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'KKM! Cortejo {WolfYuu} por amourtenttia

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Notas del capitulo:

Les juro que por un rato pensé que no podría actualizar este fanfic. No que no quiera -todo lo contrario-, pero tenía tantas cosas en la cabeza. Y hoy que lo estaba terminando hice un coraje por puras tonterías JAJAJAJAJA. Casi destrozo mi habitación ;_; EN FIN. Espero disfruten este capítulo ;_;


 


Como les chismeaba el otro día por FB, el Shampo de Cherie iba a venir acá, pero, por la edad, parece que los jóvenes no necesitan de esas cosas para que suba la pasión...


 


A leer ^^

CAPÍTULO 22

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Las personas que juegan con los sentimientos ajenos son, mayormente, quienes sienten que han jugado con sus emociones antes. Y Lady Forbannet Estella no era la excepción. Existían incontables rumores acerca de la cantidad de corazones rotos que provocó con apenas un solo intercambio de palabras e incluso existían rumores sobre lo mucho que disfrutaba cumplir con esa justa función. Tratar como se sentía tratada por su objeto de adoración era su manera de expresar su descontento... Todos sufrían de la indiferencia que representaba un enamoramiento por su causa... Todos excepto Lasagna.

La extensa red de información que ella poseía la hacía merecedora de la especial atención de la diseñadora. Su cercanía con la familia real la volvía un activo que no podía sencillamente despreciar, ni obviar. Por ello, a sabiendas de lo útil que era al tenerla cerca, Estella prefirió dejar pasar esos sentimientos que sabía la menor comenzaba a desarrollar por su persona. 

Inicialmente mantuvo el mismo grado de indiferencia que usaba para con todo ser vivo que no estuviese por encima suyo. Paulatinamente dedicó una que otra sonrisa acompañada de un halago que podía o no ser honesto. Fue apenas un mínimo de interés... Con solo una pizca de su atención, la de cabellos verdecinos se convenció de que, quizá, ella sí que tenía oportunidad con la cruel dama de roca. La conocida sirvienta se desvivía por ella cuando tenía oportunidad de hacerlo, corría a cotillear a su lado cuando obtenía un nuevo dato y, como ahora, cedía a sus caprichos cuando sus sentimientos parecían llegar a traspasar el grueso cristal que existía entre ambas.

Lasagna no es estúpida, eso teníamos que dejarlo claro.

Ella sabía de antemano que esos besos tenían un precio. Estella no andaba mostrando afecto de a gratis y mucho menos le dedicaba algo más que un fino contacto si no existía alguna exigencia de por medio. La menor conocía de este mal hábito desde hacia años... 

Sin embargo, su enamoramiento iba más allá de cualquier razonamiento lógico. Tal como antes, como en cada pequeña oportunidad... A pesar de que ella sabía lo serio del problema que tendría si alguien se enteraba... Lasagna volvía a ceder ante los deseos de la otra. Incauta, fue totalmente inconsciente de cómo una simple conversación dio lugar a una serie de eventos poco afortunados. Una simple plática entre amigos que, desgraciadamente, fue captada por la única persona de la cual debería haberse mantenido en secreto.

"—Es realmente extraño...—" había escuchado decir a Dorcas; la conversación entre este y la jovencita de atuendo verdecino no era del particular interés de la diseñadora hasta que él explicó "—Según recuerdo... Arahil era un sitio abandonado... ¿Qué sentido tendría para alguien pedir la mano de Su Majestad, estando allí...?"

El que la conversación se desviase a los quehaceres de la sirvienta provocó que perdiera interés. El dato, sin embargo, fue útil a los pocos días. Cartas continuaban llegando. El rubio príncipe cumplía un mes de ser coronado y Estella... Ella decidió que sería buen momento para comenzar a tomar más en serio su promesa. 

Tuvo la certeza de que el soldado se refería al medio humano por el simple hecho de que él no llamaba Majestad al rey actual. Le parecía notablemente inapropiado, pero fue esto lo que le permitió planear su siguiente paso.

Y para avanzar en el juego que pareciera haber iniciado a solas, Lasagna fue la pieza más importante de la partida.

La jovencita, tan enamorada como el primer día, informó sobre cantidades, además de distintas procedencias. Estella mostraba interés por las constantes propuestas que llegaban al Maou de manera paulatina. Las distintas distracciones debían dar sus frutos, siendo que la más baja no podía descifrar qué buscaba exactamente al preguntar sobre el tema. 

Para la menor era sencillamente extraño. Lady Forbannet parecía tan alterada al respecto, tan molesta siempre que explicaba cuántos hombres estaban tras el antiguo rey... Iracunda incluso.

Más pronto de lo que la de ojos castaños pudiese admitir, los besos suben de categoría. Ya no es un simple contacto, ni es tampoco un juego donde ella pueda controlarlo. Los años entre el continuo sube y baja de su relación no se comparan con la dinámica que la otra ha desarrollado para esta ocasión. 

Una noche cualquiera el abordaje es tan meticulosamente planeado que Lasagna cae sin ser consciente de que Estella la mantuvo en Jaque por una semana entera... Ella sabía que no era correspondida en lo absoluto, pero prefirió creerle. Tenía tantos años enamorada que la oportunidad parecía sencillamente imposible. Con sus sentimientos a flor de piel, con aquellas promesas de un nuevo mañana, ¿cómo podría haberse negado?

Cuando despertó sola en la habitación de servicio y envuelta solo entre sábanas, admitió para sí que, sin lugar a dudas, su declaración no era más que un simple juego para la diseñadora más famosa del reino. Lasagna lloró tanto rato que no reparó en el hecho de que, en sus faldas, no estaban las llaves del almacén que celosamente Dorcas decidió confiarle.

"Yo solo terminaría arruinando todo... Por favor, no permitas que su majestad sepa de esto..." 

Ella debería haber sido el eslabón fuerte de la cadena, ¿cómo pudo ser tan ciega...? ¿Cómo fue capaz de pasarlo por alto? 

Con el corazón roto, aunado a los sueños fragmentados, ella no pensó ni un solo instante en lo que podría estarse cociendo en sus narices. No pensó en los planes de la otra ni siquiera por un instante. Luego la mañana llegó al Castillo, y ella tuvo que reponerse. Se vistió tan pulcramente como fue posible, abandonó la habitación con un orgullo que no tenía... Comenzaba a sentir que superaría todo de un momento a otro, como lo había hecho hasta ahora, hasta que la vio de nuevo.

A unos metros de ella, Estella le dedicaba una mirada serena. Tan calma que era incluso terrorífica. En ese momento Lasagna si que sospechó que algo saldría mal. Y sería todo su culpa. Ella, por supuesto, no esperaba que estas consecuencias serían las mismas que afectarían al mismísimo rey, y no a su propia relación con la mayor.

—Lady Forbannet —saludó tan educadamente como le fue capaz de hacer.

El pasillo vacío fue el único testigo. Desde el sensual andar hasta el beso que terminó por quebrantar todas sus esperanzas de algo mejor que esto. No reparó en la llave que era depositada devuelta en su ropa. Nunca fue consciente del robo. Lasagna era una mujer muy lista... Lamentablemente, el amor ciego conduce a la estupidez de manera inmediata. Especialmente un amor como el suyo, que tomaba tanto tiempo en florecer. Ella podía saberlo ahora.

—Lo lamento... Al final no eres mi tipo, Lasagna...—se excusó, serena.

Hablando de un final como si estuviese dando una indicación a sus doncellas; a la menor le supo mal que su tono fuese el mismo con el cual podría decir "Cose correctamente esos botones, lo estás haciendo terrible..."

—¿Fui solamente un juego para ti?—demandó saber.

