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Serendipia por Sorceress Darkness

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Poco a poco el cansancio y la pesadez abandonaban su cuerpo, permitiéndole volver a tener consciencia de su entorno. Algo agradable fue lo primero que percibió. Definitivamente no se trató de la excesiva luz que comenzaba a sentir en su rostro, era algo más; tersos dedos paseándose por la piel descubierta de su torso. Sí, de eso se trataba.

El toque le gustaba, no obstante...

Con un súbito movimiento sujetó la muñeca de quien le tocaba. Abrió sus ojos en ese momento, encontrándose con el chico que le había salvado, y a quien aparentemente tenía la habilidad de asustar sin decirle siquiera una palabra porque ahora en su mirada veía algo de conmoción por la brusca forma en la cual detuvo sus movimientos.

Theo no dijo absolutamente nada, sencillamente se dedicó a normalizar su acelerado pulso. Una vez lo consiguió soltó la mano del jovencito.

Cuidadosamente se sentó sin bajar de la cama, notando entonces que había estado descansando en una. Dio una breve mirada de análisis a su alrededor, descubriendo que se hallaba en la habitación de lo que parecía un motel de paso. Un pequeño gesto de incomodidad escapó a su control, sin embargo, el dolor que lo causó fue mucho más leve que el sentido la noche anterior. Su mirada entonces se centró en sí mismo.

Ya no había sangre manchando su cuerpo, además, estaría completamente libre de heridas, si no fuera por una última bala alojada entre, o sobre, sus costillas. Regresó la mirada hacia su acompañante.

—¿Tú hiciste esto?— cuestionó, sin poder ocultar del todo su sorpresa.

En principio obtuvo un asentimiento lento como respuesta. Parecía que otra vez aquel chico meditaba un poco en sus palabras antes de hablar.

—Hice lo que pude, pero no tengo experiencia curando heridas, por eso, cuando comenzaste a quejarte al tratar de sacar esa bala, temí hacerte daño y me detuve—

Sin mucha dificultad se percató de que su salvador se sentía apenado y preocupado por no haber podido ayudarlo del todo. Procurando no fijarse demasiado en la trasparencia que poseía el niño en cuanto a demostrar sus sentimientos, se limitó a asentir lentamente, diciéndole en silencio que comprendía.

A decir verdad, no comprendía absolutamente nada, ni quién o qué era el muchacho, tampoco el cómo habían llegado a ese sitio y menos aún cómo había hecho para sacarle las balas si no veía objetos filosos cerca.

—Yo me encargaré de la última bala —concluyó sin pensarlo demasiado— ¿Tienes unas tijeras, cuchillo o algo afilado?— cuestionó, queriendo dar respuesta a algunas de sus preguntas.

Vio un asentimiento y seguidamente al chico levantarse, dirigiéndose a una desordenada mesita de madera en la cual buscó algo. Volvió segundos después con un cuchillo delgado, afilado, y... Limpio. No había usado ese objeto para extraer las otras balas. Inevitablemente sus dudas crecieron.

Después del corto análisis al utensilio se centró en lo que estaba por hacer. Inhaló hondo y seguidamente clavó el cubierto justo en su herida, apretando los dientes para evitar cualquier gesto de dolor conforme cuidaba que la punta del cuchillo no empujara más la bala sino que consiguiera sostenerla; fue bastante doloroso pues confirmó que se hallaba clavada en una de sus costillas.

Con calculados movimientos y un par de minutos consiguió extraer lentamente la bala, sacándola poco a poco hasta conseguir tomarla con sus garras, las cuales no estuvo seguro del momento en el que habían salido a relucir. Casi toda su atención la había puesto en su herida y en darle algunas miradas a su acompañante, quien le observaba con notable curiosidad.

Un suspiro ligeramente tembloroso abandonó sus labios mientras colocaba la bala ensangrentada sobre la mesa de noche a su costado. Al hacer eso reparó en que el resto de las balas estaba ahí, junto a un plato con agua limpia y una pequeña toalla adentro. No alcanzó a quitar su mirada de aquellos objetos cuando el otro chico sacó la toalla del agua, exprimiéndola antes de acercarla a su cuerpo, limpiando la herida que se encontraba ya sanando.

Aunque el gesto del desconocido le tomó por sorpresa no objetó nada, ni se quejó tampoco, principalmente porque no hubo motivo para hacerlo. El jovencito estaba siendo tan cuidadoso que no había dolor ante los toques de la limpieza, toques que más bien parecían caricias. Lo raro era que no le disgustaban.

