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"Belleza Escondida" por ShineeLuhan

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Notas del capitulo:

Hola queridas lectoras!!!

Estoy de vuelta con otro interesante capítulo de esta romántica historia de amor entre un doctor y su niñero. Espero les guste mucho.

Muchas gracias por los RWs enviados...Las amo!!!

“CAPITULO OCHO”

 

 

 

--Will- llamó Abigail desde el salón- ¿Qué es esto?

 

Will se secó las manos en un paño y cruzó el comedor. Se quedó quieto y parpadeó al ver las cajas de madera atadas con lazos verdes.

 

--¿Por qué no lo averiguamos?- miró la nota que había sobre las cajas, dirigidas a él. La abrió y leyó: Muéstrame algo más de tu talento. Junto a las cajas había un boceto que había hecho de Abigail, con una nota que decía: Es precioso, la has captado perfectamente, Hannibal.

 

--¿Para quién son?- preguntó la niña, dando saltitos de anticipación a la vista de los regalos.

 

--La nota dice que el de arriba es para ti- aflojó los lazos y le entregó la caja a Abigail. La niña se sentó en la alfombra, la abrió y dio un grito de sorpresa. Dentro había cuentas de colores, brillantina para decorar, lápices de colores, rotuladores, acuarelas y papel- De parte de tu papá- dijo Will. Abigail lo miró resplandeciente.

 

Will sonrió. Hannibal había pedido excusas a su hija del único modo a su alcance. Abigail le preguntó si podía probarlo todo y Will asintió. Puso un mantel viejo sobre la mesa del comedor y llevó un vaso con agua para que pintara.

 

Cuando Abigail estuvo instalada, Will volvió al salón. Con un suspiro, abrió la primera caja y encontró papel, carboncillo y todos los utensilios necesarios para dibujar. La caja siguiente contenía acuarelas de buena calidad, paleta y pinceles, en la última había un caballete y un taburete plegable. Otra nota rezaba: La habitación amarilla del ala oeste tiene la mejor luz y una vista excelente del río y del pueblo.

 

Tantas emociones conjuntas hicieron que se ahogaran sus ojos. Nadie antes se había molestado en ver más allá de su rostro, en descubrir la persona que era en su interior. Aunque las paredes de su apartamento estaban llenas de dibujos, Matt ni siquiera se había fijado. Adoraba dibujar y pintar, pero lo había dejado por cosas que, en un momento dado, le parecieron más importantes. El arte le proporcionaba una sensación de libertad que no conseguía con ninguna otra cosa. Y Hannibal Lecter se la había devuelto.

 

--Vaya, para ti también hay- gritó Abigail, apareciendo a su lado y mirando las cajas. Will acarició la castaña cabecita.

 

--Es maravilloso, ¿no? Tendremos que preparar un lugar especial para utilizarlos.

 

Abigail asintió y volvió al salón dando saltitos. Will se sentó en el sofá y examinó cada artículo, excitado y preguntándose qué dibujar. Ansiaba darle las gracias, pero sabía que no lo recibiría. Cuando Abigail acabó su primer dibujo, Will lo pegó en la nevera y llevó a la niña al baño. Le costó convencerla, porque quería probarlo todo. Will le prometió que lo haría al día siguiente y, tras un baño y un cuento, el castaño la acostó. Abigail insistió en tener el regalo cerca de la cama, como si eso la aproximara a su padre.

 

Will dejó la puerta entreabierta y se preguntó que estaría haciendo Hannibal. Desde la noche anterior no había hablado con él. El doctor no lo había llamado una sola vez por el intercomunicador, ni había aparecido entre las sombras. Era como si el día anterior hubiera revelado demasiado y necesitaba distancia. Aun así, su regalo era fantástico, en verdad que era un hombre muy complicado. Tras darse una ducha y ponerse el pijama y una bata, bajó las escaleras, deseando probar las pinturas.

 

 

Cuando Hannibal oyó a Will abajo, fue al dormitorio de Abigail, impaciente por estar con su hija. Se sentó en la mecedora y contempló cómo dormía; la luna bañaba su rostro acentuando su inocencia. Serabi estaba sentada como una reina a los pies de la cama.

 

--Papá- murmuró Abigail suavemente, como si percibiera su presencia. Él tomó su mano, y le acarició el dorso con el pulgar- Gracias por las cosas de pintar, papá- dijo ella sin abrir los ojos.

 

--Me alegro de que te gusten, princesa.

