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Mi vida sin Paolo por Cat_GameO

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Notas del capitulo:

¡Hola a todos por aquí! Espero que se encuentren muy bien.

Un capítulo más de esta historia que tengo muy abandonada...

¡Espero que la disfruten!

El drama se enciende cada vez más. :D

Capítulo 12:


Una persona en quién confiar


 


Héctor ha tenido un día de lo más detestable, no sólo ha peleado con la nueva novia de su amigo Dustin, sino que ha escuchado palabras que le causan más que un simple conflicto. Por otro lado, Fernando no está seguro de qué manera apoyarlo puesto que ignora muchas de las cosas que están sucediendo. 


 


(En el departamento, en la sala, Fernando sigue esperando a su amigo Héctor; son las seis de la madrugada. Él está sentado en el sillón mayor, tiene prendida la televisión pero no presta interés en el programa que se proyecta.)


 


Fernando: (Su rostro está en exceso consternado pero su mirada muestra como un vacío. Susurra.) Héctor…


Abuelo: (Baja las escaleras con calma. Está vestido con ropa jovial y trae una pequeña mochila en el hombro.) ¿Fer? (Se acerca al sillón grande y contempla a su nieto.)


Fernando: (No hace caso.) … 


Abuelo: ¿Fer? ¿Me escuchas?


Fernando: (Suspira y agacha la mirada.) …


Abuelo: (Mira el reloj de pared y luego regresa el interés al joven.) Es mejor que vayas a dormir. 


Fernando: (Con una voz un poco rasposa.) ¿Pero y Héctor? ¿Qué tal si le pasó algo malo? ¿Qué debo hacer?


Abuelo: (Sin cambiar de rostro serio.) Mejor ve a dormir. Él llegará. 


Fernando: (Mira a su abuelo y ve la mochila que carga. Gira en el sillón y ve con más facilidad al hombre.) ¿A dónde lleva eso?


Abuelo: ¿No fuiste tú el que me dijo que ya no me querías aquí?


Fernando: (Con un rostro dudoso.) ¿Por fin se va?


Abuelo: (Suspira con pesadez.) Ve a dormir, por favor. No quiero verte así. Si Héctor te ve en este estado se deprimirá más.


Fernando: (Acepta las palabras del hombre. Se incorpora y aguarda de frente al abuelo.) Tiene razón.


Abuelo: (Toca el hombro de Fernando como un mimo.) Anda, ve a dormir.


Fernando: (Sonríe con tristeza. Toma el control de la televisión y la apaga. Camina hasta las escaleras y sube un escalón.) Abuelo… cuídese.


Abuelo: (Da una media vuelta y contempla a Fernando.) Sí, tú también.


Fernando: Iré a dormir. (Sube por completo las escaleras.)


Abuelo: (Se queda solo en la sala.) Fer… perdóname… Pero, tal vez sea la última vez que nos veamos. (Saca una hoja de su mochila, la dobla y la coloca en la mesita junto al sillón de la sala. Camina hasta la puerta, suspira, abre la puerta y sale del apartamento.)


 


(En el pasillo, fuera del apartamento.)


 


Abuelo: ¿Oh? (Observa a un chico de cabello estilizado y con las puntas azules que va saliendo de la puerta del frente.) 


Lyle: (Contempla con impresión al hombre.) ¿Hola?


Abuelo: (Sonríe.) Hola.


Lyle: ¿Quién es usted? ¿Por qué está saliendo de esa casa? Nunca lo había visto. ¿Es amigo de Fer y Héctor?


Abuelo: (Se ríe un poco.) No, soy el abuelo de Fer.


Lyle: (Todavía sorprendido.) ¿El abuelo? Pero se ve muy joven.


Abuelo: (Habla con un tono casual y cínico.) Sí, es que nací con un problema en el cerebro que hace que no crezca ni madure ni… bueno, entiendes el chiste. (Se despide con un ademán.) Me voy. (Va rumbo hacia las escaleras y baja.)


