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Aprendiendo a amar por aisaka-san

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Alrededor las casas y calles tenían un aspecto tan pacífico que bien podrían ser dignas de plasmarse en cualquier tipo de arte para ser apreciadas con el pasar del tiempo.

 

Anduvo contento a través de ese camino, su amigo detrás suyo le seguía los pasos a un ritmo poco menos animado al suyo. No se detuvo por él pues sus intenciones eran sacarlo de tan deplorable estado por medio de acciones más productivas, pues sabía que las palabras no eran suficientes para llegar al albino como Wakiya intento hacer todos estos días 

 

No sabía que tan bien iba a resultar su plan improvisado pero debía tratar, además de que si fallaba siempre podía recurrir a una nueva idea de respaldo.

 

Se detuvo frente al hospital del pueblo, un imponente edificio que no le envidiaba nada a las funciones e instalaciones de hospitales citadinos. Shu detrás suyo finalmente alzó la mirada un tanto confundido por haberlo llevado ahí.

 

—¿Acaso… visitamos a alguien? —preguntó sorprendido pues no sabía si la camaradería que compartía con el azabache era lo suficientemente estrecha para visitar a algún familiar enfermo, Daigo solo rió un poco adivinando sus pensamientos.

 

—Si… pero no de la manera que imaginas.

 

Sin decir más entró, Shu tuvo el impulso de marcharse de ahí lo más pronto posible pero desistió en cumplir sus deseos al notar la mirada de Daigo sobre el, un tanto intensa pero interesada en analizar todas sus acciones. Suspiro y finalmente se decidió a entrar.

 

Miró como Daigo hablaba con el recepcionista y este le indicaba una habitación al chico, después ambos fueron al lugar donde la puerta de la habitación estaba semi abierta. Únicamente el azabache dio un ligero toque en la puerta antes de abrirla por completo y entrar, Shu lo seguía más con la mirada que con sus propios pies.

 

—¡Rei! —exclamó el azabache contento cuando vio a una pequeña niña en la cama cuyo rostro estaba siendo lamido por un perro bastante contento, ella le regreso el gesto.

 

—¡Daigo! No sabía que vendrías —dijo con una sonrisa en el rostro mientras el can seguía lamiendo su mejilla, cuando el perro advirtió su presencia se lanzó hacia él muy contento. 

 

Daigo lo recibió de brazos abiertos mientras Shu solo admiraba la escena desde una distancia considerable, luego la pequeña niña lo miró curiosa por la presencia del desconocido sujeto.

 

—Por cierto ¿Dónde está Ryota? Me dijeron que estaría aquí contigo —preguntó el azabache a la pequeña, ella le contestó.

 

—Fue al baño, dijo que no tardaría —Nuevamente posó su mirada sobre Shu, intrigada por su presencia fue solo cuestión de tiempo para dirigirse de nuevo a Daigo—. ¿Quién es el?

 

El azabache dejó de brindar caricias sobre el estómago del perro, se irguió y miró al albino invitándolo silenciosamente a qué acercara. Entre pasos lentos e inseguros el albino aceptó su petición y se posicionó al lado del azabache.

 

—El es Shu Kurenai un nuevo amigo de la escuela, Shu te presento a Rei Takashi, una hermosa niña amante de los perros.

 

La pequeña se sonrojo por el nombramiento, más hizo una reverencia saludando al albino, esté un tanto descolocado se recompuso e hizo lo mismo.

 

Repentinamente la puerta volvió a abrirse dando paso a un joven adolescente de cabellos azabaches y mirada púrpura, llevaba en sus manos una correa,sonrió cuando vio a Daigo.

 

—Hermano no sabía que vendrías —pronunció con gratitud, luego lo miró a él sin preocuparse mucho por su presencia para finalmente posar la mirada sobre el can que ya había vuelto a llenar de mimos a la pequeña niña—. Ven aquí Oda.

 

El perro dejó a la pequeña al escuchar la orden de su amigo, se acercó a él y dejó que le pusiera la correa bajo la mirada de todos.

 

—Perdon por no avisarte —Se disculpó el azabache mayor, Ryota negó con la cabeza.

 

—No hay problema —dijo mientras se plasmaba una sonrisa despreocupada en su rostro, luego volteo a mirar a la pequeña—. Espero que hayas disfrutado de pasar el rato con Oda.

 

—¡Muchas gracias por venir a visitarme! —exclamó con gran felicidad la pequeña, los azabaches le sonrieron y Shu hizo una reverencia poco pronunciada antes de salir de la habitación, luego salieron del hospital y caminaron hacia quien sabe donde.

