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Aprendiendo a amar por aisaka-san

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—Es un traje muy elegante y hermoso, ¿tú qué dices señor Purpuroso?

 

Pronunció cierto rubio adinerado mientras veía un distinguido traje negro colocado cuidadosamente dentro de una caja no menos ostentosa. 

 

Tomo cuidadosamente el saco y se lo coloco, las mangas le quedaban un poco grandes al igual que la parte de los hombros, se miró frente al espejo con una sonrisa amplia.

 

—¿Crees que le quede bien a tu padre?

 

De nuevo se dirigió al peluche de dragón, volteo a mirarlo sobre su cama, sus pequeños pero lindos y redondos ojitos negros brillaron como si le diera su completa aprobacion.

 

—¿Pero qué cosas digo? Claro que le quedara perfecto.

 

Después de quitarse el saco y volver a guardarlo cuidadosamente en la caja escuchó que tocaban su puerta, después de decir un simple “adelante” la puerta se abrió.

 

—Joven Murasaki, tiene visitas —anunció el mayordomo, Wakiya pareció confundido con sus palabras.

 

—¿De quién se trata?

 

—El joven Karlisle.

 

Se quedó unos momentos en blanco, no había visto a Silas desde aquel día cuando lo amenazó con decirle todo su plan a Rantaro en plena calle y bueno, al final terminó por golpear por accidente a Audaz. Si quería verlo no podían ser buenas noticias, pero también sabía que si le negaba la entrada a su hogar no dejaría de fastidiarlo.

 

—¿Joven Murasaki? —La voz de su mayordomo lo sacó del ensimismamiento, este se dio cuenta que no lo había escuchado así que volvió a repetir—. Le preguntaba si desea que lo haga pasar.

 

—Eeem yo… —dubitativo por su decisión, apenas fue capaz de comunicarla—. Dejalo entrar.

 

Con un asentimiento el mayordomo se marchó un momento para acatar la petición del rubio, Wakiya por su lado suspiró, movió la caja que contenía el elegante traje de su cama y la guardó debajo. En cuestión de segundos la puerta de su alcoba volvió a ser tocada, el mayordomo entró con Silas detrás suyo.

 

—Amo Murasaki, el joven Silas —anunció el hombre, Wakiya asintió.

 

—Gracias, puedes dejarnos solos.

 

El hombre hizo una reverencia y se fue dejando a ambos adolescentes a solas, el chico de cabellera verde entró a la habitación y cerró la puerta tras de si, analizo el sitio con cierta curiosidad.

 

—Vaya, asi que esta es la habitación de un niño rico —dijo Silas burlonamente, el rubio ignoró su comentario por completo.

 

—¿Qué es lo que quieres esta vez?, creí que ya te habías ido de regreso a España —comentó Wakiya con molestia mientras se hacía el distraído en el celular.

 

—De hecho estoy aquí por eso mismo —El rubio levantó el rostro y por primera vez las miradas de los dos se encontraron, Silas sonrió ampliamente—. Mañana sale mi vuelo.

 

Un tanto perplejo, Murasaki dejó de lado el aparato y parpadeo repetidamente, rápidamente se recompuso.

 

—Entonces… supongo que hoy le dirás todo a Rantaro.

 

Silas soltó una risa tan sincera que confundió a Wakiya momentáneamente.

 

—En absoluto, solo vine a desearte buena suerte.

 

—No lo entiendo, ¿ahora a qué te refieres?

 

El de cabello verde negó con la cabeza mientras su suave sonrisa no desaparecía de su rostro; se recargo en una pared con esa pose ególatra de siempre.

 

—Para ser honesto no creo que mi presencia sea necesaria por más tiempo, después de verte a ti y Rantaro el otro día me di cuenta que todo saldría muy bien entre los dos.

 

—¿El otro día? —preguntó el rubio confundido, a su mente llegaron los recuerdos de la otra tarde donde se beso con Rantaro, los colores se le subieron a la cabeza—. ¿T-Tú.. nos viste? ¿có-cómo? Imposible…

 

Silas levantó una ceja extrañado por la reacción de Murasaki.

 

—Pues si, todavia tengo el video —sacó su celular del bolsillo y presiono la pantalla—. Mira.

 

En el aparato empezó a reproducirse un video donde Rantaro estaba tirado en el suelo y Wakiya sostenía su cabeza en su regazo con una expresión angustiada.

 

El rubio, después de un rato de estar viendo el video, se dio cuenta que Silas se refería a aquel día cuando lo amenazó de hablar con Rantaro y él, por accidente, terminó por golpearlo en el rostro.