Lyle: (Sólo mira al abuelo.) Qué extraño sujeto. (Camina hacia la otra puerta, al estar justo frente a esta, decide dejar una carta por debajo de la puerta. Se da la media vuelta y regresa a su apartamento.)


 


(Al paso de unas horas más, Rodrigue está despierto, se encuentra en la cocina desayunando y está en sus pijamas.)


 


Rodrigue: (Leyendo el periódico y tomando café. Está sentado en la mesa y no presta atención a los alrededores.) Esto es una mentira; no es posible que el presidente actual sea el favorito para ganar. Ese sujeto es un maldito corrupto. (Suena el timbre repentinamente. Se extraña pero se levanta, sale de la cocina y llega hasta la puerta, encuentra una hoja tirada y la recoge. Al no ver nada sobre ésta la deja en una de las mesitas junto al sillón. Abre la puerta y se encuentra con Dustin.) Hola, Baker, buenos días.


Dustin: (Luce muy decaído, aunque todavía muestra un estilo de ropa casual. Trae una mochila pequeña tipo mensajero, pero la sostiene en las manos. Habla con un tono bajo.) Oh… hola.


Rodrigue: (Un poco sorprendido por la imagen de Dustin.) ¿Qué pasa?


Dustin: Oye, ¿podrías entregarle esto a Héctor, por favor? (Ofrece la mochila.)


Rodrigue: (Observa a Dustin por unos segundos prolongados, luego toma la mochila que está un poco pesada.) Está bien, yo se la entrego.


Dustin: (Sonríe con melancolía.) También dile que no importa que mi nombre no esté en el proyecto y que me disculpe por haberlo abandonado así de repente. Dile que tiene que ganar porque es un gran trabajo.


Rodrigue: Sí, no te preocupes, yo le digo.


Dustin: Bueno… (Sonríe otra vez con melancolía.) Un gusto haberte conocido, Rodrigue.


Rodrigue: (Bastante desconcertado.) ¿Un gusto? ¿Acaso ya no vendrás?


Dustin: No. 


Rodrigue: ¿Por qué? ¿Sucedió algo?


Dustin: Sí. (Suspira con pesadez y sujeta su brazo derecho como mueca de inseguridad.) Supongo que no es culpa de Héctor. Fui yo quien cometió el error de haberle pedido que me acompañara. 


Rodrigue: (Escucha con atención.) Comprendo.


Dustin: (Siente que está a punto de llorar; es notorio en su voz que se quiebra y sus ojos que se cristalizan.) Sé que Héctor no me perdonará. Soy muy estúpido y demasiado torpe con las relaciones sociales.


Rodrigue: ¿Te encuentras bien?


Dustin: (Comienza a llorar.) No, la verdad es que no.


Rodrigue: (Se preocupa por el otro joven.) ¿Quieres que charlemos en algún otro lugar?


Dustin: (Niega con la cabeza.) No, así déjalo.


Rodrigue: (Titubea.) B-Baker…


Dustin: Me despides de Fer; dile que fue genial conocerlo y que no esté triste. 


Rodrigue: Está bien, yo le diré.


Dustin: Adiós. (Se da la media vuelta y corre con rapidez. Baja las escaleras y desaparece del pasillo.)


Rodrigue: (Suspira con consternación.) Baker… ¿Qué mierda pasó? (Cierra la puerta y regresa a la cocina.) 


 


(En la cocina. Rodrigue no se da cuenta de que hay otra persona sentada en la mesa ya que está con la atención en la mochila que recibió.)


 


Rodrigue: (Abre la mochila y encuentra circuitos y otro tipo de cosas que no reconoce. Habla al aire.) Supongo que las cosas no salieron bien.


Paolo: (Bebe de una taza de café recién servida. Su rostro muestra una mueca tranquila y sonriente; está vestido con una especie de sudadera básica y unas bermudas largas. Se expresa con elocuencia falsa.) De hecho no.


Rodrigue: (Voltea con rapidez hacia la mesa y muestra un poco de susto al ver a Paolo.) ¿Cómo entraste?


Paolo: (Señala la coladera del fregadero de manera segura.)…


Rodrigue: (Inseguro.) O-Okey.


