Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

'KKM! Cortejo {WolfYuu} por amourtenttia

[Reviews - 58]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

¡Hola! Ahora así hay doble actua, porque Shinou lo demanda. En serio. No es mi deseo personal ni nada LOL. Espero les gusten, nos leemos en la otra nota :3

La visita de Waltarana se extendió por motivos políticos y personales. Dado que la fiesta de Greta estaba a solo dos días de distancia, confirmó su asistencia personalmente, para pesar de la real pareja. Por supuesto, las cosas no dejaban de estar tensas. Para el castillo entero no pasó desapercibido como el futuro consorte evitaba encontrarse con el actual regente. Pasando tardes enteras entrenando, a veces disfrutando la mañana junto a su hija, o incluso limitándose a dormir por horas enteras. Wolfram von Bielefeld estaba deprimido y enojado, y no había alma alguna en el Pacto de Sangre que no lo hubiese notado. Yuuri, por su parte, no podía pensar de manera coherente. Abandonando sus obligaciones reales, el Maou se dedicó al 100% a los planes para la fiesta de su única hija, sorprendiéndose diariamente de los avances que Wolfram tenía ya para esos momento. Aparentemente, incluso la ropa de la menor estaba lista para que se dieran los últimos toques. Incluso preciosos trajes para la fiesta fueron llevados a él, todos a medida, para que escogiera lo que mejor le pareciera. Contrario a él, quien siempre dejaba a los demás hacer de su guardaropa lo que les diera en gana, Wolfram era muy quisquilloso con su aspecto. Y Yuuri estaba seguro de que poco o nada tenía que ver con su antigua posición de compañero. Era obvio. Lord Bielefeld era elegante por naturaleza... Y él, el Maou, no sabía coordinar dos piezas. O entender lo que ello significaba siquiera. Por ello, cuando llegaron los vestidos que se habían confeccionado especialmente para la princesa, Yuuri no pudo más que lucir confundido.
 
Sabía cuan cercanos eran Wolfram y Greta, además de lo mucho que ella admiraba su estilo personal — solo Wolfram podía lucir como modelo hasta un maldito saco de papas —. Que Greta confiara tan ciegamente en él en ese aspecto no debería apantallarle, pero lo hizo de todas maneras. Aparentemente, ni una sola fiesta había pasado donde ella eligiera su ropa. Desde que su prometido le escogiera su primer vestido para la ceremonia de presentación, la joven princesa se había deslindado de ese tipo de preocupaciones. Y Wolfram, como no, estaba encantado eligiendo lo que todos usarían. Nuevamente Yuuri debía recordarse que era otro de sus talentos. Era un artista nato —aunque su nuevo estilo de dibujo dijera lo contrario — y tenía una percepción de la belleza totalmente a punto.
 
Shibuya sabía que no habría manera humanamente posible de elegir un traje para Greta que fuera perfecto para ella. Wolfram venía haciéndolo desde hace años. La conocía tanto como a sí mismo y, desgraciadamente, Yuuri no tenía idea de cómo resolver su problema.
 
Descartó la idea de hablar con él directamente. Dos días peleados, y toda esa tarde ignorándolo no eran buen presagio para llegar a buscar consejo de su parte. Wolfram le golpearía antes de que pudiera siquiera decir hola. El Maou ahogó un quejido ante la insistencia de las costureras. Tímidamente pidió consejos de ellas, quienes gustosas no pararon de brindarle opciones. Una tras otra. Sin parar nunca
 
—Debe tomar una decisión pronto, majestad... —recomendó una de ellas, seria — Usualmente su excelencia pide tantos ajustes de última hora que vamos a contrareloj para la fiesta de la princesa...
 
Yuuri suspiró, rendido. Cuatro hermosos diseños, todos absurdamente galantes. ¿Qué debería de hacer? Casi como si el cielo hubiese escuchado sus plegarias, las puertas de su dormitorio se abrieron de par en par, revelando la silueta del rubio príncipe, quien ingresaba con actitud altiva y que paró apenas unos segundos al darse cuenta de lo que ocurría dentro. Su ceño se frunció de manera tan pronunciada al verlas que por un momento Yuuri se esperó grandes reclamos con respecto a su fidelidad.
 
—¿Por qué siguen sin estar completos los vestidos de mi hija? —cuestionó fríamente, sorprendido al Maou.
 
¿Estaba ignorándolo? ¿Realmente Wolfram estaba pasando totalmente de él?
 
—Excelencia, como intentábamos explicarle a su majestad, necesitamos instrucciones precisas para arreglar los vestidos —explicaba, su tono era por demás extraño, Yuuri notó el malhumor del rubio a cada palabra, pero no terminaba de entender el por qué—Tenemos el tiempo encima...
 