 

--A Will también le gustan las suyas- dijo Abigail con un bostezo.

 

Hannibal sintió un cosquilleo de placer. Ansiaba vera a Will, hablar con él. Solo a su lado se sentía humano, como si sus cicatrices no tuvieran importancia. Tomó el libro de cuentos de la mesilla, lo abrió por la página que había marcado y comenzó a leer, sintiéndose como un rey al ver la sonrisa adormilada de su hija.

 

 

****

 

 

El Dr. Lecter maldijo el tamaño de su propia casa tras encontrar la biblioteca vacía. Will no estaba en su dormitorio. Salió de la biblioteca y giró a la izquierda, hacia el ala oeste, diseñada para los sirvientes e invitados y que no se utilizaba. Subió las escaleras buscándolo y empezando a sentir pánico. ¿Y si se había hecho daño? Lo llamó suavemente y, al no recibir respuesta comenzó a abrir puerta tras puerta.

 

--¡Will!

 

--Aquí dentro.

 

--¿Dónde diablos es aquí? Maldita sea, esta casa es un laberinto.

 

--Dijiste que podía usar la habitación amarilla, ¿no?- su risa cálida y ligera aún flotaba en el aire cuando Hannibal abrió la puerta. Estaba sentado de espaldas a él, frente al caballete, con el pincel en la mano- ¿No es verdad?- insistió.

 

--Creo recordarlo, sí.

 

--No paseas mucho por la casa, ¿eh?

 

--Por esta zona no. Me siento como un idiota.

 

--¿Estabas preocupado?

 

--Diablos, sí. Esta casa es tan grande y vieja…

 

--Y oscura- añadió el castaño, girando levemente pero sin mirarlo.

 

Hannibal comprendió que lo hacía por él. Las cortinas estaban abiertas y rayos de luz plateada entraban por las ventanas.

 

--Estás pintando en la oscuridad, Will.

 

--Vaya Dr. Lecter, es usted muy perspicaz.

 

Hannibal rio y, moviendo la cabeza, se acercó. Will lo sintió tras su espalda, percibió el aroma de su loción para después del afeitado y se preguntó cuándo se habían agudizado tanto sus sentidos. Casi sentía el calor de su cuerpo a través de la fina bata y el pijama. Anhelaba verlo, no por curiosidad, sino para que confiara en él.

 

--¿No es una vista espectacular?- Will señaló el pueblo, que se extendía ante él; las casas encaladas de blanco brillaban a la luz de la luna, y la marea lamía la playa. El castillo estaba en un promontorio, como un ogro maquiavélico que dominaba el pueblo. No era extraño que todos lo temieran.

 

--Pensé que te gustaría. Pero, ¿por qué pintas sin luz?

 

--Quería captar esa imagen. La isla dormida- dijo Will, sobresaltándose cuando Hannibal puso las manos en el respaldo de la silla.

 

--Pues la has captado perfectamente- dijo el imponente galeno, tras estudiar el cuadro a medio pintar. La voz sonó junto al oído de Will, suave y dulce.

 

--Las nubes no paraban de moverse y arruinarlo.

 

--Hay una tormenta tropical en la costa de Florida. Es posible que llegue hasta aquí.

 

--Espero que no- echó la cabeza hacia atrás, sintiendo el calor de su cuerpo junto a la mejilla. Se estremeció- La temporada casi ha terminado.

 

--A veces la Madre Naturaleza es muy bruja. Pero aquí estamos a salvo, esta casa lleva veinte años aguantando tormentas.

 

--Gracias por las pinturas. Me encantan- dijo Will, tras unos momentos de silencio.

 

--De nada. Tienes un talento extraordinario.

 

--Gracias- consiguió decir, emocionado.

 

--Dime, rey de las pasarelas, ¿era esto lo que hacías en las pruebas de vestuario?

 

--No, claro que no- sonrió suavemente, preguntándose por qué no lo ofendía que lo llamara rey de las pasarelas.

 

--No me lo vas a decir, ¿eh?- el castaño negó con la cabeza- Me encantan los retos, Sr. Graham- hizo una pausa y gimió- Dios, hueles bien.

 

--Tú también- murmuró Will pero, cuando volvió la cabeza, Hannibal se apartó y fue a la ventana. De espaldas, se apoyó en el marco de la alta y estrecha ventana. La luz plateada se derramó sobre él y Will se quedó asombrado al ver su tamaño. Debía medir al menos uno ochenta y cinco, y sus hombros bloqueaban la luz.

