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Bienvenido a casa por Wan chan

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Notas del capitulo:

Advertencia: el siguiente fanfic contiene temas que no deben ser romantizados o tomados a la ligera.

Shizuka Kawai pensaba en su vida.

Era una joven estudiante de 15 años, sus notas en la escuela eran regulares, tenía unas cuantas amigas que trabajaban con ella en una pequeña cafetería como meseras, tenía un lindo y atento novio que se preocupaba por ella, y su madre, aunque era sobreprotectora, la cuidaba con amor.

¿Su único defecto como persona? De pequeña le habían diagnosticado una enfermedad en sus ojos que pudo haberla dejado ciega, pero que había mejorado con el paso de los años y ahora ya estaba bien; pero todos a su alrededor aun la protegían demasiado.

Suspiró.

Por la ventana se lograba ver un hermoso día, pero ella estaba encerrada en una habitación.

La puerta se abrió de repente y de ella entró un chico rubio con una enorme sonrisa, en sus manos llevaba una bandeja con la comida.

— Es malo saltarse el desayuno Shizuka, las jovencitas como tú tienen que comer para poder crecer sanas y fuertes — dijo el rubio.

— Quiero irme a casa — contestó ella.

El chico dejó la bandeja en la mesita de noche y se llevó la del desayuno. Antes de salir se volteó y le dedicó una sonrisa amable.

— Seto traerá curry para cenar, me gustaría que nos acompañaras — dijo antes de cerrar la puerta.

Shizuka pegó sus piernas a su pecho, abrazándolas.

Había estado secuestrada por al menos dos meses, lo sabía por su ciclo menstrual.

Había salido una noche de su trabajo, prefirió irse a casa que acompañar a sus amigas a un karaoke, y en un abrir y cerrar de ojos alguien aprovecho su soledad y se la llevaron.

Desde que abrió los ojos en esa habitación supo que sería difícil que la encontraran.

Al mirar por la ventana no reconocía el barrio, en todo el día no veía pasar a alguna persona por la calle, por más que gritara nadie parecía escucharla, el vidrio de la ventana era resistente y para rematar, afuera de su ventana había barrotes de metal.

Estaba encerrada.

Sin embargo, lo que más le extrañaba era el chico rubio y el otro de cabello castaño.

Sabía sus nombres.

Katsuya Jounouchi era el rubio. Conocía un poco de su existencia por el par de veces que se anunció su desaparición en las noticias locales, el chico era de su barrio y siempre le pareció alguien noble, pero con malas amistades.

El otro era Seto Kaiba, y prácticamente para Shizuka era un completo desconocido.

Para su fortuna no estaba encerrada en esa habitación, tenía completa libertad adentro de la casa, y gracias a eso conocía la rutina de ambos.

Compartían habitación, desayunaban juntos, platicaban y cuando eran las 8 en punto, Kaiba salía al trabajo –lo intuía por el traje tan formal que usaba-.

Jounouchi se quedaba a hacer los quehaceres de la casa, manteniéndola limpia como una casita de muñecas, después se dedicaba a jugar, y en la noche se disponía a hacer de cenar; aunque una vez a la semana, Kaiba compraba la cena.

Durante su estancia nada le había faltado: comida, agua, un lugar exclusivo para ella en donde dormir, su propio espacio personal, baño, ropa, cosas para su higiene personal e incluso zapatos –aunque adentro de la casa no pueda usarlos -.

Sin embargo, nada de eso se comparaba con su vida ya conocida.

Secuestro era un secuestro después de todo, y no importa lo buenas personas que se comportaran con ella, nada iba a cambiar ese hecho.

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Al término de la cena Jounouchi le hizo quedarse un momento más.

— ¿Qué quieres? — soltó Shizuka con un tono de voz entre irritado e indiferente.

— Me preguntaba si querías algo en específico — dijo Katsuya, — eres una chica y pensé que podrías querer algo de maquillaje y esas cosas —.

— Irme a casa — espetó antes de subir las escaleras.

Su naturaleza siempre fue ser amable y comprensible, alguien en quien apoyarse y ayudar si se le necesitaba; pero ahora tenía que comportarse de manera contraria, era su manera de “defenderse” de ambos.

Al estar sola decidió tomar una ducha, el agua caliente le relajaba los músculos tensos en su espalda.

Salió del agua y al mirar su reflejo en el espejo del baño pudo darse cuenta de lo cuan resecos estaban sus labios.

