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66. Luchando contra la Tentación (11) por dayanstyle

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Jongin se quedó mirando el periódico. No podía creer lo que estaba leyendo. Al parecer el gerente general de la Corporación Kang Ta había desaparecido y se había puesto en marcha una investigación a gran escala.

—¿Crees que dejó alguna pista que pudiera traer a la policía a Villa Kim? —Siwon preguntó mientras se relajaba en la silla frente al escritorio de Jongin.

 

—El periódico dice que no tienen pistas, pero no contengo la respiración. —No sabía lo que Kang Ta podía tener en su casa o en su oficina. Para lo que Jongin sabía, podría haber archivos que expondrían a todos.

 

Necesitaban una forma de buscar en ambos lugares sin ser descubiertos. Su primera y principal prioridad era mantener la existencia de los no humanos en secreto. No estaba seguro de lo que estaba pasando con Kang Ta, pero la investigación era algo que ninguno de ellos necesitaba.

—Los Demonios Guerreros son la mejor opción —dijo Siwon, como si leyera la mente de Jongin. Había estado trabajando con  el  hombre  demasiados  malditos  años.  Su  Beta  estaba empezando a saber lo que Jongin estaba pensando antes de que él dijera una palabra.

»Ellos pueden ir a través de las sombras, revisar el lugar, y desaparecer antes de que nadie se dé cuenta.

Jongin dejó el periódico y se recargó, subiendo los pies al escritorio. —¿Por qué mi instinto me dice que Kang Ta no está perdido? Está tramando algo, Siwon. Sabemos que envió a alguien tras Jinwoon. —Miró a Siwon—. ¿Por qué renunció a su intento de atrapar al fey?

 

Siwon sonrió. —Tal vez se dio cuenta de que era imposible alcanzar a hombres que desaparecen.

 

Jongin se acaricio el labio inferior y luego negó con la cabeza. —La cabeza de los Cazadores de Vampiros no se rendiría tan fácilmente, Siwon. No, hay algo más aquí.

 

Jongin sólo temía averiguar qué era ese algo. Si la agenda de Kang Ta era exponer el mundo no humano, ¿por qué iba a desaparecer de la faz de la tierra? ¿Estaba recogiendo información de otro lugar?

—Tengo que reunirme con el Ultionem y hacerles saber lo que está pasando. Tenemos que mantener los ojos y los oídos abiertos.

 

Kang Ta era un hombre muy inteligente. Él fue el primer humano del que Jongin verdaderamente se preocupaba. Kang Ta estaba muy bien financiado, era determinado —y por todo lo que el hombre había hecho hasta ahora, muy bien informado.

 

Sería un necio si subestimaba al hombre. Kang Ta no habría desaparecido en algo tan simple como un juego sucio. Jongin arriesgaría su vida en eso. El hombre tenía un as en la manga y estaba decidido a averiguar qué era ese algo.

 

 

 

Kwang Hee mantuvo la puerta abierta mientras Siwan pasaba junto a él. Habían pasado años desde que Kwang Hee había ido al boliche. Había tratado de pensar en una cosa bastante inocente que hacer con su pareja y dado que el boliche acababa de abrir, era el lugar perfecto para pasar el tiempo. Quedarse en casa con Siwan alrededor no era una opción. Eso sólo haría que Kwang Hee pensara en las cosas que podrían hacer —cosas más íntimas. Él no iba a reclamar a Siwan, por lo que había decidido salir de la casa.

 

—Entonces, ¿lanzas una pelota y tratas de golpear algunos pinos? —Siwan preguntó por enésima vez—. Pero eso no tiene ningún sentido.

 

—Vamos a pagar por nuestro juego. —Kwang Hee llevó a Siwan al mostrador donde se pagaba por un carril y se alquilaban los zapatos. Mientras esperaba a que el encargado les diera los feos zapatos, Kwang Hee pudo oír el sonido de los pinos caer y la música a todo volumen.

