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"Belleza Escondida" por ShineeLuhan

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Notas del capitulo:

Hola queridas lectoras, ya estoy de vuelta con el nuevo capítulo de hoy, que por cierto es el chapter más esperado por todas nosotras creo yo XD...Espero lo disfruten mucho. 


Este capítulo esta enteramente dedicado a akron y a Kitana, disfrútenlo mucho chicas!!! Gracias por su inmenso apoyo *_*

“CAPÍTULO DIEZ”

 

 

--Ven, Will. Ahora, mientras siga teniendo fuerza- su mano tembló- Ven a ver al monstruo que deseas que te toque y te acaricie tanto.

 

--Tú no eres un monstruo- Will se levantó lentamente y, al ver el temblor de su mano, corrió hacía él, la agarró y la puso en su mejilla.

 

--Oh, Will- gimió Hannibal.

 

--En la oscuridad- susurró el castaño, llevándolo a la sombra- somos iguales. No, shh. Yo no soy un antiguo modelo, tú no tienes cicatrices. Somos dos personas, Hannibal. Sin defectos.

 

--No podemos seguir así, y a la luz…

 

--A la luz, somos dos personas con sus propias imperfecciones- alzó los ojos hacia Hannibal, viendo la forma borrosa de las cicatrices que llevaba tanto tiempo ocultando- Muéstramelas.

 

Hannibal inspiró con fuerza y soltó el aire de golpe, sabiendo que perdería lo que tanto deseaba. Giró hacia el fuego, y atrajo a Will hacia él.

 

La luz iluminó su rostro, hizo una mueca de dolor, pero no apartó los ojos de Will. Esperó. Esperó su repulsión, esperó que sus rasgos se contrajeran con asco y rechazo. Pero no ocurrió.

 

Will lo examinó lentamente, percibiendo su tensión, como si fuera a partirse en dos, correr hacia la puerta, o apartarlo. No pensaba permitirlo. Había tenido el coraje de mostrarse y no iba a fallarle. El momento significaba demasiado para él, y le decía cosas que Hannibal no podía decir. Esa confianza era el mejor regalo de su vida.

 

Seguía siendo un hombre atrayentemente apuesto. Solo mirarlo a los ojos marrones, hizo que el corazón le diera un vuelco y se acelerara disparatadamente.

 

--Tienes unos ojos preciosos- le dijo Will- Me siento como si llevara años esperando para verlos- por un momento, se limitó a disfrutar de esa mirada que penetraba hasta su alma. Después sus propios ojos recorrieron sus cicatrices.

 

“Cuánto dolor, cuánto debe haber sufrido por su valiente rescate”, se dijo. Alzó la mano y, aunque Hannibal hizo una mueca, posó las yemas de los dedos en las cicatrices. El doctor cerró los ojos, respirando lenta y profundamente.

 

Eran como arañazos de las garras de un animal salvaje. Dos laceraban su frente hasta el pelo, una le cortaba la ceja, otra el rabillo del ojo. Tenía más cruzando la mejilla, que bajaban por su mandíbula y cuello hasta desaparecer bajo la camisa. Se quedó inmóvil mientras Will estudiaba cada una, como una estatua de piedra a punto de romperse en mil pedazos.

 

A Will se le partió el corazón al pensar en los años que había pasado solo, creyendo que era horroroso, que su aspecto impediría que lo amaran porque nadie vería el coraje que había tenido para ganarse esas marcas.

 

--Mira a lo que has sobrevivido- musitó con asombro, y Hannibal captó la admiración de su voz. El castaño se acercó más e, instintivamente, el doctor se tensó.

 

--Will.

 

--Shh- deslizó la mano por detrás de su cuello y lo atrajo hacia él. Besó las marcas de su frente, ojo y mejilla con ternura; después le desabrochó la camisa y besó las irregulares cicatrices que cruzaban su cuello y hombro. Hannibal gimió, puso las manos en su cintura e intentó apartarlo.

 

--Oh, Will, no lo hagas.

 

--No me rechaces, Hannibal. Por favor- suplicó, comprendiendo su ansiedad- Soportaste todo este dolor en su día. Ahora no son más que cicatrices que están solo en tu mente- el doctor negó con la cabeza, pero Will siguió besando sus heridas, sus labios como un bálsamo- No veo una desfiguración, veo marcas de tu valor. Heridas de la guerra que luchaste por sobrevivir.

 

El corazón de Hannibal latía fuerte y rítmicamente, enredó los dedos en sus rizos castaños y echó su cabeza hacia atrás.

