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66. Luchando contra la Tentación (11) por dayanstyle

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—Joder, él es terco —Kwang Hee dijo mientras observaba a Siwan caminar hacia el corral. Había entrado cuando Eric había salido al porche a decirle que su pareja había salido por la puerta trasera. Kwang Hee lo miraba desde la puerta de la cocina, pero no donde Siwan pudiera verlo.

 

Estaba luchando contra la tentación de ir hacia el hombre. Kwang Hee sabía que no podría manejar el tener pareja. Pero, joder, si su cuerpo quería escuchar. No importaba a dónde Siwan fuera lentamente él flotaba en esa dirección. Tan pronto como se enteró de que Siwan había salido, Kwang Hee estaba en la puerta de atrás como un cachorro perdido. ¿Qué jodidos le pasaba?

Había estado solo todo este tiempo. A estas alturas debería de estar acostumbrado a su soledad. Pero no importaba lo mucho que internamente se sermoneara, Kwang Hee buscaba a Siwan.

—¿Café? —Eric se acercó hacia el mostrador, por una taza de café.

 

Kwang Hee asintió. Se quedó en la puerta de atrás, mirando a su pareja mientras el aroma del café recién molido llenaba la cocina. Estaba tan malditamente confundido que ni siquiera era gracioso. Sabía que no podía permitirse preocuparse por el hombre. Eso era demasiado peligroso. Además, Kwang Hee, no estaba seguro de que Siwan pudiera manejar su gusto sexual que se inclinaba más hacia el lado muy dominante y Siwan parecía demasiado inocente para alguien como él.

 

Había tanta posibilidad como una bola de nieve en el infierno que lo de ellos funcionara. Kwang Hee era malhumorado, silencioso, y le gustaba estar solo. Siwan parecía desenvolverse bien alrededor de la gente, era hablador, y demasiado alegre para el gusto de Kwang Hee.

Se preguntó en qué estaba pensando el destino cuando los enlazó.

—Sabes, no le has dado exactamente una razón para confiar en ti, detective Hwang.

 

Kwang Hee no iba a estar allí y decirle a Eric su historia de fondo. No era asunto de nadie por qué se mantenía alejado de Siwan. En su mente, era un temor razonablemente válido, muy válido para ser exactos. Ambas razones parecían muy lógicas para él. —Llámame Kwang Hee.

Eric le entregó a Kwang Hee una taza y se quedó junto a él en la puerta de atrás. El día era luminoso, ni una nube en el cielo. Kwang Hee podía oír el susurro de la hierba y podía sentir la suave brisa que soplaba a través de la puerta de malla. Le daban ganas de correr en su forma de oso en días como este. Lástima que no sólo tenía que trabajar, sino que tenía una pareja a quien ayudar.

Correr tendría que venir mucho más tarde.

 

Eric habló por fin después de tomar un sorbo de su café. Señaló con la cabeza hacia donde Siwan estaba de pie junto a las vacas. —Sabes lo difícil que es encontrar la propia pareja, Kwang Hee. No voy a entrometerme en tus asuntos, como tampoco te daré un sermón, pero deberías pensar largo y tendido antes de rechazar a Siwan.

—No lo voy a rechazar —dijo Kwang Hee antes de tomar un sorbo de café. Sostenía la taza como si fuera un salvavidas mientras observaba el largo cabello negro de Siwan ser movido por el viento. Sus dedos ansiaban tocar las sedosas hebras, para saber lo que se sentía el acariciarlas mientras Kwang Hee… sacudió la cabeza, tratando de disipar esos pensamientos—. Voy a ayudarlo.

 

Eric soltó un largo suspiro sacudiendo la cabeza ligeramente. Kwang Hee sintió como si estuviera hablando con su padre mientras lo hacía con el gran hombre de pie junto a él. — Eso no es lo mismo.

 

No, no lo era. Pero Kwang Hee podría ayudar a Siwan sin reclamar al hombre. No era una decisión fácil mantener a Siwan alejado. Pero después de lo que su padre había tenido que pasar, Kwang Hee sabía que no era lo suficientemente fuerte como para soportar... —Tengo que ir a trabajar. ¿Puedes vigilarlo?

Tan ansioso como había estado por llegar al rancho y así deshacerse de Siwan, ahora a Kwang Hee le resultaba difícil irse. Seguía con los ojos clavados en la espalda del hombre, viendo como las caderas de su pareja se balanceaban al caminar. Se estaba obligando a apartarse de la puerta, sabía que tenía que alejarse para poder pensar con claridad.

—Voy a tener a mis hijos vigilándolo mientras que trabaja. — Eric se apartó de la puerta, presionando una cadera en el mostrador—. ¿Vas a regresar?

