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La Madre de los Príncipes de la Calamidad. por Keiko Midori 0018

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El Reino Humano, bastas tierras que se alzan orgullosas sobre el imperio que han formado. Desde la derrota del Reino Demoníaco, los humanos coronaron a uno como su rey por ser capaz de vencer a los gobernantes enemigos. Ese humano fue capaz de derrotar al Rey Demonio y su imperio, ganó el respeto y admiración de todos, colocándolo en la cima de los humanos y siendo el que los gobernara. Y en esa sala donde un trono de oro y seda se alzaba galantemente, un hombre de ondulados cabellos ónix y una penetrante mirada oscura, se dedicó a mirar al centenar de personas que ejercen como su corte real. El Rey Humano, temido y odiado por los demonios, descendiente directo del hombre que derrotó a Inu no Taisho con facilidad. El hombre de mirada tenebrosa se levantó de su gran trono y ordenando no ser seguido, se dirigió a sus aposentos.

Avanzando por un inmenso pasillo, el rey miró uno de los muros; era decorado con pinturas. Inició con el primer rey, el que los posicionó en la cima y a medida que avanzaba, más cuadros con los reyes que se siguieron, se mostraron. Todos y cada uno de los gobernantes del Reino Humano tenían su propia pintura. Y había un detalle evidente, cada uno de ellos era similar entre sí, habían ligeras diferencias pero parecían ser cortados con la misma tijera. Y tras una sonrisa siniestra de parte del actual rey, sus ojos brillaron de color rojizo por un instante al mirar la línea familiar. Llegó a su dormitorio y murmuró unas palabras frente a un espejo que cubría gran parte de un muro, se abrió ante él. Entró, solo para encontrar una sala completamente vacía y en el centro de esta, un cristal de gran tamaño de un azul incandescente. El cristal estaba rodeado por un círculo mágico pintado en el suelo, solo él sabía su significado y su uso.

La mano del rey tocó el frío cristal, este desprendió un resplandor tenue ante eso. Miró la silueta femenina que se lograba distinguir en su interior; demasiado opaco para notar quién era en realidad. Una nueva sonrisa malévola se dejó ver ante eso, pero un ligero carraspeo llamó su atención. Al virar su rostro, una hermosa mujer de elegante vestidura le reverenció. La dama cubría ligeramente su rostro con un elaborado abanico de mano; mantuvo su mirada en el suelo en todo momento.

―¿Se han encargado de ese traidor fanfarrón?. ―Preguntó devolviendo su mirada al cristal.

―No, mi señor. ―Respondió la dama suavemente. ―Derrotó a los demonios que envió.

El rey farfulló una maldición, era de esperarse que un montón de demonios incompetentes no lograran derrotar al valeroso héroe. Quería deshacerse del traidor, ese hombre y su estúpida moral le había arrebatado la oportunidad de capturar a ese inusual viajero de otro mundo conocido como la Reina Humana de la Calamidad. Si tuviera a ese hombre, ya habría hecho a los demonios postrarse ante él, justo como pasó siglos atrás. Desde que el actual Rey Demonio se había alzado en armas en el pasado, el Reino Humano había sufrido muchas pérdidas. Si tenía la esperanza de los demonios bajo su poder y lograba controlar a las Cinco Calamidades, tanto humanos como demonios, se postrarían ante él; justo como antes. Pero por aquel héroe que solo usaba para calmar a las masas, había cometido la osadía de hacerle perder esa invaluable oportunidad, merecía la muerte sin duda. Mas matar al símbolo de la paz podría ser contraproducente y alborotar a las masas innecesariamente; por eso usaba demonios para tratar de asesinarlo y enfocar el odio a esas bestias, pero alguien que era capaz de luchar contra el actual Rey Demonio, no caería ante simples demonios de clase baja. Una nueva maldición sonó ante eso.

―Vigílenlo, sé que me traerá a ese humano; ese tal Koga es fácil de manipular. ―Murmuró restándole importancia. ―¿Alguna situación de la cual me deba enterar?.