Después de su tiempo a solas y vestirse para ir a dormir, se topó con ambos chicos en el pasillo.

Ella solo les dedicó una rápida mirada, pero antes de entrar a su habitación, habló.

— Me gustaría un humectante para labios —.

Cerró la puerta después de eso, por lo que no había visto la reacción tan positiva de Jounouchi ante sus palabras.

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Dos días después, Jounouchi estaba en su habitación con unas cuantas bolsas del centro comercial.

La palabra sorprendida se quedaba corta ante lo que sentía en ese momento.

Kaiba no solo le compró el humectante para labios, también mascarillas, cremas y exfoliantes para el rostro.

Shizuka nunca fue súper fanática de la limpieza del rostro, pero sabía que el precio de cada uno de esos productos no eran nada baratos, y menos en donde Kaiba los había comprado.

— Espero te gusten — habló Katsuya, sacándola de su repentino trance, — investigue un poco y al parecer esto es lo que usan muchas chicas para tener una piel bonita —.

— ¿Kaiba compró todo esto él solo? —.

— ¿Quién más? Yo no salgo tanto de casa —.

En ese momento Shizuka se dio cuenta de ese hecho tan obvio. Nunca había visto a Jounouchi alejarse solo tanto de casa, lo más lejos que llega es a la esquina a dejar las bolsas de basura, y prácticamente regresa corriendo.

— Jounouchi, ¿te gusta vivir aquí? — preguntó con suma curiosidad.

Había visto la buena dinámica entre ambos, pero todo eso podía ser actuado. Kaiba podría estar forzando a Katsuya a una relación.

En su cabeza aun pasaban las pocas veces que el rubio salía en las noticias, había visto con sus propios ojos como el señor Jounouchi salía todos los días a buscar a su hijo, a preguntar a cada persona si lo habían visto mientras mostraba una foto dañada por tanto tiempo de ser sostenida.

Sin embargo, el rostro de su contrario demostró una expresión que ella solo había tenido con su novio, una expresión de enamorado.

— Amo vivir aquí. Seto es quien me ha dado un lugar donde vivir y puedo sentirme seguro y amado — contestó.

Shizuka negó con la cabeza.

— Tu padre te estuvo buscando por meses —.

El rostro de Katsuya trató de no cambiar, de mantener la sonrisa amable, pero el simple hecho de que le recordaran eso le hizo ponerse tenso.

— Él no me quería —.

— Pero yo misma lo vi, buscándote día tras día —.

Jounouchi no contestó, su sonrisa desapareció de golpe y con fuerza se levantó de la cama. Caminó a grandes pasos hasta la puerta, tomó el picaporte para abrirla y cerrarla con un fuerte azote.

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Un cólico le hizo doblarse del dolor, podía sentir claramente todo adentro de ella. Lo odiaba, odiaba completamente esa horrible sensación de que algo se le salía sin que ella lo quisiera, odiaba sentirse triste y enojada, odiaba sentirse débil, pero odiaba más los dolores repentinos.

Katsuya entró y dejó un vaso de agua y una pastilla para el dolor en la mesita de noche. Acarició los castaños cabellos de Shizuka y después la acercó una compresa caliente.

— ¿Quieres un té? — Jounouchi preguntó lo más amable que pudo.

— Quiero quitarme el útero — contestó.

Una suave risita pasó por los labios del rubio, se retiró para regresar en media hora con un par de tazas con té.

Shizuka lo agradeció en silencio mientras se acomodaba en la cama y tomaba con cuidado su taza.

— Disculpa por azotar la puerta hace unos días —.

La chica simplemente le miró, tenía dudas, pero no sabía si era el momento de preguntarlas.

— Sé lo que se siente estar en un lugar desconocido y no saber que pasa afuera —.

Shizuka frunció el entrecejo, el té olía delicioso, pero al probarlo se le hacía difícil tragarlo por la sensación de inquietud que tiene.

— Entonces ¿él te secuestró? — soltó su primera pregunta, tanteando el terreno.

— Sí — ante la respuesta ella mostró un rostro sorprendido, — en un principio también estaba igual que tú, a la defensiva y mostrando claramente mi descontento —.

Hubo un breve momento de silencio en lo que ambos bebían de sus tazas.

— Pero me di cuenta de que, si me iba de este lugar, me encontraría completamente solo —.

