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Si tú estás conmigo... por Riwanon

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CAPÍTULO 17: UNA IMPORTANTE DECISIÓN

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El silencio caía pesadamente en la pequeña habitación. Cada uno en un extremo de la habitación, se quitaban lentamente la ropa. Sin apenas mirarse, se prepararon para ir a dormir. Sólo cuando se sentaron en la estrecha cama se miraron a los ojos. En ambos podían leerse los mismos sentimientos de confusión y miedo. Con un suspiro, Conrad envolvió a Wolfram en un abrazo. “Todo va a salir bien”, le decía sin palabras. El rubio no tenía razones para no creerle. Después de todo, habían conseguido salir de Shin Makoku e instalarse en un lugar a varios días de camino, en medio de un bosque en el que poca gente se atrevía a adentrarse y habían llegado sanos y salvos. Pensándolo fríamente, por esa parte podía estar tranquilo (¿qué podía hacer un muchacho de quince años, solo, contra todo un pueblo?), pero la confusión no desaparecía de su mente. Se acurrucó más en su fuerte y ancho pecho, ocultando su rostro en este.

- Pensaba que podíamos confiar en Yozak. – Le susurró, temiendo que les escucharan en la habitación de al lado, donde se habían instalado el pelirrojo y el rey en unos colchones. - ¿Por qué le ha traído?

- Ni yo mismo lo entiendo. – Le respondió, también en un susurro. Acariciaba los rubios rizos de su amante, tratando de tranquilizarlo, pero él mismo no tenía ni idea de que estaba pasando. – Pero no te preocupes, mañana mismo voy a hablar con él.

- Está bien. – Asintió. Mirándole a los ojos le sonrió, antes de darle un beso y echarse en la cama, dispuesto a dormir. Realmente necesitaba descansar.

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Alerta, con su espada entre las manos, miraba a través de la ventana. Apoyaba su espalda contra la pared, escondiéndose de las posibles miradas del exterior. Prácticamente todo el pueblo estaba congregado en el claro, justo en frente del sendero que se adentraba en el bosque, tan sólo faltaban una o dos personas que debían de estar cuidando de los niños. Ninguno de ellos estaba en posición amenazadora, pero todos iban armados. Wolfram sabía por experiencia propia que sólo portaban esas armas por precaución y que, en realidad, no se les había pasado por la cabeza el tener que usarlas. Lo más probable es que tan sólo fueran un par de viajeros perdidos en el bosque. Los miedos que él y Conrad compartían eran muy diferentes de los del resto del pueblo. ¿Sospecharía Gwendal que algo iba mal y habría partido a buscarlos? ¿Habría conseguido seguir su rastro a pesar de todos los esfuerzos que hicieron? ¿Qué iba a pasar si los encontraba? Estas preguntas se repetían una y otra vez en la mente de muchacho, haciéndole sentir algo mareado. Pudo sentir como la muchedumbre se tensaba a la vez al oír la voz de alguien. Y entonces los vio aparecer. Yuri y Yozak montados en un caballo mientras el pelirrojo llevaba otro de las bridas. Tan pronto como los vieron aparecer les dieron la bienvenida. Pero él, aún en estado de shock, salió corriendo de allí. Tenía que verlo más de cerca, porque no era posible. Al verle salir tan deprisa la multitud le dejó pasar. Sus ojos estaban fijos en el rostro durmiente del joven rey. Tan sólo dejó de andar cuando notó unos brazos rodear sus hombros. Conrad estaba ahí, y con sólo su mirada le estaba pidiendo que se tranquilizara. Wolfram respiró hondo y, asintiendo, entrelazó sus dedos con los de su amante. Ninguno de los dos sabía que hacía Yuri allí, pero no iban a mostrar debilidad y, sobretodo, no estaban dispuestos a mentir ahora que estaban en “su territorio”. Juntos, terminaron de salir de entre la multitud para ver que el moreno empezaba a despertarse. Sus ojos somnolientos pasaron rápidamente entre la multitud para posarse en ellos. El rubio vio como se abrían de par en par al posarse en él, aunque no sabía si era por verle cogido de la mano de Conrad o por la barriguita que ya empezaba a asomarse. Fuera lo que fuera, lo cierto es que su expresión de asombro duro muy poco, porque en seguida bajó del caballo de un salto y fue corriendo hacía ellos.

