Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Esfúmate «HunHan» por Romanella

[Reviews - 16]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Nunca podría olvidar lo que sintió cuando lo vio por primera vez. La adrenalina que recorrió su cuerpo sólo le confirmó que había estado inconsciente hasta ese momento de sensaciones nuevas e increíbles.

Fue ese maldito día...

—¡Señor Hwang! Nos complace de verdad su presencia, usted es uno de los médicos más talentosos del país. Que nos haga el favor de venir gratis a darnos sus servicios es un regalo divino.— La señora, que parecía ser, una directiva del lugar, tenía en el rostro una sonrisa algo forzada, incluso se podía notar su excesivo nerviosismo en la manera en la que peinaba las fibras de su pelo seco por la vejez.

—Muchas gracias madre, lo hacemos con el corazón. Pero mire cuánto a mejorado, el convento está en muy buena condiciones, han plantado muchos árboles y construyeron un edificio nuevo, es fenomenal.— Halagó el doctor, dibujando algunas arrugas en su frente cuando se deslumbró por el brillante sol.

—Se hace lo que se puede doctor. ¿Y quién es el guapo joven que lo acompaña?— Exclamó con un tono dulce, característico de una persona de su edad.

—Es mi ayudante, JongIn, un prodigio estudiante de medicina. Él me ayudará a revisar a sus alumnos, no podría hacerlo solamente con un par de manos, espero no le moleste, el chico es excelente.— Le palmeó el hombro con confianza al susodicho, que trataba de disimular su ansia ante su primera experiencia como doctor.

—Pero si véalo, es un encanto, y si usted le está enseñando, debe saber lo que hace. Con esos lindos ojitos confío en él para lo que sea...

—Gracias, para mí también es un gusto madre.— JongIn sonrió, ajustando sus gafas antes de poder extenderle su mano como presentación.

—Caminen, hay mucho qué hacer. Todos los muchachos ya están formados en orden alfabético, los iré pasando uno por uno para que los revisen. Ya contacté a sus padres como me lo dijo por teléfono para que les autorice ponerse las vacunas que les faltan.

—Perfecto. Si le parece, yo realizaré el chequeo a los primeros 50 alumnos, de los restantes se encargará JongIn.— Sugirió con cautela, esperando que su petición pudiera ser otorgada.

—Entonces les prepararé dos cuartos, para que cada uno trabaje por separado, sólo necesitarían darme veinte minutos para equiparlo con la camilla y los utensilios que requieren.— Ambos hicieron una leve reverencia para demostrar su agradecimiento.

—Muchas gracias madre, terminaremos máximo a las cinco de la tarde, para no interferir con los horarios de sus muchachos.

—Ellos deben estar muy emocionados de ver a gente del exterior, desde su última visita hace dos años, no hemos dejado entrar a muchos extraños, exceptuando a sus padres, claro.

—Haremos que pasen un momento ameno.—Aseguró.

—Vengan, es por acá...— Caminó con ellos atrás suyo, dejándole entrar a los pasillos de la imponente edificación.

Luego de tres horas JongIn sólo suspiró, llevaba apenas 20 alumnos y ya se encontraba exhausto. Limpió con su pañuelo la ligera capa de sudor en su frente, descansando su mente por algunos segundos, tratando de recuperar las fuerzas para volver a trabajar, en un futuro, cuando fuera todo un profesional, tendría que enfrentarse ante rutinas más brutales, debía tener paciencia...

Al sentirse un poco más recuperado, tomó el expediente del próximo alumno por revisar, leyendo solamente su nombre, lo demás lo iría descubriendo.

—¡Siguiente!

Gritó para hacerlo pasar, preparó las jeringas para aplicarle la escasa vacuna que no tenía, colocando su estetoscopio alrededor del cuello para hacer su trabajo más rápido.

—Aquí está doctor, es de los alumnos más tranquilos, se lo aseguro, no le dará muchos problemas. Siéntate ahí cariño.— Anunció la madre para luego dejarlos solos.

—¿Nombre?— Preguntó con sus ojos tratando de enfocar las letras en su libreta, esos lentes que traía comenzaban a fallar.

