvidado. Terminó de arreglarse, observó a Wolfram alistarse, luego regresó a su cuarto, miró a padre e hija acomodarse frente al espejo, fue echado de su propia habitación, regresó luego de cumplir las órdenes del rubio —No le pregunten cómo pudo con la bandeja llena de bocadillos en sus brazos, por favor. Era excelente deportista, pero eso de llevar líquidos requería un equilibrio mortal del que carecía—, lo acusó de mandarlo personalmente por comida para hacerlo perder tiempo, luego se dio cuenta de que era cierto —Wolfram no lo negó en ningún momento—, vociferó, se cansó, los escuchó platicar. Platicó con ambos. Greta le contó cosas, él se dedicó a mirarlos. Y luego que les miró terminar tras las horas más aburridas de su vida —no desperdiciadas, porque fueron con su familia, pero vamos, nadie soportaría tanto por mucho amor que hubiera—, decidió ir al baño... El resto ya se sabía. En retrospectiva, Yuuri se preguntaba por qué, en serio, ¿por qué demonios Conrad no le advirtió de lo visible que era la marca en su pecho? ¿por qué Shouri no le regañó por andar exhibiéndose de esa manera cuando era tan metiche con cualquier otro tema? Se recordó que, al cambiarse, todos habían estado preocupados por sus propios asuntos, así que no debieron notarlo de inmediato. Pero ya dentro del carruaje... ¡¿Cómo pasó por alto?! Seguramente Murata había disfrutado mucho de saber algo que él no —como siempre—. No sabía si eso le enfadaba más o no. Aunque recordando lo alterado de su reacción seguramente estaba haciéndose ideas extrañas de nuevo.

Así que ahora, parado a un lado de Wolfram, siendo observado por todos los invitados a aquella fiesta, bajo la mirada divertida de su hija, Yuuri por fin pudo entender el meollo del asunto. Por qué todos le miraron tan sorprendidos cuando entró —incluso si eran minutos tarde, tiene un poco más de sentido que no fuese debido a la impuntualidad por la cual era ya conocido— Caviló en segundos toda la novela que fue ese día de su vida y, cuando se atrevió a bajar la mirada hasta su propio cuerpo para mirarse realmente por primera vez en todo este tiempo, contuvo un grito de sorpresa. Ahí, bajo la camisa abierta, su trabajado pecho exhibía de manera orgullosa la prueba definitiva de que su relación estaba avanzando. ¡Eso era suficiente material para dar a todo el pueblo de qué demonios estar platicando! Cayó en cuenta de eso a la vez que sentía haber sido lanzado al helado océano en temporada de invierno. Acaba de pasearse por el salón, frente a todos —¡pasó incluso frente a Gwendal y el imbécil de Waltorana, maldita sea!—, mostrando la condenada marca de su recién iniciada vida sexual —¿era válido llamarlo de esa manera si seguían en ceros de cierta manera?—. ¡Todo el mundo miró el chupetón que Wolfram le dejó en el pecho la noche pasada! ¡Por eso todos hablaban! De pronto esos murmullos sueltos cobraron sentido. "¿Habrá sido el príncipe?" "¡Los rumores son ciertos, definitivamente lo engaña!" Tenía tanto sentido ahora que el otro se acercara tan altivamente, y lo tocara tan descaradamente, marcándolo como su propiedad. ¡Lo besó frente a todos, por todos los cielos! Varias veces. Y en el momento en que él comprendió verdaderamente el por qué, decidió que quería confirmar las propias acciones del otro. Correspondiendo sus besos, rodeando su cuello con recelo. Si quedaban dudas de que ellos estaban teniendo algo serio esta vez, se encargaron de aplastar ese tipo de ideas a besos.

La mirada del rey debía estar gritando sus pensamientos, luego de que el mayor le soltara finalmente, pues lo siguiente que sintió fue como el otro se acomodaba a su lado, rodeando su espalda baja con un brazo, y murmuraba en voz baja, solo para él, con voz resignada:

—¿No te habías dado cuenta? Vaya que puedes ser un descuidado...