—¿Eres un hombre lobo? Creí que… no sanaban a las balas de plata—

Contempló con cierta intriga los curiosos ojos miel luego de que estos se alzaron de su herida para mirarlo a la cara.

—Del lugar de dónde vengo es un mito matar hombres lobo con balas de plata —respondió con cierto aire de orgullo, pese a haber visto morir a algunos hombres lobo con ese tipo de balas— Y soy una quimera, mitad lobo, mitad coyote— añadió.

Guardó silencio al ver que el niño hacía lo mismo, asimilando lo que acababa de aclararle. Aprovechó el momento en favor de reflexionar acerca de esos lobos que murieron por la plata. Si bien nunca había visto que eso sucediera, sí había escuchado un rumor acerca de dos clases de hombres lobo. Lo sucedido podría confirmar tal rumor.

—Ahora estoy en desventaja. Sabes lo que soy, pero yo no sé qué eres tú— prosiguió luego de unos instantes.

Le vio desviar la mirada conforme la mano sujetando la toalla se retiraba de su costado, regresando la pieza de tela adentro del agua.

Sin la alteración causada por el enfrentamiento, sus heridas y la extraña aparición del chico, pudo darle mayor atención a las reacciones que este tenía ante la interrogante de qué criatura era. Fácilmente percibió inseguridad y temor, mas el temor no era hacia alguien o algo ajeno, más bien, parecía hacia sí mismo. Siendo ese el caso dudaba mucho de que le respondiera fácilmente o pronto.

—¿Me dirás tu nombre por lo menos?— preguntó, resignado a no saber de qué criatura se trataba. El asunto estaba importándole más de lo debido.

—Jack, me llamo Jack. ¿Y tú?— volvió a mirar al lobo, sonriendo levemente, más tranquilo al no ser presionado a revelar lo que era.

—Theo— respondió con simpleza, todavía costándole entender cómo podía haber tanta candidez en una mirada.

—¿Quieres comer algo?—

Simplemente se limitó a asentir en respuesta a la pregunta de Jack, viéndole dirigirse de nuevo a la mesa, volviendo de ésta llevando en una mano la caja de una pizza con la mitad dentro, y en su otra mano un par de dulces. Tomó un trozo de pizza sin moverse demasiado.

—¿Cuánto tiempo estuve inconsciente?— cuestionó después de terminar su primer rebanada de pizza.

—Unas horas— tras responder sonrió otro poco mientras comía algunos dulces.

—Claro —miró con cierta extrañez a Jack, había algo en él que lo hacía sentirse confundido— ¿Por qué me ayudaste? ¿Qué hacías en ese lugar?— indagó, tratando de no dejarse llevar por la desconfianza.

—Investigaba un caso —dejó de darle atención al nougat que comía para así mirar a la quimera— Estaba por aquí y leí sobre varios asesinatos, muchos. Eran raros, parecía que estaban matando a criaturas sobrenaturales, por eso comencé a investigarlos yendo a las escenas del crimen y a los últimos lugares en los que las víctimas habían estado. Eso hacía cuando vi a unos hombres. Lucían extraños, así que los seguí hasta el puerto, fue cuando te encontré. Necesitabas ayuda, o eso creí— susurró titubeante las últimas palabras al recordar la afirmación que Theo había hecho cuando lo conoció.

—¿Investigabas un caso? ¿Eso quiere decir que tú también eres cazador?— preguntó, cayendo en cuenta de que, pese a ocultarlas bastante bien, la extrañez y la desconfianza sentidas estaban provocando que interrogara a Jack.

—Sí… No… —indeciso agachó ligeramente la cabeza— No estoy seguro. Intenté serlo, quería ayudar a las personas, pero… cometí un error y... yo... Hice algo malo— murmuró tan bajo que sus palabras habrían pasado desapercibidas para una persona normal.

—Seguramente lo hiciste. Ayer me salvaste, y si eres cazador debes matar a… cosas como yo, no salvarlas— señaló con un atisbo de diversión, bajando la guardia un poco. Sólo lo necesario.

—Salvarte no fue algo malo —negó con la cabeza— A menos que… que tú seas malo y hayas lastimado personas— volvió a dirigirle la mirada en espera de que respondiera eso.

Nuevamente el chiquillo demostraba una... increíble ingenuidad, la cual desconcertaba a Theo más de lo que pudiera explicar, y más de lo que le gustaría.

¿Realmente Jack creía que las personas le dirían siempre la verdad con simplemente preguntar? Aparentemente sí.

