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Si tú estás conmigo... por Riwanon

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CAPÍTULO 18: HOGAR, DULCE HOGAR

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El día había transcurrido con relativa tranquilidad. Tan sólo otro día más en el Castillo del Pacto de Sangre. Sin embargo, había algo diferente en el aire. Todo el mundo disfrutaba de las últimas horas de lo que habían sido las semanas más tranquilas que habían tenido desde la llegada del nuevo rey. Pero en su interior sabían que habían echado de menos la vida que el joven y su prometido le daban al castillo. Su llegada no se esperaba hasta el día siguiente, así que nadie corría arriba y abajo ultimando los preparativos para recibirles, ni preparando sus habitaciones. Sin embargo, esa tranquilidad se vio interrumpida con el atardecer. Tres caballos subían a galope tendido el sendero que separaba el pueblo del castillo. Alarmados, iban a empezar a llamar a todos los soldados cuando identificaron a los jinetes. No se les esperaba hasta el día siguiente, pero algo había hecho que aceleraran su ritmo. Rápidamente les abrieron las puertas. Gwendal y Günter ya estaban allí esperándoles, con expresiones de preocupación en sus rostros. Cuando el estruendo de los cascos de los caballos al golpear el suelo sonaba lo suficientemente cerca empezaron a oír voces gritando:

- ¡Traed una camilla y llamad a Gisela ahora mismo! ¡Está herido! – Tan pronto como entendieron las palabras, los soldados salieron corriendo en todas direcciones en busca de la sanadora. Gwendal y Günter corrieron a reunirse con los jinetes incluso antes de que desmontaran. Sus mentes estaban en blanco, les era imposible pensar y mucho menos procesar la imagen que tenían en frente de ellos. Yuri y Wolfram habían bajado de sus monturas rápidamente para ayudar a Yozak a bajar a... ¿Conrad? ¿Conrad estaba herido? Parecía imposible, no podían pensar que tenía que haber pasado para conseguir infligirle semejante herida a un experimentado guerrero como él. Sus ropas estaban cubiertas de sangre y parecía estar sin conocimiento. Entre los tres lo depositaron con cuidado en el suelo. Yozak intentaba permanecer tranquilo, pero su rostro dejaba traslucir su preocupación, Yuri temblaba de miedo y Wolfram lloraba desconsolado en el pecho del guerrero. Los tres exhibían enormes ojeras y no había una sola parte de sus ropas que no estuviera manchada, ya fuera de barro, tierra o sangre, que sin ninguna duda era ajena. Al llegar donde estaban, Gwendal instó con la mirada a Yozak a contarle inmediatamente que estaba pasando, pero el pelirrojo sacudió la cabeza, dándole a entender que hablarían de ello más tarde. Antes de darle tiempo a reaccionar, casi sin aliento, llego Gisela corriendo tan rápido como sus piernas le permitían. En cuanto llegó se arrodilló al lado del herido, intentando como podía convencer a Wolfram de que se apartarse. Pero el rubio no parecía escuchar nada más allá de la sangre que martilleaba en sus oídos y las funestas palabras que se repetían una y otra vez en su mente. Suavemente Yuri puso sus manos en sus hombros, susurrándole que todo iba a estar bien. Probablemente fue más el cálido contacto que sus palabras las que le convencieron para apartarse de Conrad y dejar que Gisela lo examinara.

- Sólo tiene una herida importante. Has hecho buen trabajo vendándosela, Yozak, pero está infectada y ahora mismo tiene fiebre. – Tras el rápido reconocimiento se puso en pie para dar órdenes a los soldados. – Ponedlo en la camilla y llevadlo a su habitación para que descanse. Decidle a las criadas que lo desvistan y le pongan paños mojados en agua fría en la frente. En seguida iré yo a curarle la herida y a llevarle los medicamentos para la fiebre. Wolfram, - se volvió de repente para mirar al rubio reprobatoriamente, - ven conmigo, quiero comprobar que todo sigue bien.

- ¡No! ¡Voy a ir con Conrad! – Se rebeló tercamente el muchacho. – Puedo esperar, Gisela, estoy bien. Pero no pienso separarme de Conrad hasta que despierte.