Un segundo silencio se formó entre ambos, quien se encargó de romperlo fue Shizuka.

— Tu padre te buscaba — volvió a decir ella.

Jounouchi le sonrió, dejó su taza en la mesita de noche y buscó un cepillo en el tocador para cepillar el cabello de Shizuka mientras hablaba. Katsuya le hizo darle la espalda para poder tener completo acceso a su cabello.

— Mi padre de seguro me buscaba porque yo era quien le mantenía su vicio — inició a hablar mientras cepillaba, — Estoy seguro que tú sabes acerca del problema que tenía con el alcohol. No era un secreto después de todo. Yo tenía un trabajo de medio tiempo, me juntaba con una pandilla y todas las noches tenía que soportar los malos tratos de mi padre —.

No podía negar nada de lo que Jounouchi le decía, en más de una ocasión vio al señor Jounouchi perdido en el alcohol en alguna esquina del barrio.

En general, para su madre, la familia Jounouchi era el ejemplo de lo que no se debía de hacer.

Una mujer debe de quedarse con su esposo y atenderlo” decían su madre y su tía mientras argumentaban como debía ser una buena esposa, tomando el ejemplo de la madre de Katsuya quien se fue al no soportar el alcoholismo de su esposo.

Un hombre debe de proveer a la casa teniendo un trabajo estable, y ser el ejemplo de sus hijos” dijo en alguna ocasión su madre mientras veían al señor Jounouchi apenas estar de pie debido a lo ebrio que estaba.

Aprende a juntarte con gente de mejor clase, no querrás terminar como ese” señalaba su madre a Katsuya quien reía junto a sus camaradas de pandilla mientras fumaba un cigarrillo.

— Lo sé — contestó Shizuka.

Katsuya sonrió al saberse escuchado. Con un mejor ánimo continuó hablando.

— Estaba cansado de esa vida — suspiró. — ¿Sabes? El ultimo recuerdo que tengo de mi padre y yo hablando, fue la noche que “desaparecí”; le dije que estaba harto de él y de su vicio, que se buscara a alguien más que lo mantuviera —.

Shizuka no entendía el largo silencio que hizo Jounouchi, pero seguía cepillando su cabello, así que suponía estaba buscando las palabras menos dolorosas.

—Él… me arrojó una botella de cerveza, la arrojó con tanta fuerza que me abrió la cabeza — su tono de voz flaqueo un momento, pero respiró profundo antes de continuar. —Me fui de casa, supongo que él pensó que regresaría en cualquier momento, pero yo estaba demasiado molesto para siquiera pensar en regresar —.

— Que cruel — susurró Shizuka.

—En algún punto de mi caminata perdí la conciencia, y lo siguiente que vi fue una habitación que jamás había visto. Un chico de cabello castaño y ojos azules atendía mi herida —.

— ¿Kaiba? —.

Una risita escapó de los labios de Katsuya.

— Sí. Pensé que era algún buen samaritano, pero cuando no me dejo salir pensé lo peor. Con el tiempo que me obligo a quedarme aquí, y lo que tuve para reflexionar, me di cuenta que no tenía a donde ir y él se preocupaba de alguna manera por mí —.

Jounouchi terminó de cepillar el cabello, veía como la expresión de dolor y malestar en el rostro de la chica desaparecía por completo y eso le puso feliz.

— Te obligó a quedarte aquí en contra de tu voluntad, ¿Cómo puedes decir que esa es preocupación? Eso es secuestro —.

— Lo sé — la respuesta sí que sorprendió a Shizuka, — pero un día que pude salir de esta casa, me di cuenta de algo —.

— ¿De qué? —.

— Hace mucho frío afuera —.

Shizuka frunció el entrecejo, eso no tenía nada de sentido para ella.

Alejó con calma las manos de Katsuya de sus cabellos y mirando al suelo simplemente empezó a hablar.

— Pero a mí me espera mi madre, mis amigas y mi novio —.

Cuando alzó la vista, el rostro de Jounouchi expresaba preocupación y compasión, también algo de tristeza.

Él no dijo nada y simplemente salió de la habitación en silencio.

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Un domingo por la tarde-noche era lo más aburrido en esa casa.

Podría estar viendo a Katsuya jugar o Kaiba podría leerles algo en voz alta, pero ambos habían hecho planes para salir ese día a conseguir los víveres de la semana.

Antes de que ambos se fueran, Jounouchi llamó a Shizuka al comedor.

