Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Inspector Grinch por Elbaf

[Reviews - 2]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Os traigo la siguiente parte de la historia, poco a poco va tomando forma.

 

Gracias por seguirla.

 

Os ailoviu.

Aomine aún estaba confundido cuando salió del centro comercial, de camino a casa de Kuroko y Momoi. Iba a dejar al niño con ellos, pues al día siguiente ya tenía que trabajar y no podía seguir haciéndose cargo de su sobrino. Momoi se llevó a su hijo a darse una ducha mientras Aomine y Kuroko se quedaban en el salón tomando algo. - ¿Y qué tal te fue con Santa, Aomine-kun? – Aomine rodó los ojos, soltando un pequeño gruñido, lo que hizo sonreír imperceptiblemente a Kuroko. - ¿Te puedes creer que ese idiota me dio su número de teléfono? – Kuroko abrió los ojos muy sorprendido, pero luego soltó una pequeña risita. - Seguro que Hiro-kun se emociona mucho al saber que vas a tener una cita con Santa. - ¡No voy a tener una cita con él! - ¿Por qué no? – preguntó dando un sorbo a su malteada (algunas cosas no cambiaban nunca) con su inseparable rostro inexpresivo – Quiero decir... Si no tienes pensado llamarle... ¿por qué no sueltas el papel que tienes en las manos? Aomine se vio sorprendido y bufó, algo avergonzado. Se guardó el papel de nuevo en la chaqueta y rodó los ojos. - Es que no había ninguna papelera por el camino – aquella respuesta divirtió lo suficiente a Kuroko como para hacerle sonreír bastante más de lo habitual. Pero Aomine añadió algo más – A-además... hay una cosa que quiero comprobar – su amigo le miró ladeando la cabeza, sin llegar a entender del todo lo que su amigo quería decir – He visto a ese chico en algún sitio antes... Solo que... no recuerdo de dónde. Quizá él tenga las respuestas que busco. - ¿Por qué es tan importante saber eso? Normalmente ignoras esas cosas, Aomine-kun... – no era una acusación, era un hecho y Aomine lo sabía bien. No tenía la menor idea de por qué era importante, pero lo era. De algún modo, Aomine necesitaba saber quién era ese chico pelirrojo y de qué le conocía. No es que le gustara, ni mucho menos, a él no le gustaba nadie. Pero ese chico tenía un algo que le atraía muy poderosamente, no en un sentido sexual o romántico. Simplemente... se sentía arrastrado por él como si de un agujero negro se tratase. Quiso darse un fuerte golpe en la cabeza por esa comparación, pero Kuroko le seguía mirando atento. - No lo sé, Tetsu... pero tengo la sensación de que sea lo que sea que esconda ese chico... lo tengo que saber. Kuroko se encogió de hombros y le acompañó a la puerta. Aomine había decidido irse antes de que Hiroshi saliera de la ducha, pues si no, no le habría dejado marchar. - Ánimo en tu búsqueda de respuestas, Aomine-kun. Aomine sonrió y, aún después de tanto tiempo, se atrevió a revolver el cabello de Kuroko con cariño. Salió de allí y se dirigió andando hasta su casa, que quedaba no demasiado lejos de allí. Kuroko cerró la puerta de su casa y se sentó en el sofá, sacando su teléfono y enviando un mensaje de texto. Santa-kun, tienes a tu elfo en el saco. En otro punto de la ciudad, un pelirrojo miraba confundido el teléfono. Creo que te has equivocado, Kuroko... – respondió Kagami, aún con el ceño algo fruncido. La respuesta fue, muy propia de su amigo. ;) Kagami gruñó mientras se ponía el abrigo para salir del centro comercial. Su hermano ya le estaba esperando en el coche y le sonrió al verle entrar. - ¿Sabes, Taiga? He estado pensando en lo que me dijiste... - ¿Sobre qué? – preguntó desenvolviendo una hamburguesa que su hermano le había comprado hacía un rato. - Sobre Aomine Daiki – ese nombre captó totalmente la atención de