- Wolfram. – Le interrumpió la voz segura de Yuri. – Gisela tiene razón, ve con ella. No te preocupes, yo iré con él. No me separaré ni un segundo de su lado hasta que no vuelvas. Estará bien. – Aún no del todo convencido, pero sabiendo que ambos tenían razón, Wolfram asintió y empezó a andar hacía el castillo.

- Más te vale que cuando vuelva te vea a su lado, enclenque. – El moreno sonrió al escuchar como lo había llamado. Suspirando, siguió a los soldados que transportaban a Conrad al interior del castillo. Yozak se quedó rezagado, esperando a que Gwendal le guiara hasta su despacho. Sabía que querría respuestas, aunque él no podría dárselas todas. Al mirarle, preguntándose por qué todavía no había empezado a andar, vio que él tenía los ojos abiertos como platos mientras que Günter se cubría la boca con sus manos. No podían haberse dado cuenta cuando llegaron, pero en cuando Wolfram se puso en pie era imposible que no hubieran notado como su barriga sobresalía entre sus ropas, dónde antes tan sólo había un vientre plano. Iban a querer respuestas, desde luego, y había tan poco que Yozak les podía contar que estaba empezando a temer por su propia seguridad.


- Aún no entiendo qué se te pasó por la cabeza para hacer este viaje tan largo en tu estado – Gisela llevaba ya varios minutos reprendiéndole y por fin parecía que empezaba a calmarse. – Y el viaje de ida aún podría pasártelo porque ibas en carro y se que os lo estabais tomando con calma. Pero la vuelta... ¿qué te hizo pensar que podías hacer semejante cabalgada?

- Sólo quería que Conrad estuviera bien. En ese momento es en lo único que podía pensar.

- Deberías de pensarte las cosas dos veces antes de actuar. Más aún cuando podrías poner en peligro la vida de tu hijo.

- Está bien, ¿verdad? – Preguntó inseguro, con la culpabilidad escrita en su cara. No hacía falta que Gisela le dijera esas cosas, él ya lo sabía. El remordimiento le estaba matando por dentro. Si por culpa de su impulsividad le ocurría algo a su hijo no sabía lo que haría.

- Sano y fuerte. – Suspiró Gisela. – Pero que sepas que quiero tenerte más controlado. A partir de ahora tienes prohibido salir del castillo sin mi permiso, ¿entendido?

- Ya me lo imaginaba. No te preocupes, no iré muy lejos. – Y se dirigió hacía la salida.

- Wolfram. – En el último momento, cuando el rubio ya tenía la mano en el pomo de la puerta, Gisela lo detuvo. Al darse la vuelta para ver que quería, los pómulos de la muchacha estaban extrañamente rojos. – Se que no es asunto mío, pero... este niño no es de Su Majestad, ¿verdad?

- ... – La pregunta cogió por sorpresa al joven soldado. Dudando durante un segundo, decidió que lo más apropiado sería responder con la verdad. – No lo sé.

- Si... si no fuera de Su Majestad... podría ser de... – En sus ojos pudo ver el nombre que ella no se atrevía a decir. No pudo evitar sorprenderse un poco al principio por su capacidad de percepción, para después sonrojarse al pensar que después de la escena que había montado al llegar no había que ser un genio para ver que ahí había algo raro. Pero no quería pensar en eso. Quería salir de allí e ir al lado de su amado hasta que estuviera bien.

- Sí... – asintió. Después de dudar unos segundos preguntó, - ¿pasaría algo si fuese él el padre? Al bebé, quiero decir.

- ¿Eh? ¡No, no, claro que no! – Negó rápidamente. – Es sólo que... bueno, me había parecido que podía ser y... lo siento mucho, no debía de haber dejado que mi curiosidad me hiciera olvidar mi profesionalidad. Perdóneme.

- No te preocupes. De todos modos, tarde o temprano se tenía que saber. – Y, con una última sonrisa, abandonó la pequeña sala.


