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Mascotas por chibiichigo

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Notas del fanfic:

Disclaimer: Naruto es propiedad de Masashi Kishimoto. Esta historia está hecha por y para fans. 

Notas del capitulo:

¡Bienvenides! 

Después de terminar Algo contigo tuve el impulso de escribir dos historias que me han rondado en la cabeza durante mucho tiempo (casi una década) y que nunca había plasmado en papel porque no me sentía con la capacidad de hacerlo como quería. 

Una de ellas la tengo reservada y, cuando la termine o la avance mucho, comenzaré a subirla. La otra (esta) tiene la urgencia de salir desde hace mucho tiempo y ha acaparado mi atención en las últimas semanas. 

Se las comparto con mucho gusto y les advierto que los capítulos saldrán como los vaya escribiendo (lento, pero seguro). Además, les comento que será mucho más subida de tono que lo que normalmente escribo porque me enfocaré al tema de las parafilias, BDSM y demás, por lo que habrá alto contenido sexual. Si no se sienten cómodos, desde ahora pueden tomar medidas. 

Mascotas

Por chibiichigo

 

Capítulo 1. La Bodega



De no haber estado en una situación de tal urgencia, Naruto Uzumaki jamás habría considerado pedir un préstamo con condiciones tan adversas como las que le ofrecía el asesor de Hebi: intereses prácticamente impagables y acumulativos, poca flexibilidad y una enorme lista de obligaciones adicionales que requerían, entre otras cosas, dejar algún bien de alto valor en prenda y firmar una carta-compromiso sobre las formas de proceder en caso del impago de la deuda. En cualquier otro escenario, esos detalles habrían saltado como foco rojo a la atención del rubio, avisándole que estaba por cometer una tontería mayúscula. Sin embargo, la adrenalina que sentía lo cegaban. Tenía demasiadas esperanzas fincadas en la vida de ensueño que tendría gracias a este préstamo.

“Es una inversión. El que no arriesga, no gana”, pensó, en un intento por alejar de su mente todos los escenarios adversos de su plan maestro.

“Solo lo necesito para el arranque. El cazatalentos dijo que, con su recomendación, entraré a los selectivos de rugby profesional y para otoño, ya puedo tener un contrato firmado con algún equipo de la Unión Japonesa de Rugby…”

Mientras escuchaba la explicación del asesor del préstamo, su mente voló a la vida de opulencia y comodidad financiera que lograría una vez dentro del circuito deportivo profesional. Con un poco de suerte, entraría a la liga nacional japonesa, los Sakuras. ¿Quién decía que en unos años no estaría jugando en Europa?

Estaba decidido. Esta era su única oportunidad para conseguir el dinero que le había pedido el agente deportivo rápidamente. El banco se lo había negado y en el acuerdo al que había llegado con el cazatalentos, habían acordado que no le diría a nadie para no levantar sospechas ni enturbiar su ascenso a las ligas profesionales.

—Es prácticamente un hecho, campeón. Si vas con mi sello de calidad, ningún equipo dudará en contratarte. Así le pasó a varios de los que hoy juegan en la Top League… Me los encontré jugando, los recomendé y ¡bang! ahora están en la cima.

—¿Pero esto no es ninguna especie de soborno, cierto?

—Para nada. Tú tienes madera, se nota tu calidad… Yo lo noté y ellos lo notarán. Es más, estoy tan convencido de tu talento que, si no fuera necesario pagar tantos gastos de gestión, ni te cobraría. Pero ya sabes cómo es esto, primero tienes que invertir para poder avanzar.

Pero no, Naruto no lo sabía. De hecho, no tenía idea de cómo se manejaban los circuitos de rugby en el país, por eso había sido una suerte que ese cazatalentos lo hubiera encontrado. Ahora estaba un paso más cerca de cumplir su sueño, lo sabía. Lo sentía.

—Solo haga una firma al costado con la leyenda de ‘En pleno uso de mis facultades, me comprometo a cumplir con este contrato’ en cada página del documento original, cuando termine de leerlo—. La voz del asesor de Hebi lo sacó de sus fantasías.

Naruto tomó la pluma que el joven le ofrecía y empezó a firmar las hojas a gran velocidad, sin interesarse un poco en los términos y condiciones del contrato. Estaba tan seguro de que podría devolver el dinero con relativa facilidad en menos de un año, que no le veía el caso a leer siete páginas llenas de cláusulas que incumpliría. Lo que necesitaba era salir rápido de ahí con su dinero.