Kagami, que miró atento a su hermano – Tal vez sí que tenga algo bueno dentro, después de todo... - ¡Claro que lo tiene, idiota! Todo el mundo tiene algo bueno... - Si conocieras de él lo que yo conozco no pensarías igual, bro... - Pero eres injusto. La gente no es igual en el trabajo que fuera de él, Tatsuya. Ya le has visto con ese niño... - Tal vez el que sea especial sea el niño... - Entonces yo seré igual de especial que él – dijo con convicción. - ¿Vas a competir con un niño? – soltó con una pequeña risa, mientras su hermano se ponía de todos los colores. - No, pero... Si es así con su sobrino... ¿Cómo sería con su propio hijo? Himuro Tatsuya miró algo entristecido a su hermano. Él sabía que Taiga siempre quiso tener hijos, pero que por su propia sexualidad no iba a poder cumplir. Su hermano miraba por la ventana, con esa expresión que Himuro odiaba tanto. Él sabía que su hermano se culpaba por ser gay, no tanto por lo que dijeran los demás, que eso bien le valía un pimiento, sino por el hecho de no poder tener un hijo propio. Decidió sacar a su hermano de sus pensamientos. - La adopción existe, Taiga, lo sabes. Y nadie amará más a un niño que tú, aunque no lleve su sangre. Muchas personas tienen hijos por errores o descuidos, pero el día que tú tengas un pequeño o pequeña en tu vida será porque realmente le ames. Así que no debes preocuparte por eso, ¿sí? Cuando tenga que llegar el momento, llegará. Kagami sonrió a su hermano, más tranquilo. Él sabía que tenía razón. Aomine Daiki recorría su habitación como un león enjaulado, de un lado a otro, ofuscado, casi enfadado. Había pedido algo de cena, pero apenas la había llegado a probar. - ¿Qué hago, le mando un mensaje? ¿O le llamo? – puso cara de asco cuando dijo eso – Ni de coña, seguro que no sé ni qué decirle. Además... ¡Ni siquiera sé su maldito nombre! – Había un gato mirándole desde la encimera de la cocina. Era callejero, solo se acercaba a la casa de Daiki cuando estaba enfermo, herido o hambriento. A pesar de que Aomine había intentado que el animalito se quedase indefinidamente con él, no lo había conseguido. Y ahora el gato le miraba divertido desde su cocina, después de haberse atiborrado de comida – Joder, ya que solo vienes a ponerte gordo, al menos dime algo, Gato – Aomine era muchas cosas, pero original no era una de ellas. Por su parte, el gato abrió las patas y comenzó a lamerse las bolas - ¡Esa no es la actitud, desagradecido! Bien, si tú no me ayudas lo haré yo solo. Sí. Ya soy mayor. Cogió una lata de cerveza y se sentó en el sofá, con el móvil en las manos. El gato le siguió, curioso. Dio un buen trago y la dejó sobre la mesa de cristal, desbloqueó el teléfono y miró la conversación que había agendado como «Santa». Hasta eso le hizo rodar los ojos. Después de mucho pensarlo, se animó a escribir. Hola. Se golpeó mentalmente, qué original, Daiki. Kagami se encontraba revisando unas facturas del restaurante cuando sintió vibrar su teléfono. Al ver el mensaje fue corriendo donde su hermano y se lanzó hacia él. - ¡Tatsuya! ¡Me ha escrito, Daiki me ha escrito! - ¿Cómo sabes que es él, bro? – Kagami le enseñó el mensaje con el escueto holay rodó los ojos – Vale, sí, es él. - ¿Qué le digo, bro, qué puedo decirle? – dios, se veía como una maldita quinceañera. - Pues... ¿qué tal si pruebas con otro hola? Parece que tu príncipe azul quiere ir despacio. - No seas cruel, Tatsuya... Solo es tímido. - Créeme, bro. Aomine Daiki es de todo menos tímido. – Kagami fingió husmear en el aire. - ¿Qué es eso, qué es ese olor? – dijo alertado. - ¿Eh? ¿Qué? ¿Qué cosa? Yo no huelo a nada... ¿A qué hueles, Taiga? - ¡A tu envidia! – dijo divertido, sacándole la lengua y corriendo a su