Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

La Madre de los Príncipes de la Calamidad. por Keiko Midori 0018

[Reviews - 89]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Ya quedaban pocos días para el regreso del Rey Demonio, las cosas seguían tan críticas como al principio. Inuyasha estaba seguro que ese «No destruyas el lugar», se había ido al demonio. A pesar de que las acciones de sus congéneres no eran culpa suya, Inuyasha realmente quería arreglar sus desastrosos ataques. No quería partir a su mundo sin haber dejado un lugar seguro para los niños. Y si Izaya había dejado de tontear para tomar más responsabilidades para con su gente, Inuyasha seguiría su ejemplo y no se rendiría.


Mientras una nueva junta se realizaba y Kagome hacía un reporte acerca de los daños, Inuyasha había empezado a divagar en su mente. Pensaba en el cargamento de abastecimiento que había enviado a las tropas, en la seguridad de aquellos que estaban en las líneas enemigas y en como todo se estaba volviendo tan familiar. Inuyasha solo divagó en las injusticias de la guerra, dándose cuenta que los inocentes eran quienes salían más afectados. Miles de civiles morían o terminaban sin hogar, fueran humanos o demonios. Cinco niños lucharían y se mancharían las manos de sangre sin siquiera haber cumplido un año de vida, Inuyasha cada vez estaba más tenso ante la cruda realidad en la que obligatoriamente era partícipe. 


Guerras y hambrunas, algo que no distaba de su mundo, pero tal parecía que eso era algo natural en cualquier lugar. Inuyasha solo miró distraídamente los daños que la ambición por poder había ocasionado, sobre la posible hambruna que azotaría al reino demoníaco y las cientos de bajas que habría. Lastimosamente, serían niños los que murieran más rápido. Los demonios al haber sido humanos en tiempos pasados, tenían las mismas necesidades que los humanos comunes solo que un demonio podía pasar semanas sin probar alimento o dormir y no le pasaría nada, pero los pequeños eran diferentes y eso era lo que Inuyasha temía. El cargamento de víveres que habían enviado a las tropas, sería el último que enviarían dado que ya no se permitían más. Cuando Inuyasha decidió dejar de pensar en catástrofes que no hacían más que aumentar la ansiedad y el estrés que lo agobiaban, desvió sus pensamientos hacia sus hijos sin poderlo evitar. 


Los avances que Izaya mostraba en pocos días, habían enorgullecido a Inuyasha. Pensar en que Inu no Taisho se volvió un guerrero capaz de pelear codo a codo con el demonio más poderoso que existía. «Y aún son bebés», pensó Inuyasha para sí. Ese pensamiento lo hizo levantarse de golpe, sorprendió a los presentes.


―¡Eso es! ¡Los niños son la respuesta!. ―Exclamó Inuyasha. ―¿Con cuantos territorios de cultivo disponemos?. 


―Solo queda el territorio que su alteza mandó a hacer hace poco. ―Contestó uno. ―Pero no podemos hacer uso de él porque los cultivos no están listos. 


―Entiendo. ―Murmuró Inuyasha. Volteó a ver a Kagome, una nueva idea empezaba a maquinarse en su mente. ―La poción que me das a mí y a los niños, ¿es difícil de preparar? ¿Es posible fabricarla en masa?.


Las expresiones asombradas y de esperanza empezaron a aparecer, todos empezaban a entender las palabras de su reina. La hechicera contestó rápidamente.


―No es difícil de preparar, los cristales que poseen esa magia están en nuestro territorio y son fáciles de conseguir. 


―Señores, ¡prepárense que crearemos alimento en abundancia!. ―Las esperanzas que esas palabras trajeron fueron infinitas. ―¡Nadie se morirá de hambre mientra yo esté a cargo!


Inuyasha ordenó que el territorio que había mandado a construir para los refugiados, fuera rociado con esa poción que aceleraba el crecimiento, la misma que le dieron a él y a los príncipes en su momento. Con los refugiados que llegaban, tuvieron mucha más mano de obra y ayuda. Los demonios que eran capaces de volar, se encargaron de rociar la mezcla mágica y los que eran fuertes, labraron las tierras para una nueva siembra. Algunos otros se encargaban de replantar y de recoger los cultivos. Con un buen trabajo en equipo y un buen líder, en pocos días lograron crear una buena reserva que les serviría en lo que lograban limpiar los demás territorios arruinados. Todos colaboraron y cuando vieron su esfuerzo rindiendo frutos, pudieron sentirse en paz nuevamente. 


