Desde hace décadas, el hotel Santuary ha sido uno de los mejores de Grecia, siempre con una reputación de cinco estrellas.
Alojándose siempre personas de mucho dinero, celebridades muy importantes, denotando su posición social.
Total si quieres estar con todas las comodidades y ser la envidia de todos, este es tu destino cada que visites Grecia.
Obviamente cada edificio puede ocultar muchos secretos y este no será la excepción.
Como cada día, la jornada empieza desde las cinco de la mañana.
Todos atentos, el primer turno llega, así que de la noche se tiene que retirar para descansar.
Sin excepción, marcan su entrada de manera digital, debemos admitir que también tiene grandes avances tecnológicos, para una mayor eficiencia.
El gerente que siempre debía estar atento en cualquier momento, serio con un porte elegante, se decía tantos rumores de él.
Pero lo más seguro es que algunos sean falsos, pero no dejaba que de ser intimidante.
Usando un traje de color negro completó con una corbata verde, muy bien arreglado, se comunicaba con los empleados que tenía bajo su supervisión, por cualquier queja o desperfecto.
Sus cabellos verdes jade y su tono de ojos igual, su piel clara, delgado, pero su cuerpo se nota ejercitado sin ser exagerado.
Acabando de colgar el teléfono, no se dejaría ocultar su molestia la tratar con esas personas.
Pero de ellos si no podía quejarse, al menos que quisiera perder su empleo y eso que no es uno nada malo y la paga es muy buena.
Para alguien que está solo en el mundo, ya siendo un adulto esto puede doler.
-Saga, te necesitan en la habitación #801- Hablo de manera fría ante aquel aparato.
-Sí, está bien…- La voz del receptor del mensaje, se notaba algo desanimado –Voy enseguida-
-Muy bien, trata de no estar mucho tiempo- Cerro el canal de comunicación.
---Sala de calderas---
Un joven de cabellos azules desordenados, largos, que trataba de alistar lo más rápido posible, los ojos Viridian se notan tristes, pero trata de sonreír un poco, lo que pasa a su alrededor no debía dejar que lo venciera.
Su uniforme, consistía en una camisa blanca, con una corbata azul cobalto, unos pantalones negros, y zapatos del mismo tono.
Suspira varias veces, antes de salir a lo que podría decir es su “Habitación”, por lo menos la que usaba para dormir en la época invernal, la otra estando mucho más helada y parecía una bodega.
Cuando salió, y fue yendo hacia la parte superior, en el primer piso, donde los empelados comenzaban sus rutinas.
Varios le sonrieron y saludaron, al ser uno de ellos, es parte de una familia bastante grande y extravagante.
-¿Te caíste de la cama, Saga?- Un hombre alto, corpulento, pero no por estar pasado de peso, al contrario, se nota su musculatura, vistiendo una ropa en su totalidad blanca, con un delantal y un gorro que denotaba su rango en esa cocina.
-Creo que voy algo tarde- Sonrió, desviando la mirada, a los platillos que ya lo esperaban.
-Tranquilo, los acabo de servir, estarán calientes y no se enojaran- Le guillo un ojo, para volver a su labor de cocinar todos los platillos que llegan en forma de pedidos en papel.
-Gracias, chef Alde- Este sonrió, le agradaba la manera confiada que le trata el castaño.
Llevado aquel carrito de servicio, empujándolo por los pasillos, hasta llegar al elevador y tener que detenerse en el octavo piso.
Cerro sus ojos, mientras disfrutaba de la soledad de aquel pequeño lugar, se volvía así por el vehículo que porta.
Su estómago grullo, no desayuno nada por su propio descuido, peor tendría que aguantar hasta que fuera la hora del almuerzo.
Llego, al escuchar aquel timbre, indicando que al abrir esas puertas el pasillo que esta enfrenté.
En aquel lugar, solo hay tres habitaciones, obviamente no querían ser molestados por los clientes del hotel.