El Maou había perdido definitivamente el habla, el apetito, y la capacidad de raciocinio. El otro le miró con una pizca de resignación. Menos de 5 minutos antes, Yuuri estuvo tan seguro de imponer su relación ante todos que se dejó hacer tan sumisamente en sus brazos que los murmullos incluso cesaron. Luego, ya que parecía volver a poner los pies en la tierra, comenzaba a darse cuenta del posible regaño que recibirían ambos por descarados. Wolfram suspiró, pero se notaba bastante divertido todavía. Yuuri supo a los pocos segundos que tanta alegría era una farsa por completo, un mecanismo de defensa. Sentía la mirada pesada de unos ojos que lo taladraban, y supuso que Wolfram lo sentía también, pues pronto lo miró apartarse de él un poco, para comenzar a intentar arreglar su camisa rota. El rey le dejó hacer, sin pronunciar palabra alguna. Gunter, a unos metros, se encargaba de dirigir a la banda para que comenzaran a tocar de nuevo, mientras la atención poco a poco se despegaba de la pareja real. 

—No te acerques a Gwendal bajo ninguna circunstancia. Mucho menos a Lord von Bielefeld —advirtió Wolfram, con voz tensa, al decidir finalmente que no hay arreglo para lo que está arruinado en esa prenda.

Shibuya parecía casi un muñeco cuando el rubio le ayudaba a colocarse su chaqueta azul, por sobre su ropa. El moreno salió de su mutismo cuando Wolfram terminaba de abotonar la prenda, tras haber sacado el broche de la camisa debajo de ella, y colocarlo justo donde había estado el león minutos atrás..

—¿Por qué?

El rubio le miró apenas de reojo, concentrado en colocar el ave de oro que él mismo le regalara 8 años atrás, luego de dejar en manos del moreno el león que él había usado antes.

—¿¡Por qué nadie me dijo nada!? —bramó entonces el histérico chico, en un murmullo de voz, siendo silenciado al instante por el otro.

—¿Cómo fue que tú no te diste cuenta antes? —replicó Wolfram, sereno— No dejaste de quejarte hoy en la mañana, me despertaste por eso mismo, ¿y me dirás que sencillamente lo olvidaste?

Yuuri le miró mal, tomando por su parte la tarea de regresar el león a su pecho. Piensa por una fracción de segundo que la blanca camisa que lleva hace un mejor juego. Luego se dice que realmente es porque se trata de él, quien podría lucir lo que le diera en gana como si fuera un millón de dólares.

—¡No lo hagas sonar como que es mi culpa! ¡Tú dejaste eso ahí en primer lugar! —respondió, en un murmullo tan bajo como la voz siseante del mayor, sus manos ahora colocando por segunda ocasión el león de oro, esta vez en la camisa blanca del otro.

Están descargando el nerviosismo que sienten el uno en el otro. Tan ocupados echándose la culpa del vergonzoso evento cuando Wolfram sintió una mano pesada colocándose sobre su hombro. Temió lo peor. El escalofrío que lo recorrió fue evidente. El Maou tuvo que alzar el rostro para mirar al hombre tras el rubio. No supo qué decir, salvo apartar rápidamente las manos del otro.

—Majestad... Que agradable saber que pudo asistir al evento —comentó con voz aparentemente tranquila— Había rumores de que había escapado a la tierra de nuevo, huyendo de sus responsabilidades y compromisos...

Shibuya sintió algo muy parecido al pánico, sin entender muy bien la razón. Si se tratase de otra persona, responder con algo irónico habría sido sencillo. Pero tratándose de aquel que tenía tanto poder sobre el rubio no se podía dar el lujo de aflojar la lengua sin meditarlo.

—Lord Waltorana... 

—Quisiera hablar un momento con su majestad, a solas. Si no le molesta...—solicita el mayor.

Wolfram chasquea la lengua de manera apenas audible.

—Lo que debas decirle a mi prometido, puedes decirlo delante de mí —dijo, con voz firme.

Yuuri no se sorprendió de que la siguiente frase dicha con tanta simpleza, viniendo del representante de Bielefeld, pudiera entristecer tan fácilmente la expresión del rubio menor.

—No importa cuanto intentes mentirte al respecto, querido sobrino... Este hombre dejó de ser tu prometido, porque no puedes entregarle lo que necesita. El reino entero lo sabe ya. Ahora déjanos solos... Incluso si se empeñan en continuar este absurdo compromiso, un compañero debe aprender a retirarse sin decir nada. ¿No es eso lo que predica Lord von Christ?

El Maou siente el ambiente tensarse con demasiada rapidez, por lo que coloca una mano en el brazo del rubio antes de que sangre sea derramada. Es cierto. El rumor de que Wolfram deja todo de lado con tal de ponerse de parte de este hombre... Su favoritismo es evidente. Lo defendería a capa y espada de todo y todos, cuando no se tratara de Yuuri. Le dedica una mirada que intenta tranquilizarlo, las orbes color esmeralda hablan del conflicto dentro de su mente, y él murmura en respuesta:

—Ve, Wolf... Yo hablaré con él.