Mientras tanto, en otra parte del castillo tenía lugar una tensa reunión. A un lado de la mesa estaba Gwendal sentado con Günter de pie a su lado. Al otro, Yozak con expresión firme y decidida. Hasta ahora les había contado el supuesto viaje que Yuri y él habían realizado hasta el apartado lugar con aguas termales en el que supuestamente habían pasado Conrad y Wolfram todas las semanas que estuvieron ausentes.

- El viaje fue tranquilo, sin ningún incidente. Una vez llegamos allí pasamos un par de días, en los que Su Majestad tuvo tiempo de hablar con Lord von Bielefeld. El viaje de vuelta transcurrió igual que el de ida, aunque fue algo más lento. Al menos hasta llegar a las cercanías de la ciudad. – Hizo una pequeña pausa. Al ver que Gwendal no le hacía ninguna pregunta, prosiguió. – Nos asaltaron unos bandidos. Nos superaban en número y normalmente no habría supuesto ningún problema, de no ser por... – se detuvo un momento, imágenes de Conrad interponiéndose en el camino de aquella espada con solo su cuerpo volviendo a su mente. Suspiró. – Éramos dos y teníamos que proteger a dos. Lord Weller se interpuso en la trayectoria de una espada para salvar a Lord von Bielefeld. Fue la única herida grave que se produjo. Capturamos a los bandidos, le curé la herida como pude y salimos a galope tendido en dirección al castillo. El resto ya lo sabe.

- Entiendo. – Tras esa palabra de confirmación se produjo un incómodo silencio que se prolongó durante varios minutos. Yozak se limitaba a mirarle pacientemente, tranquilo, esperando a que hiciera la siguiente pregunta, que estaba seguro de saber cual iba a ser. Finalmente, con un suspiro, Gwendal habló. – Cuando Wolfram se fue ya estaba embarazado, ¿verdad?

- Sí, señor.

- ¿Por qué se fue? ¿Es que acaso no sabe que estamos aquí para ayudarle en lo que le haga falta? – Günter no pudo evitar intervenir, con la voz cargada de emoción. – Entiendo que es demasiado joven, y que se haya visto desbordado por la responsabilidad que tener un hijo conlleva, pero debería de haber hablado con nosotros. No entiendo como Conrad y tú habéis sido tan irresponsables, exponiéndolo al peligro por nada...

- El hijo que Wolfram espera no es de Su Majestad, ¿verdad? – Le interrumpió Gwendal. Günter le miró horrorizado.

- Pero, ¿qué dices, Gwendal? ¿Cómo no va a ser de Su Majestad? Eso es...

- No estamos seguros.

- ¿Qué quieres decir con eso?

- Será mejor que te lo explique él mismo. – Y, con una última reverencia, se marchó del despacho. Günter miró con preocupación a su amante. Estaba blanco, con los puños apretados. Sus ojos ardían en rabia, algo extremadamente inusual en el frío guerrero. Posando suavemente sus manos en sus hombros intentó tranquilizarle.

- ¿Qué ocurre, mi amor?

- Es Conrad.

- ¿Conrad? – Repitió extrañado, perdido de repente en la conversación. - ¿Qué tiene que ver Conrad en todo esto?

- Es él quién ha dejado embarazo a Wolfram. – Golpeó con fuerza sus puños sobre la mesa, en un vano intento de desviar su furia. – Me dijo que todo había acabado, pero... delante de mis narices... – Levantándose de repente, salió del despacho, sin darle tiempo a Günter a reaccionar. Cuando entendió que iba a hacer echó a correr tras él, llamándole a gritos sin obtener ningún resultado.


