Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Si tú estás conmigo... por Riwanon

[Reviews - 29]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

CAPÍTULO 19: HERMANO...

--

La luz de la luna entraba tímidamente por el ventanal del despacho, intentando ayudar a las escasas velas que había encendidas a iluminar la habitación. Pero su esfuerzo era inútil, ya que esta permanecía casi en la más absoluta oscuridad. Sus ocupantes no tenían la necesidad de una habitación mas iluminada de todos modos. Las dos únicas velas encendidas en la mesa iluminaban al hombre que, sentado a su lado, tejía furiosamente algo informe de color azul. Su compañero estaba sentado a su lado. Su expresión era pensativa y, tan sólo de cuando en cuando, suspiraba. Tras haber intentado hablar con él de mil maneras diferentes, había llegado a la conclusión de que si quería llegar a algo lo mejor era dejar que se tranquilizara a su manera. Ya habían pasado horas desde que el silencio se había instalado y Gwendal tan sólo parecía un poco más calmado. El entrechocar de las agujas tampoco ayudaba demasiado a Günter a pensar. Otro suspiro. Al menos tenía que volver a intentarlo.

- Gwendal...

- Nada de lo que digas podrá hacerme cambiar de opinión. – Inamovible como una gran columna de piedra, así era Gwendal en estos momentos. O al menos lo parecía, porque Günter estaba seguro de que tenía que haber alguna manera de hacerle entrar en razón. – Lo que no consigo entender es como tú les das tu aprobación. Tú sabes tan bien como yo que lo que están haciendo no está bien.

- Lo sé, Gwendal. En eso tengo que darte la razón. – Dijo Günter en voz baja. Él mismo se hubiera horrorizado al enterarse de la noticia si hubiera tenido tiempo. Sin embargo, el tener que evitar que su amante matara a su hermano menor le dio algo de tiempo para pensar. También algo de perspectiva. – Pero dime, ¿qué vas a hacer? Si lo he entendido bien ya intentaste separarles una vez. ¿Y funcionó? Yo creo que no.

- ¿Entonces que me sugieres? ¿Qué vaya con una sonrisa y les de mi bendición? De ninguna manera, da igual como intentes ponerlo, me puede parecer bien lo que están haciendo.

- No es eso... – Otro suspiro. – Hay mucho en lo que ambos tenemos que pensar, pero ahora mismo tenemos un problema más urgente. Tú especialmente tienes un problema mucho más urgente. Tu hermano apenas tiene 83 años y está embarazado. Dejando a un lado quién sea el padre del bebé, tiene que estar asustado. Wolfram te necesita. – Quizá esa fuera la mejor estrategia. Sería imposible intentar hacerle ver algo que ni él mismo acababa de entender. Pero no podía permitir que mantuviera esa actitud que le estaba hiriendo a él mismo y a sus seres queridos. Günter sabía que Gwendal no podía odiar a Wolfram (quizá un poco a Conrad, pero jamás a su querido hermanito pequeño). Si conseguía que alcanzaran algún acuerdo intermedio sin que ninguna de las partes diera totalmente su brazo a torcer, podría darse por más que satisfecho. Al menos sería un primer paso muy importante.

- Wolfram ya tiene a suficiente gente a su lado.

- Pero no a su hermano mayor. – Hizo una pausa dramática, enfatizada por su mirada. Tenía que tocar su fibra sensible, uno de sus pocos puntos débiles. – Piensa en la tortura que debe de suponer para él el sentir que te ha decepcionado. Sabes lo mucho que te quiere y admira, jamás haría nada que te disgustara. A menos que fuera algo muy importante para él.

- A Wolfram no puede importarle menos lo que yo...

- Sabes que no es cierto. – Le interrumpió con tono firme e incluso autoritario. – Recuerda todo lo que ha hecho para que te sientas orgulloso de él, su cara cada vez que le has elogiado. A Wolfram le importa mucho lo que pienses de él. Y, sobre todo, a Wolfram le preocupa que dejes de quererle.

- Una cosa no tiene nada que ver con la otra. – Repuso rápidamente, dejando a un lado las agujas. – Es cierto que esperaba que actuase con algo de sentido común, pero eso no tiene nada que ver con que yo...

- ¿Y él lo sabe? – Plantó su mirada fija en sus ojos. Murmurando algo incoherente Gwendal bajó la mirada y prosiguió con su trabajo. Günter volvió a suspirar. Le esperaba una larga noche y seguramente un largo día, pero al menos podía ver como la coraza del moreno empezaba a resquebrajarse, aunque sólo fuera un pequeño arañazo. Por suerte, él era un hombre paciente y lleno de amor por el testarudo mazoku.