—Yuuri... 

—Por favor, déjame solucionarlo —pide, en un tono apenas perceptible.

La mirada del príncipe pasa desde él a su tío, y repite la acción una vez más antes de perderse en los orbes color ónix. Suspira resignado, apartándose de ambos. No pasa desapercibido para el regente de Bielefeld la manera en que sus manos se han tocado antes de alejarse. Cuando Yuuri nota que está lo suficientemente lejos como para no escucharle, se gira para para encarar al otro hombre. Su mirada endurecida tensa ligeramente al mayor.

—Si piensa que tendremos esta conversación durante la fiesta de mi hija, está completamente equivocado—informa, serio, intentando sacar aquella seguridad paterna que el otro exhibe delante suyo de manera tan natural.

Waltorana le mira con cierto desdén.

—No se preocupe, majestad. Dudo seriamente que una escena ahora sea de interés, luego de lo que ha hecho ya. Si este día es recordado como el cumpleaños número 16 de la princesa ilegítima del reino será una verdadera sorpresa...

El Maou se sonrojó ligeramente, buena parte debido a la vergüenza, pero muchísimo más debido a la ofensa que provocó aquel tono de voz en el mayor. Le observó con enfado sin molestarse en disimular su inconformidad.

—Puedo soportar que intente burlarse de mí, pero no permitiré que use ese tono cuando se trata de nuestra hija. 

Cuando el otro alza una ceja siente todavía más calor en sus venas, que llevan la sangre hirviendo en su cuerpo. El más alto suelta algo parecido a un bufido, pero sus labios apenas y se han movido. Su expresión no ha cambiado ni un ápice. Es evidente el parecido entre este sujeto y lo que podía llegar a ser su burlón prometido.

—Llegar tan lejos como decir que es de ambos... —le escucha murmurar por lo bajo.

Yuuri tiene suficiente.

—Cualquier asunto que desee tratar conmigo puede esperar hasta mañana. Hoy no discutiré más con usted... 

El mayor se dedica únicamente a observarlo, está analizándolo completamente.

—Sabe lo malo de mi temperamento, ¿no? Que tiendo a explotar de vez en cuando...

Waltorana rueda los ojos en un gesto no muy digno, es notable que el rey delante suyo no le provoca mucho respeto. Y Yuuri sabe de antemano que es porque se trata de quien intenta arrebatarle a su único hijo. Si el orgulloso príncipe, Lord von Bielefeld Wolfram, era tan leal al reino como para estar dispuesto a seguir sus órdenes incluso odiándolo desde el primer momento, ¿qué decir de su tío? Si le pedía allí que le trajera la cabeza de un enemigo, Waltorana seguro usaría el odio que tenía hacia el moreno como motivación para cumplirlo.

—Abofetear rostros hermosos... Sí, recuerdo que algo de eso he oído...

Claro que sabe la historia entera. La verdadera. Seguro Wolfram lo contó por sí mismo. Sabe que también debió contarle sobre el duelo, la aparición de su segunda persona, y el odio que le profesó cuando aceptó casarse con él, al despertar tres días luego de eso. Shibuya ni se molesta en negar sus palabras. Lo dijo antes, y no mentiría al respecto. La única razón por la cual no golpeó a Wolfram en ese entonces es porque se trataba del hombre más hermoso que había conocido —y seguía siéndolo, si debía ser honesto—. Se cruza de brazos mientras sus ojos pasan por la sala de nuevo, siente que podría mandar todo a volar en ese momento, su lengua quiere pronunciar todo lo que se guarda. No tarda en encontrarse con unos ojos verdes mirándolo con atención. Eso es todo lo que necesita para frenar su defensiva actitud. Le prometió a su novio que le dejaría solucionar esta situación durante esa misma noche. No sospechó que el guardián de su rubio iría directo a él antes de eso. Quizá pudiese aprovecharse un poco.

Respira hondo de manera discreta, a la vez que sus ojos dejan de ser taladrados por las esmeraldas del otro,  mira a otro sitio, más específicamente a su hija, quien parece comenzar a decirle algo al rubio que, a esta distancia, es imposible saber. Regresa su atención al rubio mayor.

—Si está dispuesto a esperar a mañana, discutiré sobre esto cuanto prefiera... Pero tendrá que escuchar lo que tengo que decir, así como yo estoy dispuesto a escucharlo.

Diplomacia ante todo. Si desea agradarle, debe cumplir con su papel. Compañero, rey, o niñato. No le daría razones para despreciarlo en ningún ámbito. El representante de Bielefeld parece sospechar de sus palabras, pero no parece interesado en seguir esta conversación cuando la promesa es pronunciada.