habitación. Himuro rodó los ojos, divertido. Kagami se tiró en la cama, con el teléfono en las manos, sonriendo tremendamente ilusionado solo con una palabra. Por su parte, Aomine también miraba su mensaje, pero con el ceño fruncido. - ¿Es que ese idiota no piensa contestar? – le gritó al gato - ¡¡Ya tiene las dos cosas esas azules!! Tsk. No tenía que haber escrito nada... Pero justo cuando iba a bloquear el teléfono, le llegó un mensaje. Hola. ¿Ya has decidido lo que quieres pedirme por Navidad? ;) A Aomine le tembló el teléfono en las manos. ¡Ese idiota era demasiado lanzado y él apenas había tenido un par de novias! Se mordió el labio. Tenía que jugar bien sus cartas si quería sonsacarle algo de información al pelirrojo. Quizá haya un par de cosas que sí podrías darme... envió, al inseguro. Oh. Tengo curiosidad, ¿qué puede hacer Santa por ti? Kagami se estaba divirtiendo de lo lindo con esa conversación. Me gustaría saber tu nombre. Envió sin pensar. Luego, antes de recibir respuesta, envió otro más. Y quiero saber por qué siento que te conozco de antes... Eso dejó fuera de juego a Kagami. Miró el teléfono con expresión confundida, él juraría no haber visto al moreno en su vida, recordaría a alguien así de imponente e impresionante, por eso su mensaje no pudo decepcionar más a Aomine. Puedo responderte a lo primero, pero me temo que para lo segundo no tengo respuesta. Yo... no recuerdo haberte visto antes. Igual que el mensaje anterior de Aomine, pocos segundos después, recibió otro del pelirrojo, que intentaba suavizar lo que había dicho. Créeme, si te hubiera visto antes alguna vez no te habría dejado escapar, Aomine Daiki. El moreno dejó de ser moreno por unos segundos y se puso totalmente rojo. Ese chico era un descarado y... un momento... Oye, pelirrojo, ¿cómo sabes mi nombre? Dijo ignorando el resto de los mensajes. Kagami sonrió en su casa y hasta rodó un par de veces en la cama. Tengo mis pequeños duendes... Sabes que Santa no trabaja solo... ¡Jódete tú y Santa! La respuesta de Kagami fue un audio de casi un minuto partiéndose de risa. Y, por alguna razón, Aomine acabó riendo con él. E incluso tuvo la tentanción de poner ese audio como algún tono en su teléfono. Pero eso era... demasiado. Lo siento... Es que eres demasiado expresivo – envió el pelirrojo un rato más tarde - ¿Qué te parece si quedamos mañana para almorzar? Responderé a todas tus preguntas... Y tú responderás a algunas de las mías... ¿Qué querrías saber de mí? ¿No se supone que tienes duendes que te cuentan cosas? dijo sin darse cuenta de que tenía una tonta sonrisa en el rostro. Solo sé algunas... Sé tu nombre, sé tu profesión... Y sé que todo el mundo piensa que eres un amargado y un antipático. Aomine estaba ya mandándole a la mierda cuando el siguiente mensaje de Kagami le dejó fuera de juego. Pero yo sé que eso no es así. Yo he visto lo dulce que puedes llegar a ser, quizá son los demás los que no se merecen que seas amable con ellos... Eso sí que dejó al moreno sin palabras y su silencio solo le hizo sonreír a Kagami, sabía que aquello le había descolocado por completo. Así que volvió a enviarle un mensaje. Entonces, ¿qué? ¿Acepta almorzar conmigo mañana, Inspector Aomine? El moreno sonrió como un niño. Cuente con ello, Santa. Esa noche, los dos se fueron a dormir con una pequeña calidez en el pecho, aunque solo fuera por la curiosidad de ver al otro al día siguiente. Para ambos, la mañana pasó lenta. Aunque Kagami no tenía tanto trabajo como Aomine, pues para él cuando más gente había en el restaurante era en las noches, pero también servían almuerzos, comidas...Eso sin contar con que tenía que llevar la contabilidad del lugar, gestionar pedidos con los