—LuHan.— Contestó una voz suave y casual.

—Bueno, ya te anoté en mi carpeta, ahora procederé a vacunarte y luego revisaré algunos aspectos como tus reflejos, tu vista, entre otros. Así que por hoy, seré tu doctor, me llamó JongIn...

Musitó, levantando su mirada para ver a su paciente, quedando sin palabras al conocerlo. Era, sencillamente, impactante...

Jamás se enamoró a pesar de haber tenido muchos novios, él había terminado cada una de esas relaciones porque aunque luchara con todas sus fuerzas, siempre resultaba lo mismo, en no sentir absolutamente nada, ni atracción física y mucho menos mental.

Después de tantos intentos, creyó qué tal vez podría ser asexual, incluso había comenzado a resignarse a no poder experimentar ciertas emociones, pero ahora estaba ahí, con el corazón latiéndole desesperadamente, incluso sintiendo un fuerte mareo por solamente ver a un chico de aproximadamente 16 años con el rostro más divino que sus vulgares ojos pudieron gozar.

—¿Doctor?— Preguntó aquella belleza tras notarlo tan enajenado.

—Sí, lo lamento, me distraje un poco.— Le sonrió, acercándose a él. Estremeciéndose, era mucho más glorioso de cerca.

Sin que se lo pidiera, el rubio, se quitó la camisa del uniforme, poniéndole el brazo para que procediera a inyectarlo.

—Eres muy valiente LuHan.— Dijo con ironía ante su apresurada reacción.

—Así es, lo hago porque quiero que me des un dulce pronto como recompensa ante mi predecible agonía. Odio las agujas, me asustan, quiero que pase rápido...

—Pues eres muy afortunado, tengo una paleta de uva que será tuya si sigues con esa actitud tan graciosa...— Sonrió para tranquilizarle.

Limpió la zona con alcohol, deleitándose con lo suave de su piel, vacunándolo con la mayor delicadeza que pudo tener, tardándose menos que un par de segundos. Lo miró por un momento para confirmar que estuviera bien, sin embargo, lo encontró con una mirada llena de dolor y todo su entrecejo fruncido.

Se dejó llevar por la ternura que le daban esos ojos cristalinos a puntos de soltarse a llorar, quería abrazarlo, pero sabía que no era correcto. Y claro, por alguna razón, creyó que lo que estaba a punto de hacer, sí lo era...

Para poder tranquilizarlo, acarició su mejilla, tomando su camisa para ponérsela él mismo, abotonándola con delicadeza, siendo un gran y estúpido error, pues incluso LuHan se sorprendió, estremeciéndose con su irracionalidad de haberle tratado de esa forma tan íntima, un doctor no debía hacer eso. Se tenía que reprimir, guardar distancia o volvería a caer en su hechizo.

—Dámela.— Murmuró con una risa un poco incómoda, queriendo disipar ese aire tan pesado.

JongIn buscó entre las bolsas de su bata la paleta que le había prometido, abriéndola para él como disculpa ante su poca objetividad para tratar a un paciente.

LuHan sonrió al tener su recompensa, mostrando todos sus dientes de tanta felicidad, en ese lugar era imposible encontrar un dulce, incluso ya había olvidado cómo era saborear algo que no fuera avena, carne seca o fruta.

JongIn le invitó con un ademán a que se acostara, necesitaba palpar su estómago y su garganta para detectar crecimiento de algún tumor o malformación.

Afortunadamente, estaba sano.

Le hizo el examen de la vista, para escribir si necesitaba lentes, pero también pasó esa prueba.

—Tienes la misma mirada de ilusión que mi hermano, cuando éramos niños solía robar caramelos para él.— Comentó de forma trivial.

—Debe amarte mucho, desearía tener alguien que robara dulces para mí.— Puso sus ojos en blanco, con el éxtasis de esos sabores que tanto extrañaba.

—Bueno, en realidad me odia.— Sabía que eso estaba de más, pero había sido inevitable exponer su miserable situación.

Quería cambiar de tema, pero LuHan había notado cómo su entrecejo tembló cuando mencionó aquello.