—Esperaré cuanto haga falta—afirma— Solo pido que se comporte por lo que resta de la noche...

Shibuya le mira con cierta confusión en el rostro. Waltorana ya ha dado media vuelta con dirección a uno de los balcones, cuando se despide diciendo:

—Si quiero que mi adorado sobrino se comprometa pronto, no puede permitirse ir por allí actuando tan descardamente con usted, después de todo.

El Maou siente que su cuerpo tiembla de la ira que le recorre, hasta que un brazo le detiene, frenándolo justo cuando daba un paso con dirección al distante ente que ahora sabe sonríe de modo triunfante. Cuando mira  a su lado, con las palabras hirientes bailando en la punta de la lengua, se sorprende un poco de ver el perfil del rubio. Está decir algo cuando se percata de su rostro endurecido, su cuello tenso, y el filo peligroso de sus ojos que no parecen dispuestos a mirarlo, demasiado concentrado en asesinar solo con sus esmeraldas la figura que finalmente desaparece lejos de ambos.

—Weller te está buscando... —dice, de pronto, entre el tenso silencio que se ha formado.

La cara del menor es adornada con duda. Abre la boca para responder cuando siente que el agarre en su brazo pierde fuerza. Está alejándose de él.

—Greta también quiere verte, no te despegues de ella, o en serio vas a dar de qué hablar...

—No tienes que...

El rey se queda en silencio antes de poder siquiera terminar de pronunciar esas palabras. Prometió comportarse. Se prometió  a sí mismo actuar adecuadamente. Hacer que hasta Gwendal reconociera su esfuerzo. Y ya había arruinado demasiado las cosas por permitirse ir por sobre lo que era correcto. Apretó los labios, asintiendo. Por el tono del otro, era evidente que no le estaba dando opciones tampoco. Ese príncipe no llegaría tan lejos para ordenar, no a él. Pero con la advertencia en su voz era evidente que ganas no le faltaban para hacerlo. "No te entrometas en esto" No diría así al rey.

El mayor no le dedica ni una sola mirada cuando sus pasos siguen los de su guardián. El moreno no puede más que ahogar un suspiro resignado. Cuando gira sobre sus pasos, apenas y puede avanzar algunos metros cuando choca de lleno contra una figura que le resulta demasiado familiar.

Tiembla cuando alza el rostro, la endurecida expresión de Gwendal le provoca un escalofrío. Maldice su suerte en un murmullo interno. Si hubiese sido lo suficientemente listo, habría buscado a su padrino inmediatamente.

—Majestad... —pronuncia, su voz es tan neutral que siente que va a ser asesinado con su sola mirada— Espero tenga una buena explicación...

Yuuri empieza a reírse de manera nerviosa. Su cuerpo está tenso. La ha cagado a lo grande. Si alguien aquí tiene derecho de recriminarle algo debido a la vergonzosa escena que se han montado, es precisamente este hombre. Este mismo quien le sugirió adoptar un rol muchísimo más adecuado a su personalidad porque deseaba recuperar la buena imagen de su amado hermano. No necesita decirle qué es lo que ha provocado su enfado.

Entrar al salón exhibiendo una marca en el pecho, para luego besarse delante de esa manera delante de todos los invitados, explicando así quién era el que realizó dicho chupetón en su cuerpo, era muchísimo peor que no hacer nada con su prometido en ese tipo de eventos. Descaro era poco. En ese momento Gwendal seguramente se arrepentía de haberle sugerido nada, y Shibuya no podía culparlo si se sentía de esa manera.

—Ha... Es... una historia bastante graciosa... Si te pones a pensarlo... —comenta, con un tono tembloroso

El mayor alza una ceja, su ceño fruncido se relaja apenas un milímetro.

—Espero que pueda contármelo entonces... —responde, cruzándose de brazos.

Shibuya sonríe más forzosamente que antes. ¿Cómo comenzar exactamente? No hay manera de excusarse. 

"—Verás, tu hermano y yo discutimos terriblemente ayer, así que le sugerí hacer algunas cosas que no debería así que él me mordió porque le provoqué de alguna manera. Creo que es un sado, aunque no sé si sepas de lo que estoy hablando... Al final él... No necesitas saber eso. Günter lo encontró mi cama hoy. ¡Pero no hicimos nada ahí! Espera, ¡no quiero decir que...! Bueno, la verdad. ¡Argh! ¡Todo fue un accidente!"