La vista, el sonido y los olores le trajeron recuerdos nostálgicos. El padre de Kwang Hee siempre lo llevaba al boliche. No sólo por diversión, sino que parecía que su padre pensaba que se necesitaba de una buena partida de bolos cuando tenía  algo serio que hablar con Kwang Hee.

Kwang Hee sonrió al recordar el momento en que su padre lo había llevado para hablar con él sobre el sexo. Ese fue el más torpe juego que hubiera jugado. Kwang Hee aún se estremecía al pensar en que su padre había usado palabras como penetración satisfacción mutua. El hombre apestaba hablando sobre los pájaros y las abejas, pero Kwang Hee lo amaba por intentarlo.

Una vez que Kwang Hee tenía sus zapatos, se llevó a Siwan a su carril.

—¿Se supone que debo usar zapatos que todo el mundo ha usado? —Siwan no se veía muy feliz.

Kwang Hee sacó un par de calcetines de su bolsillo. —Por eso he traído esto.

 

—Oh, pensé que el bulto en tus pantalones era... no importa.—Siwan rápidamente agarró los calcetines. Se sentó y se quitó sus sandalias, y se puso los calcetines.

 

Qué había pensado Siwan —Kwang Hee no podía creer que en realidad se estaba sonrojado. Había pasado una eternidad desde que había sucedido. Se frotó la mandíbula mientras observaba a Siwan ponerse los zapatos.

—¿No vas a ponerte los tuyos? —Siwan señaló con la cabeza los zapatos de boliche de Kwang Hee que estaban en el suelo.

 

Apartando los ojos de su pareja, Kwang Hee se quitó las botas y se puso los feos zapatos verdes y amarillos de boliche.

—Está bien —dijo Siwan cuando se levantó y le dio una palmada—. Muéstrame cómo funciona todo esto.

Kwang Hee fue a la pequeña consola y le mostró a Siwan cómo se mantenía el marcador. Luego encontró la bola con la que Siwan estuviera más cómodo y la que tenía el peso con la que él siempre había jugado. —Ahora mírame.

Los ojos de Siwan recorrieron de arriba abajo el cuerpo de Kwang Hee y no podía confundir como lucían con cualquier cosa que no fuera interés. Kwang Hee se aclaró la garganta mientras se dirigía al extremo del carril. Tenía que tomarse un momento para recobrar el control. Su pene estaba amenazando a crecer con   fuerza por la forma en que esos ojos verdes prácticamente habían acariciado su cuerpo.

Kwang Hee tomó su turno, tumbando todos los pinos. —¡Strike!

—Eso no parece tan difícil. —Siwan se levantó y agarró la bola. Cuando su pareja se acercó al extremo del carril, Kwang Hee rápidamente  le  mostró  al  hombre  como  pararse.  Su pareja estaba de lado, como si estuviera a punto de lanzar la bola en vez de rodarla.

 

—No la lances, Siwan, ruédala suavemente y no tendrás ningún problema.

 

Kwang Hee dio unos pasos hacia atrás, mirando. Cuando el brazo de Siwan se echó hacia atrás, Kwang Hee salió fuera del camino, por temor a que el fey dejara que la bola se fuera por el lado equivocado. No necesitaba sus bolas rotas.

Cuando Siwan levantó el brazo, la bola se le cayó. Kwang Hee tuvo segundos para jalar a su pareja antes de que la bola le cayera en la cabeza a Siwan. La bola golpeó el suelo con un ruido sordo y rodó unos centímetros.

—Parecía mucho más fácil cuando lo hiciste —Siwan murmuró.

Kwang Hee agarró la bola y se la dio a su pareja. Se puso de pie detrás de Siwan, ayudándolo con algunos simulacros de lanzamiento. La cercanía le estaba afectando. El pequeño culo de Siwan estaba contra la ingle de Kwang Hee mientras movía el brazo hacia adelante.

Estaba haciendo todo lo posible para no notarlo, pero Kwang Hee no podía pasar por alto tanto. No se podía negar que quería al hombre, sexualmente. Siwan era muy hermoso. Pero Kwang Hee sabía que una vez que se acostara con Siwan, no habría vuelta atrás.

