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Facing the Sun por huesoehilo

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Notas del capitulo:

oki, acabo de darme cuenta que me traspapelé con los capítulos, así que voy a arreglarlo ahora XD

Harry pasó el resto del fin de semana evitando todo contacto humano y carroñando la comida que le llevaba Hermione, pero sabía que aquello no podía durar para siempre.

El lunes se tuvo que enfrentar a toda la escuela: todos lo creían un mentiroso, pero mientras en Gryffindor se lo celebraban, el resto de la escuela había decidido por unanimidad hacerlo sentir miserable.

(Ron también lo creía un mentiroso. Harry nunca pensó que algo así le doliera tanto.)

Hermione lo hizo bajar más temprano de lo normal, bordeando las siete de la mañana. A pesar de lo temprano que era, el chico comía con la sensación de cientos de ojos encima, quemándole la nuca.

En el extremo americano de la mesa de Gryffindor, Solace y Pace sostenían a Clovis por los hombros, con una fila de tazas de café delante del chico. La mitad estaban vacías, pero los dos rubios seguían obligando a su amigo a beber más.

Harry barajeó la posibilidad de saludar al campeón mestizo, pero algo lo hizo dudar.

La noche del sorteo, el chico había sido el primero en intentar tranquilizarlo. Recordaba la sala, la luz de la chimenea recortando las siluetas de los cuatro campeones legítimos, y recordaba que justo al momento en que se iba a desmayar Solace estaba allí, agarrándole los brazos y volviéndolo a la realidad con su voz cálida y acento extraño.

Merlín, incluso sus manos parecían irradiar calor, si Harry no había alucinado esa parte.

Era extraño.

Cuando Dumbledore lo había nombrado, su grupo de amigos había tenido que forzarlo a levantarse, pero cuando Harry había entrado a esa habitación, el chico adquirió una seguridad que no se condecía con el adolescente en blanco de la mesa de Gryffindor.

No sabía que hacer con ese pedazo de información… Aunque, para ser más preciso, no sabía que hacer con su vida.

Hacia las ocho, el comedor comenzó a llenarse, lo que hizo a Hermione fruncir el ceño.

¨Harry, vamos, está llegando gente.¨ lo apuró la chica, inquieta.

Harry apenas había mordisqueado su segunda tostada, pero de pronto ya no tenía hambre: por entre la multitud de estudiantes en sus túnicas negras, la cabeza roja de Ron era perfectamente distinguible.

¨Si, vayámonos.¨ aceptó el chico, abandonando su comida en la mesa. Se estiró para alcanzar la mochila en sus pies, pero cuando se levantó para irse, sintió la nuca arder desde el lado de los americanos.

Di Angelo, el gótico del campamento, no le quitaba la vista de encima. Se sostenía la barbilla con las manos entrelazadas, impasible entre el ir y venir de sus compañeros, que tan pronto llenaban sus platos se levantaban a tirar sus partes al fuego.

¡¿Qué demonios hacen con la comida!?, creyó escuchar a Ron en su cabeza.

Una súbita angustia le llenó el pecho, y de repente necesitaba salir del mismo espacio en que estaba su mejor amigo.

Dejó que Hermione lo arrastrara entre el gentío, intentando (y fallando) no escuchar los susurros a su paso.



Su primera prueba de carácter fue herbología.

Justin Finch-Fletchley y Ernie Macmillan, dos chicos de Hufflepuff con los que Harry siempre se había llevado bien ahora le disparaban miradas airadas, y no eran los únicos: toda la casa de los tejones había cerrado filas en torno a Cedric Diggory, proclamándolo como el campeón legítimo y alegando que Gryffindor, como siempre, se quería llevar toda la atención.

Trabajar con Justin, Ernie y Ron en la misma mesa fue un suplicio, sobre todo porque, si bien los dos Hufflepuff se las podían arreglar bastante bien en su bandeja de bulbos botadores, Harry, Ron y Hermione sólo sabían trabajar de a tres: la chica terminó siendo la encargada de transmitirles a uno lo que el otro decía, intentando forzar una conversación que no era posible.