Ni siquiera intentaría decir algo así, quería vivir unos buenos años más, gracias. Sabe que el mayor debe ser capaz de leer sus pensamientos solo con verlo, pues su expresión se pone más tenebrosa a cada segundo. Abre la boca, se sonroja, cierra la boca, desvía la mirada. Está poniéndose en evidencia. Ahora no sabe si desearía seguir en la bañera de su casa en la tierra, honestamente.

Se quedan en silencio, el ambiente es notablemente incómodo entre ambos. A su alrededor, los invitados continúan disfrutando de la música que se encarga de aligerar el momento. El rey no se atreve a mirar al mayor ni por accidente, y no es sino hasta que lo escucha suspirar audiblemente que levanta la mirada. Voltaire pasa una mano por su frente. Parece contrariado, incluso avergonzado. El moreno está pensando qué puede ser el motivo, hasta que lo ve sonrojarse ligeramente. Casi emite un gemido de sorpresa cuando lo ve desviar la mirada, evitándolo.

—Um... Usted... Mi hermano no... ¿Ustedes...? —intenta decir.

El rey abre los ojos como platos, a la vez que entiende qué es lo que está pensando.

—¡De ninguna manera!—medio ruge, demasiado alto, cuando ve que personas cerca les miran con interés se acerca al otro para susurrar mortalmente bajo— Dios, no. Aún no... No hemos... Cruzado esa línea en particular.

Se golpea mentalmente cuando el general le mira con sorpresa. ¿¡Acaba de decirle que sí que han hecho algo!? Necesita respirar hondo para no salir corriendo inmediatamente al darse cuenta de que, efectivamente, lo ha dicho indirectamente. Lo nota dudar un momento, él desvía la mirada.

—Bien... 

Vuelven a quedarse en silencio. Yuuri casi puede agradecer que todo parezca estar llegando a la normalidad de nuevo cuando el otro vuelve a comentar algo que le provoca descomunal vergüenza.

—Sea cuidadoso cuando esté cerca de él... —le aconseja, tenso— Wolfram tiende a ser... Impulsivo, cuando se trata de eso... Especialmente cuando está enojado por algo.

Shibuya no puede más que darle la completa razón en ello. Nunca se imagino que en Shin Makoku hubiese algo como "Sexo de reconciliación", menos por discusiones tan estúpidas como la que habían tenido antes. Pero luego de lo que pasó con el rubio, estaba claro cuál era su manera de contentarse luego de ese tipo de peleas.  Lo besó antes precisamente porque estaba enfadado con él. Y solo se mostró algo menos irritado en el proceso. Resultaba hasta interesante. Wolfram era, al parecer, el tipo de persona que descarga sus fuertes emociones de un modo más bien pasional.  El pensamiento se torna extraño de pronto, y se olvida de la pena que le provoca hablar de ésto con el hermano del otro.

—¿Cómo sabes eso?

Tiene sentido que Shibuya lo haya descubierto. Era su prometido, después de todo. El rubio no cruzaba límites así antes porque entendía que no sentía lo mismo que él. Ahora, siendo que se profesaban el mismo afecto, no era de extrañar que finalmente le permitiese conocer esa faceta suya en particular. Pero de allí a que el mayor de los hermanos sea capaz de advertirle que podría salir no muy bien parado en ese tipo de actos impulsivos si no se iba con precaución, debía ser porque tenía referencia al respecto. La idea le hace fruncir el ceño de manera apenas perceptible. Para ser capaz de saber eso... 

El general se puso tenso; mala señal.

—Gwendal... ¿Cuántas parejas ha tenido Wolfram, que tu le conozcas?

Voltaire carraspea, llevándose una mano al pecho, luego intenta mantener una expresión neutral en el rostro mientras sus manos se ponen a ambos lados de su cuerpo.

—No sé de ninguna relación formal —admite, pero ante la mirada del menor finalmente confiesa— Nunca fue del tipo de hombre que se quedaba demasiado tiempo con la misma persona...

Aparte del hecho de que no ha sido una sola, lo que le hace eco es el uso de esa palabra en especial. "Persona" No mujer. No señorita. O dama siquiera. Wolfram anduvo con distintas "personas". Mujeres y hombres. Frunce el ceño visiblemente. No quiere ni imaginarse cuán larga es esa lista de "personas". 

—¿Y cómo te enteraste de lo demás?

Gwendal vuelve a pasarse una mano por la frente, intentando borrar la arruga que se ha formado de nuevo en su rostro. Se suponía que él debía interrogar a este niño, no al revés.