Un oso no tenía que morder para reclamar a su pareja, aunque morder era algo que amaba hacer. Pero el proceso era mucho más simple. Todo lo que tenía que hacer era dormir con el hombre. Por muy tentador que fuera, Kwang Hee no planeaba joder a Siwan.

—Está bien, inténtalo ahora. —Esta vez Kwang Hee se alejó más. Después  de  una pequeña carrera,  Siwan dejó la bola  ir.

Afortunadamente se fue por el camino esta vez en lugar de en el aire. Unos pinos cayeron, pero Siwan estaba saltando alrededor y gritando como si los hubiera tumbado todos.

Kwang Hee se rio del entusiasmo del hombre.

 

—Creo que me gustan los bolos. —Siwan agarró su bola cuando regresó. Lo hizo mejor esta vez, dejando sólo dos pinos de pie. La mirada de suficiencia en el rostro de Siwan era adorable.

 

—Lo estas entendiendo. —Kwang Hee tomó la bola al mismo tiempo que Siwan trató de moverse fuera del camino. El cuerpo de su pareja rozó el de Kwang Hee, y los dos se quedaron inmóviles. Grandes ojos verdes lo miraban y Kwang Hee sintió su pene volverse increíblemente duro. Su corazón latía más rápido y su piel estaba de repente sudorosa.

—Disculpa —dijo Siwan en voz baja, pero el hombre no se movió.

 

Kwang Hee se obligó a dar un paso a la derecha, sus pensamientos todos revueltos mientras agarraba la bola y se olvidaba de lo que se suponía que debía hacer con ella. Se quedó allí como un idiota, con los ojos clavados en Siwan.

—Tu turno. —Siwan finalmente rompió el hechizo, tomando asiento en su mesa.

 

Correcto. Su turno. Kwang Hee había perdido el foco mientras veía el carril. Los pinos seguían de pie, esperando que tomara su turno. Sólo tenía que recordar cómo jugar a los bolos. Nunca una mirada como la que Siwan le había dado le había afectado el cerebro antes. Claro, hombres y mujeres habían coqueteado con él a lo largo de los años. Kwang Hee había aceptado a algunos de ellos. Pero ninguna de esas personas nunca había vuelto papilla el cerebro de Kwang Hee. «No vas a dormir con él». Se aclaró la garganta, Kwang Hee tomó su turno. Ni siquiera prestó atención a la bola que rodaba. Su mente estaba en otro sitio.

 

Imágenes de Siwan de rodillas, con las esposas de Kwang Hee mientras chupaba el pene de Kwang Hee llenaban su mente. Su pene estaba tan duro como una roca y no quería darse la vuelta.

—Tienes más puntos que yo —Siwan se quejó, sacando a Kwang Hee de sus sexuales pensamientos—. No es justo.

Kwang Hee se dirigió a la cafetería, negándose a dejar que Siwan viera su erección. —Toma tu turno mientras consigo algo de comer —le dijo sobre su hombro. Tal vez los bolos no habían sido tan buena idea después de todo.

 

 Siwan estaba fascinado por la forma en que podía hacer a Kwang Hee correr. Nunca antes había coqueteado abiertamente con nadie y estaba totalmente sorprendido de haber enviado a un hombre tan poderoso y masculino a la cafetería con una erección completa.

A propósito se había puesto en el camino del hombre, sólo para ver si tenía algún efecto sobre él. Había empezado a pensar que su pareja no estaba interesado en él. Chico, estaba equivocado. Si la dura erección que se delineaba bajo los pantalones del hombre era algo, el tipo estaba muy interesado.

Siwan no quería jugar con Kwang Hee, realmente no quería. Pero la forma en que su pareja lo mantenía alejado era frustrante. Él era un adulto y sabía lo que debería ocurrir entre parejas, pero Kwang Hee estaba actuando como si Siwan tuviera la peste.

