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'KKM! Cortejo {WolfYuu} por amourtenttia

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Shibuya Yuuri no había sospechado el alcance de sus decisiones. Y, como varias ocasiones, se sorprendió por haber subestimado enormemente la respuesta del pueblo que debía gobernar. En su opinión —y debido a su lugar de origen, supuso—, los acuerdos entre él y su futuro esposo no deberían de haber supuesto tal reacción en la gente ajena a su relación pero, nuevamente, fallaba al intentar predecir la opinión popular. Si bien nadie se había proclamado realmente en contra de las decisiones del actual Maou, era evidente que muchas personas no encontraban muy adecuado el cambio de roles entre ambos hombres. Wolfram, por supuesto, le había advertido claramente lo que podría pasar... Y era algo real. Quizá Shin Makoku fuese avanzado con respecto a los derechos —si es que Yuuri podía realmente decir que eran "modernos"—, pero continuaban teniendo prejuicios aun más profundos que los de su mundo natal.
 
La primera semana luego de que Wolfram y él comunicaran de la decisión a los más cercanos, Yuuri comenzó a experimentar algunos ajustes en sus rutinas del día a día. Gunter, tal y como él le había solicitado, había iniciado los ajustes pertinentes para educarle de la mejor manera posible en los diferentes ámbitos que consideraba necesarios para considerarse un compañero. Honestamente Shibuya no pensó que fuera la gran cosa... Pero aparentemente el que pasara largas tardes junto al pelilila recorriendo los jardines mientras corregía su postura, sus modos de hablar, e incluso le sugería cambios para su aspecto personal, había sido demasiado evidente. Tres chismosas sirvientas miraban las largas charlas que ocultaban el nuevo entrenamiento del Maou, y faltaron solo días hasta que el rumor se escapara de los pasillos a las cocinas, y de allí hasta cada rincón del castillo, filtrándose finalmente hasta abandonar la seguridad de sus dominios.
 
La confirmación del cambio entre la pareja real ocurrió poco después, cuando el mismo grupo de mujeres comenzara a rondar igualmente al rubio prometido del rey. Yuuri descubrió también por aquellos días qué otras cosas Wolfram había estado postergando por mostrarse al menos mínimamente correcto a su lado.
Como él cuando comenzó a entrenar junto a Conrad, Wolfram despertaba bien entrada la mañana —incluso muchísimo más temprano de lo que él hiciera nunca— y salía a correr por los alrededores del castillo. Regresaba justo a tiempo para unirse a una pequeña carrera junto a sus guardias, e invertía otras horas más en entrenar en batalla y diversos ejercicios físicos que antes habían quedado completamente olvidados.
 
Era vergonzoso para el moreno admitir que notó aquello hasta más o menos el octavo día, cuando se encontraba encerrado en su oficina leyendo documentos y realizando sus funciones. Se había permitido tomar un pequeño descanso —aprovechándose de la ausencia de Gunter y Gwendal, que comenzaban a vigilarle más de cerca por alguna razón—, y luego de un rato simplemente disfrutando del silencio del lugar pudo oír los pasos ya familiares de la guardia real al trotar por uno de los patios cerca de aquella ala del castillo. No era raro que a veces pudiera ver los distintivos trajes azules pasando por su ventana... Lo inusual fue reconocer una rubia cabellera entre aquellas cabezas. Yuuri casi cae de su asiento cuando se dio cuenta de que estaba tratando de sacar la cabeza por la ventana cerrada. Se hundió en su sitio cuando el objeto de su atención pareció sentir su mirada, y volteó en su dirección. No fue lo suficientemente rápido como para esconderse, lamentablemente. Cerró los ojos cuando se vio agachado lo suficientemente bajo como para no ser visto desde fuera, a la vez que su rostro se ponía rojo. ¿Por qué había tenido que mirarlo de forma tan insistente?. Se preguntaba.
 
Unos toques en el cristal le hicieron espabilar del susto momentáneo. Tragó grueso antes de alisar un poco su ropa —gesto que venía acompañándolo por culpa de su consejero—, para seguidamente ponerse de pie lentamente y acercarse a los grandes ventanales. Wolfram, desde fuera, le miraba con una sonrisa que parecía resplandecer en su rostro. Sintió paz en su pecho al tiempo en que le regresaba la sonrisa.
 