Consideró mentirle, la difusa idea en su mente no llegó a tomar forma porque al final no pudo hacer más sino responder con honestidad.

—No sé si lo soy. Supongo que sí, porque lastimé a personas del lugar de donde vengo— bajó la voz y seguidamente la mirada durante unos segundos.

Una vez más rememoró todas las circunstancias que lo habían llevado a estar en donde estaba.
Asesinó a su hermana para obtener su corazón y poder convertirse así en la primera quimera. Engañó a Scott y a casi toda su manada. Estuvo a punto de matarlo a él y a varios de sus amigos. Y para finalizar, asesinó a su propia manada en búsqueda de hacerse más poderoso.

Era malo.

—Pero te sientes mal por ello— señaló Jack, sonriendo levemente.

Theo regresó su mirada al chico. La forma en que aseguró aquello le inquietó, pues tuvo la sensación de que con sólo una mirada Jack había averiguado su sentir, además, la sonrisa que le dedicó... Se veía comprensiva y cálida. No recordaba cuándo había sido la última vez que alguien le sonrió así.

—¿Qué?— preguntó, siendo lo único que atinara a hacer.

—Pareces… arrepentido. Tal vez no hayas sido siempre una buena persona, pero creo que todos merecemos una oportunidad de corregir nuestros errores. Por eso, si te sientes mal por lo que hiciste, pienso que tienes derecho a una oportunidad para cambiar, para... ser mejor— explicó, ampliando un poco la sonrisa que le dedicaba, dejándole ver una gran sinceridad.

Era oficial que a la quimera nadie le había sonreído de esa forma desde hacía varios años, por ende, terminó más desorientado que nunca, haciéndose un par de preguntas mentales:

¿Se arrepentía de todo lo hecho? Quizás una ínfima parte de él lo hacía, pese a nunca reconocerlo, menos aún en voz alta. ¿Podía ser posible que ese escaso arrepentimiento lo hiciera merecedor de una nueva oportunidad? O mejor todavía, ¿podía en verdad cambiar?
La dulce mirada de Jack puso en él una ínfima esperanza de que realmente podría, posiblemente, mejorar un poco.

—¿Te has dado cuenta de que tienes la respuesta al error que cometiste?— le preguntó con suavidad luego de algunos instantes de pensar.

Prefería concentrarse más en los problemas del chico, por curiosidad, que en los propios, principalmente porque quiso concluir que no necesitaba cambiar. Se engañó a sí mismo con ello, pues en el fondo sabía que sí necesitaba un cambio, y que estaba interesándose sinceramente en el niño frente a él, a quién a propósito vio desviar la mirada.

La sonrisa en los labios de Jack desapareció, acción que le inquietó y extrañó a partes iguales.

—No sé si sea igual— habló por lo bajo.

—¿Por qué no habría de serlo?— Theo curioseó con el mayor tacto posible, aunque en verdad quería saber más de ese muchacho que le salvó.

—Porque... A veces no siento nada —volvió a mirarlo— Accidentalmente he lastimado a algunas personas y no me he sentido mal por eso. Hace poco... maté a alguien, también fue un accidente, y... sólo hasta ese momento comencé a sentirme... extraño. No sé, no sé lo que siento— explicó, o al menos lo intentó.

—Creo que no sentiste nada porque fue un daño reparable —enfatizó ligeramente en la palabra— a diferencia de la persona que murió. Me parece que no estás acostumbrado a lastimar a otros, por eso cuando lo haces te sientes confundido y no sabes con exactitud lo que sientes. Si continuaras lastimando personas seguramente comenzarías a sentirte realmente mal. Pero imagino que eso no es algo que quieras— concluyó, permitiéndose una pequeña sonrisa media.

Casi sonríe más ampliamente al ver que su salvador negaba de inmediato con la cabeza, mostrando una expresión con cierta aflicción de, posiblemente, sólo pensar en la idea de causar más daño.

—Estás arrepentido y no quieres volver a lastimar a otros. ¿Sabes? Eso te hace ser bueno y, además, te da derecho a tener otra oportunidad para cambiar, para mejorar— repitió las palabras del chico en una afirmación con certeza y sin titubeo alguno, dedicándole una pequeña sonrisa.

—Gracias— susurró Jack, recobrando algo del ánimo perdido, devolviendo la sonrisa.

