# CapÃtulo 2 Despidiéndose de Vicente. #
Eran casi las seis de la tarde cuando Adam llegó a su casa. Un lugar que, aunque algo estrecho le permitÃa dormir bien en las noches. No era lujosa como la casa de Daniel, pero él se sentÃa orgulloso de ella. Poco a poco y con lo que pudo encontrar, fué construyéndola junto a las personas que cuidaron de él desde bebé.
-¡¿Por qué hasta ahorita?!-. Pregunta un hombre maduro ya pasado de copas llamado Vicente.
-¡Ah~! ¡Cállate maldito viejo! Ya llegué que es lo que importa.
-¡¿Y eso?!-. Señala su mano en busca de respuestas.
-Me corté.
-¡¿Y de dónde sacaste la venda?! Puto consentido. Yo aquà muriendo de hambre y tu con tu mentado trapo. Ya te dije, si no traes de tragar mato a tu gato.
-A un pinche borracho como tú hasta las ratas de la calle le caen bien.
-¡¿Qué dijiste?! ¡¿Muy salsa?! ¡Ven aquà y repitelo!Â
-¡¿Sabes qué?! Me da igual si duermo hoy en la calle. Prefiero eso a tener que estar con un viejo tan cabrón como tú. ¡Lo que es más. Debà haberlo hecho desde hace mucho! ¡No se ni como diablos es que te aguante tantos pinches años!
-¡¿Y quién te va a cuidar pendejo?! ¡Ellos te encontrarán!
-Da igual si vivo un dÃa más o muero hoy.Â
-Repitelo hasta creerlo ¡Repitelo hasta creerlo!
El viejo seguÃa gritando cuanto cosa se le cruzara por la cabeza, pero Adam prefirió seguir su camino con el señor bigotes ignorando por completo lo que le decÃa.
-Lo siento, hoy dormiremos afuera—. Toman asiento en una banca del parque-. ¿Pero sabes? Prefiero mil veces eso a que te hagan algo malo. Un viejo tan borracho y drogo como él no es de fiar.
-¿Adam?-pregunta una linda chica de su edad de cabello largo azabache, delgada y ojos avellana.
-¿Qué haces aquÃ? ¿No deberÃas estar en tu casa?
-Si, pero me dió hambre y fuà por un pan. De paso quise venir a dar una vuelta por el parque. ¿Y tú? Hasta... no sé, parece como si te estuvieras acomodando para dormir aquÃ.
-¿Y si asà fuera, qué?
-¡¿Cómo crees?! Mi ex no va a dormir aquÃ.
-¿Y dónde entonces? No tengo otro lugar.
-¡En mi casa!
-¿Y tu jefe?
-Ya se durmió, ni cuenta se va a dar. Además no es como si hiciéramos travesuras-baja la vista sonrojada mientras mueve en cÃrculos su pierna derecha-. Después de todo tú no quieres intimar conmigo.
-¡Y dale con eso!
-¡Ok, ya! Ven ¿si? No quiero que te quedes durmiendo en la calle. Te van a asaltar o peor matar ¡o violar! ¡Ni pensarlo! ¡Vienes conmigo!
-¿Segura?
-Si tontito.
-No, pues muchas gracias ¿eh?
-Para eso están los amigos. ¡Ay, por Dios! ¡¿Qué te pasó en la mano?
-Me corté con un vidrio.
-Esta mal puesto, si quieres te lo puedo acomodar.
-No gracias.
-Terco, yo te lo acomodo.
-Dije que no.
-Ok, seguro lo pusiste con muchas ganas, pero esta hecho rollo.
-Esta bien para mi.
-¿Te lo puso tu actual novia? ¿Por eso no quieres que lo toque?
-Ahorita no tengo novia.
-¡¿Entonces?!
-¡Ah, pinche Alejandra!
-Malhumorado. Ya pues, lo doy por tema muerto.
-Gracias.
-¿Y entonces?-pregunta con ilusión desbordante en sus ojos-. ¿Con ella si lo hiciste?
-Pinche morbosa. Ya, si tanta curiosidad te da no lo hicimos y tampoco es mi novia.
-Bien, te creo.Â
-¡Por fin!
Alejandra sabÃa que Adam jamás aprovecharÃa su atractivo para sacar ventaja en algo. Él siempre fué del tipo que soluciona solo sus problemas, además por alguna extraña razón no se sabÃa atractivo. Y quizá eso junto su tosca pero a la vez amable forma de ser era lo que tanto le atraÃa de él.
                               *
-¡Ya llegamos Dani!
-¡Bienvenidos!-. Da un salto y brinca a los brazos de su padre.Â
-¿Qué tal todo campeón? ¿Cómo te portaste en nuestra ausencia?
-Todo bien papi, me quedé dormido un rato-sonrÃe y es seguido por una carcajada que su padre le produce al hacerle cosquillas.
-Bien, entonces ve a dormir amor, mañana toca escuela-. Le dice su madre mientras le da su beso de las buenas noches.
-¡Si mami! Que descansen, hasta mañana.
-Hasta mañana amor.
-Descansa hijo.
Daniel sube las escaleras hasta llegar a su habitación, cierra la puerta y sonrÃe para sà mismo.
-Cumplà con mi palabra, asà que pueden venir cuando quieran-cambia su sonrisa por un gesto de preocupación-Porque lo prometiste, dijiste que volverÃan ¿verdad? Y no se me ocurrió preguntarte dónde vives o tu teléfono de casa-niega con la cabeza-. No debo dudar, él es mi amigo y entre los amigos hay confianza.
                              *
-Ya terminé de bañar al señor bigotes por si te gustas bañar también, ya esta libre.
-Gracias.
-QuÃtate eso antes de entrar.
-No quiero.
-¿Te vas a bañar con todo y venda? No lo creo, quÃtatela ya.Â
-Puedo bañarme con ella. Si la meto en una bolsa...
-¡¿Hablas en serio?! ¿Pues quién te la puso como para que no desees quÃtatela?
-¿Eso importa?-. Observa su mano encontrando en esta el único gesto de afecto por parte de su familia.Â
-¡Ya se! Fué la chica de la perfumerÃa. Se nota que te echa los perros.
-¿Eh? ¡Claro que no! Además no me echa los perros.
-¿No es ella? Que raro porque si que es hermosa. Incluso yo me apuntarÃa para tener algo con ella.
-Pus dale, ¿quién te lo impide?
-Tonto, yo solo tengo ojos para ti.
-Tu...-baja pensativo la cabeza-mereces a alguien mejor que yo.
-Eres más genial de lo que te imaginas, bobo-dijo en un susurro.
-¿Qué dijiste?
-¡Nada, lárgate a bañar! Ahorita te consigo una bolsa.
-Gracias.
Alejandra no podÃa dejar de preocuparse por Adam. Y es que él era un chico que no se sentÃa merecedor del amor de nadie, aún cuando este habÃa ayudado a tantas personas sin recibir nada a cambio. ¿La razón? Ni ella lo sabÃa, desconocÃa casi todo de él ya que no es alguien al que le guste hablar y menos de su persona. Por eso ella constantemente se preguntaba "¡¿Cómo alguien tan bueno como él pensaba lo peor de sÃ?!" Cuando en realidad no era capaz de dañar ni a una hormiga, aunque el creyera que si.
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