La diseñadora, quien estaba ya a varios pasos de distancia, reconoció con algo de satisfacción el atrevimiento. En otras circunstancias, ella podría haberse enamorado de este temperamento tan orgulloso que la otra exhibía de tanto en tanto. Soltó una risa baja, haciendo que la menor se sintiese peor que antes...

—Querida mía... —canturreó, divertida— Cualquier otro juego hubiese sido más divertido... Madura, Lasagna... Este... Pasatiempo... Fue divertido mientras duró.

.Sin saberlo, esa respuesta fue la que provocó que la única persona que le adoraba honestamente, comenzara a observarla del modo en que los demás lo hacían. No como la persona dulce que podía ser, sino por la cruel mujer que fue antes y continuaba siendo incluso ahora.

La rueda comenzó a girar con un corazón roto y una ligera pizca de culpa; el destino de la diseñadora del reino quedó enredado junto al de los regentes de la nación en el mismo instante en que la decisión fue tomada.

Si el final sería bueno o malo para ella, faltaba verlo.

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La dinámica entre el actual regente de ShinMa y el Maou más joven de la historia muestra una nueva faceta ni bien las palabras comienzan a cimentar sus seguridades al contrarrestar sus temores. Los miedos del rey se enfrentan cara a cara contra los del menor. Nada parece particularmente problemático al tratarlo verbalmente... No cuando comienzan a dejar que otras verdades salgan a la luz. Palabras varias son dichas por ambos entre el matinal encuentro que comparten. Durante los próximos meses, no ha faltado un solo día en el cual el actual Maou mantenga la promesa dada... Claro que, desde que hablasen sobre ello, hay unas cuantas cosas diferentes. Una de ellas incluye el valioso tiempo en que Bielefeld permanece con los ojos cerrados. O bien con ojos abiertos, y la mente en un aparente estado de "apagado". Tres meses después de la coronación, Shibuya se encuentra observando al otro mientras que el rubio pretende observar el techo. Sabe de antemano que no hay manera en que el mayor esté plenamente consciente... Y es por ello que decide hablarlo. En este lapsus... Lord von Bielefeld es incapaz de mentir.

—¿Wolfram...?

El llamado es bajo, apenas lo suficientemente fuerte como para capturar verdaderamente su atención.

—¿Hmn...?

La poca o mucha atención disponible, cabe decir.

—¿Estás enamorado de mí?

No es la primera vez que Shibuya aprovecha para preguntar aquello. Acostumbrado a su propia cultura donde amar se demuestra antes de confesarlo, el saberlo por boca del otro se vuelve un placer especial. Los japoneses no estaban acostumbrados a repetirlo, o decirlo... Mazokus, en cambio...

—Tanto que es doloroso—admite, sin dudarlo.

—¿Qué tanto es eso?—cuestiona en respuesta el menor

Todavía con la mirada clavada en el techo, el rey responde:

—Es tanto que no cabe en mi pecho...

Yuuri intenta no sonreír. A pesar de que son buenas palabras, el tono cansino es sencillamente lindo. Está tentando su suerte al sacarlo más rápidamente del modo "Justo está despertando...", pero no es capaz de evitarlo. Este aspecto de él le gusta. Ha descubierto que este rasgo tan suyo es uno de sus favoritos... Antes, cuando recién entraba a los terrenos inciertos de su relación, la constante sinceridad de Wolfram con respecto a sus sentimientos le resultaba aplastante. Era vivir en una angustia constante debido a que no sabía cómo demonios responder. Le tomó tiempo reconocer sus sentimientos, y Wolf, entre tanto, solo continuaba diciendo todo aquello que saliera de su pecho. Desde lo mucho que sufriría si decidía engañarlo —lo cual recién comenzaba a entender— hasta lo mucho que lo amaba. Existían incontables confesiones que el moreno fingió no escuchar... Especialmente por las noches en las que Bielefeld perdía esa calma que le caracterizaba al ir a dormir. Existieron momentos donde el antiguo rey necesitó fingir que estaba completamente inconsciente... De otro modo, al oírlo, habría sido necesario responder.

"Estoy enamorado de un enclenque..." le había escuchado razonar en más de una ocasión... Sonaba particularmente triste en cada oportunidad "¿Es una especie de castigo...?"

El recuerdo resulta en una nueva cuestión.

A centímetros del otro, y tras depositar un beso en su mejilla, la pregunta sale de sus labios en una voz que bien podría ser un arrullo.

—¿Continúas pensando que Shinou te está castigando conmigo...?

El moreno estaba seguro, al menos en un 75%, de que Bielefeld continuaba en el limbo, esto hasta que se dio cuenta de que el tiempo de respuesta había disminuido. Por la manera en que quedó atrapado bajo el cuerpo contrario en la enorme cama comprendió que quizá no era lo más inteligente al estar tentando suerte una y otra vez.

—Realmente disfrutas sacándome información a estas horas, ¿no es así?—observó el rey, seriamente, mientras que bajo suyo Yuuri solo sonreía— ¿Es una técnica de combate nueva?

Las manos del menor se entretienen en el cuello del otro, mientras hay una pequeña risa escapando de sus labios.

—¿Funcionaría en una batalla real...? Quizá debería comentarlo con Gwendal...

Lord von Bielefeld está tentado a rodar los ojos. 

Sus rostros se han acercado un poco, y sus miradas continúan encontrándose constantemente mientras que el resto de distancia desaparece. Los labios de Yuuri siempre resultan especialmente dulces en opinión del antiguo Príncipe Glotón. Al separarse, el rubio apoya su frente contra la del menor. Sus ojos se han cerrado momentáneamente... Continúa cansado, por supuesto.

—Quizá...—comienza, bajo, capturando la atención de Yuuri— Quizá fue como el purgatorio del cual hablabas antes...

—¿A qué te refieres...?—inquiere, confundido.

—El tiempo que tuvimos antes—explica el Maou— Tenía que hacerme merecedor de esto, antes de poder tenerte realmente...

Hay algo en la manera en la que el rey dice las cosas que consigue que el otro se sonroje ligeramente. No es solamente la confesión inesperadamente dulce, sino la manera en la que lo dice. Tan honestamente, tan sincero que provoca incluso algo de miedo....

—Solía aterrarme cada vez que eras así de honesto—confiesa Yuuri, sin pensarlo demasiado.

Cuando el mayor le observa, hay curiosidad en su mirada.

—¿Demasiada sinceridad...?

El menor desvía la mirada momentáneamente, avergonzado.

—Es... Como si me enamorara un poco más—admite— Cada vez que dices cosas así...

Su rostro es una mezcla de tonos entonces, rojos varios se entrelazan al expandirse a modo de rubores.

—Mi corazón no sabe cómo controlarlo... Me haces sentir... Tanto.

Bielefeld escucha a su prometido con una fascinación que es imposible de describirse.

La diferencia cultural siempre fue un factor determinante entre ambos. Con los años, comprendió que la constante incapacidad del otro para explicar sus propias emociones provenía de un sistema ya hecho más que de sus propias convicciones. Si había algo que enorgulleciera al actual rey, definitivamente, era el avance que observaba en el menor cada vez que éste le permitía presenciar semejantes ataques de sinceridad. 

El rostro del rubio adquiere colores variados entonces. Sonríe del modo en que solo Yuuri le ha visto mientras continúan en una soledad que comparten, hasta que finalmente Wolfram besa una vez más los labios del menor. Incluso cuando su boca está tan cerca, el moreno todavía podría haber visto la sonrisa a kilómetros de distancia, con los ojos cerrados.

