Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Si tú estás conmigo... por Riwanon

[Reviews - 29]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo: Kyou Kara Maou pertenece a sus respectivos autores entre los cuales no estoy yo >-<

CAPÍTULO 10 – NUNCA TE OLVIDARÉ

 

Todo pasó muy deprisa. Nadie entre los presentes podía recordar ningún otro momento en que tantas emociones cambiaran tan rápido, en que una situación diese un vuelco como el que dio. Y, sin embargo, ahora que la acción había pasado y lo único que quedaba era la espera, el peso de la realidad caía sobre ellos. Los segundos pasaban como si fueran horas fuera de la habitación. Todos estaban fuera… todos menos Günter, cuyos sollozos podían escucharse perfectamente desde fuera. Nadie miraba a nadie, perdidos en sus propios miedos mientras esperaban que pasara el tiempo y pedían a cualquier deidad que pudiese estar escuchando que todo saliera bien. Resultaba tremendamente doloroso pensar que esa misma mañana habían estado todos juntos y que en tan solo cuestión de minutos pudieran perderle.

 

 

 

Hacían ya semanas que aquello se veía venir. Algunos pueblos humanos del otro lado de la frontera habían tenido grandes problemas de sequía y apenas tenían comida para pasar el invierno. Sabían perfectamente hasta que punto iban a estar necesitados porque esta sequía también había afectado a los pueblos humanos de Shin Makoku que había por la zona. Habían tenido que enviar toneladas de alimentos para asegurarles el alimento. Desgraciadamente, fuera de la frontera, los humanos no tenían quien cuidase de ellos en tiempos de necesidad.

Estaban en tiempos de paz, no debería de haber supuesto ningún problema enviar un buen número de soldados allí... pero al parecer no fueron suficientes. Esa misma mañana, Gwendal había recibido un mensaje urgente en el que le informaban de que estaban bajo ataque. Normalmente se habrían limitado a mandar más soldados, ya que era algo que podían solucionar fácilmente. Estaban acostumbrados. Sin embargo, en cuanto su Majestad se enteró no pudo evitar el deseo irrefrenable de ir él mismo a solucionarlo todo. Pacíficamente, por supuesto. Así que, esa misma mañana, partieron el Rey y su “escolta personal” formada por Wolfram, Conrad, Gwendal y todos sus soldados.

No podían evitar que el remordimiento les estuviera matando por dentro. Claro que no había sido culpa directamente de ninguno de ellos, pero… ¿y si hubieran hecho algo diferente? ¿Estarían ahora mismo todos compartiendo una deliciosa cena antes de irse a dormir? Ninguno de ellos le había causado esas heridas con su propia mano… pero indirectamente se sentían totalmente responsables de ellas.

 

Conrad no paraba de decirse a si mismo que tenía que haber sabido que algo así tenía que ocurrir, tarde o temprano, si siempre apoyaba y dejaba hacer a su inexperto rey lo que quisiera. Podría haber intentado detenerle, haberle hecho ver que la estrategia de Gwendal era la mejor. Pero no lo hizo, y por ello, ahora…

 

 

 

Al llegar allí la situación era bastante peor de lo que habían esperado. Era un poblado pequeño, compuesto casi en su totalidad por campesinos. Tenía que haber sido el mejor lugar para pasar una vida tranquila, sin prisas, siguiendo el ritmo de las estaciones. Un lugar donde ser feliz. Pero lo que encontraron fueron casas que habían sido pasto de las llamas, ya extintas, y gente llorando de pura desesperación. Los pocos que aún podían mantenerse en pie se afanaban en excavar tumbas para los muertos que habían apilado cerca del bosque. El único edificio que había quedado en pie, algo más alejado del resto, estaba totalmente rodeado por los soldados que habían llegado, aunque demasiado tarde. Supusieron que era allí donde guardaban la comida que habían conseguido defender de sus atacantes. El nerviosismo se podía palpar en el aire. Si aún quedaba comida, volverían a atacar. Uno de los soldados les informó de que llegaron a tiempo de salvar la mayor parte de la comida, aunque poco pudieron hacer por las casas de los habitantes. Era evidente que los humanos no esperaban la presencia de los soldados, pero no les quedaba la menor duda de que volverían mejor preparados.