 

Shu solo seguía de cerca al par de hermanos que hablaban entre sí con un estado de ánimo bastante ameno mientras el perro olfateaba el suelo y de vez en cuando se distraía con algún bicho. El albino empezaba a cuestionarse si había sido buena idea acompañar a Daigo a donde quiera que fuese pues ya se estaba aburriendo un poco, no veía la necesidad de haber sido llamado.

 

En poco tiempo llegaron a un local de dos pisos que, gracias a la pizarra posicionada justo en la entrada, Shu supo que se trataba de un refugio de animales. Ryota soltó las palabras “no tardó” y se adentro con el can de pelaje oscuro en el local, dejando al azabache y al albino solos.

 

—Mi pequeño hermano es voluntario en este lugar —comentó Daigo mientras se acercaba más al albino—, A veces lleva a los perros a dar un paseo.

 

Shu no sabía muy bien que decir al respecto así que solo pregunto lo primero que se le vino a la mente.

 

—¿Y es normal que entre con ellos al hospital?

 

Daigo soltó una pequeña risa.

 

—En absoluto, el hospital tiene un acuerdo con este local para hacer estas visitas programadas. Solo es para que los niños en fase de recuperación puedan relajarse un poco.

 

—Así que esa niña no era de su familia —dijo el albino aclarando más en su mente la situación, Daigo inclinó la cabeza pensando un poco.

 

—Algo así, la verdad mi hermano disfruta formar lazos con los pacientes que visita y a mi me gusta apoyarlo, son amigos de la familia.

 

El silencio los rodeo varios instantes, ninguno tenía la necesidad de decir algo así que se quedaron así un rato. Shu empezó a preguntarse si era un buen momento para cuestionar a Daigo sobre las razones para que lo llevara hasta allí, aún seguía sin encontrarle sentido a su presencia en aquel lugar. Antes de siquiera decidirse en formular su pregunta el azabache menor salió del local solo, dejando en claro que el can Oda había regresado a casa.

 

—Perdon si me tarde —dijo con una sonrisa bastante animada, miró a Shu percatandose de que aún no se había presentado adecuadamente—. ¡Oh, lo siento! Mi nombre es Kurogami Ryota, soy hermano de Daigo.

 

—No te disculpes, Kurenai Shu —Se presentó el albino con brevedad haciendo una reverencia.

 

—Vaya, eres un poco serio ¿verdad? —exclamó el menor sorprendiendo tanto a Shu como a Daigo.

 

—Ryota —regaño suavemente el azabache más alto a su hermano, este sonrió tontamente.

 

—Perdón, a veces digo lo que pienso en voz alta.

 

Daigo puso los ojos en blanco mientras Shu no sabía cómo sentirse al respecto con el comentario tan descuidado del muchacho, por un lado supo que fue algo grosero al hablar así de una persona que recién acababa de conocer pero por otro también sabía que no había sido su intención, parecía bastante sincero con sus disculpas. Finalmente opto por no prestarle mucha atención y desvió la mirada desinteresado.

 

—Como sea, vamos a comer —dijo Daigo cambiando de tema, Ryota sintió con felicidad y Shu se alzó de hombros, caminaron un poco hasta llegar a un pequeño local.

 

Ahí se detuvieron y pidieron un poco de takoyaki de diferentes sazones, luego con dicho alimento en mano, caminaron hasta llegar a un pequeño parque con un quiosco como principal atractivo.

 

Ambos hermanos Kurogami se acercaron a ese lugar y Shu como había estado haciendo todo este tiempo se limitó a seguirlos, cuando miro que el quiosco resguardaba del ambiente una arena de batalla supo exactamente lo que sucedería a continuación. Los azabaches sacaron sus beys y lanzadores, se posicionaron e iniciaron una batalla donde Daigo resultó como vencedor.

 

Shu no estaba tan interesado así que solo fue a sentarse a la banca cercana, los siguientes minutos se dedicó a mirar los alrededores con uno y mil pensamientos, revolviéndose entre sí y regresando a su propio rumbo, todos y cada uno de ellos alrededor de sí mismo y de la persona que tanto extrañaba.

 

No había día en el que dejara de pensar en el, preguntarse qué estaría haciendo y si volverían a hablar de nuevo.

 

Soltó un suspiro tan alto que llamó la atención de los hermanos, el menor de ellos se acercó al albino.

 

—¿No quieres beybatallar? —preguntó con una sonrisa amigable al de ojos rojos sacándolo de su ensimismamiento.

 

—Aah, yo no soy blader —respondió con simpleza a lo que Ryota lo miró con confusión.

 

—¿Qué? ¿En serio?

 

Shu lo miró indiferente dándole a entender que no bromeaba, el menor de los Kurogami se hizo un sitio al lado del albino sentándose con una expresión de intriga en el rostro.

 

—¿Y porque no lo haces? Es muy divertido.