—Con esto terminamos. ¿Necesita información adicional sobre el proceso que seguiremos a partir de ahora?

El joven se llevó las manos a la nuca y se entremetió los dedos en el cabello. Tenía el impulso de decirle al hombre detrás del escritorio que, con un poco de suerte, podría pagarlo todo en unos cuantos meses, pero se limitó a negar con la cabeza.

—Bien. Si me permite, una última cosa: Necesito una fotografía suya y dejar la impresión de sus huellas dactilares en el sistema.

Naruto miró a una cámara digital sobre el monitor del asesor y sonrió. Luego, puso las manos en un aparato que emitía una luz verde y dio el asunto por terminado.

—¿Hoy mismo me pueden dar el dinero, cierto?

—Si no le importa tenerlo en efectivo, sí. De lo contrario, sería mañana. A esta hora el servidor para las transferencias interbancarias ya no está en operación…

—Señor Kabuto, no puedo esperar a mañana. Necesito el dinero en efectivo.

La cara de Naruto reflejaba su ansiedad y una emoción pueril.

Miró su reloj y se preguntó si saldría de ese lugar antes del atardecer. Necesitaba atravesar la ciudad para reunirse con el hombre que haría sus sueños realidad. Empezó a tronarse los dedos. Tenía las palmas de las manos sudorosas.

—¡Por supuesto! ¿Tiene dónde llevarlo o le procuro una maleta?

—Sí, la maleta, por favor.

 

----

 

A pesar de que no pasaron ni dos horas entre que recibió el dinero de manos de su prestamista y se lo entregó al cazatalentos, que le repitió sin cesar que pronto recibiría noticias suyas y que ya había comenzado a hablarle a sus conocidos sobre él, en la mente de Naruto hubo un par de detalles que se quedaron marcardos para siempre: El primero, el éxtasis que generaba ver tantos fajos de billetes juntos y cuán pesada podía ser una maleta llena de efectivo.

Ese mismo descubrimiento, que al inicio lo había asombrado, ahora lo angustiaba. El peso del préstamo lo llevaba a cuestas hace meses y cada vez le costaba más trabajo cargarlo.

Aunque había hecho sus mejores esfuerzos por mantenerse al corriente en los pagos, los intereses lo estaban ahogando. Eso había repercutido ya en todos los aspectos de su vida: Había dado de baja un par de materias para trabajar dos o tres turnos extra en un billar, del que lo habían despedido unas semanas atrás porque había faltado para ir al entrenamiento de su equipo de rugby universitario. Había dejado de ver a sus amigos y, en clases, no tenía más que unos pocos conocidos cuyos nombres confundía en ocasiones; también había dejado de salir con un muchacho apuesto de su curso de contabilidad… Aunque eso no le parecía particularmente malo, puesto que no se veía en una relación seria ni con él ni con nadie en ese momento de su vida.

Lo único que parecía no estar desmoronándose en la vida de Naruto Uzumaki era la frustración que sentía por haber sido tan ingenuo como para darle dinero a un desconocido que le ofreció las llaves del paraíso.

El “cazatalentos” no era más que un estafador que desapareció luego de recibir la maleta con el efectivo. No había huella de él en ninguna parte, su número telefónico dejó de existir y, obviamente, nadie lo había buscado para jugar en ningún equipo profesional. Lo único que había logrado era perder sus ahorros y verse en una situación financiera tan comprometida que no sabía cómo salir; aunque lo que más le dolía era que había dejado en prenda las joyas que había heredado de su madre.

—¿Y si robo un banco? Solo así voy a poder salir de este aprieto.

Pero se abstenía porque no tenía la menor idea de dónde conseguir un arma y porque dudaba que asaltar una institución financiera fuera tan fácil como lo hacían ver en las películas. O que no lo descubrieran relativamente fácil.

Estaba desesperado. La angustia por no tener dinero suficiente para comer y pagar su deuda le robaban el sueño y lo tenían en un estado de agotamiento tal que pensó en escapar, pero su orgullo no lo dejaba hacerlo.

Ni siquiera, cuando llegó el día que tanto temía.

Era lunes y por debajo de la puerta de su apartamento, se asomaba una carta. Llevaba el sello de Hebi y una impresión en rojo donde se leía su nombre. No había timbre postal .

El rubio suspiró derrotado. Aunque no se atrevió a abrir el sobre, tenía una idea más o menos clara de su contenido: Sus pagos estaban retrasados y los intereses habían aumentado de manera considerable. Era lo que, si no mal recordaba, su asesor había llamado compensación por moratoria, el nombre elegante para llamarle al abuso rampante.