— Yo no pedí nada — dijo ella.

— Es un obsequio que quiero darte. No es mucho, pero estoy seguro que esto te hará feliz —.

Antes de irse, Jounouchi le dio un fuerte abrazo a Shizuka, ambos dejándola en la puerta principal y cerrando con llave la entrada, no sin antes mencionar un “nos vamos”.

Una vez solos en el auto, Jounouchi tenía una expresión triste.

— ¿Es lo correcto? — preguntó con la voz temblándole.

— Cualquier cosa puede pasar — contestó Kaiba. — Puede regresar a casa y hacer como que nada pasó, puede denunciarnos, puede quedarse o puede que se dé cuenta de que su alrededor no era tan rosa como ella lo recordaba —.

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En cuanto Shizuka dejó de escuchar el motor de automóvil de Kaiba, quitó el envoltorio del obsequio de Katsuya. Encontró una pequeña caja y al abrirla se topó con unos cuantos yenes.

¿Cómo pretendía ese rubio que se gastara el dinero?

Pero al sacar el dinero escuchó el sonido de algo metálico golpeando el suelo. Al buscar el objeto sus ojos se toparon con una llave.

Incrédula, puso la llave en la cerradura de la puerta principal y al girarla escuchó el característico clic que hace al abrirse. Empujó suavemente con una mano la puerta y frente a ella el paisaje de una calle desierta se extendía.

Corrió hasta la habitación que había usado todo este tiempo, tomó un par de zapatos y un abrigo, con la misma velocidad bajó y se calzó para poder huir de esa casa.

Quería ver a su madre, a sus amigas y a su novio.

Así que corrió cuanto sus energías la dejaron, y el resto del camino hasta la estación de trenes lo hizo caminando.

Miró el mapa de la estación y por la hora y el tiempo del recorrido del tren supo que podría encontrarse primero con sus amigas.

Su viaje fue ciertamente tranquilo, con excepción de los susurros y miradas fugaces que algunas personas lanzaban.

Al llegar a su estación, caminó a un ritmo rápido, ansiaba llegar con sus amigas.

Shizuka decidió esperar a la salida de sus amigas por la puerta de servicio, que estaba en un callejón.

No faltaba mucho, pero necesitaba reponer energías, por lo que sentarse a un lado del contenedor de basura no le pareció mala idea.

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Era la segunda vez que se quedaba dormida.

Los domingos cerraban a las ocho, pero al no tener como saber la hora, tuvo que esperar por un largo rato.

El sonido de la puerta metálica le hizo recobrar sus sentidos, aunque aún se sentía adormilada.

Las inconfundibles risas de sus amigas llenaron el vacío callejón, pero antes de que Shizuka pudiera llamar su atención, una de ellas calló al resto mientras contestaba una llamada.

— Claro, ahí te veo. Bye~ —.

Un breve silencio y después las tres chicas explotaron en risas.

— No puedo creer que ese tipo se olvidara tan fácil de Shizuka — dijo una.

— ¿Olvidarla? Nuestra amiga le ha está haciendo “favorcitos” a Otogi desde que estaba saliendo con Shizuka —.

El pecho de Shizuka dolió de repente. La impotencia que sentía y la presión en el mismo le provocaron náuseas y un fuerte dolor de cabeza.

¿Otogi la había estado engañando desde hace tiempo? ¿Simplemente por no querer tener sexo con él?

Shizuka quería levantarse, pedir explicaciones, pero sus piernas no respondían.

— No pude perder mi oportunidad cuando la vi — dijo orgullosa.

— ¿Entonces están saliendo? —.

— No, digamos que solo somos amigos con beneficios —.

— ¿Qué harás cuando encuentren a Shizuka? —.

Un bufido salió de la primera chica, moviendo su mano de un lado a otro en señal hacer menos el tema.

— Tienen meses buscándola, ni su madre se está ocupando de eso —.

Aquello llamó la atención de Shizuka, ¿Qué quería decir con eso? Necesitaba respuestas.

Afortunadamente una de las chicas parecía leerle la mente.

— Pero su madre hizo una campaña, recaudó fondos. ¿Qué pasó? —.

— Te fuiste dos meses a Estados Unidos, no un maldito año — se quejó la primera chica, — pero por ser tú, te contaré —.

La pequeña pausa que hizo para guardar su celular se le hizo eterna a Shizuka.