Incluso la Profesora Sprout, la maternal jefa de la Casa Hufflepuff, mantenía un trato distante con los Gryffindor en general y con Harry en particular.

Cuidado de Criaturas mágicas fue una especie de alivio: incluso con Draco y sus lacayos burlándose del chico y los escregutos siendo, bueno, escregutos, Hagrid le creía. El chico casi estallaba en llanto cuando se lo dijo.

¨¿Ves? Te dije que no todos te llaman mentiroso.¨ dijo Hermione mientras ambos volvían al castillo. Eran los últimos del grupo, a muchos metros por detrás de los demás. Ron, por supuesto, había sido el primero en esfumarse.

¨¡Genial! Con eso son 4.¨ Contestó Harry. ¨Dumbledore, McGonagall, Hagrid y tú. Sólo queda el resto de la escuela.¨

Hermione apretó los libros contra su pecho y a Harry se le ocurrió que tal vez estaba siendo demasiado duro con ella. Sin embargo, su cabeza no podía dar con ninguna disculpa adecuada, así que siguieron el camino al castillo en un silencio incómodo.





El resto de la semana fue peor. Infinitamente peor.

De los Hufflepuff era entendible, pero los Slytherin lo habían elegido para ser blanco de sus ataques coordinados y los Ravenclaw actuaban con una pomposa superioridad moral que era casi insoportable.

Tal vez lo peor de todo era que a Harry le habría gustado animar a Cedric. Era, simplemente, un tipo genial: agradable con todo el mundo, capitán de quidditch, alto y extremadamente guapo, con el pelo castaño revuelto como si acabara de bajarse de la escoba y ojos acerados que se las arreglaban para ser luminosos aún en los pasillos oscuros del castillo.

¿Qué? Ya no tenía mucha gente con la cual hablar, es normal que se pusiera reflexivo.

De cualquier manera, Hermione era la única persona que le creía y que estaba cerca de manera activa, por lo que el chico terminó acompañándola por todo el castillo como si fueran siameses, con los hombros chocando y la cabeza gacha, buscando hacerse más pequeño.

Lo único que los amigos hacían que se acercaba a su rutina normal era comer con su mesa, donde Harry y Hermione conservaban sus lugares en el extremo más cercano a los americanos y Ron varias cabezas más allá, generalmente junto a los gemelos.

En sus intentos de escapar de los ojos acusadores o falsamente cómplices de su escuela, Harry no tuvo más remedio que observar a los americanos.

Comían en las mesas según su grupo de amigos, vestían ropa abrigada muggle y eran extremadamente ruidosos, con los mayores rompiendo peleas de comida cada cinco minutos y exxplosiones de cantos espontáneos que terminaban cuando alguno de ellos se caía de la silla.

La camaradería y cercanía con la que se llevaban los miembros de las mismas casas solía recordarle a Harry la manera en que interactuaban los Weasley, como si fueran una gran y extensa familia. Habían parejas, claro, como Yang y Gardiner, la capitana de los devotos de Demeter, pero por lo que el chico podía ver, nadie entablaba relaciones sentimentales con alguien de su misma casa.

Lo más extraño de todo, sin embargo, era que no parecían aprender magia y aún así, la tenían.

Dumbledore les cedió varias aulas vacías, y cuando Hermione se asomó al aula de los adolescentes fingiendo buscar una silla, descubrió que las pizarras de tiza estaban cubiertas de ecuaciones que resolvían de uno en uno, con libros de texto muggle pero en caracteres griegos. Nada de practica de encantamientos, runas o pociones.

Y luego, durante las comidas, habrían estallidos de magia aleatorios, como las lluvias de flores que solían provenir de la mesa de Slytherin. Pronto se conoció que los devotos de Apolo podían maldecir a la gente para que sólo hablara en rimas, y el miércoles después de la ceremonia de elección se corrió el rumor entre los estudiantes de Hogwarts de que la chica más guapa de los americanos, una chica de 16 llamada Drew Tanaka, capitana de la casa de Afrodita, le había hecho un Imperius a Warrington. El alboroto involucró a Snape, Moody, Dumbledore, Quirón y por poco al Ministerio de Magia, pero terminó en nada. Por lo que Moody les ladró en Defensa contra las Artes Oscuras, la chica tenía lo que los americanos llamaban charmspeak y los ingleses, silvertongue.

