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En el momento y el lugar adecuados por Marbius

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El proceso de parto iba más avanzado de lo que Lily había calculado para sí a pesar de ser primeriza, así que para cuando Sirius y Remus se les unieron al resto en la sala de espera descubrieron que James ya no estaba entre los presentes.

—Jamie entró como padre a la sala de partos —dijo Euphemia para actualizar a los recién llegados—. Si todo sale bien, calculan que el bebé esté aquí antes de dos horas.

—Oh, wow —se maravilló Sirius, quien tenía para sí el honorable título de padrino de ese bebé que ya venía en camino, y los nervios y emoción del momento lo hacían sentirse inquieto.

—Lily necesitará ropa para ella y para el bebé —dijo Marlene, que todavía con su vestido de dama de honor a pesar del peinado deshecho y el maquillaje corrido por la lluvia, daba muestras de su personalidad generosa—. Mary y yo iremos a su casa por una muda y su pañalera, y volveremos en un santiamén.

—No olviden cambiarse ustedes también —dijo Fleamont—. El bebé todavía tardará un par de horas más y no hay prisa.

Porque ambos padres de James estaban también calados hasta el hueso por el agua de la lluvia, Mary y Marlene se comprometieron a pasar por su casa por ropa también para ellos, y Sirius se vio tentado de pedir para sí mismo y para Remus también, los dos todavía en sus mejores trajes pero chorreando agua como ratas recién salidas de la coladera, pero entonces tendrían que hacer un viaje larguísima en cuatro diferentes direcciones.

—Podemos comprar algo de ropa para ustedes —se ofreció Mary para Sirius y Remus, pero éste último denegó con la cabeza.

—No será necesario. De hecho yo vivo bastante cerca de aquí, y podría prestarle a Sirius un cambio. Creo incluso que calzamos del mismo número. ¿Ocho y medio, correcto?

Sirius parpadeó sorprendido. —De hecho es ocho a secas, pero sí, me vendrían bien sin problemas.

—Hecho entonces. Estaremos de vuelta antes de que ese bebé nazca —dijo Marlene, sin imaginarse siquiera que por razones fuera de su control no sería así.

Mary y Marlene tenían menos de diez minutos de haberse marchado cuando salió James de urgencias para anunciar que el momento había llegado y que estaban moviendo a Lily a la sala de partos.

—Cuando vuelva, será para llevarlos a los cuneros a conocer al bebé —dijo James con un beso a cada uno de sus padres y abrazos a Sirius y Remus antes de volver a irse.

—Todo es tan rápido —dijo Euphemia con una sonrisa.

—Lily siempre fue así, un poco impaciente e indispuesta a alargar las cosas innecesariamente —rememoró Remus las costumbres de su amiga.

Porque la espera se alargaba y las ropas mojadas les estaban sentando fatal, Sirius se ofreció a traer café de una máquina expendedora que había visto en recepción, y Remus propuso acompañarle para cargar los cuatro vasos entre ellos dos.

—Gracias por ayudarme con esto —dijo Sirius una vez que estuvieron frente a la máquina y con paciencia comenzaron a hacer los pedidos uno a uno—. Especialmente después de que yo, uhm...

—Oye, no le des tantas vueltas —dijo Remus con afabilidad—. Sólo quería jugarte una broma, no hacerte sentir mal por ello.

—Pero yo-...

—No te preocupes —insistió Remus, tranquilizándolo a pesar de todo—. Cualquier malentendido que pudiera surgir, está perdonado de mi parte. Y yo también debería disculparme por haberte engañado. No fue una buena broma como creí en un inicio...

—No, sí lo fue. Es sólo que...

Con la mente en blanco porque no encontraba cómo explicarle a Remus que Lily no había estado tan desencaminada con su idea de presentarlos porque al menos de su parte quería amistad si no es que algo más, Sirius optó por una respuesta parcial.

—Había sido un encuentro perfecto con John. Lamento haberlo arruinado. Nunca debí haber hablado mal de ti con, vaya... Pues contigo mismo. No hay excusa válida para ello y lo siento.

—Hey —dijo Remus, que le quitó los dos cafés que Sirius llevaba en las manos para que esté preparara los siguientes dos—. Tan terrible no fue, ¿o sí? Porque incluso te di mi número de teléfono.

—¿No fue para después burlarte de mí?

—No, en verdad quería que lo tuvieras.