—Yuuri, ¿estás solo? —inquirió extrañado su rubia adoración cuando pudo observar el interior del despacho, antes de fruncir ligeramente el ceño.
 
El moreno le restó importancia.
 
—Estás entrenando —comentó lo obvio, al no saber qué responder.
 
Claro que Gunter le había advertido de ese otro inconveniente. A menos que deseara ser considerado un irresponsable, pasar demasiado tiempo a solas podría considerarse descuidado. Incluso si era para continuar con su trabajo... Si uno quería "mantener el honor", nadie debía saber que se encontraba sin compañía... Hasta ese momento Yuuri se recordó que Gunter pocas veces andaba solo, y el ser consciente de ese hecho, por alguna razón, le puso un poco triste. Porque la imagen de su prometido encerrado en su camarote le golpeó con fuerza.
 
No era que Wolfram no deseara aventurarse a distintos sitios con o sin su compañía... Era que no podía darse el lujo de ir libremente sin él.
 
Sacudió esos pensamientos de su mente cuando sintió los orbes esmeraldas observándole con particular atención. Wolfram estaba a unos pasos del sobresaliente de los ventanales, y él estaba justo delante, deseando dar un paso más para alcanzarle... No lo pensó mucho, avanzó esa corta distancia, apoyándose sobre el barandal en un gesto despreocupado. La sonrisa del rubio le hizo sonreír de vuelta sin poder evitarlo.
 
—Finalmente pude reintegrarme al entrenamiento—explicó Wolfram a lo que dijo antes, y se notaba particularmente contento, miró por sobre su hombro, varios de los chicos de la guardia les miraban sin mucha discreción— Creo que están esperando a que pida que laces tu larga cabellera o algo... —musitó bajo, con gesto divertido.
 
El Maou le contaba cuentos a su hija antes de dormir. Siempre un poco vagos, pues nunca le habían interesado demasiado, pero hacía el intento por ser lo mejor en ello. Wolfram recordaba oírlos en las noches en que la niña se quedaba con ellos en el cuarto. Seguía confundiendo historias con otras, como el propio moreno, pero disfrutaba mucho de ello.
 
Yuuri soltó una pequeña risa ante la imagen del recuerdo y la mezcla de ambos en ese cuento, miró de reojo a todos los curiosos que le observaban. Comenzaba a ser consciente de lo mucho que les miraban. Antes, cuando Wolfram andaba tras él, nunca había tomado demasiada importancia a ese hecho... ¿Cuántos comentarios malintencionados habría provocado él al no seguir el protocolo?
 
—No creo que mi cabello sea lo suficientemente largo, lo lamento... —se excusó, divertido, y extendió su mano hacia el otro— Puedo ayudarte a escalar, si gustas...
 
En momentos como ese, Yuuri se olvidaba un poco de que debía de ser "recatado y elegante". Una semana era muy poco tiempo como para aprenderlo, y, su propia personalidad le dificultaba las cosas de tanto en tanto.
 
—No podría pedirte algo como eso—replicó Wolfram, tomando su mano, y Yuuri solo se dedicó a mirarlo.
 
En su situación actual, sin ser libre de besarlo a gusto, hasta el más mínimo roce era agradecido. El solo tener su mano con la del otro... Nada podía llenarlo de más dicha.
 
—Si soy incapaz de subir, puedo vivir solo con observarte desde abajo —continuó de manera galante el mayor, y en un gesto que Yuuri ya se esperaba, besó su mano con cariño.
 
La alejó de su rostro sin llegar a soltarlo. Entrelazo sus dedos con los del menor,  observándolo con devoción.
 
—No sé si llegue a acostumbrarme a esto... —admitió el chico sonrojado, en apenas un murmullo
 
—¿Te molesta? —inquirió Lord Bielefeld, interesado—Si no estás...
 
—No me molesta en absoluto... —se apresuro a decir Yuuri, cuando le soltó sintió un vació en el pecho, luego agregó— No es incómodo ni nada solo...
 
El Maou llevó su mano a la contraria, y junto ambas sobre su pecho. Intentando apaciguar el ritmo desbocado de los latidos de su corazón. Estaba demasiado contento. ¿Debería decir las cosas justo como las estaba pensando? Imagino que era lo más adecuado. Pasó una mano por su cabello, sin mirarlo.
 
—No esperaba sentirme tan bien... Contigo haciendo esto...
 