—Oh, mierda, se ve que el tema te duele hombre, a ver, cuéntame, soy excelente escuchando.— Levantó una ceja, recargando su espalda en la pared para ponerse más cómodo.

—Son tonterías, debes tener tus propios problemas en qué pensar.— Mordió su labio, buscando un palito de madera en el cajón del escritorio.

—Necesitas desahogarte, además, puede ser un beneficio mutuo, después te puedo contar mi vida, no habría mejor opción para reconfortarte, te sentirás bendecido por no estar en mi lugar. No suelo ser presumido, pero tengo el primer lugar en vidas horrendas.

JongIn rió, brindándole la mano para aceptar su trato. Utilizando el palito de madera para abrir su boca y así revisar su garganta.

—A los 16 años gané una beca en uno de los mejores colegios de Seúl, era una noticia grandiosa, pero trajo más desgracia que felicidad a la familia. Mi hermano ardió en celos cuando se enteró que iría a un colegio de alto prestigio, él nunca pudo ir a una escuela, a pesar de que era su más grande sueño.

—Y cómo conseguiste la beca, si supongo que estaban en las mismas condiciones.

—Somos medios hermanos, y eso complicó las cosas siempre, mi padre pagó mi educación desde niño, en cambio, él nunca supo quién era su padre.

—Mientras tú recibías regalos de Navidad, él nada. Joder, qué horrible.

—Algo así. Yo regresaba del colegio y él ni me dirigía la mirada, llegó a quemar mis libros, a dejarme afuera de la casa e inventarme las mentiras más grandes para que mamá también estuviera en mi contra. Su rencor me lastimaba, y más cuando no tenía la culpa de poder aspirar a algo mejor...

—Tu hermano es un idiota envidioso.— LuHan escuchaba atento, ayudándole a sujetar aquel aparato que le medía la presión.

—Todo se puso más difícil cuando cumplí los 18, mi padre murió y nos quedamos sin su pequeña ayuda económica en el peor momento. Ese año nos enteramos que mi hermano estaba enfermo, necesitaba las medicinas más caras y nosotros estábamos más pobres que nunca, para variar, en unos meses yo iba a entrar a la universidad para estudiar medicina, y tenía que irme a vivir a otro lado, los dejaría solos, a la deriva y sin un centavo.

—¿Y qué hiciste?

—Había decidido quedarme, dejar de estudiar para ponerme a trabajar y traer dinero a la casa, ser mesero en algún lugar, lo cual no creo que sea malo, es un trabajo digno. Pero mi mamá entró llorando a mi cuarto una noche, estaba desconsolada. Me dijo que no podía hacer eso, echar tantos años de esfuerzos a la basura, ella quería que yo fuera un médico exitoso y reconocido por salvar vidas, que lo que menos necesitaba era arruinarme la vida como lo había hecho con mi hermano por culpa de la pobreza. Me dijo que era la única esperanza que tenía esa familia para salir del abismo porque él era un caso perdido. Yo entendí lo que me estaba pidiendo, por eso estoy aquí.

—¿Y no trataste de ayudarlos?

—A pesar de que soy solamente un estudiante, hago noches extras en el hospital, todo el dinero que gano se lo mando a mamá, gracias a eso ella está a punto de pagar por completo la deuda de la casa, tiene una preocupación menos.

—¿Y las medicinas de tu hermano?

—Mi mamá entró a trabajar de algo que desconozco, nunca me ha querido decir en qué, pero espero que esté bien. Igual mi hermano y el novio de mamá ganan algo de dinero.

—Y él no sabe que mandas dinero, ¿cierto?

—Él cree que simplemente me fui, sin importarme lo que sucediera con su vida, por eso me aborrece tanto. Él no deja que me acerque a la casa, siempre que voy a verlos me escupe insultos y me corre. Tengo que conformarme con llamar a mamá y verla una vez cada tres meses a escondidas.

—Lo lamento mucho, debe ser muy difícil para ti. Yo soy técnicamente huérfano y sé que estar lejos de casa es el peor sentimiento. Pero estarás bien, vas a ser el mejor doctor y podrás regresar con tu familia, él sabrá perdonarte.