Ya me he enterado de las buenas noticias, ¡enhorabuena Wolfie! Estoy algo decepcionada por haber tenido que enterarme así, pero no te preocupes. Hoy mismo parto camino a Shin Makoku.

Con amor, tu madre.

P.D.: Me he adelantado y he mandado instrucciones a las costureras del castillo para que renueven tu armario. ¡Vas a necesitar un montón de ropa nueva!”

La carta llegó casi con las primeras luces del alba. Mas que una carta, era una nota rápida en respuesta a las noticias que, nadie sabía como, habían llegado hasta el barco en mitad del océano en el que viajaba Lady Cecilie von Spitzberg. La paloma que la transportaba se posó directamente en la ventana de la habitación de Conrad, dejando claro que cuando Cheri decía “noticias” se refería a todas ellas. En parte, era un alivio para ambos que las hubiera calificado de “buenas”. Todo apoyo que pudieran recibir era más que bienvenido, especialmente si este provenía de su madre. Y si bien era cierto que ambos querían a su madre con todo su corazón y se alegraban de que aceptara su relación con tanto entusiasmo, les era imposible ignorar lo que sabían que se les venía encima. Ninguno de los tres hermanos había estado nunca en una relación estable, al menos que se conociera. Y, desde luego, ninguno de los tres había estado nunca embarazado. Cecilie debía de estar ahora mismo rebosando entusiasmo y alegría por todos sus poros. Aún más de la habitual. Y seguramente aprovecharía el camino de vuelta para pensar en toda la ropa que iba a mandar a hacer tanto para Wolfram como para su futuro nieto y en que, evidentemente, iba a ser necesario hacer una fiesta. Probablemente incluso más de una, ya que había tantísimas cosas que celebrar. Conrad y Wolfram se alegraban mucho de que su madre estuviera tan contenta por ellos, pero ambos sabían que las próximas semanas iban a ser muy duras. Aunque ambos tenían claro que, siendo su madre la entusiasta del amor que era, era evidente que les iba ser imposible evitar que celebrara el amor de sus hijos por todo lo alto. De hecho, ya había empezado. Tal y como les había dicho en la carta, esa misma mañana se presentaron varias costureras en el castillo dispuestas a renovar no solo todo el armario de Wolfram y Conrad, si no también a empezar a llenar el de su bebé que aún no había nacido. A fin de no cansarle demasiado, alternaban la toma de medidas del rubio con la muestra de enormes libros llenos de diseños. Sin embargo no hubo piedad para Conrad que pasó casi toda la mañana de pie rodeado de mujeres con cintas y telas para probarle. El pobre Yuri, que ingenuamente se había ofrecido voluntario para aconsejar a sus amigos, no paraba de ir de un lado para otro cada vez que había que elegir entre este o aquel tejido, o un diseño u otro. Normalmente sólo para que al final eligieran los dos. La llamada de las criadas a la hora de comer nunca había sonado tan bien. Wolfram prácticamente saltó de su silla, cansado y hambriento, deseando más que nada en el mundo salir de esa sala. Conrad fue inmediatamente tras él. Yuri, por otra parte, se quedó algo más rezagado ayudando a las costureras a dejar todo en dudoso orden, preparado para seguir al día siguiente por donde lo habían dejado. Sin embargo, cuando todas las costureras se habían marchado y él se disponía a salir por la puerta, unos brazos salidos de la nada lo envolvieron en un abrazo, impidiéndole dar ni un paso más. Pero Yuri no lo tomó ni por un segundo como una amenaza. Esos brazos, ese olor, los reconocería en cualquier sitio.

- Me alegra ver lo bien que lo estás llevando. – Dijo una alegre voz en su oído. El notarlo tan cerca le ponía algo nervioso, pero no entendía por qué. Era una sensación extraña, diferente a cualquier cosa que hubiera sentido antes. Era algo más violento que lo que sentía por cualquiera de sus amigos y protectores, pero no le estrangulaba su corazón como lo que sentía por Wolfram. No sabía que hacer con ese sentimiento, ni lo que quería decir, por eso lo único que podía hacer era actuar como si nada pasara.

