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Tú tan Buga, Yo tan Lencha por Menz

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Notas del capitulo:

Hola, gracias por estar aquí de nuevo y mil gracias más por dejarme mensajes tan bonitos. Me animan a seguir escribiendo estas historias. 

 



¡Accio cap 10!

Capítulo 10
Odio de madre

Aquel día iba de maravilla hasta el momento. Gaba se había levantado temprano para terminar de empacar todas las cosas que llevaría a Montejo, ya que su cumpleaños, y mudanza, sería en algunos días más. Mientras seleccionaba la ropa que guardaría, bailaba una de las canciones que su novia le había enviado la noche anterior antes de dormir.
Aquello sí que era algo nuevo en la vida de la chica azul: una novia. Durante esos días, había ido con Odette a un concierto y habían asistido a la competencia de skaters la tarde anterior para apoyar a Franco. El chico lo hizo muy bien, aunque al final perdió contra el campeón invicto.

La puerta de su habitación se abrió y su padre entró a su recámara. Gaba se quitó los audífonos que traía puesto.
—Hola —saludó el hombre dando un vistazo rápido.
—¿Qué haces aquí? Creí que tenías vuelo.
—Otro piloto se encargó. —Gaba siguió en lo suyo, abriendo una enorme maleta que recién había comprado—. Entonces, ya casi es el día ¿no? Tal vez podremos convivir más ahora que estarás en la gran ciudad.
—Claro —dijo la azul sin interés.
—¿Y ya tienes listo todo el tema del departamento?
—Si. Mateo lo aseguró hace unas semanas.
—¡Oh, si! Recuerdo que tu madre me dijo algo al respecto.
—¿Mi madre? Creí que solo intercambiaban gritos, no información sobre mi.
—No seas así —pidió Bruno—. Verás… hemos hablado de divorcio otra vez.
—¿Y hay algún avance ahora? ¿O será lo mismo de siempre?
—Lo haremos. Tú ya te vas, así que no tiene caso seguir con este matrimonio.
—¡¿Es en serio?! ¡Ahora resulta que todo fue por mi!
—Pues sí. Sé que no hemos sido los mejores padres, pero al menos lo intentamos.
—¿Eso te dices para poder dormir? Mi mamá y tú nunca han estado presentes. Ni en mi vida ni en la de mi fabulosa hermana.
—¡De acuerdo! Hemos tenido errores, somos humanos.
—Sí… humanos destruyendo todo a su paso. Su relación y a nosotras.
—Yo lo intenté, quise que funcionara con tu mamá. Pero ella… —Bruno bajó la mirada un momento—. Cuando la conocí yo era un pobre jardinero y ella era una alumna brillante de la facultad de enfermería. Nunca creí que me hiciera caso, pero lo hizo. Cuando entró a trabajar y nos casamos, ella pagó mi carrera de piloto.
—Ya me sé esa triste historia. Fueron felices unos años y luego todo se fue al carajo. Lo contaste todo en mi fiesta de cumpleaños, hace… —Gaba hizo memoria—. ¡Doce! Cumplía doce años. Llegaste borracho y te pusiste a gritar a todo pulmón que eres un cornudo… Aunque mi mamá también lo es —terminó ella, dejando un silencio incómodo en la habitación por varios segundos.
—Isis me dijo que tienes novia… —dijo el hombre cambiando de tema—. ¿Es verdad?
—Sí —respondió ella lanzando todos sus gadgets a una mochila.
—Que bien. Me encantaría conocerla. ¿O ya la conozco? ¿Es alguna compañera de la escuela?
—No. Vino a pasar el verano con sus tíos. —Gaba intentó apaciguar el tono hacia su padre—. Tal vez los conoces. Es sobrina del doctor Esteban Rivadeneyra.
Bruno parecía bastante sorprendido.
—Vaya… ¿Es hija de Cecilia Rivadeneyra o de Carlos?
—De Carlos.
—¿Tu mamá la conoce? —quiso saber el hombre con el ceño fruncido.
—Sí. Ya la vio. De hecho sé que su papá se llama Carlos porque mi madre lo mencionó cuando las presenté.
