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66. Luchando contra la Tentación (11) por dayanstyle

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Siwan se sentó en el escritorio de Kwang Hee, aburrido de su siempre amorosa mente. ¿Cómo puede alguien sentarse en un mismo lugar durante horas y horas? Su maldito trasero estaba tan entumecido que Siwan tenía ganas de masajear sus nalgas. No estaba seguro de cómo alguien podía hacer esto, pero Kwang Hee estuvo sentado tras el escritorio con documentos la mayor parte de la mañana y no parecía tener su trasero entumecido.

—¿Es esto todo lo que haces? —Apoyó la barbilla en la mano, dejando escapar un largo suspiro.

 

—No —le respondió Kwang Hee cuando levantó la mirada de sus papeles—. En un momento iremos a la cárcel para torturar a los prisioneros.

 

—¿En serio? —Siwan se animó. Cualquier cosa era mejor que sentarse aquí mirando las manecillas del reloj moverse lentamente. Temía desvanecerse en la silla y convertirse en un elemento permanente de este lugar.

 

Cuando llegó por primera vez a la comisaría, todo había sido abrumador. Siwan nunca había estado en un lugar como éste. Las imágenes y los sonidos le habían excitado hasta el punto que había rebotado alrededor.

Ahora era simplemente aburrido. Estaba dispuesto a cometer un delito sólo para amenizar el lugar. Si tenía que sentarse en la silla mucho más tiempo, él podría hacerlo.

—Nosotros no tenemos un calabozo, Siwan. —Kwang Hee reunió los documentos y los metió en una carpeta—. Siento decepcionarte.

 

¿Por qué tenía la sensación de que Kwang Hee se disculpaba porque Siwan no tuviera nada que hacer? Su pareja había dicho las últimas dos palabras como si verdaderamente las sintiera profundamente. Ahora más que nunca Siwan tenía curiosidad acerca de por qué su pareja era tan distante, ¿por qué el chico lo mantenía a distancia?

Con toda honestidad, Kwang Hee no parecía un mal hombre. Era hermoso como el infierno y se desvió de su camino para evitar que Siwan fuera secuestrado de nuevo. Una persona no puede ser tan mala si arriesga el cuello por alguien más, ¿verdad?

Incluso con ese pensamiento en mente, Siwan podía sentir los muros alrededor de Kwang Hee subir y fijarse en su lugar. Su pareja lo estaba alejando por una razón y Siwan iba a averiguar por qué.

Al principio había pensado que si Kwang Hee no lo quería, él no iba a lanzarse al hombre. Aún no iba a arrojarse a Kwang Hee, pero cuanto más pensaba en ello, más sabía que encontrar a tu otra mitad era algo muy raro. Era algo a lo que no iba a renunciar tan fácilmente.

Emparejarse a su tío era algo que malditamente hacía que le dieran ganas de vomitar. Huiría hasta el día de su muerte para mantenerse lejos de Seung Soo. Pero la idea de emparejarse con Kwang Hee le atraía en muchos niveles diferentes. Podía sentir la atracción entre ellos y quería estar más cerca.

Desafortunadamente, su pareja no se sentía de la misma manera.

También sabía que dos personas negándose a hacer algo de trabajo era un desastre esperando a suceder. Si ninguno de los dos se movía, no llegarían a ninguna parte. Siwan no quería que eso sucediera. Solo que no sabía qué hacer para que Kwang Hee se abriera a él. ¿Qué haría falta para que Kwang Hee aceptara que eran parejas destinados a estar juntos?

 

Kwang Hee se apartó de la mesa y tomó la carpeta en la que había estado trabajando. —Voy a presentar estos documentos. No te muevas.

 

Una vez que Kwang Hee se perdió de vista, Siwan se movió de la silla junto al escritorio a la silla detrás del escritorio. Tenía curiosidad por saber exactamente lo que había estado haciendo el detective. Bueno, sólo había una manera de averiguarlo. Siwan decidió curiosear y empezó a abrir cajones.