Guardó la carta en un cajón y se prometió leerla por la noche. No necesitaba más presión económica de la que ya sentía, en especial cuando ese día tenía que rendir un examen y su entrenador había agendado una doble sesión de prácticas antes de que comenzara la temporada interuniversitaria de rugby. Su deuda podía esperar.

Una semana después, recibió otra carta que le recordó la existencia de la primera, ocasionándole un nudo en el estómago. Decidió dejarla en la mesa del comedor porque, si la abría en ese momento llegaría tarde a una entrevista de trabajo en una cafetería. Ya revisaría todo con calma, después.

Días más tarde, comenzó a recibir llamadas de un número desconocido. Por una u otra circunstancia, sin embargo, Naruto no pudo atenderlas. Algunas veces, porque su móvil estaba en la maleta de entrenamiento; otras porque estaba en clase y las más, porque era tan extraño que alguien le llamara que no reconocía el timbrado hasta mucho después.

Dos semanas después, el rubio ya no pudo evadirse de su realidad.

Era sábado por la mañana y los fuertes toquidos de su puerta lo despertaron. Todavía llevaba la camisa blanca y el pantalón negro que había usado la noche anterior, cuando consiguió un trabajo de mesero en una boda. La jornada le había resultado tan extenuante que todavía no se reponía, pero su instinto le indicó que debía atender a la brevedad.

—¡Carajo! —, susurró mientras recordaba las cartas y las llamadas que no había atendido.

Temió lo peor en cuanto abrió la puerta. Un hombre alto y, cuando menos del doble de su tamaño, lo veía impertérrito desde el umbral. Lo llamó por su nombre.

—¡Por favor, no me rompa las piernas, pagaré muy pronto!—, exclamó el joven en cuanto lo vio. Había visto demasiadas películas y conocía tan bien la reputación draconiana de su prestamista que no dudó que esa fuera una práctica común para Hebi.

Detrás del enorme ser, se escuchó una risilla sibilante.

—Señor Uzumaki, un gusto saber que tiene en mente sus compromisos.

Naruto reconoció la voz de Kabuto inmediatamente. Lo buscó con la mirada, solo para hallarlo detrás del enorme cuerpo del cobrador que se apostaba en su entrada.

—¿Me permite pasar?

—Cla-claro…

El sujeto que acompañaba a Kabuto se quedó fuera de la casa, haciendo guardia en el umbral de la puerta, mientras que el hombre de cabello blanco se ponía cómodo en una silla.

Naruto tragó grueso. No era que quisiera salir o que pretendiera huir de su hogar, pero la certeza de que ese golem lo lanzaría por una ventana si lo intentaba era un gran disuasor.

—Que… acogedor hogar, señor Uzumaki.

—Escuche, lo lamento—, se excusó el trigueño tan pronto cerró la puerta. —No quería retrasarme, pero ocurrieron algunas cosas y de momento estoy en busca de un empleo fijo y…

Kabuto lo hizo callar con un movimiento de la mano, evidenciando que en ese momento él era el dueño de la situación. Naruto no podía asegurarlo, pero podría apostar a que su interlocutor disfrutaba mucho —de verdad mucho— esa parte de su trabajo.

—Señor Uzumaki, lleva tres meses de retraso en sus pagos, ¿sabe?

Naruto asintió. Era obvio que lo sabía. Sus músculos se tensaron.

—Como seguramente se enteró en las cartas que le enviamos, se comenzaron a generar intereses moratorios desde el día uno de su atraso. Y estos se seguirán acumulando hasta que no se ponga al corriente o salde el adeudo en su totalidad.

Kabuto carraspeó antes de continuar. Naruto supo que estaba saboreando el momento.

—En otras circunstancias, solo habría venido mi ‘amigo’—. Señaló la puerta—… a recordarle que el compromiso que contrajo con Hebi es irrevocable y que, si nosotros lo apoyamos cuando lo necesitó, no fue por caridad sino por negocio. Y que necesitamos confiar en usted otra vez…

—¿Co-confiar en mí?

El rubio estaba buscando fuerzas en su interior. Odiaba su hábito de tartamudear cuando se sentía vulnerable… Al menos debía ser capaz de controlarse frente a ese sujeto que, a todas luces, lo estaba amenazando.

—Así es. Tenemos que volver a confiar en usted y en que puede cubrir su adeudo, a pesar de que usted no nos ha demostrado ser un sujeto confiable.