 

--Santo cielo, Hannibal, eres muy alto.

 

--¿Te asusto?- preguntó con una risa.

 

--Huy sí, ¿no me ves temblar? ¿Sabes una cosa?, no le parecerías tan misterioso a la gente del pueblo si no te esforzaras tanto en alejarlos.

 

--No vienen de visita.

 

--Con la muralla china rodeando la casa y una cabeza de dragón en la puerta, ¿qué esperas? La casa está aislada y, francamente, Hannibal, no le vendrían mal algunos arbustos o flores alrededor de esos robles. Admito que ver el musgo colgando de las ramas es una imagen memorable, pero también tétrica. Quizá si pintaras…

 

--Will.

 

--¿Qué?- el ojiazul inhaló con fuerza.

 

--Estás parloteando- dejó caer los brazos y se volvió, apoyándose en la pared derecha de la ventana. Al castaño le dio un vuelco el corazón.

 

Podía ver el lado derecho de su rostro, intacto y muy atractivo. Tenía el cabello demasiado largo y le rozaba el cuello de su camisa. Blanca, como siempre. Camisa blanca y pantalones oscuros, como si tuviera un montón de trajes de ejecutivo a los que dar algún uso.

 

--Te cortas el cabello tú mismo, ¿verdad?

 

--Supongo que se nota hasta en la oscuridad- rio, pasándose la mano por el cabello.

 

--Te lo cortaré, si quieres. Solía cortárselo a mis hermanos…

 

--No, gracias. Tampoco es que lo vea nadie.

 

--Eso no viene al caso- Will se puso de pie- Lo ves tú. Por Dios, Hannibal…- calló.

 

--¿Qué?

 

--No podemos seguir así. Escondernos en las sombras no nos hace ningún bien.

 

--Habla por ti mismo.

 

--¿Qué ganas tú?

 

--Mi privacidad, mi dignidad. Mi orgullo.

 

--No, no es cierto- negó con la cabeza- Solo mantienes vivas las heridas que ella te infligió. No todo el mundo es como Alana.

 

--Hace tiempo que la olvidé.

 

--Te creo, pero te ha marcado y eso no me gusta.

 

--Peor para ti- espetó el doctor, a la defensiva.

 

--Así están las cosas, ¿no? Si intento acercarme a ti te conviertes en una bestia furiosa.

 

--No me fuerces. Eso no ocurrirá.

 

--Oh, ¡déjalo ya, Lecter! Sé quién eres, pero no qué aspecto tienes- dio un paso- Déjame verte.

 

--No.

 

--Me has hecho el mejor regalo de mi vida- dijo, señalando las pinturas que había en el suelo y en la mesa- Me has visto a “mí”. No al rostro que todos quieren ver y fotografiar. Pero no me permites que yo te dé nada.

 

Hannibal comprendió que Will quería demostrarle que no se asustaría, que no sentiría repulsión. Pero no podía arriesgarse, y menos cuando empezaba a sentirse de nuevo como un hombre, cuando quería salir a la luz solo por Will.

 

--Me has dado una oportunidad con mi hija.

 

--¿Y eso es suficiente?- Hannibal no contestó- ¿Es suficiente?

 

--¡No!- exclamó el doctor- No desde que entraste por la puerta- Will dio un paso hacia él.

 

Hannibal lo miró fijamente. La luna iluminaba su bello rostro, y el ondulado cabello castaño ondeaba por su detrás. La bata escondía su cuerpo.

 

--Pero tiene que ser así.

 

--No es cierto. Conmigo no.

 

Hannibal cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás, abriendo y cerrando los puños. Percibía oleadas de su fragancia, embrujándolo, amenazando con romper los últimos vestigios de su voluntad.

 

--Tengo que irme. Ahora- Will lo agarró del brazo- Maldita sea, Will, déjame ir- ordenó, sintiendo sus dedos como brasas en la piel.

 

--¿Por qué?

 

El doctor ladeó la cabeza, mirándolo. Estaba a centímetros de él. El deseo recorrió su cuerpo como una hilera de hormigas viva y cosquilleantes. Tuvo que hacer un esfuerzo para respirar.

 

--Porque si te toco, no creo que pueda parar- confesó, tragando saliva.

 

El corazón de Will se disparó. Le tocó la mejilla y Hannibal dio un respingo. Sufrió por ese hombre roto y dañado, por su dolor, por sus años de reclusión…por todo.