¨¡Una palabra y ella podría hacerlos lanzarse de la Torre de Astronomía!¨ chilló el hombre, cojeando entre los pupitres y resollando más fuerte que de costumbre. ¨¡Lo único que tienen a su favor es estar atentos! ¡VIGILANCIA CONSTANTE!¨

Pasó el resto de la clase explicando las diferencias entre el encantamiento Imperius y el efecto de la silvertongue, y les mandó de tarea investigar si existían símiles de las otras dos maldiciones imperdonables en el mundo mágico o muggle, cosa que Harry y Hermione terminaron rápidamente, escribiendo electroshock y arma de fuego al lado de Cruciatus y Avada Kedabra.



Todo pareció explotar el día que se peleó con Snape.

Sirius no le respondía, Hedwig seguía enojada con él, Ron no le hablaba y no le salía el encantamiento de atraer objetos en la clase de Flitwick. Sumado a eso, sus vecinos americanos mostraron por primera vez su lado no-amigable: durante el desayuno se mantuvieron sentado en silencio, taciturnos y de malas pulgas mientras Solace, Knowles, Lake y di Angelo se paseaban entre las mesas, repartiendo vasitos de papel etiquetados con nombre y apellido, cuyo contenido parecía variar entre distintos tipos de flores y hierbas a píldoras muggle.

Cuando Dean les preguntó, curioso, que demonios era eso y si tenía que ver con su culto religioso a los dioses paganos, recibió no menos de siete miradas de muerte y el trato de silencio más pasivo-agresivo que Harry había visto en su vida.

Era realmente impresionante la violencia que un chico con gafas, pelo rubio grasoso y sudadera del MIT podía transmitir en esos ojos grises, pero ahí estaba Malcolm Pace, invocando los miedos primales de Dean.

Sobra decir que de ahí en más los ignoraron, con Harry prácticamente sujetando a Hermione e impidiendo que la chica decidiera desatar toda su curiosidad contra los americanos hiperactivos y de mal humor.

Horas más tarde Harry sopesó, con la ira ardiendo en su lengua y la imagen de sí mismo desmembrando a Snape superpuesta a la de su mejor amiga llorando y tapándose los dientes que no dejaban de crecer, que cualquier problema que ella buscara no sería nada en contra de los que le caían cuando intentaba ayudarlo.

¿Qué clase de amigo era?

Y también había otro pozo de resentimiento, no a Malfoy o a Snape (ellos tenían su propio resentimiento e ira reservados), sino a Ron.

Ambos saltaron a defender a Hermione, ambos le gritaron a Snape por ser un imbécil, ambos fueron castigados, ¿Porqué entonces Ron seguía actuando como un idiota?

Snape empezó su clase hablando de antídotos y dejando caer, con una sutileza que bien podría ser gritada con un megáfono, que envenenaría a Harry para probar un antídoto.

Harry fantaseó con encajarle el caldero en la grasienta cabeza a Snape cuando, como un caballero de brillante armadura con una pócima para rejuvenecer demasiado efectiva, Colin Creevey apareció para llevarse a Harry.

¨Está en clases, y subirá cuando se haya acabado.¨ siseó Snape. Con sus ropajes negros y todas las cabezas que le sacaba a Colin, parecía una cruza entre una serpiente y un vampiro, algo que seguramente haría a Neville temblar.

Pero Colin había sido petrificado en su primer año, hecho que, según las sospechas de Harry, rompió para siempre sus parámetros de miedo.

Eso, o los Creevey nacieron sin poder sentirlo. De cualquier forma, esa falta de miedo hizo que Colin ni siquiera borrara la sonrisa de su rostro cuando le dijo a Snape ¨Profesor, es el Señor Bagman quien quiere a Harry allí. Tienen que ir todos los campeones, parece que para hacerles fotos...¨

Harry habría dado cualquier cosa porque Colin se guardara esa última parte.