—Genial —dijo el hombre con seriedad—. Tengo que… Ahora vuelvo.
Sin esperar algún comentario de su parte, Bruno salió del cuarto. Justo en ese momento su celular sonó.
Era Franco. Contestó.
—¿Qué pasa…?
—¡AAAAAAHHHHH! —Gaba alejó rápido la bocina de su oreja.
—¡¿Por qué gritas como niña?!
—¡Gaba, Gabita, Gabriella no vas a creer lo que hice! —decía su amigo totalmente emocionado.
—¿Te compraste la última ropa en oferta?
—¡No! ¡Algo más rico!
—Comida en oferta.
—¡No! ¡Algo más rico, delicioso, suculento!
—¿Te comiste a alguien?
—¡SÍ! ¡Y jamás vas a creer a quien!
—¿A quien?
—¿Dónde estás? Necesito ver tu cara cuando te diga.
—En mi casa.
—¿Mia está contigo? Dile a esa bitch que tenemos reunión urgente, ¡ya! Las veo en su cuarto.
La llamada se cortó.
La azul tomó su walkie talkie y presionó el botón.
—Mia, ¿estás ahí? ¿Mia? —Gaba miró hacia la ventana y gritó—.¡CARAJO CONTESTA!
—¡ESTOY EN EL BAÑO, IDIOTA! —Se escuchó desde la casa de al lado.
—¡Yo voy!
Sin esfuerzo, Gaba saltó hacia el balcón de su amiga y entró a su recámara.
—¿Qué pasa? —preguntó la chica desde el trono.
—¿Por qué nunca cierras la puerta? —se quejó Gaba empujando al gruñón Tristán del puf para ocupar el lugar.
—Porque es mi cuarto y hago lo que quiero.
Al menos por la posición, Mia no era visible desde donde Gaba estaba.
—Franco viene para aquí. Quiere contarnos sobre su último revolcón.
Mia soltó una carcajada. Segundos después la chica salió del baño y se sentó en el suelo frente a ella.
—Sesión de confesiones, me gusta. Aunque al paso que vamos, solo él tendrá historias. —Gaba intentó esquivar la mirada de su amiga, concentrándose en acariciar la cabeza del pequeño chihuahua—. ¡No seas así! ¡¿No me contarás nada?!
—¿Nada de qué?
—¿Ya se te hizo con Odette?
—¡Mia! ¡Eso no se cuenta!
—¡¿No?! Antes te la pasabas dándome detalles gráficos que yo jamás te pedía, y ahora que sí me interesa saber, me niegas la información.
—Es que… ¡Es mi novia! Las otras chicas no eran nada, en cambio Odette… —Gaba no supo cómo terminar aquella frase—. Estamos bien así.
—Pero, ¿tú no quieres que pase? —preguntó Mia con algo de preocupación en su rostro.
—Sí, sí quiero. Pero no quiero.
—¿Qué?
—Es que… Ella me encanta.
—¿Entonces?
—No quiero apresurar el momento.
—¡Ay, no! ¡Gaba eres la reina de los momentos! —se burló Mia con una carcajada.
—Me conoció siendo una hija de puta. No me gustaría que pensara que solo busco sexo. Yo la quiero a ella, no solo «estar con ella».
—Amiga, eres una romántica —dijo Mia con encanto en su rostro.
—¡Estoy hablando en serio!
—¡Yo también! Me alegra mucho saber que por fin estás arriesgando tu corazón. Odette es maravillosa.
—Sí. Y estaba algo celosa de ti.
—¡¿De mi?!
—Descuida. Ya le aclaré ese asunto. No fue algo tan serio en realidad. ¿Y tú cómo vas con tu corazón roto?
—Ya mejor. Quiero enfocarme en gente valiosa, no en patanes.
—Odette me dijo que su prima había terminado con Romel. Creo que también la engañó.
—Ese imbécil… Mejor hablemos de algo más interesante. ¿Ya terminaste de empacar?
—Sí. Llevo toda mi colección de pokemón y marvel.
—¡No lleves tus porquerías!
—¡¿Porquerías?! ¡Son mi vida! ¡Tú seguro llevarás tus tontas películas de princesas! Ni creas que soportaré más maratones de todas las pelis de cenicienta —dijo Gaba apretando los dientes.
—Mis películas no son tontas —dijo Mia cruzando los brazos, lanzando sobre Gaba una de sus miradas de odio.
—Si dejas tus películas, dejaré mis colecciones —sentenció la azul.
