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te amo por tobio

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Notas del fanfic:

¿Y qué tenía que escribir aquí? 

Notas del capitulo:

estoy algo oxidada, ya hasta había olvidado cómo publicar aquí. lol.

 

 

—Tetsu-kun es un chico maravilloso —dice Momoi, mientras avanza dando pequeños saltitos, con Aomine a su lado—, ¿Puedes creer que estaba usando la bufanda que tejí para su cumpleaños? ¡Y eso que es verano! —habla enamorada, con las mejillas tan rosadas como su mismo cabello.

 

Pero Aomine no se toma mucha molestia en hablarle y solo tararea, (¿O gruñe?) a modo de respuesta, mirando fijamente al frente, con sus cejas juntas en un ceño fruncido y un aura aterradora.

 

—Entonces Tetsu-kun se acercó y me dijo que… —Momoi ladea la cabeza y mira con duda a su amigo—, ¿Dai-chan, estás escuchando? —pregunta curiosa, sin dejar de observarlo.

 

—Sí, sí, Tetsu es maravilloso y tú estás muy enamorada, lo cual resulta ser adorable a vista del mundo y asqueroso para mí. —Rueda los ojos y mete ambas manos en los bolsillos de su pantalón.

 

— ¿Por qué estás enojado?

 

—No estoy enojado, pensé que ya sabías que tú y Tetsu siendo novios me parecen asquerosos. —Se encoge de hombros con una expresión aburrida, pero Satsuki no le quita el ojo de encima.

 

— ¿Peleaste con Kagamin? —pregunta cautelosa, sonriendo con diversión al ver la mandíbula tensa de su amigo, y la expresión notablemente enfurecida en su rostro.

 

— ¿Por qué siempre relacionas mi mal humor a Kagami? ¿Acaso no me puede molestar otra cosa? No sé, existen miles de cosas que me hacen enojar. Tú eres una de ellas —explica enfurruñado, pero Momoi no podría tenerle miedo a ese enorme y tonto chico.

 

—Lo relaciono a Kagamin, porque cada vez que te peleas con él te la pasas gruñendo o murmurando insultos. Pero cuando te enojas conmigo o por cualquier otra tontería, simplemente explotas y te dan ganas de asesinarlos a todos —indica con una sonrisa suave, y Aomine suspira, rascando su nuca y pensando en mil y una formas de matar a Momoi.

 

—Sí, estoy enojado por culpa de ese idiota —reconoce con el ceño profundamente fruncido.

 

— ¿Y por qué pelearon? —pregunta con cuidado, abriendo la rejilla del jardín.

 

— ¿Puedes creer que lo invité a una cita y me dijo que no? —Habla incrédulo—. ¡Incluso se rio de mi cuando se lo pedí! —Exclama exagerado, mientras sigue a Momoi a su casa—. Me preguntó si estaba enfermo por querer una cita y tomó mi temperatura… ¿Acaso es muy raro que yo quiera salir en público con él?

 

—Si —responde como si nada, y se quita los zapatos—. En primer lugar, fuiste tú el que no quería que nadie supiera de su relación, y fingías que nada sucedía cuando jugaban baloncesto con los demás, pero te juntabas con él en lugares clandestinos. Entonces repentinamente decides tener una cita en público, durante el día y a vista de miles de personas. ¿No te parece sospechoso? —Alza una ceja en dirección a Aomine y éste se queda pensativo.

 

—Tal vez un poco… —Muerde su labio—, ¿Pero no debería sentirse feliz al menos? Digo, finalmente quiero salir en público con él.

 

— ¿Por qué no querías salir con él, en primer lugar? —pregunta curiosa, sirviendo una taza de té para Aomine.

 

—Tenía miedo. —Cierto, el pequeño Aomine de quince años no podía soportar que la gente lo mirara mal solo por amar a Kagami. Sabía que no tenía nada de malo estar con un chico, pero eso no quitaba el hecho de que lo juzgaran. ¿Y si en ese tiempo Kagami se sentía presionado y deseaba alejarse? Aomine solo quería protegerlo.  

 

—Bueno, tal vez él también está sintiendo miedo ahora. —Le dedica una expresión tranquila y Aomine suspira, bebiendo el té que acaban de servirle.

 

 

**

 

 

 

—Así que… ¿Te gustaría salir en una cita? —pregunta Aomine al teléfono, encerrado en el baño de su cuarto para que la chismosa de su madre no escuche.