Camino con rapidez, sin duda no tardaría en que Shura lo volviera a llamar para decirle que lo esperan ya desesperados.
Llego a la primera puerta, justo la #801 y toco la puerta con unos ligeros golpes.
-Buenos días… Traigo su desayunó- Llamo con educación, aunque por dentro quisiera, aventarles la comida a la cara.
La puerta se abrió, dejando ver un joven de unos veinte años, con unos cabellos aguamarinos largos, unos ojos violetas grandes, una tez blanca, delgado, que solo lo observó con el ceño fruncido.
-Déjalo en la mesa, y quiero que después vengas a arreglar mi habitación- Su voz sonaba bastante indiferente, mirando al joven unos cuantos años mayor que él como lo que es, solo un empleado.
-Si- Hizo lo indicado, y se retiró.
Ahora la siguiente habitación.
Fue casi lo mismo, salvo que el dueño de este lugar, uno de cabellos verdes largos, lacios, unos ojos violetas, un tono más claro que los del anterior, le ordeno que llevara su ropa a la lavandería y que fuera por un encargo que tenía en una tienda vecina.
No tenía de otra, solo asintió, y con la mirada baja, comenzó a recoger la ropa, para hacer lo dicho.
Sin embargo este, sí que lo veía más como un esclavo que como un ser humano.
Derramo a propósito un vaso de jugo de uva en la alfombra.
-Ay, no puede ser… Que torpe soy- Sonrió, al ver como Saga no se sorprendió de aquella maldad –Tendrás que venir a limpiarlo rápido, si no se secara y tendrán que cambiar la alfombra-
-Está bien, Degel- Sin más, suspiro, llevando aquel carrito de nuevo afuera, para dirigirse al último destino, el cual solo le traía un gran malestar.
Toco con pesadez, tuvo la autorización de entrar.
Dejo los alimentos en la mesa principal de aquella habitación, que como las demás parecía completamente de lujo.
Los dos adultos que comparten aquel hermoso recinto, con adornos de oro y mármol, discutían de una manera pacifica sobre un gran asunto.
-Tenemos que arreglar el hotel de nueva cuenta- Hablo un hombre de cabellos castaños, cortos, algo ondulados, bajito, delgado.
-Sí, lo se… Este arreglo podría ser bastante beneficiosos para todos nosotros- Hablo, mientras tecleaba en su laptop, con la vista en algunos documentos que revisaba y volvía a escribir.
-Degel sabe que tiene que hacer, solo casarse con el hijo mayor de ellos y tendremos un beneficio para…- Miro alrededor con desagrado –Derrumbar el hotel desde sus alimentos y edificar uno mucho más elegante, acorde a nuestros nuevos clientes-
-Ja, ja, tienes buenas ideas- Sonrió satisfecho, pues esto causaría una gran molestia a quien ingreso a su habitación a hacer sus labores cotidianas –No sé en qué pensaban… Ja, este hotel sí que es bastante absurdo- Se giró a ver al peli azul, que apretaba su mandíbula y puños, para no hablar, incluso provocar heridas en sus manos si seguía así -¿No lo crees Saga?- Su voz sonando divertida.
No contestó, al terminar de tender aquella cama, llevándose la ropa sucia, pidió permiso para salir, ocultando su rostro con su flequillo, sin duda notarían sus lágrimas que corrían por el odio.
Divertía a ambos, el hombre de cabellos negros lacios, hasta los hombros, la tez también clara, delgado pero con musculatura.
-Pobrecito… Aún tiene cariño al hotel de sus papis- El más bajo, canturreo aquello con bastante burla.
-Eres divertido Krest- Beso los labios de su esposo, para seguir trabajando y planeado lo que podría ser una gran inversión al futuro.
-Iré a darme un baño Itiá, tengo que ir organizando los preparativos- Tomo sus prendas, para hacer lo dicho.