¨Muy bien, adelante, Potter, pero deja tus cosas. Al volver deberás probar los antídotos-¨

¨Eh, Profesor, el Señor Bagman me dijo que tiene que llevarse todas sus cosas...¨

¨¡Muy bien!¨ gruñó Snape, lanzando un pliego de pergaminos a la mesa. ¨¡Potter, llévate todas tus cosas y sal de mi vista!¨

Harry se echó la mochila al hombro y salió rápido de la mazmorra, resuelto a no mirar al grupo de Slytherin y sus insignias de ¨POTTER APESTA¨.

Colin comenzó a parlotear en cuanto cerraron la puerta del aula y durante todo el camino, y aunque Harry realmente no quería charlar con él como si realmente quisiera competir, logró sacar en claro que las fotos eran para El Profeta.

Maravilloso.

Colin le deseó suerte y se fue corriendo, dejando a Harry a merced de los lobos.

Era un aula pequeña, vacía de todos los pupitres menos tres, cubiertos por un terciopelo y empujados cerca de un pizarrón. En uno de ellos, Ludo Bagman hablaba con una bruja que Harry no conocía, con un vestido fucsia y que era lo más cercano a una versión femenina de Lockhart que Harry había visto en su vida, con el pelo rubio en rulos de querubín, la boca y las mejillas rojas y gafas de carey con joyas.

En el cuarto ya estaban Fleur, Cedric y Viktor Krum, los dos primeros hablando animadamente y el último en la esquina, silencioso y taciturno como siempre. Completaba el cuadro un mago de negro y barrigón que cargaba una gran cámara y que no le quitaba la vista de encima a Fleur y su pelo de platino.

Harry hizo una mueca, pero antes de que pudiera decirle algo a la chica Ludo lo tomó del brazo, le explicó que la revisión de varitas tendría que esperar a que se presentaran Solace y su director, le presentó a la bruja como Rita Skeeter y esta se lo llevó al armario de la limpieza.

¨Entonces, Harry.¨ dijo ella, sonriendo de par en par, como si su máxima meta en la vida fuera estar sentada encima de una caja de productos de limpieza junto a un adolescente de catorce años. ¨¿No te importa que use una pluma a vuelapluma?¨

¨¿Una qué?¨

Del bolso de cocodrilo sacó una larga pluma de pavo real y un cuaderno, y ante los ojos de Harry la puma y la libreta se elevaron solas, como si alguien invisible las estuviera sosteniendo.

¨¡Divino! A ver: probando, soy Rita Skeeter, periodista de El Profeta.¨ al tiempo que la bruja hablaba, la pluma se movía en el aire, más rápido de lo que incluso Hermione podría tomar apuntes.

Pero cuando Harry se asomó a ver qué estaba escrito, alcanzó a distinguir entre la cursiva la atractiva periodista de El Profeta, Rita Skeeter, de cuarenta y tres años…

¨Divino.¨ aprobó la mujer.

Luego comenzó a entrevistar a Harry.

Cada cosa que Harry respondía era tergiversado por la pluma de una manera grotesca, aumentando aún más la frustración de Harry.

¨¿Cómo crees que se sentirían tus padres de saber que te presentaste? ¿Orgullosos? ¿Preocupados?¨

Eso de verdad enojó a Harry. ¿Cómo quería ella que supiera qué pensarían sus padres? No los recordaba, estaban muertos. ¿Tendría que deletrearlo?

Y luego leyó lo que la pluma estaba escribiendo.

¨¡Yo no tengo lágrimas en los ojos!¨ dijo, casi gritando.

Dumledore eligió ese momento para abrir la puerta del armario de golpe.

Harry se preguntó cómo luciría aquello para el mago anciano: una bruja de mediana edad encerrada con un adolescente enfadado, y una pluma voladora al lado de su cabeza.

Sólo que, de un rápido vistazo, Harry notó que ni la pluma ni la librea estaban a la vista, presumiblemente escondidas en el bolso de cocodrilo en el preciso instante en que Dumbledore los encontró.

¨¡Albus!¨ chilló la mujer, con voz cantarina. Se había manchado los dientes con pintalabios. ¨¿Cómo estás? Espero que hayas leído mi artículo de la Confederación...¨

Dumbledore, nada impresionado, cortó la conversación con la mujer luego de llamarla maleducada, y arrastró a Harry hasta el aula, para inmenso alivio del muchacho.

