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Love Affair por MissWriterZK

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La entrevista había terminado y la cantante se encontraba sola en casa, reflexionando sobre los eventos de ese día. Todo había sido demasiado intenso y contradictorio, esa era la definición de su relación. Su relación no era «no te soporto, pero colaboraré contigo», era más bien «finjo no soportarte, pero me preocupo por ti, no he podido olvidarte y mi orgullo no me permite ser sincera» Un suspiro siguió a esos pensamientos, justo entonces, alguien llamó al timbre y la sacó de sus pensamientos.

Algo molesta se acercó a abrir, esperando a todas las personas del mundo, frente a la que se encontraba frente a ella. Su padre, Hudson Abaader, conocido por el mundo como uno de los mejores abogados, pero ocultando el terrible secreto de que era corrupto y líder de una mafia muy poderosa, había ido a visitarla.

—Hola, Marcy, ¡no has cambiado nada! —saludó con una sonrisa sincera, puede que fuera en apariencia malo, pero amaba a su pequeña más que a nadie en el mundo.

—¿Papá? ¡¿Qué haces aquí?!

—Te lo contaré cuando me dejes pasar.

—De acuerdo, pasa, siéntete como en casa…

—No pensaba hacer otra cosa. Bueno, solo he venido a preguntarte sobre tu situación. ¿Cómo te encuentras?

—Sinceramente me encuentro muy confusa, demasiado para mi gusto. —se sinceró la pelinegra mirando a los ojos de su progenitor.

—¿Es por culpa de ese asqueroso contrato?

—¿Cómo lo sabes?

—Hija, ¿acaso te has olvidado de que soy tu abogado y que tus papeles pasan antes por mis manos que por las tuyas?

—Cierto… Y no, no es por eso, aunque también influye.

—Puedes contarme lo que sea. —habló con calidez en su voz, posando una mano sobre la de su hija para reconfortarla.

—No es nada, solo tengo que pasar un tiempo de reflexión, nada más.

—¿Tiene que ver con la princesa?

El mayor supo que había acertado cuando sintió cómo su hija se crispaba al escuchar dicho nombre. Esas jóvenes nunca cambiarían.

—He vuelto a verla y, de hecho, me está entrevistando.

—Lo sé, querida. Yo fui quien aceptó el artículo sabiendo que ella trabajaba ahí.

—Espera, ¿me estás diciendo que todo lo que estoy sintiendo es por tu culpa?

—Bueno, no les dije nada sobre ella, así que sigue siendo cosa del destino. Además, sabes que siempre me agradó. ¡Os veíais tan lindas tomadas de la mano! ¡Tengo incluso una foto! ¿Quieres verla? —decía con una voz que reflejaba su emoción y afecto por la pelirrosa.

—Creo que paso. —suspiró resignada ante la actitud de su padre—. Entonces supongo que habrás venido a preguntar sobre si ella era quien me estaba entrevistando.

—¡Has heredado el intelecto de papá! —exclamó dispuesto a lanzarse a sus brazos, siendo bloqueado por la mano de la roquera.

—Es evidente.

—Seguro que el tiempo debe de haberle sentado de maravilla. Debe de verse como una señorita distinguida y bella.

—Lo peor es que no te equivocas. No entiendo por qué me siento así con ella si representa todo lo que odio.

—Querida, los opuestos se atraen. La ley de los contrarios rige el universo. Yin y yang no son nada separados, pero juntos son armonía. No hay creación sin destrucción.

—¿Desde cuando eres tan orientalista?

—Desde que voy a clases de yoga y meditación. Decidí tomarlas después de un ataque de ira en el que maté a dos de mis mejores hombres.

—Por dios, ¿cuándo dejarás de llenar tus manos de sangre?

—Tú te negaste a heredar el negocio familiar y respeto tu decisión, pero alguien tiene que encargarse de asustar a ciertas personas. Debería irme, tengo a un rehén en el maletero amordazado.

—¡¿Qué?! ¿Sabes lo arriesgado que es eso?

—Marceline, quien no arriesga, no gana. Nunca lo olvides. —esas palabras fueron las últimas que compartieron.

Durante la noche, ella era quien no podía conciliar el sueño, las palabras de su padre no dejaban de resonar en su cabeza «quien no arriesga, no gana», ¿acaso las había dicho con una doble intención? Seguro que sí, ese hombre era un experto en manipulación mental, e incluso desconociendo el porqué, siempre terminaba influida positivamente de todo lo que él la llevaba a hacer.

Bonnie tampoco se encontraba en una situación algo mejor, pues tampoco podía dormir por mucho empeño que pusiera en ello, por suerte, mañana era un día libre, ideal para desconectar y sacarse de la cabeza la figura de su ex que había vuelto repentinamente a su vida como por casualidad del destino.