—De acuerdo, lleva lo que quieras. ¡Pero tú pondrás todas las repisas que hagan falta! Ni que tuviéramos todo el espacio del mundo para poner tus estúpidos muñecos de Iron Man.
—¡Hey, con Tony no te metas! —Tristán empezó a morderle la playera—. ¡Cálmate, miniatura irritante!
—Está defendiendo a su madre —dijo Mia con orgullo, estirando el brazo para alcanzar al chihuahua que seguía gruñendo y ladrando—. Ya chiquito hermoso, mamá te ama. Él también ya tiene todas sus cosas empacadas.
—¿Qué? Dijiste que lo dejarías aquí.
—¡Ya sé! ¡Pero mira su carita!
Gaba observó la cara de ratón de Tristán.
—Tú limpiarás sus cacas.
—Lo sé. Tú nunca limpias nada. 
—¡Entonces ya tenemos todo listo! —dijo la azul levantando los brazos en señal de victoria—. ¡¿Te imaginas?! Tú y yo viviendo solas. ¡Ya quiero hacer la primera fiesta!
—Aunque sí cambiará algo.
—¿Qué cosa?
—Antes querías acostarte con todas las citadinas y ahora llegarás encadenada a Montejo.
—Haces que suene bien feo. Y… no había pensado en eso. Seguro hay chicas muy guapas ahí.
—¡Ni se te ocurra, Gabriella Espadas o te juro que te corto algo!
—¡Pero si no dije nada!
—Conozco bien esa cara de pervertida. Tienes un compromiso ahora, no puedes estar mirando a otras chicas.
—Pero mirar es…
—¡Que no, dije! Si te atreves a engañar a Odette te haré mirar todas mis películas y revistas, te pondré mis ropas de Mickey, te pintaré las uñas y el cabello de rosa.
—Ya me dio miedo —dijo Gaba abrazando sus rodillas.
—Tienes novia, aprende a respetarla, no seas como R… ¡ese imbécil!
—Está bien, perdón. Solo… es gracioso, ¿no crees? imaginé muchas veces las fiestas locas, las noches con chicas y ahora solo puedo pensar en una. Es fantástico y terrible —dijo riendo—. Apenas logro controlar mis temblores cuando estoy con ella.
—Me alegra saber que estás viviendo esto con Odette. Creo que ella también anda muy loca por ti, aunque intente fingir que no.
—No sabes las ganas que tengo de estar ya en tu auto rumbo a Montejo.
—Mi madre quiere hacer una cena de despedida para nosotras. Dijo que ya había hablado con tu mamá.
—¿En serio? Ella no me ha dicho nada. El que acaba de darme una noticia fue mi papá. Dijo que ahora sí habrá divorcio. Según él, han permanecido juntos por mi.
—¡¿Eso te dijo?!
—¿Tu crees?
—¡Que cínico!
—Ya sé. Antes intentaba entender su relación pero me di por vencida hace mucho.
—Aunque… No sé. ¿No sientes feo por tu madre? Si todos se van, ella se quedará viviendo sola.
—Ella es otro misterio. A veces se porta algo normal, luego parece que detesta cada centímetro de mi. Con Cindy era un poco cariñosa, pero conmigo nunca lo fue. Creo que desde pequeña me notó lo lencha y empezó a odiarme
—Maritza no te odia. Creo que solo se amargó un poco por la situación con tu papá.
—Pues cuando está con otras personas es toda sonrisas. Ojalá encontrara una distracción que la hiciera feliz. Solo trabaja y viene a casa a gritarle a mi padre o a mi. Necesita un novio que la mantenga ocupada.
—O que al menos le grite a él.
—Esa es una excelente idea.
—¡Aquí estoy! —Anunció Franco haciendo su entrada triunfal—. ¿Están listas para escuchar la historia de amor y pasión más fascinante?
—Ya dinos con quién fue —pidió Mia.
—¡CON ANDRÉS!
—¡¿Andrés?! —dijeron ellas al mismo tiempo.
—Pero si ese chico es hetero —argumentó Mia.
—Anoche no fue nada hetero —aclaró Franco con un guiño—. ¡AAAH! ¡HUBIERAN VISTO LOS BESOTES QUE ME DIO! ¡ES UN SALVAJE! —Su amigo estaba eufórico y bastante sonrojado—. ¡AAAHH!
—¡Golosa!
—¡Terminó mi sequía! —Franco bailaba y canturreaba por el cuarto—. ¡El amor me llegó!
—¡Ahora soy la única soltera! —dijo Mia.