Sirius se atrevió a esbozar una sonrisa. —Supongo que ya no querrás más pormenores de la boda ahora que tienes asientos de primera fila para el mejor drama jamás visto en un evento de este tipo.

Remus compartió con Sirius una risa por demás inapropiada para el hospital, y tras censurarse mutuamente por su comportamiento inapropiado para el sitio en el que se encontraban, consiguieron volver a recuperar la calma.

—Ese ha sido el mejor cierre para una velada de este tipo.

A punto estaba de responder Sirius cuando de pronto en el pasillo apareció una enfermera en búsqueda del señor Sirius Black. Al instante reaccionó éste preguntando de qué se trataba, y la mujer le informó que su presencia era requerida de inmediato en cuneros.

—¡Ya está aquí! —Expresó Sirius su alegría, dejando el cuarto café faltante en el interior de la máquina que los preparaba y regresando sus pasos hasta la sala de espera con Remus pisándole los talones para alcanzarlo.

Por él esperaba James en las puertas que conducían a las áreas internas del hospital, y Sirius sólo tuvo cabeza para abrazar con todas sus fuerzas a su mejor amigo y felicitarlo.

—¡Es un niño! —Reveló James la noticia del sexo de su bebé—. Y espera a que escuches el nombre que tenemos planeado para él.

—Mientras no sea el tercer Fleamont de la familia, sin ofensa, Monty, pero el crío no necesita peleas constantes a la hora del recreo —dijo Sirius, dirigiéndose al padre de James, que sonrió por su ocurrencia.

Entregando el único café que traía consigo a Euphemia, Sirius subió con James a los cuneros, y reconoció sin dificultad alguna a su futuro ahijado entre el resto de bebés que ahí se encontraban. Mientras que los otros recién nacidos apenas tenían un poco de pelusa en las cabezas, el bebé de James y Lily ya ostentaba una abundante melena de cabello negro que delató su pertenencia al clan Potter.

—El pequeño Harry —dijo James con el pecho henchido de orgullo—. Harry James Potter.

—Me gusta —afirmó Sirius con los ojos ligeramente húmedos de emoción, aunque antes muerto que admitirlo—. ¿Cómo está Lily?

—Cansada, y deseosa de que la den de alta, pero la doctora que atiende su caso dijo que deben permanecer ella y Harry en observación hasta mañana.

—Harry... —Repitió Sirius el nombre con deleite para su lengua.

Ya que ni James ni Lily habían querido saber el sexo del bebé de antemano, habían dejado a la familia y amigos en ascuas tanto en eso como en el nombre. Lily había hecho una corta lista con sus nombres favoritos, pero Sirius no recordaba haber leído Harry en ninguno de los renglones, y sin embargo se encontró descubriendo que era su favorito.

—Oh, mira esto —dijo James de pronto, sacando su móvil y mostrándole a Sirius un video corto de la fiesta que había seguido sin los personajes principales.

Peter había sido quien se comprometiera a atender a los invitados y asegurarse de que incluso sin los novios, los padres del novio, el padrino oficial, el honorario y las damas, la fiesta continuara sin ningún tipo de contratiempo. Al parecer James le había notificado del nacimiento del bebé a Peter, porque en el video aparecía éste pidiendo un minuto de su atención y dando a conocer que Harry James era el nuevo miembro de la familia Potter, y los invitados reaccionaban con gritos y algarabía por la feliz noticia.

—Mamá estaba un poco preocupada porque el parto se adelantó casi dos semanas —dijo James tras guardarse el teléfono—, pero con los primerizos uno nunca sabe. Y Harry nació con un peso y talla normal, así que no importa. Ha nacido sano, y es lo único que importa para nosotros.

—Me alegro tanto por ustedes —dijo Sirius desde el fondo de su corazón, y él y James compartieron un segundo abrazo, los dos limpiándose los ojos en el hombro del otro para ocultar que a pesar de su edad y la imposición social de que los hombres debían ser estoicos, ambos lloraban sobrecogidos por el momento.

Al conseguir recomponerse, James sugirió pasar a saludar a Lily, y al entrar en su habitación descubrieron que ella ya tenía un invitado ahí: Remus.

Y a juzgar por las expresiones divertidas que ambos tenían y que sólo se intensificaron cuando Sirius entró a la habitación, con toda certeza seguro hablaban de él.

—¿Buen viaje en el tren hoy, Padfoot? —Preguntó Lily con exagerada alegría para haber dado a luz apenas una hora atrás.

