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Piromanía por RLangdon

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Recorrió impaciente cada aula, cada uno de los salones cercanos al fuego, solo para percatarse de que Menma no estaba en ninguno. Y lo peor de todo, él ya no toleraba la sensación rasposa en su garganta debido al humo inhalado.


-¿Menma?- regresó sobre sus pasos solo para revisar por última vez el salón central –y aparente fuente del incendio-, Menma tenía que estar ahí o por los alrededores, pero no tenía muchas alternativas para encontrarlo. Tampoco pensaba pedir ayuda siendo que su hermano no pertenecía al colegio. Inmediatamente lo señalarían como el responsable del incendio. Pero, aunque fuera cierto, Naruto no iba a abandonarlo, tenía que saber, asegurarse de que estaba bien, y sobre todas las cosas, que no fuera a cometer un acto mucho peor. -¿Me...?- tosió contra su antebrazo y volvió a cubrirse rápidamente con el cuello de la playera, imposibilitado para articular palabra alguna. Afortunadamente era el último salón que le quedaba por rectificar.


Dentro, gruesas llamaradas se izaban, trepando por los muros, intensificándose gracias a la madera vieja del escritorio. El calor era sofocante ahí. Asimismo el humo era mucho más denso.


Naruto trató de mirar por encima de las zigzagueantes flamas, el humo le impedía ver más allá de la segunda fila. Estaba ansioso, preocupado de que algo pudiera pasarle a su hermano. Era el único familiar que le quedaba, aun si su relación iba más allá del simple afecto.


-¡Menma!- gritó, descubriéndose una vez más la boca. Uno de los ventanales delanteros estalló muy cerca de donde él se encontraba. Naruto cerró los ojos, sintiendo una sutil punzada de dolor en la mejilla. Un grueso hilo de sangre descendió del pequeño corte provocado por uno de los fragmentos de cristal. A pesar de eso no retrocedió. Si no podía ver nada, tendría que entrar.


Se quitó la playera y la sostuvo sobre su nariz y boca, recorriendo el linóleo matizado de ceniza con la mirada, sopesando el hecho de que Menma hubiera perdido el conocimiento. Aún no se recuperaba del todo, ni siquiera había esperado a que lo dieran de alta en el hospital, y aquello lejos de aminorar la tensión, incrementaba el temor y angustia que padecía en esos momentos.


-¿Menma...?- justo cuando pretendía dar un paso al frente, fue devuelto hacia atrás por el firme tirón en su brazo derecho. Naruto trastabilló, se dio la vuelta y levantó de a poco la mirada, temiendo que se tratara de Iruka Sensei u otro de sus profesores. Pero la sorpresa fue aún mayor cuando se topó con el semblante contrariado del Uchiha. –Sasuke...


**


Volcó cada una de las butacas a su alcance, cerciorándose de que Naruto no estuviera atrapado en algún sitio. Acercarse al escritorio fue mucho más complicado, las llamaradas se expandían por doquier, sabía que tenía poco tiempo para hallar a Naruto. La piel le punzaba, sentía los músculos faciales tensos a causa de la incertidumbre, el temor de que le sucediera algo a Naruto por su culpa.


¿Por qué?


-Maldita sea- pateó con furia el escritorio y se alejó del fuego dando traspiés. Un crujido sobre él lo alertó segundos antes de que sucediera. Una de las vigas se desprendió, cayendo a escasos centímetros de donde él se encontraba.


Lo que anteriormente hubiera considerado un sublime paisaje, ahora no era más que un infierno lleno de temores, desesperación, remordimiento.


No debió haberse precipitado. No debió actuar de aquella manera impulsiva y estúpida sin asegurarse de que Naruto estaría a salvo. No obstante, recriminarse por ello, no iba a servir de nada. Tenía que darse prisa. El sonido de las sirenas circulaba por los alrededores, alertando de la llegada de los paramédicos y bomberos.


Menma salió corriendo hacia otro de los salones, recordando las palabras de aquel chico vago en torno a la ausencia de Naruto y el canalla al que quería erradicar.


-¡Naruto!