Wolfram miraba el suelo de piedra bajo sus pies. Siempre era él quien conseguía pararle los pies al Maou, quien hacía que entrara en razón y no se lanzara de cabeza hacia el peligro. Nunca había conseguido convencerlo completamente, pero al menos siempre le hacía pensarse las cosas dos veces. ¿Por qué no lo había hecho esta vez? Sabía el por qué y eso solo hacía que estuviera aún más furioso consigo mismo. Después de lo que había ocurrido aquella noche apenas habían vuelto a hablarse, y evitaban constantemente la mirada del otro. En su momento la enorme vergüenza que sentía le había parecido razón suficiente para comportarse así, pero, ahora, le parecía tan estúpido… si solo hubiera hecho lo que tenía que hacer, lo que siempre hacía, ahora no estarían allí, esperando a que alguien saliera de la habitación y les dijera que no pasaba nada, que se recuperaría. ¿Por qué tenían que dársele tan rematadamente mal las relaciones interpersonales? Su orgullo siempre acababa hiriendo a las personas que quería, y lo peor era que no podía hacer nada para evitarlo.

 

 

El ataque fue repentino, aunque no inesperado, en mitad de una oscura noche sin luna. Eran más de los que hubieran imaginado, y en poco tiempo se vieron desbordados. Mientras soldados y aldeanos intentaban alejar a los asaltantes del edificio donde guardaban las reservas de comida, los tres hermanos rodearon a Yuri, protegiéndolo. Pero de repente todo se volvió un caos en mitad de la batalla. Wolfram consiguió mantenerse pegado a Yuri, pero perdió a sus dos hermanos de vista. El joven rey estaba aterrado, temblando de pies a cabeza. No estaba acostumbrado a ver al ser humano en su faceta más salvaje, más animal… luchando con garras y dientes por pura supervivencia. Wolfram, sin embargo, tenía que defenderlo como fuera, aunque eran demasiados y él estaba solo. Intentaba con todas sus fuerzas abrir un pasillo para poder alejar a Yuri de allí y poder volver a ayudar a Conrad y a Gwendal, pero le era totalmente imposible. Aunque lo hubiera conseguido, hubiera sido aún más difícil hacer que Yuri se moviese. Estaba totalmente paralizado por el horror. Lo único que veían sus ojos era la espada de Wolfram cubierta de sangre. Y entonces ocurrió… todo se volvió oscuro para él y el Maou apareció, salvándolos a todos como siempre. O eso habían creido…

Las lágrimas recorrían silenciosas el rostro de Yuri. Todo había sido culpa suya. Si les hubiera escuchado, si tan solo por una vez les hubiera hecho caso… ahora la vida de Gwendal no estaría pendiendo de un hilo. Siempre había actuado como creía que debía de actuar, haciendo siempre lo correcto… pero nunca se había parado a pensar en las consecuencias que eso podía tener para la gente a su alrededor. Por culpa de ese impulso por repartir paz y justicia se había metido en la mayor parte de líos en los que había estado durante toda su vida: por ello había llegado a Shin Makoku, por ello ahora estaba prometido con Wolfram… y por ello uno de sus amigos iba a morir. Llevaban ya varias horas esperando frente a la puerta, el Sol se había escondido hacía muchas horas y lo único que podían hacer era esperar. Gisela se encontraba dentro, luchando por mantener a Gwendal con vida. Günter estaba también con él, a su lado, sin dejar de llorar. De vez en cuando aún se oían sus sollozos y su voz rota, llamándolo una y otra vez. No sabían cuanto tiempo había transcurrido cuando, por fin, Gisela salió. Todos la miraban ansiosos, esperando que dijera algo. Estaba muy cansada y poco a poco las lágrimas que había conseguido reprimir hasta ahora empezaron a rodar por sus mejillas.

 

 

- He… he hecho todo lo que he podido…- su voz apenas era audible, pero todos, tan atentos como estaban, la entendieron perfectamente.- Tiene que… si… esta noche… si consigue pasar esta noche estará… a salvo… ahora solo podemos esperar…- Debería de haberse ido a dormir, descansar, pero no lo hizo. Se sentó y lloró con ellos, aunque todos sabían que si la necesitaban antes del amanecer no habría nada que pudiese hacer. El tiempo entonces empezó a pasar incluso más lento que antes.

 

 

 

En el interior de la habitación, Günter estaba arrodillado junto a Gwendal, cogiéndole la mano y llorando en su pecho. Nadie podía imaginar que una persona pudiera derramar tantas lágrimas. De cuando en cuando, miraba su rostro, acariciaba su pelo y le susurraba palabras entrecortadas al oído, con la esperanza de que su voz le diera fuerzas para despertar.