«Oh, claro que hablaron de mí», pensó éste con apuro. —Sí, excelente clima y... —Sirius le dedicó una mirada a Remus, que le sostuvo la vista sin amedrentarse—. Excelente compañía.

La sonrisa en labios de Lily se volvió un tanto enigmática, y con ligereza sugirió descansar el resto del día y reunirse al día siguiente para el almuerzo tardío que tenían programado.

—Lily está convencida de que tendrá una dada de alta temprana y no quiere ni oír hablar de desperdiciar el almuerzo de mañana.

Ya que la boda estaba planeada con una post-celebración todavía más íntima en casa de los padres de James y que en todo caso ni él ni Lily tendrían que hacer algo más que presentarse ahí y ser el centro de atención (ahora con Harry), aquella idea seguía en pie y sin cambios.

—Vale, entonces nos veremos ahí.

Tras despedirse de sus mejores amigos, y luego hacer lo mismo con Euphemia y Fleamont que también volvían a su casa para cambiarse de ropas y prepararse para el día siguiente, Sirius y James tuvieron un momento incómodo cuando frente a la parada de taxis se debatieron en cómo proseguir a partir de ese punto.

—Así que... —Decidido a jugar mejor sus cartas, fue Sirius quien se lanzó por todo. Total, lo peor que podía ocurrir era un rechazo y morir de humillación la próxima vez que se vieran a la cara en un evento público, pero tenía la impresión de que no iba a ser el caso, y quien no arriesgaba todo, tampoco ganaba el premio gordo—. ¿Mencionaste antes que podía pasar a tu piso por una muda de ropa?

A su lado, Remus le dio un codazo juguetón en el costado. —Sí, y también un par de zapatos. Sólo espero no te importen los suéteres de cachemira repletos de pelo de gato.

Sirius consiguió disimular su risa con una tos. —No, en realidad no.

Y pactando así su estancia en el piso de Remus, abordaron el mismo taxi.

 

El piso de Remus estaba a una distancia tan corta que él y Sirius habrían podido llegar caminando de no ser por la lluvia. En cambio el trayecto de taxi duró apenas unos minutos, y Sirius insistió en ser él quien pagara bajo la insistencia de que Remus estaba por prestarle ropa.

—Como prefieras —dijo Remus encogiéndose de hombros—, pero tendrás que aceptar al menos un té como compensación.

Sirius sonrió. —Encantado.

Pegándose al alero que protegía de la lluvia a la puerta de entrada, Remus guió a Sirius dentro del edificio de departamentos donde él rentaba el tercer piso.

—Intenta no hacer ruido —le pidió en voz baja mientras subían las escaleras—. Mi casera no tiene ningún inconveniente si traigo visitas a mi piso, pero insiste siempre en saber cuáles sin mis negocios con ellos. Desde que le dije a qué me dedicaba, uhm, se va vuelto de lo más curiosa... El morbo es poderoso.

—No podría juzgarla —respondió Sirius, puesto que no todos los días se topaba uno con un fotógrafo erótico y dejaba pasar la oportunidad de indagar a profundidad en el tema.

La subida hasta el piso de Remus los dejó cortos de aliento, y Sirius se admiró de encontrar una distribución diferente ahí arriba. En los otros pisos la vista era de un pasillo con varias puertas, pero ahí en cambio sólo había una y nada más.

—Renté aquí por la conveniencia del lugar —explicó Remus al abrir la puerta y revelar una gran estancia con toda clase de aditamentos de fotografía que alguna vez Sirius hubiera reconocido como tal—. Lamento desilusionarte con el asunto de los gatos, pero mi casera es permisiva con mi negocio, no con las mascotas.

En una esquina estaba la maleta que éste había visto a John cargar con dificultad en el tren, y costaba creer que hacía menos de doce horas de eso...

Además del enorme espacio que media al menos 8x8 y daba la impresión de limitarse a ser un estudio, había otras cuatro puertas además de la principal de entrada.

—Erm, la cocina —señaló Remus la primera de las puertas—, luego el baño. De aquel lado es mi recámara, y allá está un pequeño cuarto de almacenamiento, casi un clóset, pero lo convertí en mi sala de revelado. Es poco, pero es lo mejor que pude conseguir luego de mudarme a Londres, y funciona.