Abrió mucho los ojos, cuando vio dos brillantes brazaletes unidos entre sí. Las tomó pasando sus dedos sobre el brillante cromo. Los dos brazaletes no eran tan elegantes como la que ya estaba en la muñeca de Siwan, pero cambiaría la que él poseía si eso significaba que pudiera desaparecer de nuevo.

Mirando a su alrededor, Siwan revisó para asegurarse de que nadie lo observaba. Cerró el brazalete en su muñeca e hizo clic en su cierre. ¿Quién en la tierra usaría algo como esto? Era torpe y no muy atractiva. Decidiendo que no le gustaba, Siwan trató de quitarse el brazalete.

No se podía abrir.

 

Jaló y jaló, pero el brazalete no se movía. Genial, eso era todo lo que necesitaba, otro brazalete sujeto firmemente en su muñeca.

—¿Por qué estás en mi silla?

Siwan rápidamente escondió su muñeca detrás de la espalda y sonrió a Kwang Hee que estaba allí de pie con el ceño fruncido con esos hermosos ojos café. —No hay ninguna razón —dijo rápidamente.

 

Los ojos de Kwang Hee se estrecharon con sospecha antes de señalar la otra silla. —Siéntate ahí para que pueda terminar mi trabajo.

 

Siwan se levantó y se alejó, tomando el camino largo alrededor de la silla para que su pareja no viera lo que había hecho. Se sentó en la silla junto al escritorio y se inclinó hacia atrás, atrapando el brazo detrás de él. ¿Cómo infiernos iba a conseguir quitarse el brazalete de la muñeca? Kwang Hee seguro que notaría su desaparición, tarde o temprano.

¿Por qué su pareja los tenía en el cajón? Los dos brazaletes estaban conectados por una cadena corta. Para él eso no tenía sentido. Siwan nunca había visto nada parecido y ahora deseaba no haber sido tan malditamente entrometido. ¿Qué infiernos iba a hacer?

Siwan observó a otro hombre acercarse al escritorio de Kwang Hee. El tipo dejó caer una carpeta frente a su pareja. —Un muerto sobre la Ruta 303.

 

Kwang Hee se levantó, agarrando la carpeta. Echó un vistazo a Siwan y luego a la carpeta en la mano. Había confusión en los ojos café de Kwang Hee. Podía decir que el hombre estaba debatiendo sobre algo. En ese momento, Siwan tenía ganas de pasar sus dedos sobre la barba de Kwang Hee. ¿Su pareja sabría lo guapo que era?

Siwan no sabía por qué estaba pensando eso. Podría ser la forma en que los músculos de su pareja se flexionaban mientras estaba allí, o el hecho de que era mucho más alto que Siwan. Nunca supo que le gustaban los hombres tan grandes hasta que conoció a Kwang Hee.

—Tal vez debería dejarte con los Moon.

Siwan se puso de pie con rapidez, manteniendo su mano detrás de su espalda. No quería que lo dejaran con los Moon, estaba determinado a romper el duro caparazón de Kwang Hee. Estaba empezando a sospechar que quizás no era por él, sino que otra cosa hacía que Kwang Hee fuera tan distante.

 

Cualquiera que fuera la razón, no sería capaz de acercarse a su pareja si no estaba cerca de él. —No me quedare ahí — aseguró rápidamente.

 

Kwang Hee sacudió la cabeza y Siwan temía que el hombre no lo dejara acompañarle. —No puedo llevar civiles a la escena de un crimen.

 

—Pero yo no soy un civil. Soy fey. —Levantó su cabello para mostrar a Kwang Hee su puntiaguda oreja y se dio cuenta de su error demasiado tarde. El brazalete colgaba de su muñeca.

 

Kwang Hee abrió el cajón y luego gruñó. —¿Te pusiste mis esposas?

 

Siwan rápidamente cubrió su mano detrás de su espalda, pero sabía que era inútil. —¿Qué son esposas?