proveedores y pensar cambios en el menú, pues le gustaba ir variando de platos cada par de meses. Ambos salieron algo emocionados hacia el lugar en el que habían quedado en encontrarse, llegando Aomine el primero. Eso le fastidió un poco, pues no quería parecer ansioso ante la «cita» que tenía con el pelirrojo de nombre desconocido. Se sentó en una de las mesas del lugar y pidió un café y un sándwich de pavo. Cogió un periódico y se puso a leer, mientras esperaba. - Vaya, el uniforme te queda mejor de lo que imaginé. Alzó la vista y se encontró con el pelirrojo que le miraba sonriendo. Aomine casi se ahoga con el café que estaba tomando al ver al otro chico. Dijera lo que dijera, le conocía, estaba seguro de ello. - ¿Me puedo sentar? – dijo aún sin dejar de sonreír. Aomine solo asintió, sin decir nada – Lamento haber tardado, tuve lío en el restaurante. - ¿Ah? Si ya has almorzado, ¿para qué has venido? – Kagami sonrió, no podía negar que lo que dijo su hermano era, al menos en parte, cierto. - No he almorzado, tonto. Soy chef en un restaurante. Además, ¿tan desconsiderado me crees como para almorzar si ya he quedado para hacerlo contigo? – Aomine solo hizo un pequeño puchero que hizo sonreír aún más a Kagami - ¿Y bien? ¿Cuáles son todas esas dudas que querías que resolviera? - ¿De verdad que no nos hemos visto antes? – preguntó de nuevo, con la esperanza renovada. Quizá Kagami había recordado algo al verle, pero éste negó con la cabeza. - Lo siento... Ya te lo dije, si te hubiera conocido antes no habría dejado que te escaparas – en ese momento se acercó un chico a pedir su orden, así que tuvo que alejar su atención de Aomine por un segundo – Lo que no entiendo es que tengas tan claro que me conoces... Eso sí que me tiene intrigado... - Yo tampoco lo entiendo – Aomine se encogió de hombros – pero... es algo tan fuerte que no puedo ignorarlo. Desde que te vi en el Maji hace unas noches... No he podido dejar de pensar en... Kagami había apoyado un codo en la mesa y reposaba la barbilla y la mejilla en su mano, mirando al moreno con una gran sonrisa. Cuando Aomine se dio cuenta de lo que había dicho, trató de desdecirse, moviendo rápido las manos frente a su rostro. - ¡No, no, no, no! ¡No fue eso lo que quise decir! Es decir... sí es eso, pero... Es solo que... Que sé que te conozco y... Y que me digas que no me confunde mucho... Mi instinto me dice que sí y mi instinto no falla nunca... -Bueno... Tuvo que ser hace muchos años, entonces – dijo sin dejar de sonreír y apartándose un poco porque ya le había llegado su orden – Quizá puede que un día tengamos una revelación, ¿no? – la sonrisa no abandonaba su rostro. Se metió una patata en la boca y le miró con intensidad – Bien, ¿alguna cosa más que desees saber? Anoche parecías tener muchas dudas. - No realmente... Solo... Me gustaría saber tu nombre. No quiero tenerte agendado como «Santa» - Kagami rompió a reír con tanta, pero tanta fuerza que la gente del lugar les miraba entre incómodos y divertidos. - ¿En serio me tienes así agendado, Aomine? - ¿¡Qué querías que hiciera, idiota!? Yo no tengo ningún elfo que me ayude a saber nada de ti – gruñó haciendo uso de sus mismas expresiones. - Ah, ¿no? – en ese momento recordó algo - ¿Y qué me dices de Kuroko? – Aomine le miró sorprendido. - ¿Conoces a Tetsu? ¿De qué? – un pequeño gesto con la nariz demostró que no le hizo ninguna gracia que el moreno llamase así a su amigo. - Fuimos juntos un año al instituto, jugábamos al basket de vez en cuando, pero tuve que regresar a América y apenas le he podido ver desde entonces. Sé que se casó con una amiga del colegio y que tienen un niño, pero no les conozco, apenas he podido verme con él alguna que otra