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El atardecer aparece demasiado rápido en opinión del hermano del antiguo rey de la nación demoníaca. Luego de pasar unas cuantas horas cerca de su protegido y tras pasar el resto conviviendo con el llamado padrino del menor de los Shibuya, Shouri se dedica a mirar la puesta de sol desde una de las habitaciones del inmenso Castillo. Ha visto a Conrart rato atrás, y fue este quien le explicó que era solo allí donde podría encontrar lo que buscaba con tanto ahínco. Con el paso de los días Shouri había aprendido a aceptar la decisión de su hermano sin interponerse más allá de lo que consideraba prudente. Dejó de presionar tanto al respecto... Pero, a pesar de que ninguna palabra salía de su boca en contra de la situación, Weller todavía pudo notar el pesar que tenía dentro de su pecho. Fue por ello que, ese día, le sugirió ir allí... Porque solo entonces podría observarlo.

Shibuya continuaba apreciando los pocos rayos que la masa celeste proyectaba. Su mirada se perdía en el cielo que perdía la luz hasta caer en las sombras... Y fue solo hasta que algo brilló a la distancia que se sintió capaz de apartar la mirada de semejante evento. El color dorado característico en la melena del actual regente era bastante obvio... Pero no fue eso lo que capturó su interés.

No sin cierto pesar, Shouri reconoció con el pasar de las semanas que donde fuese que Lord von Bielefeld estuviese... Allí estaría su pequeño hermano menor.

Sintió una creciente necesidad por gritar su nombre tan alto como sus cuerdas le permitiesen... Soltar tanto aire como fuese humanamente posible... Sin embargo, algo lo detuvo. Algo tan sencillo y que, curiosamente, él no había escuchado en mucho tiempo...

No honestamente, no tan ligero tampoco.

La risa de Yuuri llenaba el aire y cada pequeño silencio.

El antiguo Maou caminaba a la par del actual rey a la vez que este disimulaba una sonrisa. El brazo del moreno se había enredado con el del contrario, su cuerpo ligeramente apoyado en el otro era una muestra tan íntima que era incluso vergonzoso verlo. La manera en que sus ojos se cerraban al reír y la manera tan brutalmente sincera que tenía al sonreír... Por la forma en la que el perpetuo ceño fruncido desaparecía del rostro de su majestad, Shouri supo que se sentía igual de contento.

El par avanzaba sin mayores prisas a una velocidad constante. Los labios del rey se movieron al formar una oración que el próximo Maou de la tierra no podía llegar a escuchar. Lo que fuese que dijo, provocó vergüenza en el menor, siendo que le notó encogerse ligeramente. Shouri sintió algo extraño en su pecho en ese justo momento. Inexplicable, intangible y sin embargo... Estaba allí. Lo que lo recorría de pies a cabeza continuaba justo allí.

Cuando los pasos se detuvieron, y los notó mirarse tan profundamente a los ojos deseó ser capaz de apartar la mirada... Ordenó a cada músculo de su cuerpo moverse sin conseguir un solo resultado. Luego la escena pareció salir de uno de los juegos que tanto amaba... La manifestación fue tremendamente surreal. La mano blanquecina extendiéndose hasta alcanzar la mejilla contraria. La piel bronceada cediendo sus tonos para dejar que el rojo se mostrase... 

Al verlo así, Shouri experimentó una comprensión que iba más allá de lo que habría aprendido por sí solo nunca.

La razón por la cual intentaba oponerse una y otra vez siempre estaba basada en lo mucho en que notó sufrir al menor en el pasado. En lo mucho que le miró sufrir por no ser como el resto. Sabía que él mismo era culpable también... En su infancia lo hizo llorar por señalar una y otra vez cómo no se adaptaba lo suficiente. Intentó duramente que fuese menos difícil para ambos. Su hermano mayor, ante todo, intentó cuidar de sus sentimientos incluso cuando solo terminaba hiriéndolo. Quiso volverlo fuerte... Quiso que estuviese preparado para ello... Shouri no sabía tanto como para darse cuenta de que sus maltratos eran más contraproducentes que cualquier otro que su hermano menor sufriese fuera de su cuidado. Él nunca se esperó que en su intento por ayudarlo terminaría jodiéndolo tanto... 

Al mirarlo aquí, comprendía por qué debió de haber hecho las cosas de manera diferente. Debió de razonar todo de manera distinta desde el comienzo. Su manera de actuar ahora mismo era justo la que le reprochó desde el comienzo... La forma en la que sonreía, la manera en la que su mirada brillaba... Todo era peligroso a sus ojos. Todo amenazaba con su propia seguridad... La razón detrás de ello era simple... Era porque en la tierra, y en Japón mismo... Shibuya Yuuri era sencillamente diferente al resto. Él no era como los demás en lo absoluto.

Y solo hasta verlo como lo que era, Shouri comprendió por cuánto tiempo le estuvo pidiendo que fuese todo menos él mismo.

Entendió cuánto daño le hizo

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Lord von Bielefeld despertó la siguiente mañana con las energías renovadas. La noche anterior, luego de lo que pintaba para ser una tarde deprimente, por el solo tiempo ocupado para caminar lado a lado con su prometido le llenó de tanto ánimo como para enfrentar otros meses más en semejantes circunstancias. Esa mañana Wolfram no le temía al trabajo ni a su cuñado más estricto. No temía de hacer enojar a su hermano en estado ni mucho menos ser objeto de burlas por parte de Gurrier al mirar como estúpido a su futuro esposo. Esa mañana, contrario a las anteriores, el rey despertó con una energía que nunca había sentido antes. Siempre amanecía con el firme propósito de mejorar el país al grado de devolver a Yuuri lo que merecía, y hoy no era distinto, sin embargo... Esa mañana, Lord von Bielefeld despertó especialmente enamorado.

Y el mundo pareció brillar tanto como él.

Se levantó de la cama tras estirarse un momento. Las pocas horas de sueño no fueron suficientes para apagar sus buenos ánimos. Salió de allí con dirección al baño. Regresó a la habitación segundos después. Se acercó al ropero, luego a la puerta principal. Abrió por cortos segundos para intercambiar palabras con un guardia de turno y luego volvió a entrar. Los pasos del rubio apenas y provocaron sonido alguno en su constante movimiento, de un lado a otro, mientras que se encargaba de arreglar la habitación tanto como le era posible. Tres toques a la puerta resonaron antes de que una de las sirvientas entrara. En sus brazos lociones varias se exhibían, y el rey le envió a su destino mientras que desde la puerta, la figura del Consejero se alzaba.

Le hizo señas para mantenerlo callado a tiempo.

Su prometido, por supuesto, no había despertado.

Debido a su estado, y ante las quejas por parte del médico a cargo, Lord Weller tenía prohibido entrenar por las mañanas de la manera en que estaba acostumbrado. Las dos horas fueron reducidas a apenas 40 minutos, y ante el reciente aumento de peso, el tiempo se iba acortando...

—¿Su majestad...?—inquirió curioso su cuñado.

La figura de Doria realizó una leve inclinación a un lado de ambos antes de abandonar la habitación.

—No haré nada hoy—declaró con total descaro el rey.

La mirada del mayor pasó de la confusión a una ligera sorpresa. Sus labios se entreabrieron para advertir sobre lo infantil de sus actos hasta que el menor explicó:

—He estado haciendo las cosas a tu manera por meses... Hemos adelantado lo suficiente como para tener un día libre, ¿no lo crees?

La postura que pretendía irradiar despreocupación no fue suficiente para engañar los agudos sentidos del otro. Conviviendo constantemente con un rey que podía expresar semejante confianza, Günter estaba ya acostumbrado a estos desplantes llenos de seguridad. La ironía radicaba en que Shibuya parecía inseguro por naturaleza al tratar de llevarle la contraria... Pese a que deseaba hacerlo todo el tiempo. Bielefeld, en cambio, nunca había dudado tanto...

Suspirando ligeramente con el tono dramático que le caracterizaba, Lord von Christ respondió:

—Esto es tan impropio de usted, Príncipe Poo—dijo, avergonzando al otro

Ante su rostro, sonríe ligeramente.

—Una única ocasión—admite finalmente, dando media vuelta, apartándose.

Bielefeld siente la batalla ganada hasta que el nombre de su hermano sale a relucir.