Paolo: (Bebe de forma dramática del café al levantar el meñique y cruza las piernas.) Intenté advertirles, pero no me escucharon.


Rodrigue: (Se sienta frente a Paolo y deja la mochila sobre la mesa. Contempla al otro joven con duda genuina.) ¿No te escucharon?


Paolo: Es que no comprendieron mi señal.


Rodrigue: Entonces, lo que mencionó el abuelo de que intentabas advertirles o decirles o comunicarles algo a través de extraños sucesos era cierto, ¿verdad?


Paolo: (Sonríe con fascinación.) ¡Sí! Aunque me parece que la decisión ya la hizo el abuelo. (Da un sorbo largo a la taza.) Es tiempo de que yo también me aleje por completo.


Rodrigue: (Confundido.) ¿A dónde irás?


Paolo: No lo sé. (Ahora usa un tono muy pretencioso y exagera sus palabras como si hablara en una especie de festival de primavera.) Viviré como las ratas, debajo de los puentes, en las alcantarillas vagando por las aguas oscuras y los pasadizos de la perdición. (Se ríe al terminar la frase y bebe del café con un sorbo pequeño.)


Rodrigue: (Hace una pausa larga antes de preguntar.) ¿Estarás bien?


Paolo: (Con una sonrisa en el rostro y plena seguridad.) Lo más probable.


Rodrigue: Deberías advertirles tú mismo, ¿no crees?


Paolo: No, el abuelo ya les dijo. 


Rodrigue: ¿Les dijo?, ¿qué les dijo?


Paolo: Eso ya no importa. Me voy. (Se levanta, se acerca al refrigerador, saca un jugo, se despide con un ademan y va hasta la ventana, la abre y sale por allí.)


Rodrigue: ¿Cómo hace eso si se supone que estamos en el cuarto piso del edificio? (Ignora las acciones de Paolo, se pone de pie, toma la mochila y va a la sala.)


 


(En la sala. Rodrigue descubre una hoja doblada en una de las mesitas junto al sillón. Deja la mochila en el sillón y titubea si tomar la hoja o no.)


 


Rodrigue: ¿Será esto? (Agarra la hoja y la abre.) “Para Fer;” (Comienza a leer lo que dice la hoja. Camina con lentitud hacia el sofá y se sienta. Continúa con la lectura en voz alta.) “Sé que te he causado demasiados problemas y por ello te pido perdón. Sin embargo, Paolo y yo hemos llegado a la conclusión de que debemos dejarlos vivir por su cuenta; aunque, como tu abuelo, aún me asusta saber que estás creciendo y que experimentarás muchas cosas que no serán del todo placenteras.” (Mueve la cabeza en forma negativa. Opina con un susurro.) ¿A caso no el abuelo dejó con una deuda a su propio nieto? No tiene sentido. (Vuelve a leer.) “Otra cosa, volví a tomar dinero prestado”, (hace un sonido de tarareo para simular su malestar,) “pero descuida es prestado, pienso pagártelo en unos cuantos años más. Con toda la sinceridad me despido de ti y de tu gran amigo Héctor, a quien también considero como mi nieto. Con cariño, tu abuelo, Saul Torres.” (Recuerda que encontró una hoja tirada antes de recibir a Baker; se pone de pie y deja la hoja doblada de vuelta en su sitio. Camina hasta la otra mesita y toma la hoja. Habla para sí.) ¿Qué es esto, el día de las cartitas? (Decide tomarla y leerla.)  “Fer, ¿quieres salir conmigo al cine? Te visitaré a las cuatro. Espero me digas que sí. Atentamente, el vecino.” (Vuelve a doblar la carta. Titubea un poco al contemplar la nota del abuelo. Sujeta los dos papeles en la mano y camina hasta las escaleras para subir a la planta alta.)


 


(En la planta alta, Rodrigue entra a la habitación de Fernando con cuidado. Fernando está dormido plácidamente en su cama. Rodrigue intenta no hacer ruido y se acerca a la mesita junto a la cama donde está una lámpara y el teléfono. Deja las dos hojas dobladas y las pone juntas sobre la mesita. Aguarda un poco, pero decide tomar uno de los post-it que hay en el escritorio de Fernando y escribe algo sobre éste con una pluma.)