Lord Bielefeld les miró de manera más ruda que antes. El Maou contuvo el aliento ante su aparente serenidad. Nunca salía nada agradable de esos labios cuando el frío congelaba sus esmeraldas. Algo había sido dicho en ese corto intercambio de palabras que había amargado al rubio, y lo había fastidiado de manera tal que ahora Yuuri temía que se armara una pelea allí dentro.
 
—Estella —dijo, cruzándose de brazos — Has diseñado para este evento durante... ¿Cuántos años han sido?
 
La cuestión tan frívola congelo a la mujer en su sitio, al igual que al resto de las costureras, que se miraron entre ellas sin decir palabra alguna.
 
—7 años seguidos, excelencia... —respondió ella rápidamente, agachando la mirada
 
—En ese tiempo nos hemos tratado bien... Quiero creer que no hemos tenido problemas hasta ahora, ¿no es así?
 
—Sin ningún problema —aceptó la mujer, tímidamente
 
No iba a decirle lo exigente que podía ser, o la carga imposible de trabajo que les ponía. Era todo un honor estar a las órdenes del futuro consorte, después de todo. Wolfram pareció satisfecho ante sus respuestas, pero Yuuri intuyó que no estaba contento todavía.
 
—Si sabes lo que me gusta, y lo tenías instrucciones precisas para seguir... Vuelvo a preguntarte. ¿Por qué nada está listo todavía? Te dije claramente que este debilucho estaría al frente, pero no por ello admitiré tus juegos. Debiste saber que vigilaría de cerca todo esto. Si te atreves a burlarte de mi futuro esposo de nuevo, no habrá lugar en el mundo donde vuelvan a requerir tus servicios. ¿Está claro?
 
Shibuya necesitó algunos momentos para procesar lo que ocurría entonces. El grupo de mujeres recogieron todo en cuestión de minutos antes de salir a las carreras de allí, informando antes de irse que tendrían todo listo inmediatamente. Desde que él entrara a la habitación casi una hora atrás había sido acosado hasta el cansancio, sobre colores, telas y detalles, temas totalmente desconocidos pero que le repetían demandaban su atención. Yuuri no había notado la malicia en sus actos, dado que le repetían que su prometido hacía eso cada año, por lo que si él era el encargado ahora debía integrarse al mismo trabajo que éste inmediatamente. No habría sospechado nunca que las sonrisas que creyó nerviosas eran realmente una burla a su persona. Había estado demasiado tenso como para tomarle importancia... Pero ahora que lo pensaba bien... Ellas no facilitaban su trabajo. Era cierto, lejos de ayudarle, parecían dispuestas a entorpecerlo...
 
El sonoro suspiro del rubio le sacó de su ensoñación. Wolfram negaba con la cabeza, tenía los ojos cerrados y sus brazos se encontraban cruzados sobre su pecho. Se notaba aun bastante irritado. Yuuri comenzaba a entender qué había pasado.
 
—Ellas solo estaban burlándose de mí, ¿cierto? —comentó, aunque no necesitaba que lo respondiera, por la forma tan asustada en que miraron al molesto príncipe, era obvio que solo estaban jodiéndolo.
 
Wolfram abrió los ojos unos segundos después, antes de observarlo. Su frente continuaba luciendo una línea fina en ella, marca permanente de su coraje intermitente.
 
—No puedes darte el lujo de verte débil delante de esas mujeres —le advirtió, con voz algo dura— Imaginé que intentarían molestarte con algo, por la forma en que se rieron cuando les explique el cambio de planes. No esperaba que Estella quisiera atosigarte así. Ella ya tenía instrucciones para entregarte todo listo... Si lo que sea que te traiga no es aceptable, también he tomado precauciones. Gunter tiene la información al respecto...
 
Wolfram parecía listo para marcharse, y estaba a unos centímetros de la puerta cuando Yuuri decidió aprovechar la oportunidad. Se sorprendió un poco cuando se dio cuenta de casi había saltado para alcanzarlo, deteniéndolo del brazo, halando de la manga de su chaqueta con algo de necesidad. El rubio detuvo sus pasos, mientras el menor intentaba recordar cómo hablar.
 
—Wolfram... —comenzó
 
El más alto esperó, sin verlo, hecho que descolocó al menor. Se sintió algo estúpido por las crecientes ganas de llorar. No quería revelarle que, efectivamente, Gisela había optado por someterlo a un tratamiento extra, mismo que estaba haciendo mellas en su estado hormonal. Su silencio fue prolongado, intentaba ahogar el hipido que quería escaparse de sus labios.
 