 

--No quiero que me toques por lástima- dijo. Will curvó los labios ligeramente y se enfrentó a sus ojos.

 

--Oh, mi bella bestia- dijo con tono seductor- Lo último que me haces sentir, es lástima.

 

--Hay más…mis costillas, cadera…y pierna.

 

--No me importa. ¿Cuándo vas a entenderlo?

 

--Nunca he…quiero decir que ninguna otra persona me ha tocado.

 

--Vaya, vaya, casi virginal, ¿eh?- sonrió el castaño.

 

Hannibal soltó una risa y se quedó inmóvil cuando Will se apretó contra él. Percibió cada curva y valle de su figura, la firme presión de su esbelto y delgado torso bajo la bata, y comprendió que era la única prenda que ocultaba su desnudez.

 

Todo su cuerpo clamó por ese hermoso hombre de castaña cabellera y  ojos tan azules como el mar más profundo, sintió que la sangre se acumulaba en su entrepierna, latiendo como otro corazón. Will era la locura, la libertad y todo y cuanto deseaba poseer. Susurró su nombre, acariciando su espalda con anhelo.

 

Will le sacó la camisa de los pantalones, acariciando la piel que quedó al descubierto. Tenía el cuerpo bronceado y terso, curvado por fuertes músculos, prueba de que pasaba mucho tiempo haciendo pesas. El resultado era impresionante y pensó que era la criatura más bella del mundo. La sola visión de tanto hombre lo excitaba, y sentirlo tan cerca de su persona llevaba su pasión al límite.

 

Lo miró a los ojos profundamente marrones y después rodeó uno de sus pezones con los labios, haciendo círculos con la lengua. Hannibal gimió y lo agarró con fuerza. Le acarició las costillas, percibiendo las cicatrices por encima de su impresionante musculatura.

 

Con cada beso, Hannibal sentía que su alma se liberaba. Su cuerpo gritaba por Will, ansiaba más. Pensó que se desmoronaría como un montón de arena, y rezó porque no fuera así. Acariciando su cabello rizado, apartó su cabeza y lo besó.

 

Fue un beso apasionado…excitante…devorador. Sin reservarse, profundizó al máximo. Su lengua acarició todo a su paso y sus labios rozaron y pulsaron los contrarios. Saboreando y tomando.

 

Y Will le devolvió aún más. Siempre más.

 

Hannibal lo rodeó con sus brazos y lo levantó del suelo. Will era de estatura promedio pero él lo sobrepasaba por más de una cabeza, y le robó el alma mientras se besaban. Pero no era suficiente. La desesperación de ambos emergió a la superficie, caliente y deliciosa como vino especiado.

 

--Tócame- le susurró Will al oído- Hannibal, no puedo esperar más.

 

El doctor obedeció, arrastrando sus fuertes manos por su espalda, sus nalgas, sus muslos. Después, puso las manos bajo sus largas piernas y lo alzó, colocando sus piernas alrededor de sus caderas.

 

Se dejó caer al suelo sobre las rodillas, sin dejar de besarlo, abrió su bata y pellizcó con lujuria sus pezones rosados y desnudos. Will gimió, arqueándose y echándose hacia atrás como un dios en una ofrenda pagana. Hannibal atrapó un pezón con los labios. Will gritó su nombre, tirándole del largo cabello dorado, balanceando las caderas contra las suyas, y el doctor succionó el pezón, llevándolo al interior de su boca ardiente.

 

El ojiazulado se estremeció, sintiendo que ola tras ola de calor lo envolvían, lo dejaban, y lo invadían de nuevo. Sentía el miembro húmedo y vibrante.

 

Notó la presión de la virilidad de Hannibal contra la suya propia a través de las ropas y deseó más. Lo quería dentro de él, llenándolo, calmando el nudo que se ataba bajo su piel. Estiró la mano por encima de su hombro y levantó la camisa, arrancándosela y tirándola a un lado, mientras seguía sintiendo la exquisita sensación de su boca y sus manos sobre él. Moldeó su fuerte pecho, brazos y firme estómago con las manos, recorriendo cada milímetro de piel con la mirada.

 

--Eres tan bello- dijo Will, y Hannibal supo que lo decía de verdad. Supo que ese hermoso ser único veía al hombre, no las cicatrices. Perdió el control y comenzó a jadear; sus manos, impacientes, lo acariciaron.

 

--Voy a hacerte el amor- aseveró con certeza.