vez. Pero siempre nos llamamos y mantenemos el contacto. - En serio... ¿Eres amigo de Tetsu? - Te lo acabo de decir, ¿es que no me escuchas, baka? - Hiroshi... – Kagami le miró con curiosidad – El niño con el que fuimos a ver a Santa, mi sobrino... Él es el hijo de Tetsu – Ahora Kagami tenía la mandíbula casi en el suelo. - Me estás jodiendo... - Puedo jurarte que no, mira – sacó una foto de su cartera en la que estaban los cuatro, Momoi, Kuroko, el pequeño Hiroshi y él – Es de hace unos meses, por el cumpleaños del niño. - Voy a matar a Kuroko... - ¿Eh? ¿Por qué? - ¡Él me pidió que hiciera de Santa en el centro comercial! Podría, al menos, haberme dicho que su hijo iba a ir a verlo, tengo ganas de conocer a ese niño... - Eh, que es mi sobrino, yo le vi primero. - No te lo quiero quitar, tonto. Es solo que me gustan los niños. Y si es hijo de Kuroko... Pues aún tengo más curiosidad... Se quedaron en silencio unos segundos. Kagami seguía comiendo del plato como una ardilla y Aomine le miraba con renovada curiosidad. No le importaba una reverenda mierda lo que el pelirrojo dijera, ellos se conocían y él iba a terminar recordando. - Aún no me has dicho tu nombre – le dijo sin apartar sus ojos de él. Kagami sonrió. - Me llamo Kagami. Kagami... - Taiga. Los dos se quedaron mudos. Y nadie sabría decir cuál de los dos estaba más sorprendido, si el pelirrojo o el moreno. - ¡Ja! ¡Te dije que te conocía de algo! - ¡Kuroko te lo dijo! - Claro que no, ¿por qué iba Kuroko a decirme algo así? - ¿Quizá le hablaste de mí? – dijo con una sonrisa traviesa. - Claro que no, solo hablamos de Hiroshi. - ¿Entonces por qué me mandó un mensaje que decía que Santa-kun tenía a su elfo en el saco? - ¡Lo mato! Aunque deje huérfano a Hiro, te juro que yo lo mato. Kagami se debatía entre reír o reír muy fuerte. El pobre moreno estaba avergonzado y algo abrumado, así que no quería presionarle más, pero estaba siendo más lindo de lo que cualquiera hubiera imaginado antes. - Vamos, vamos, no ha sido para tanto. Tampoco es tan malo ir en el saco de Santa – Aomine le fulminó con la mirada – Ya, ya – dijo alzando las manos en señal de paz – Solo digo que, bueno... que no es malo querer encontrar la felicidad con alguien más. Kagami estaba sentado de espaldas a la puerta, por lo que no vio a los tres policías que entraron en el establecimiento para almorzar. Pero Aomine sí lo hizo y se sintió acorralado. Lo que decía Kagami era cierto. No era malo ser feliz, no era malo serlo con otra persona. Pero cuando todo el mundo piensa que eres un bastardo egocéntrico que no sabe lo que es sonreír, te construyes una sólida coraza que aísla tus auténticos sentimientos, sin dejar que nadie penetre en ellos. Pero ese pelirrojo lo había hecho en tan solo unos días. Él se había dado cuenta de eso. Pero no quería que, por nada del mundo el resto de personas se enterasen de eso y lo usaran en su contra. Aunque, si era sincero... lo que más miedo le daba de todo era que alguien le contara a Kagami cómo era él, realmente. Así que, entre que se vio descubierto por su amigo de toda la vida, que se dio cuenta de que ese pelirrojo hacía estragos en su personalidad y que se vio acorralado por sus compañeros de trabajo, el Aomine Daiki desagradable salió con toda su fuerza. Se levantó y arrojó un puñado de yenes en la mesa. - Yo no tengo tiempo para estas tonterías, Kagami. Lo siento, pero deberías buscarte a otro con el que andar jugando. Abandonó el lugar con su reputación intacta. Pero había dejado a Kagami con un dolor imposible de ignorar en el pecho. Desde luego lo que había dicho su hermano sobre Aomine Daiki no era mentira en absoluto.

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).