—¿De cuánto estamos hablando?

—Entre el préstamo, los intereses normales y el interés moratorio acumulable, al día de hoy 450,000 dólares.

A Naruto se le fue el alma al piso.

—¡Pero si eso es casi el doble de lo que me dieron! Son unos truhanes…

Kabuto sonrió, ladino.

—Los términos del préstamo estaban claros desde el principio. Usted mismo lo firmó.

Naruto se maldijo. En efecto, la situación en la que estaba era su culpa y de nadie más. Pero no había manera de que pagara pronto esa estratosférica cantidad de dinero… y, de no hacerlo, seguramente el hombre de la puerta le sacaría un riñón o algo.  

—Sin embargo, señor Uzumaki, usted parece una buena persona. Por eso tuve la iniciativa de hablar con mis jefes y encontrar una reformulación del esquema para que usted pague lo que debe en el tiempo establecido.

—¿Reformulación?—. El rubio enarcó la ceja.

—En Hebi creemos que siempre hay alternativas convenientes para las dos partes. Usted necesita un empleo para pagarnos y nosotros, evidentemente, recuperar la inversión que hemos hecho en usted. ¿Le interesa escuchar?

 

---

 

El trayecto en metro le pareció más largo que de costumbre. La incertidumbre se le había instalado en la boca del estómago y en su mente daba vueltas la misma pregunta una y otra vez: ¿En qué momento había aceptado la oferta de Kabuto?

Si lo pensaba, era positivo pagar con su trabajo el adeudo… pero no se sentía nada a gusto. Kabuto le daba mala espina y los jefes misteriosos a los que había hecho alusión, también.

Recordó su episodio con el cazatalentos y tuvo que reconocer las similitudes del caso: ser un “diamante en bruto” era casi equivalente a ser “una buena persona” cuando venía de voz de un extraño que solo quiere dinero. Solo que en esta ocasión, todo parecía mejor diseñado. Temió que se tratara de una red de trata de personas, pero no se atrevió a huir. Sabía que, de hacerlo, el cobrador de Kabuto lo mataría.

—¿En qué momento se te ocurrió esto, Uzumaki?—, se preguntó en voz alta, atrayendo la atención de una señora, que se volteó segundos después.

La pregunta era irrelevante. Ya estaba hasta el cuello de problemas y de dudas como para darle más vueltas al asunto. Debía enfocarse en lo positivo: Serían solo tres noches a la semana y el sueldo, incluso descontando lo que abonaría cada semana al pago de su deuda, le permitiría mantenerse. El único requisito era que no dijera nada.

Bajó en una estación en las orillas de la ciudad, en el corazón de la zona industrial. Nunca había estado ahí, pero había escuchado muchas leyendas urbanas sobre fiestas clandestinas organizadas por la yakuza. Esperaba que su trabajo no fuera así, no quería atender la barra de un bar lleno de criminales ni verse involucrado en ningún delito.  

Cuando llegó a la dirección que le había dado Kabuto, se encontró con un bodegón oscuro y tapiado. ¿Se habría equivocado?

Iba a sacar el teléfono para marcar el número del asesor de Hebi cuando un muchacho en sudadera pasó frente a él, en dirección al bodegón.

—¡Oye! Espera—, exclamó el rubio —. ¿Sabes si aquí es ‘La Bodega’?

El muchacho asintió e hizo una seña para que Naruto lo siguiera. 

—Nadie entra antes de las 10, está en las reglas. Ni siquiera con la palabra clave.

—¿Palabra clave?— repitió Naruto, abriendo los ojos. —No, nadie me dijo que había una, este es mi primer día de trabajo. Mi nombre es…

El muchacho le tapó la boca.

—La primera regla de este lugar: Nadie debe saber tu nombre. Ni los clientes ni otros empleados. Y, cúbrete el rostro antes de llegar.

Naruto no entendía nada, pero acató las indicaciones del joven (que, en efecto, llevaba el rostro cubierto), y lo siguió hasta una pequeña puerta trasera.

—Señor Ichibi, qué bueno que llega.

Los recibió una joven enmascarada que vestía un kimono, mientras el muchacho se quitaba la capucha y se acomodaba lo que parecía ser una máscara veneciana. Naruto vio sus mechones rojo intenso y un tatuaje con forma de shuriken en su nuca.

—Kyotan, por favor instala al chico nuevo. Dale el uniforme y muéstrale el lugar. ¿Ya llegaron?