 

--Eso esperaba- se burló.

 

Le quitó la bata y lo miró de arriba hacia abajo, los muslos desnudos por encima de los suyos.

 

--Esto me va a llevar toda la noche- gruñó.

 

--No me voy a ningún sitio- dijo Will. Arqueó una ceja, le desabrochó el cinturón y le bajó la cremallera del pantalón.

 

--Necesitamos protección- Hannibal tragó saliva y detuvo su mano.

 

--Eso corre de mi cuenta- le abrió los pantalones y, con una sonrisa traviesa, metió la mano dentro. Hannibal lo agarró, pero Will lo exploró lentamente, moldeando la firmeza de su miembro, sintiendo cómo se endurecía bajo su mano.

 

--Vas a hacer que pierda el control- dijo el doctor, estremeciéndose.

 

--Has dicho “toda la noche” y cuento con ello.

 

--Todavía no- protestó el otro, retirando su mano.

 

Will rio y frotó la boca por su barbilla, anticipando la sensación de tenerlo, de sentir que lo llenaba, y deseando más. Hannibal lo tumbó en el suelo, y como un hombre en busca de un tesoro, saboreó sus pezones rosados y erectos, sintiendo cómo se endurecían bajo su lengua. Will ronroneó y le dejó hacer. Cuando se inclinó entre sus muslos, se estremeció de deseo. Cuando introdujo dos dedos en su interior se arqueó como un gato.

 

--Mírame- ordenó Hannibal. Will abrió los ojos lentamente. El doctor tocó y jugueteó con sus paredes ansiadas de placer, observando su rostro, su reacción, su deseo; alzó sus caderas y cubrió el centro de su placer con la boca.

 

El castaño gritó su nombre con voz ronca, retorciéndose en la alfombra. Hannibal vio cada curva de su cuerpo, cada músculo ondularse mientras lo saboreaba. Introdujo los dedos más adentro mientras chupaba ávidamente su miembro con los labios y la lengua al mismo tiempo. Lo acarició con más fuerza y notó que todo su cuerpo le pedía más, percibió el pulso del deseo acrecentarse. Eso lo volvió loco.

 

El placer de Will era el suyo propio. Cuando el castaño se mordió el labio y su cuerpo vibró, cálido y ardiente, sintió la contracción de sus músculos y su esencia en la boca. El ojiazulado se puso rígido, se apretó contra él, se estiró y luego intentó abrazarlo.

 

--¡Oh, Dios mío!- gimió- ¡Hannibal!- tembló y se dejó caer, inerte en el suelo. El doctor rio suavemente y, antes de que se calamara, se puso de pie y se quitó la ropa. Will abrió los ojos.

 

Era magnífico, de piernas musculosas y caderas estrechas. Se irguió ante él, firme y orgulloso, y Will se puso de rodillas. Hannibal dio un paso atrás, pero Will le agarró las caderas y presionó la boca contra la cicatriz que recorría su pierna hasta debajo de la rodilla.

 

El castaño se estremeció, pero siguió subiendo, lamiendo, mientras acariciaba a su bello dragón. Rodeó su sexo con las manos y lo miró. El doctor negó con la cabeza, se dejó caer al suelo y lo tumbó de espaldas juntamente con él.

 

--Aún no, necesito sentirte- abrió sus muslos, los colocó sobre los suyos y, de rodillas, se situó entre ellos. La punta húmeda de su miembro empujó, probando, retirándose, jugando con la ahora dilatada entrada de Will.

 

--Ven ahora- dijo Will, intentando atraerlo hacia sí.

 

--No quiero hacerte daño.

 

--No podrías, Hannibal. Nunca- de repente, se levantó y se situó sobre su regazo, guiándolo a su interior- He dicho ahora.

 

--Que nadie diga que no te obedezco- gruñó este.

 

Le agarró los hombros y, mirándolo a los ojos, Will se dejó caer lentamente sobre su ahora amante. La sensación de sentirlo lo hizo temblar, y sus gemidos se derramaron contra la boca contraria. Su envergadura era enorme, pero empujó con más fuerza.

 

--Oh, Will, ah, Dios santo- lo abrazó con fuerza, estremeciéndose brutalmente.

 

--Lo sé- dijo el castaño, apartándole el pelo y depositando una lluvia de besos en su rostro- Lo sé.

 

Era la plenitud. La pertenencia. Will supo que nada lo afectaría más que ese momento. Nada en su vida sería tan íntimo. Había perdido el corazón por ese hombre. Por fin sus almas se unían.