—Durante sus años en la academia, y una temporada en que compartimos turnos con las guardias de ambos, pude presenciar varias veces como perdía la paciencia cuando las cosas no iban como queríamos al cumplir con algunas misiones. Era muchísimo más volátil de lo que es ahora. Era joven y totalmente inmaduro. Aunque se calmó con el tiempo, me preocupa que sea tan parecido a ese entonces cuando está cerca de usted... 

El menor se tensa, mientras su mirada recorre el lugar. Nota a su padrino a la distancia, dividido entre acercarse y mantener la atención en el musculoso hombre que se agarra de su brazo de manera íntima.

—Muchos de los soldados, suyos y míos, desaparecían todo el día siguiente a esos arranques... Especialmente otros usuarios de fuego. Creo que usted puede imaginarse por qué...

El moreno regresa su atención al otro, las preguntas que antes habían estado haciendo mella en su mente relacionadas precisamente con los usuarios  de distintos elementos queriendo escapar de sus labios. El general parece intuir sus intenciones, por lo que niega ligeramente, sus ojos fijos lejos de él.

—Podemos hablar de ello en otro momento... No es un tema apropiado consideranto el evento...

Cuando el Maou sigue la dirección en que observa, sonríe ligeramente cuando distingue la silueta del consejero real a la distancia, de espaldas a ellos, dirigiendo una conversación entre un grupo de personas que Yuuri reconoce como otros líderes importantes. De reojo nota la orgullosa expresión del esposo de ese hombre. Siente algo de envidia de ellos. 

—Hey, ¿Gwendal...? 

El mayor solo le mira un segundo antes de volver su mirada a su compañero, que al sentir la atención de ambos gira sobre su hombro, observándolos. La sonrisa resplandeciente en sus labios es especialmente para el más alto. 

—¿Cuánto tiempo llevan juntos...? Como pareja, quiero decir...

El general sonríe ligeramente hacia Günter, quien comienza a despedirse de hombres y mujeres alrededor suyo. 

—Lo conocí cuando Conrad ingresó a la academia... —comenta, rememorando el primer encuentro.

Su hermano se apareció directo en su habitación cuando se liberó del interrogatorio de su madre al regresar al castillo. Estaba visiblemente emocionado, y Gwendal no dudaría en usar una frase como "Estúpidamente maravillado", mientras platicaba sobre su nuevo instructor favorito. El profesor más hermoso del reino.

—Nos tomó mucho tiempo confiar el uno en el otro, pero nos conocemos desde hace décadas.

Yuuri, demasiado concentrado en admirar la extraña suavidad que se muestra en el rostro del estoico general, no pone mucha atención en el hombre que ahora se acerca a ambos.

—Tenía la edad de Wolfram cuando me di cuenta que estaba enamorado de él —continúa, sin vergüenza alguna— Pero no me atreví a comentárselo en ese momento... Era un chiquillo de casi 90 cuando le insinué algo por primera vez.

Cuando el Maou hace el cálculo en su mente, puede darse cuenta de que eso fue mucho antes de la guerra. Voltaire no le permite preguntar.

—Tuve que verlo estar entre la vida y la muerte para animarme a dar el paso... Si no hubiese sido por mi madre, quizá yo...

La expresión ligeramente ensombrecida tiñe el momento, pero se repone a los pocos segundos, su mano alzándose lentamente. Yuuri intenta no mostrarse muy sorprendido cuando una pálida alcanza la del mayor.

—Fui afortunado cuando aceptó mis sentimientos en ese entonces...

—Tenía 135 cuando un niñato de menor edad se me acercó con ese tipo de intenciones... —comenta Günter, uniéndose a la conversación con una sonrisa enamorada en los labios, se vuelve hacia el Maou cuando sus dedos se entrelazan con los del peligris— Han pasado 20 años desde ese momento. 

El rey parece bastante sorprendido, se nota satisfecho ante la respuesta a su pregunta, pero otra duda le ronda. No la externa como cuestión, aunque es evidente la razón de su comentario.

—No permanecieron comprometidos mucho tiempo entonces... Si tienen... ¿Cuánto es? ¿16 años casados?

Cuando el consejero sonríe ampliamente siente que está pensando en algo que le provoca satisfacción personal. No pregunta sobre ello.

—Cumpliremos 17 años pronto... —admite, mirando de reojo a su esposo, quien le mira con intensidad— Debido a que era un hecho que habíamos poseído tiempo para conocernos, no necesitamos más que tomar 4 años para arreglar todos los pormenores de nuestra unión.