 

“¡Me salvé!”, pensó llenándose de alivio el corazón. Sacudió la cabeza de lado a lado para centrarse en la conversación con su antiguo subordinado.

 

—¿Ya pasó algo entre ustedes, verdad? —preguntó Silas repentinamente con una expresión pícara, Wakiya sintió a su corazón saltar del susto como una pulga.

 

—¿Qué dices? —La pregunta tomó desprevenido a Murasaki, por lo que fingirse desentendido al respecto le salió tan mal que ni él mismo creyó en sus palabras.

 

—¡Lo sabía!

 

La vergüenza que Wakiya sentía era enorme, desvió la mirada a otro lado sin saber muy bien qué hacer.

 

—Descuida, se que todo saldrá bien así que ya no te tengo que amenazar. —Recompuso su postura y empezó a andar para salir de la habitación—. Como sea, ya tengo que irme.

 

—Voy a terminar con Ranjiro

 

Silas se detuvo al escuchar esas palabras, volteo un poco para ver a un Wakiya bastante decidido y seguro con sus palabras. Soltó una risa ligera.

 

—Ya te estabas tardando.

 

Y siguió su camino saliendo de la habitación del rubio, este por su lado se dejó caer en su cama sintiéndose liviano como pocas veces. Miró a su lindo peluche de dragón y lo abrazó, sonriendo plenamente.

 

—Si, ya es hora.



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Cierto albino de ojos rojos caminaba amenamente entre las calles, miraba ocasionalmente las casas y comercios locales alrededor. Antes de llegar a su destino optó por tomar otro camino diferente como últimamente hacía, cada día descubria nuevos lugares hermosos así como otros bastante comunes, no importaba mucho los detalles solo quería ver algo distinto.

 

La escuela había terminado hace pocas horas, se quedó un rato a convivir con el club pero su bey todavía no estaba actualizado, por lo que sin tener algo con que entrenar se tuvo que ir un poco más temprano.

 

De cualquier modo aprovecharía ese tiempo, reviso en su teléfono el mapa para verificar que tanto faltaba para llegar a la clínica. Notó como sus manos sudaban un poco, estaba algo nervioso pues nunca antes había ido con un psicólogo.

 

No le faltaba mucho para llegar, solo unas cuantas calles más adelante y llegaría sin problemas, solo se detuvo un momento en una tienda cercana para comprar una paleta de yogurt.

 

Una vibración proveniente de su teléfono llamó su atención, sacó nuevamente el aparato de sus bolsillos, miró que recién le llegó un mensaje de un número desconocido, sin pensarlo mucho decidió abrirlo.

 

“Hola, soy yo Valt!”

 

Apenas leer esa primera línea su ritmo cardíaco se aceleró, continuó leyendo fingiendo sentirse calmado.

 

“Tuve un pequeño accidente con mi teléfono anterior, por eso no conteste llamadas ni mensajes :c Este es mi nuevo número, espero lo guardes! 

 

Te llamaré cuando pueda, he estado ocupado”

 

Sin más el mensaje llegó a su fin, Shu no sabía si sentirse feliz o decepcionado por el mensaje de Valt, ya desde hace un tiempo sabía que Valt había cambiado de teléfono y que se comunicaba de a poco con cada uno de sus amigos, sin embargo él era el último en recibir algún mensaje del chico. Obviamente estaba contento porque considero en hablarle después de todo lo que paso pero aun así, ese mensaje lo sentía tan ajeno al Valt que conoció, del que se enamoró.

 

Fue considerado pero algo frío, como si solo se lo hubiera enviado por una simple obligación.

 

“Justo lo que odio de las amistades”, pensó el albino sintiendo su corazón llenarse de tristeza, no esperaba que precisamente Valt sería el que lo haría sentir así de decepcionado.

 

Cuando una sensación fría se escurrio por su mano salió de sus pensamientos, miró su paleta de yogurt que se derretía de a poco.

 

“¡No! No es momento de deprimirse”, pensó dándose ánimos, terminó su paleta y aceleró el paso hacia la clínica.



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Wakiya miraba a las personas marcharse de la escuela, desde el techo parecían hormigas.

 

“Nunca me di cuenta que la azotea quedaba tan alto”, pensó alejándose lentamente de la orilla que, aunque cercada, le asustaba un poco.

 

Se acercó a sus cosas, la mochila que llevaba de uso diario no era lo suficientemente grande para la caja del traje por lo que tuvo que llevar una bolsa aparte.

 

La puerta se abrió, a través de ella entró Rantaro campante y fresco como siempre.

 

—Ah Ricitos, sigues aquí —dijo el rubio más alto pues ya todos los demás se habían marchado, él fue al baño y regresó por sus cosas así que no esperó encontrarse con nadie.