La chica asintió con una sonrisa que dejó a Naruto pensando que, detrás de la máscara, seguramente se encontraba una mujer asediada por los hombres.

—Señor Ichibi, están los cinco.

El pelirrojo asintió con la cabeza, agradeciendo la información, antes de subir por un tramo de escaleras y perderse de vista.

Naruto quedó solo con la chica, que lo escrutaba mientras le sonreía.

—Bienvenido, ¿ya te asignaron un nombre?

El joven negó con la cabeza.

—Bueno, no te preocupes. Cuando baje el señor Ichibi seguramente te lo dirá… Aunque no es propio de él traer a gente nueva sin antes asignarles un nombre. Seguro está estresado por lo de esta noche.

—N-no—, empezó a explicar Naruto —. Esa persona Ichibi no fue quien me contactó, lo conocí afuera. Venía caminando y le pregunté por la dirección, porque pensé que Kabuto me la había dado mal.

A Kyotan se le ensombreció el rostro y rápidamente le hizo a Naruto una seña para que se callara.

—No uses ese nombre aquí. De verdad, no… Es el señor Sanbi.

—¿Sanbi?

La chica se veía ofuscada. Asintió rápidamente y después desvió la mirada hacia unas cajas.

—Toma, este es tu uniforme y esta es tu pulsera. Con ella puedes abonar propinas y abrir tu taquilla.  

El rubio extendió la mano y, al darse cuenta lo que estaba sosteniendo, se sonrojó. ¿Acaso era una broma? Tenía que serlo, y de muy mal gusto. Quizás si corría hacia la puerta, podría escapar a tiempo.  

—¿Algún problema?

—Este, sí. Estas son solo una trusa, una corbata y una máscara veneciana. ¿Dónde está el resto del uniforme?

—¿De qué hablas? Ese es todo el uniforme… Mira.

La chica se quitó la bata que la cubría y Naruto se quedó perplejo: Su interlocutora no era una mujer, sino un hombre cubierto únicamente por una trusa que, al igual que la suya, emulaba un frac.

A Naruto se le subieron los colores a la cara. Kyotan sonrió con condescendencia, como si estuviese hablando con un niño, y le pidió que se apresurara a cambiarse para darle el recorrido por La Bodega. Acto seguido, fue hacia donde se encontraban un par de jóvenes discutiendo sobre los pormenores para la noche y les encomendó unas actividades.

El rubio suspiró mientras se desnudaba y volvía a vestirse con la trusa. No se sentía nada cómodo con lo que estaba ocurriendo, pero ya era demasiado tarde como para dar vuelta atrás.

 

---

 

Se sentó en una banca mientras esperaba a que Kyotan volviera, aunque sospechaba que el joven se había olvidado de él. Lo veía caminar de un lado al otro, dando instrucciones y hablando con todo el personal, que no cesaba de murmurar sobre una presentación.

Naruto se preguntó quién se presentaría y por qué ocasionaba tal revuelo. Quizás era una de esas estrellas extranjeras que buscaban reactivar su carrera en Japón; tal vez un viaje clandestino de Cher o de alguno de los grupos coreanos que tanto le gustaban a la gente últimamente. Pero, ¿por qué vendría a este lugar, en cualquier caso?

Las dudas se agolpaban en su cabeza. Kabuto no le había dicho más que vaguedades sobre este empleo y él no se había dado cuenta hasta ahora de todos los cabos sueltos en el asunto.   

—Mis jefes tienen un modesto centro nocturno para caballeros en la zona industrial y lamentablemente, la persona que atendía la barra decidió dejar el empleo. Si a usted le interesara, podría empezar este mismo jueves.

—De acuerdo… Pero, ¿por qué yo?

—Digamos que mis jefes y yo consideramos que puede ser un activo importante en la empresa. Usted es discreto y… bueno, quizás sea un buen elemento dentro de nuestro brazo de entretenimiento. ¿Le parece bien si procedemos con la firma del nuevo arreglo?

Naruto escondió la cabeza entre sus manos. Deseaba que apareciera alguien para aclarar sus dudas y decirle, exactamente, por qué debía trabajar en ropa interior.

—No te quedes ahí, nuevo. Estamos por abrir y necesito que estés al máximo. Esta noche es la presentación de Sharingan y todo debe estar perfecto—. La voz apremiante del pelirrojo lo sacó de sus pensamientos.