Jamás conseguiría entenderla, era tan cálida con ella que podría quemarla, para al segundo ser más fría que un glaciar. Tenía un gesto tierno, para más tarde dejarla de lado. Eso no era nada sano para su corazón que no había logrado superarla, cada vez que estaba con ella, sus sueños volvían a construirse para ser destruidos inmediatamente y sin piedad, pero, aun así, no podía evitar querer verla. Le era imposible sacar su imagen, su voz, su mirada y su aroma de su mente, estaba totalmente bajo su hechizo y eso la sacaba de sus casillas.


Tal y como dijo el paparazzi, fueron portada al día siguiente. Bonnie estaba aprovechando su día libre para dormir y reflexionar sobre todo lo que acababa de pasar en su vida y la despertó el sonido de su tono de llamada. Eran las ocho de la mañana, ¿quién sería y para qué?

La sangre de su cuerpo se congeló cuando leyó en la pantalla el nombre de su jefe. ¿Qué había pasado? Descolgó sin dudar, tragando saliva con nerviosismo.

—PB, ¿has visto algún periódico, revista o la tele?

—No, ¿por qué debería hacerlo, señor?

—Solo enciende la tele y comprenderás.

Obedeció y alcanzó el mando de la tele de su habitación que estaba en la mesita de su derecha. No le dio tiempo a terminar de despertarse cuando una noticia un tanto especial salió en antena.

«Marceline Abadeer ha sido vista con una joven de pelo rosado, de identidad desconocida de momento. Un periodista las vio el día anterior muy acarameladas y cariñosas, compartiendo una sesión de running. ¿Será esto lo que marque el fin de la polémica relación que mantenía con el rapero Ash?»

—¡Es imposible! ¡Las fotos están sacadas fuera de contexto! Solo me estaba dando agua y consolándome, nada más… —protestó con incredulidad y furia reflejadas en su voz.

—Te creo, pero lo mejor será que dejéis la entrevista para la semana que viene. Deja que las cosas se calmen para volver a ir a entrevistarla, ya sabes lo persistente y agotadora que es la prensa del corazón. Sigue descansando, lo mereces. Tampoco vengas a la oficina, no queremos líos, tenías un exceso de días libres remunerados. Tómate unas vacaciones.

Esas fueron las últimas palabras que intercambió con su jefe antes de marcar el número de su ex. Necesitaba saberlo. Pero parecía que ella pensó lo mismo, justo cuando iba a llamarla, su nombre apareció en la pantalla.

—¿Marceline? ¿Estás bien?

—¡Bonnie! ¡Explícame por qué está toda mi casa rodeada de fans y periodistas! Creía que podía confiar en ti.

—Entiendo que estás recién levantada y que la sangre no te riega bien todavía, pero hazme el favor de encender la tele, cualquier canal sirve.

—¡¿Te estás riendo de mí?!

—Sí, pero vamos. ¡Enciende la tele!

—Ni que hubiera un especial de mi serie favorita o algo… —suspiró al mismo tiempo que encendía la tele y bebía un poco de agua para intentar calmarse—. ¡No me jodas! ¿Ahora vienen con eso? No tenía suficientes problemas con la estúpida relación falsa para que ahora se inventaran otra fuera de contexto.

—¿A qué te refieres con relación falsa?

—A que detesto a mi supuesto novio. Es odioso, maleducado, sexista, machista y vago. —confesaba por teléfono.

—Parece que el muchacho es completito. ¿Cómo has terminado en esa situación?

—Digamos que mientras tú como miembro de la realeza debes enfrentarte a matrimonios de conveniencia, una vez que eres famoso, tu amor se vende como rosquillas y las relaciones comienzan a verse como algo de lo que sacar beneficios. Tengo suerte de que el contrato termine este mes, pero sinceramente, no sé si podré aguantar.

—Parece complicado, lo siento por ti. —intentó tranquilizarla con su voz dulce.

—Lo complicado va a ser lo tuyo como descubran que eres una princesa. Tanto tus súbditos como la prensa te presionarán día y noche.

—Bueno, ¿es verdad que tu casa está rodeada por hordas de fans?

—Sí, tengo las cortinas echadas y me da miedo de que algún loco rompa una ventana para entrar…

—Me siento culpable, prepara ropa, voy a ir a buscarte.

—¿Estás loca? ¡Creía que la temeraria era yo!

—No hay nada mejor para aumentar las ganancias que una aventura prohibida y dramática, ¿no crees? Esta es tu oportunidad de librarte de tu novio, ¿qué dices?

—Si me lo planteas así, no hay forma en la que pueda negarme, princesa.

—De acuerdo. Iré a buscarte y tendré unas palabras con la prensa.