Wolfram abre los ojos con sorpresa por unos segundos, antes de sentir que sus mejillas se enrojecen rápidamente. Yuuri se encuentra en la misma situación. El rubio da un paso más, con el deseo de escalar para colarse allí, de eliminar la distancia que los separa...
 
—Creo que va siendo hora de que regrese a su entrenamiento, joven príncipe... —comenta una voz serena, a la vez que frena el avance del nombrado con una firme mano sobre el hombro de éste.
 
Bielefed dibuja un esbozo de mueca en sus labios. Unos minutos más, y habría podido besarlo.
 
—Majestad, ¿ha terminado ya con el resto de documentos?—cuestiona Gunter ahora hacia el rey, que alza la mirada apenado, negando.
 
El consejero suspira.
 
"Vaya para de tortolos" se dice, reteniendo el impulso de cruzarse de brazos antes de negar resignado. Su deber es mantener la cabeza fría en esas situaciones, salvaguardar el buen nombre de su majestad y del consorte. Inicialmente no pensó que sería buena idea... Pero conforme pasaban los días Gunter no podía más que admirarse ante el buen desarrollo de los eventos.
 
Habían estado equivocados al intentar cambiar tan radicalmente la personalidad de Wolfram... Ahora se daba cuenta.
 
—Yuuri... —llamó el rubio, suave, el nombrado le miró— Si es posible, me encantaría dar un paseo contigo hoy... Si Gunter lo considera correcto, por supuesto —agregó, pausadamente.
 
Era un mundo totalmente distinto ahora.
 
—Su majestad tiene muchos pendientes atrasados... Pero una distracción no debería hacerle daño. ¿Está de acuerdo en pasar la tarde junto al príncipe, majestad? —cuestionó el nombrado, tranquilo.
 
El Maou no llegaba a entenderlo todavía, aunque intentaba hacerlo. Si bien era rey, y aunque era ya mayor de edad, aun era representado de alguna manera por un guardián. En el caso de los compañeros, era usualmente la cabeza de la familia quien hacía de éste. Como lo había sido Cherry-sama para su prometido... Pero ante la ausencia de su familia, Gwendal prefirió designar a su esposo antes que a sí mismo. No había otro compañero de mayor estatus allí, después de todo, ¿quién mejor para cuidar de la imagen del joven monarca?
 
—Estaré encantado de hacerlo —respondió el moreno, intentando no sonar demasiado emocionado.
 
Habían pasado días desde que lograron verse a solas. Continuaban cenando juntos, si coincidían compartían desayunos y almuerzos. Pero siempre con la presencia de alguien más. La idea de que finalmente tuvieran un poco de privacidad...
 
—En ese caso, Yozak se encargará de escoltarlos —finalizó alegre Gunter, no necesariamente disfrutando de la decepción en los ojos del rey, Wolfram ya se había esperado aquello, por lo que no parecía muy perturbado.
 
—¡Lord! ¡Lord Bielefeld! ¿Regresará pronto?
 
Ante los constantes llamados de su tropa, el rubio solo pudo mirar al par con la disculpa escrita en sus facciones. Dio un asentimiento de despedida a Gunter, y luego concentró toda su atención en el menor.
 
—Pasaré a verte más tarde entonces... Esperaré impaciente por verte —admitió, guiñándole un ojo antes de alejarse de regreso a su grupo, que le recibía con cierta alegría.
 
 
Gunter le observó alejarse mientras continuaba maravillándose con la escena. Había asumido erróneamente, como todos, que la llegada del rey traería a un hombre completamente varonil. Un caballero de armadura brillante. El máximo especimen del género masculino... ¿Por qué él, siendo un orgulloso compañero, nunca se planteó la posibilidad de que su majestad también lo fuera? No era tan descabellado. Gunter a veces no sabía si debía admitir o no que habían hombres que nacían con ese don... Él mismo no sabía si, de haber tenido una educación diferente, se habría enamorado de su esposo. Debe apartar esos pensamientos. Gunter no quiere admitir que, quizá, aun sin haber sido elegido para ello... Él le habría entregado su alma al peligris.
 
Sí, Shin Makoku no era tan abierto... Incluso él tenía el pensamiento de que nadie nacia programado para enamorarse de otro hombre. Eso quería creer... Eso le habían enseñado. Pero ese tipo de ideas cambiarían. Al menos se haría el intento... Pues el Maou  27 marcaría la historia en ese sentido.
 