 

--Oh, Will- musitó Hannibal, apoyando la mejilla en su mano, disfrutando de su tacto- No puedo. No puedo. Me volveré loco.

 

--No lo harás.

 

--Sí- siseó él, tomó su mano y le besó la palma y las yemas de los dedos, temblando.

 

Un hombre fuerte, que había sobrevivido a una experiencia horrible, un hombre que se escondía entre las sombras, temblaba ante otro hombre que además de ser hermoso era el ser más increíble del mundo. Will se sintió favorecido por un don adorado, y supo que le había entregado su corazón, y que ansiaba entregarle su cuerpo. Hannibal enredó los dedos en sus cabellos castaños y acercó la cabeza hacia él.

 

--Si te vuelves loco, por favor…llévame contigo- pidió Will, con un tono sensual y atrevido.

 

Un segundo después la boca del doctor lo tomaba, devorándolo, penetrándolo, ardiente de deseo y pasión. Will lo aceptó y Hannibal introdujo la lengua entre sus labios, saboreándolo una y otra vez. No podía respirar ni pensar, solo sentir, llevaba mucho tiempo sintiendo únicamente su fealdad, su desolación. Will era un rayo de sol en su oscura vida, una atracción irresistible, que lo besaba como si quisiera redimirlo y enloquecerlo.

 

Rodeó su cintura con el brazo, atrayéndolo hacia sí, permitiendo que sintiera su excitación, lo que provocaba en su cuerpo con tan solo un beso. Casi lo avergonzaba que lo excitara con tanta facilidad. Se apartó un momento e inspiró con fuerza, deseando ver su rostro, sus enigmáticos ojos azules.

 

--No deberíamos cruzar este umbral.

 

--Demasiado tarde- gimió Will antes de besarlo y apretarse más contra él, apoyándose entre sus muslos abiertos, y restregarle, también, su propia excitación. Su mano izquierda exploró el cuello, su hombro derecho y bajó hacia el pecho.

 

Hannibal gruñó, deslizó la mano por su espalda, hasta sus nalgas, y lo apretó contra sí. Sintió que el calor de su cuerpo le atravesaba la ropa y se tensó cuando el castaño puso la mano derecha en su hombro destrozado. Casi lo decepcionó que la retirara, sin embargo, mientras el pulso del deseo se aceleraba, comprendió que la había llevado hacia su espalda. El cariñoso gesto hizo que algo se rompiera en su interior. Lo besó con más fuerza, abrió su bata y le tocó un pezón, sintiendo inmediatamente que se endurecía bajo su palma. Acarició la suave piel y Will ronroneó, apretándose más contra él. El ojiazul mismo se desabrochó el pijama y Hannibal apartó la tela de sus hombros. Sus ojos devoraron la piel desnuda y agachó la cabeza. Will se echó hacia atrás, apoyándose en su brazo, invitándolo abiertamente. Atrapó un pezón con los labios, y el castaño gimió suave y profundamente, con pasión, y clavó los dedos en su hombro.

 

Lamió, chupó y dibujó círculos alrededor de la aureola, después devoró ambos pezones como un hombre hambriento en un banquete real. Sabía a limones y a miel, y la luz de la luna iluminaba la piel marfileña y perfecta de sus pezones desnudos. Lo mordisqueó y los gemidos entrecortados de Will inflamaron su pasión. Deseaba hacerlo sentir placer, quería llevarlo al éxtasis.

 

--Necesito tocarte. Eres tan cálido y suave. Oh, Will…Dios…- calló cuando los dedos de Will rozaron uno de sus propios pezones. Se dejó caer en la alfombra, arrastrándolo consigo, entregándose.

 

Will lo apretó contra sí, su cuerpo era una sombra contra la luz de la luna que se derramaba sobre ellos, mientras el doctor lo besaba salvajemente, pidiendo más y más. Will estaba dispuesto a todo.

 

--Dime que pare y lo haré- murmuró Hannibal contra su boca. Will llevó la mano del doctor a su pecho.

 

--Si paras ahora, te golpearé.

 

El otro rio y volvió a tomar su boca con ardor y frenesí, después dibujó con la lengua una línea que descendió por su cuello, rodeó los pezones y siguió bajando. Los músculos del castaño se tensaron bajo sus caricias, y se estremeció de deseo cuando introdujo la mano en los pantalones del pijama. Hannibal encontró su objetivo, caliente, duro y húmedo. Rodeó con las yemas de los dedos la cabeza del prepucio con suavidad, para posteriormente dirigir sus dígitos hacia el falo endurecido y comenzar a masturbarlo con fuerza.