 

—Hum… ¿Sería como amigos? —pregunta Kagami sentado a orillas de la cama, con una pequeña y boba sonrisa, de esas que siempre pone cuando habla por teléfono con Aomine o cuando recibe un mensaje de Aomine o con cualquier cosa relacionada a ese idiota.

 

—No, como novios —aclara—, Podremos tomarnos de la mano…, si es que tú quieres eso, claro. —Exhala un suspiro y se queda mirando el diseño de las baldosas, el cual extrañamente tiene forma de caballito de mar—, ¿Qué dices? —Una sonrisa juguetona aparece en sus labios, como si Kagami pudiera ver la expresión suplicante en su cara.

 

—Pues…, no sé, ¿Yo creo que sí? —El pelirrojo se pone de pie y camina fuera de su habitación—, ¿Estás seguro de que quieres ser visto conmigo, empalagosos, enamorados y todo eso? —enarca una ceja y abre la puerta corrediza del balcón.

 

—Si te lo estoy pidiendo es porque quiero hacerlo, ¿No? —Apoya su cabeza contra el muro—, Pasaré a buscarte temprano, mañana será un día largo.

 

— ¿Ya tienes todo planeado? —Habla con burla, recargando su brazo en el barandal y Aomine tararea una respuesta afirmativa—, Parece que ésta cita será importante, ¿Me vas a pedir matrimonio, muñeco de pastel?

 

—Ya quisieras idiota, todos sabemos que si me caso con alguien, será con la muñeca inflable que tiene la cara de Mai-chan —dice con una sonrisa burlona y Kagami rueda los ojos, aunque claro, Aomine no puede verlo.

 

—Cierto, cierto. Fue mi error. —Hace una pausa—, Entonces…, te estaré esperando, supongo.

 

—Supones bien. —Sonríe arrogante y luego suelta todo el aire de sus pulmones de forma abrupta—. Nos vemos mañana, tengo que colgar.

 

—Sí, adiós.

 

 

**

 

 

— ¿A dónde me vas a llevar, hombre misterioso? —Kagami acomoda una chaqueta sobre sus hombros, mientras mira a su novio con diversión.

 

Aomine está peinado. PEINADO. ¿Cuándo se había peinado antes? ¡Incluso se ha puesto colonia y un suéter que lo hace ver tan guapo! Kagami quiere llorar.

 

—Al lugar más cliché y barato para tener citas —explica tranquilo, viendo como Kagami corretea por alrededor de la casa, buscando llaves, teléfono y cartera—, Te pusiste ropa nueva —habla interesado, viendo los jeans relucientes de su novio.

 

—Tengo entendido que te debes ver bien en una cita con la persona que te gusta. —Se encoge de hombros y guarda todo en los bolsillos de su chaqueta—, Y tú te has puesto muy atractivo, ¿Acaso quieres impresionarme? —Apaga la luz de la sala y mira a Aomine con una sonrisa burlona.

 

—No hace falta nada de esto para impresionarte. —Se despega de la pared y camina hacia la salida—, Con solo ver mi forma de jugar baloncesto ya te tengo comiendo de la punta de mi pene —habla divertido y recibe un golpe en la cabeza de parte de su novio.

 

—Eres un idiota —regaña Kagami con una leve sonrisa. Se voltea para asegurar la puerta y luego mira a Aomine—, Vámonos.

 

Caminan silenciosos hasta las escaleras, y cuando van en el cuarto escalón, Kagami sujeta el dedo meñique de Aomine y carraspea para que su nerviosismo no sea notorio. A Daiki le parece bastante adorable la forma de actuar de Kagami, tan tímido e inseguro cuando se trata de éste tipo de cosas, pero jamás puede decírselo porque su pareja se pone a la defensiva, reclamando que un hombre no puede ser “lindo”.

 

Aomine sonríe ante el recuerdo de una discusión sobre, él llamando ternurita a Kagami, y Kagami siendo tan terco y gruñón como siempre, negando hasta por los codos que él no es tierno. Por eso Aomine toma su mano con fuerza, transmitiéndole algo de confianza y aceptación.

 

—Estos somos tú y yo, siendo novios en público —comenta el moreno, entrelazando sus dedos con los de su pareja, mientras salen del edificio.

 

El sol resplandece de la misma manera. Las nubes se mueven con la misma lentitud de siempre. Los arboles bailan al compás del viento y el mundo no se ha ido al diablo por ver que Aomine acaba de tomar la mano de su novio en público.

 

“Todo va bien hasta ahora”, piensa Aomine.