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No había momento en que Shibuya se hubiese arrepentido más en su vida por no prestar más atención a la escuela media. Recordaba perfectamente lo incómodo que se había sentido en sus clases de sexualidad humana, y lo mucho que intentó ignorar la familiaridad con la que ciertas frases se ligaban a él. Se obligó a borrar eso de su mente, y ahora mismo, como rey, deseaba recuperar esos conocimientos.
 
En la tierra, había dos roles definidos, —no porque el espectro de la sexualidad fuera limitado, sino porque quienes lo estudiaban aun buscaban la explicación a cada uno de ellos—.Solo era aceptado identificarse como hombre o mujer, cualquiera fuera de ellos era cuestionado. Y todo ello se iba ligando a lo que representaban lo masculino y lo femenino.  Cualidad que no era designada realmente por el sexo, pero parecía ser la normativa de su mundo. Hombres masculinos. Mujeres femeninas. Y no se aceptaba algo más.
 
Yuuri no entendía porque todos parecían encasillarse dentro de lo que "debían hacer". Para él un  hombre no era menos hombre solo por ser femenino. O una mujer menos mujer por ser masculina. Su madre le educó en un punto medio... Quizá más femenino para su gusto — no necesariamente por considerarlo malo, sino porque odiaba ser burlado fuera de casa por ello—, pero en medio al fin y al cabo.
 
Quizá esto hubiese contribuido en el momento de su repentino compromiso. Por una parte no sintió desagrado de saber que dos hombres podían casarse, ¿cómo hacerlo? Siempre y cuando hubiese amor, él estaba contento... Por otro lado, el recuerdo amargo de una infancia llena de burlas le había hecho mostrarse renuente a la idea. Su madre le había creado de una manera distinta...
 
"Algún día conocerás una hermosa princesa, Yuu-chan..." le decía, y ante el ceño ligeramente fruncido del menor sonreía de un modo enigmático "O quizá un bello príncipe" continuó, ilusionada, el niño le miraba entonces con curiosidad "Cuando te enamores, Yuu-chan. Solo debes querer mucho a esa persona... ¿De acuerdo? De la misma manera en que te querrá a ti..."
 
Shibuya creyó con la firme idea de que el amor de su vida podría ser hombre o mujer hasta que llegó a la escuela media. Si consideró que el jardín de infantes y la educación básica fueron complicadas debido a las burlas por como su madre le arreglaba, su primer año de secundaria vino a cambiar toda la idea. Nunca lo habló con nadie antes... Pero cuando el primer día los profesores preguntaron sobre sus visiones del futuro, un ilusionado Yuuri respondió que deseaba conocer a su príncipe. Quizá inconscientemente ya sabía sus preferencias, o solo fuera la idealización de toda la vida. Lo que fuera que provocara la confesión lo enterró profundo en su memoria. La cantidad de malos tratos que recibió luego de ello le convenció de desechar la idea, y olvidó con el paso del tiempo el horrible momento. Yuuri no podía decir en que momento se obligó a seguir la normativa de la tierra.
 
A él debían gustarle las mujeres. Él debía ser un masculino hombre.
 
Luego llegó a Shin Makoku. Y un bello príncipe resultaba ser la representación de todos los sueños de su infancia... Y terminó comprometido. Aunque había un deje de ilusión en su semblante, la sola idea de ser maltratado rudamente de nuevo le hizo dar marcha atrás. No quería ser juzgado de nuevo. Él era un chico. Wolfram también lo era. Ellos no debían estar juntos... No debía quererlo. No debían quererse.
 
"De la manera en que te querrá a ti".
 
Los tres años en la tierra le hicieron replantearse sus sentimientos. No quería admitirlo, le costó incluso hacerlo. En ese lapso, intentó incluso comenzar a salir con alguna chica... Pero el remordimiento pudo más. Al principio se mintió, alegando que él debía terminar primero su compromiso antes de involucrarse con otra persona. Sabía de antemano que si se enamoraba realmente, Wolfram no pelearía por él... Sin embargo, él continuaba diciéndose que lo mejor era esperar a verlo. Terminar las cosas primero... Luego una tarde esa chica con la que quería intentarlo decidió besarlo. Él casi salió huyendo, completamente aterrado de la revelación que le provocó. No se sintió bien. No sintió nada en realidad. Y no era porque ella no le gustara. Le agradaba pero... No eran los labios de Wolfram.
 