—¿Vas a cansarlos con tu diplomacia?

—Ese sería el plan B, no tengo ningún discurso preparado, tendría que improvisar.

—Entonces, ¿cuál es el plan A?

—Besarte delante de toda esa gente y huir en tu moto.

—¿Quieres que el mundo arda?

—Reconoce que sería algo excitante. ¿No te recuerda a nuestros comienzos?

—¿Te refieres a cuando me colaba en palacio para besarte entre otras cosas?

—Sí. Y, además, tengo una semana de vacaciones.

Se escuchó una voz masculina de fondo, qué raro, Marceline estaba sola, ¿verdad?

—Mierda, es Ash. ¿Qué hace aquí? Luego te llamo.


La pelinegra colgó e intentó ponerse algo decente para ver a ese cerdo, lo que no quería era crearle falsas esperanzas. Aunque él no le dio tiempo, entró en su habitación y estaba furioso.

—¡¿Cómo te atreves a engañarme de esa forma?! —gritó apretando sus puños y amenazándola contra una pared.

—Primero, lo nuestro no es real, no tendría que importarte; segundo, todo es un malentendido; y tercero, mi vida privada no es de tu incumbencia, por algo es privada. Ahora vete y déjame tranquila. —habló desafiante con una voz gélida.

—¡¿Cómo osas hablarme así?!

Todo fue tan repentino que no le dio tiempo a reaccionar, cuando se percató de la situación en la que estaba, él acababa de golpearla y un hilo fino de sangre brotaba de su labio.

«Este chaval se cree especial. Vamos a demostrarle de qué estoy hecha» pensó para sí misma antes de sonreír con incredulidad.

—No quería llegar al tema de los puños, pero tú lo has querido.

Esa oración marcó el inicio de su ataque, no se cortaría, de hecho, llevaba deseando golpearle desde que lo vio por primera vez. Sería un sueño hecho realidad. Era mucho más rápida que él y su fuerza no era la que él creía, era una fuerza superior, quizá había olvidado que iba al gimnasio y que corría todos los días.

La moqueta se estaba manchando del rojo de su sangre mezclada, la sangre que salía de su labio sin control no era nada comparada a la nariz que acababa de romper y al labio que acababa de reventar. Sus puños le dolían y, de hecho, no sabía si toda la sangre que había en ellos era de Ash o si también había comenzado a sangrar debido a la dureza de sus golpes.

—¿Tienes algo que decir? Puedes marcharte antes de que acabe con el poco orgullo y superioridad que te quedan. No quiero verte más en mi vida. ¡Largo!

Él llevó ambas manos a intentar cortar la hemorragia que la pelinegra acababa de provocarle y salió por la puerta trasera, no quería que la prensa dejara su imagen por los suelos. Esos golpes le habían servido de escarmiento y quizá serían suficiente para hacerle cambiar ligeramente.

Acto seguido, llamó a la periodista, quien no se hizo de rogar y contestó al instante.

—¿Marceline?

—Ven rápido. Ash me ha pegado, pero no contaba con que él saldría perdiendo.

—¡¿QUÉ?! ¿Cómo se ha atrevido a ponerte un dedo encima?

—Tranquilízate, solo me sangra el labio inferior, nada grave.

—¡Claro que es grave! ¡Te ha levantado la mano!

Con eso colgó y la dejó estupefacta, se estaba preocupando demasiado, ¿verdad? Solo pudo comenzar a preparar unas cuantas ropas que meter en la mochila, la libreta con las letras y composiciones, su grabadora, su portátil y su bajo.


Ella no se hizo esperar, podía incluso arriesgarse a afirmar que cuando la llamó ya estaba en camino, solo le dio tiempo a prepararse las cosas. ¿Cómo se enteró de su llegada? Muy sencillo, el revuelo era notable y digamos que la pelirrosa no estaba por la labor de hablar con nadie que no fuera ella.

La estrella del rock salió con sus gafas de sol, unos vaqueros, una camiseta simple y una chupa de cuero negra y se encontró a unos centímetros de una Bonnibel muy furiosa que lo primero que hizo antes de saludarla, fue tomarla por la muñeca y besarla sin previo aviso.

Era un beso voraz que ambas deseaban por mucho que intentaran negarlo, con una intensidad y un deseo sin igual. Su lengua dulce y caliente se introdujo en su boca y comenzó a recorrer un territorio que creía haber olvidado, poniendo ímpetu en intentar recordar. Sus manos recorrían todo su cuerpo voluminoso y sensual, deteniéndose el tiempo justo en el lugar adecuado para hacerla suspirar y gruñir contra su boca.