Era una pregunta válida. Kwang Hee no estaba actuando exactamente entusiasmado sobre tener a Siwan. —Regresaré una vez que termine mi turno. —Miró a Siwan, observando cómo se acercaba a las vacas con vacilación. Kwang Hee contuvo una sonrisa. Si no estuvieran tan profundamente arraigados sus temores, sería tan fácil reclamar al hombre. Pero sus temores estaban allí y eran reales.

 

Apartó la mirada y se dirigió hacia el mostrador, poniendo su taza en el fregadero. Sabía que las palabras de Eric eran ciertas. Encontrar a tu pareja era un raro hallazgo. Pero también tenían la capacidad de destruir a un hombre. Kwang Hee no desestimaba a la ligera a Siwan. No estaba rechazándolo en absoluto. Ahora que sabía quien era Siwan, el hombre estaría siempre en la mente de Kwang Hee. —Gracias por el café.

Eric asintió solemnemente. A pesar de que no iba a explicarse, Kwang Hee se sentía como una mierda. Sabía que todo el mundo estaba cuestionando sus acciones —o la falta de ellas. Pero sus razones eran suyas.

 

Se dio la vuelta para irse cuando escuchó el molesto silbato. Lo que no daría por romper ese pedazo de plástico. Kwang Hee y Eric se miraron a los ojos durante un segundo antes de que ambos se movieran rápidamente hacia la puerta trasera.

Al principio pensó que Siwan hacía sonar el silbato porque estaba huyendo del pequeño cerdo que estaba pisándole los talones. Kwang Hee gimió, las palmas en su rostro al pensar que su pareja huía de un diminuto atacante, pero entonces oyó a Eric gruñir.

Levantando la vista, su corazón cayó a su estómago cuando vio a un hombre alto persiguiendo a Siwan. —¿Uno de los tuyos?

—Por supuesto que no. Es el padre de Siwan —dijo Eric con un gruñido antes de golpear la puerta de malla. Los dos hombres corrieron tras el tipo que perseguía a Siwan. Kwang Hee sacó su arma, mientras corría.

 

—¡Bacon! —un hombre delgado gritó mientras corría hacia ellos y levantaba al cerdo en sus brazos. Kwang Hee los ignoró mientras trataba desesperadamente de llegar a Siwan.

 

—¡No! —gritó cuando Siwan y el hombre entraban al establo. Sabía que si el padre de Siwan ponía sus manos en su hijo, el hombre podría desaparecer con él y él podría no ver a Siwan nunca más.

 

—¡Date prisa! —Eric gritó.

Kwang Hee no dudó ni un instante, se movió más rápido, presionando la espalda contra la madera y revisando el establo rápidamente. Parecía vacío, aparte de los animales. Recorrió con la mirada la gran estructura, y luego se movió a la caballeriza más cercana.

No vio ni oyó nada y le preocupó a Kwang Hee. ¿Y si ya era demasiado tarde? ¿Y si su padre ya se había ido, llevándose a Siwan con él? Sus ojos recorrieron el poco iluminado interior, en busca de cualquier signo de su pareja.

Eric llegó segundos detrás de él, uniéndose a Kwang Hee.

—No veo a nadie.

Kwang Hee se aferraba a la esperanza de que Siwan no se había ido, que no había sido regresado a su tribu. A pesar de que sus propios sentimientos eran un revoltijo, honestamente no quería ver que nada le sucediera al chico.

Mientras exploraba el sitio, Kwang Hee pudo ver que no había mucha luz, la luz del sol entraba por las ventanas dándole al establo un suave resplandor. Un fuerte olor a heno flotó hacia él cuando un caballo relinchó mientras que otro resopló.

La cabeza de Kwang Hee giró cuando oyó el molesto jodido silbato de Siwan sonar fuerte. Levantó la pistola y apuntó al extraño cuando lo vio en una de las caballerizas al otro extremo del establo.

Sin dudarlo, Kwang Hee disparó. La bala impactó en la pared justo a centímetros de la cabeza del hombre. Kwang Hee no estaba tratando de matar al tipo, sólo asustarlo. Nunca disparaba a matar a menos que la otra persona fuera violenta. Tratar de secuestrar a su propio hijo no era suficiente para que Kwang Hee lo matara. Quizás herirlo, pero no matarlo.

 

Eric cambió a su forma de oso mientras Kwang Hee caminaba lentamente hacia la caballeriza, con el arma aún levantada entre sus manos.

—¿Qué infiernos fue… —Leo se detuvo tan pronto como entró en el establo, con los ojos parpadeando de Kwang Hee al oso a su lado.

 

Kwang Hee hizo caso omiso del hombre y se dirigió a la caballeriza encontrando a Siwan en un rincón, con las manos sobre su cabeza, el silbato colgando de sus labios. Los ojos del chico estaban fuertemente cerrados mientras se acurrucaba en la pared más lejana de la caballeriza.