 

—Aaam si, yo…

 

Ante el titubear del de ojos azules, Rantaro se acercó un poco por la espalda. Wakiya notó sus movimientos y se puso rápidamente de pie, escondiendo detrás la bolsa.

 

—Bueno —dijo con cierta intriga en la voz—, ¿estás bien? Pareces distraído.

 

Sin decir nada, Murasaki extendió la bolsa a Rantaro, este un tanto confundido no reaccionó.

 

—To-Tomala —pidió el de ojos azules avergonzado, Rantaro con lentitud acercó su mano y tomó la bolsa que aunque no lo parecía, pesaba un poco.

 

Curioso por el contenido la abrio encontrandose una caja larga de un elegante porte color negro que posteriormente coloco en el suelo, miro a Wakiya una ultima vez, este le incentivo a continuar.

 

Destapó la caja con cuidado, en el interior se halló con un saco elegante que hacia juego con un pantalon de la misma clase, ambos de un color negro poco vivido pero que a la vez, resaltaba.

 

—Vaya, Wakiya esto es… —miró al nombrado quien sonreía levemente.

 

—Bueno, tú querías un traje ¿no?

 

—Si pero fue solo una broma, no tenías que comprarme uno.

 

—Y no lo hice —dijo el de ojos azules confundiendo un poco a Kiyama, se acercó y tomó el saco, le mostró la etiqueta revelando un grabado—. Era de mi padre, ya no le queda y me lo regaló hace tiempo. Pasarán unos años para que me quede bien así que prefiero dártelo.

 

Rantaro miro al más bajo, perplejo por su declaración y sinceridad.

 

—Yo… no sé qué decir.

 

—Entonces no digas nada —El de ojos azules extendió el saco, tocando con él levemente al otro—. Pruebatelo, no lo pienses tanto.

 

Kiyama aunque algo dubitativo optó por hacerle caso, Wakiya sostuvo la prenda mientras Rantaro se quitaba la chaqueta mal colocada que siempre llevaba sobre los hombros. Luego lo ayudó a ponerse el saco, primero metió una mano con cuidado, Murasaki lo rodeó para que pudiera colocarse la otra manga sin problemas.

 

Rantaro terminó por arreglar la prenda sobre el mismo, se miró lo mejor que pudo y luego a Wakiya. El saco se le ajustaba perfectamente al cuerpo, ni hombros ni mangas se extendían más allá de donde deberían, era poco común para el usar ese tipo de ropa pero no estaba del todo mal.

 

—Se te ve bien —comentó Murasaki contento por ese hecho, Rantaro le sonrio picaro.

 

—¿En serio? ¿Me veo guapo?

 

Por un pequeño lapso quedaron en silencio que fue interrumpido cuando ambos rieron, divertidos en cierta manera por todo y nada.

 

Wakiya sintió un jalón en la mano, sin poder protestar al respecto se vio envuelto por los brazos del de ojos marrón. Antes de protestar o preguntar al respecto, Kiyama habló.

 

—Gracias Ricitos, me gusta mucho.

 

Sintió la mano de Kiyama recorrerle el rostro, alzó la cara confundido por sus acciones encontrándose únicamente con la expresión pacífica y calmada de Rantaro.

 

Embelesado por la imagen de su amado se dejó llevar, el más alto colocó lentamente sus labios contra los de Wakiya iniciando un beso suave, Murasaki por su lado cerró los ojos y posó sus manos en la ancha espalda de Rantaro.

 

En las mentes de ambos no había cabida alguna para pensar en algo más que disfrutar ese contacto, el golpeteo de sus corazones y los escalofríos que los recorrían solo lo hacía más placentero.

 

A diferencia de la vez pasada, se detuvieron en el primer beso, Wakiya parpadeo rápidamente y detuvo el nacimiento del siguiente beso.

 

—T-Tengo que irme.

 

Sin más tomó su mochila y salió, rojo hasta las orejas por lo que recién aconteció pues se sentía raro, era como si Rantaro le estuviera pagando el traje con un beso.

 

Por su lado el mayor de los hermanos Kiyama se quedó ahí de pie, mirando la dirección a la que Wakiya se marchó. Se llevó una mano a los labios, tocandolos como si pudiera sentir aún sobre ellos los de Wakiya. 

 

Sintió un revoltijo en el estómago parecido al preludio del vómito combinado con el golpeteo de mariposas que ya conocía.

 

“¿Qué estoy haciendo?”, pensó claramente confundido.

 

Un mensaje llegó a su teléfono, miro de quien era congelándose al leerlo.

 

De: Kaoru: Quiero la “prueba de amor”.

 

 


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