—Lo lamento...
 
Su voz se quebró, alarmando al rubio, que entonces giró a verlo con la preocupación escrita en todo su rostro. Le llamó con sorpresa, mientras sus manos buscaban su cuerpo de manera protectora. Yuuri sintió más ganas de llorar. Luego se quejaría con la médico por tan absurdos medicamentos. Se suponía que su cuerpo estaba en perfecto estado, ¿qué maldita necesidad de ponerlo sentimental?
 
—Yuuri, amor, ¿qué pasa? —cuestionaba el rubio, asustado.
 
Estaba seguro de que aquella conversación que estaba evitando terminaría en gritos, llamas, y la probable presencia del Maou entre ambos para evitar que se asesinaran pero nunca, en ningún instante, se esperó las gruesas lágrimas cayendo por el rostro del moreno. Sus ojos ahogándose rápidamente. Se sintió encogerse a su lado, como si la culpa del mundo cayera sobre su cuerpo.
 
—Tenías razón, yo sé que era un tarado, pero no quería decírtelo así tampoco —intentaba explicar Yuuri, aunque Wolfram apenas podía entenderlo— Sé... Que no fui afectivo contigo... Yo no quería casarme... Pero no era por ti... ¡Nunca fuiste el problema!... ¿Quién?... ¿Quién no querría... casarse contigo?
 
Bielefeld intentaba seguir su línea de pensamientos, y, aunque le estaba resultando todo un reto, poco a poco pudo comprenderlo. Yuuri cubría ahora su rostro con sus manos, mientras sentía las manos del rubio a sus costados, acariciándolo en un intento de calmarlo.
 
—Yo sé... No es malo... Pero... Mi hermano... Dos hombres... Todos se burlaban de mí.
 
El futuro consorte sintió que su corazón se partía un poco al escucharlo. Creciendo en un sitio como lo era su pueblo, tan libre pero tan antiguo, el que fueran varones era el último de los problemas... Incluso cuando Yuuri apuntaba al mismo punto antes, Wolfram no había llegado a comprenderlo. ¿Por qué le tomó tanto darse cuenta?
 
Cuando Yuuri finalmente dejó de luchar con la tristeza que sentía se escondió entre los brazos del otro, mientras descargaba todos los sentimientos que había estado evitando los días pasados. Miedo. Ira. Culpa. Cariño. Anhelo. Wolfram se dedicó a acariciar su espalda lentamente, susurrándole cada cierto tiempo que todo estaba bien, que ambos habían actuado mal y que no se preocupara más por el asunto. Era historia pasada. Tenían que dejar de atormentarse por ello...
 
Cuando el rey se hubiese calmado, Wolfram depositó un beso en su frente, mientras sus dedos recorrían sus mejillas, llevándose todo rastro de lágrimas. Apoyó su frente contra la contraria, mirándolo arrepentido.
 
—Lo lamento, Yuuri... Estaba tan enojado conmigo en ese momento, que era tan fácil culparte por mis problemas...
 
Casi parecía estúpido, el hecho de que el príncipe hubiese sentido tanta rabia al enterarse de la noticia que, en otras circunstancias, le habría quitado un peso de encima. Claro que no deseaba hacerlo, implicaba tantas cosas... Sin embargo, amaba al moreno, y si Yuuri nunca hubiese decidido ocupar su puesto, en el momento en que Gisela notificara al reino su estado, no habría manera de detenerlo. Pudo perderlo. Realmente estuvo a punto de hacerlo. Y aunque para cualquiera pareciera un tema sin sentido ahora, que los roles estaban invertidos, Wolfram sabía que Yuuri podía entender. Si ninguno podía llevar un embarazo a término, entonces no había opciones para un futuro juntos...
 
El moreno asintió, comprensivo.
 
—Lo siento... —volvió a decir, ahora apartando la mirada, avergonzado de toda la escena—Gisela me ha dado un medicamento...
 
Sintió a Wolfram tensarse de una manera que parecía imposible. Le miraba asustado, y con una preocupación tan grande que opacaba el brillo de su mirada.
 
—¿Qué pasó con ella?—demandó saber, y para el asombro del chico, no le daba oportunidad de responder.
 
Las ágiles manos se instalaron sobre su pecho, e iniciaron un camino descendente hasta colocarse sobre su abdomen. El distintivo brillo de su magia le sorprendió, pero no se sintió incómodo en lo absoluto. No de la manera en que se fue con la médico, al menos. Wolfram quería saber, y no parecía querer confiar si no lo veía por sí mismo.
 
—Dijo que todo estaba bien —informó, sintiendo la calidez de sus manos bajando un poco más por su cuerpo — Mi cuerpo está en perfectas condiciones para llevar un bebé...
 