Cuando Kwang Hee regresó, Siwan deliberadamente se inclinó para agarrar la bola. Movió su culo un poco antes de enderezarse y ver hacia la ingle de su pareja. Sí, aún seguía duro.

 

Estaba siendo una mierda, y lo sabía. Pero estaba realmente cansado de ser ignorado. Quería ser reclamado, ser amado por este hombre, y había decidido en el camino hasta aquí que él iba a hacer lo que fuera para conseguir que su pareja lo reclamara.

Había visto coqueteos antes y sabía qué hacer. La mecánica de agitar las pestañas y mover el culo era muy básico. Incluso Siwan    podía manejar eso.

—Te he traído unos nachos con queso. —Kwang Hee dejó la bandeja, negándose a mirar a Siwan. Asegurándose de mover sus caderas suavemente de lado a lado, Siwan se acercó al extremo del carril y tomó su turno.

 

Cuando se dio la vuelta, los ojos de Kwang Hee estaban clavados en su culo. Ahora estaban clavados en la ingle de Siwan. Podía sentir su erección formarse, su respiración cada vez más difícil mientras recordaba cómo caminar y se dirigía de nuevo hacia Kwang Hee.

Su pareja apartó la mirada y Siwan podía ver su nuez moverse rápidamente. La tensión entre ellos parecía construirse, mientras ambos tomaban su turno y seguían su juego, un juego de bolos y coqueteos.

Si Siwan no se equivocaba, Kwang Hee estaba alardeando. El hombre flexionaba sus bíceps, se pavoneaba hasta el extremo del carril, y se movía de una manera que prácticamente tenía a Siwan babeando. Se preguntó si Kwang Hee hacía esos mismos movimientos en la cama.

El partido amistoso se había convertido en una competencia. Pero la competencia no se trataba de quién podía conseguir la mayor puntuación. Se trataba de quién podía coquetear más, y cuanta provocación  podrían manejar.

 

No estaba seguro de cómo Kwang Hee había logrado bajar la guardia, pero Siwan disfrutaba de cada segundo de la atención que su pareja le estaba dando. Esos ojos café seguían deslizándose por Siwan, haciéndolo sonrojar antes de que él alejara la mirada.

Este juego era mucho más divertido. A Siwan le gustaba sentirse como si fuera el centro de atención de Kwang Hee. Cuando Kwang Hee no se cerraba, exudaba seducción. El hombre no era evidente. Eran las pequeñas y sutiles cosas que estaba haciendo lo que volvía loco a Siwan.

—Parece que gané —Kwang Hee dijo sentándose y tomando la botella de su refresco de raíz, envolviendo sus labios alrededor del extremo de una manera tan seductora que Siwan casi gime.

 

—Creo que deberíamos regresar a tu casa. —Siwan se inclinó para quitarse los zapatos, sabiendo que la parte de atrás de su camisa se levantaría, dejando al descubierto su piel ante la atenta mirada de Kwang Hee.

 

Cuando el hombre no dijo nada, Siwan se giró para mirar a Kwang Hee. La alegría había desaparecido de los ojos del hombre, sustituida una vez más por una cerrada expresión.

¿Qué le había hecho levantar la guardia? Siwan no sabía cómo lograr que Kwang Hee regresara a su estado de ánimo juguetón. Se quitó los calcetines y luego metió los pies en las sandalias, frustrado como el infierno. Kwang Hee se acercó y agarró los zapatos de boliche de Siwan, y se dirigió al mostrador sin decir una palabra. Siwan quería golpear algo. Parecía que ambos se llevaban bien cuando actuaban como amigos. Pero Siwan quería algo más que amistad. Quería algo más que agitar las pestañas o flexionar los bíceps.

 

Siwan limpió el área y se encontró con Kwang Hee junto a la puerta. Una vez que estaban en el estacionamiento, Siwan agarró a Kwang Hee por el brazo. —¿Soy yo?

Podía ver la guerra en los ojos de Kwang Hee. La expresión de su pareja era tensa antes de que Kwang Hee dejara escapar un largo suspiro. —No eres   tú, Siwan.