 


Rodrigue: (Termina la anotación y suspira con cautela. Susurra.) Rayos; ya qué. Hoy es el día de las cartas. (Pone el post-it sobre las otras dos notas y contempla a Fernando.) Perdona, no fue mi intención. (Se dirige a la salida y abandona la habitación. Baja las escaleras y regresa a la planta baja.)


 


(En la sala. Rodrigue decide ver la televisión para tranquilizar a su mente, así que se sienta en el sillón y prende la pantalla. Espera unas dos horas aproximadamente hasta que llega Héctor.) 


 


Rodrigue: (Está descansando en el sillón; junto a él hay un recipiente con palomitas y una lata de cerveza. Escucha la puerta abrirse y ve a Héctor ingresar al departamento.) Héctor, hola.


Héctor: (Cierra la puerta detrás de él y camina hacia la sala; ve a Rodrigue y habla con una voz cansada.) Hola.


Rodrigue: Saqué la basura en la mañana, recogí el correo, fui a darle la renta al señor Saldaña, le di de comer al gato, y… creo que es todo. En una hora me voy a trabajar.


Héctor: Está bien. (Se sienta en el sofá y suspira con pesadez.)


Rodrigue: (Contempla con interés a Héctor.) ¿Te encuentras bien?


Héctor: No.


Rodrigue: ¿Quieres que llame a un doctor?


Héctor: ¿Para qué?


Rodrigue: Si no te sientes bien, sería bueno que alguien te revisara.


Héctor: (Se desespera y responde con enojo.) ¡Deja de cuidarme! ¡No necesito que hagas todo por nosotros!


Rodrigue: (Se pone de pie y recoge las cosas del sillón. Habla con un tono neutral.) Disculpa, no fue mi intención hacerte enojar.


Héctor: Ya lo hiciste. Nadie te pidió que sacaras la basura, ni que pagaras la renta… Espera, ¿con qué dinero si no te hemos dado nuestra parte Fer y yo?


Rodrigue: (Se queda parado de frente a Héctor.) Este mes la pagué yo. Pero podemos hablar de eso más tarde.


Héctor: (Suspira con fuerza.) B-Bien.


Rodrigue: (Sólo se queda mirando al otro joven.) …


Héctor: (Sostiene la mirada de Rodrigue.) ¿Qué esperas? ¿No deberías arreglarte para irte a trabajar?


Rodrigue: Vino Baker y me dijo que te entregara esto. (Deja el tazón y la cerveza sobre la mesita de centro y busca la mochila de Dustin. Da unos pasos hacia Héctor y muestra la mochila.)


Héctor: (Mira con desprecio la mochila.) No la quiero.


Rodrigue: (No se inmuta y sólo aguarda.) Me dijo que tiene que ver con lo del proyecto en el que trabajaban. Me dijo que lo continuaras, por favor.


Héctor: (Levanta la voz y reta a Rodrigue con la mirada.) ¡Nadie te pidió que tomaras mensajes! ¿Sabes qué? Deja de estar portándote como el chico bueno porque no lo eres. Todos… absolutamente todas las personas que me rodean siempre tienen que pretender, que ser falsos, que ser así, excepto Baker… Él era único y siempre fue honesto. Pero yo… ¿Por qué tengo que ser un maldito deshonesto e hipócrita como tú y los demás?


Rodrigue: (Suspira y deja la mochila en el sillón. Gira para seguir de frente a Héctor.) No considero que seas deshonesto.


Héctor: (Dramatiza con sus ademanes.) Por favor, deja de hablar con tanto respeto. ¿Por qué no te comportas como lo que eres?


Rodrigue: (Algo molesto.) ¿Y qué se supone que soy?


Héctor: (Sonríe con seguridad al notar la reacción del otro.) Un maldito falso, cobarde, estúpido… drogadicto, rarito, depravado e hipócrita.


Rodrigue: (Su rostro externa seriedad.) ¿Qué te hice yo para que te molestes así?