 

Hannibal besó su boca con hambre y deseo, y Will comenzó a moverse.

 

El imponente doctor jadeó, apretando los dientes. A Will le encantó la expresión de su rostro mientras se movía. Sus enormes manos le agarraron las caderas, ayudándolo en su movimiento.

 

Will era hermoso y sensual en sus brazos, sus esbeltas piernas se flexionaban para levantarse y volver a deslizarlo en su interior. Con cada movimiento, Hannibal entraba más profundamente y, mirándolo a los ojos, supo que nunca habría otra persona en su vida. Nunca un momento más precioso. No era la pasión que compartían lo que lo marcaba. No era el deseo que le hacía perder el control y los convertía en una sola persona. Era él…Will, quien había llegado dónde nadie más podía hacerlo. Había abierto su corazón y su mente, salvándolo con sus sonrisas. Hacía que deseara ser un hombre mejor, un padre para su hija. Había conseguido que recuperara la dignidad. Will era el ser más maravilloso e increíble de lo que tenía derecho a esperar, pero él no le había hecho sentirse así…inferior a él. Nunca lo había hecho.

 

Deseó rugir por la fuerza que le daba. Su felicidad hizo que deseara hacerlo sollozar de placer. Lo tumbó en la alfombra y lo observó mientras embestía y se retiraba. Sus ojos brillaron y le sonrió felina y seductoramente. El fuego bañaba su cuerpo desudo de luz dorada mientras la lluvia golpeteaba contra las ventanas y las paredes de piedra. La tormenta estaba en su apogeo.

 

Colocó la mano bajo la espalda de Will y lo penetró una y otra vez, la fricción aumentó con cada embate, convirtiéndose en un húmedo y tenso abrazo. El placer iluminó el bello rostro del castaño.

 

--¡Hannibal! ¡Oh…!- se clavó contra él, dejándose llevar por el pulso del deseo. Cada empuje aumentaba la dureza de su erguido y húmedo miembro otra vez. El doctor continuó empujando y empujando. Mirándolo a los ojos, le dijo que había vuelto a sentirse como un hombre en cuanto él cruzó el umbral de su puerta, que adoraba su mente desafiante, que no había podido soportar un minuto más sin demostrarle que confiaba en él. Y que estaba allí por algo mucho más fuerte que el simple deseo.

 

Se retiró y lo penetró de un golpe. Cálido, húmedo y deseando más. Sus cicatrices se retorcían sobre los músculos, flexionándose con el ritmo de su placer y su pasión por ese castaño perfecto, suave y dúctil.

 

En la oscuridad sus cuerpos no tenían principio ni fin. A la luz de las llamas, en el castillo de piedra, volvieron a nacer.

 

Bajo Hannibal, Will se ondulaba como una pálida cinta de seda, y su pasión se desbordaba. Sus músculos interiores lo agarraron como un puño de terciopelo. Tenso, Will le clavó los dedos en el pecho duro y se abrió aún más a él, dándoselo todo…absolutamente todo.

 

Hannibal perdió el control y se clavó en Will, arrastrándolo por la alfombra. Le pidió disculpas y este rio, adorando la fuerza salvaje, la energía que llenaba su cuerpo mientras se masturbaba su propio miembro con fuerza. Dio otro empujón y Will soltó el aire de golpe, apretó las piernas alrededor de sus poderosas caderas y gimió cuando el éxtasis lo invadió, derramándose por segunda vez entre sus vientres.

 

Hannibal echó la cabeza hacia atrás y dejó escapar un gruñido ronco y sordo, liberando por fin a la bestia que llevaba en su interior. Se vació en el interior de Will, y este percibió la cálida descarga y lo atrajo más profundamente. Hannibal se estremeció, y el castaño le acarició el rostro, el pecho.

 

Se oyó el chisporroteo del fuego en la tormenta. Hannibal intentó recuperar el aliento. Will le acarició la espalda y eso le encantó al doctor. Nunca se cansaría de sus caricias. Nunca. Lo besó en los labios y supo que todo su dolor, toda la agonía de soledad que había sufrido, había terminado.

 

En el ser tan maravilloso que Will Graham era había encontrado la libertad y el segundo latido de su corazón.

 

Estuvieron completamente inmóviles unos minutos. Después Hannibal se apoyó en los brazos y lo miró. Will sonrió, dibujando su boca y su barbilla con el dedo.

 

--Bueno- susurró suavemente- Creo que se puede decir que no has perdido el tacto ni la experiencia.

