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"Belleza Escondida" por ShineeLuhan

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Notas del capitulo:

Hola queridas lectoras!!!

 

Estoy de regreso con el penúltimo capítulo de la historia. Espero les guste mucho. Al fin la pequeña Abigail conocerá frente a frente a su papá Hanni ;)

 

Un gran agradecimiento como siempre a mis dos lectoras fieles, akron y Kitana por el gran apoyo que le dan a la historia. Mil gracias chicas!!! Y un saludo cariñoso a Minirous por haberse tomado el tiempo de leer y comentar la historia *_*

Respondí todos los RWs q me faltaban por contestar, así q si gustan pueden pasar a leerlos ^_^

“CAPITULO ONCE”

 

 

Hannibal revolvió los huevos en la sartén, silbando para sí.

 

--Vaya, que buen humor. ¿Por qué será?- se burló Will.

 

Sonriente, Hannibal miró al castaño, adorando su sensual sonrisa. Llevaba burlándose de él desde el amanecer, y después de la noche que habían pasado, se preguntaba cómo tenía aún tanta energía.

 

--Si quieres, puedo llevarte arriba y explicártelo.

 

--¿Arriba? Pero si nos quedan al menos veinte habitaciones por inaugurar- Will soltó una risita, estremeciéndose al imaginar las manos de su ahora amante sobre su cuerpo.

 

--Veinte no son suficientes- dijo Hannibal, mirándolo con intención. Will se aclaró la garganta e intentó mostrar una cierta dignidad, para evitar que lo tirara sobre la mesa y le hiciera gritar de placer; aunque le parecía una idea espléndida.

 

--Entonces, además de fantasías, ¿qué planes tienes para hoy?

 

--¿Aparte de mirarte?

 

--Madre mía, ¡qué interés!

 

Hannibal echó los huevos en un cuenco, llevó la sartén y los utensilios al fregadero, los fregó, secó y guardó en el armario. Will parpadeó y cuando Hannibal se irguió captó su expresión de sorpresa.

 

--¿Qué?- se miró los vaqueros y los pies descalzos, buscando una mancha de huevo.

 

--Un hombre de buena posición que limpia lo que ensucia. Espera a que se entere mi madre.

 

--Llevo mucho tiempo solo- hizo una mueca- Si no limpio yo, no lo hace nadie.

 

--Sigue así, Dr. Lecter. Me gustan los hombres que saben que su lugar está en la cocina, con un cucharon en la mano. Indiscutiblemente eres de los míos.

 

Hannibal soltó una carcajada y lo agarró cuando pasaba a su lado con un plato de beicon. Will dejó el plato a un lado mientras el otro le besaba el cuello.

 

--Dios, hueles bien.

 

--Es la grasa del beicon. Añade un toque de misterio- el doctor rio y lo besó lentamente. El cuerpo de Will comenzó a arder y se apretó más contra Hannibal, acariciándole el pecho, cubierto con una camiseta de algodón. Cuando se apartó, estaba sin aliento y mareado de deseo- Puedo cortarte el pelo, si quieres- le dijo, apartándoselo de los ojos.

 

--¿No te gusta mi aire de pirata?- inquirió Hannibal.

 

--Eres muy guapo para esconderte tras todo ese pelo- Hannibal sonrió; cuando le llamaba guapo, casi deseaba cree en sus palabras.

 

--Esta noche entonces- aceptó.

 

Mordisqueando un trozo de beicon, Hannibal puso el pan en la tostadora, mientras Will sacaba platos y cubiertos y ponía la mesa para cuatro. Jack aparecía todas las mañanas a tomar café, pero no contaba con Abigail hasta al menos una hora más tarde.

 

Hannibal abrió la nevera para sacar la mantequilla. Cuando la cerró, vio a Will inmóvil y tenso al otro lado de la encimera. Frunció el ceño y se dio la vuelta. Abigail estaba junto al umbral, con el pelo revuelto y su osito bajo el brazo.