—Los precios en Londres pueden ser exorbitantes —confirmó Sirius con él, pues por su cuenta sabía lo difícil que era conseguir vivienda y además pagar por un sitio cuando se era empleado autónomo, pero al igual que Remus había sabido encontrar su espacio y hacer que funcionara.

Avanzando con Remus una vez que éste le dio cabida en su estudio-hogar y cerró la puerta tras de ellos, Sirius si dirigió al sitio protagónico frente a las cámaras y preguntó:

—¿Es aquí donde ocurre la magia?

—Si te gusta llamarlo así —respondió Remus con una sonrisa ladina—. Pero sí, es aquí donde trabajo.

—Es un sitio... acogedor —dijo Sirius, paseando la vista por los sillones que componían el mobiliario y varias alfombras enrolladas contra la pared que con toda seguridad servían para crear la atmósfera adecuada para una sesión de ese tipo—. ¿Cuáles son tus precios?

Remus se lamió el labio inferior. —¿Qué, interesado en una sesión privada? Porque podría hacerte un descuento de... amigo de un amigo.

—Ough, ¿no somos amigos? Porque después del día que hemos tenido... Y no, no me atrevería a pedirte un descuento. Negocios son negocios y...

—¿Placer es placer? —Completó Remus la frase y tanto sus ojos como los de Sirius centellearon de interés—. Oh, lo siento.

—No hay de qué.

Remus pareció tener un segundo de indecisión, pero antes de que Sirius sugiriera seguir por esa línea, le ofreció una muda de ropa y una taza de té para paliar con los estragos de la lluvia y el día tan largo y agotador que habían vivido.

—Puedes cambiarte aquí —ofreció Remus su habitación—, o si prefieres una ducha...

Sirius estuvo tentado de aceptar sin más las prendas que Remus le ofreció, pero tenía tan helados los pies que en su lugar accedió a una rápida ducha, y gratamente descubrió que había sido su mejor opción cuando parado bajo el chorro caliente de la regadera se tomó un instante para olfatear la barra de jabón que Remus tenía ahí y que olía deliciosamente como él.

A mitad de su baño, Remus tocó a la puerta para anunciar que entraba con una toalla caliente por efecto del radiador, y Sirius le estuvo más que agradecido cuando al envolverse con ella la calidez contribuyó a mejorar su estado anímico.

Con un pantalón deportivo y una camiseta que al frente tenía el logotipo de una universidad de Gales (con toda certeza, en la que Remus había trabajado hasta ese verano), Sirius salió descalzo y secándose el pelo en dirección a la única puerta abierta y que resultó ser la cocina.

Ahí dentro Remus ya traía otras prendas, y servía dos tazas de té en absoluta concentración.

—La presión de tu regadera es increíble —dijo Sirius, y Remus se giró a recibirlo con una de las tazas.

—Me alegro que así fuera. En mi piso anterior la caldera era un armatoste viejo y quisquilloso que funcionaba en horas nones, así que insistí por agua caliente cuando me mudé aquí. Era mi único requisito además del espacio y de la renta, y debo decir que hice la mejor elección.

—Una excelente inversión —elogió Sirius, que tras los acontecimientos del día, las sorpresas, las idas y venidas, por no mencionar la lluvia y la agradable ducha por la que acababa de pasar, sentía los ojos pesados.

—Luces cansado.

—Sólo un pooo-... —Sirius bostezó—. Ok, más un poco, pero no es nada.

—¿No preferirías dormir una siesta? —Sirius estuvo a punto de replicar que no, que estaba bien y que de preferencia quería pasar esas horas a su lado, pero Remus lo solucionó por ambos—. Porque a mí sí.

—Uh, ¿quieres que me marche o...?

—Vamos, Sirius —dijo Remus al acercarse y quedar de cara a cara con él—. No seas denso. Te invité a cambiarte de ropa, a una ducha, y ahora a una siesta.

—Oh. Oh... —Comprendió éste—. Es que... Pensé que... Por lo de antes... Y yo...

—Olvidemos el asunto del tren —dijo Remus, dejando su taza de té intacta sobre la barra y retirándole a Sirius la suya para dejarla a un lado—. Da igual la confusión de antes —enunció en voz más baja que antes, pegando su torso al de Sirius y hablándole tan de cerca que su aliento tibio hizo a éste estremecerse—, eso es agua pasada bajo el puente. Empecemos de nuevo, ¿vale?