Estuvo casi una semana encerrado en su habitación luego de ello. Se escondía de su familia incluso. No se atrevía a mirarlos a la cara... Durante algún tiempo, había ocultado sus dudas con respecto a sus preferencias. No le desagradaban las chicas, era incluso capaz de reconocer la belleza en ellas... Pero si bien eso era cierto, él también pasaba tiempo mirando a otras personas. Era vergonzoso admitirlo, pero solía retrasarse en los vestuarios de la escuela para no toparse con nadie. Temía que se dieran cuenta de que miraba a los chicos más de la cuenta.
 
A Yuuri le daba miedo admitirlo.
 
Sus padres, especialmente mamá, siempre se mostraron comprensivos. La castaña parecía incluso decepcionada cuando les platicó que quería invitar a salir a una chica en alguna ocasión, pero no le molestó con ello. Ambos parecían estar bien con lo que fuera que decidiera, y eso estaba bien... Yuuri quizá habría hablado más libremente sobre el tema si no hubiese sido porque su hermano era una historia ajena.
 
Antes de Shin Makoku, su hermano intentó por todos los medios detener a su madre en muchos sentidos. Era el primero en decirle que vestir de niña era estúpido, pero era también que se lanzaba a los golpes si alguien le molestaba por ello. Cuando llegó a la adolescencia se mostró orgulloso de verlo actuar cada vez de manera más —según sus palabras—, adecuada para un hombre. Le insistía en que consiguiera novia y le recomendaba que se diera prisa, para quitar de una vez y por todas los pensamientos de su progenitora con respecto a una orientación distinta a la normal. Yuuri mentiría si dijera que no le dolió su actuar. Por mucho tiempo guardó algo de recelo con él. Sabía que su hermano solo quería su bien... Pero sus maneras de hacerlo le desagradaban. La persona que más pensó que podría ayudarlo no podía comprenderle.
 
Entonces un buen día Wolfram se apareció también allí, o su hermano en Shin Makoku. Yuuri ni siquiera podía recordarlo. La experiencia fue traumática, por decir lo menos. Todas sus inseguridades golpearon más fuerte todavía. Su hermano, quien demandaba de él una actitud puramente heterosexual, descubría que se casaría con otro hombre. Sintió un miedo impresionante... Pero Shouri no comentó nada al respecto. No en un primer momento. No en esos días al menos.
 
Cuando estuvieron solos, y tras lo que pareció una eternidad, finalmente dijo:
 
—Deberías terminar ese compromiso, Yuuri... No es normal.
 
Casi llora. Estuvo a nada de hacerlo. Había pasado tanto rato ya con el rubio que la idea había dejado de sonarle tan descabellada. Imaginarse durmiendo sin él a su lado era ahora algo tan extraño... El comentario de su hermano fue como un balde de agua fría. Era cierto... Él también lo pensaba. ¿No es así?
 
—No puedo hacerlo de inmediato —recuerda que respondió, fingiendo tranquilidad, pretendiendo que la sugerencia no había herido su corazón de un modo tan profundo— Por su bien y él mío...
 
La mentira que hubiese dicho estaba incluso distorsionada en su cabeza. Shouri pareció satisfecho y él no volvió a pensar en ello. Se alejó notablemente de su prometido, pero no anuló nada con éste. No quería hacerlo. No se atrevía. Wolfram era el bello príncipe que había esperado... ¿Y él? ¿Era él quien podría hacerlo feliz? No podía saberlo.
 
La mañana en que decidió emprender el viaje a la tierra Yuuri continuaba preguntándose sobre ello, y, para su total sorpresa, fue el mismo rubio quien le dio la respuesta que necesitaba. La que había estado esperando. Lo detuvo para abrazarlo un momento antes de que se fuera —no estuvo presente cuando partió, pero pudo interceptarlo en los pasillos fuera de su habitación... No habían dormido juntos la noche anterior—. El Maou intentó ignorar lo deprimente de su semblante, era obvio que poco o nada había descansado. Las ligera marcas bajo sus tristes ojos eran notables. Yuuri no tiene idea qué fue lo que preguntó al verlo.
 
—Si mi prometido es feliz fuera, yo no puedo detenerlo —recuerda que le respondió, con el orgullo en su postura, pero el cariño escrito en sus ojos, sin nombrar siquiera lo mucho que le dolía su partida. —Hablaremos de esto cuando regreses.
 