 

El doctor sintió un ataque de pánico. Su hija. Vería sus cicatrices. Miró a Will y este captó su miedo. Una cosa era que Will lo viera y aceptara, una criatura de cuatro años era algo muy distinto.

 

--Buenos días, Abby- dijo Will, Hannibal percibió el temblor en su voz. El castaño estiró la mano y lo retuvo, para que no le diera la espalda.

 

--Buenos días, Will- Abigail se frotó los ojos y bostezó- Hola, papá- se subió a la silla, sentó al oso a su lado y miró a los dos adultos- ¿Vas a desayunar con nosotros, papá?- lo miró expectante. Inocente y confiada. Sin ningún miedo.

 

--Sí, princesa- consiguió decir Hannibal tras carraspear dos veces.

 

--¡Qué bien!- alcanzó un trozo de beicon y comenzó a mordisquearlo, mientras Will le servía zumo de una jarra. Will miró a Hannibal. Estaba helado, mirando a su hija con los ojos húmedos de lágrimas. Dejó la jarra y fue hacia él.

 

--Ni siquiera se ha dado cuenta- dijo Hannibal con voz áspera, sin apartar los ojos de la niña.

 

--Otra personita a la que habías subestimado, ¿eh?- sonrió Will.

 

--Sí- le agarró la mano- Sí- sonrió y fue hacia Abigail. Will lo detuvo suavemente.

 

--Ve despacio- advirtió. El otro asintió, no quería asustar a su hija. Cuando saltaron las tostadas, se volvió hacia la encimera y untó la mantequilla.

 

--¿Te gusta la mermelada, Abby?

 

--Mi favorita es la de frutilla- rio la niña.

 

--Ya, ya- Will puso los ojos en blanco- Ayer era la de uva. Y anteayer la de durazno- le hizo cosquillas a la niña y le dio un beso en la mejilla. Hannibal puso el plato ante su hija, se sentó y, con Will a su lado, contempló absorto el sencillo ritual de su desayuno.

 

Pensó que el día no podía mejorar aún más.

 

 

****

 

 

El viento agitó el abrigo de Will y, aunque había dejado de llover, parecía que no tardaría en volver a empezar.

 

--Ven con nosotros- dijo el castaño.

 

--Disfruten de una tarde de cómplices.

 

--Por favor, papá- pidió Abigail desde el interior del coche. Will le puso la mano en el brazo, deteniendo sus súplicas. Intentaba comprender la aprensión de Hannibal. Llevaban más de una semana viviendo sin esconderse en las sombras, pero el doctor aún no estaba dispuesto a enfrentarse al resto del mundo. La gente del pueblo nunca lo había aceptado, y seguían considerándolo la bestia del castillo. Murmuraban sobre él, para ellos seguía siendo una criatura misteriosa. Ya no lo era, pero tardarían en acostumbrarse a la idea.

 

Conseguir que Hannibal diera ese paso iba a ser muy difícil. Will se sentía como si estuviera tirando de él con una cuerda.

 

--No importa- le dijo- No tardaremos.

 

--Quiero hacerlo- murmuró el Dr. Lecter- Pero no con Abigail. No sé qué haría si ella oyera algunas de las cosas que me han llamado.

 

--Yo tampoco- Will apretó los labios. Hannibal le acarició el rostro, adorando que estuviera tan dispuesto a defenderlos- ¿Significa eso que solo estarás con Abigail y conmigo, y nadie más?

 

--No puedo. Aún no.

 

--Esto no funcionará siempre, Hannibal- dijo Will con enojo- Hay reuniones de padres. Clases de ballet, teatro. ¿Vas a negarle eso a Abigail y a ti mismo solo por lo que puede decir la gente?

 

Hannibal arqueó una ceja ante el súbito golpe de mal humor.

 

--No, pero tú pretendes que empiece dando un salto mortal, sin haberme tirado al agua.