—Chicas, Andrés es perfecto. Un sueño, mi príncipe bello. —Su amigo se lanzó junto a ellas para terminar de contarles todo el chisme.
—Pero Andrés siempre te había rechazado —recordó de repente Mia.
—¡Cállate, no lo digas tan feo! Él creía que yo era menor de edad y no quería meterse en problemas. Pero le aclaré que ya soy legal.
—¡Pero no lo eres! ¡Cumples hasta octubre! —dijo Gaba.
—Bueno… No me pidió evidencias —terminó Franco con picardía.
—¡Eres una zorra atrevida! —Gaba levantó la mano para que Franco la chocara.
—¿Y ahora qué? ¿Empezarán a salir?
Franco abrió la boca para contestar pero se quedó pensativo.
—No sé. No llegamos a ese punto.
—¿Y lo tiene grande? —preguntó Mia con curiosidad.
—¡Que asco! ¡¿Por qué siempre quieres saber eso?!
—Tú siempre preguntas el tamaño de los pechos de las chicas, Gabriella. Así que cállate.
Gaba pensó un momento.
—Lo permito —dijo reconociendo la fuerza del argumento de su amiga.
—Pues… —Franco se tapó la boca para intentar aguantar su emoción.
—¡YO NO SABÏA NADA! —Se escuchó afuera. La chica azul enseguida reconoció la voz de su madre.
—¡NO TE BASTÓ CON METER A ESE TIPO EN NUESTRAS VIDAS, ¿NO?! —reclamaba Bruno.
—¿Ahora qué pasa? —Gaba se puso de pie y miró por el balcón. Sus padres discutían en el garaje de la casa de Mia.
—¿Por qué no intentan calmarse? —Isis estaba parada entre sus padres, intentando conciliar.
—¡¿CALMARME?! ¡PLANEASTE ESTO, ¿VERDAD?! —le reclamó Bruno a Maritza.
—¡CLARO QUE NO, IMBÉCIL! —se defendió Maritza.
—¡Calma los dos! —exigió Isis.
—¿Qué hace mi mamá ahí? Ella nunca se mete —opinó Mia que estaba de pie junto a ella en el balcón, mirando lo que pasaba abajo.
—Si Isis se metió, esto es grave. Iré a ver —dijo la chica azul.
—También vamos.
Gaba corrió hasta afuera, aún escuchando los gritos de los tres adultos. Llegó justo a tiempo para ver cómo su madre le daba una bofetada a su papá.
—¡¿Qué pasa?! —preguntó ella.
—¡Métete a la casa! —le dijo su mamá jalando su brazo.
—Pero… ¡Mamá! —Entre empujones y jaleos, la chica azul terminó cayendo en el sofá de la sala de su casa.
Todos gritaban a la vez. Sus padres, Isis, Mia y hasta Franco.
—¡¿Es verdad que sales con la hija de Carlos Rivadeneyra?! —le preguntó de pronto su madre.
—Si —dijo ella confundida—. ¿Qué tiene que ver Odette con esto?
—¡Y ahora todos serán una bella familia feliz! —soltó su papá con sarcasmo—. ¿Pasarán navidad juntos?
—¡No seas tarado, Bruno! —atacó Maritza—. Yo no tenía idea de esto. Cuando vi a esa chica creí que era solo una amiga de Mia. Eso me dijiste, ¿recuerdas? —dijo su madre mirándola—. Que estaban en tu habitación esperando a Mia.
—Sí, la esperábamos. Pero Odette está conmigo. Es mi novia.
—¡No digas tonterías! —dijo su madre con furia—. Te prohíbo ver a esa chica otra vez, ¿entiendes?
—¡¿Qué?! —Gaba soltó una carcajada—. ¡Estás loca si crees que te haré caso! —Se dio la vuelta para salir de la casa, pero Maritza le cerró el paso.
—Estoy hablando en serio, Gabriella. Si quieres seguir con tus «homosexualidades», hazlo. Pero no con esa chica.
—¿Por qué?
—¡Porque su padre y tu mamá fueron amantes, nada más por eso! —reveló Bruno.
—¡Tú cállate! —exigió Maritza.
—¡¿Qué?! ¡¿No quieres que tu hija sepa que estuviste a puto de huir con ese imbécil?! ¡Tu mamá iba a abandonarme para largarse con el magnífico Carlos Rivadeneyra! ¡Pero entonces la embaracé otra vez y Carlos la dejó! ¡Por eso  siempre nos ha odiado! ¡Tú y yo frustramos sus planes junto a ese pendejo! —declaró Bruno con una carcajada maquiavélica.
—¡BASTA! —Isis se paró en medio de la sala y siguió hablando. Pero Gaba no escuchaba nada. Por primera vez vio lágrimas en los ojos de su mamá, mientras un zumbido aumentaba en sus oídos por las palabras de su papá. Maritza la miró por un breve momento antes de correr hacia su cuarto.