Héctor: (Habla con un tono alto.) ¡Todo! ¡Todo lo que haces y lo que dices! ¡Me desesperas! 


Rodrigue: ¿Por qué?


Héctor: (Señala a Rodrigue para molestarlo más.) Porque siempre estás fingiendo; finges ser un sujeto bueno y confiable. Y no lo eres.


Rodrigue: ¿Y tú cómo lo sabes?


Héctor: (Suspira y recarga su cuerpo en el sillón. Cruza los brazos y desvía la mirada.) Lo sé porque eres muy parecido a mí.


Rodrigue: (Aguarda un poco.) Por supuesto que no.


Héctor: (Regresa la mirada hacia el frente y observa a Rodrigue.) ¿Eso crees?


Rodrigue: (Espera unos segundos prolongados. Luego, se acerca más al sofá y se inclina un poco para acortar la distancia con Héctor. Pone las manos en los brazos del sofá para encerrar a Héctor. Habla con un tono seco.) Si fueras como yo, disfrutarías al ver a los demás sufrir.


Héctor: (Un poco asustado.) ¿De qué carajo hablas?


Rodrigue: (Sonríe con sensualidad.) La verdad… (Se acerca más al rostro de Héctor. Levanta sus manos y las lleva hasta el rostro de Héctor, luego acorta la distancia de forma muy lenta.) Escúchame, Baker te aprecia. Estuvo aquí, y me dijo que se sentía demasiado mal; él piensa que no lo perdonarás.


Héctor: (Titubea, pero está confundido por las acciones de Rodrigue y sus palabras, así que sólo aguarda con el rostro dudoso.) ¿P-Perdonarlo? Pero si él es quien nunca me perdonará.


Rodrigue: No sé qué fue lo que pasó exactamente, pero sea lo que sea, deberías considerar el hecho de que desea que continúes con el proyecto.


Héctor: (Se molesta un poco.) No te pongas empático conmigo.


Rodrigue: (Vuelve a sonreír de una forma peculiar.) No estoy siendo empático. (Se acerca más a él al punto en el que sus respiraciones se topan una con otra.)


Héctor: (Intenta hacerse hacia atrás, pero está aprisionado entre el sofá y Rodrigue.) ¿Qué estás intentando hacer?


Rodrigue: (Disfruta de la situación.) Jugar. Ya que te has dado por vencido. Eso quiere decir que no importa lo que haga, no afectará tu relación con él.


Héctor: (Alza las manos y sujeta los brazos de Rodrigue para alejarlo.) No entiendes que Baker y yo ya no somos amigos, ¿verdad?


Rodrigue: ¿Estás seguro de que quieres perderlo?


Héctor: Obviamente no quiero perderlo, pero es imposible que pueda volver a verlo como antes.


Rodrigue: ¿Y cómo es “como antes”?


Héctor: (Respira con un poco de agitación.) Como simples amigos.


Rodrigue: (Habla con un tono bajo.) Entonces, ¿ya no te importa?


Héctor: (Pasa saliva y ya no ejerce fuerza en sus manos que siguen en los brazos de Rodrigue.) Por supuesto que sí. Pero, él ahora tiene a Samanta.


Rodrigue: ¿Y acaso fue él quien lo decidió o fuiste tú?


Héctor: Obviamente fue la tipa esa.


Rodrigue: ¿Y dejarás que ella se quede con él?


Héctor: (Agacha la mirada y sus ojos se cristalizan.) ¿Qué puedo hacer, Rodrigue? (Habla con un poco de fuerza.) ¡Dime!


Rodrigue: (Suspira y suelta el rostro de Héctor.) Eso depende de lo que quieras lograr.


Héctor: (Su voz suena quebrada.) Simplemente Baker jamás podrá entablar una relación con un tipo como yo.


Rodrigue: (Un poco sorprendido por las palabras de Héctor. De nuevo sujeta al otro joven, pero esta vez una mano la coloca en su nuca y la otra en su cuello.) ¿Estás completamente seguro?


Héctor: (Con lágrimas en los ojos. Asiente con la cabeza.) Sí.