 

--Está bien, está bien- Will suspiró- Entiendo. O al menos lo intento. Quizá sea pedir mucho, demasiado pronto- echó una ojeada a Abigail que, sin prestarles atención, jugaba con los mandos y botones del tablero. Volvió los ojos a Hannibal- Los quiero mucho a los dos- dijo suavemente, y el doctor sonrió- Deseo que sean felices, y lo que menos necesita Abigail es esconderse contigo.

 

--¿O contigo?

 

--Efectivamente.

 

Hannibal soltó el aire de golpe. Sabía que eso tenía que llegar. Lo había insinuado con frecuencia los últimos días, pero no era algo que quisiera discutir en ese momento.

 

--Hablaremos de eso esta noche, ¿está bien?

 

--Oh, sí, te lo garantizo- Will lo miró con determinación, beligerante desde la punta de sus onduladas hebras castañas hasta sus gastadas zapatillas deportivas. Pero Hannibal no tenía intención de pasearse por la calle Mayor y hacer el ridículo. Él aún no se atrevía a pensar en el futuro; pero sabía que Will le había robado algo más que el corazón. Deseaba sentirse así para siempre, evitar que el mundo se entrometiera. Estaba convencido de que si lo veía alguien más que Abigail, Jack y Will, todo se echaría a perder.

 

--Esta noche, entonces- Hannibal se inclinó para besarlo.

 

Abigail soltó una risita y Hannibal le guiñó un ojo. Su hija lo había aceptado, y también su relación con Will, eran una familia ahora. Will era su amante y todas las mañanas, al despertarse con él entre los brazos, sentía una paz y felicidad que nunca había sentido antes. No pensaba arriesgarse a estropearlo.

 

--Será mejor que se vayan antes de que vuelva a llover- dio un beso a su hija y acompañó a Will al otro lado del coche. El castaño se sentó al volante, se puso el cinturón y comprobó el de Abigail- Vuelvan pronto- dijo después, besándolo de nuevo.

 

--No tardaremos más de una hora- iban a comprar leche, huevos, y algo para entretener a Abigail si seguía lloviendo. El reparto de los ultramarinos llevaba un día de retraso y Will necesitaba airearse un poco, aunque le encantaba estar con Hannibal, hacer el amor y dormir a su lado.

 

Todas las mañanas volvía a su dormitorio antes de que Abigail se despertara; aunque Hannibal se había quejado de eso, Will no estaba dispuesto a que él mismo hiciera preguntas que ninguno de los dos podría contestar sin crear más interrogantes. Hannibal no había dicho que quisiera que la relación fuera más allá, y las preguntas de Abigail lo forzarían a tomar una postura. ¿Qué podía decir Will?, preguntarle: “¿Vas a convertirme en una persona honesta? ¿Esperas que me esconda aquí contigo? ¿Me quieres de verdad o solo soy cómodo como amante tuyo y niñero de Abigail?” Se le hizo un nudo en la garganta. No le convenía pensar en eso.

 

Subió la ventanilla y encendió el motor. El coche se caló una vez, y sonrojándose, lo intentó de nuevo. Condujo hacia las verjas, sintiéndose como si abandonara un mundo para entrar en otro. “Del castillo de la colina a la tierra de los vasallos”, pensó para sí.

 

En los últimos días, aparte de convencerse de que Hannibal Lecter era un amante increíble, un padre cariñoso y que lo hacía indecentemente feliz, Will había descubierto mucho sobre él. Era un hombre de negocios formidable. Aunque sabía que dirigía dos consultorios con programas informáticos en el campo psiquiátrico desde su despacho, no se había imaginado que el mismo Hannibal era también programador. Diseñaba para empresas grandes y pequeñas: programas de seguridad, antivirus, juegos, buscadores de Internet, gráficos. Cuando vio su trabajo comprendió que no había nada que no pudiera dirigir o crear. Había amasado una fortuna sin poner el pie fuera de su casa. No era extraño que no tuviera ninguna prisa en salir.