—Remus... —Musitó Sirius, que se encontró a mitad del camino de un beso con Remus. Apenas un roce, pero definitivamente algo que los dos querían repetir.

—Vamos a mi habitación —sugirió Remus—, puedo sacar mis suéteres de cachemira y-...

—Nunca me lo vas a perdonar, ¿eh? —Le interrumpió Sirius, que con todo aceptó la mano de Remus guiando de él hacia la recámara.

—Ya veremos —fue la respuesta de éste, pero sonreía, y no había agravio alguno en su traviesa expresión.

Y llevándose consigo sus tazas y haciendo planes de una larga y reconfortante siesta, cerraron la puerta del dormitorio detrás de sí.

 

***

 

La historia oficial que contaron en el almuerzo del día siguiente es que realmente durmieron una larga y reconfortante siesta en la cama de Remus. Primero de espaldas y con una distancia apenas rota por sus meñiques entrelazados, pero que al despertar horas después se había convertido en un amasijo de brazos y piernas del que ninguno de los dos quería apartarse, así que desde la comodidad de las mantas pidieron comida a domicilio y acamparon en el dormitorio hasta la salida del sol y una nueva jornada.

Igual que habían hecho en el tren, charlaron de todo y nada, y flirtearon por todo y nada.

Remus besó a Sirius, y en consecuencia éste no se cortó de hacer lo mismo.

Luego volvieron a dormirse cerca de la madrugada, y cuando por fin despertaron fue que con apuro salieron de la cama porque se les hacía tarde para el almuerzo con los Potter, y como los mejores amigos del novio y la novia respectivamente, estaban obligados a no faltar y dar un corto discurso celebrando su afortunada unión.

Así que Sirius se cambió con sus ropas ya secas, juntos fueron al piso de Sirius, y después tomaron otro taxi más a la sala de eventos donde ya todos los invitados estaban reunidos.

—Lily no ha parado de preguntar por ustedes dos —los recibió James en la entrada del local—, y para una madre primeriza que sólo tiene ojos para su bebé recién nacido, eso ya es decir algo.

—Es una historia larga —dijo Sirius.

—Y ya se la explicaremos a detalle después —secundó Remus,

James los miró con cierta sospecha en sus ojos, pero como las festividades llevaban retrasos y el resto de los invitados moría de hambre, no los atosigó con más preguntas.

Así que hubo almuerzo tardío, brindis, discursos, un par de preguntas respecto a Harry y a su bautizo, así como bromas de la luna de miel que ahora se había postergado de manera indefinida.

Y desde sus asientos contiguos, Sirius y Remus sólo contaron minuto a minuto la hora de marcharse... Que del uno hacia el otro, no quedaban dudas de que sería juntos.

 

***

 

Igual que les había ocurrido a James y a Lily una vez que el desagrado de ésta última desapareciera del todo por el que sería su futuro esposo, Sirius y Remus avanzaron a pasos agigantados en su relación.

Sin atreverse a adjudicar para ellos el término de ‘almas gemelas’ porque la noción le resultaba cursi (y además Lily jamás dejaría de vanagloriarse cuánto había insistido ella que eran el uno para el otro a pesar de sus reticencias), Sirius comprobó sin embargo que él y Remus lo eran al más puro estilo de la propia definición.

Luego de ese fin de semana en la boda Potter, volvieron juntos al piso de Remus a disfrutar casi dos semanas ininterrumpidas de su mutua compañía donde Sirius canceló sus citas y Remus hizo lo propio, hasta que las llamadas de Regulus, sus mejores amigos, y hasta un supuesto mensaje ‘escrito’ por Harry pidiendo conocer a su padrino oficial y a su padrino honorífico los hizo salir de su auto-reclusión de una vez por todas.

Así que salieron, confirmaron que ahora estaban juntos, y tras comer y disfrutar un agradable tiempo fuera del piso de Remus, después se dirigieron al piso de Sirius para pasar una semana extra en soledad antes de considerar juntos que aquel había sido el más intenso periodo de luna de miel que cualquier pareja hubiera experimentado antes en la historia de la humanidad.

—¿Significará eso que así como empezó todo con tanta intensidad se acabará en nada? —Preguntó Remus con ligereza, sólo curiosidad.

—Nah —dictaminó Sirius—. Sé ya que te amo, y...

—Yo también te amo, Padfoot.

—Oh, Moony —dijo Sirius, que le había dado ese apodo a su novio después de sonsacarle que el único tatuaje que de momento tenía interés por realizarse bajo sus expertas manos era una pequeña luna en el centro de la espalda.