- Yozak, me has asustado. – Rió Yuri. – Has llegado justo a tiempo. Ven, acaban de servir la comida. – Torpemente, cogió su mano y empezó a tirar de él hacía la puerta. La fuerza del pelirrojo lo detuvo.

- ¿Yuri? ¿Seguro que estás bien? Si prefieres...

- ¡Estoy bien! – Le aseguró rápidamente. – No es por Wolfram. Yo... estoy muy feliz de verle así.

- ¿Entonces por qué estás tan raro? – Ante esta pregunta, hecha tan sólo por preocupación, Yuri no pudo evitar sonrojarse. Murmurando palabras incongruentes que querían decir algo como “vamos, la comida se enfría”, siguió arrastrándolo hasta el pasillo. Yozak, sonriendo confuso, le siguió.


Los últimos rayos de Sol entraban por el único ventanal de la habitación, en un último esfuerzo por iluminar su interior en el que ya habían prendido varias velas. No era una habitación pequeña, pero desde luego no era de las más grandes del castillo. Aún así, la habitación de Conrad era un auténtico retiro espiritual para Wolfram. Allí se sentía seguro, apartado del resto del mundo. Era un lugar en el que podía estar tranquilo. Aunque esto era difícil de creer tan sólo mirando el lugar, austero y desprovisto de todo lo que no fuera necesario: la habitación de un militar. Pero era el dueño de la habitación el que le hacía sentir así. Muy a menudo se reprochaba por ello. Era estúpido sentir lo mismo que cuando no era más que un niño, cuando ingenuamente veía a su hermano como si fuera todopoderoso. Pero cuando miraba a Conrad no podía evitar pensar que esos fuertes brazos lo protegerían lo podían todo: que mientras estuviera a su lado estaría a salvo. Y ahora eso era lo que más necesitaba. Porque Wolfram tenía miedo. No era el miedo al que estaba acostumbrado, el miedo antes de una batalla, el miedo a un ataque, a una traición... no, no tenía nada que ver con eso. Y esa era la razón por la que le aterrorizaba. Siempre había dado por hecho que sus hermanos estarían a su lado pasase lo que pasase, que sin importar de qué manera metiera la pata ellos seguirían queriéndole y apoyándole. Sabía que Gwendal no se iba a tomar muy bien la idea de que él y Conrad estaban otra vez juntos, más aún después de haberle asegurado los dos de que no volvería a pasar. Por lógica, también sabía que no iba a dar saltos de alegría precisamente cuando se enterara de que, además, estaba embarazado. Creía que había estado preparado para asumir todo esto, pero estaba equivocado. Wolfram no podría soportar ver odio en los ojos de Gwendal dirigido a él. A pesar de todo, aún quería a su hermano. Por eso estaba ahora en la habitación de Conrad, sentado en una de las sillas a que este trajera algo para cenar de las cocinas. Sabía que no era lo más valiente ni lo que normalmente haría, pero entre todos le habían convencido de que tenía que tomarse las cosas con calma. Le habían dicho que Günter no se había separado de él desde la noche anterior, lo que lo dejaba más tranquilo. No le había parecido que el hombre estuviera realmente en contra de su relación, por lo que podía suponer que estaría intentando hacer entrar a Gwendal en razón. Y, cuando quería, Günter podía ser muy persuasivo. Cuando escuchó a alguien llamar a la puerta, se levantó corriendo, pensando que sería Conrad con la comida. Pero para su sorpresa, no era su amante el que le esperaba al otro lado de la puerta. Intentando no mirarle a los ojos, visiblemente incómodo, Gwendal se aclaró la garganta antes de que Wolfram pudiera siquiera pronunciar una palabra.

- Voy a ser rápido, sólo quería decirte que... bueno, ya sabes lo que pienso de que tú y Conrad... – dudó un momento antes de suspirar y decir, - pero eso no quiere decir que ya no piense en ti como en mi hermano, y ni mucho menos quiere decir que ya no te quiera.

- Hermano... – Wolfram, por primera vez en mucho tiempo, se había quedado sin palabras.

- Supongo que Günter tiene razón... yo ya he hecho lo que he podido para evitar que os hicierais daño. Sólo quiero que sepas que, a pesar de todo, no voy a ser yo quién se interponga entre vosotros... – pero Gwendal no pudo terminar la frase. Wolfram, sin poder evitar derramar lágrimas de alegría, le abrazaba tan fuerte que casi le costaba respirar. Suspirando, rindiéndose ante la evidente felicidad de su hermanito, Gwendal le devolvió el abrazo.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).