- ¡Wolfram! ¡Conrad! – En su cara había una gran sonrisa. Envolvió al rubio en sus brazos para después abrazar también a su padrino. Algo desconcertados, pronto le sonrieron a él también. Les bastó intercambiar una mirada con Yozak para saber que hacer. El viaje había sido largo y duro, era de noche y lo único que necesitaban era descansar. Después de todo, tenían mucho tiempo por delante. La pareja les condujo a su casa, a la que los vecinos llevarían más tarde un colchón para que al menos no tuvieran que dormir en el suelo. La cena pasó tranquila, hablando de temas triviales. Hasta Yuri entendía que necesitaban recuperar fuerzas antes de pasar a tratar de temas más serios. Después, con un “buenas noches”, Conrad y Wolfram se marcharon a su habitación dejándolos a solas para que pudieran descansar.

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El susurro del río descendiendo a su lado y la suave brisa en la cara eran realmente agradables. En cierta manera, era relajante y hacía que los muchachos se sintiesen más cómodos, aún en el tenso silencio que se había formado entre ellos. Yozak y Conrad se habían marchado aquella mañana temprano a ayudar en el campo. Era algo que Yozak solía hacer siempre que pasaba una temporada en aquel apartado lugar y Yuri había querido ir también. Sin embargo, tardó poco en darse cuenta que, evidentemente, Wolfram no iba a ir con ellos. Al final decidió quedarse y ayudar al rubio con las tareas del hogar. Tras limpiar un poco, Wolfram le indicó que cogiese un enorme cántaro que guardaban en la cocina. Con una triste sonrisa, el rubio le confesó que siempre tenía que esperar a que Conrad volviera para llenarlo de agua y que todas las mañanas tenía que arreglárselas con cubos más pequeños que él si podía cargar. El recipiente pesaba bastante, pero poco a poco Yuri siguió a Wolfram hasta el río que corría en la zona más despejada del bosque, la más cercana a las casas. Una vez lo hubieron llenado, lo dejaron apoyado en un árbol y se tumbaron en la hierba a disfrutar de la paz que se respiraba en aquel lugar. Aún así no sabían que decirse. Había tanto que querían preguntarse, tantas cosas que querían saber... y, sin embargo, no sabían ni por donde empezar. Después de un buen rato de silencio, Yuri decidió que de algún modo tendrían que empezar su conversación, una conversación que estaba claro que tarde o temprano iban a tener.

- Es un lugar muy bonito, la gente también es muy amable. – Dijo suavemente, con tono despreocupado.

- Sí... es como si fuera una gran familia. – Suspiró el rubio sonriendo. – Todavía me cuesta creer que aceptasen tan rápido a un par de desconocidos. Con todo lo que he visto ahí fuera... y sin embargo aquí los días pasan en una tranquilidad absoluta. Parece que esto fuera un mundo distinto.

- Wolfram... – sus palabras eran dulces pero en sus ojos a Yuri le había parecido ver algo diferente... algo parecido a la nostalgia. Un soldado siempre sería un soldado... una vida tan sosegada podía estar bien durante un tiempo, pero él sabía que Wolfram no estaba hecho para ella. – Tú... ¿eres feliz aquí? ¿Puedes ser feliz aquí?

- ... – El rubio suspiró, apartando su mirada. – Aquí la gente es muy amable con nosotros y estoy con Conrad. Lo único que me importa es que sé que aquí mi hijo podrá ser feliz.

- Pero, ¿y tú? ¿Acaso no te importas a ti mismo?

- Sabes que no es eso...

- ¿Entonces...?

- ¿Para qué has venido? – Le preguntó mirándole ferozmente a los ojos. – Todo lo que dices está muy bien, pero no tengo otra opción.

- ...