—Veamos cuánto dura esto y disfrutémoslo —murmuró Remus abrazando a Sirius.

—Hagamos lo más de ello —replicó Sirius en idéntico tono, enterrando su nariz en el cuello de Remus y agradeciendo al universo por aquella oportunidad.

Que en lo que a él respectaba, su amor no tenía fecha de caducidad.

 

***

 

A un mes de conocerse, Sirius le dio a Remus una llave de su piso y éste le correspondió con el mismo gesto.

A dos meses de conocerse, Regulus llevó aparte a Sirius y le hizo prometer a éste no dejaría ir a Remus, y la frase “Son el uno para el otro, idiota” se volvió su broma privada.

A tres meses de conocerse, durante el bautizo de Harry, fueron Sirius y Remus quienes acudieron como padrinos, y Marlene y Mary como madrinas. Según el párroco, parejas entre sí, sin saber en realidad quién iba con quién en aquellas duplas...

A cuatro meses de conocerse, Sirius y Remus pasaban tanto tiempo juntos que acabaron por hacer una mudanza. Fue así como su domicilio oficial fue arriba del estudio de tatuajes Padfoot y Remus conservó su piso como un estudio de tiempo completo.

A cinco meses de conocerse, volvieron a Paris para pasar el Año Nuevo como turistas en la ciudad que sólo habían conocido despidiéndose de ella en el tren.

A seis meses de conocerse, Sirius accedió a posar para Remus y que sus fotografías aparecieran en una próxima exposición que éste haría en Berlín, y a cambio Remus soportó estoico el tatuaje que había deseado con miedo reverencial por la aguja sobre su espalda, y que además de ser una luna llena aderezó con la constelación Canis Maior en versión minimalista que representaba a Sirius.

A siete meses de conocerse, encontraron juntos un escuálido perrito negro en un callejón y decidieron por acuerdo mutuo darle un hogar con ellos y llamarlo Snuffles, lo cual resultó contraproducente y hasta un poco ridículo cuando una vez que lo llevaron al veterinario descubrieron que crecería hasta ser un perro de talla gigantesca.

A ocho meses de conocerse, Sirius habló con James de matrimonio, y sin saberlo todavía, Remus hizo lo mismo con Lily.

A nueve meses de conocerse, Remus bromeó que en el tiempo que tenían de conocerse habría nacido un bebé de comienzo a fin, y con brillo en los ojos, Sirius dijo “quizá después”, y con idéntica expresión, Remus repitió: “Sí, quizá después...”

A diez meses de conocerse, Sirius compró un anillo al tamaño del dedo anular izquierdo de Remus y empezó a hacer planes.

A once meses de conocerse, Remus compró un anillo al tamaño del dedo anular izquierdo de Sirius y empezó a hacer planes.

A doce meses de conocerse, Sirius y Remus abordaron de París a Londres el primer tren de la mañana para acudir al primer cumpleaños de Harry, y en idéntica moción, sacaron al mismo tiempo sus cajas de terciopelo y compartieron una risa.

—¿En serio? —Preguntó Remus con una carcajada.

—Yo siempre soy serio —replicó Sirius, que abrió el estuche e hizo la pregunta para la cual ambos tenían ya respuesta—. Cásate conmigo, Moony, ¿sí?

—Sólo si aceptas casarte tú conmigo, Padfoot, ¿ok?

E intercambiando anillos, celebraron el momento con una intensa sesión de besuqueo hasta llegar a la estación de Londres.

A doce meses y unas horas de conocerse, Sirius y Remus se presentaron a la primera fiesta de cumpleaños de Harry tomados de las manos y presentando sus manos con anillos a sus mejores amigos, que les dieron la enhorabuena y preguntaron por la fecha de la boda.

 

A trece meses de conocerse, Sirius y Remus caminaron juntos al altar, que sin prisas ni demoras, estaban llegando al sitio donde pertenecían.

 

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Notas finales:

Tadán, el final~ Para ser un two-shot hubo bastante texto, pero este es uno de mis fics favoritos, vaya uno a saber por qué. Me encanta la idea de que se conocieran sin saberlo porque estaban destinados a ello, y de paso la letra de la canción le iba de maravilla.
Como siempre, me encantaría conocer la opinión de aquellas lectoras que llegaron hasta el último punto conmigo :)


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