— La señora se hizo con el dinero. Las cantidades de dinero recaudado no se justificaban solo sacando impresiones de pequeños carteles de “se busca”. De repente se veía por la calle con una que otra prenda de marca, bolsas o cosas caras. Todos se dieron cuenta de su pequeña estafa y por eso dejaron de ayudarla —.

Las lágrimas comenzaron a brotar de los ojos de Shizuka, realmente la habían buscado, pero su madre prefirió el dinero sobre ella.

— Que horrible —.

— Si bueno, por mi parte al fin tengo a Otogi para mí, y su madre una deuda por no pagar sus gustos caros. Cada quien se destruye como quiere —.

La conversación terminó y Shizuka estaba completamente devastada.

¿Qué se supone que debería de hacer ahora?

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Con suerte, alcanzó el último tren.

Estaba tan perdida en su mente que sus pies la llevaron de regreso al barrio de donde había escapado; pero en vez de regresar a alguna casa, terminó en un pequeño parque, debajo de uno de los juegos.

No era nada cálido, pero al menos tenía algo que le cubriera la cabeza.

Ahora se encontraba ahí, acostada en posición fetal debajo de un juego, tratando que su cabello no tocara la arena del suelo.

Jounouchi tenía razón, hacía demasiado frio afuera.

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Lo que la despertó fue la incomodidad en sus piernas, las sintió tensas después de estar toda la noche en ese reducido espacio.

Al salir del juego el sol apenas y se asomaba.

A pesar de ser verano, la noche se sintió demasiado fría, para su suerte, tenía ese suéter que le había regalado Kaiba en alguna ocasión.

Suspiró.

El reloj del parque marcaba las siete con diez, así que tenía tiempo de llegar a casa para verlos a ambos.

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Estaban por terminar el desayuno cuando la puerta principal se abrió, dejando ver el deplorable aspecto de Shizuka.

Jounouchi se puso de pie, y ella esperaba una mirada de represalia o un “te lo dije”, en cambio, recibió la mirada más preocupada del mundo y un abrazo tan cálido que sus ojos soltaron lagrimas a mares.

Shizuka lloró.

Lloró el que su novio la estuviera engañando desde siempre, que sus amigas fueran hipócritas con ella y que su madre la cambiara por dinero y cosas de lujo.

— Ve a bañarte para que puedas desayunar con nosotros — dijo Jounouchi.

En ese momento se dio cuenta que él también estuvo llorando junto con ella.

Acató la pequeña orden, y terminó compartiendo mesa con ambos.

Jounouchi parecía decir tonterías y Shizuka reaccionaba con risitas o sintiendo con la cabeza cuando tenía comida en la boca.

— Parecen hermanos — dijo Kaiba.

Shizuka sonrió amablemente y solo dijo —Porque lo somos —.

El rostro de Jounouchi se iluminó y eso le gustó a Kaiba; vivía prácticamente para hacer feliz a su rubio novio.

A las ocho en punto Kaiba se levantaba de la mesa para irse al trabajo, justo en la entrada se entretuvo poniéndose los zapatos, por lo que no vio cuando Katsuya le susurró algo a Shizuka.

— Me voy — anunció el castaño.

Y antes de que pudiera salir de la casa, la presencia de ambos chicos llamó su atención.

Los dos sonrieron y con entusiasmo solo dijeron al unísono: — Que te vaya bien —.

Notas finales:

He estado tratando de hacer la secuela de este fanfic con la perspectiva de Kaiba y sus motivos para secuestrar a Jounouchi… ¡PERO! Cuando estaba escribiendo ese interminable capitulo (puro borrar y reiniciar con ese cap, en serio), se me terminó ocurriendo este… la verdad ni yo supe porque, pero aquí está.

Recordemos: no romanticemos el síndrome de Estocolmo, está en el DSM-5, y si sale ahí es porque es una ENFERMEDAD. O romanticemos el secuestro, eso está maaaaaaal. Por lo que solo me queda decir, este fanfic es ficción y no debe ser tomado como una guía para relación de pareja.

Quiéranse y saludos mil :3

Por cierto, por alguna razón se me ocurrió un capitulo extra para este fic (aparte del de Kaiba), por lo que se posiblemente terminen siendo 4 caps en total… PERO NO ESPEREN QUE SEA PRONTO, porque la verdad ni yo sabía que le iba a continuar así jajaja.


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