—Espero que tenga una buena excusa para la ausencia de su prometido... Majestad. Lord von Voltaire no es del tipo de hombre que admite ausencias...

Quizá, por una vez, llevarle la contraria a Gwendal no sea una mala opción, ¿cierto?

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Shibuya despertó al sentir cosquillas en su cuello. Primero realmente sorprendido, luego relajándose poco a poco al reconocer la causa. Se sintió ligeramente decepcionado cuando los ojos verdes reflejaron los suyos, pero fue recompensado con la boca del otro en sus labios. El cabello del rubio volvió a causarle espasmos ligeros al caer las puntas contra la sensible área. Intentó no reír demasiado alto cuando el otro le tentó a hacerlo con solo observarle satisfecho. Envueltos en un silencio cómplice cuya existencia es rota solo por las respiraciones de ambos, las pequeñas risitas y uno que otro suspiro bajo, ambos se dedican a observarse con la maravilla escrita en sus miradas. 

El tipo de felicidad que son incapaces de poner en palabras. Eso es lo que comparten ahora.

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Lord von Voltaire observa a su esposo con una nueva línea creándose en la no tan lisa superficie de su frente. Se encontraba a medio camino del despacho cuando el otro logró interceptarlo... Había pasado un tiempo desde la última vez en la cual Günter necesitó correr para llegar a su lado, eso capturó su interés. Aquel gesto de disminuir el ritmo involuntariamente era siempre por motivos que a él nunca llegaban a agradarle... Eran el anticipo seguro a una que otra diferencia de opinión. Y, una vez más, tuvo razón.

—¿A qué te refieres con que no vendrá hoy...?—casi gruñó, pasados unos segundos.

Sonriéndole nerviosamente, Lord von Christ intentó interceder por el par de chicos. Sí, quizá fuese el más renuente inicialmente... Sin embargo, en vista de que el rubio realmente estaba tomándose las cosas con tal seriedad... Era imposible para él no reconocerlo. No era su legítimo rey, pero, sin duda alguna, era el mejor que podían tener ahora mismo.

—Lo que intentaba decir...—vuelve a comenzar el mayor, intentando mantener un ambiente lo más tranquilo posible.

Shinou mismo debería saber cuán complicado era para cualquiera estar en desacuerdo con este hombre. En vista de que era su adorado hermano menor el causante, incluso habría esperado que fuese menos problemático... Cuán iluso podría ser Günter realmente... ¿Cuánto...?

Quizá tendría que recurrir a técnicas poco ortodoxas de nuevo. Del mismo modo en que hacía cuando su majestad tendía a desaparecer...Una hora o dos encerrados en una habitación. ¿Quién se podría quejar...? Ninguno de ellos, por supuesto. Nadie necesitaba saber qué pasaba con el par realmente. Y no es que nadie estuviese interesado tampoco, ¿no era así...? 

La mirada pícara de Yozak Gurrier no es la única que sigue los pasos del par hasta que desaparecen por los pasillos del Pacto de Sangre.... Y con ello, el espía incrementaba su pequeña fortuna con un cero más.

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Yuuri parpadea pausadamente por un instante al escuchar lo que el otro ha mencionado. Tiene que estar bromeando, ¿cierto? Probablemente está siendo sencillamente jocoso al respecto. Desde que Lord von Bielefeld fuese coronado formalmente, el moreno no puede mencionar un solo día donde no estuviese encargándose de más trabajo del que cualquier otro mortal querría enfrentar. Sus exigencias estaban incluso por encima de la media nacional y, comparado con Yuuri, Wolfram se enfrentaba con tecnicismos más y más rebuscados conforme pasaban las semanas. "Es una jodida puesta en escena..." había dicho una vez "Mi hermano quiere aprovecharse de que podemos hacer redacciones enteras en nuestra lengua madre, y Günter intenta refrenar al resto de países haciéndolos pasar por más procesos burocráticos de los necesarios... Realmente es como si mi hermano me estuviese traicionando aquí... Sin embargo... Concuerdo con él. Esta es la oportunidad de adelantarnos a los nobles. Sería estúpido no aprovecharlo" Y aunque se notaba físicamente la exigencia que ponía sobre su mente, el actual Maou no permitía que fuese evidente todo su cansancio. Por ello la propuesta sorprende al menor...

—¿Podrías repetirlo...?

Delante suyo, y observándole con una diversión más grande que la sonrisa en sus labios, Wolfram decide no ponerse demasiado sentimental al respecto. El que su prometido necesite que repita lo dicho es algo triste... ¿Cuánto estuvieron retrasando esto...? De acuerdo. No es como si él consintiera esta clase de comportamiento irresponsable. Sin embargo, considerando que está literalmente varios días delante...

—Tomé un día libre—repite, dándole gusto, la sonrisa del moreno le contagia.

Intenta recuperar algo de su orgullo cuando explica:

—Escuché un rumor extraño por los pasillos... Sobre como su majestad ha desatendido sus deberes sentimentales para con su compañero... Es imperdonable que palabras así salgan de este Castillo, ¿no lo piensas así?

El antiguo Maou no puede contener la sonrisa en su boca. ¿Ahora sí deberían de escuchar opiniones ajenas...? Vaya, pensar que antes habría sido imposible bromear con algo así. Se acerca al otro con más naturalidad de la que sería capaz en el pasado, y cuando sus brazos rodean al otro se siente a gusto al sentirse correspondido. La ligera fragancia que parece estar impregnada en el otro de manera perpetua es relajante... Quizá fuese cosa demoníaca el que no solo su aspecto fuese así de perfecto.

—Así que un día libre para mí...—resume entonces, ganándose la curiosidad del otro.

Ante la mirada que le dedica, siente apenas un toque de vergüenza al tener que explicar. Sus mejillas son un pequeño foco de luces intermitentes. No debería tener pena por esto, ¿cierto?

—Lo has dicho antes... Has desatendido tus obligaciones—le recuerda

Al Maou le toma medio segundo seguirle el hilo, y su rostro se sonroja también. Yuuri no ha mejorado mucho en aquello de ser romántico... Así que aunque intenta sonar convincente, su voz todavía titubea ligeramente al decir:

—¿Cómo planeas atenderme...?

La respuesta en la mirada ajena le roba el aliento como en cada oportunidad que el rubio permite que la muralla de indiferencia desaparezca. Un atisbo del hombre que vivió una de las noches más problemáticas y placenteras a un lado suyo parece saludarle... No da miedo para nada... Genera simple emoción.

—Realmente esperaba que no preguntaras nada como eso—admite su futuro esposo, sereno— Sin embargo, tienes razón... —acepta, luego hay una sonrisa discreta en sus labios.

El moreno teme lo que viene detrás de aquella expresión tanto como lo desea...

—Yuuri... Seré tu regalo... —declara, apartándose de él de tal modo en que su gesto adquiere un tinte casi tan dramático como los que hiciese el Consejero 

Al menor le suena de otro sitio igual.

—... ¿Cómo me quieres...?

Aterradoramente excitante.

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La noticia de que tanto el Maou actual como el que le precedió han decidido permanecer en el cuarto el resto del día corre cual pólvora a lo largo y ancho de toda la edificación, seguidamente abandona los muros hasta llegar a cada pequeño rincón del pueblo, y, entre ello, pasear por cada rincón de la nación. Las palabras que caen en oídos del celoso hermano mayor lo incitan a ir directo a protegerlo, sin embargo, como en cada oportunidad, la tranquilidad del León de Ruttenberg consigue frenarlo. Desayunando uno al lado del otro luego de hacerse a la idea de que Yuuri no llegará allí ese día, ambos permanecen en un silencio que no es roto sino hasta que la inesperada llegada de un tercero capta todo el interés del mayor.

