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La Madre de los Príncipes de la Calamidad. por Keiko Midori 0018

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Después de un rato esperando noticias, Kagome salió de la habitación en donde atendían al Rey Demonio. Tanto Inuyasha como el primer príncipe estaban ahí, esperaban noticias del señor de los demonios y no eran los únicos, varios demonios del concejo y otros más estaban al pendiente de su señor. Pero la expresión de la hechicera no daba esperanzas, Inuyasha temía lo peor al ver su rostro que mostraba una gran desazón. Realmente Inuyasha sin saberlo, no deseaba escuchar lo que ella diría y no lo entendía.

―Lo intentamos todo, pero no pude retirar por completo el veneno y está demasiado débil como para hacerlo por sí mismo. Su estado no le permite regenerar sus heridas y no hace mucho que estaba combatiendo en el frente, su energía es insuficiente para eliminarlo. ―Habló la hechicera, le dirigió una mirada desdeñosa a Inuyasha. ―Es posible que no sobreviva la noche. 

El alboroto comenzó e Inuyasha quien sentía un doloroso sentimiento en el corazón, entró a la habitación pese a las negativas de la hechicera. El primer príncipe se encargó de que nadie lo molestara. Inuyasha se acercó a la cama en donde el Rey Demonio luchaba por respirar y sintió sus mejillas humedecerse. No quería que muriera, no por su culpa.

―¡Levántate de esa cama como siempre lo haces! ¡Se supone que eres el ser más poderoso que existe!. ―Gritó con desespero, Inuyasha pudo sentir un nudo en la garganta. ―¡No puedes dejarte morir tan fácilmente!.

Inuyasha terminó arrodillado junto a la cama, viendo como la vida se le escapaba a ese fiero demonio. Débilmente la mano del Rey Demonio se acercó a su rostro y limpió las lágrimas de su mejilla.

―Creí que... ―Soltó un quejido ronco. ―Me odiabas.

―¡Aún lo hago!. ―Contestó rápidamente. El Rey Demonio cerró los ojos, parecía dormir. ―Pero quizá ahora solo te odio un poco menos. ―Susurró sin ser consciente de que fue escuchado.

Inuyasha se quedó un rato velando el sueño del Rey Demonio, sumido en su propia culpa y un inexplicable dolor. Ni siquiera el dolor de sus manos vendadas era tan intenso con el que estaba instalado en su corazón. Inuyasha no quería pensar en la razón de ese dolor, aunque la respuesta se estaba aclarando muy en el fondo de su mente y corazón. 

Salió de la habitación al ser llamado, Inuyasha fue convocado a la sala de discusiones por orden del concejo y al ser técnicamente el segundo al mando, no tuvo opción más que asistir. Aunque la verdad era que deseaba ver a los niños y comprobar que estaban bien, luego de ello volver a velar por el Rey Demonio. Una preocupación causada por la culpa, se repitió mientras caminaba. Mientras avanzaba a su destino, Inuyasha escuchó un fuerte llanto y en pocos segundos tenía a una pequeña llorando mientras abrazaba sus piernas. Inuyasha supo que ya le habían comunicado a la pequeña Rin sobre el estado del hombre al cual amaba como a un padre. Inevitablemente Inuyasha se agachó a la altura de la niña y la abrazó, el nudo en la garganta se le hizo más notorio tanto como sus ganas de acompañarla en su llanto. Pero no lo hizo, la moral de todos estaba por los suelos y alguien debía ser fuerte por ellos.

―Escucha bien, Rin. ―Separó a la niña de sí y la tomó por los hombros, todo sin abandonar su postura. ―Él es fuerte y va a levantarse como siempre lo hace. 

Esas pocas palabras que fueron dichas aun con la voz quebrada y la mirada acuosa, fueron suficientes para que la niña limpiara sus lágrimas y sonriera ampliamente. Eso también contagió a Inuyasha.

―Rin no volverá a dudar del Rey Demonio. ―Limpió sus mejillas enrojecidas, quizá eran las últimas lágrimas que su naturaleza le permitiría derramar. ―Él sanará y va a estar con Inuyasha, van a ser muy felices juntos.

Inuyasha sonrió ante la ingenuidad de la niña y la despidió para seguir con su camino, ella afirmó que iría a convencer a todo el mundo con las mismas palabras que él le había dicho. 