La habitación ya estaba mucho más llena que antes, principalmente porque ahora contenía a unas seis personas más, dos de las cuales eran una giganta y un centauro. Casi no podías avanzar sin pisar el pie de alguien, por lo que Harry decidió copiar a Viktor e ir a la esquina.

Los pupitres resultaron ser la mesa del tribunal, lugar donde Ludo parloteaba alegremente con un Crouch de aspecto compungido. Karkarov y Madame Maxime también estaban allí, esta última hablando en un rápido francés con Fleur, que le tomaba las manos y le daba la espalda al mago de la cámara.

Aparte de Dumbledore, que estaba ocupado hablando con Ollivander, el anciano fabricante de varitas de Diagon Alley, sólo faltaba Quirón en la mesa de los jueces.

El centauro y su estudiante estaban un poco alejados de todos, ambos hablando en lo que Harry estaba empezando a identificar como griego.

Solace no se veía muy bien. En el desayuno no había podido verle la cara, pero ahora que podía hacerlo, parecía enfermo. Extrañamente pálido, las pecas se le notaban más que en los otros días, y tenía ojeras comparables a las que lucía Hermione en periodo de exámenes.

Lucía recién salido de la ducha, con el pelo rubio aún húmedo y ropa que claramente estaba limpia pero descuidada. Sus ojos azules, que en Halloween le habían parecido intensos y pacíficos, ahora parecían simplemente agotados.

¨¿Qué crees que les pasó a todos?¨ preguntó una voz en el lado izquierdo de Harry, haciéndolo saltar.

Era Cedric.

Tenía una expresión de curiosidad cómplice, como si chismear sobre estudiantes extranjeros con chicos apenas conocidos fuera algo común.

¨Uh, ¿Tal vez se enfermaron?¨ dijo Harry, inseguro. ¨Tal vez es una gripe, o algo así.¨

¿Porqué estaba inseguro? Vamos, sólo era Cedric, un amigable Hufflepuff que jugaba al quidditch como buscador, igual que él. Un agradable y guapo Hufflepuff, con ojos bonitos y pelo agradable y-

Cedric hizo un ruidito de acuerdo, se encogió de hombros y le dio un codazo suave a Harry, indicándole que hiciera un espacio para Solace, que acudía con el resto de los campeones al tiempo que su maestro marchaba a sentarse con los otros jueces… bueno, no sentarse, pero a estar en la misma mesa.

(Harry se preguntó si los centauros dormían de pie, pero a riesgo de parecer maleducado, se lo calló.)

A partir de allí todo marchó más o menos rápido: Dumbledore presentó a Ollivander a todos los extranjeros, y este comenzó a comprobar las varitas.

Comenzó con Fleur por ser la única chica (¡Si era veela! Bueno, un cuarto de veela), y de su elegante varita produjo una lluvia de chispas doradas y luego un ramo de rosas amarillas, que le entregó a la chica junto a su varita.

Luego le tocó el turno a Cedric, cuya varita resultó tener un núcleo de pelo de unicornio. Cuando Ollivander les contó sobre casi ser atravesado por el cuerno del unicornio al cortarle la cola, Solace dejó escapar una risita que se apresuró a contener con ambas manos, y miró a su maestro con picardía.

¨Puedo entender a ese unicornio.¨ dijo Quirón, sacando una carcajada de buena parte de los presentes.

Ollivander terminó, riéndose, la revisión de la varita de Cedric y se la entregó junto a un montón de círculos de humo plateados, antes de pasar a revisar la de Krum.

Harry notó de inmediato cierto recelo de parte de Ollivander a la varita y su fabricante, aunque no fue nada más que amable en cuanto a su revisión. Hizo salir de la punta un montón de pajaritos y se la entregó al chico encorvado antes de pedir la varita de Harry.

Para Harry no tenía secretos: acebo, veintiocho centímetros y una única pluma de cola de fénix. Harry sabía que aquel fénix tenía otra pluma, pero que dicha gemela estaba en manos de Voldemort.