—Recorrería todo ShinMa incontables veces... Y todavía no encontraría nadie tan hermoso como tú—declara el enamorado hombre ni bien sus ojos caen en su pareja.

Shouri intenta que la escena delante suyo no le provoque demasiada vergüenza. 

El peli-naranja se acerca hasta su esposo y deposita un beso en la frente de éste antes de arrodillarse a un lado suyo. El que juegue tan despreocupadamente con la curva que apenas y empieza a notarse es perturbador de maneras distintas... Lo más extraño es que Shibuya no escogería "Perturbadoramente raro" sino más bien "Perturbadoramente adorable..." Este lugar lo estaba volviendo loco, definitivamente.

—No esperaba que volvieras tan pronto, Yozak—observa el castaño, sonriendo sinceramente.

Más honestamente que aquellos gestos que tiene ante la ausencia del otro, cabe decir.

—Pensé que tu misión...—comienza.

—Intenté hacer las cosas tan rápido como fuese posible... —explica el otro con una de sus palmas sobre la protuberancia que el mayor intenta inútilmente ocultar, los ojos de Gurrier son dos gemas brillantes— Odiaría perderme más de esto...

Cuando el moreno intenta ponerse de pie, segundos después, hay una mano puesta sobre su hombro. Al observar, Shouri se encuentra con la sonrisa del espía, quien parece especialmente brillante. A un lado suyo el buen humor de Conrart es un esbozo apenas.

—¿No planeaba desayunar...? Por favor, quisiera que se quedara también...

El que Conrart ría ligeramente entredientes provoca curiosidad en el menor.

—¿Qué...?—cuestiona inseguro Shibuya, Weller es quien explica

—Podría apostar a que te preguntará sobre qué hemos hecho recientemente... No dejes que te engañe... Él es bueno para engatusar...

Cuando el comentario sale de boca del moreno, este ni siquiera era totalmente consciente de lo que está declarando:

—Es el mejor espía de todo el mundo, después de todo...

Lord Weller luce especialmente orgulloso... Hasta que agrega:

—¿Podría sugerir un experimento para comprobarlo...?

 

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El sonido del agua al moverse ambos cuerpos provoca un ligero eco en la habitación. Lord von Bielefeld deja escapar el aire de sus labios con lentitud mientras que, a un lado suyo, su futuro esposo apoya su peso contra el remate de la bañera. La decepción en la mirada del antiguo Maou no es discreta en absoluto, ni la ligera satisfacción que esto provoca en el actual regente ante semejante expresión. Cuando el menor se apoya contra él, los dedos del rubio continúan paseándose por uno de sus brazos. Incluso el mínimo contacto le llena de satisfacción.. Su pensamiento pudiera sonar demasiado egoísta. Sin embargo, el solo tener este momento le promete lo que antes deseaba de manera desesperada. Shibuya Yuuri debería tener su nombre escrito en cada centímetro de su cuerpo... Posesivo como él solo... Ocasionalmente piensa en convertir este deseo en realidad...

Aprovechándose de la distracción del menor, Bielefeld termina de acortar la distancia y deposita un beso en su hombro. Su boca recorre el tramo desde esta porción hasta alcanzar su cuello, sube a su mejilla, y cuando está por tocar sus labios la mirada del otro le frena momentáneamente. Parece tan molesto... Y él sabe justamente qué lo dejó de esta manera.

—¿Decepcionado...?—inquirió divertido el rey, a lo que el otro frunció los labios

—Eres realmente malo—fue la respuesta de Yuuri, apartando ligeramente al mayor.

La mano sobre el pecho desnudo de Wolfram no se separa ni siquiera cuando sus cuerpos están ahora un poco más lejos el uno del otro.

—Pensé que cumplirías cualquier cosa... Y me has engañado—le recuerda, visiblemente insatisfecho.

El Maou deja escapar una sonrisa tan ligera que pareciera ser de cristal. Fina, delgada, y con la capacidad de hacerte mirar una y otra vez hasta confirmar que, en efecto, su belleza es única. Seguidamente toma la mano sobre su pecho hasta llevarla a la proximidad de aquella obra de arte antes descrita. Los labios del Maou besan con una delicadeza tal que Yuuri se siente avergonzado. Es dulce, pero tan vergonzoso.

—Prometí que haría lo que pidieras...—comenta, sus dedos se entrelazan ligeramente con los del moreno.

Yuuri le mira sin creer completamente, sus labios se separan para contraatacar hasta que el rubio levanta la mirada. Un rato atrás, justo cuando las cosas comenzaban a ponerse interesantes, fue el antiguo príncipe quien detuvo todo... La mirada que tenía entonces es justo como la que exhibe ahora.

—¿No estás interesado ya?

Shibuya traga duro sin poder evitarlo.

Se remueve en su sitio, las ondas de agua se extienden por toda la superficie mientras que, casi arrodillado delante suyo, Bielefeld le mira con total interés. Con ese tipo de interés... Es con ese tipo de rostro que oculta al público cuando se dedica a observarle demás... Las miradas no solo amorosas, pero llenas de deseo.

—Pensé que tu no lo estabas—explica el antiguo regente, a lo que el rubio sonríe con simpleza, como si algo le hiciese particular gracia.

Y es que, desde su perspectiva, la situación era sencillamente perfecta.

—¿Puedes intentar escuchar fuera, Yuuri...?—sugirió; lo próximo que el nombrado tuvo claro es que, por la manera en la que el cuerpo contrario se amoldaba delante del suyo, el escape no era una opción.

Al distinguir la voz de su hermano mayor —aunada a la tranquila de Conrart, sumándose después la de Yozak— comprendió por qué la habitación per se, no era opción para dar rienda suelta a sus deseos. No había intimidad allí en lo absoluto, pero estando aquí, nadie podría escucharlos. Siempre que el Maou decidía darse un baño de este tipo en  sus aposentos, los distintos mecanismos del Castillo daban vida a esta sala tan parecida a la enorme terma del Maou. Era notablemente más pequeño en comparación, sin embargo, para algo tan íntimo como que sucedía entre ambos, era perfecto. 

Fue así fue como sus sentidos perdieron detalle de los constantes murmullos fuera de la habitación del rey. No debería sorprenderle que el otro tuviese un oído tan bien entrenado... Era un don que anteriormente encontraba molesto, pero, justo ahora...

Su boca perdió la capacidad de formar oraciones comprensibles y en su cerebro Wernicke pareció desaparecer de toda existencia. Su lengua se encontró con la contraria segundos después. El sonido húmedo de sus bocas pareció ser mitigado por el constante ruido que provocaba la caída de agua dentro de la enorme bañera. Las manos del rey pasearon sin mayor vergüenza el cuerpo ajeno, sonriendo apenas ante la placentera sensación de los ligeros temblores bajo su tacto.

—¿Justo aquí...?—logró preguntar cuando el razonamiento entró a los golpes hasta su mente nublada de ideas nada inocentes.

 Entretenido en su cuello, el rubio contestó:

—¿Te molesta...?

El moreno difícilmente podría decir que le molestaba de alguna manera. Habían hecho otro tipo de cosas justo entre esas cuatro paredes algunos meses atrás... Contra alguna de esas malditas paredes, cabía aclarar. La bañera parecía mejor opción, si era honesto. Un poco más útil, o quizá fuese más cómodo. ¿Podría ser...? Recibió nuevamente los labios contrarios y respondió a medias con un gemido apenas audible. Sus sentidos intentaban convencerlo de cerrar los ojos, pero por la manera en la que su mirada se conectaba con la de Wolfram era difícil obedecer sus propios deseos. Estando envuelto en el calor que provocaba el otro, Yuuri no podía asegurar si la temperatura aumentaba a causa del largo rato que tenían dentro del agua —misma que, por sí sola estaba en realidad templada desde que ambos llegaran— o por culpa de los ya conocidos talentos del otro. Su temperatura corporal era habitualmente elevada. Nada intolerable, claro. Sin embargo, en ese instante, se sentía tan todavía más elevado. Tan caliente. 