LuHan tomó su mano, acariciándola con su pulgar, buscando su mirada para poder agradecerle que tuviera la confianza para contarle todo lo que le lastimaba. JongIn miró sus labios, estaban muy cerca y eso significaba peligro, sentir su respiración en su piel sólo hacía crecer la sed inhumana por probar su boca.

—Creo que terminamos, no encontré nada malo en tu salud y tú régimen de vacunas está oficialmente completo, lo que yo te recomendaría es que...

No pudo terminar con sus conclusiones porque el rubio lo tomó de su bata para atraerlo de un jalón, estampando él mismo sus labios. JongIn abrió muy grandes los ojos, eso estaba muy mal, si había cámaras en el cuarto o si alguien entraba por esa puerta todo se acababa, lo expulsarían de la universidad, decepcionaría a su mamá y todas sus metas se arruinarían por un chico que acababa de conocer hacia media hora.

Lo que tenía que hacer era empujarlo y regañarlo por ese acto tan egoísta. Pero era débil, cuando menos lo vio venir, ya tenía los ojos cerrados y sus manos en su cadera, devorando esos labios que hacían magia. Se dejó llevar por esas sensaciones tan excitantes y diferentes, atreviéndose a introducir su lengua en la boca contraria para quitar cualquier rastro del dulce sabor a uva.

LuHan pasaba sus manos por su cuerpo, tocando su larga espalda y su duro abdomen, sintiendo una rara ansiedad por sentir más al moreno, ir más allá de un intenso beso.

—Tóqueme doctor...

—No LuHan, esto no está bien.—Susurró, contradiciéndose totalmente pues luego dirigiría su mano a la entrepierna contraria, tocando su intimidad por encima de su uniforme con ligeras presiones. LuHan, siendo tan inexperto en eso, soltó un gemido que no pudo callar, era la primera vez que alguien le tocaba así.

—¿Todo bien doctor? ¿A LuHan le duele algo? Voy a pasar si no le molesta.— Anunció la directora del convento a través de la puerta. JongIn tembló, separándose del LuHan a la velocidad de la luz, acomodando su bata y quitándose cualquier rastro de saliva que caía de la comisura de sus labios.

—Adelante.

—¿Está bien mi alumno? Lo escuché quejándose.

—Sí, es sólo que la vacuna le dolió, pero ya hemos terminado.— JongIn tomó su expediente para terminar de llenarlo rápidamente o la mujer notaría algo extraño.

—Ven niño, es tu turno de barrer los pasillos y ya vas tarde, despídete del doctor.— La mujer se adelantó para salir, dejándoles unos segundos para despedirse.

—Adiós, JongIn. Para la otra, no veas tanto mis labios, es muy obvio.— Diría con algo de timidez, acomodándose su pelo. Le mandó un beso antes de irse con un intenso sonrojo en sus mejillas.

Eso había sido el momento más increíble de su vida. Era definitivo que el recuerdo de su beso no se borraría nunca, mucho menos el rostro y la sonrisa tan hermosa de su paciente. Y no le importaba meterse en problemas, él haría lo que fuera para verlo una vez más.

Miró su fotografía en su expediente, sintiéndose un idiota por enamorarse a primera vista. Con la ayuda de unas tijeras recortó la foto, guardándola en su cartera para verlo millones de veces.


...


—Doctor JongIn, llegó un paciente, 24 años. Se cortó con una navaja a la altura del abdomen, el corte necesita sutura porque está sangrando demasiado.— La enfermera avisó con urgencia cuando entró a su oficina para informarle.

JongIn escuchó con atención, levantándose de su oficina para ir corriendo a urgencias.

—¿Nombre?— Preguntó una vez que entró a la cabina, dejando que los enfermeros lo vistieran con su traje quirúrgico, esterilizando sus manos.

—No lo sabemos, son los únicos datos que nos dieron, la mujer que viene con él está muy asustada.

JongIn entró al cuarto de cirugía, pero quedó estático cuando vio de quién se trataba, sus piernas temblaron de forma inmediata y su pecho se oprimió sin piedad. No podía ser cierto...