Una vez desinfectada la herida y tratada la fiebre, sólo quedaba esperar. Gisela les aseguró que sólo había sido un susto y que se encontraría mucho mejor tras un par de días de reposo. Esperaba que la fiebre remitiera en unas horas, y les dijo que recuperaría la consciencia en cualquier momento. Yuri insistió en quedarse a hacerle compañía a Wolfram, pero el rubio insistió en que estaba bien. El moreno se fue a descansar y le recomendó hacer lo mismo tan pronto como Conrad despertara. Cuando se cerró la puerta, Wolfram se acurrucó en la cama al lado de Conrad, cogiendo su mano. No quería pensar en nada y ni siquiera estaba seguro de que pudiera. Estaban en casa y todos estaban bien, eso es lo que realmente importaba. Acarició suavemente el flequillo de Conrad, notando la piel aún caliente por la fiebre bajo sus dedos. Queriendo mantenerse despierto, pero sin casi poder mantener abiertos los ojos, apoyó su cabeza en el hombro del soldado que descansaba a su lado. Rodeado por su aroma, le estaba costando muchísimo mantenerse despierto. Sus ojos se cerraron solos, siéndole imposible mantenerlos abiertos por más tiempo. Su cuerpo estaba cada vez más ligero, casi podía sentirse flotar. Entonces sintió un brazo rodeando su cintura y una mano que lo estrechaba contra el cálido cuerpo. Al alzar la cabeza, vio unos ojos cálidos sobre él. Tan pronto como le vio moverse le besó sus labios.

- Me alegro tanto de que estés bien. – Susurró mientras besaba una y otra vez su frente, sus mejillas, su pelo...

- Idiota, eres tú el que está herido.

- No podía dejar que nada le pasase a mis dos niños.

- No sabes lo asustado que estaba. Cuando vi toda esa sangre yo...

- Ssssh, está bien. No pasó nada, ¿verdad? Estoy bien. Estoy contigo. – Le susurraba palabras tranquilizadoras al oído mientras le acariciaba el pelo. Yacían tranquilamente, mirándose con ojos somnolientos, enlazados en el medio abrazo que les permitía la herida del mayor. Debería de irse y avisar a Gisela de que Conrad volvía a estar consciente, pero podía esperar. Estaba tan cansado y necesitaba tanto estar a su lado. De repente, unos gritos en el pasillo le alertaron de que algo iba mal. Se levantó de inmediato, dispuesto a salir a ver que estaba pasando. Conrad intentó incorporarse, pero la mano de rubio en su hombro le impidió levantarse. “Tienes que descansar. Sólo voy a ver que ocurre” le dijo con la mirada. “Ten cuidado”, le recordó silenciosamente. Pero ni siquiera le dio tiempo a dar ni un paso más. Tras abrir las puertas de golpe, Gwendal irrumpió furioso en la habitación. Antes de que nadie pudiese reaccionar, agarró a Conrad por el cuello de la camisa de dormir que llevaba y le asestó un puñetazo en plena cara. Antes de que pudiera hacer nada más, Günter entró como una flecha y le agarró por lo brazos.

- ¡Gwendal! ¡Para ya! – Pero el moreno estaba totalmente fuera de sí. Tanto Conrad como Wolfram se habían quedado paralizados, no podían ni reaccionar. Gwendal se debatía por soltarse de Günter, pero este, aunque más bajo y delgado, era mucho más fuerte. Viendo que no iba a poder convencerle con palabras, le hizo darse la vuelta y le abofeteó, intentado que recuperase algo de sentido común. - ¿Qué pretendes, Gwendal? ¡Tranquilízate de una vez! – Aún respirando agitadamente, al menos parecía que el moreno volvía a ser consciente de sus actos.

- Hermano. – Le llamó la voz insegura de Wolfram. No le hacía falta ni preguntar, estaba claro que Gwendal ya sabía que estaba embarazado. Y lo peor es que era seguro que también sabía de quién era el hijo que esperaba. No podía hablar, pero con su mirada le suplicara que, por favor, no le odiara. Conrad, por el contrario, le miraba fríamente, desafiante. Si siquiera pensase en hacerle algo a Wolfram o a su hijo iba a hacer que se arrepintiese de ello.

- No sé que creéis que estáis haciendo, pero habéis llevado vuestro jueguecito demasiado lejos. – Y se dio la vuelta y se marchó, antes de que volviera a perder los estribos.

- No os preocupéis, hablaré con él. Tarde o temprano tendrá que entenderlo. – Les prometió Günter antes de marcharse tras él. Abatido, Wolfram se hundió en la cama al lado de Conrad, quién le envolvió en un abrazo mientras le besaba sus rubios cabellos. ¿Quién había dicho que iba a ser fácil? Sin embargo, el muchacho no se sentía derrotado. Günter tenía razón, tarde o temprano tendría que entenderlo, porque él no estaba dispuesto a rendirse.


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