 

Abigail y él aparcaban junto al supermercado cuando la música de la radio se detuvo. Frunció el ceño cuando el locutor dio paso a un boletín de noticias: la tormenta tropical de la costa de Florida se había convertido en un peligroso huracán. Y se dirigía hacia allí.

 

 

****

 

 

Hannibal abrió la cortina y miró la oscuridad que envolvía todo. El viento aullaba con furia, pero aún llovía poco, la tormenta estaba a punto de desatarse. Se preguntó dónde estaba Will y su hija. Tardaban demasiado en volver.

 

Había llamado al teléfono móvil, pero saltaba el mensaje de que estaba fuera de cobertura. Era imposible, a no ser que estuvieran en el barco que iba al interior. Nunca entendería la tecnología de los celulares, a veces no funcionaban al torcer una esquina, y en cambio lo hacían dentro de un edificio. En cualquier caso, estaba impaciente por verlos, por saber que estaban a salvo y en sus brazos.

 

Llamó a la policía, pero la línea estaba ocupada y sabía que, con una amenaza de huracán, pasarían horas antes de que fueran en busca de un hombre y una niña. Hannibal fue al armario, se puso un abrigo y salió. Le pidió a Jack que le prestara la camioneta; éste le dio las llaves y se ofreció a ir él mismo. Hannibal lo rechazó, era incapaz de seguir allí sin hacer nada.

 

Momentos después conducía a toda velocidad por la carretera principal, con la lluvia aporreando el techo y las ventanillas. Encendió la luz de emergencia que había instalada en la parte superior de la cabina, iluminando la oscuridad, agradeciendo la previsión de Jack. La lluvia formaba torrenteras y regueros por las calles. El barro y la arena habían dejado a coches atrapados otras veces, y se imaginó a Will y a su hija atrapados y rodeados de agua. Iluminó las calles a derecha e izquierda, deseando poder ir más rápido. Un segundo después los vio. Aparcó la camioneta, suspiró con alivio y salió. Oyó el débil sonido de voces cantando por debajo de la lluvia.

 

--¡Hannibal!- exclamó Will bajando la ventanilla. El asombro en su angustiante y encantador rostro lo partió en dos. Will no esperaba que abandonara la casa para buscarlos; se avergonzó de sí mismo e inclinó la cabeza para besar a su castaño amante.

 

--Hola, papá- llamó Abigail.

 

--Gracias a Dios. ¿Están bien?- abrió la puerta del coche y subió la ventanilla.

 

--Sí, el motor se paró y no quiere arrancar- dijo Will, saliendo y tomando a Abigail en brazos- La batería del celular se agotó cuando intentaba llamar. Mo olvidé de cargarla.

 

Hannibal le quitó a Abigail de los brazos y los ayudó a subir a la camioneta. Después volvió al auto por la compra.

 

--Dios santo, Will- masculló, colocando bosas alrededor del menor- ¿Crees que has comprado bastante?

 

--Me enteré de lo del huracán. Quería que estuviéramos preparados.

 

“Nosotros”, pensó Hannibal. ¿Will ya pensaba en ellos como una familia, igual que él lo hacía?

 

--Llegará hasta aquí- dijo el doctor- Quizá solo suba por la costa, como hizo el último- los huracanes eran malos si se vivía en la costa, pero terribles en una isla pequeña como esa. Era el precio que había que pagar por la soledad y la belleza de las puestas de sol.

 

Fue a cerrar el automóvil y subió a la camioneta. Miró a Abigail y a Will. No se imaginaba lo que haría si les hubiera pasado algo. De repente, Abigail se lanzó en sus brazos.

 

--Sabía que vendrías a buscarnos, papá- Hannibal la abrazó y miró a Will por encima de su cabeza.

 

--Has salido de casa por nosotros- Will sonrió con ternura y alegría. Seguía asombrado.

 

--No podía dejar que mi chico y mi chica favoritos se quedaran atrapados en la tormenta sin mí.

 

Will alargó el brazo y le pasó la mano por el cabello mojado. Se sentía orgulloso de Hannibal, pero no hizo falta que lo dijera. Hannibal mismo lo sabía, y le besó la mano.