Ahí estaba el joven que no había dejado su mente durante ocho aniquilantes años, el causante de que ninguna persona fuera lo suficiente para llenar ese eterno vacío emocional. Lucía diferente, más delgado y demacrado, y a pesar de que sabía por qué, no pudo evitar llenarse de más odio...

Con un dolor en su interior se acercó, tomando los utensilios para hacer su trabajo. Descubrió la herida que había estado tapada, era un corte largo y profundo que soltaba de a chorros su sangre pura, y aunque era un doctor con infinita experiencia, fue la primera vez que flaqueó, que quiso retroceder porque tenía miedo de no ser capaz. Aún así, apretó sus ojos para poder disipar sus ganas de llorar, llenándose de valentía para poder salvarle la vida al amor de su vida.

Mientras maniobraba le fue imposible no pensar en quién había sido capaz de hacerle algo así, era cruel...

Luego de una hora de arduo trabajo, LuHan mejoró en cuanto a signos vitales, la herida ya estaba cerrada y la sangre del donante le ayudaba a estabilizarse de poco en poco.

Fue fácil poder pasarlo a un cuarto de hospital normal, esos donde estaban los pacientes en recuperación, había hecho bien su trabajo y ahora LuHan estaba relativamente fuera de peligro, sólo faltaban más transfusiones de sangre...

Una señora de aproximadamente 65 años entró al cuarto, luciendo muy preocupada por él, y por su cara hinchada, podía inferir que había estado llorando un buen rato.

—Muchas gracias doctor, él estaba perdiendo el color de su cara y casi muero cuando se desmayó. Su nombre es...

—Xiao LuHan.— Dijo por ella, tragando el nudo en su garganta. Se suponía que estaba preparado para eso, pero el color rojizo en su manos por la sangre le llenaba de inestabilidad.

—¿Usted lo conoce?— Preguntó extrañada mientras tomaba la mano del inconsciente rubio.

—Sí, definitivamente sí.— Confirmó, tomando su otra mano para depositar un beso en ella, mirándolo una vez más.

La mujer revisó su reloj con desesperación.

—¿Está bien señora?— Preguntó con confianza, algo en ella le llenaba de tranquilidad, como una conexión maternal.

—Lo que pasa es que tengo un nieto de 5 años, él y mi hija estarían llegando en este momento a mi casa y no tienen llaves, deben estar congelándose, pero prácticamente soy todo lo que tiene el señor LuHan, no puedo dejarlo.— La señora temblaba, pobrecita, debía estar muy afectada por todo lo que había pasado ese día.

—Yo me quedaré toda la noche con él, no me despegaré de esta cama, usted vaya con su familia.— Consoló, acercándose a ella.

—Pero si despierta no me perdonaría nunca que no estuviera aquí.

—Está exhausto, el va a abrir los ojos hasta mañana, no se preocupe.

—Ay mi niño, muchas gracias. Sé que es importante para ti, lo veo en tu mirada, puedo confiar. Cuídalo mucho, es un ángel que no merece lastimarse a si mismo como lo hizo hoy...— Diría con su voz hecha pedazos, mordiendo sus resecos labios.

Del fondo de su corazón nació abrazar a la señora, dándole mucha paz para que se fuera tranquila, además le daría su numero del celular para que lo llamara en caso de que quisiera saber el estado del rubio.

—Mañana volveré a primera hora, gracias hijo.— Con ternura acarició el brazo del doctor.

Ella se fue corriendo, por lo que se quedó solo, con él. Llevaba tres días sin dormir, eran demasiadas las cirugías que hizo sin parar y lo único que había querido era ir a casa a descansar, pero ahora, se sentía más vivo que nunca. Tomó una silla, recargando su mentón en el barandal de la cama para observarlo con detenimiento.

A pesar de los drásticos cambios, le seguía pareciendo lo más hermoso del mundo. Lo que menos quería era cerrar los ojos, no quería dejar de verlo ni un segundo.

El tono de llamada en su celular le despertó de esa enajenación.

—¿Si?

—Hola, soy Maggie, la mamá de LuHan. ¿Él sigue dormido?