Kagome y el resto del concejo, no dudaron en que un pequeño error había podido traer una gran bendición. Esos demonios siguieron a un príncipe desterrado que se volvió un gran rey, el ver que ese niño sobreviviente de tantas desgracias había encontrado alguien digno para estar a su lado, hizo que desearan que el mismo rey lo notara. Kagome no pudo estar más agradecida al ver que Inuyasha podía encontrar la solución cuando ellos mismos no podían hacerlo, que ese humano que despreció en su momento se estaba volviendo alguien importante para todos y ver como Inuyasha admiraba el fruto de su esfuerzo con los demonios que habían dejado todo para seguir a su Reina Humana, le hizo saber que todo era algo agridulce. Sin duda la despedida sería dolorosa y cuando sintió que una pequeña mano se aferraba a la suya, supo que no era la única que lo sentía. Rin quizá era inocente y rebosaba en ingenuidad infantil, pero también sabía que Inuyasha se iría y jamás volverían a verlo. Lastimosamente, aún había alguien que no lo sabía y ese era el segundo príncipe. Nadie le había dicho que la razón por la cual el Rey Demonio no quería que se aferraran a su madre, era porque Inuyasha los dejaría y se iría sin mirar atrás.


Después de pensar en cosas tan deprimentes, Kagome decidió dejarse llevar y unirse al ambiente animado que se había formado. Ya sabrían que hacer cuando el momento inevitable llegara.


Y así pasaron los días. Finalmente y después de lo que para Inuyasha se sintieran como años, un mensajero llegó al castillo demoníaco para anunciar que el señor de los demonios ya estaba en camino y que llegaría al mediodía de ese mismo día. La algarabía había aumentado y todos se prepararon para recibir a los hombres que valientemente habían ido a frenar los problemas que los azotaban. Inuyasha notó que Izaya estaba bastante nervioso y trató de comprenderlo, el segundo príncipe conocería a su padre y hermano formalmente. Y habiendo vivido su vida escuchando acerca de la valerosidad y hazañas de su padre, además de la gallardía y temple de su hermano mayor, era lógico que se sintiera intimidado. Inuyasha deseaba verlos, a ambos si era sincero consigo mismo. 


La guardia demoníaca llegó, siendo comandados por su rey y el primer príncipe. Inuyasha y varios demonios estaban esperándoles, todos deseosos de saber como había terminado todo y saber si podían sentirse completamente en paz. Inuyasha estando al frente y teniendo al segundo príncipe oculto tras su espalda, pudo ver después de un eterno mes al Rey Demonio. Cuando su mirada chocó con la de ese hombre, todo lo demás dejó de importar. Verlo con bien, hizo que Inuyasha se alegrara más de lo que deseara admitir y gracias a que no habían dejado de mirarse, había dejado de sentir como el segundo príncipe se aferraba a una de sus mangas.


El Rey Demonio terminó frente a Inuyasha, todo sin dejar de mirarse a los ojos. Una vez más, Inuyasha sintió que había palabras que ambos se estaban guardando.


―Volviste. 


―El lugar sigue en pie. ―Inuyasha sonrió con gracia ante sus palabras.


―Idiota. ―Ignoró las miradas de los demás, quienes se habían sorprendido ante su ofensa hacia el rey. El Rey Demonio no pareció ofenderse por el comentario. ―Me alegra que volvieran a salvo.


Antes de que siguieran hablando, Inuyasha sintió como Izaya apretaba su agarre y recordó que no estaban solos. Se hizo a un lado para que Izaya quedara a la vista de los recién llegados, el Rey Demonio miró a su segundo hijo fijamente y luego a su reina, repitió la acción a la inversa. Solo escucharon el resoplido divertido y mal disimulado de Kagome al darse cuenta de los pensamientos del Rey Demonio. Aprovechando que el Rey Demonio parecía analizar a su hijo con la mirada, Inuyasha se acercó a Inu no Taisho, el primer príncipe no había dicho o hecho nada desde su llegada. Pero, cuando Inuyasha miró a su hijo, notó con dolor que su mirada se parecía a la del Rey Demonio.


La mirada de Inu no Taisho denotaba que había visto y hecho cosas horribles, una mirada tan vacía e indiferente que dolía. Fue en ese momento que Inuyasha supo que Inu no Taisho había perdido el velo de inocencia que cubría sus ojos. Inuyasha supo que el príncipe había cambiado, su mirada lo decía y que Inu no Taisho desviara la mirada apenas lo veía, hizo que la sonrisa que poseía se desvaneciera. Lo abrazó tratando de demostrarle que estaba ahí para él, pero esta vez, el príncipe no correspondió al afecto de su madre. 


―Si me disculpa, desearía retirarme a mis aposentos. El viaje fue largo y quisiera estar a solas. ―Dijo el primer príncipe, soltándose del agarre de Inuyasha. ―Con su permiso, me retiro.