Ollivander examinó su varita con entusiasmo, por suerte guardándose para sí los detalles de su parentesco. La declaró apta cuando salió de la punta un chorro de vino, se la devolvió a Harry y luego le pidió la suya a Solace.

Sólo que Solace no entregó nada. Su rostro cansado se contrajo en una mueca de incomodidad y se llevó una mano directa al collar de cuentas.

¨Eh, yo no ocupo varita.¨ dijo, con un encogimiento de hombros nervioso.

Por el rabillo del ojo, Harry notó a Skeeter encorvándose hacia adelante, con la pluma a vuelapluma escribiendo furiosamente sobre su libreta.

¨¿Puedes repetir eso, querido?¨ preguntó la mujer desde detrás: Solace se volteó a ella, pero Quirón le llamó la atención con un coceo y el chico se volvió automáticamente a su maestro.

Dumbledore carraspeó.

¨¿Estas seguro que no deseas participar con una varita? No dudo que tu magia sin varita sea excelente, pero siendo tan joven tal vez quieras tener esa seguridad.¨ dijo Dumbledore. Solace negó con la cabeza, pero fue Quirón quien habló.

¨En mi escuela no solemos hacer a los niños usar varitas; algunos de ellos las utilizan, pero son una excepción.¨

¨¡Fantástico!¨ soltó Bagman, rebotando como un niño en navidad. ¨¿Cómo logran canalizar la magia siendo tan jóvenes? ¿Acaso por eso reciben estudiantes tan pequeños, para acostumbrarlos a la magia sin varita desde que comienzan a manifestarla? ¿Es algún nuevo sistema educativo de vanguardia?¨

Harry parpadeó.

Cuando no hablaba de quidditch o del torneo, Bagman podía hacer preguntas algo inteligentes.

Cedric, Fleur y Krum, como el propio Harry, lucían distintos niveles de impresión y un pequeñísimo aire de respeto hacia el concursante americano y toda la escuela de la cual venía, mientras que los directores de Durmstrang y Beauxbatons estaban muy quietos y observaban a Solace con renovado interés, como si aquel chico agotado y de jeans parcheados fuera una nueva amenaza incalculable.

¨Bueno, bueno, no agobies a Quirón, Ludo.¨ dijo Dumbledore, dando golpecitos al hombro del jefe de deportes mágicos. ¨¿Estas seguro que no deseas presentar nada?¨

Solace titubeó.

¨¿Podré entrar con algo de apoyo?¨

Fleur y Madame Maxime resoplaron en lo que Harry supuso era un bufido en francés.

¨¿Que tipo de apoyo?¨ preguntó Dumbledore, con un brillo de curiosidad.

Solace miró a Quirón, que asintió suavemente.

¨Soy arquero, quiero entrar con mi arco y carcaj.¨

Harry creyó que era una broma.

Cedric también, a juzgar por la tos con la que ahogó una risa.

Pero no parecía una broma, no con la seriedad con la que Solace hablaba.

¨Eh, ¿Hablas en serio?¨ preguntó Bagman.

Y lo hacía, chico, lo hacía.

Harry y los demás tuvieron que quedarse mientras los seis jueces discutían si dejarían a Solace participar con armamento muggle, cosa que terminaron teniendo que aceptar: al parecer, en la antigüedad era común que los participantes entraran con todo tipo de armas a la arena, incluyendo un caso de una chica de Beauxbatons que, en 1795, compitió con un fusil de balloneta desafilada que, presumía, participó en la Toma de la Bastilla.

La regulación sólo reglamentaba el uso de un elemento mágico por persona, que por descontado, era la varita.

Técnicamente los otros cuatro campeones podrían utilizar armas muggles… sólo técnicamente, ya que ni la furiosa Madame Maxime ni el desagradable Karkarov querían acercarse a algo que fuera muggle. De Cedric no sabía, pero Harry, realmente, se sentía bastante más confiado en sus aptitudes mágicas que en cualquier espada que pudiera robarle a una armadura en el castillo, y eso ya era mucho decir, considerando que ni siquiera confiaba en sus habilidades mágicas.