Siwan tragó saliva cuando Kwang Hee caminó detrás de él, agarró el brazo que no tenía el brazalete y lo jaló a sus espaldas. Se oyó un clic y luego Siwan descubrió que sus manos estaban atrapadas detrás de él.

—Eso es lo que son las esposas —dijo Kwang Hee con un gruñido—. Neutralizan a un sospechoso.

Girando en círculos, Siwan hizo todo lo posible para sacarlas. Una gran mano se posó en su hombro y luego Siwan vio a Kwang Hee sostener una llave.

—No te muevas.

Él se quedó quieto y pronto las dos manos estaban libres. Kwang Hee sostenía las esposas frente a la cara de Siwan. —No debes jugar con ellas a menos que estés en serio en eso.

 

¿Qué infiernos significaba eso? ¿En serio en qué? La garganta de Siwan se secó cuando vio el fuego en los ojos de Kwang Hee. Puede que no sea mundano, pero Siwan sabía que el sexo estaba en la mente del hombre. Sintió su cara caliente y alejó la mirada.

—Puedes venir conmigo, pero tendrás que quedarte en el carro. —Kwang Hee metió las esposas en una pequeña bolsa en su cinturón antes de dirigirse hacia la puerta—. Vamos.

Con pies veloces, Siwan corrió detrás de Kwang Hee.

 

Después de unos veinte minutos de viaje, se detuvieron detrás de una gran furgoneta que tenía las palabras forense del condado a un lado. Se giró hacia Kwang Hee.

—¿Qué es un forense?

—Una persona que recoge el cadáver —Kwang Hee dijo mientras abría la puerta del carro—. Quédate aquí.

Siwan se acercó a la ventana, viendo hacia afuera mientras Kwang Hee caminaba hacia el campo abierto. Había hombres en todos lados, algunos en cuclillas, buscando algo. Siwan era curioso como el infierno. No es que él quisiera ver a un cadáver, pero nunca había visto un cadáver antes.

Asegurándose de que Kwang Hee no lo viera, Siwan abrió la puerta del carro y salió, cerrando la puerta tras él. Sólo iba a echar un vistazo rápido y luego regresar al carro. ¿Qué daño podía hacer si simplemente miraba?

Había unos cuantos hombres caminando alrededor. Siwan utilizó la distracción para acercarse al camión del forense. Quería mirar, pero no quería que Kwang Hee supiera que no estaba en el carro. Por la forma en que su pareja actuaba, Siwan estaba seguro de que Kwang Hee no estaría feliz con él, por no seguir sus órdenes.

Infiernos, el hombre sólo le pondría de nuevo las esposas si descubría a Siwan husmeando.

 

—¿Tenemos una identificación de la víctima? —Kwang Hee preguntó a un tipo de pie junto a él. Siwan vio una pequeña hoja de papel en la mano de Kwang Hee y su pareja estaba escribiendo algo en ella.

 

—Aún no hay nada. Tomamos sus huellas dactilares. El forense pronto las estará pasando a través de la base de datos.

—El desconocido señaló hacia la carretera—. Tenemos huellas de neumáticos. Tal vez nuestro desconocido lo robó.

 

—Tan pronto como sepamos quién es, quiero que averigües si hay un carro registrado a su nombre. Si hay uno, quiero que miren si tiene un boletín de búsqueda. —Kwang Hee se giró en dirección a Siwan y Siwan rápidamente apoyó su espalda contra el camión para que su pareja no lo viera. No entendía lo que estaban diciendo, pero sonaba muy interesante.

 

—Estoy dispuesto a apostar que no sólo robó el auto —dijo el desconocido a la pareja de Siwan—. No tiene billetera, nada para identificarlo. Quizás alguien lo engañó para que lo llevara y luego lo atacó.

 

—Bueno, solo estamos empezando —respondió Kwang Hee—. Vamos a ver qué pruebas reunió el laboratorio criminal y continuar desde allí.