Yuuri frunce el ceño un poco, contrariado. Günter comienza a explicar entonces, en un tono algo solemne:

—Todos quienes formamos parte de las familias nobles, además de usted majestad, tenemos responsabilidades muy grandes en nuestras manos como representantes de cada uno de los terrenos que componen la nación. Es por ello que cuando se trata de unir nuestras vidas con la de otra persona ésta debe ser una unión bendecida tanto por el Rey Original como por los propios nobles. Si los nobles no ven con buenos ojos el matrimonio, no tenemos permiso de contraer nupcias. En su caso particular, el consejo aceptó sin oponer debido a que, siendo Maou, tiene un poco más de libertad al elegir con quién casarse sin tantos inconvenientes. Siempre que la persona que escogiera cumpliera los requerimientos, claro está. Uno de estos incluye un compromiso de al menos dos décadas. Sin embargo, esto es una tradición en cualquier matrimonio arreglado a su edad. Sería lamentable que la primera experiencia matrimonial de un mazoku terminara debido a que no se permitió conocer adecuadamente a su pareja...

El menor entendió entonces porque aunque todos insistían a veces, ninguna persona le demandaba sincerarse completamente  con los sentimientos que tenía para con el rubio. Si debían estar al menos 20 años juntos antes de contraer matrimonio, ¿por qué preocuparse en que se llevaban mal al comienzo? Los despreció un poco en ese momento... Nadie dudaba en que terminaría enamorándose del príncipe, tarde o temprano. Y él admitía que tuvieron razón en ello porque terminó haciéndolo.

La pareja comenzó a platicar mientras que el Maou continuaba pensando en el asunto. Su único consuelo ahora mismo era que su prometido, como él... No, si hacía bien las cuentas en este momento, era evidente el problema que Greta apuntó ese mismo día. Según Wolfram habían pasado 8 años desde que se comprometieron, eso quería decir que si sumaba los 10 que el rubio estimaba necesitaban antes de ponerse algo más serios con el asunto de la boda, en realidad sí que estaba pensando en postergarlo tanto como las dichosas costumbres exigían. Shibuya se planteó seriamente el tema en ese momento. ¿Tendría que dejarse guiar por el rubio en esto o debería insistir más para salirse con la suya? ¿Era un absurdo de su parte querer casarse antes de los 30? 

No pudo seguir cavilando en el asunto porque pronto Günter le indicó que había llegado la hora de realizar un pequeño discurso  —mismo que habían estado postergando debido a los incidentes ocurridos — para dar inicio al evento propiamente dicho. El Maou fue guiado entonces por el consejero hasta un podio que fue dispuesto precisamente para este propósito, junto con el Gran Sabio, al igual que el resto de integrantes de la familia. De un momento a otro, Cheri-sama  —quien había acudido al reino para el día tan especial —, Conrad, Gwendal, Günter, Shouri y Murata lo acompañaban en el espacio designado para que dijera unas cuantas palabras. 

No le pasó desapercibido el hecho antes, y fue el consejero quien le explicó que el que hubiera tantos alrededor suyo se debía a que el príncipe menor era reconocido como el otro padre de la menor, y, por tanto, toda la familia debía estar allí. Le comentó también que aunque este hecho era perfectamente esperado debido a que todos conocían de su compromiso, esta era la primera vez que un Maou celebraba el cumpleaños 16 de su hijo o hija estando fuera del matrimonio.

—¿Yozak..? —quiso pregunta el moreno, al ver que el espía se quedaba del lado mientras todos tomaban sus puestos.

Gwendal fue quien le respondió.

—No se ha realizado el anuncio oficial, e incluso si fuera ya un hecho conocido, solo se consideran matrimonios para acompañarlo... Su propio caso es la excepción—explicó, calmado.

El rey asintió, comprensivo. Ahora también entendía por qué FanFan-san continuaba igualmente a varios metros de ellos. El acompañamiento de Murata era principalmente porque Günter realmente esperaba que dijera algún tipo de comentario trascendental que Shibuya no creía fuera posible, pero fue silenciado cuando éste fue quien inició con las palabras. Yuuri comenzaba a temer que el rubio no regresase a tiempo, y suspiró visiblemente tranquilo cuando vio la silueta de éste apresurándose hasta llegar a su lado. Tomaron sus manos inconscientemente. El Gran Sabio dio un saludo general, agradeciendo la asistencia, y poniéndose particularmente serio mientras comenzaba a hablar.

—Ha pasado un largo tiempo desde la última vez que tuve el honor de presenciar un evento como éste aquí en mi amado Shin Makoku... Sin embargo, tantas cosas son diferentes. Es un poco extraño, es como si ésta fiesta en particular fuera la primera a la que asisto...