 

—Se siente un poco raro —dice Kagami, ganándose la completa atención de su pareja—. Creí que la gente me miraría con asco o algo así, pero una señora acaba de sonreírme y creo que me siento afortunado de ser tu novio. —Le dedica una sonrisa amable, de esas que te derriten el corazón y vuelven a armarlo, solo para derretirlo de nuevo y de nuevo y de nuevo.

 

Solo Kagami puede lograr eso, que Aomine se sienta débil y fuerte al mismo tiempo. Que le tiemblen las piernas, pero que también sujete su mano como si jamás quisiera soltarlo.

 

—Yo también me siento afortunado —murmura, acariciando el dorso de la mano ajena con el pulgar—, Pero no le digas a mi novio o creerá que realmente me gusta —acota con diversión y Kagami pone los ojos en blanco, para seguir caminando hacia la estación.

 

Afortunadamente, las diez de la mañana de un día sábado es el horario perfecto para usar el metro. Vacío y fresco, con asientos de sobra y poca gente que te empuje, maldiga o te manosee.

 

—Voy a tratar de adivinar el lugar cliché y barato al cual me quieres llevar —dice Kagami con una sonrisa, sentado junto a su novio, con sus manos rozándose suavemente.

 

—De acuerdo, veamos qué tan malo eres con las adivinanzas. —Sonríe de forma burlona y se acurruca junto a Kagami, de modo que su sien queda apoyada en el hombro ajeno.

 

—Me invitarás al Maji Burger —habla con seguridad, subiendo su mano para dar una ligera caricia al cabello azulado. Hay que admitir que el pelo de Aomine es como acariciar a un gato. A Kagami le gusta, pero pocas veces Daiki se deja mimar.

 

—Eso no se me había ocurrido —habla con sorpresa—. ¿Pero para qué te traería al centro, cuando hay un Maji Burger cerca de mi casa?

 

Kagami se queda pensativo un momento y luego frunce el ceño. Tiene algo de sentido lo que Aomine dice.

 

— ¿Me vas a invitar a un helado? —cuestiona con voz apacible.

 

—Si —admite—, Pero ese no es el lugar principal. Es algo incluso más cliché.

 

—Hum… —Rasca su cabeza, y luego se queda mirando el pequeño anuncio de seguridad—. Comprar ropa está descartado, porque sé que lo odias —comenta con voz seria y Aomine sonríe, asintiendo con la cabeza en señal de orgullo—. Y dudo que me hayas traído para comprar algún artículo doméstico, porque nuestro gusto en muebles es muy distinto y solo pelearíamos.

 

—Te voy a llevar al cine, maldito cerdo sin sentido del romance. —Le golpea ligeramente la nariz, y Kagami abre su boca formando una “o”—, Si, sí. Se nota que no has leído novelas románticas. —Se endereza con un gruñido, pero no se aleja demasiado de su novio.

 

— ¿Por qué lo haría? Soy un chico. —Arruga la nariz con una expresión desconcertada y Aomine rueda los ojos.

 

—Tú no has tenido que soportar a la pesada de Satsuki desde que naciste, así que callate. —Le enseña la lengua de forma infantil.

 

—Supongo que te compadezco. —Palmea el hombro de su novio y éste suspira.

 

—Ven, nos bajamos en la siguiente. —Aomine sujeta con fuerza la mano de Kagami, y ambos se quedan esperando a que el tren se detenga.

 

 

**

 

 

—He visto películas hermosas, pero ésta definitivamente superó mis expectativas —comenta Aomine, estirando sus brazos al aire mientras camina junto a Kagami, saliendo del cine.

 

—Sentí un coctel de emociones ahí dentro —dice con voz chillona, tratando de que no sea notable que estuvo llorando—, ¿Soné muy gay verdad? Rayos, ver películas contigo me pone sensible —reclama apenado, dándole un brusco empujón a su pareja.

 

—Siempre te pones sensible con las películas románticas —habla burlón y Kagami le da otro empujón.

 

Al final, ambos terminan dándose una paliza porque son terriblemente competitivos e idiotas, pero no importa porque así se quieren.

 

—Vamos por un helado —propone Aomine, acomodando el suéter correctamente a su cuello, mientras Kagami limpia la suciedad de sus jeans—, Yo invito —dice luego de unos momentos, y vuelve a enredar sus dedos con los de su novio.