Shibuya no necesitaba explicarlo, la forma en que la expresión de Bielefeld se suavizaba mientras lo examinaba era signo claro de que podía ver de lo que hablaba. Yuuri se maravilló ante el brillo que nació en su mirada, ahora bajo una fina capa cristalima. ¿Podría llorar Wolfram de felicidad, como él cuando se enterase de la noticia? No le contaría, por supuesto. No podría decir que era culpa de las hormonas. Justo ahora deseaba pensar que tantas emociones distintas eran por esa estúpida poción, pero no podía asegurarlo.
 
—¿Para qué son las medicinas? —inquirió pasados unos segundos, sus manos continuaban sobre el plano vientre, su ceño fruncido apenas, buscando respuestas.
 
Sin borrar la sonrisa de sus labios, o la emoción de su mirada.
 
Yuuri se sonrojó ligeramente antes de responderle.
 
—Debido a que estoy listo, biológicamente al menos... Gisela consideró necesario que comenzara a protegerme desde ahora... Dijo que toda vida es bien recibida en el castillo, pero que piensa que soy demasiado joven como para pasar por todo el asunto del embarazo.
 
Wolfram asintió lentamente, comprendiendo completamente la opinión de Gisela al respecto. A veces el rubio olvidaba la gran diferencia de edad entre ellos. Si bien no era inusual que un joven de la edad de Yuuri se comprometira —porque los demonios tendían a ser especialmente diplomáticos uniendo naciones a costa de sus hijos, muy a su pesar—, si se esperaba más un divorcio que un próspero matrimonio cuando se unían enseguida. Ni qué decir de los hijos. La edad usual en que un Mazoku gestaba a su primer vástago era entrados los 40... Era cierto. Su cuerpo estaba preparado. Su energía le daba esa ventaja. Pero Yuuri era tan joven...
 
Bielefeld suspiró bajo, casi imperceptible. A sus casi 90, se estaba hasta tardando en tener un niño. La idea quedó bailando en su mente, mientras sus miedos iban desapareciendo. Tanto miedo para nada... Si Yuuri podía hacerlo, entonces, ¿por qué seguir asustado? Casi sintió deseos de casarse esa misma tarde.
 
—Ella tiene razón. Entre los Mazoku, eres un niño. Sería muy irresponsable de mi parte dejarte en estado en estos momentos... —admitió, pero su ceño fruncido evidencio su orgullo herido— Aunque nunca te pondría una mano encima antes de casarnos. Ella debería saberlo...
 
El Maou fingió no oírlo, mientras reía nerviosamente. Claro que ella lo sabía... Fue Yuuri quien preguntó sobre los métodos de planificación familiar. Y ante el interés del chico, Gisela ni siquiera necesitó que le dijera nada más. Cuando terminó delante de una poción de extraña procedencia Yuuri quiso no haber sacado el tema, pero se sintió aliviado también. Al menos no tendría que preocuparse en ese sentido, en esos momentos. No quiso meterse a averiguar si realmente un pequeño desliz entre ambos podría haberlos dejado esperando, realmente no quería pensarlo.
 
Cuando Wolfram lo abrazó tan celosamente como en antaño, Yuuri, contrario a esas veces, devolvió el abrazo con simpatía. Tan poco tiempo, y había extrañado mortalmente sus brazos. Si debía viajar a la tierra, no volvería a dejarlo...
 
El rubio escondió su rostro en su hombro, mientras temblaba ligeramente. Yuuri acarició su espalda, como él hizo segundos antes. Sonreía ligeramente. Eran a veces demasiado tercos.
 
—Es un alivio saberlo, Yuuri. No tienes una idea de cuánto... —confesó Wolfram
 
—No nos hemos sacado la lotería—bromeó el Maou, aunque seguramente ello no sentiría tan bien como lo que sentía en ese momento
 
—Yo creo que gané todo un universo —replicó su prometido, divertido.
 
Las risitas nerviosas, la ilusión que sentían. Todos los problemas se desvanecían alrededor de ellos. Lo que quedaba por aclarar, podrían resolverlo después. En ese justo momento, solo querían disfrutar de las buenas nuevas. Yuuri no quiso preguntar, tampoco necesitó hacerlo. El que Wolfram se relajara tanto al saberlo capaz de llevar vida dentro le daba todas las respuestas que necesitaba.
 