**


-¿Qué...quieres?- preguntó Naruto con evidente nerviosismo en su semblante. Hecho que no pasó desapercibido para el muchacho de cabello negro que lo miraba furibundo.


-¿Qué que quiero?- indagó, reprimiéndose de darle un buen golpe en su estúpido rostro aniñado. Le gustaba, Naruto realmente había conseguido despertar un interés en él que rayaba en lo obsesivo, sin embargo detestaba que, sin importar que hiciera, no le correspondería. No podría tenerlo del modo que quería, ni la advertencia había bastado para que Naruto se apartara del imbécil de su hermano.


Naruto se forzó a caminar junto a él, sintiendo el filo de navaja clavándose ligeramente en su costado. Todo estaba mal, pésimo, tenía que encontrar a Menma, al menos saber que estaba bien, lejos de ahí.


-Eres enfermo, ¿lo sabes?- el rubio no respondió al insulto, se limitó a dar los últimos pasos hacia el estacionamiento, obligándose a no volver la vista atrás. –No quieres entregarte a mí, y sin embargo disfrutas revolcándote con tu propio hermano...- Sasuke lo aferró aun mas a su cuerpo, sosteniéndolo de la cintura y manteniendo firme la navaja entre el agarre. No pensaba llegar hasta esos extremos, pero no había remedio. Se sentía demasiado frustrado, su orgullo debilitado a causa del inminente e insistente rechazo del Uzumaki. No lo soportaba, cualquiera aceptaría salir con él sin siquiera chistar, a Naruto en cambio le había dado varias oportunidades para que recapacitara y se diera cuenta de su error. Creyó erróneamente que Naruto se olvidaría de su estúpido hermano, y ahora, más que nunca, empezaba a aceptar la realidad. Tendría que deshacerse del obstáculo si quería conseguir algo de verdadero provecho. –Arrodíllate.


Apretando los labios con impotencia, Naruto negó en ademan. No quería humillarse de aquella manera, no frente a él. Sasuke ya había interferido demasiado entre ellos, siempre lograba colocarlo en una situación de la que no podía deslindarse por su cuenta, haciéndolo sentir culpable, mal, y seguro de que Menma lo odiaría por ello.


-¡Tobi ayuda!- exclamó el recién llegado, terminando de saltar la reja. Naruto se petrificó ante la presencia del segundo sujeto. Una imagen difusa cruzó su mente por fracción de segundos. Lo conocía, lo había visto antes. Cuando los atacaron en el callejón del cine.


No le cabía la menor duda de que Sasuke era una persona despreciable, un bastardo insensible que gustaba de hacer sufrir a los demás, al menos a él.


-No voy a hacerlo- advirtió, manteniendo firme la postura a pesar de sentir el frío metal hincándose levemente en su piel.


-Y encima me desafías- sonrió Sasuke con forzada ironía. -Eres un idiota.


-Yo diría que el idiota es alguien más- el filo letal se posó en su garganta. Sasuke abrió un poco más los ojos al reconocer la voz a sus espaldas. El rostro de Naruto se iluminó fugazmente.


-Menma.


-Olvídalo, Tobi- farfulló Menma, fijando la mirada en el aludido, viéndolo vacilar en acercarse o retroceder. 


Sasuke sonrió en aparente calma, pese a estar plenamente consciente de lo que aquel enfermo era capaz de hacer. Ya no albergaba vestigio alguno de duda en lo referente al incendio. Debía admitir que no lo esperaba todavía, creía que aun tendría tiempo suficiente para llevar a Naruto consigo a su casa y cumplir con su amenaza, demostrarle de una vez por todas que no estaba jugando. 


-Suéltalo- exigió Menma, afianzando el agarre de la navaja sobre la yugular, un movimiento y todo terminaría, pero no pensaba arriesgar a Naruto.


Conforme transcurrían los segundos, sentía la rabia crecer en su interior, tal y como el fuego se había expandido por toda el área. Aún así, pronto controlarían el fuego, sin embargo Menma no estaba seguro de ser capaz de controlarse lo suficiente. Ansiaba desgarrar esa pálida piel centímetro a centímetro, degollarlo, verlo derramar hasta la última gota de sangre en sus arterias.