 

Will se arqueó y su gemido rompió el silencio. Lo agarró, urgiéndolo a que se pusiera sobre él. Hannibal negándose, lo masturbó aún con mayor fuerza, con más embravecimiento, llevándolo al borde del éxtasis. Su cuerpo se ondeaba ante cada embate, y el doctor saboreó cada gemido, olor y sensación.

 

Will se convirtió en una criatura salvaje que le decía lo bien que lo hacía sentirse y cuánto había deseado que lo tocara así.

 

--Vamos, Will, tómalo- le susurró al oído- Quiero sentir cómo te corres para mí.

 

--Ya lo hago, te lo juro- gimió el castaño, moviéndose contra su mano.

 

--No lo suficiente.

 

De repente, se apartó, le quitó los pantalones y abrió sus muslos. Deslizó una ancha mano bajo sus caderas, lo alzó, y  cubrió con la boca su miembro mientras deslizaba dos dedos hacia su entrada. Will gritó, sus caderas se movieron y un fuego imparable lo abrasó, un ciclón de deseo lo arrasó. Hannibal trazó círculos con la lengua, succionando y tirando con los labios el falo de Will, y éste por su parte sintió que su deseo crecía y crecía, tensándolo y endureciéndolo aún más si eso era posible.

 

Hannibal percibió la tensión en los músculos del miembro de Will, luchando por alcanzar el clímax de la pasión, y adoró cada segundo; cada estremecimiento por parte del castaño recorría su propio cuerpo como una oleada. Deseaba estar en su interior, reclamarlo como suyo, pero no podía ser. Nunca. No podía hacerle el amor en la oscuridad, como una criatura salvaje. Will se merecía más de un hombre; él solo podía ofrecerle la culminación de su placer.

 

Y lo hizo; rodeando con los labios tanto el falo como los testículos, chupó suavemente cada uno de ellos, introduciendo y sacando a la vez el dedo de su entrada. Will estalló en mil pedazos y sus convulsiones los recorrieron a ambos. El cuerpo de Hannibal se curvó junto con el del castaño, y su orgasmo lo empapó, haciendo que casi perdiera el control.

 

Will, arrebatado, repetía “Fue increíble” una y otra vez. Apenas había recuperado el aliento, cuando Hannibal volvió a besarlo, acariciándolo aún, prologando los últimos latidos de placer. Rodeó su cuello con los brazos y lo besó hambrientamente, ignorando la súbita tensión de su hombro, ignorando que no quería que lo tocara.

 

--Te quiero, “a ti”- musitó Will con voz ahogada.

 

--No.

 

--¡Sí!- le abrió un botón de la camisa e introdujo la mano dentro.

 

--No- apartó su mano y lo detuvo- No te haré el amor en la oscuridad. Mereces la luz.

 

--Entonces, enciéndela- silencio- No quieres que te vea- el doctor siguió callado- Ya veo- Will soltó un suspiro- ¿Ni siquiera por mí? ¿Ni siquiera después de hacerme “eso”?

 

--No.

 

--Estoy harto de oír no, Hannibal- le dijo, intentando mantener la calma, aunque su cuerpo aún ardía, aunque Hannibal aún lo tocaba.

 

--Es la única respuesta que puedo darte.

 

--Creí que confiabas en mí- retiró sus manos y se apartó de él- Parce que eso no es posible- se puso en pie y, sin molestase en recuperar el pantalón del pijama, salió de la habitación.

 

Hannibal se sentó, puso la cabeza entre las manos y se mesó el cabello. ¿Por qué le parecía que la oscuridad era mucho más intensa que antes? ¿Por qué?

 

 

CONTINUARÁ…

Notas finales:

Bueno, espero que el capítulo de hoy les haya gustado mucho. Pobre Will se siente muy frustrado al no poder tener a Hannibal por completo. Por su parte nuestro querido doctor siente que Will no merece que lo tome en la oscuridad. Será que podrá al fin animarse a salir a la luz por su amado niñero??? Estamos muy pronto al desenlace de la historia, espero les guste lo que se viene muy pronto. 


Gracias por leer la historia y ojalá se animen a comentar que les va pareciendo hasta ahora la trama. Cuidense mucho y nos vemos la siguiente semana ^_^


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