Tal vez esa molesta pieza de plástico tenía su propósito después de todo.

—Se ha ido, Siwan. —Kwang Hee enfundó su pistola y se puso en cuclillas, alejando a Siwan de la pared. No quería estar cerca de Siwan, pero no iba a permitir que su pareja se encogiera en un rincón. El hombre temblaba mucho mientras Kwang Hee lo sostenía entre sus brazos—. Estás a salvo.

—E-ese era mi padre. —Siwan respiró profundamente y luego se empujó fuera de los brazos de Kwang Hee. Kwang Hee se arrodilló allí por un momento, sabiendo que él era el que había causado que Siwan pusiera algo de distancia entre ellos. Había sido su  actitud distante la que hacía que el chico se alejara tan malditamente rápido.

—¿Por qué no te llevó? —Leo preguntó cuando finalmente se unió a ellos.

 

Siwan sacudió la cabeza mientras se ponía de pie y salía de la caballeriza. Kwang Hee podía ver las piernas del hombre seguir temblando, pero Siwan logró no desmoronarse. —No estoy seguro.

 

—Pueden darnos un minuto —Kwang Hee dijo mientras se levantaba. Siwan estaba mintiendo y quería saber por qué—. Necesito hablar con Siwan.

 

Tanto Leo como Eric miraron a Kwang Hee y a Siwan antes de salir del establo. Se dio cuenta de que no se querían ir, pero por suerte no habían insistido en quedarse. Kwang Hee apoyó su brazo sobre el divisor, mirando a Siwan de cerca mientras hablaba.

—Sabes exactamente por qué él no te llevó.

Siwan lo fulminó con la mirada antes de comenzar a alejarse. Kwang Hee alargó el brazo y tomó al hombre, impidiéndole poner el maldito silbato entre los labios. —No necesitas eso.

—Entonces déjame ir —dijo Siwan, con la voz llena de un furioso fuego.

 

—Dime por qué no te llevó. —El instinto de Kwang Hee le decía que Siwan sabía la respuesta. No estaba seguro de por qué estaba protegiendo al mismo hombre del que estaba huyendo, pero Siwan lo sabía.

—No tengo que decirte nada. —Siwan torció el brazo, tratando de romper el agarre. Parecía que ambos estaban en un punto muerto. Kwang Hee no se permitiría caer por Siwan y Siwan no se permitiría confiar en Kwang Hee.

—¿Estás seguro de que estás huyendo de él?

—¡Bastardo! —Siwan jaló con fuerza, pero Kwang Hee se negó a dejarlo ir. El miedo de que el hombre se llevara a Siwan aún tenía un férreo control sobre él.

 

—Hice una pregunta. —Su entrenamiento de policía estaba pateándolo, ignorando el hecho de que él y Siwan eran pareja. Kwang Hee no tenía la intención de lastimar al chico, pero las cosas no mejoraban. Quería hechos y estaba cansado de que su pareja lo corriera. Kwang Hee sabía que era injusto ya que   había hecho lo mismo, pero ahora mismo, no le importaba. Quería respuestas.

Siwan lo fulminó con la mirada, la rabia presente en sus ojos verde esmeralda. —Mi papá no es el típico padre. Me niego a dejar que me entregue de pareja a mi propio tío. ¿Te gustaría ser atrapado?

 

—No, no me gustaría. —Kwang Hee aflojó la presión, listo para salir de ahí y con miedo a dejar al hombre. Estaba en total estado contradictorio en su cabeza.

 

Kwang Hee no estaba seguro de qué sentimiento seguir. Parecía estar siempre confundido junto a Siwan y no era un sentimiento al que estuviera acostumbrado.

Kwang Hee había estado siempre en control, siempre sabiendo lo que quería. Desde que conoció a Siwan, no estaba seguro de una cosa maldita. Odiaba la lucha que estaba sucediendo en su interior. Estaba jodiendo su cabeza, haciéndole dudar de sí mismo, algo a lo que no estaba acostumbrado.

Durante unas semanas estuvo considerando pedir una transferencia, ir a una comisaría de la gran ciudad para un ritmo más rápido de vida y un cambio de escenario. Quizás una vez que sacara a Siwan de este lío, él podría meter los papeles. No podía arriesgarse a preocuparse por el hombre. Eso era algo que no podía permitirse hacer.

Justo cuando pensaba que estaba controlando su vida, llega Siwan. Kwang Hee maldijo interiormente por la forma en que el destino estaba interfiriendo en su la vida. —Sabes que no estarás a salvo aquí, Siwan. Lo único que te pido es que me dejes ayudarte, nada más.