El pensamiento le distrajo por un momento, su falta de atención pareció desinterés en ojos del mayor. Su semblante era genuinamente preocupado cuando, sin mayor retraso, decía:

—Si quieres que me detenga...—comenzó...

Las manos de Shibuya tiraron ligeramente de su cuello entonces, haciéndole caer nuevamente contra su rostro. El que Shibuya fuese capaz de responder entre besos llenó de un particular sentimiento el pecho Wolfram.

—No te atrevas... —medio regañó, por poco divertido—Deja de asustarte tanto...—agregó, luego su voz se volvió un murmullo al agregar— Estoy aquí...

El antiguo príncipe no necesitó mayor confirmación entonces. 

Poco a poco los movimientos premeditados se volvieron más naturales. El instinto comenzó a ganar terreno dentro de su actuar. Sus dedos delinearon cada línea en el cuerpo del menor. La perfección de su torso, la forma de sus costados, el grosor de sus brazos, lo tenso en sus hombros... Cada pequeño centímetro se sentía cálido bajo su tacto. Sus labios quisieron probar de aquel dulce también. Las manos sobre su nuca parecieron invitarlo a degustar de la manera que prefiriese. Y Wolfram, sintiéndose más él que nunca, aceptó esta muda petición. Beso su boca, paseó por su cuello. Se entretuvo en su hombro izquierdo... Y, entre las formas sin nombre que dibujaba sobre la piel desnuda del otro, decidió bajar un poco más. Delineó con la punta de sus dedos la sensación de aquella zona viril. Ahogó entre su boca los suspiros que escapaban de los labios de su prometido. Nunca antes había puesto tanto empeño en algo como esto... Nunca se había sentido tan especialmente completo al satisfacer a su compañero de turno... ¿Qué era distinto aquí, si su actuar parecía ser el mismo...? Era tan natural para él desenvolverse en este ámbito, y, sin embargo, era igualmente nuevo. Al escuchar su nombre salir de la boca del otro la respuesta pareció golpear contra su rostro. Una cachetada tan firme como lo fue la petición de su mano.

Besó con más ahínco el aliento del otro. Captó cada respiración, y mordió los labios hasta que sintió como estos parecían suplicar por una tregua que él no planeaba dar en lo absoluto. Su mano continuó trabajo de manera incansable en la dolorosa erección que no tenía intenciones de desaparecer tan fácil. Su mano libre, esa que acariciaba el cuello del menor, se dirigió entonces a la guerra. El agua de la bañera se mostró turbia de manera gradual. Inicialmente producto de los movimientos constantes en la muñeca del antiguo príncipe. Seguidamente fue producto del pequeño vaivén que iniciaban las caderas del rey anterior al encontrarse contra su palma. 

Bielefeld bebió con vehemencia de la imagen más perfecta que hubiese admirado nunca. Los ojos entrecerrados de su pareja dejaban entrever apenas una porción de su alma... Las manos que antes se mantenían en su cuello se afianzaron a sus hombros. Wolfram abandonó su cercanía y se limitó a disfrutar del espectáculo que él mismo provocaba. La llama ya encendida en su pecho amenazó con quemar todo a su paso. El temblor del cuerpo contrario dio la pauta. El cese inesperado provocó que Yuuri le mirase con una mezcla de asombro, miedo y enfado. La muda indicación seguida de las manos paseando por su costado le hicieron moverse. 

—Siguen afuera...—fue la baja razón que el otro dio, y Yuuri estaba convencido de que debía ser cierto.

Con las piernas sintiéndose tan firmes como gelatina, se colocó sobre sus rodillas, dándole la espalda al mayor. Sus manos viajaron inmediatamente a la superficie delante, sus dedos se afianzaron al borde. Podría resbalarse tan fácilmente que todo esto sería...

—No te dejaría caer, Yuuri... —le dice el Maou, divertido

El eco que provoca el beso sobre su piel desnuda le provoca escalofríos... Su voz es lo que le desarma todavía más.

—Yo siempre te atraparé...

Ahoga una maldición cuando, pese a lo dicho en sentido más bien romántico, su actuar va más por una acción que bien podría ser considerada una verdadera traición a sus ojos. Tan inesperado como fuese antes al parar, el regreso de sus caricias le toma con la guardia baja. 

Cuando gira ligeramente sobre su eje —pasados unos segundos entre los cuales difícilmente podía pensar nada—, la imagen le roba el aliento. Muerde sus labios un instante antes de que la rosada extensión alcance su apretado anillo. Siente el creciente deseo por dejar que sus frustraciones escapen a modo de palabras vagas, insultos varios y demás... Lo que sale de su boca, en cambio, no es más que una sola palabra. La repite constantemente. Su voz es tan baja que cualquiera que le oyese apostaría por un rezo devoto más que un verdadero gemido de placer. 

El rubio escucha su nombre con las cosquillas recorriendo cada terminal nerviosa de su cuerpo. Intenta no sonreír, pero un esbozo se escapa de su control. Humedece todavía más la zona, estira su extensión tanto como puede y trabaja con el mismo órgano con el que disfruta de los incontables postres que el reino podía ofrecer a un paladar tan ávido por el dulce como lo era el suyo. 

El cuerpo de su prometido se vuelve una amalgama de sensaciones, movimientos y manifestaciones. Una de las manos del rey deja su tarea en la zona más necesitada para luego dirigirse al mismo sitio donde su lengua había dejado la tarea a medias. Su respiración es notablemente acelerada cuando la presión en su dedo cede rápidamente... Podría sencillamente intentarlo en ese momento... En realidad, sabe que él podría ir directo a ello. Prefiere, sin embargo, asegurarse de que está tomando el tiempo necesario. Sabe cuán complicado debe ser para el menor contenerse, y aunque desearía aprovechar el tiempo al grado tal de devolverle todas las atenciones que le ha negado recientemente, Bielefeld decide que uno debería ser suficiente por ahora. Lo distrae con caricias por su espalda, y cuando decide pasar por su pecho, Yuuri está tentado a soltar un quejido lastimero.

El único aviso que Bielefeld le otorga es la sensación calurosa que desprende su virilidad contra el estimulado canal. Al sentirlo deslizarse dentro, Shibuya olvida inmediatamente cualquier posible comentario que pudiera haber dado antes. Su cuerpo se arquea ligeramente, dando de lleno contra el del mayor. Temiendo resbalar, Yuuri alcanza el cuello del otro con un brazo, mientras que el otro a duras penas le mantiene apoyado contra la bañera. El movimiento que hace el otro al acercarlos hasta el borde le roba un gemido demasiado alto. Una mano del rubio se apoya contra la superficie más firme, y pronto aquella zona olvidada de su anatomía recibe lo que pedía a gritos.

El antiguo Maou parece haber gastado hasta el cansancio su nombre, pues no es capaz de formar siquiera aquella palabra. Wolfram, por su parte, finalmente descubre cómo hablar de nuevo. Mordisquea ligeramente su oreja, se entretiene en esa zona, y mientras que le escucha suspirar de aquella manera tan lasciva, confiesa:

—Estoy tan jodidamente enamorado...

Por un momento, para el menor, el cuerpo deja de existir. No siente sencillamente algo placentero en cada terminal nerviosa... Siente, no por primera vez al lado de él, que algo alcanza su alma. Aprieta los puños, intenta contener el aliento...

—No esperaba tenerlo... —continúa entre dientes el rey— Esta clase de sentimiento...

El moreno siente algo especialmente dulce en su pecho.

—Los príncipes... mimados... Nunca tienen... a la chica...

La forma en que besa su cuello, la manera en que su toque, aunque firme, es tan suave... Lo trata como si fuese una obra de arte en cada oportunidad.

—No quería a la chica....