La sesión de fotos fue, luego de esa discusión, bastante incómoda: Rita quería a Harry delante de todos los otros campeones, luchando con el deseo de su camarógrafo, que quería a Fleur al centro de los chicos. Para más remate, ni Madame Maxime ni Quirón cabían enteros en la foto, y terminaron improvisando una curiosa plataforma para dejar al centauro unos cuantos centímetros más abajo, mientras que la giganta tuvo que sentarse mientras los demás permanecían de pie.

Luego Rita insistió en sacar fotos de cada competidor de forma individual, corrigiendo la postura de Krum de forma insistente y casi maquillando a Solace bajo la excusa de ¨¡Pero muchacho, mira esas ojeras!¨

La sesión terminó justo a tiempo para la cena, y Harry se escabulló al Gran Comedor en cuanto Dumbledore los despidió a todos. Hermione no estaba por ningún lado, así que el chico supuso que debía seguir en la enfermería.

Cenó solo, entre un grupo de risueños Gryffindor y un grupo de americanos algo más habladores que en la mañana. Por primera vez Solace no estaba en la mesa de Gryffindor: Pace, Blackstone, Markowitz, Yang, di Angelo, Solace y un bulto que presumiblemente era el tal Clovis estaban en la mesa de Ravenclaw, con las cabezas juntas y fragmentos de griego escapándose de su conversación.

Decidió pasar a ver a Hermione antes de ir a dormir, calculando unos cuarenta minutos antes del toque de queda. Se colgó la mochila y salió del comedor, apretando los dientes ante los murmullos y risitas de un grupo de Slytherins y sus relucientes prendedores.

Tuvo suerte: Madame Pomfrey, usualmente bastante estricta y a quien solía visitar unas cuantas veces al año por su propensión a los problemas, lo dejó entrar a ver a su amiga.

¨Diez minutos¨ dijo enérgica, empujando un carrito lleno hasta el borde de plantas de aspecto desagradable. ¨¡Y mucho cuidado con decirle algo! La pobrecita casi se atraviesa el cuello con sus propios dientes.¨

Harry sabía que la enfermera de la escuela solía exagerar, pero soltó un suspiro de alivio cuando comprobó por su propia cuenta que Hermione, de hecho, no tenía un agujero en la garganta.

La chica estaba en su bata de dormir, con las mantas hasta la cintura y un libro de aspecto polvoriento en el regazo. Tenía el pelo hecho un moño (probablemente por Madame Pomfrey) y, cuando sonrió, todos sus dientes tenían el mismo tamaño.

¨¡Harry, que gusto verte!¨ exclamó la chica luego del abrazo que este le dio. ¨¿Qué haces por aquí?¨

¨¿No puedo visitar a una amiga?¨

¨Bueno, si, pero no creí que vinieras tan tarde.¨

Harry frunció el ceño.

Hermione suspiró.

¨Oh, está bien, cuéntame.¨

Harry negó con la cabeza.

¨No, no, eso puede esperar. ¿Cómo te sientes tu? ¿Cómo te arreglaron los dientes?¨ preguntó, intentando centrar toda la conversación en Hermione. Ella parecía sospechosa, pero ante la insistencia de Harry terminó contándole que había sido realmente fácil: Madame Pomfrey le dio un tónico encogedor y un espejo, y la chica sólo tuvo que decir basta cuando llegaron al tamaño correcto.

¨Pero me pasé un poco, ¿No lo notas?¨ la chica sonrió de nuevo, y Harry notó que, en efecto, sus paletas ya no eran tan grandes como antes. ¨Siempre quise que fueran más pequeñas, pero mis padres son dentistas, ¿Recuerdas? Jamás aceptarían limarme los dientes para hacerlos más pequeños… pero para eso está la magia, ¿No?¨

Siguieron hablando hasta que la enfermera sacó a Harry físicamente de la enfermería, y se prometieron encontrarse al desayuno.

La visita a su amiga le dio algo de paz a Harry, pero llegó a su dormitorio y Ron casi escupió al decirle que tenía una lechuza.

Era una carta de Sirius, dándole indicaciones para hablar en secreto.

Debería sentirse feliz, pero en la soledad de su dormitorio compartido, no lo estaba.


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