Si hubiese resultado distinto, y el Maou fuese infertil como el rubio temía sin verdadero fundamento más que el miedo de perderlo, su compromiso estaría oficialmente anulado. Porque ningún heredero saldría de su unión. Era obvio, casi triste. Tal como Wolfram esperaba... Su cuerpo no podía guardar vida dentro. Él nunca habría sido capaz de llevar al heredero de Yuuri en su vientre, por mucho que quisiera hacerlo. No así con ayudar a éste. Yuuri no terminaba de comprenderlo, pues aunque Gisela intentó comentar casualmente que los mazokus —dependiendo del elemento con el cual realizaban contrato— eran bastante inciertos en ese aspecto. No le puso la atención suficiente. Lo único que le interesaba y sabía ahora con certeza; podrían formar una familia. Ese día se volvió uno de los más felices de sus vidas, pues los dejaba un paso más cerca de unirse para siempre.
 
.
.
.
.
 
Tal como su rubio novio había prometido, Yuuri fue sorprendido gratamente cuando, un día antes del cumpleaños de su hija, Estella regresara junto a su séquito cargando elaborados diseños que lucirían hermosos en su hija. Sin embargo, contrario a lo que la traviesa mujer esperaba, el Maou no le recibió solo esa tarde. Cuando las puertas de la habitación real se abrieron de par en par tras recibir permiso, las mujeres entraron cargando en sus brazos sus finos trabajos. La representante del grupo disimuló poco su sorpresa, no necesariamente placentera, al encontrar a la pareja real junta.
 
Ambos hombres se encontraban en el centro de la habitación, a la espera de su llegada. Uno junto al otro. El Maou rodeado celosamente entre los brazos del príncipe. Por la sonrisa en sus labios, el brillo en sus ojos, y la complicidad que los rodea, Estella asumió que habían estado besándose.  Por la manera en que el rey se sonrojó ante el susurro que le confió el otro, supo que no estaba equivocada. Frunció ligeramente los labios, mientras saludaba al inclinarse de manera casi exagerada seguida de sus costureras.
 
—Majestad... —musitó, lento, luego se giró hacia Wolfram —Excelencia, no esperábamos contar con su presencia...
 
Estella pretendió no ofenderse cuando por respuesta tuvo un simple  asentimiento de cabeza, completamente desinteresado en ella, a la vez que soltaba el cuerpo que acunaba en sus brazos.
 
—¡Wow! ¡Wolfram! ¡Mira!
 
El emocionante llamado hace que todas las miradas viajen al Maou —aunque los ojos verdes no se hubieran apartado antes—. El monarca se acercó hasta los hermosos vestidos, todos diseños de Estella, y admiraba el duro trabajo de las costureras mientras apreciaba lo detallados que eran. Seguía siendo incapaz de decir cuál era más adecuado para el gran evento del día siguiente, pero era ese el motivo por el cual Wolfram estaba ahí.
 
—Son tan bonitos... —apreció alegre el Maou, sorprendiendo a la orgullosa dama.
 
El Maou era un joven totalmente distinto al chiquillo que viera algunos días atrás.  Ya no lucía asustado. Y aunque se notaba que se sentía intimidado, la manera férrea en que su mano se ajustó con la del rubio, que se colocó a su lado, eran prueba de que ni eso podría detenerlo de disfrutar el momento. Era el cumpleaños número 16 de la princesa, después de todo. Una edad que no se repetiría nunca, y que representaba tanto para todos en esa tierra. Para el resto era un evento que no se veía desde hacía años, cuando el rubio padre de ésta alcanzara justo esa edad. El cumpleaños del Maou era una historia distinta. Celebrar a a un príncipe o princesa, por otro lado... Estella sentía que era una lástima que tanto fuera desperdiciado en una pequeña que, aunque carismática, jamás heredaría Shin Makoku.
 
La Mazoku permaneció de pie delante de sus doncellas, quienes se alinearon de manera elegante tras de ella a la espera de órdenes. Estella era la única que se atrevió a levantar la mirada cada cierto tiempo, mientras la pareja caminaba alrededor de los trajes, platicando en voz baja, sobre qué opción sería perfecta para su pequeña Greta. Los ojos escarlata de la dama escaneaban la escena, no sin cierto recelo. Había servido, desde temprana edad, a la familia real del Pacto de Sangre, poniéndose primero a órdenes de Cheri-sama. Creció confeccionando elegantes vestidos para ella, la mujer más hermosa de la tierra. Luego, con el tiempo, tras el regreso del Príncipe al castillo —dado que pasó años de su tierna infancia creciendo junto a Lord Waltarana, en Bielefeld—, la Maou le permitió confeccionar sus ropas. Se conocían desde siempre, Estella pensaba que lo hacía. Y aunque ella sabía que nunca habría tenido oportunidad de atar su vida a la del orgulloso príncipe, no dejaba de sentir celos por el joven monarca que, a decir verdad, poco o nada le agradaba. Como Wolfram, había crecido con fuertes prejuicios que no mermaron con los años. Recluida en sus tareas no tenía trato más que con Mazokus de familias importantes, elegantes y tan hermosos como el hombre que deseaba... Mismo que en ese instante rodeaba la cadera de su futuro esposo, mientras apoyaba el metón sobre el hombro de éste, mirando de esa manera la ropa que ella tan dedicadamente había diseñado con el solo propósito de satisfacerle.
 