 

Podía ver el dolor en los ojos color verde oscuro de Siwan y odiaba esa mirada, pero no había nada que Kwang Hee pudiera hacer al respecto. Esto era negocio, nada más. —Ven al trabajo conmigo, por este día.

 

Siwan sacó su brazo de la mano de Kwang Hee y comenzó a caminar hacia la salida. —Voy a correr el riesgo en el rancho.

Kwang Hee observó los bruscos pasos de Siwan. Sí, el hombre definitivamente estaba furioso.

Cuando el hombre llegó a la entrada, Siwan se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia atrás, sus ojos verde esmeralda llenos de irritación. —A propósito, no se te ocurra utilizar tu arma contra mi padre. Puede que sus prioridades estén todas jodidas, pero él sigue siendo mi padre.

 

Ahora, ¿quién tenía sus prioridades jodidas? Kwang Hee no sabía qué hacer con Siwan. Pero, de nuevo, si el padre de Kwang Hee había perdido la cabeza, ¿sería realmente capaz de pegarle un tiro? Él sabía en su corazón que la respuesta era no.

Siwan estaría jodido por eso. No había manera de que fuera a lastimarlo más de lo que su padre había hecho —no, Kwang Hee no iba a hacer eso.

 

Gruñendo de frustración, Kwang Hee salió del establo. Sorprendido de que nadie del trabajo le hubiera llamado. Kwang Hee estaba llegando tarde. Pero el trabajo no estaba realmente en su mente. Tenía que encontrar una manera de ayudar a Siwan sin involucrarse profundamente con el chico.

Los ojos de Kwang Hee se agrandaron cuando vio a Siwan mirar directamente hacia él. ¿Qué estaba haciendo el chico? Tenía ganas de sacar su arma de nuevo por la manera en que Siwan lo miraba.

El hombre se detuvo a un palmo de él, señalando con el dedo hacia Kwang Hee. —Iré contigo sólo porque no quiero que estos simpáticos osos resulten heridos. Pero te lo advierto, mi silbato funciona muy bien y no tengo miedo de utilizarlo.

Sabiendo que el hombre hablaba en serio, Kwang Hee no estaba seguro de si quería al hombre en su carro. Por la forma en que Siwan actuaba, si Kwang Hee respiraba demasiado duro el nervioso hombre usaría el silbato. ¿En qué infiernos se había metido?

No tenía otra opción. Kwang Hee no podía quedarse aquí todo el día, pero él no estaba dispuesto a dejar a Siwan atrás. —Ve a avisar que te iras conmigo.

 

—¿Por qué?

—Así nadie vendrá a buscarte —Kwang Hee respondió mientras se dirigía hacia su carro. No estaba seguro de lo que iba a hacer con Siwan en el trabajo. Quizás podría darle unos papeles para archivar. Su jefe iba a enloquecer. El culo de Kwang Hee ya dolía de las mordidas que iba a recibir.

Siwan fue hacia la casa, entró corriendo. Después de diez minutos, la frustración de Kwang Hee crecía y fue a buscar al chico. Esto era irreal. No sólo había salido tarde esta mañana, había perdido unas dos horas en el rancho.

Entrando  en  la  casa,  Kwang Hee  oyó  voces  en  la  cocina.

Mientras se acercaba, no podía entender lo que decían.

 

—Te llamaré cada hora. Si no oyes nada de mí, eso significa que el detective ha enterrado mi cuerpo en algún lugar.

 

Las manos de Kwang Hee se apretaron en puños por lo que Siwan estaba diciendo. ¿Por qué en la tierra el chico creía que él era una especie de psicópata? No había hecho nada para merecer tales sospechas. Lo único que Kwang Hee había hecho era tratar de ayudar al hombre.

 

—Siwan, estás siendo ridículo. Kwang Hee es tu pareja. No hay manera de que te haga daño —dijo Eric en un tono que estaba lleno de resignación y diversión—. Deja de tratarlo como a un criminal y podrán llevarse mejor.

 

Kwang Hee oyó a Siwan resoplar. —Lo dudo mucho. Él me trata como si estuviera cubierto de verrugas.

 

Pasos comenzaron a acercarse, pero Kwang Hee no se movió. Siwan quedó a la vista y se dio cuenta que Kwang Hee lo estaba mirando.

Kwang Hee había oído la conversación y Siwan sabía que había oído la conversación. Pero el chico no parecía arrepentido. Pasó    al lado de Kwang Hee y salió.

—Por lo que me dice Jinwoon, Siwan ha vivido en su tribu toda su vida. Nunca ha estado en el mundo moderno —dijo Eric—. Sólo te estoy dando una advertencia justa.

 

Advertencia justa.

 

Kwang Hee deseó tener una advertencia justa antes de salir de casa esta mañana, tomando el desvío que había cambiado su vida.

 

continuara...

 


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