 

Cuando Siwan no escuchó a nadie hablar por un momento, se asomó desde el camión. Kwang Hee estaba a dos metros de distancia, mirándolo directamente. Como sospechaba, el hombre no parecía feliz de que Siwan estuviera fuera del carro.

—Yo sólo estaba... —Siwan no estaba seguro de qué decir. Había sido atrapado. Cualquier excusa que se le ocurría sonaba bastante floja, por lo que sólo dejó de hablar. No cavaria más profundo en el agujero en que ya estaba.

—¿Echando a perder la escena del crimen? —Kwang Hee preguntó con una de sus gruesas cejas elevadas. Si su pareja no estuviera furioso tendría un aspecto muy sexy.

 

—Oh, sí —respondió Siwan y luego negó con la cabeza, con las manos hacia arriba—. Espera, no.

—La primera respuesta fue correcta —dijo Kwang Hee y luego cruzó los brazos sobre su amplio pecho—. Sabía que estabas aquí desde el momento en que saliste del carro. —Señaló su nariz.

Siwan estiró el cuello alrededor de Kwang Hee, tratando de echar un vistazo a lo que estaba pasando detrás de su pareja. Él podría estar en problemas, pero aún era muy curioso. —Nunca he visto un cadáver antes —susurró para que nadie lo escuchara.

—Y no vas a verlo ahora. —Kwang Hee señaló hacia el carro—. Te dije que te quedaras quieto. —Cuando Kwang Hee se acercó a él, Siwan se movió alrededor de la mano de su pareja, queriendo solo dar un pequeño —Siwan se detuvo cuando vio el cuerpo.

—Siwan. —Kwang Hee envolvió sus dedos alrededor del brazo de Siwan—. Esto no es algo que debas ver.

—Espera. —Siwan jaló la mano de Kwang Hee mientras veía los lechosos ojos. Pensó que tal vez el chico se vería como si estuviera durmiendo. Pero no lo hacía. Los ojos del pobre hombre estaban  muy  abiertos,  con  la  cabeza  girada  en  un  ángulo incómodo—. Lo conozco.

Kwang Hee jaló a Siwan a un lado, lejos de los hombres ocupados.

 

—Siwan, es una escena del crimen. No deberías…

—Lo conozco —Siwan repitió con más firmeza—. Ha venido a mi pueblo un par de veces. Siempre estaba hablando con mi tío. — Sus ojos fijos de nuevo en el cadáver. El hombre debería de estar de pie, hablando, caminado. No acostado mirando... la nada.

 

Aunque Siwan nunca se había preocupado por el hombre —el hombre siempre hacia que su piel se erizara en piel de gallina— eso no significa que el hombre debería haber muerto de forma tan violenta. La víctima era todavía relativamente joven. ¿Qué clase de monstruo podría hacer algo como esto?

 

—¿Sabes su nombre? —preguntó Kwang Hee. Ya no estaba tratando de alejar a Siwan, pero bloqueaba su visión.

 

—Yo escuché a mi tío llamarle Grainne una vez. —Siwan deseaba poder ser de más ayuda—. Nunca se me permitió escuchar sus conversaciones. —Su tono era de disculpa mientras miraba hacia la hierba, deseando realmente no haber sido tan curioso. Ahora no podría sacar esa imagen de su mente.

Kwang Hee lo apartó de los hombres que trabajaban en torno al cadáver. —El fallecido es humano. ¿Me estás diciendo que estaba trabajando con un fey?

 

Siwan asintió y luego negó con la cabeza. —No estoy seguro de si trabajaba con mi tío. Pero lo he visto por lo menos cinco veces en el pueblo.

 

Kwang Hee maldijo. —Voy a tener que escribir esto como un atraco y luego hacer mi propia investigación.

 

—¿Por qué?

 

Kwang Hee puso las manos en las caderas, mirando fijamente a Siwan.

 

—¡Oh! —Siwan dijo mientras se daba cuenta—. Porque ahora es una cosa paranormal.