··· ¨ ···

A pesar de haber sido un agradecimiento totalmente sincero, a Jack le pareció poco. Hubiera querido decir o hacer más para demostrarle a Theo cuán agradecido estaba por sus palabras, no sólo porque con lo dicho le quitó algo de la molesta opresión que sentía en el pecho, sino porque le ayudó a comprender mejor lo que sentía.

Eso era lo que necesitaba: Aprender a entender sus sentimientos.

Luego de aquella conversación se instaló un tranquilo silencio que ambos aprovecharon para reflexionar en distintas cosas mientras comían, intercambiando solamente un par de miradas de vez en cuando.

Sin darse cuenta, Jack pasó de pensar en varias cosas a distraerse con la mirada de Theo. No sabría definir con exactitud lo que el muchacho sentía, pero sí podría casi asegurar que en esos bonitos ojos azules podía ver una gran soledad, tal vez porque él comprendía bastante bien el sentimiento.

Desde su nacimiento meses atrás, e incluso pese a la compañía de los hermanos Winchester, no podía evitar sentirse solo. Quizá se sentía de ese modo por no haber convivido con muchas personas. Estar encerrado día y noche en el bunker con solamente la compañía de Dean y Sam, era algo a lo que se había acostumbrado, sabiendo que no podía interactuar demasiado con otras personas por lo que era y por sus poderes.

Suspiró. Extrañaba a los hombres, eran su familia, eran todo lo que tenía. ¿O tal vez no?

Las miradas que daba a Theo dejaron de ser sutiles, pasando a ser todo lo contrario, puede que por ello el chico le dirigiera la mirada, una intensa que lo hizo desviar la suya de vuelta al nougat en una de sus manos.

—¿Aún seguimos en la Ciudad de Virginia?— Theo preguntó tranquilamente.

—Sí —afirmó, volviendo a mirarlo— Estamos en Norfolk— expuso con una pequeña sonrisa.

—¿Y… puedo saber cómo fue que llegamos aquí, a este… motel?—

Tuvo la sensación de que tras esa pregunta había algo más; igualmente pensó unos segundos antes de responder.

—Yo… nos teletransporté aquí— luego de decir aquello ubicó algo que pareció ser ¿incredulidad? Sí, eso, en las celestes pupilas del lobo.

No lo culpaba, tampoco lo haría sí lo veía como si fuera una criatura de lo más extraña, finalmente… lo era, sólo que... no quería encontrar rechazo o miedo en esa mirada.

—Así que… tienes ciertas habilidades, ¿eh?— comentó con un deje de impresión.

Sonrió al no sentirse rechazado, incluso si todavía podía percibir intriga en su acompañante. En un principio se limitó a solamente asentir.

—Tú también las tienes; sanaste a las balas de plata— habló algo fascinado, dirigiendo su mirada al desnudo torso de Theo.

Sin pensarlo ni siquiera por un momento comenzó a pasar sus dedos con suavidad por los sitios antes lastimados. No había marca alguna, ni visible, ni al tacto. Le parecía impresionante tal habilidad de sanación, así como le parecía bastante agradable el tacto de su piel; aunque no estuvo muy seguro de si esto último que sentía tenía que ver con lo primero.

Volvió a encontrar su mirada con la del otro chico, reparando entonces en que ese muchacho que parecía tan desconfiado estaba permitiéndole tocarlo, a diferencia de la forma en la cual lo detuvo cuando despertó.

—No creo que sanar a balas de plata pueda competir contra teletransportarse— concluyó Theo, extrañamente cómodo con los toques del niño.

Con una inocente sonrisa le concedió la razón, retirando entonces sus dedos.

Terminaron de comer sin decir algo más, especialmente porque él no sabía que decir y estaba algo ocupado tratando de comprender qué era esa extraña sensación que Theo había despertado en él. Finalmente decidió dejar de lado el sentimiento, creyendo que se trataba únicamente de interés sano por una persona.

Asintió hacia sí mismo, llevándose la caja vacía de la pizza y las envolturas de los dulces hacia la mesa, viendo ahí un periódico que tenía por encabezado "Masacre en el puerto se suma a oleadas de asesinatos sin explicación"

Dio un suspiro.

No sabía con exactitud cómo debía actuar ahora. ¿Tenía que buscar a esos cazadores y pedirles que dejaran de cazar de ese modo?

En ocasiones así le costaba el tratar de cazar solo.

El sonido de la vieja cama moviéndose atrajo su atención. La quimera se levantaba de la cama; no tardó en tomar la camiseta que le había quitado —y que se hallaba en una silla junto a la mesa— para entregársela luego de acercarse a él.