Para su celosa mirada, no pasó por alto la forma en que la mano del rubio envolvía el vientre plano, sin vida. Ella sabía las fuertes costumbres que se mantenían en el reino, pero sabiendo que su majestad era ajeno a ellas, no le pareció descabellado sospechar que seguramente, algo más que besos habían ya en su experiencia junto al hombre de sus sueños. Odió un poco más al joven rey, y se lamentó por no haber sido capaz de humillarlo un poco más en aquella única oportunidad. Wolfram von Bielefeld no necesitaba unirse a un hombre, mucho menos a un compañero tan lamentable como lo era su majestad... Si tan solo hubiese tenido ojos para ella.
 
—Sigo sin entender por qué todos pierden la cabeza... —musitaba Yuuri, sin mostrar signos de molestia ante las caricias que el otro dejaba en su cuerpo— Gunter ha dejado que posponga todo hasta pasado mañana... Ni siquiera cuando fue mi coronación me dio tantas libertades...
 
Wolfram le escuchaba atento, pero sus ojos estaban recorriendo los detalles bordados sobre el vestido color arena que se mezclaba suavemente con tonos lavanda en los extremos. Era el vestido perfecto para la fiesta, pero sentía que faltaba algo.
 
—Han pasado décadas desde que se celebró el cumpleaños de un integrante de la familia real... Especialmente una edad tan importante como lo son los 16 años —explicaba el rubio, y su mano se alejó del otro solo para alcanzar a tocar la tela del vestido delante, sonrió sin poder evitarlo— Siendo hija del Maou, es un gran evento...
 
Yuuri pareció comprenderlo, y miró de reojo la sonrisa del otro, haciendo que sonriera también. Sí, ese vestido también le había gustado, pero no estaba seguro si era el correcto. Todavía había algo que no le terminaba de convencer...
 
—Entonces dentro de 20 años más estarán volviéndose locos —comentó el moreno, divertido, imitando sus movimientos, se maravilló de la suavidad de la tela— Aunque, cuando pienso en ello... Algo me sigue preocupando...
 
Wolfram le miró interesado, esperando, sin meditar demasiado sobre lo dicho. El Maou se rascó la barbilla, en claro signo de nerviosismo.
 
—¿Qué haremos con sus apellidos? Shibuya Bielefeld no termina de convencerme... Y Bielefeld Shibuya no pega tampoco. ¿Qué clase de vida tendrán nuestros hijos? Si fueran a la tierra serían molestados por un nombre como ese...
 
El rubio estaba a punto de replicar que olvidaba algo importante, y que definitivamente "Shibuya von Bielefeld" era el más adecuado, cuando las matemáticas hicieron de las suyas en su mente. Se apartó de Yuuri como si quemara, sorprendiendo al menor.
 
—¿20 años? ¿A qué edad estás planeando tener a nuestro hijo, debilucho? —vociferó, quizá demasiado alto, y cuando notó las miradas curiosas, atentas a cada acción, se acercó para susurrar bajo— Eres demasiado joven. Y no estás hablando de tenerlo en 20 años, ¿cierto?
 
Yuuri le miró ofendido, y se cruzó de brazos, en un acto que Wolfram ya se conocía. Su monólogo no tendría fin si no le pedía ir directo al grano, pero estaba interesado en entender qué demonios pasaba por esa cabecilla suya. Si estaba en lo correcto, el Maou hablaba de esperar un bebé en cuatro años... Wolfram ni siquiera estaba seguro de qué edad atribuirle al moreno. Según Yuuri, vivió tres años fuera... Pero para Shin Makoku, ya había pasado su cumpleaños número 24. Según sus leyes y costumbres, el moreno cumpliría el próximo verano los 25, no 21. El rubio suspiró para sus adentros, le daba migraña de solo pensarlo.
 
—Pues claro que no vamos a esperar 20 años para tener un hijo, Wolfram. ¿Por qué demorar tanto tiempo? Si nos casamos el próximo año, tendríamos dos buenos años de vida matrimonial y luego podríamos intentarlo... No pasará inmediatamente, seguro, pero si tenemos suerte no tomará demasiado... —comenzó, sin bajar los brazos de su pecho, solo alzando una mano, dándole énfasis a sus palabras.
 