El rubio levantó la mirada y encontró al muchacho, semidesnudo, frente a él. Su uniforme oscuro y escueto contrastaba con lo pálido de su piel. Usaba, además de una trusa de piel negra, un bastón y unas orejas que asemejaban a las de un gato. En el cuello, tenía un grueso collar de cuero con una placa roja.

Tuvo el impulso de preguntar algo al respecto del atuendo, pero los ojos aguamarina del joven lo miraban con severidad. Decidió que guardaría sus inquietudes hasta que Kyotan estuviera cerca; no se sentía cómodo en compañía de ese pelirrojo. Naruto siguió a Ichibi hasta una pequeña oficina.

—Tu nombre clave será ‘Zorro’. Estarás encargado de la barra de la zona de piscina. Por ser tu primera noche, Kyotan estará a tu lado para enseñarte los básicos, pero te recomiendo aprender pronto. Hoy se presenta Sharingan y tendremos casa llena.

—¿Quién es Sharingan?—, preguntó Naruto. Su interlocutor no respondió; estaba embebido en su monólogo.

—Aquí no se sirven drogas ni se tolera su uso. Procuramos que nuestros clientes estén conscientes siempre, para que sus relaciones sean consensuadas. Si te das cuenta de algo sospechoso, ya sea gente intoxicada o algún potencial abuso, es tu obligación presionar el botón de pánico para que seguridad atienda el percance. Luego de eso, no te involucres.

Naruto arqueó la ceja. ¿Relaciones consensuadas? Carraspeó un poco…

—Tienes 15 minutos de descanso cada dos horas. En ese tiempo, puedes hacer lo que gustes, pero no mientras estás atendiendo. ¿Tienes alguna duda?

—Sí… ¿A qué se refiere con relaciones consensuadas? Porque a mí Kab… el señor Sanbi me dijo que esto era un centro nocturno exclusivo para caballeros y nunca mencionó que hubiera, bueno, relaciones. De ninguna índole.

El taheño se llevó los dedos a la base de la nariz, que le quedaba cubierta por la máscara.

—Hijo de puta...—. Pasados unos momentos, se recompuso y volvió a hablar con Naruto. — ¿De casualidad Sanbi te dijo algo sobre la naturaleza de este negocio? ¿Te explicó algo sobre La Bodega?

Naruto negó con la cabeza.

—Francamente, cuando firmé pensé que iba a trabajar en un table dance o algo.

Los ojos del pelirrojo comenzaron a llenarse de ira. El rubio pensó en lo poco que le gustaría estar en los zapatos de Kabuto si ese joven lo encontraba.

—En pocas palabras: La Bodega es un centro de fiestas sexuales para hombres.

—¿Qué?—. La mandíbula de Naruto se desencajó. Su interlocutor lo miró con tranquilidad.

—Eso. Aquí vienen hombres a tener sexo con hombres. Aunque, quizás para tu fortuna, por salubridad prohibimos tener relaciones en la piscina y los camastros no son fácilmente visibles desde donde tú estarás.   

El trigueño no podía pensar nada que no fuera el odio que sentía hacia Kabuto: ¡Se había aprovechado de su situación para ponerlo a trabajar en un lugar tan inmoral!

—Escucha, esta noche es difícil para todos. Le diré a Kyotan que te ayude… Solo concéntrate en servir bebidas y cobrarlas por medio de la pulsera, ¿de acuerdo? Al terminar hablaremos.

Naruto asintió y comenzó a levantarse, lívido. Ahora todo cobraba sentido: No decir su nombre, el uniforme, los requisitos para entrar en el lugar… ¡¿En qué carajo se había metido?!

—Zorro, una última cosa—, dijo el pelirrojo —. Ningún cliente tiene permitido tocarte mientras estás en servicio, así que deja de poner cara de asco. Te recomiendo que veas este lugar como un espacio seguro para probar los límites de tu imaginación.

Notas finales:

Espero que les haya gustado. Como les dije arriba, es una historia que ha estado en mi cabeza muchos años y se ha alimentado de muchas cosas que he visto, leído y escuchado sobre el tema. Pero, si alguien de ustedes, lectores, tuviera sugerencias o quisiera aportarme algo para enriquecer la historia (videos, historias, notas, libros o alguna anécdota), sepan que siempre estoy abierta y agradecida de poder escucharles. 

Por cierto, agradecería que me indicaran si les gusta que la pareja principal (y luego, las secundarias que aparecerán) esté escrita en el resumen. En lo personal, no es algo que me guste mucho pero algunas personas me han pedido que lo haga. Me gustaría conocer su opinión al respecto. 

Saludos,

c.

 


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