―Hubo movimiento por parte de los demonios, su rey destruyó varios de nuestros proveedores de esclavos. Solo un hombre sobrevivió; relató que fue como estar en el infierno mismo, mencionó que una gran bestia destruyó los muros, atacando a todos con sus colmillos y garras, destruyó las jaulas y no dejó a nadie con vida. No dio detalles, ese pobre desgraciado comenzó a llorar y gritar con solo recordarlo. Y por lo que dicen los informes, el panorama fue espantoso; destrucción, sangre y muerte; cadáveres por doquier y gracias a eso, los demonios cautivos escaparon en medio del caos. ―La dama hizo una mueca al recordar las palabras de los guardias y las de ese traumatizado esclavista. ―Nadie sabe que pasó; ciudades aledañas reportaron la intensión asesina en el ambiente y los gritos que no cesaron hasta varias horas después; luego de eso todo se calmó.

―Retírate. ―Ordenó con molestia.

La mujer dio una reverencia y antes de salir, le dedicó una mirada dolorida a ese hombre que se regodeaba en su magnificencia y se retiró ocultando su delicado rostro tras el abanico.

El Rey Humano siguió mirando ese cristal, absorbiendo su energía con la palma de su mano. Era una fuente inagotable de poder, la mujer dentro se lo proveía. Era su propia creación. Y si obtenía a las Calamidades, su poder sería insuperable, pero solo debía encontrar la manera de poder controlar semejante poder. Y al imaginarlo, sonrió con una notable malicia.

―Tan solo son hijos de un humano y un demonio; media sangre combinada armoniosamente, magia fluyendo en conjunto con habilidades demoníacas, una combinación única y asombrosa. Tan perfectos, tan poderosos y tan deseables. ―Ronroneó para sí mismo al pensar en todo lo que podría lograr si controlaba a los cinco príncipes.

Solo debía deshacerse del Rey Demonio, algo sencillo considerando lo débiles que resultaban ser los demonios ante la magia, poseer a la Reina Humana de la Calamidad y con un poco de presión, las Cinco Calamidades terminarían en sus manos si es que querían preservar la vida de su madre. Después de todo, era fácil encontrar la debilidad de un demonio, tal parecía que eran débiles ante absurdos sentimientos como lo era el amor. Si el Reino Demoníaco había caído antes por ese sentimiento tan banal, el rey se dijo que era posible que volviera a pasar. Si lograba tener a la Reina Humana de la Calamidad, utilizarlo para controlar a las legendarias calamidades, sería tan fácil como robarle un cachorro a un reino entero. Solo debía mover sus hilos y lograr capturar a una de las calamidades o a su reina; algo sencillo si el incompetente héroe no arruinara todo como solía pasar siempre. Ya quería ver a ese hombre muerto solo por causarle problemas, pero se dijo que era mejor dejar ese peón a la espera de volver a utilizarlo en algún otro momento.

El Rey Humano decidió visitar a un viejo amigo, alguien que no había visto en un buen tiempo. El humano sacó de algún lugar, un par de perlas cargadas de magia y tiró una al suelo, al pisarla y cerrar los ojos por un instante, terminó en un túnel subterráneo que era iluminado por cristales blanquecinos. El lugar oscuro y húmedo estaba cerca del castillo, pero solo él sabía de su existencia. El rey caminó ignorando el paisaje rocoso y llegó al final del camino; una puerta redonda y cubierta por barrotes mágicos, resguardaba un ser demoníaco. Con sorna el Rey Humano miró el interior ahogado en penumbras, un par de ojos lo miraban en la oscuridad y parecían poseer luz propia. El suelo dentro de ese agujero tenía dibujado varios patrones mágicos que también tenían su función y solo él la sabía.

―Tiempo sin verte, querido amigo. ―Recibió un gruñido en respuesta. ―¿No te alegras de que al fin tengo tiempo para poder visitarte? Realmente ese supuesto rey me ha estado dando tantos problemas que no había tenido oportunidad de venir. ―Su sorna venenosa fue mal recibida por el demonio cautivo, pero eso solo le divirtió.

―Él acabará contigo, Sesshomaru va a derrotarte. ―Murmuró la voz ronca pero el rey soltó una carcajada que hizo un estridente eco en el lugar.