Eso estaba mal, se estaban excitando delante de toda esa gente y, lo que era incluso peor, se estaban besando sin haber aclarado nada y probablemente tendrían que fingir una relación. Aunque siendo sinceros, no le importaría fingir si su pareja era ella.

Perdió por completo la situación que creía tener bajo control, dejándose llevar junto a la mujer que nunca dejó su corazón ni sus pensamientos. La mujer por la que mataría si hiciera falta, la mujer que significaba todo para ella, quien le dio una razón para seguir adelante.

Solo los flashes se encargaban de recordarles que el tiempo no se había detenido a su alrededor, aunque ellas sintieran lo contrario. Se separaron jadeantes y totalmente sonrojadas, la situación no resultó como ninguna de ellas habían creído, pero sí que resultó como deseaban en sus sueños.

No dijeron nada, solo se alejaron de ahí tomadas de la mano. Bonnie le abrió la puerta del copiloto y ella se puso en el asiento del conductor y arrancó, alejándose de la muchedumbre emocionada.

—¿Vamos a tu casa?

—Sí, pero no te preocupes, no nos seguirán. Es un coche de alquiler que alquilé en metálico y con una personalidad falsa.

—Eres toda una chica mala.

—Las chicas buenas somos las peores, ¿no lo sabías? —provocó mirando en su dirección y sonriéndole con complicidad.

—Puedo hacerme una ligera idea.

—Necesitas tratar la herida de tu labio, no quiero que quede cicatriz en tu rostro.

—¿Sabes una cosa?

—Dime.

—Extrañaba tus labios, tu lengua, tu boca, tu olor, tus caricias… Y, bueno, besar a alguien acompañado del sabor a sangre.

—Esta vez no ha sido por tu emoción y tus mordiscos poco delicados. Respecto a lo anterior, me siento igual que tú, pero creo que antes debemos aprender a cómo mirarnos sin hacernos daño. Necesitamos aclarar todo, pero no te preocupes, no hay prisa. Tenemos todo el tiempo del mundo mientras fingimos tener una relación sentimental.

—¿Sabes lo que más me molesta?

Bonnie solo hizo un sonido de curiosidad para que continuara con su charla reveladora, quién sabe, podría sacar material de oro de ahí.

—Que cuando realmente estuvimos juntas, no hubo ningún escándalo ni ningún problema. ¿Por qué ahora sí?

—Bueno, hace casi cuatro años que lo dejamos. Los tiempos cambian y las personas también, además, sabes mejor que nadie lo que la gente ama el drama y la prensa rosa. Vivimos en una sociedad cegada por el consumismo y el conformismo. Me gustaría que alguna vez mi política en mi reino fuera capaz de crear espíritu crítico y forjar a personas que no temieran en dar su opinión frente al mundo. Creo que eso es algo muy importante que ha caído en el olvido porque no conviene a la política actual. Los políticos no quieren que pensemos por nosotros mismos, quieren que seamos una más del rebaño manejable y si te sales de las normas políticamente correctas o moralmente aceptadas, eres un bicho raro y, con una alta probabilidad, entrarás en problemas.

—Realmente no entiendo como no eres portada de todos los periódicos con tu habilidad para la política y para gobernar. Lamento mucho haberme sentido tan bien después de que tu reino cayera prácticamente en el olvido…Tras haber reflexionado en estos últimos días, me he dado cuenta de lo equivocada que estaba. El odio y el daño que me provocaste hacía imposible que viera cualquier cosa que tuviera que ver contigo con objetividad y claridad. —confesaba la pelinegra jugando con su melena algo avergonzada de sincerarse en esa situación.

—No te preocupes, forma parte del pasado, aunque me alegra que pienses así de mí. Me hace feliz. Yo también debo pedirte perdón, pero no creo que este sea el momento en el que vuelva a abrir mi corazón y mis miedos más profundos, solo hace dos días que lloré como nunca había hecho. Dame tiempo y todo saldrá a la luz.

—Hey, tranquila. Todo está bien, siempre lo estará si permanecemos juntas…

—Eso era lo que siempre decías para tranquilizarme. —recordó al mismo tiempo que una lágrima se escapaba de sus ojos y recorría su mejilla, amenazando con caer antes de ser interceptada por el toque cálido y cuidadoso de la Abadeer.

—No llores, idiota… —susurró mezclando calidez con nostalgia.

—Reconozco que lo soy y de las grandes.

—Oye, era con cariño. ¡No digas eso! —protestó con dramatismo fingido intentando aliviar el ambiente y provocando una carcajada.

—¡Es verdad, te dejé ir! Esa es sin duda alguna, la decisión de la que me arrepentiré toda mi vida…

Notas finales:

¿Qué opinan? Inesperado, ¿verdad? También intenso, lindo y extraño. Esa última confesión lo resume todo en una oración, ¿no creen?


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