Rodrigue: Eso quiere decir que has escuchado aquellas palabras de negación de la boca de Baker. ¿O acaso fue la chica quien lo dijo?


Héctor: Fue ella.


Rodrigue: ¿Y dejarás que esa mujer decida por ti? ¿No permitirás que Baker explique lo que siente por sí mismo?


Héctor: (Contempla a Rodrigue con dolor. No se siente incómodo ante la poca distancia que hay entre ellos.) ¿Cómo se supone que debo verlo después de lo que pasó?


Rodrigue: (Habla con un tono más neutral.) Eso depende.


Héctor: ¿De qué?


Rodrigue: De cómo quieras que las cosas sucedan.


Héctor: No me jodas. (Comienza a llorar con más fuerza.)


Rodrigue: (Sonríe con melancolía.) ¿Por qué te duele tanto aceptarlo?


Héctor: ¿Aceptar qué?


Rodrigue: Lo que sientes por Baker… y lo que sentías por Paolo.


Héctor: (Muestra un poco de duda.) ¿Por… Paolo?


Rodrigue: (Asiente con la cabeza.) Así es. ¿Qué acaso no lo ves?


Héctor: ¿Ver qué?


Rodrigue: Tu relación con Paolo era tan ambigua, tan incierta que te daba miedo perderlo, pero preferías su amistad a costa de todo; sin embargo, cuando intentaste dar un paso más fuiste tú quien se acobardó cuando supiste sobre los sentimientos de Paolo.


Héctor: (Sorprendido.) ¿Quién te dijo todo eso?


Rodrigue: El abuelo.


Héctor: (Muestra una mueca de enojo.) Maldito… ¿Dónde está? Tengo ganas de golpear a alguien.


Rodrigue: (Sonríe con picardía.) Lastimosamente, el abuelo se ha ido. Y no creo que vuelvan a verlo.


Héctor: (Levanta las manos y las coloca en los hombros de Rodrigue.) Aléjate.


Rodrigue: ¿Por qué?


Héctor: Porque no me dejas respirar en paz.


Rodrigue: ¿Y si no quiero?


Héctor: (Se desespera.) ¡Quítate!


Rodrigue: No. (Se acerca demasiado e intenta besar a Héctor. De pronto, siente que Héctor lo empuja con fuerza. No desiste.)


Héctor: (Más desesperado.) No juegues conmigo de ese modo, Rodrigue. Nosotros no somos tus malditos juguetes.


Rodrigue: (Suelta a Héctor, se levanta y se aleja; pero queda de frente.) ¿Estás seguro?


Héctor: (Contempla a Rodrigue con reproche.) Lo suficiente; incluso para saber que estás jugando.


Rodrigue: (Muestra un rostro neutral.) ¿Por qué dices que estoy jugando?


Héctor: Porque no puedes hacer esto de la nada. Tienes motivos.


Rodrigue: ¿Y quién te dijo que mis motivos no son emocionales?


Héctor: (Se pone de pie y reta con la mirada a Rodrigue.) ¿Qué te pasa?


Rodrigue: (Sonríe con jugueteo.) No lo sé, dímelo tú. (Se acerca de nuevo a Héctor y esta vez toma la ventaja y aprisiona al joven del rostro; lo besa con intensidad en los labios.)


Héctor: (Responde intuitivamente el beso por unos instantes. Luego, se percata de lo que hace y empuja a Rodrigue hacia atrás. Está furioso.) ¡Déjate de estupideces de este tipo!


Rodrigue: (Con seriedad.) No.


Héctor: (Cruza los brazos y muestra una mueca molesta y sonrojada.) ¿Qué no entiendes que la persona a la que ahora quiero es Baker?


Rodrigue: ¿Seguro?


Héctor: (Suspira con profundidad.) S-Sí.


Rodrigue: ¿Completamente seguro?


Héctor: Tan seguro como que me encanta la cerveza, ¿contento?


Rodrigue: (Sonríe y muestra una postura más relajada.) Por fin lo aceptas.