Obtuvo una pequeña sonrisa como respuesta.

—Bueno, Jack… —se puso la camiseta, mirando seguidamente al nombrado— Supongo que debo darte las gracias— dijo dificultosamente debido a su orgullo.

—De nada— respondió feliz. Una amplia sonrisa encontró sitio en sus labios.

—Sí, bien… Ya es hora de que me vaya— explicó Theo, sin saber muy bien qué decir.

—¿A dónde irás?— preguntó dándole una curiosa mirada.

—Primero, a buscar mi camioneta. Después… No lo sé. Seguiré viajando, supongo— respondió desinteresado. Se encogió de hombros sin darle mucha importancia al asunto.

—¿No tienes hogar?— Jack cuestionó en un impulso.

Theo pudo notar que aquella pregunta con nulo tacto el chico no la hizo queriendo ser grosero. Notaba algo extraño en la manera de hablar de ese muchacho.

—Hace tiempo que no lo tengo—

Frunció levemente el ceño ante la sincera respuesta de la quimera, pero antes de poder decir algo Theo continuó hablando.

—¿Y tú? ¿Tienes hogar?— preguntó, imitando la falta de tacto de Jack, queriendo averiguar más sobre él.

—Sí. Vivo en un bunker con Dean, Sam y Castiel— tras contestar le fue inevitable mostrarse algo nostálgico al pensar en los hombres.

—¿Y ellos son…?— indagó con duda alcanzando su mirada, aunque menor a la que en verdad sentía.

—Castiel es mi padre… adoptivo —titubeó unos segundos— Yo lo escogí como mi padre —concluyó sonriendo levemente— Dean y Sam son hermanos, ellos también cuidan de mí. Los tres son mi familia— con una sonrisa expresó el cariño que le tenía a los tres hombres.

No se dio cuenta de la forma escéptica en que Theo le miraba, mucho menos sabría que lo estaba llenando de dudas.

—Entiendo —murmuró no muy convencido, parpadeando y saliendo de un breve ensimismamiento— Entonces… ¿Qué estás haciendo aquí? ¿No deberías estar con tu familia? ¿O estás cazando con ellos?— escudriñó con preguntas calculadas, dudando anticipadamente de una respuesta afirmativa pues en la habitación no había ningún aroma además de el del muchacho.

—Yo… —miró a otro lado— Escapé de ellos. Necesitaba estar solo— finalizó en voz baja.

—¿Por aquella persona a la que mataste accidentalmente?— preguntó cuidadoso, obteniendo un débil asentimiento en respuesta.

—No quisiera perder el control de mis poderes y lastimar a mi familia —aclaró, mirándole con palpable preocupación— Ellos... Sólo quiero demostrarles que soy bueno—

—Así que... eres más fuerte de lo que creí, pero no tienes control de tus poderes— comentó Theo, con cierto aire pensativo.

—Sí —respondió inseguro— ¿Me tienes miedo ahora?— cuestionó intranquilo, no deseando que la quimera también fuera uno más que le tuviera miedo.

—No— respondió sencillamente, conciso y seguro.

Jack sonrió apenas escuchó la respuesta, mas no únicamente por esa sencilla palabra, sino porque en verdad no veía miedo en la mirada de Theo, sólo veía... intriga. Seguramente el lobo estaría preguntándose aún qué clase de criatura era. Consideró decírselo, hasta que concluyó que realmente no quería que él le temiera, y estaba seguro de que lo haría si decía quién era, lo que era.

—Escucha. Deja de temerte a ti mismo, así no podrás controlar tus poderes. Tienes que creer en ti, eso y algo de entrenamiento es todo lo que necesitas— le aconsejó, sin saber con exactitud de dónde vino aquel repentino interés por ayudarlo.

Meditó cortos instantes en el consejo de Theo, asintiendo lento una vez lo asimiló.

—Gracias— Jack volvió a darle un agradecimiento acompañado de una sonrisa animada.

—Sí, de... nada —desconcertado dio un tenue asentimiento, vacilante en cómo responder a esa deslumbrante pureza que el chiquillo demostraba— Creo que ahora sí me voy— dicho eso se dirigió a la salida, dispuesto a olvidarse de todo lo ocurrido en las últimas horas una vez cruzara el umbral de la puerta.

—Espera —pidió, alcanzándolo cuando estaba frente a la puerta con su mano en la perilla— No tienes a donde ir, ¿verdad? Quédate conmigo— ofreció Jack sin siquiera pensarlo, ganándose una mirada sorprendida de parte de Theo.


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