―Ese bastardo parece tener suerte infinita; he estado a punto de matarlo en más de una ocasión pero siempre y por alguna extraña razón, una fuerza superior termina evitando que muera. No sé que clase de ser superior tenga de su lado o por qué razón por más que intento matarlo, no lo logro. Mas sé que pronto su cabeza estará en mis manos, gracias a ese bufón que todos llaman héroe, he aprendido su debilidad. Muy pronto él también caerá y no podrás evitarlo. ―El Rey Humano dio un paso atrás cuando un par de manos con garras salieron de entre los barrotes, tratando de atacarlo tras decir eso.

Los quejidos de dolor emitidos, solo le causaron gracia. Ese veneno que había sido creado con antelación y que no tenía un antídoto, era una de las tantas debilidades de los demonios. El sufrimiento de su prisionero hizo que el rey se regodeara ante el dolor que expresó.

―Disfruta mientras puedas, tu traición no quedará impune. ―Escupió aquel demonio dolorosamente. ―Él ha sido elegido para liberarnos de tu tiranía, solo es cuestión de tiempo antes de que caigas.

―Me sorprende que a pesar de los años, aún tengas esperanzas. Todos los demonios son solo una plaga a la cual debo exterminar y ya lo has visto en carne propia, son tan fáciles de aniquilar que realmente dan pena. ―Resopló ignorando aquello último. ―Ya tengo su debilidad, tengo muchas cartas de triunfo; incluso gracias a él tendré poder infinito, solo debo esperar que prepare para mí a las calamidades y me desharé de él. Pronto tendré las armas suficientes para controlarlos a todos y estando aquí, no podrás evitarlo; justo como no pudiste evitar la catástrofe.

El silencio por parte del demonio continuó divirtiendo al Rey Humano, burlarse del dolor ajeno siempre fue un placer, más sabiendo la historia del prisionero que no había visto a nadie más que él en años. Aún así, nada como regodearse en el dolor de alguien más mientras se burlaba de su miseria, el rey amaba eso de sus labores.

―Mírate, antes tenías el respeto de cientos y ahora terminaste en una jaula, protegiéndome. ¿Qué se siente pensar en que por tu debilidad estás aquí? No pudiste ayudar, ese rey al que tanto aclaman pronto caerá junto a los demonios que me desobedezcan. Todos me servirán, no importa cuanta suerte o conexiones con quien sabe qué tenga, ese Sesshomaru terminará en mis manos justo como tú. ―Se recargó perezosamente contra un muro al sentir la intensión asesina del prisionero. ―Por muy fuertes y temibles que sean los Cinco Príncipes de la Calamidad, no son más que niños manipulables que harían lo que fuera para proteger a quien aman, típico de los demonios; mientras que la Reina Humana de la Calamidad, por más deidad que los demonios lo pinten, no es más que un humano débil y todos los humanos tienen un precio, solo falta llegar a él. Y con un poco de paciencia, lograré mis objetivos; he esperado años, un poco más no hará daño.

El procedió a marcharse, escuchando las maldiciones en su contra de fondo. Aquel demonio que tenía encerrado trataba de destruir su jaula pero no era capaz de destruir una barrera mágica que se alimentaba de su poder sobrenatural. Entre más fuerte fuera ese demonio, más fuerte sería su jaula y la gran barrera mágica del exterior. Solo por eso el Rey Humano decidió seguir enviando ejércitos para frenar a los demonios, tenía que obtener el poder de ese príncipe que podría destruir sus protecciones. Tenía solo registros del primero de cinco, muchos garantizaban que ese príncipe era capaz de destruir barreras y que era fuerte en demasía; razón por la cual debía poner sus manos sobre él y controlarlo. Pero, por mucho que deseara tener a ese niño en sus manos, era demasiado fuerte para él. El Rey Humano caminó vagamente y pensando en una buena estrategia, debía ir por el más vulnerable y los más fuertes terminarían cediendo ante él. Y de solo pensar que cinco criaturas de esa envergadura terminarían postradas a sus pies, hizo que su risa resonara en las penumbrosas cuevas.

Continuará...

 


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