Wolfram le miró con sorpresa, ¿cuándo había Yuuri comenzado a planear una vida a su lado? No pudo evitar sonreír ligero, pero también su expresión se volvió confusa a cada palabra que salía de su boca. A unos metros suyos, las costureras observaban también el monólogo del rey, con una sonrisa emocionada. Rumores habían por todo el pueblo, de que luego de Greta no se esperaban más herederos, pero fue grato enterarse de primera mano que ese no sería el caso... No así con la joven Estella, quien les miraba con la mandíbula apretada, y sus ojos centellando de coraje. Continuaba esperando que esa relación fracasara.
 
—No quiero esperar hasta los 40. Las mujeres siempre tienen problemas después de esa edad. En la tierra está contraindicado embarazarse luego de los 35, así que como hombre pienso que es mejor bajar todavía más la barra. ¿Qué tal y fuera el único? No vamos a tener a un solitario príncipe —continuó Yuuri, a su vez, sin verlos— Tu y yo tenemos hermanos, así que intentaremos con varios...  Tus hermanos dirán lo que quieran, pero creo que querrán cuidarlo y mimarlo más que tu y yo juntos, así que por eso no tendremos problemas... No sé si 3 sea adecuado, con mi hermano fue más que suficiente pero, quizá tu sepas más de eso...
 
El futuro consorte le dejó continuar por largos minutos, tiempo que le parecieron horas eternas. Aparentemente, Yuuri se estaba tomando bastante en serio su papel como compañero, pues de un momento a otro había comenzado a explicarle que tenían que planear todo cuidadosamente si querían tener una familia grande, detalle que ninguno había hablado antes, pero parecía ser un mudo deseo que compartían desde siempre. 
 

—Además... Entre más pronto tengamos un niño, más probabilidades hay que de Greta quiera quedarse por otra temporada antes de...

 
Aquello provocó que Wolfram dejara de lado sus propios pensamientos, colocó una mano sobre el hombro de Yuuri, quien se había callado de manera abrupta, como si se hubiese dado cuenta del error que había cometido al pronunciar esa sola frase. Abrió los ojos antes de cerrarlos en una expresión de culpa pura, causando irritación en el rubio.
 

—¿A qué te refieres con que Greta quiera quedarse? ¿A dónde se iba a ir? —exigió saber, molesto.

 
Su hija le confiaba todo, su relación se afianzó luego de la ausencia del moreno. Que Yuuri viniera de buenas a primeras a informarle algo sobre Greta, algo de su total desconocimiento, despertaba un sentimiento de enfado que no podía manejar. Quizá no por el secreto en sí... Si no por aquella remota —ahora más tangible— posibilidad. ¿Greta quería irse?
 
El Maou intentó reír, pero solo un sonido extraño salió de su boca.
 

—Mejor hablemos de eso luego —musitó, serio, mirando apenas de reojo a las mujeres que continuaban allí, Wolfram no insistió más, pero se notaba su malhumor a kilómetros de distancia— Por ahora tenemos un vestido que elegir, ¿no? En otra ocasión platicaremos sobre esto...

 
Intentó alejarse, pero la mano sobre su muñeca le frenó. Intentó no sentirse nervioso, pero cuando notó que volvía a rodearlo para acercarse a la ropa se relajó visiblemente. Tan cerca, y sientiendo su aliento sobre su cuello, Wolfram pronunció sobre su oído:
 
—Luego de la fiesta —aceptó, con voz seria, luego suavizó su expresión —Por ahora, déjame aprovecharme de que Gunter no está cerca... —murmuró, y Yuuri sintió los labios sobre su cuello, depositando un beso de manera cariñosa.
 
Yuuri soltó una risa nerviosa, sin apartarse de él, solo removiéndose un poco. Sabían que las miradas continuaban sobre ellos, pero no querían separarse. Con cualquiera de sus hermanos cerca, o el esposo del mayor, Wolfram era obligado a estar al menos 10 pasos lejos. En su ausencia, podían permitírselo, al menos un poco.
 
—Wolfram, para... —pidió riendo el más bajo, cuando las manos del otro comenzaron a hacerle cosquillas, el otro solo sonreía— Para, para... Tenemos que elegir ya... 
 