 

--¿Está bien Serabi, papá?

 

--Estaba dormida junto al fuego cuando salí- soltó a Will y sonrió a Abigail, asombrándose de lo inconscientes que eran los niños ante el peligro.

 

--Creo que es una tarde ideal para ver dibujos animados y beber chocolate caliente- dijo Will- Y sándwiches de mermelada calientes y palomitas, todo un festejo.

 

Abigail aplaudió entusiasmada y se acurrucó entre los dos adultos, ajena a la lluvia que caía torrencialmente a su alrededor.

 

 

****

 

No tuvieron oportunidad de hablar. La tormenta siguió creciendo y había demasiado que hacer. En vaqueros y con una sudadera, Will ayudó a Hannibal y a Jack a asegurar los establos. Jack fue por el auto averiado y lo remolcó hasta el garaje. Insistió en que la culpa era suya, y se empeñó en arreglarlo.

 

Hannibal dio de comer a los caballos y los encerró en el establo. Era una suerte que la casa estuviera en lo alto de la colina; para que el agua llegar hasta allí, tendría que arrasar el pueblo. Cuando le dijo a Will que empaquetara algunas cosas para que Abigail y él se fueran en el siguiente barco, Will se hizo de oídos sordos, y buscó algo más que cerrar o proteger. No pensaba dejar la isla sin Hannibal.

 

Como Hannibal no pensaba marcharse, hizo preparativos para aguantar la tormenta. Colocó linternas y velas por toda la casa. Aunque había un generador, a punto por si se iba la electricidad, no pensaba correr riesgos. El huracán no estaba cerca aún, pero ya se sentían sus efectos. Le dio a Abigail una linterna, pero como no hacía más que juagar con ella y estaba gastando las pilas, al final tuvo que quitársela.

 

Cuando volvieron dentro, Abigail estaba viendo un video con la gatita, tan absorta que ni siquiera alzó la cabeza. Will colgó los abrigos en la entrada posterior y preparó café.

 

--Quiero que se vayan en el siguiente barco que salga de la isla. A un hotel.

 

--No habrá ninguna habitación libre. Toda la gente está marchándose- Will apagó la cafetera y se encaró con él- ¿Vienes con nosotros?

 

--Claro que no.

 

--Entonces, olvídalo.

 

--Will, tienes que ir al interior.

 

--No, Hannibal. No pienso dejarte aquí.

 

--Soy un muchachón grande.

 

--Lo sé- dijo Will mirándolo de la cabeza a los pies, con una mueca- Pero no pienso irme.

 

--Te irás, maldita sea, si yo lo digo.

 

--Oblígame- retó el castaño, cruzándose de brazos.

 

--Diablos, Will, ¿no te das cuenta del peligro?

 

--No maldiga, Dr. Lecter. Si Abigail y yo nos vamos, Jack y tú se vendrán con nosotros.

 

--Y un cuerno- agarró el teléfono y marcó- Aunque tenga que arrastrarlos al barco y dejarlos atados, los pondré a salvo.

 

--Aquí estamos a salvo. Más que conduciendo bajo la lluvia en busca de un hotel. ¡Más seguros que el resto del pueblo!

 

Hannibal habló con el puerto, y preguntó cuándo salía el siguiente barco. Le gritó al hombre que había al otro lado de la línea, después le pidió disculpas y colgó.

 

--Bueno, te has salido con la tuya. No salen más barcos.

 

--No me extraña, mira el nivel del agua.

 

Hannibal miró por la ventana. Crestas de espuma azotaban la playa, en cuando rompía una, llegaba otra. El viento aullaba entre los árboles y las nubes ocultaban las estrellas.

 

--Lo has hecho a propósito. Has buscado cosas que hacer hasta que ha sido demasiado tarde.

 

Will se encogió de hombros, intentando contener una sonrisa. Hannibal lo miró irritado. Will fue hacia su imponente doctor y rodeó su cintura con los brazos.