 

 

- Gwendal, lo siento, por favor vuelve.- Le suplicaba.- He sido tan estúpido creyendo que podría olvidarte. Tendría que habértelo dicho, tendría… Gwen, te amo, siempre te he amado y siempre te amaré, no importa las veces que nos peleemos, eso no cambiará nada. Te amo, por favor, vuelve conmigo.- Realmente esperaba que abriera los ojos, que le besase y le dijese que serían felices juntos, para siempre. Pero la realidad estaba siendo cruel con él, y el rostro de Gwendal seguía tan impasible como antes.

 

 

- ¡Gwendal, respóndeme, abre los ojos!- Las lágrimas volvieron a empañar su vista y su cuerpo no podía dejar de temblar. Poco a poco acercó su rostro al del moreno, uniéndose con él en un casto beso, quizá el último. Sus labios ardían por la fiebre, pero Günter agradeció el cálido contacto que hizo disminuir su temblor. No sabía cuanto tiempo llevaba así, pero, cuando decidió separarse de él, notó como unas manos lo sujetaban firmemente, indicándole que no se alejara. Lenta, suavemente, aquellos dulces labios comenzaron a besarle. Por un momento Günter pensó que por fin se había vuelto loco del todo, pero cuando alzó su rostro y contempló la cálida sonrisa del hombre al que amaba, supo que todo volvía a estar bien. Mejor que nunca.

 

 

-------------------------

 

 

Esa noche, espoleado por los últimos acontecimientos, Wolfram salió a escondidas de su habitación. Nunca se había detenido a pensar en ello. Sabía que, como parte de su profesión, estaba el pequeño detalle de que podían morir cuando menos lo esperaban. Había visto como no pocas veces una simple misión de reconocimiento se convertía en una sangrienta batalla. Y aún así nunca había pensado en que, en cualquier momento, Conrad o él mismo pudieran ser quienes perdieran la vida, dejando al otro totalmente solo… y sin el consuelo de al menos saber lo mucho que se amaban. Su terquedad había durado demasiado esta vez, y ahora mismo iba a acabar con ello. Nada iba a impedir que Conrad y él volvieran a ser felices. Abrió lentamente la puerta, para no hacer ruido, e igual de silenciosamente la cerró después de haber pasado dentro. La única luz que había era la de las estrellas y podía ver como Conrad se sentaba en su cama.

 

 

- ¿Wolfram? – Estaba sorprendido y extrañado de que estuviera allí, aunque igualmente feliz. Sin decir una palabra, se metió a su lado en la cama y lo abrazó, apoyando su cabeza en su hombro. No podía verlo pero sabía que Conrad sonreía mientras le acariciaba el pelo.

 

 

- Te quiero, Conrad.

 

 

- Lo sé.

 

 

- Yo…- Sabía que iba a estropear una bonita reconciliación, pero tenía que hacerlo. No podía mentir a Conrad, no si de verdad quería estar con él para siempre.- Me acosté con Yuri.- Notó como el cuerpo al que estaba abrazado se tensaba.- Él estaba borracho y yo muy celoso, y sé que fue una estupidez… pero no quería mentirte, a ti no, Conrad.

 

 

- Está bien…- Conrad seguía tenso, pero al menos lo mantenía acurrucado contra su pecho. Aunque su nerviosismo no se debía totalmente a la última noticia.- Después de que tuviera que marcharme de Shin Makoku, durante la guerra… yo me acosté con Günter.

 

 

- ¿Qué? – Wolfram se apartó un poco de él para mirarle a los ojos.- Eso fue… hace años, y tú no… ¿por qué no me lo habías dicho?

 

 

- Me sentía tan… avergonzado, que pensé que estaría mejor si no lo sabías…

 

 

- ¡¿Y cómo crees que me siento yo?!- Ahora estaba furioso, tanto que parecía que en cualquier momento le iba a salir fuego por los ojos… literalmente.- ¡Ni siquiera pudimos despedirnos, pero tú me engañaste! ¡Con Günter! ¡Me engañaste a mí y engañaste a nuestro hermano! ¡Sabías que estaban juntos y sabías que estábamos juntos y aún así…!- Pero no pudo terminar la frase ya que unos fuertes brazos volvían a rodearle, unos dulces labios le besaban, intercalando sinceros “lo siento” entre beso y beso. Lo justo sería que hubiese conservado fuerza suficiente para seguir increpándole, para no sucumbir ante él. Pero el mundo no es un lugar justo y, como siempre, acabó rindiéndose antes sus caricias, que expresaban más amor que cualquier palabra. Poco a poco fue quitándole toda la ropa, despacio, cubriéndolo de besos. Dulcemente, perdonándose y volviendo a unirse. Todo les parecía trivial ahora que estaban solos.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).