Cuando Inuyasha llegó a la sala de discusión, Inu no Taisho le esperaba afuera con su usual expresión que no dejaba ver más allá de lo que él quería mostrar. Ambos entraron e Inuyasha se sentó en el lugar del Rey Demonio, el príncipe se mantuvo de pie atrás de él. Pero el escándalo creado por los demonios frente a él, hicieron que Inuyasha empezara a perder la paciencia. Todos hablaban a la vez ante la desesperación del futuro.

―¿¡Que va a ser de nosotros ahora!? ¡Habrá otra invasión humana y volveremos a caer!.

―¡Solo hay dos príncipes y uno es incapaz de pelear! ¡Necesitamos a los cinco de inmediato!.

―¡El Rey Demonio es el último descendiente de la realeza demoníaca! ¡Sin él no habrá más calamidades y estaremos perdidos!.

―¡Esto es un complot! ¡Seguramente todo fue planeado por la reina, nunca debimos haber confiado en los humanos!.

Un estruendo calló a todos los presentes, el primer príncipe había golpeado un muro con el puño, provocando que este se agrietara. La mirada dirigida fue suficiente para que todos guardaran silencio y notaran la misma mirada furiosa del príncipe en su madre que se había puesto de pie.

―Escuchen bien, montón de incompetentes. ―Alzó la voz Inuyasha y sus manos descansaron en la mesa que los separaba. ―Su rey me dio el poder a manos llenas, bien pude aprovechar eso y no lo hice. Tuve la oportunidad de matarlos a todos ustedes y en cambio decidí ayudarlos. Yo, un simple humano, tenía todo un ejército dispuesto a obedecerme ciegamente en mis manos. Solo imaginen que pude haber hecho con semejante oportunidad. ―Trató de calmarse y volvió a hablar. ―Dejen de decir tonterías y hagan su trabajo. Necesitamos opciones, ahora que se sabe que ya hay dos de cinco Príncipes de la Calamidad, las cosas entre los humanos y demonios van a cambiar, todo se volverá más difícil. 

―¿Y de quién es la culpa?. ―Una voz cargada de una sorna amarga sonó en el fondo, Inuyasha supo que se trataba de Kagome que parecía tenerle un profundo rencor desde que se supo lo del Rey Demonio. ―No has dejado de reprochar a todos, de dar ordenes, cuando tú fuiste quien reveló la existencia de las dos calamidades. Tenías todo a tu disposición, se te dio respeto y todo lo que tu ambiciosa mente humana podría desear. Pero, no conforme con eso, decidiste romper ese voto de confianza que el rey te dio y del que pocos son merecedores como si se tratara de cualquier cosa. Confió en ti tan ciegamente que terminaste por hacer lo que se esperaba, lo traicionaste. No debimos esperar mucho de ti, al final solo eres un humano más.

Esas palabras cohibieron a Inuyasha, este simplemente se sentó y se encogió en su lugar, perdiendo toda la seguridad que había logrado juntar. Inuyasha no sabía qué tan fuerte era la relación entre el Rey Demonio y su subordinada, pero esas palabras las sintió bien merecidas. Por esa razón impidió que Inu no Taisho hiciera algo en contra de ella, porque sentía que ese era su castigo. Inuyasha tenía en claro que todo ese asunto entre la guerra de esas dos razas no le concernía, después de todo, ni siquiera pertenecía a ese mundo y había sido traído por la fuerza. Mas no quería hacerle daño a nadie y sentía que había pasado a ser asunto suyo en el momento en el que supo que daría a luz a su primer hijo. Esos demonios que discutían entre sí, los que lo apoyaban y los que no, no eran conscientes que su naturaleza humana no solo se basaba en las malas experiencias que habían vivido, sino que también existían los sentimientos que poseía y que no dejaba ver para protegerse. Una vez más, Inuyasha suplicó por ayuda al Rey Demonio, solo él podría brindarle la seguridad que necesitaba en ese momento. 

Inuyasha imaginó al Rey Demonio, este le mostró un ceño fruncido y le dijo un «patético». Eso fue suficiente para borrar la incertidumbre de su rostro y volver a la acción.