El rubio se apiadó finalmente pasados unos segundos, tomó su mano, y se giró hacia las costureras para decir:
 
—Será ese vestido —indicó, señalando aquel que había capturado la atención de ambos— Estella, has vuelto a lucirte con ello. Espero nunca falten tus diseños para tan maravillosos trabajos —admiró, sonriéndole con satisfacción— Muchas gracias por su esfuerzo —agradeció ahora a las más jóvenes
 
La Mazoku hizo una reverencia, complacida. Sus costureras le imitaron segundos después, antes de pasar a retirar los vestidos que habían sido rechazados. La princesa los usaría en otra celebración. Wolfram se encargaba de nunca desperdiciar sus horas de esfuerzo, reconociendo sus trabajos con orgullo. Las tres más jóvenes abandonaron el cuarto, quedando solo la pareja junto a la diseñadora, quien se encargaba de colocar el vestido en un rincón apartado de la habitación, Wolfram tuvo que pedirle que se detuviera al darse cuenta.
 

—Esta vez Greta no se arreglará aquí —explicó, ante la duda en los ojos de la dama, quien, para su sorpresa, sonrió complacida.

 
Wolfram pensaba que estaba teniendo visiones cuando se dio cuenta de ello, sin embargo, su prometido le regresó a la tierra cuando fue él quien pasó su mano por su cadera, acercándose a él hasta que sus cuerpos estuvieron uno al lado del otro, y le dedicó una mirada recelosa a la satisfecha mujer.
 

—¿De qué hablas? Claro que se cambiará aquí... Siempre lo ha hecho —replicó el Maou, irritado, notando entonces las constantes miradas que esa mujer le dedicaba a su futuro esposo

 
Se sorprendió de saberse tan celoso. Vaya, justo cuando pensaba que ese defecto era exclusivo en el otro.
 

—En cada ocasión le he ayudado a arreglarse, y nos ponemos en ello desde muy temprano. No vamos a venir a despertarte, Yuuri. Greta y yo nos adueñamos de tu cuarto este tiempo, pero ahora necesitas descansar. Está bien, podemos hacerlo en mi cuarto —intentó calmarlo Wolfram, todavía sorprendido por la reacción del moreno

 
Luego de saber que aquella costurera le había querido humillar delante del rubio, Yuuri no quiso pensarlo demasiado, creyendo que era una broma sin un verdadero trasfondo... Cuando ingresó notó la mirada pesada de ella en ambos, pero lo atribuyó a la cercanía entre ellos. Sin embargo, ahora que su mirada chocaba contra las orbes color sangre supo inmediatamente que no era un simple juego. Ella lo quería lejos de Wolfram, y no hacía nada por ocultárselo.
 

—El vestido se quedará aquí —dijo, con voz fuerte, sin darle a ninguno de los dos oportunidad de replicar, se sintió complacido cuando la expresión petulante de ella fue decayendo — Puedes dejarlo donde siempre, Estella —indicó, serio, y luego miró al otro— Necesito hablar contigo. Ahora.

 
El príncipe le miró atento segundos, solo se limitó a asentir. Yuuri le soltó para dirigirse a la puerta, seguido de inmediato por el otro, quien solo miró de reojo como la Mazoku colocaba el vestido en su sitio con algo más de fuerza. ¿Realmente pasaba lo que estaba pensando? En todos los años de conocerse, ella nunca mostró interés por su persona... Sin embargo, la violenta reacción del calmado moreno...
 

—Doria, que bueno que estás aquí... —escuchó que exclamaba, y regresó su mirada al frente— Necesito que hagas algo por mí...

 
La mujer hizo una pequeña reverencia.
 

—Majestad, en realidad yo... —comenzó, pero la sonrisa congelada en los labios de Yuuri le hizo guardar silencio

 
—Conoces a Estella, ¿cierto? La diseñadora de ropa... Sus trabajos son bonitos —comentó, ante el asentimiento de la muchacha continuó— Está terminando de arreglar unas cosas, pero necesito salir un momento, Wolfram viene conmigo, ¿podrías acompañarla hasta que se vaya? Pensaba en buscar a Dorcas, pero si no mal recuerdo salió junto con Gunter esta mañana...
 
Doria asintió inmediatamente. Sí, ella le tenía mucho miedo a Gwendal —quien fue quien le envió allí en primer lugar—, pero era una mujer lista. Y sabía que Voltaire nunca le haría daño, ni a ella ni a ninguna otra persona... El Maou enfadado, en cambio, aunque fuese defensor de todos ellos... Le asustaba más.
 

—Gracias, te debo una —comentó alegre Yuuri, saliendo del cuarto

 
Cuando Wolfram pasó a un lado de la mujer le pidió una disculpa con la mirada, a lo que ella negó energiamente.
 
—Buena suerte, excelencia—musitó por lo bajo, dándole ánimos
 
Wolfram intentó sonreír sin éxito. Yuuri celoso no presagiaba nada bueno para él.
 

Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).