—¡Eso, ve a esconderte! —Bruno se paró al pie de las escaleras y siguió gritando—. ¡Ya es hora de que tu hija sepa la verdad! ¡Que sepa la clase de mujerzuela que eres!
—¡CÁLLATE! —gritó Gaba, sorprendiendo a todos—. ¡¿Crees que con esto serás un héroe para mi?! ¡Si mi madre es una mujerzuela, tú eres un maldito cerdo egoísta! ¡Lárgate de mi casa! —Tomó una de las lámparas y se la arrojó al hombre, que apenas la logró esquivar.
—¡Pero, tu madre…!
—¡¿NO ENTIENDES?! ¡LÁRGATE! —Gaba gritó tan fuerte, que pudo sentir su garganta desgarrándose.
—Gaba… —Mia la abrazó, para contener sus impulsos de seguir lanzando cosas.
—Bruno, vete —dijo Isis abriendo aún más la puerta. El hombre se quedó quieto unos segundos y luego salió de la casa.
—No entiendo nada… no sé… —Gaba se dejó caer al suelo, mientras su amiga seguía abrazada a ella. Sus ojos le ardían y sentía que un nudo la ahogaba.
—Todo está bien —le decía Mia una y otra vez—. Todo está bien, yo estoy aquí.
—Limpiaré los cristales —ofreció Franco, empezando a levantar cosas.
—¿Por qué dijo eso? —susurraba ella—. ¿Por  qué fue tan cruel?
—Gaba, ven. —Isis se arrodilló a su lado y la estrechó fuerte—. Nada de esto es tu culpa, ¿entiendes? Eso fue hace mucho tiempo.
—Pero él dijo...
—Tu papá es un imbécil —dijo su amiga.
—¡Mia! —Isis le llamó la atención a su hija—. Mejor ve a ayudarle a Franco.
—Quiero quedarme con Gaba —objetó la chica.
—Obedece, niña. —A regañadientes, la castaña fue en auxilio de Franco.
—Ahora entiendo por qué ella…
—No. Odiar es una palabra muy fuerte, Gaba. No debe atribuirse a cualquier situación, por muy difícil que sea.
—Pero, él dijo…
—Bruno y tu madre no han logrado superar el pasado. Pero eso es asunto de ellos, es algo que deben resolver solos. Tú eres una buena chica, no hiciste nada malo.
—Mi mamá y el papá de Odette… ¿Ellos en verdad…?
—Tuvieron una relación hace mucho tiempo. Sí.
—Y… ¿ella iba a irse con él?
—Gabriella, lo que pasó fue tan complicado que no debo ser yo la que te cuente.
La chica azul se quedó callada por mucho rato, solo sintiendo la mano de Isis que sobaba su espalda para consolarla. ¿Cómo había llegado ahí? Ella estaba feliz con sus dos amigos platicando del enorme pene de Andrés, ¿por qué de repente todo se volvió tan doloroso?
Recordó su infancia, los maltratos de su madre y esa mirada de rabia con la que solía verla. Pensó en las caricias y abrazos que nunca recibió.
—Gaba… —Mia se acercó de nuevo a ella—. Tu mamá quiere que subas a verla.
La azul se quedó viendo a su amiga sin entender su mensaje.
—¿Qué? —preguntó con una voz que no reconoció.
—Ven —dijo su amiga tomando su mano para guiarla hasta una de las habitaciones de arriba.
—Yo… No sé qué decirle.
—Solo deja que ella hable primero —le aconsejó la chica, mientras le daba un beso en la mejilla—. Te esperaré aquí —terminó la castaña con una sonrisa.
Gaba entró a la recámara de su mamá, que estaba sentada en la orilla del colchón y se puso de pie en cuanto la vio aparecer.
Maritza la veía con el ceño fruncido.
—No puedes tener ningún tipo de trato o acercamiento con esa familia, ¿entiendes? Así que tendrás que terminar tu relación con esa niña.
—¿Qué? —preguntó ella para confirmar que aquellas palabras eran reales.
—No volverás a ver a Odette Rivadeneyra.

Notas finales:

Te mando besos cachondos y apretones de nalga.

Comenta si te está gustando esto, para que más personas lo lean y sean felices.

Ayúdame a llegar a más gente. 

¡Travesura realizada!


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