—Sí, señora, no me he movido de aquí, es muy fuerte.— Sonrió con lentitud, llevando su mano para acariciar su pelo.

—Bendito sea.— Suspiraría del otro lado del teléfono.

—Él estará orgulloso de tener alguien que lo ame tanto, actuó muy bien, logramos salvarle la vida gracias a usted. Sé que fue algo muy fuerte de vivir, pero todo mejorará, lo prometo como doctor...

—Creí que moriría del susto, pero estoy mucho más calmada, de hecho, a pesar de que ya es de madrugada, paré a mi nieto a que me ayudara a hornear galletas para llevárselas a LuHan mañana.

JongIn sonrió, decidiéndose a quitar esa duda que le carcomía las entrañas.

—Oye Maggie, tengo una pregunta. ¿Su pareja sabe que está aquí? No he tratado de dormir porque no sé si él vaya a venir en algún momento a visitarlo.— Cerró sus ojos para esperar la respuesta que sabía a la perfección.

—No hijo, sólo perderíamos el tiempo tratando de avisarle. LuHan pudo haber muerto y su esposo se enteraría en un año, a él no le importa.

—Gracias, descansa.— Colgó abruptamente, no podía seguir hablando...

Sus especulaciones eran ciertas, un enojo brutal creció, él seguía siendo el mismo maldito idiota que no valoraba lo afortunado que había sido. Apretó sus muslos para poder sacar su frustración...

Salió de la habitación, mirando el cuerpo del rubio a través del vidrio, marcando el número que ya se sabía de memoria.

—¿Quién habla?

Una voz desconocida había contestado, sonaba grave, ese no era su hermano. Apretó con todas sus fuerzas el celular para retener su ira, él definitivamente no estaba trabajando en la media noche, ése obviamente era su amante.

—Llamé al estúpido, no a prostitutos desesperados, pásamelo ahora mismo.

—Creo que estás confundido, soy KyungSoo, la pareja del propietario, debiste equivocarte de número.

—Cállate, hijo de puta. ¿No te da asco ser el amante? Pásame a SeHun o iré yo mismo al hotel barato en el que están para ahorcarte con mis propias manos.

Un sonido de impresión se escuchó al otro lado de la bocina, pero para colmo, era un cínico, pues éste terminaría riendo entre dientes.

—¿Estás loco? No tienes ningún derecho a hablarle así, además, es la madrugada bastardo, qué puede ser tan importante.— Ése sí era él...

—¿Sabes que tu esposo está en mi hospital?— Diría directo.

SeHun calló todas sus palabras, levantándose de la cama en la que había desnudado un montón de veces a KyungSoo. Poniéndose rápidamente su ropa, tenía que ir a verlo. De solamente pensar en LuHan entubado le daba un vuelco en el estómago, a él le aterraban los hospitales, siempre los habían tratado de evitar a menos que tuvieran al otro para darse fuerzas...

¿Estaría bien? Qué pudo haberle pasado si hacia unas horas lo vio perfecto. Quiso ignorar la opresión en su pecho por la preocupación, se suponía que no debía de sentir nada por él, pero era imposible, una ola de ansiedad le había carcomido en segundos...

Besó en los labios a su amante como despedida, dejándolo en la cama desnudo y confundido, pero no tenía tiempo de explicar, a él lo vería luego.

Se subió a su coche, manejando a una velocidad peligrosa para llegar al hospital en el que trabajaba su hermano. Apretando el volante con todas sus fuerzas, no soportaba pensar que JongIn estuviera cuidando de él.

—Aléjate de él, te prohibí que lo tuvieras cerca. Serías un tonto si siguieras enamorado del esposo de tu hermano, así que cuida tu dignidad y no lo toques.

JongIn no podía creer lo que estaba escuchando, era verdad lo que había dicho Maggie, ni siquiera le había preguntado si seguía en peligro, mucho menos en qué número de habitación estaba, sólo le había enfurecido que estuviera lastimando su ego, como siempre.

Él no lo merecía...

Notas finales:

Maldito SeHun celoso.

Yo ya me enamoré de Kai, se me hace bien lindo.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).