 

Término por sonreírle despreocupadamente, aquel gesto fue como un deja vú para Shu pues casi pudo jurar que esa escena ya la había visto antes pero en lugar de ser Ryota, la persona que lo acompañaba era la misma que ocupaba sus pensamientos 24/7.

 

Daigo notó como el albino había empezado a descolocarse y sonrió, su plan estaba dando frutos.

 

—¿Que tal si usas el mío? —preguntó Daigo extendiendo a Doomscizor al de ojos rojos que solo lo observó con sorpresa—. No me molesta así que puedes tomarlo.

 

El albino se encogió en su lugar y miró a otro lado.

 

—En verdad preferiría no hacerlo.

 

La afirmación tomó desprevenidos a ambos azabaches que no dijeron nada y se limitaron a mirarse mutuamente.

 

—Ya es algo tarde, creo que mejor hay que irnos a casa —comentó Daigo cuando miró el ocaso a punto de terminar su hermano asintió en respuesta, volteo a mirar al albino que no le ha le contestado nada—. ¿Por dónde vives Shu?

 

—A 10 minutos del instituto —contestó con la voz apagada.

 

—¿En qué dirección, derecho? —preguntó Ryota intrigado, al albino asintió—, ¡Nosotros también! Seguro vivimos cerca.

 

—Entonces ya vámonos, me toca preparar la cena.

 

Ante su pronunciamiento Ryota se levantó de su lugar al igual que Shu. En un silencio calmado los tres caminaron entre las calles tenuemente iluminadas, tomaron una ruta poco común para el albino pero en cuestión de pocos minutos reconoció su casa a lo lejos.

 

—Esta es mi casa —anuncio a los Kurogami cuando se hallaban a pocos metros de ella.

 

—Está bien —dijo Daigo con una sonrisa, antes de iniciar su caminata hasta la entrada de su hogar el albino se vio interrumpido de nuevo—. Ryota, ¿Podrías adelantarte un poco? Enseguida te alcanzo.

 

—De acuerdo —dijo el recién nombrado en respuesta, pronto se fue caminando siendo seguido con la mirada por ambos jóvenes.

 

Daigo sonrió y sin apartar la mirada de su hermano soltó un comentario.

 

—¿Sabes? Valt a veces me recuerda a mi hermano.

 

Shu sintió a su corazón saltar con el simple hecho de escuchar ese nombre después de tanto tiempo, no respondió nada.

 

—Haría lo que sea por el bien de mi pequeño hermano, es un chico fuerte y amable. Las personas que llegan a conocerlo son afortunadas y si alguien se atreviera a hacerle algún tipo de daño, yo seré el primero en enfrentarlo.

 

El albino únicamente se limitó a guardar silencio.

 

Daigo borró la sonrisa de su rostro y con una expresión seria sacada desde algún lugar remoto al infierno lo miró amenazante.

 

—Las personas no son algo con lo que juegas, cuando lo haces no solo las hieres, les faltas el respeto que se merecen.

 

Shu paso de parecer sumiso a confrontar con enojo al chico.

 

—¡¿Y crees que no lo sé?! ¿Que tan estupido te parezco que soy?

 

Daigo analizo a una rapidez alucinante la situación, no debía dejarse llevar así que nuevamente modulo el tono de su voz a uno más calmado.

 

—Se que lo sabes muy bien, y por eso me parece extraño que hayas dejado que Valt se fuera así nada más y no solo eso, sino que aún permanece herido creyendo que jugaste con el.

 

Shu lo miró incrédulo y no tardó en responder.

 

—Valt jamás me dijo que se iría de Japón además he intentado hablar con él pero no me responde.

 

—Siempre se halla la manera, si quieres hablar con Valt no recurras a él directamente, hay otros caminos para hacerlo. Te dije que daría lo que fuera por proteger a mi hermano, se que Valt piensa como yo y daría lo que fuera por sus hermanos. 

 

Shu comenzó a caminar de un lado a otro, escuchando sin más lo que Daigo decía.

 

—Pídele a Nika que hable con él y que le cuente todo sobre su noviazgo contigo, se que eventualmente Valt cederá y tendrá que comunicarse contigo, ahí podrás aclararle que él no te gustaba y que solo lo veías como un amigo. Valt es fuerte, va a comprender todo el malentendido y podrán regresar a ser amigos como antes.

 

Shu bajo la mirada mientras negaba, un bufido salió de sus labios y miró a Daigo con una expresión dolida.

 

—Es un buen plan… pero el único problema es que no hay noviazgo que explicar, estoy perdidamente enamorado de Valt.

 

Daigo parpadeo ligeramente, claramente confundido.

 

—Nika y yo no estamos juntos.

 


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