—Entonces dime lo que está pasando. ¿Por qué sigues alejándome?

 

Kwang Hee se apoyó en el carro, haciendo girar las llaves en su dedo mientras miraba hacia el bosque. —Mi padre era un hombre muy fuerte. No creía que nada pudiera destrozarlo. Ante mis ojos, era un pilar de roca sólida. Pero hace unos años, mi madre murió en un accidente de tren.

 

Siwan se quedó congelado en el lugar, absorbiendo todo lo que Kwang Hee estaba diciendo.

»Ellos todavía no saben cómo se descarriló el tren, pero desde su muerte, mi padre sólo existe. Prácticamente se seca a nada. Casi cada vez que voy, está sentado junto a la ventana, mirando hacia el espacio.

El corazón de Siwan estaba con Kwang Hee. Podía ver el dolor en los ojos del hombre. También podía ver que Kwang Hee realmente amaba a su padre y le estaba desgarrando por dentro el ver a su padre pasar por algo como esto.

Kwang Hee dejó de girar las llaves, las tomó en sus manos y bajó la mirada. —No quiero pasar por algo así, Siwan. No quiero saber lo que se siente el perder a mi pareja.

 

Siwan parpadeó un par de veces, girando la cabeza hacia la parte trasera del carro. No estaba seguro de qué decir. Podía oír el miedo en la voz de Kwang Hee. El hombre realmente temía amar.

 

—No pienso morir, Kwang Hee —dijo Siwan, porque no tenía ni idea de qué más decir.

 

—Nadie piensa morir. —La mandíbula de Kwang Hee se apretó mientras cruzaba sus brazos sobre su pecho—. Pero ocurre.

Acercándose, Siwan puso su mano sobre el brazo de Kwang Hee.

—Entonces, ¿sólo te vas a cerrar al mundo? ¿No me vas a reclamar porque temes salir herido?

 

Pasando sus manos por su cabello Kwang Hee parpadeó mirando hacia Siwan. Siwan contuvo el llanto cuando vio la verdad en los ojos café del hombre. Eso era exactamente lo que su pareja había planeado hacer.

Siwan cerró su mano en un puño y golpeó a Kwang Hee en el pecho. Su pareja se veía aturdido, pero Siwan estaba más allá de la ira y no le importaba. —¡Bastardo egoísta! —golpeó a Kwang Hee de nuevo—. Te niegas a reclamarme porque tienes miedo de ser lastimado. ¿Qué infiernos crees que tu negativa me está haciendo? ¿No crees que me duele saber que mi pareja no me quiere?

 

Antes de que Kwang Hee pudiera responder, Siwan se alejó. Se alegró de que Kwang Hee no lo rechazara porque no se sintiera atraído. Pero la verdad dolía como una perra.

—Dijiste que no querías una pareja —Kwang Hee le gritó mientras Siwan seguía caminando—. Dijiste que tu vida era bastante complicada.

 

Siwan se dio la vuelta, mirando al hombre. Su ira se desbordó cuando escuchó un trueno y la lluvia comenzó a caer. «Simplemente genial».—Al menos estoy tratando de hacer que esto funcione. Tú en cambio eres demasiado cobarde para darte una oportunidad—se dio la vuelta y comenzó a caminar de nuevo, sin saber a dónde ir cuando la lluvia empezó a empapar su ropa.

 

Lo único que sabía era que tenía que alejarse antes de que Kwang Hee dijera algo que hiciera que Siwan empezara a ver al hombre como vil. No quería odiar a Kwang Hee. Pero, ¿qué se suponía que iba a hacer cuando su pareja prácticamente lo estaba descartando?

Iba a ser una larga caminata, pero decidió regresar al rancho. No era seguro allí, pero ir a la casa de Kwang Hee no era una opción. Si pudiera conseguir quitarse el maldito brazalete de su muñeca. Desaparecer sería tan malditamente útil ahora.

—No deberías estar vagando solo. —Kwang Hee había alcanzado a Siwan e igualaba sus pasos.