Héctor: ¿Eh? (Se da cuenta de lo que dijo, se sonroja todavía más y refunfuña. Empuja a Rodrigue a un lado y se dirige a la cocina con rapidez.)


Rodrigue: ¡Héctor! (Camina hacia la cocina y entra.)


 


(En la cocina. Héctor está recargado en el mueble de madera junto a la estufa. Rodrigue se detiene y decide sentarse en una de las sillas.)


 


Rodrigue: (Habla con calma. Mira a Héctor con una sonrisa amigable en su rostro.) ¿Más tranquilo?


Héctor: (Un poco más tranquilo. Dirige la mirada hacia Rodrigue y le muestra una mueca de reproche.) ¿Tranquilo? ¿Cómo mierda quieres que esté más tranquilo? ¿Qué no escuchaste lo que dije?


Rodrigue: Sí, totalmente. Siento que ahora eres más consciente de lo que sucede.


Héctor: (Cruza los brazos y suspira. Evita la mirada de Rodrigue.) Sí… estoy consciente, pero asustado y desesperado también.


Rodrigue: Es lo común. Es obvio que tengas dificultades en demostrar tus sentimientos.


Héctor: (Reprocha un poco y mira a Rodrigue.) ¿Por qué? Explícame, ¿por qué?


Rodrigue: (Pone los brazos sobre la mesa y piensa un poco.) Quieres que te explique el “por qué quieres a Baker del mismo modo que quisiste a Paolo”, ¿verdad?


Héctor: (Se molesta al escuchar la frase de Rodrigue.) Joder…


Rodrigue: Eso sólo tú lo puedes responder.


Héctor: Es detestable.


Rodrigue: ¿Lo es?


Héctor: Sí, demasiado. Y detesto ser así y odio ser así, y aborrezco que tenga que sentir esto por otro… (Detiene sus palabras y agacha el rostro.)


Rodrigue: (Decide presionar un poco.) ¿Otro?


Héctor: (En exceso enojado. Ahora usa sus brazos para expresar su desilusión y dramatizar.) ¡Otro hombre como yo! ¡Joder!


Rodrigue: (Aguarda un poco.) Vamos, Héctor, creo que aquella libertad que adquiriste respecto a tus emociones fue gracias a Paolo.


Héctor: (Desesperado y aturdido) ¡¿Qué?!


Rodrigue: Paolo te enseñó que la libertad no se basa en creer que haces lo que quieres, sino en ser, hacer, existir, pensar, creer, comer, dormir, ver, observar, apreciar, sentir, y todo lo demás. Estabas enamorado de él, pero sabías que él estaba enamorado de Fer, y del mismo modo sabías que Fer no sentía lo mismo por Paolo.


Héctor: (Suspira y se tranquiliza.) …


Rodrigue: ¿Por qué detestas esa relación si te ha dado tanto?


Héctor: (Agacha el rostro y habla con un tono bajo.) Tú eres tan raro.


Rodrigue: Digamos que tengo un gran parecido a tu querido amigo Paolo.


Héctor: Sí, ya me di cuenta.


Rodrigue: Descuida, el pequeño incidente en el sillón no se lo diré a nadie.


Héctor: (Levanta el rostro y muestra una mirada desafiante ante Rodrigue.) Y si lo haces te mato.


Rodrigue: (Se ríe con tranquilidad.) Claro, si estuviera dentro de tus posibilidades.


Héctor: (Otra vez molesto.) ¡Oh! Sólo cállate, ¿quieres?


Rodrigue: (Su cara muestra una sonrisa cálida.) Mi silencio será lo que te otorgaré, entonces.


Héctor: Eres despreciable.


Rodrigue: Discúlpame. (Se pone de pie, pero no camina.)


Héctor: (Suspira para tranquilizarse y decide cambiar el tema.) ¿Tienes hambre? (Se acerca al refrigerador y lo abre.)


Rodrigue: (Con un tono neutral.) No, ¿tú?


Héctor: Me muero de hambre.


Rodrigue: (Camina hacia el refrigerador.) ¿Quieres que haga algo de comer?