Por los pasillos que conducían a la lavandería, aquel peli azul, derrama sus lágrimas, agradeciendo aquel a esa hora los demás empleados aun no llevaran las ropas sucias de quienes se hospedan en aquel hotel.
Se abraza a sí mismo, sentado en el suelo, justo en un lugar entre un pilar y una de esas máquinas de lavado, para llorar a mares, por como su vida se ha convertido, el hecho de haber vivido una muy buena vida, hasta los diez años, para después convertirse en el protagonista del cuento de la Cenicienta, pero mucho peor según él.
-¿Por qué no morí con ellos?- Apretando sus labios con fuerza, ocultando su rostro en sus rodillas, sus cabellos azules caían hasta el suelo.
Renegando de su cruel destino, pensando que sí, no hubiera sido protegido por su papá, en ese momento las cosas serían mejor.
Para Saga, cada día la muerte parecía ser lo más prometedor para descansar por fin.
No quería ver destruido lo que su familia, generaciones de Geministia formaron, para que al final, uno de los socios de su padre, lo tomara por una estúpida clausura, ahora tomaron el control de todo, y apoyados por los demás, esta sin duda acorralado.
La mejor opción que tenía es seguir como esta, viviendo y tratar de irse en algún momento.
Tenía muy poco dinero ahorrado, las propinas que algunos le daban por un buen servicio, mas no alcanzaría para mucho, si quería empezar una nueva vida.
Ya no podía soportar más.
-Saga, ¿Qué te pasa?- Una dulce voz, lo llamo, conociendo a la perfección a su dueño.
-Déjame solo, por favor- Contesto sin levantar su rostro.
-No, no te dejare- Se inclinó hasta su altura, para tratar de verlo.
-¡¡¡SOLO VETE MU!!!- Le grito por la desesperación, su llanto solo caía por sus mejillas, su ceño fruncido.
Aquello sorprendió al pelilila, que vestía un overol de trabajo, con una tonalidad verde, al igual que sus ojos, encajando perfectamente con su piel blanca.
Mas conocía a ese joven, y entendía que no lo podía dejar solo, después de todo son amigos de hace algún tiempo.
-¿Qué fue lo que han dicho?- Sabia el tormento que este peli azul ha sufrido desde hace mucho, así que le dio un abrazo, se notaban la diferencia de los cuerpos, uno delgado y aunque el otro también es así, se nota más ancho de los hombros.
Aceptó aquel abrazo, y sosteniéndose del menor, derramo más lágrimas, con toda la amargura que ha cargado por años.
-Quieren destruir el hotel… Todo… Lo que mis… Y… No puedo… No puedo detenerlos…- Se aferró a aquel muchacho, que había dejado sus herramientas a un lado, solo por cuidar de él.
No está en la naturaleza del pelilila, enojarse por nada, pero esta ocasión sintió hervir su sangre.
-No es justo, tiene que existir alguna forma- Le hablo, para reconfortarlo, pero odia tantas injusticias que cometían contra el peli azul.
-No, no… Existe forma alguna-
---En alguna villa de España---
-¿Estas seguro que es lo mejor?-
-No aceptaremos nada extraño que nos propongan, nos han invitado a pasar una temporada en su hotel, no sería educado rechazarlos-
-A mí no me agradan y lo sabes- Sonando bastante seco.
-Vamos Cid, será divertido para los niños, y hace mucho que no vamos a Grecia- El castaño hizo un puchero, abriendo sus ojos como un cachorrito regañado.
La mayor debilidad del peliverde, que lo observó desviando la mirada.
-Esta bien, pero Aioros no aceptara ninguna propuesta de matrimonio y menos Aioria- Cruzado de brazos, sonrojado por la actitud de su pareja.
-Solo si les llega a gustar alguno de ellos, pero… Si están muy chiquitos para casarse- Se divertía por como el mayor denotaba los celos paternales que tenía hacia sus hijos y protección por que entendía lo que podría significar esta invitación.
Ambos irían con cuidado, no permitirían que solo los usaran.