 

— ¿De dónde sacaste dinero? —Lo mira interrogante—. Eres demasiado holgazán para tener un empleo y demasiado orgulloso para recibir órdenes de gente desconocida. —Entrecierra los ojos—, ¿Estuviste dando mamadas a cambio de dinero, verdad? Ver Ted no te hace bien. —Niega ligeramente con la cabeza y Aomine solo rueda los ojos.

 

—No te preocupes de donde saqué el dinero, sino de cómo vamos a gastarlo. —Le guiña un ojo de forma coqueta y caminan relajados hacia la tienda de helados.

 

Kagami pide uno de fresa, porque es su favorito y también porque a Aomine no le gusta. Mientras que Aomine pide el clásico de vainilla, ya que la idea de estar escogiendo entre más de diez sabores, le dieron ganas de perforarse un pulmón y decidió escoger el primero que vio.

 

— ¿Puedo hacerte una pregunta? —Aomine mira fijamente a su novio, ambos sentados frente al otro en el césped del parque más cercano que encontraron.

 

—Me estás haciendo una justo ahora —habla con una sonrisa, pasando su lengua por el suave helado—, Si, si, pregunta lo que quieras. —Hace una seña con la mano para que continúe, porque sabe que su novio suele enojarse muy rápido.

 

— ¿Cómo te sentiste cuando te pedí que no le dijeras a nadie sobre nuestra relación? —pregunta con una expresión culpable.

 

—Hum…, no sé, pero no me sentí triste si es lo que quieres saber —aclara de inmediato—, Creí que sería buena idea mantenerlo en secreto por un tiempo. Ya sabes, la gente siempre suele ser muy cruel para expresar lo que quiere decir, y realmente no me hubiera gustado que me gritaran “maricón” mientras estaba contigo.

 

— ¿Tú jamás sentiste que yo me avergonzaba de ti, verdad? —Se acerca torpemente hasta su novio y le sujeta la mano libre, mirándolo directamente a los ojos mientras come helado.

 

—Bueno, tal vez lo pensé una vez o dos, pero no lo tomé en serio. —Suspira abochornado y Aomine le da un ligero apretón.

 

—Tú sabes que no soy muy bueno con las palabras —murmura el moreno, y Kagami tararea en aprobación—, Yo…, yo ni siquiera sé por dónde comenzar, pero como habías dicho, preparé ésta cita para decirte algo importante —anuncia con algo de timidez.

 

—Ya se me hacía raro que insistieras tanto en que saliéramos a una cita como novios —habla con una ligera sonrisa—, ¿Qué pasó? ¿Embarazaste a alguien? —cuestiona a modo de broma y Aomine lo mira con miedo, creyendo que Kagami realmente cree lo que está preguntando.

 

— ¡No! ¿Cómo podría…? Quiero decir, yo jamás he hecho nada de eso con una chica. Las vaginas son extrañas, no, Dios, iugh, me hice una imagen de ello, gracias por la pesadilla que tendré hoy. —Lo mira con una mueca de total desagrado y Kagami ríe, ensuciando la punta de su nariz con helado.

 

— ¡Tuviste que haber visto tu cara! ¡Fue épica! —Ríe burlón y Aomine gruñe. De un impulso se acerca al rostro ajeno y lame la punta de la nariz de su novio, dejándolo perplejo y ruborizado.

 

— ¡Oh! ¡Tuviste que haber visto tu cara! —Repite con una sonrisa orgullosa—, ¡Fue épica! —Aomine come el último resto de cono que le queda y carraspea para continuar expresando sus sentimientos, pero no previene que Kagami le de un fuerte empujón y lo hace caer de espaldas—. ¡Bruto salvaje!

 

—Ríete de eso, tonto.

 

Aomine se queda de espaldas sobre el césped, con Kagami sentado a su costado, relajados, juntos y felices. ¿Podría ser que la vida les está sonriendo justo ahora? Porque Aomine se siente capaz de sobrellevar cualquier cosa mientras Kagami esté con él y le tome la mano, y le sonría como siempre hace cuando lo ve, y lo quiera como lleva haciéndolo por dos años de tortuosa relación secreta.

 

—Kagami, creo que estoy enamorado de ti —dice de repente y Kagami se detiene en seco. El helado cae sobre el regazo de Taiga y éste siente como si el mundo acabara de detenerse.

 

Ellos se quedan mirando por largos minutos, no saben cuántos exactamente, pero son realmente muchos. Kagami está ruborizado hasta la punta de sus orejas, con los ojos abiertos como si acabara de ver un fantasma y Aomine está en condiciones similares, con su corazón tan acelerado, galopando como un caballo de carreras.