Héctor: (Mira con interés a Rodrigue.) ¿No te ibas a ir a trabajar?


Rodrigue: (Regresa la mirada de Héctor.) Aún queda tiempo. Anda, dime, ¿qué quieres?


Héctor: No sé. Algo así… como… No sé.


Rodrigue: (Sonríe.) Bien, déjame ver qué puedo hacer con lo que hay.


Héctor: Sí. (Se aleja del refrigerador y permite que Rodrigue observe dentro.)


Rodrigue: (Usa un tono cotidiano para hablar.) Fer estuvo esperándote toda la noche.


Héctor: (Con un poco de sorpresa.) ¿Enserio?


Rodrigue: (Saca algunas verduras y carne, y las coloca sobre la mesa.) Sí; el abuelo lo convenció de que era mejor ir a dormir.


Héctor: Mierda, soy un maldito desastre.


Rodrigue: Descuida, con unas cuantas horas más de sueño estará bien.


Héctor: (Levemente preocupado.) Pero hice que se preocupara de más.


Rodrigue: Cuando se despierte te encontrará aquí, así que mejor ve a tomar una siesta. 


Héctor: No tengo sueño.


Rodrigue: (Cierra el refrigerador y busca algunos utensilios en los cajones.) Entonces déjame prepara la comida.


Héctor: (Se acerca a la mesa.) Bien, bien, señor chef, no lo molestaré más; iré a tomar una ducha.


Rodrigue: Está bien.


Héctor: (Camina hasta la puerta de la cocina y se detiene.) ¿Rodrigue?


Rodrigue: ¿Qué pasa? (Voltea hacia la salida.)


Héctor: (Sin mirar a Rodrigue.) Gracias. (Sale de la cocina sonrojado y enojado al mismo tiempo.)


Rodrigue: De nada. (Sonríe para sí y continúa con la comida.)


 


(En la sala. Héctor decide prender la consola de videojuegos para distraerse antes de subir a ducharse.)


 


Héctor: Baker… (Se queda mirando la mochila de su amigo que sigue en el sillón. La toma y esculca; encuentra una nota.) ¿Qué será?  (Abre la nota y la lee.) “Héctor, discúlpame por todas las molestias que te he causado. Nunca fue mi intención hacerte daño ni mucho menos que sucedieran cosas como las que pasaron ayer. Perdona por haberte metido en mis problemas con Samanta. En realidad no sé cómo debo sentirme o cómo debo actuar… Estoy muy confundido. Con sinceridad, tu amigo, Dustin Baker.” (Lágrimas de sus ojos salen sin control.) Baker… (No puede seguir conteniendo su llanto, pero llora en silencio.) Rayos, soy un estúpido… un completo estúpido… ¿Qué he hecho? 


 


(En la habitación de Fernando, por fin Fernando despierta y se incorpora; encuentra las notas sobre su mesa. Toma la primera.)


 


Fernando: ¿Qué es esto? (Sujeta el post-it.) “Perdón por haber leído lo que no debía, pero es bastante interesante y divertido. Hoy ha sido el día de las notas, así que lo nombraré el ‘Día de la comunicación escrita a través de notas.’ Mentira, sólo estoy bromeando. De verdad, disculpa por haber leído las otras dos notas. Rodrigue.” (Observa las otras dos hojas sobre la mesa.) ¿Día de las notas? (Toma la siguiente y la lee, se siente algo aliviado, desesperado y triste, pero también enojado; el abuelo parece haberse ido. Habla con un susurro.) Abuelo. (Toma la siguiente nota para leer; se sonroja y la dobla con cuidado.) Oh… ¿Qué debo hacer? (Busca su celular en la mesita y lo agarra; luego marca el número de su amigo Irvin y espera con el altavoz.) Contesta, contesta. (Cuando su amigo contesta, decide colgar.) No, no puedo seguir dependiendo de él, ni de nadie. Es hora de que deje esta incertidumbre. (Se levanta y bosteza; percibe un olor a comida y su estómago hace un sonido que indica hambre.) ¿Ya habrá llegado Héctor? (Decide salir de su habitación y se dirige a la planta baja.)


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