Unas pocas risillas correspondieron la sonrisa ladina del moreno.

—Sé que esto es de conocimiento general entre los integrantes de la maravillosa familia de la antigua Maou, Cecile, pero quisiera permitirme contar también a todos los presentes de un pequeño secreto con respecto a esta celebración en particular.

El nombrado le miró con curiosidad, mientras que la rubia solamente le agradecía las palabras con una sonrisa amplia, sus ojos brillando con lo que parecía ser solemnidad y alegría. Bielefeld observó a su madre con suspicacia, y, tras intercambiar miradas con sus hermanos, éstos le indicaron que mantuviera la calma. Ellos sabían de qué se trataba el discurso.

—Hace mucho tiempo, mientras que continuaba viviendo al lado de su majestad, Shinou, él y yo mantuvimos una conversación que no tiene sentido exponer. Fueron las momentos más largos de mi existencia, así que deben hacerse una idea de lo agotador que fue para mí tal evento... 

Hubo otras pequeñas risas generales ante la fingida diversión de su voz, no se sentía así en lo absoluto.

—El resultado de esta conversación fue una promesa. Una que él hizo hacía mí.

Todos guardaron silencio al notar la repentina seriedad en su mirada.

—Un día... Cuando pienses que toda esperanza se ha perdido, cuando creas que has escapado de esta pasado... Ese día la prueba definitiva se mostrará ante ti. 

Los ojos ensombrecidos del Sabio adquirieron un brillo que no podía ser descrito. Pese a que observaba las personas delante de él, si mente rememoraba esa momento del cual hablaba. Muy vívidamente. Se obligó a omitir palabras de nuevo al continuar: 

—En el momento en que lo veas, sabrás de lo que hablo. Hoy finalmente pude comprenderlo— declaró, mirando esta vez hacia el rey— La decisión que tomaste es la prueba que estuve esperando...

El Maou le miró con sorpresa. Se sintió golpeado de pronto, y tomó con más fuerza la mano entre la suya, recibiendo un apretón en respuesta. Murata sonrió de manera enigmática al volverse esta vez hacia la princesa, quien se encontraba más cerca, bajo el estrado, a la espera del gesto que le indicaría que era momento de subir. El Sabio extendió una mano hacia ella, invitándola a unirse a ellos. Greta así lo hizo.

—Cuando llegué aquí la guerra era una batalla inminente. Estaba preparado para morir una vez más antes de que la paz llegara a este reino... En lugar de este desastroso futuro que tanto temí, encontré un mundo totalmente distinto a lo que esperaba... Y la mayor prueba de que la paz está cerca, es que tú, Greta, te convirtieras en la princesa de esta nación... Shinou te ha reconocido como la hija de mi mejor amigo, y yo también lo hago. Mazoku o no, perteneces a la realeza de nuestra nación...

La castaña se sonrojó ligeramente, mientras correspondía la sonrisa que el mayor le dedicaba con tranquilidad. Fue más notorio el color en su rostro cuando él se inclinó ligeramente, con su mano aún en una de las suyas, antes de dejar un beso en el dorso de éstas.

—Será mi honor servirte para continuar con el deseo que tienes en tu corazón ahora...—musitó, lo primero lo lo suficientemente alto para que todos escucharan, y lo último solo para ella— Los humanos tendrán en ti una reina sin igual...

Greta sintió sus ojos humedecerse, pero logró reponerse a tiempo para corresponder la ligera inclinación que debía. Sonrió ampliamente cuando el Sabio dio un paso atrás, esta vez siendo hora del Maou de pronunciar su discurso. El moreno sonrió nerviosamente mientras se apartaba de su prometido para acercarse a su hija. 

—Luego de ese discurso, el mío no sonará ni la mitad de memorable... —comentó sin pensar, sacándole una risa a la castaña, y a unos pocos que pudieron escucharlo. Se avergonzó un poco, antes de carraspear ligeramente.

Cuando sus pasos cruzaron con los de su mejor amigo, se sorprendió un momento ante la mirada de Ken. Ignoró los fuertes latidos en su pecho. Algo le decía que tendría que hablar seriamente con él luego de ésto, y decidió que tendría que ser mucho después. Se concentró en los ojos brillantes de su hija, preguntándose momentáneamente si su el discurso que tanto tiempo estuvo preparando sería algo igual de bueno que el anterior. Intentó sonreír tranquilo.

Bueno, solo quedaba decirlo en voz alta para averiguarlo.


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