―Sí, fue mi culpa y asumiré las consecuencias de mis actos. ―Habló Inuyasha, sorprendiendo a todos a su alrededor. La mayoría sumía que se echaría a llorar y huiría de la sala. ―Mientras tanto, ustedes como consejeros, deberán ejercer su influencia y dar opciones pertinentes. No podemos estar peleando entre nosotros cuando las cosas están críticas, necesitamos interponernos. Si usamos la lógica, el reino humano ya debe estar enterado de la estrategia que tenemos y el armamento con el que contamos. Intentaran debilitarnos y lo primero será hacer caer a nuestros proveedores de bienes. Por ello debemos enviar tropas a las ciudades que nos proveen alimentos, armas y demás, las aldeas deberán unificarse para que los civiles estén también protegidos. 

Todos empezaron a murmurar entre sí, Inuyasha sintió la mano del primer príncipe en su hombro brindándole apoyo, colocó la suya encima y sonrió ligeramente, era lo que necesitaba. Varias ideas fueron expuestas y se fueron aceptando las más inteligentes. Todo marchó bien hasta que llegó el tema de los herederos. La mayoría asumía que el Rey Demonio moriría y sería lógico que debería haber un nuevo rey apenas pasara el luto. Ese obviamente sería Inu no Taisho, mas aún se debía discutir acerca de los príncipes faltantes. Y cuando ese tema salió a relucir, Kagome volvió a tomar la palabra.

―Caballeros, han olvidado algo y eso es que nuestro rey dejó de ser el último de su linaje. ―Las caras de asombro se dejaron ver y luego de ello, todas las miradas se centraron en el ser tras Inuyasha. ―Una vez que el primer príncipe ascienda al trono, tendrá la obligación y el derecho de continuar con la profecía dictada por nuestros antepasados. 

―Me parece que tú también has olvidado algo. ―Interrumpió Inuyasha. ―Dijeron que no tienen los recursos necesarios para activar un nuevo portal al otro mundo. 

―Como les decía, el primer príncipe es físicamente capaz de engendrar a las tres calamidades que faltan. Una vez que sea coronado como nuestro rey, haremos uso de los recursos que tenemos y lograremos cumplir la encomienda. ―La hechicera ignoró las palabras de Inuyasha y dirigió su mirada hacia él. ―No necesitamos abrir un nuevo puente entre mundos cuando ya tenemos todo lo necesario. Solo se necesita un miembro de la realeza demoníaca y un humano de otro mundo, algo con lo que ya contamos.

La tensión en el ambiente se cortó en el momento en el que Inuyasha se había levantado con brusquedad de su asiento. La rabia en su expresión era visible.

―¡Ustedes me han forzado a muchas cosas, pero no voy a permitir tal cosa!. ―Gritó ante las intenciones de los demonios, porque todos estaban considerando las palabras de la hechicera. ―¡Me rehúso ante su estúpida idea! ¡No voy a permitir que obliguen a Inu no Taisho a hacer algo tan repugnante, él es mi hijo!. 

Nadie se atrevió a hablar, todo se quedó en un incomodo silencio. Inuyasha se levantó de su lugar y se dirigió a la puerta, antes de salir y sin voltear a ver a esas personas que solo le causaban repulsión, dijo unas palabras.

―Será mejor que busquen mejores opciones, esa idea queda completamente descartada por si no les quedó claro. ―Dio un paso fuera. ―Me voy a enterar si se atreven a drogarnos, porque los creo capaces de hacerlo.

―Aún no se acaba la reunión, no debes irte. ―Habló uno de los ancianos.

Antes de cualquier otra negativa, Inu no Taisho destruyó la mesa de un solo golpe. La presión demoníaca que ejercía era incluso más asfixiante que la del Rey Demonio, nadie fue capaz de sostenerle la mirada.

―Ha terminado. ―Gruñó el príncipe. 

Inuyasha dejó todo en manos de Inu no Taisho y después de escuchar de una de los doncellas que Izaya estaba durmiendo tranquilamente en su habitación, fue a ver al Rey Demonio. Porque si bien nadie confiaba en que lograría salvarse, Inuyasha si lo hacía. Él estaría ahí para cuando estuviera recuperado y volvería a golpearlo por su impulsividad, odiaba que ese hombre arriesgara su vida por él y ya sería la segunda vez que lo hacía si bien recordaba. 

Inuyasha no sabía porque Sesshomaru lo defendía, cumplía sus caprichos o porque incluso arriesgaba su vida por él. Pero por más que deseara saber la respuesta, tenía miedo de saberla. Luego de todo lo pasado, Inuyasha esperaba que al menos pudieran llevarse mejor, después de todo, ya estaban a nada de tener a su tercer hijo.

Continuará...

 


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