 

Siwan estaba tan enojado que empujó el pecho de Kwang Hee. — Ya no tienes que preocuparte más acerca de tu obligación para conmigo, Kwang Hee. Sólo regresa a tu miserable vida y deja la mía en paz. —Estaba empezando a desear nunca haber conocido al detective Kwang Hee Hwang.

 

—No sabes cómo es —argumentó Kwang Hee.

—¿Qué, perder a mi pareja? La estoy perdiendo ahora.

—¿Y si te mueres? —Kwang Hee gritó—. ¿Qué pasa si invierto en ti y luego te matan?

 

Apartando el mojado cabello de la cara, Siwan soltó su ira. Podía ver el verdadero miedo en los ojos de Kwang Hee. —¿Qué pasa si inviertes en mí y no me muero?

 

Por la expresión en el rostro de Kwang Hee, se podría decir que el hombre no había pensado en esa opción. —No puedes dejar de vivir porque tienes miedo de salir herido, Kwang Hee. Tienes que darte una oportunidad y disfrutar del tiempo que tengas con la persona que amas.

Los ojos de Kwang Hee se abrieron más. —¿Amor?

 

Siwan gimió. Era como hablar con una pared de ladrillo. —Sí, amor. Con el tiempo va a pasar si nos quedamos juntos. Al menos eso espero que suceda. Ya estoy empezando a enamorarme de ti. ¿Por qué crees que tu rechazo es como un cuchillo en mi corazón?

 

—Pero nos acabamos de conocer.

—¿Tu punto?

La lluvia empezó a caer con más fuerza, pero Siwan se negaba a buscar refugio. Él no iría a ninguna parte hasta saber en dónde se encontraba con Kwang Hee.

Los ojos de su pareja fijos en él, la intensidad era casi insoportable. —Estoy asustado, Siwan.

Era más de lo que Siwan pensó que el hombre diría. Sólo escuchar a Kwang Hee confesar su miedo hizo al hombre más accesible. Siwan se acercó un paso, rozando con su mano la húmeda mejilla de Kwang Hee. —Yo también, pero podemos tener miedo juntos. No quiero vivir sin la otra mitad de mi alma, Kwang Hee.

 

Siwan respiró profundo cuando Kwang Hee lo agarró, llevando a Siwan a sus fuertes brazos mientras bajaba la cabeza y capturaba los labios de Siwan. Era su primer beso y Siwan sentía como si todo su cuerpo simplemente se hubiera incendiado.

Sus brazos se deslizaron alrededor de los hombros de Kwang Hee, jalando al hombre más cerca y rezando para que su pareja nunca lo dejara ir. Kwang Hee parecía verter todas sus emociones en ese beso, dándole a Siwan su miedo, su alegría, y todo lo que el hombre había estado conteniendo.

Los ásperos bigotes de su pareja rasparon el rostro de Siwan mientras profundizaba el beso, apretando sus brazos alrededor del cuerpo de Siwan. Su boca se abrió más cuando la lengua de Kwang Hee entró y exploró.

El cuerpo de Siwan se volvió flexible mientras Kwang Hee reclamaba su boca, sus manos presionando la espalda de Siwan. Desafortunadamente, Siwan necesitaba respirar. Sus pulmones ardían por el oxígeno. De mala gana, se echó hacia atrás, pero Kwang Hee no lo soltó.

—Dame una oportunidad, Kwang Hee. Por favor, no me alejes.

Siwan miró el rostro de Kwang Hee y podía ver sus paredes desmoronarse. Pero eso no significaba que su pareja cedería ante sus sentimientos para proteger su corazón. Siwan se quedó rezando.

Para su sorpresa, Kwang Hee abrazó a Siwan más cerca, casi estrangulando el aire de sus pulmones. —Por favor, nunca, me dejes —su pareja le susurró al oído de Siwan.

Siwan besó el lado de la mandíbula de Kwang Hee. —Nunca.

La promesa fue hecha. Siwan sólo esperaba que el destino no tuviera otros planes mientras pensaba en su padre y su tío.

 

continuara...

 


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