 

Hannibal sonrió, y Will atrajo su cabeza y le dio un beso húmedo y pausado.

 

--¿Frío?

 

--Noo- negó Will, acariciándole el hombro.

 

--¿Crees que se habrá ido la luz?

 

--¿A quién le importa?

 

--Ya sé cómo conseguir que te relajes- Will abrió un ojo y lo miró- Vas a cien mil revoluciones por minuto, me asombra que no caigas rendido cada noche.

 

--No me gusta perder el tiempo.

 

--Will…- titubeó- No sé cómo decirte lo que significa para mí que aceptes…

 

--No- puso dos dedos en sus labios- No he tenido que aceptar nada, Hannibal. Solo necesitaba satisfacer mi curiosidad. Está hecho y ya pasó. Tú has tenido que hacer más que aceptarme- le dijo- Has tenido que confiar en mí.

 

“Y en que no fuera como Alana”, estaba implícito en sus palabras, pero no lo dijo. Hannibal comprendió que tenía razón. Will, al aceptarlo como era, lo había liberado de mucho más que las imágenes que Alana había implantado en su mente tiempo atrás. Sonrió y se puso de espaldas, arrastrándolo con él.

 

--Quiero hacerte el amor en todas las habitaciones de la casa.

 

--Bueno, habías dicho que tardarías toda la noche. Y es una casa muy grande.

 

Hannibal se rio por lo bajo, se puso de pie y tomándolo en brazos fue hacia la puerta. Recorrió el pasillo y subió las escaleras que llevaban a su suite. Abrió la puerta de una patada.

 

--Tenemos que empezar por algún sitio…- dijo, caminando hacia el enorme cuarto de baño, de paredes color granate. Will oyó el burbujear del agua, después sintió el calor, cuando Hannibal entró en el jacuzzi y lo depositó en el agua.

 

--Madre mía.

 

--Es para la cadera y la pierna. Me ayuda a evitar la rigidez.

 

--Hay otras cosas más que siguen rígidas- dijo con picardía y, bajo el agua, rodeó su poderoso sexo erecto con la mano. Hannibal  gimió y se recostó contra el borde de la gigantesca bañera. Will sonrió travieso y se sumergió bajo el agua.

 

Hannibal parpadeó y segundos después soltó un fuerte gemido, mientras Will lo rodeaba con su boca. Lo acarició, lamió y manipuló, después emergió sonriente, apartándose el pelo de los ojos.

 

--Eres un travieso, artero y seductor.

 

Lo agarró por la cintura y, sin esfuerzo aparente, lo sentó en el borde de la bañera, le abrió los muslos y lo devoró.

 

La risa de sorpresa de Will pronto se convirtió en pasión. El doctor introdujo dos dedos en su entrada, provocando oleadas de placer. Le agarró la cabeza, ardiente y salvaje, y cuando él le dio la vuelta, apoyándolo sobre el estómago y se situó tras él, Will gritó.

 

--Oh, date prisa, por favor.

 

Hannibal lo penetró de un solo golpe.

 

Will nunca había sentido nada igual. Ardió de deseo, estremeciéndose con cada embestida. Hannibal agarró sus caderas y lo llevó más y más allá, escalando con él, atravesándolo con su dureza, haciendo que lo adorara. Que adorara su fuerza, su forma salvaje de hacerle el amor. Después comenzó a acariciarlo y el castaño se deshizo.

 

Hannibal perdió el control, ciego de pasión. Lo rodeó con los brazos y empujó una y otra vez, estremeciéndose con violencia, sin mesura. El placer puro e intenso los hizo explotar en una lluvia de gemidos acompasados con el burbujeo del agua.

 

Will giró para besarlo y decirle que lo hacía sentirse salvaje y libre.

 

Pero Hannibal sabía que era él quien se había liberado, su tortuosa prisión finalizaba esa noche.

 

Al fin la bestia había sido domada por su bello ángel de ojos azules.

 

 

CONTINUARÁ…

Notas finales:

Y bueno eso sería todo por hoy. Que romántico fue todo entre Hannibal y Will ¿verdad? Ya era hora que esos dos se hayan amado y entregado como Dios manda, ¡sí señor! Espero les haya gustado mucho el capítulo. Al menos yo lo disfrute muchísimo *_*


Gracias por leer la historia, ya estamos a tan solo dos capítulo para el desenlace tan esperado. Espero les guste como se irán dando las cosas. Nos vemos la siguiente semana, cuidense mucho ^_^


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