Sentirse amado no termina de explicar lo que siente. Orgásmico o no...

—No quería nada... antes de ti...

Si es debido a lo que su cuerpo continúa haciendo con el suyo, el moreno ya no puede saberlo.

—Pero...

"Al verte, todo lo que quería, eras tú" quisiera poder decir el mayor, sin embargo todo lo que siente entonces se resume a una sola palabra. Su cuerpo llega a la cúspide de emociones al mismo tiempo que su universo parece centrarse en esta única persona de ahora en más. El menor ha recorrido el mismo camino casi a la misma velocidad.

—Yuuri...

Su nombre escapa a modo de confesión, y por extraño que parezca, el moreno parece entender a través de este todo lo que el otro desearía decir. Está completamente enamorado de él. No es solamente su cuerpo. De eso no le queda ninguna maldita duda. Y Yuuri, por supuesto, usará sabiamente este conocimiento de ahora en más.

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Shouri se siente apenas un poco decepcionado consigo mismo luego de darse cuenta de lo que han hecho. A un lado suyo, Conrart no parece especialmente sorprendido por su petición. Yozak, en cambio, podría brillar en ese preciso instante. Pese a que segundos antes lucía completamente decepcionado, algo en su mente parece hacer tomar sentido. La broma personal no es exteriorizada inmediatamente. Están ya a varios metros de la habitación real cuando finalmente confiesa:

—Shouri....—dice, con un canto que bien podría imitar a las sirenas.

Tan peligroso.

Su esposo siente en el aire como todo podría salirse de control en segundos.

—Yozak—le corta inmediatamente, deteniendo sus pasos.

Si no fuese por el tono ligeramente alto, o por la manera abrupta en la que decidió hablar, Gurrier habría continuado sin pena alguna. "El que estén tan callados es todavía más silencioso, ¿no lo crees así?" habría querido decir. Sin embargo, la seguridad de su pareja es mucho más importante que las posibles bromas que podría hacer en ese instante. Y, por la manera en la que Conrart sostiene su cadera ligeramente mientras que le observa —al darse media vuelta—, cualquier otra cosa que no sea él desaparece de su mente.

—¿Capitán...? —inquiere, preocupado

Shouri parece igualmente contrariado.

—¿Debería buscar a Gisela...?—cuestiona inmediatamente

El castaño niega ligeramente. Intercambia una mirada con el moreno —desgraciadamente, ambos hermanos parecen compartir la inhabilidad de comprender señales—, antes de dirigirse hacia el peli-naranja.

—No es tan grave...—dice, con un tono algo cansado, su expresión es de pura vergüenza cuando agrega— Solo estoy... Algo cansado... ¿Te importaría si te dejamos ahora, Shouri...?

El próximo Maou de la tierra no parece convencido. Gurrier, en cambio, comienza a darse cuenta del engaño.

—Podría cargarte hasta la habitación, si te hace sentir mejor—comenta, divertido.

La mirada enfurruñada del siempre calmado castaño lo amedrenta un poco.

—O no—responde para sí mismo, bajo.

—Comprendo—suelta finalmente el menor del trío, notablemente más serio— Creo que lo entiendo...

El matrimonio le observa entonces.

—Es natural que necesiten tiempo a solas, siendo que se ven recién...

La mirada del de ojos claros se ilumina. El rostro de Weller, por su parte, cambia de tono.

—¡Exactamente...!—canturrea Yozak

—No era eso a lo que...

—Gracias, Shouri. Eres realmente formidable...

Cuando los brazos del espía levantan sin esfuerzo el cuerpo contrario, Conrart intenta protestar sin demasiado éxito. Se siente particularmente cálido, pero eso no es lo importante.

—Realmente lo he extrañado, Capitán~~

—Iré a mi alcoba—declara el moreno, sereno.

El antiguo Lord está por declarar esta guerra un empate hasta que su esposo detiene los pasos del otro. El grito que da a continuación es escuchado por cada persona que camina cerca, e incluso los que están a varios metros de distancia:

—¡Oh, sí! ¡¿Shouri?! ¿No es curioso que estuvieran tan callados allí? ¡Casi como si supiesen que estábamos fuera!

El comentario, tal como Weller temía, prende la llama dentro del sobreprotector hermano. Es una suerte que Dorcas estuviese de paso, pues solo siendo tomado por él fue posible frenar su repentina carrera a la habitación del rey. No es como si Conrart pudiese culpar esta clase de reacción. Él tampoco estaría precisamente tranquilo considerando que él tiene su propia situación en carne y hueso... 

—¡Excelencia! ¡Por favor! ¡No puedo dejarlo pasar!—lloriqueaba el hombre calvo

—¡YUURIIIII!

—¿Realmente tenías que decirlo, no?—se queja Conrart, todavía en los brazos de su esposo.

El tranquilo andar del peli-naranja no cesa ni cuando admite:

—Tienes que admitir que esa expresión vale oro, cariño... 

Cuando mira de reojo al mayor, hay algo de picardía en sus ojos.

—Además... Preferiría si nosotros no somos el centro de atención por las próximas horas...

Por una vez en el día, Lord Weller, no, Gurrier Conrart está totalmente de acuerdo con el menor.

 

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El humor del Maou parece haber atravesado una transformación asombrosa luego de su día libre. Las miradas que dirigen en su dirección no interrumpen la notable tranquilidad de su semblante, ni parecen agregar motivo alguno para que la notable arruga de su frente volviese a aparecer en un futuro próximo. Bielefeld regresa a la habitación luego del llamado del Consejero. Algunas cartas que serían enviadas de último minuto requerían de su firma, y ese fue el único motivo por el cual se negó a seguir su impulso de permanecer en el cuarto apenas un momento más. Abrió la puerta luego de que los guardias le dedicasen una mirada, y su rostro, aunque mayormente impasible, continuaba transmitiendo una calma asombrosa.

—Mi hermano te matará si llegas tarde hoy—le informa a su prometido ni bien está a unos pasos de la cama.

Extendido en esta, con apenas una sola sábana cubriéndole, Yuuri pretende que no ha escuchado nada. Está exhausto, por decir lo menos. No fue solo el trabajo físico realizado en el baño, sino lo que continuaron bien entrada la madrugada. Solo hasta que ambos decidieron que era más seguro intentar algo en medio de una verdadera cama, en lugar de probar sus capacidades para sobrevivir bajo del agua. 

Cuando el otro se da cuenta de que poco o nada sacará de este hombre que se llama a si mismo el mejor prometido, decide intervenir. El susto que provoca en el menor al saltar sobre él, como en antaño —apresándolo entre sus piernas y con la clara posibilidad de declarar una guerra que ambos saben quién ganará— durará todo el día. El corazón del moreno trabaja con más fuerza. Bielefeld tironea ligeramente de su cuerpo mientras que Shibuya suplica por algo de piedad.

—¿No eras tú quien se quejaba?—le recuerda— ¿Cómo vas a seguirme el ritmo, eh?

—¡Gahh~! ¡Wolfram! ¡Para! ¡Para!

Aunque Yuuri está diciendo esas justas palabras la risa que les sigue no da seriedad alguna a su pedido. El tono jocoso de Wolfram tampoco es lo suficientemente amenazante. Afloja el agarre lentamente, y solo hasta que el antiguo Maou tiene más o menos segura la victoria, decide tumbarlo. El rubio queda entonces debajo del desnudo cuerpo de su futuro esposo, y se observan de tal manera que todo pareciera detenerse por un breve segundo. 

La sensación general es como si pudiesen conocerse nuevamente... Obviando lo vergonzoso que pudiera ser un caso así en realidad, y dejando de lado los temores previos... Es como si pudiesen verse realmente el uno al otro por primera vez.