 

--Estoy exactamente donde quiero estar, Hannibal. Si nos fuéramos, estarías preocupándote por si Abigail y yo estaríamos a salvo. A estas alturas, acabaríamos avanzando lentamente por la carretera, junto a miles de personas, y lo sabes.

 

--Sí, supongo que tienes razón- aceptó el otro, ablandándose y rodeándolo también con sus brazos.

 

--Casi te mata tener que admitirlo, ¿eh?

 

--No.

 

--Mentiroso, mentiroso- sonrió Will al ver su mueca- Además, nos quedan muchas habitaciones por bautizar- Hannibal suavizó el gesto- Y me encanta una buena tormenta mientras me haces el amor.

 

--Eres retorcido.

 

--No, pero necesito que los truenos apaguen mis gritos cuando haces eso que tú sabes con la boca y las caderas.

 

--Oh, Will- gruñó Hannibal, besándolo e introduciendo las manos bajo su sudadera. Acarició sus costillas, sus pezones, desenando tenerlo desnudo en sus brazos. Will gimió levemente, abrazándolo.

 

--¿Es hora de acostarse?- musitó Hannibal contra sus labios.

 

--Falta un rato.

 

--Maldición.

 

Will rio y, al oír la voz de Abigail, se separaron. Hannibal se apoyó en la encimera.

 

--Más vale que vayas a ver lo que ocurre.

 

--Veo perfectamente lo que ocurre- se burló Will, mirándole fijamente a la entrepierna y saliendo de la habitación. Hannibal sonrió, preguntándose cómo había podido vivir sin él.

 

 

****

 

 

En la enorme cama de la torre, Hannibal penetró el cuerpo de Will, acercándose al paraíso con cada embestida. Contempló el rostro de su castaño amante, aún más erótico que la sensación de deslizarse en su interior y retirarse de nuevo. Will gemía cada vez más fuerte. Lo dominaba la pasión mientras, en el exterior, la tormenta se desataba.

 

Will clavó los talones en el colchón, arqueándose hacia Hannibal, su cadencia armoniosa y cada vez más rápida, lo volvía loco de placer. Hannibal apoyó la frente contra la suya y empujó con más fuerza, notando cómo el éxtasis iluminaba sus rasgos y recorría todo su cuerpo. Eso le llevó a su propio clímax.

 

Se apretó contra Will, sintiendo como sus músculos lo atenazaban, y supo que nunca antes se había sentido tan vulnerable. Ni tan poderoso.

 

Will se dejó envolver por el placer, Hannibal se estremeció y se derramó en su interior con un gruñido sordo al mismo tiempo que el castaño se derramaba entre sus vientres mojados. Will se sintió estallar, temblando con las deliciosas sensaciones que invadía su alma.

 

--Oh, Hannibal, Hannibal- balbuceó, rodeándolo con las piernas y atrayéndolo hacia sí. Besó su garganta y su mejilla cruzada por cicatrices, mientras la pasión se diluía suavemente y volvían a la tierra. Ninguno de ellos habló, no sabían qué decir, ni si debían expresar sus sentimientos con palabras.

 

Pero Will los admitió en silencio. Estaba locamente enamorado de ese increíble y apasionado hombre. Su tierna bestia, su príncipe marcado. Y temía recibir lo que se merecía: otro corazón partido.

 

Y esta vez, estaba seguro, no se curaría jamás.

 

CONTINUARÁ…

 

Notas finales:

Eso sería todo por el capítulo de hoy. ¿Les gustó?? Espero de que sí. 

 

Tal parece que nuestro querido Dr. Lecter subestimó a otra personita ¿no? Abigail ni se inmutó con la apariencia de su papí en cuanto lo vió de frente, que linda. Y bueno la feliz familia al fin está unida, ¿pero será por mucho tiempo? Eso descúbranlo en el final de la historia. 

 

Gracias por sus lecturas y nos vemos la siguiente semana con el desenlace de "Belleza Escondida" ^_^


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