Antes de que Inuyasha tratara de frenar al primer príncipe, el Rey Demonio intervino tomándolo del brazo y no lo dejó acercarse a él. 


―Déjalo. 


―Pero...


―Él te buscará cuando esté listo. ―La mirada que el Rey Demonio le dirigía a Inuyasha, hizo que no le recriminara por haberlo detenido. Inuyasha desvió su mirada al camino que el primer príncipe había tomado. ―Hazte a la idea de que a pesar de su edad, él no es una cría.


Esas palabras hicieron eco en la mente de Inuyasha, se negó a creerlas. No quería dejar de ver como a un tierno pequeño al primer príncipe y la necesidad de abrazarlo hasta que se sintiera bien, solo aumentaba con cada paso que el príncipe daba para alejarse. Inuyasha sabía que Inu no Taisho pese a su edad, ya no era el pequeño que jugueteaba en sus brazos, que dependía de él y que cuando lloraba, solo hacía falta abrazarlo o poner una expresión graciosa para que riera. Pero, solo pudo apretar los puños y bajar la mirada, muy a su pesar debía de asimilarlo en algún momento. 


La escena creada orilló a Kagome a hacer que todos se retiraran, quedando solamente sus gobernantes. El ambiente hizo que el reencuentro familiar se pospusiera. Pero, Inuyasha solo se soltó del agarre del rey y se marchó de ahí, Izaya lo siguió de cerca.


―Hace tiempo que no veía algo así. ―Añadió Kagome una vez se quedaron solos. ―Se nota que es tu hijo.


―Son las consecuencias que traen las batallas, debe hacerse a la idea de que verá y hará cosas de las cuales se arrepienta después. ―Se cruzó de brazos. ―Es matar o morir, vivimos en un mundo en el que si eres débil, mueres.


―Lastimosamente tienes razón, pero recuerda que él es en parte humano y sus emociones son aun más inestables que las nuestras. 


―Entonces dile a los guardias que no permitan que nadie se le acerque, en ese estado podría herir a alguien. 


―Inuyasha es de quien debemos preocuparnos, no es alguien que haga caso de las reglas o que sea paciente. ―La mujer exhaló y volvió su mirada el rey. ―¿Viste al segundo príncipe?.


―Se parece a él. ―Contestó. Una pequeña sonrisa orgullosa se dejó ver por unos segundos pero se borró sin dejar rastro. ―Quiero un reporte acerca de todo lo que ocurrió desde mi ausencia, con lujo de detalles. Y si la reina mató a alguien, reemplazalo.


―Estuvo a punto de matar a todo el concejo, pero esa es otra historia. En mi laboratorio tengo los informes.


Mientras el Rey Demonio se ponía al corriente acerca de lo acontecido durante su retiro, se dio cuenta que hacía bien en confiar su reino a ese humano que se la pasaba enfurruñado y gritándole, después de todo era él único ser que parecía no temerle. Sesshomaru a pesar de no decírselo a nadie, confiaba en Inuyasha a pesar de todo. Con él a cargo, podría combatir seguro de que su gente tenía a alguien capaz guiándolos y que estarían a salvo en sus manos. Pese a que a veces el concejo parecía no aceptar a su reina, todos sabían que sus extrañas ideas funcionaban bien. 


Y después de un tiempo, el ver que su hijo se parecía a la madre, el Rey Demonio suponía que sería un dulce tormento. El Rey Demonio estaba consciente de que debía alejar a Inuyasha apenas cumpliera su labor, pero el destino parecía querer recordarle que Inuyasha se iría y como una agridulce compensación, tendría un pequeño reflejo de ese humano que empezaba a derrumbar poco a poco las murallas que se había impuesto para no dañar y dañarse. Un humano que debía odiar por pertenecer a la raza que le causó tanto daño, estaba haciendo que la idea de regresarlo a donde pertenecía fuera quedando en el olvido. 


Fue entonces cuando el Rey Demonio se dio cuenta de su egoísmo por empezar a desear que Inuyasha no se fuera y que se quedara en ese gran castillo. Quería quitarle la vida tranquila que llevaba en otro mundo para que se quedara gobernando a su lado y para que los niños no sufrieran lo que él sufrió cuando le quitaron a sus padres. Pero por muy egoísta que se sintiera, el Rey Demonio se repitió que eso no sería posible y era mejor que los niños supieran desde la cuna que no tendrían a su madre por mucho tiempo. 


La vida de un humano era efímera, una pequeña parte olvidada en el corazón del Rey Demonio no deseaba que los niños vieran a su madre marchitarse con el tiempo. Quizá era mejor que la separación llegara, aunque muy en el fondo, empezaba a aceptar a Inuyasha a su lado. 


Continuará...


 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).