—Eres un chico muy guapo—observa Yuuri

Inicialmente Wolfram no sabe qué responder. Se avergüenza momentáneamente. Apenas en un parpadeo. Luego una de sus manos alcanza el cabello del otro. Cubre ligeramente su rostro, así que prefiere apartarlo para poder observarlo en su totalidad. Al acomodarlo tras su oreja, el calor de su rostro ruborizado le provoca una sonrisa que, lejos de calmar al otro, hace que Yuuri se enamorare nuevamente de él en cuestión de segundos.

—Tú eres muy lindo...—halaga Wolfram.

La mano tras su oreja deja una caricia ligera. La risa baja del moreno es acompañada por el movimiento del otro al alzarse lentamente. Las piernas del menor quedan a ambos costados del rubio. Sus manos, en cambio, se quedan en su pecho. Bielefeld se apoya apenas en un brazo para sentarse, luego ambas manos están sobre la cadera del contrario.

—¿Lo crees...?—cuestiona interesado Yuuri.

El antiguo príncipe sonríe con algo de discreción, maravillado por las emociones que le recorren entonces.

—En realidad... —comienza, sereno— Pienso que mi prometido es incluso más lindo...—admite.

La ligera carcajada del antiguo rey le provoca satisfacción.

—Concuerdo con usted... Mi esposo, en cambio, es realmente guapo, majestad...

Ante la ceja alzada, Yuuri se avergüenza ligeramente. Intenta excusarse de manera inmediata.

—Lo eres, ¿recuerdas...?

La traviesa mano delineando sus posaderas lo hace distraerse. Mira de reojo, luego vuelve a encontrarse con la pesada mirada del otro. ¿Por qué se siente repentinamente nervioso?

—Nunca lo habías dicho—comenta el rubio, con sus cejas ligeramente fruncidas.

Es apenas una fracción de confusión, pero suena bastante seguro.

—No tan directamente. No de esta manera, al menos...

Shibuya pasa una mano por su nuca, totalmente nervioso. ¿No lo había hecho? Semejante imprudente tenía que ser...

—Lo lamento, majestad...

Bielefeld le mira con sorpresa por 10 segundos completos. Se sonroja de un golpe, y libera toda sus tensiones en una carcajada que obliga que el otro cubra su rostro con ambas manos. No comprende qué es tan jodidamente gracioso, pero no quiere ser objeto de burlas, gracias.

—¡No lo repetiré nunca!—advierte.

Las risas se van apagando a tal grado que teme haberlo matado. Intenta descubrir su rostro, pero las manos de Wolfram se lo impiden. Puede sentir como el calor va subiendo. ¿Está avergonzado...? No puede saberlo. 

—¿Wolf...?

Cuando finalmente le permite mirarlo, el Maou no le está observando directamente. Los sueños que transmite su sola mirada son dignos de retratarse. Orgullosamente, Yuuri piensa que el David no es nada espectacular en comparación...

—Seré el esposo más feliz contigo, Yuuri...

Y al hacer el repaso mental, comprende qué pasó. Es su turno de avergonzarse de manera notable. Secretamente él desea que nunca se entere de que no es la primera vez que lo llama así en realidad. No si consideraba lo que había realmente en su mente la mayor parte del tiempo. Estúpidamente, quizá, ahora era él quien más pensaba en casarse. Absurdamente, ya sabe qué harán para su primer aniversario. E incluso el nombre de su primer hijo...

Bielefeld, por su parte, celebrará la primera década mental pronto. Y sus niños, en cambio, tienen nombres más variados de los que su prometido está imaginando.

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Estella se dirige con un andar seguro a la primera edificación que encuentra del lado de la ruta que le han señalado horas antes. Su viaje duró semanas, las horas de rabia convertidas en días teñidos de odio son la fuente de su energía inagotable, y ante la visión de lo que podría compararse con la tierra prometida, finalmente se siente satisfecha. Se siente una verdadera ganadora. 

Ante todo, ella era una mujer de palabra. Juró vengarse del chiquillo que llegó a ocupar el trono años antes, y que, en el proceso, se atrevió a robar al hermoso príncipe del cual ella vivía enamorada. La situación había escalado a grado tal que sus planes parecían totalmente inadecuados, arruinar un buen nombre no era lo suficientemente apropiado para acabar con Shibuya Yuuri, no ahora que ellos...  

Suspiró con furia al solo recordarlo. Su amado príncipe... ¿Cómo es que pudo caer ante un cuerpo tan simple y mundano? Si bien el negro de sus ojos y lo oscuro de sus cabellos eran realmente únicos... Para ella, él continuaba siendo simple. Tremendamente simple, en realidad. Acostumbrada a facciones perfectas, totalmente habituada a estándares irreales, la belleza del Maou 27 era insuficiente. Por no decir inexistente. Aunque esa fuese su sola opinión.

Existían otros, en cambio, quienes descubrían en él al ser más hermoso de la tierra.

Lord von Bielefeld podría encabezar la lista —para su total frustración—, sin embargo, él no era el único en ella. No era el primero en reconocer cuán bello era su prometido en realidad, y, para suerte de la diseñadora más temperamental del reino, no sería el último tampoco.

La orgullosa mazoku atravesó las puertas de lo que parecía ser una cabaña más bien abandonada, e inició su camino hasta llegar a lo más profundo de la edificación. Se encontraba habitada. Al menos eso era lo primero que saltaba a la vista una vez que estabas dentro de aquellas desgastadas paredes. Los cuidados dados eran insuficientes. Telarañas varias, basura apilada, ropa por todos lados, e incluso comida en mal estado...

"Los humanos son realmente asquerosos" pensó, con total desprecio.

Al notar entre lo putrefacto restos de animales, se sintió un poco mejor.

"Aunque, si es al menos buen cazador..."

—Lady Estella....—saludó una voz bastante jovial, algo totalmente perturbador cuando se miraba el ambiente donde esta persona se desenvolvía

La dama dio una última mirada a los trozos de carne muerta antes de dirigir su atención al frente. Saliendo desde la única habitación visible, un hombre caminaba en su dirección. Era un poco más alto que su majestad, su cuerpo notablemente fornido, aunque no parecía tener una figura mucho más exagerada que la del despreciable Gurrier, en su opinión. "Quizá fuese la talla perfecta entre Lord von Voltaire y Weller" razonó inmediatamente. Le dedicó una mirada. Los ojos rojizos de la mazoku capturaron la curiosidad del varón. Conocía de la belleza de los demonios... Su rey, en comparación, debería ser entonces mil veces mejor.

—Lord Amilia, ¿no es así...?—inquirió ella en respuesta, con su ceño ligeramente fruncido.

No era un secreto entre los sirvientes que el antiguo Maou recibía propuestas diariamente. Incontables hombres buscaban al menos una sola visita... Y, entre tantos nombres, la nación más apartada de ShinMa capturaba interés. La sospechosa situación que envolvía al lejano país de Arahil era tal que Estella no pudo no tomarle algo de atención al escucharlo por primera vez.

Delante de ella, Jonathan Amilia le observaba con una mezcla de emociones. La arrogancia de la mazoku era tan grande que no fue capaz de notar lo evidente. Desde la expresión que denotaba fastidio, ni el engaño que teñía cada pequeña oración. Planearon una venganza juntos fácilmente, como si se conociesen desde siempre... Eso debió darle pauta sobre lo mucho que aquel hombre sabía. Sin embargo, al encontrarlo allí, completamente solo, ilusamente pensó que tendría algo de ventaja. 

"Será mío" pensaba ella, convencida.

Los deseos del otro no iban en caminos distintos, el objetivo era la única gran diferencia. Esto es lo que Estella estaba creyendo... Cuán ilusa podía ser...

"Espera y verás, joven rey..." pensó el rencoroso hombre.

"Una vez que Jonathan termine con ese humano..." se esperanzó la dama.

"Una vez que elimine a ese maldito demonio..." 

"ShinMa/Lord von Bielefeld será mío para siempre"

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