—¿Qué harás si conoces a alguien? —preguntó sin poder evitarlo.
 
Se sorprendió de sonar tan asustado. Wolfram prefirió ignorarlo. Yuuri prefirió pensar que no lo había notado.
 
—Yo te quiero a ti, enclenque. Eso no va a cambiar. No puedo enamorarme de otra persona, cuando mi corazón ya está ocupado...
 
El Maou era consciente del valor que el rubio necesitó para confesarle aquello, y el coraje que requirió para dejarlo luego de ello. Él simplemente se quedó allí, estático en su sitio. Demasiado sorprendido como para decir algo. Conrad tuvo que ir a buscarle minutos después, para informarle que era hora de irse. No pudo admitirse en ese momento que él estaba en las mismas condiciones.
 
Cuando su hermano se coló en su habitación casi dos semanas luego del desastroso incidente, Yuuri parecía calmado. Solo en apariencia. Estaba sentado en su cama, observando a la nada, mientras una sonrisa triste estaba en bailando en sus labios. La tormenta de inseguridades de sus ojos no parecía detenerse.
 
—¿Yuuri? —inquirió entonces su hermano con verdadera preocupación
 
—Hermano... —respondió el menor, con un tinte de resignación en su voz— Creo que estoy enamorado.
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¿Cómo se supone que debo lidiar con esto?  ¿Por qué debería siquiera preocuparme? Se preguntaba constantemente el Maou, especialmente al anocher, mientras trabajaba en la lectura de las pocas leyes que Gunter le había facilitado acerca de los derechos y obligaciones de los compañeros. La respuesta  saltaba desde lo profundo de su mente.  "Es por él. Por nosotros"  Yuuri se lamentaba de haber pensado en cualquier momento — no que recordara haberlo hecho—, que todo el movimiento de la comunidad gay era innecesario.
 
En su mundo existían países donde era incluso una sentencia de muerte declararse abiertamente homosexual, ¿qué decir de otras preferencias? El chico ahogó un quejido de frustración. Tenía tanto trabajo por delante. Si bien no deseaba indagar mucho entre los derechos —que, a su parecer estaban relativamente bien—, si necesitaría bastante ayuda si quería cambiar las obligaciones que les costaban. Casi le causó gracia... En la tierra muchos luchaban por al menos una parte de lo que ellos tenían, pero, ¿pagarían un precio tan alto como ellos? Yuuri quiso apartar esa idea. Casarse era complicado en la tierra, ni qué decir de adoptar... Sin contar con el rechazo de la sociedad. Apretó el puente de su nariz a la vez que cerraba los ojos, intentando mitigar la migraña que comenzaba a darle. "A cada mundo sus propios problemas" pensó, intentando serenarse. Había tanto que hacer. Y aun con la ayuda de Gunter no era suficiente... Si tuviese más gente...
 
 
La chispa que se prendió en sus pensamientos le hizo espabilar. Lo sacó de la depresiva aura que le acompañaba y le provocó una sonrisa.  ¿Por qué no lo pensó antes? Analizó las ideas que se formaron en su mente, claro, claro, era un plan excelente. No quería una guerra, pero debería comenzar a tratarlo todo como una... Y si planeaba luchar no podría hacerlo solo.
 
"Una comunidad que luche por nuestros derechos para expresarnos libremente. Para amar a quien querramos, del modo en que queramos... ¡Eso es lo que necesitamos!" pensó, seguro, antes de tomar un pergamino cercano, una pluma, y un tintero. Continuaba acostado en su cama, y era todo un caso allí con tantos documentos, pero no se detuvo.
 
Comenzó a anotar las cosas a como se le iban ocurriendo. Garabatos varios que comprendía inmediatamente. "Consejo" "Expertos" Compañeros" "Equipo" "Ayuda" "Audiciencias"
 
Finalmente apartó un pergamino nuevo, y comenzó a redactar el borrador de lo que esperaba fuera la clave de todo el movimiento que esperaba realizar en Shin Makoku. No esperaba que esa "guerra" terminara pronto, por lo que al poner el título completó, con una caligrafía temblorosa, evidencia de su estado ansioso...
 
"De los derechos y obligaciones de los compañeros. Un documento realizado por el Maou 27 Shibuya Yuuri, compañero del Príncipe Consorte Wolfram von Bielefeld"
 
 
 
 
 
 

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