- Si pudiera volver a Shin Makoku lo haría. Echo de menos a mi hermano, echo de menos entrenar a mis soldados, yo... echo de menos todo. – Después del ataque de rabia había vuelto a tranquilizarse, y le miraba con unos ojos cargados de tristeza. – Pero hay algo más importante por lo que tengo que ser fuerte. Por eso no me importa. – Ante estas palabras, Yuri no pudo evitar sonreír. Después de todo lo que había pasado no le hubiera sorprendido encontrarse a un Wolfram totalmente distinto al que él creía haber conocido. Le alegraba saber que al menos eso no había sido una mentira. El rubio era el mismo muchacho fuerte y sincero, mucho más maduro de lo que la mayoría pensaba, que él conocía. No podía dejarle que se encerrara en vida en medio de ese bosque, no iba a permitir que la llama en sus ojos se extinguiera. Esta vida que hacía felices a tantas personas era obvio que a él lo mataría. Aunque tuviera que enfrentarse a medio mundo, aunque tuviera que enfrentarse al mismísimo Gwendal, conseguiría que el rubio volviera a su hogar. Porque Wolfram merecía ser feliz. Porque él haría lo que fuera por su mejor amigo.

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En otro lado del bosque, en un claro que habían despejado con el fin de plantar un huerto capaz de alimentar a los habitantes del pequeño pueblo, los trabajadores descansaban bajo la reconfortante sombra de los árboles. El Sol marcaba el ritmo de trabajo en aquel apartado lugar, empezando la jornada con su aparición y dándoles un respiro tan sólo una vez alcanzaba su cenit para después mandarles trabajar hasta que sus rayos desaparecieran tras el horizonte. La pesca y la caza podían resolverse normalmente en unas horas, pero el campo exigía todo su tiempo. Por ello los habitantes del pueblo se turnaban cíclicamente las tareas, de manera que el trabajo estaba equitativamente repartido entre todos. Relativamente apartados del resto, Conrad y Yozak terminaban su almuerzo. Apenas se habían dirigido un par de palabras en toda la mañana, tan sólo dirigiéndose miradas que hablaban por si solas. Ambos sabían que lo mejor era aparentar tranquilidad hasta poder sentarse los dos a solas.

- No esperaba volver a verte tan pronto. – Dijo de repente Conrad, remarcando la acusación con su mirada.

- Yo tampoco, capitán. – Suspiró Yozak en respuesta. – Pero es difícil decirle “no” a nuestro joven rey, ¿verdad?

- Creo que el único que lo ha conseguido alguna vez ha sido Wolfram. – Comentó con una de sus enigmáticas sonrisas. Hubo unos momentos de silencio, en los que se detuvieron a escuchar el canto de los pájaros. – Aún así, ¿por qué le has traído? ¿Qué bien puede hacerles a ninguno de los dos? Su Majestad intentará convencerle de que vuelva y Wolfram se negará. Ya sabemos quién es el más testarudo de los dos, así que el final debería de ser obvio para ti.

- Él y yo marchándonos igual que vinimos, es en eso en lo que estás pensando, ¿no? – Esperó algún signo de afirmación por parte de Conrad, pero al parecer eso era demasiado pedir. Tras unos segundos, simplemente continuó hablando. – Yo no lo creo así. No te preocupes, tampoco creo que os consiga traer de vuelta a Shin Makoku. – Aclaró rápidamente cuando vio que Conrad iba a interrumpirle. – Pero si al menos puede aclarar sus sentimientos, creo que este viaje habrá merecido la pena.

- No es muy habitual en ti salirte de tu camino para ayudar a alguien así.

- ¿Qué puedo decir en mi defensa? – Suspiró con una ligera risilla. – Su valor me dejó impresionado. La manera en la que estaba dispuesto a enfrentarse a tu Wolfram en lugar de esconderse tras un montón de excusas... – “Igual que hice yo” terminaron de esta manera sus ojos la frase incompleta. Pero eso era ya agua pasada. Sería una tontería enfrentar sentimientos que ya no existían. Yozak sentía un gran cariño por Conrad, pero sólo era amistad. Aparentemente, alguien estaba empezando a ocupar su lugar en el corazón del espía.