 

—Hum…, si tú no sientes lo mismo…, puedes fingir que esto no pasó, ¿Sabes? —comenta el moreno—, Es solo que desde hace semanas me he estado armando de valor para decírtelo. Jamás había sentido por nadie, lo que siento cuando estoy contigo. Me siento fuerte, me siento capaz de lograr todas mis metas y me siento capaz de hacer realidad mis sueños, pero al mismo tiempo quiero ayudarte y apoyarte para que también hagas realidad los tuyos. Quiero estar contigo hasta que seamos ancianos, y nuestros cuerpos estén tan arrugados como las pasas y que hacer el amor sea toda una hazaña, quiero quedarme contigo y ver como duermes, sentir tu respiración tranquila y apreciar tu rostro angelical por el resto de mi vida. Quiero escuchar tu voz ronca cuando nos quedemos teniendo conversaciones sin sentido hasta las tres de la mañana, solo porque no podrás dormir ya que tendrás un importante partido al otro día. Quiero atesorarte, quiero cuidarte y que tú también me cuides a mí. Quiero que seas feliz conmigo a tu lado y que cada día de tu vida conmigo, sea el mejor de todos. Quiero que sientas todo el amor que tengo para entregarte y que quedarte conmigo, fue la mejor decisión que has tomado. Quiero contar todos los lunares que hay en tu cuerpo y memorizar cada cicatriz o peca. Quiero que vayas a mi casa para que conozcas a mis padres y a mi abuela, y que ellos se enamoren de ti porque eres una persona maravillosa. Quiero llevarte hasta el fin del mundo si eso me asegura que te quedarás conmigo. Quiero jugar baloncesto contigo por el resto de mis días y que todos vean lo feliz que me haces. Quiero llevarte alrededor del mundo y presumirte, que todos sepan que solo eres mío y que nadie tendrá el placer de verte asustado o triste, que nadie podrá verte vulnerable porque mataría a cualquiera que te hiciera daño. Quiero…, yo quiero… —Exhala un suspiro, con sus ojos llorosos mirando directamente al cielo—. Quiero que me ames también.

 

Y no es tan sorprendente el que Kagami esté llorando, porque a pesar de ser un gorila que mide un metro noventa, es un chico sensible. Bueno, no tan sensible, pero cualquiera sentiría su corazón hinchado si recibiera una confesión así. ¿Podemos culparlo?

 

—Yo también estoy enamorado de ti —susurra Taiga, limpiando sus lágrimas—. Lo he sentido desde hace mucho tiempo, incluso antes de que fuéramos novios. Desde el día en que jugamos baloncesto en la Winter Cup y mi equipo le ganó al tuyo, te has quedado impregnado en mi cabeza. Me fue tan molesto por un tiempo, porque tenía miedo de que eso me impidiera volver a enfrentarme contigo seriamente. Jugar contigo era como estar en el maldito paraíso y me conformaba con eso, con verte correr por la cancha, verte sonreír cada vez que yo te pedía la revancha o verte bufar cuando te pedía que jugáramos de nuevo, pero luego empezaste a actuar raro y repentinamente te abalanzaste y vomitaste todos tus sentimientos, justo como ahora. —Sorbe su nariz—, Y sentí que flotaba, ¿Puedes creerlo? El día que te confesaste yo creí que moriría de felicidad, porque tú siempre has sido la persona que más he querido. Y después de ese día no podía dejar de pensar en lo afortunado que era de tenerte a mi lado, y lo feliz que me hacías y lo mucho que yo te amaba. Y a pesar de que no teníamos mucho tiempo para estar juntos, siempre te escapabas para poder venir a verme y…, y yo realmente sentía que era importante en tu vida y…, y sentía que si te tenía a mi lado ya no necesitaba nada más. Aún siento eso, aún siento que puedo tocar el cielo si tú estás conmigo, que no necesito alas para poder volar, solo te necesito a ti. Y siento que se me va a salir el maldito corazón si no me dices algo, porque estoy prácticamente temblando y quiero abrazarte.

 

Aomine sorbe su nariz y estira sus brazos como si fuera una estrella de mar. Y no son necesaria las palabras en ese momento, porque Kagami se recuesta tranquilamente junto a él y se quedan así. Acostados mirando las nubes moverse con lentitud, mientras sus almas danzan al ritmo de los latidos de su corazón.

 

 

 

 

Notas finales:

TA-DA. regresé después de un largo tiempo. 

 

qUE ASCAAAAA.


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