 

Su compañero asintió.

 

—Espérame en el carro, Siwan. —Kwang Hee se giró y caminó hacia el desconocido con el que había estado hablando. Siwan regresó al carro. No quería ver un cadáver más. Eso le enseñaría a no ser curioso. Deseó poder borrar su memoria, pero el recuerdo seguía regresando a él. Esos ojos lechosos iban a perseguirlo durante mucho tiempo.

 

 

 

Kwang Hee estaba enojado porque Siwan lo había desobedecido. No estaba tratando de ser un imbécil, pero sabía lo que era ver a un cadáver por primera vez. Tenía que ser la primera vez de Siwan, porque estaba un poco demasiado intrigado.

—Nunca te he visto traer a un civil a la escena de un crimen antes —le dijo el oficial Belgravia, mientras miraba el carro de Kwang Hee. Por la forma en que Belgravia estaba mirando a Siwan, Kwang Hee sabía que el policía estaba un poco más interesado.

 

Optó por no responder mientras se acercaba al forense. — Esperaré el informe más tarde. —Sabía que tenía que terminar con este caso. Por mucho que Kwang Hee odiaba hacer parecer esto como un atraco, sabía que no tenía elección. Pero tan pronto como saliera de aquí, Kwang Hee iría a la aldea de la tribu a obtener algunas respuestas.

 

Si investigaba el caso, Kwang Hee sabía que iba a encontrarse con el tío y el padre de Siwan. ¿Valía la pena? ¿Quería confrontar a esos dos sabiendo que su oso negro iba a querer algunas respuestas sobre Siwan?

Kwang Hee sabía en sus entrañas, que primero era policía. Iba a resolver este asesinato y averiguar por qué el padre de Siwan estaba tan decidido a emparejar a su hijo con su propio tío. Sólo esperaba como el infierno no matarlos en el proceso.

—Dame veinticuatro horas y tendré el informe —el forense dijo mientras cerraba la parte trasera del camión.

 

Kwang Hee se dirigió hacia su carro, viendo a Siwan sentado allí como si no hubiera desobedecido. El tipo estaba mirando hacia el frente, y casi parecía como si estuviera... ¿silbando? ¿Qué pasaba con el fey el silbato?

Sacudiendo la cabeza, Kwang Hee se metió en el asiento del conductor y encendió el carro. —No quiero que hables sobre este caso ni le digas a nadie que identificaste el cadáver.

 

Siwan dejó de silbar y se giró hacia Kwang Hee. —¿Por qué?

—Porque si alguien sabe que lo identificaste, podrías tener más problemas. —Entrando a la carretera, Kwang Hee se preparó para una discusión. Siwan pensaba lógicamente, pero también llevaba gafas de color rosa. El hombre pensaba que todo estaba cortado y seco cuando no era así.

 

Para su asombro, Siwan no dijo una palabra. Se limitó a asentir. Quizás había algo de esperanza con su pareja después de todo. Interiormente, Kwang Hee admitió que Siwan había sido de gran  ayuda. Pero él no iba a decírselo. No quería animar a Siwan a resolver  crímenes.

El fey ya estaba en una jodida situación. Kwang Hee no lo necesitaba corriendo a las escenas de crímenes y lograr que lo mataran.

Mientras Kwang Hee conducía a la estación de policía, mantenía miradas encubiertas a Siwan. El hombre se veía bastante impresionante.

No sólo eso, Kwang Hee aún sentía sus garras amenazando con liberarse cuando pensaba en cómo el oficial Belgravia había estado mirando a Siwan.

Siwan era suyo.

 

Kwang Hee tenía que decidir si quería mantener al hombre o no. De  nuevo  con  sus  pensamientos  contradictorios.  No estaba seguro de si se irían o continuarían. Kwang Hee estaba luchando contra el deseo de emparejarse con Siwan, pero cuanto más tiempo pasaba alrededor del pequeño fey más intrigado estaba.

 

continuara...

 


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