- Estoy seguro de que le serás de gran ayuda. – Le sonrió Conrad, dándole una palmada en el hombro. Si bien era cierto que cada día Yuri conseguía sorprender a todos más y más, había algo en la respuesta del pelirrojo que dejaba ver más de lo que había dicho en palabras. Yozak jamás había conseguido ocultarle nada.

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A la caída del Sol, todos volvieron a casa. Yuri y Wolfram ya tenían la cena lista y les recibieron con una sonrisa. Sin embargo, era inútil intentar ocultarlo. La tensión en el aire se podía cortar con un cuchillo. Yozak sonrió para sí, sabiendo a que se debía. Lo que fuera que el moreno tenía pensado hacer, ya se lo había contado al rubio. “No debe de ser tan mal plan” pensó, “todo parece estar en su sitio. No veo platos rotos, ni tampoco parece que Yuri tenga ninguna herida...”. Quizá después de todo había subestimado al joven rey. Al menos parecía haber conseguido que Wolfram pensara en ello. La cena transcurrió prácticamente en silencio. Al terminar, Yozak se llevó a Yuri fuera de la casa con la excusa de dar una vuelta para dejar a la parejita a solas. En cuanto cerraron la puerta, Conrad se abalanzó sobre Wolfram, capturando sus labios en un apasionado beso. Por consideración a Yuri, habían decidido comportarse ante él tal y como lo hacían en el castillo. Parecía mentira que tan sólo llevasen unas semanas viviendo allí y que ya se hubiese acostumbrado tanto a llegar a casa y que Wolfram lo recibiera con un beso. Por eso no podía haber esperado ni un segundo más para poder sentir su cuerpo contra el suyo propio. Pero tuvo que controlar su arrebato al sentir unas pequeñas manos en sus hombros, intentando apartarlo delicadamente. Sonriéndole tranquilizadoramente, le miró a los ojos.

- Yuri quiere que volvamos a Shin Makoku. – Dijo de repente. Conrad sintió una punzada en su estómago, pero no quiso darle mayor importancia. Le preocupaba más la expresión de culpabilidad que había en el rostro del joven mazoku.

- Y tú quieres volver, ¿verdad? – Le preguntó con tono neutro. Aquella falsa sonrisa que pretendía ser tranquilizadora volvía a adornar su cara. Wolfram agachó la cabeza, intentando esconder sus ojos que tanto hablaban de lo que había en su interior. Acariciándole la mandíbula suavemente, le obligó a mirarle a los ojos.

- Aquí podríamos ser felices.

- Pero no tanto como en nuestra tierra, con nuestra gente. – Conrad tan sólo expresaba en voz alta las palabras que sabía que circulaban por la mente del muchacho.

- ¡Él será feliz aquí! – Exclamó llevándose una mano al vientre. Respiró profundamente para tranquilizarse. – Creí que tenía claro lo que debía de hacer. Se que tengo y quiero hacer lo que sea mejor para nuestro hijo. Pero si lo que Yuri dice es cierto...

- ¿Podríamos volver? – Preguntó algo incrédulo.

- Él es el Maou ahora. Es él quien tiene el poder. – Murmuró pensativo. – Hasta ahora nunca había pensado en eso. Es cierto que él es el rey, pero no parecía que nada hubiese cambiado desde que nuestro hermano tomó el mando.

- Es tu decisión. Sabes que haría lo que fuera por ti. Tanto si el plan de Su Majestad funciona como si quieres que volvamos a escondernos, haré lo que sea.

- ¡No! No pienso volver a nuestra antigua vida, nuestro hijo sufriría mucho si lo hiciéramos. – Dijo rotundamente. – Deberíamos de quedarnos aquí, sería lo mejor. Pero si hay una oportunidad de que pudiésemos volver...

- La cuestión es, ¿confías lo suficiente en Yuri como para seguirle? – Esta pregunta pilló desprevenido a Wolfram. Tras unos segundos para recuperarse de la sorpresa, respondió con una cálida sonrisa que pronto encontró su reflejo en el rostro de Conrad.


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