-¿Y si no?- masculló Sasuke, hincando un poco más la navaja en el costado de Naruto. Este se quejó por lo bajo, experimentando un súbito ardor debajo de las costillas, justo donde una diminuta herida acababa de abrirse. Menma frunció el entrecejo, tensó la mandíbula y...recobró la compostura.


-Sasuke...- musitó Obito a modo de persuasión. El susodicho se mantuvo impasible, por dentro sentía su desenfrenado ritmo cardíaco acelerarse más y más con cada segundo.


Inexpresivo, Menma apartó la navaja, esperó un par de segundos, viendo detenidamente como el cuerpo del Uchiha se relajaba. Lo rodeó con lentitud, devolviendo la navaja a su bolsillo, mostrándose accesible a negociar.


Sasuke esbozó una sonrisa de entera arrogancia y satisfacción. Gesto que se desvaneció al recibir un firme golpe en el estómago que lo dejó completamente sin aire, aturdido y ensimismado.


Naruto se apartó rápidamente cuando Sasuke se desplomó en el suelo, sujetándose el estómago y tratando de recomponerse. Se acercó a Menma y lo abrazó con fuerza, apoyando su mejilla sobre su torso, cerrando los ojos para contener las lágrimas que amenazaban con salir de ellos. Estaba feliz al ver a su hermano bien, y ese sentimiento nadie podría arrebatárselo.


-¡Sasuke!- la máscara naranja tocó el suelo una vez que Obito corrió en dirección del aludido, ayudándolo a levantarse, sin estar consciente de haber perdido el único objeto que le permitía mantenerse en el anonimato.


Menma contempló cada movimiento efectuado por quien creía su camarada. Le repudiaba tanto el saber que se había dejado engañar tan fácilmente que, deseó matarlo en ese mismo momento.


Cuando Obito se levantó, apoyando el brazo de Sasuke sobre su hombro, su rostro quedó al descubierto.


-Así que era eso- murmuró Menma con laconia, centrándose en la enorme cicatriz que enmarcaba la mitad del rostro de Obito. Conocía ese tipo de cicatrices donde la piel se corrugaba, él mismo se había hecho algunas en los brazos cuando era más chico y no tenía un perfecto control sobre el fuego. Pero ahora era diferente.


-Mi...máscara- Obito se paralizó al notar su piel expuesta. Se sentía vulnerable, débil. Se apresuró a colocársela pero ya era tarde, Menma ya estaba al tanto de todo. A Obito le había tomado varios minutos armarse de valor para ir a ayudar a su primo, a sabiendas del noticiario que informaba sobre el incendio. Uno de los traumas de su niñez, uno que lo atormentaba día y noche. El mismo que terminó con su autoestima, convirtiéndolo en la persona que era actualmente.


Complacido, Menma sonrió, ni siquiera bajó la mirada para hurgar en su bolsillo trasero. Naruto se mantenía al tanto de todo, se sentía mas protegido con Menma y no se había separado de él en ningún momento, aún ansiaba pedirle perdón por haberlo desobedecido.


Alzó el pequeño frasco y se deshizo de la rosquilla. Sasuke soltó una maldición al ser rociado con aquel líquido oscuro. Obito lo dejó caer al percatarse de la sustancia que ahora impregnaba sus ropas. Sus ojos se desorbitaron por el miedo, pero ya era tarde. Ni siquiera se dio cuenta de en qué momento Menma había encendido el fosforo.


El calor le subió por el cuerpo, sensibilizando cada fibra del mismo, cada tejido y área circundante a las llamas que reptaban por su gabardina. Enseguida se arrojó al suelo, girando desesperado de un lado al otro, gritos de dolor morían en su irritada garganta.


-¡No!- Naruto estaba fuera de sí, en shock por aquel acto sin escrúpulos que estaba protagonizando su hermano. Consiguió arrebatarle la botella de gasolina a tiempo, evitando que Menma empeorara la situación al repetir sus acciones, esta vez con el muchacho que, sosteniéndose el estómago, les dirigía una mirada de rabia, un odio inconmensurable que corroía su ser.


El resto del espeso líquido negruzco se esparció por el suelo. Naruto se tensó al no ver movilidad de parte de Obito, quien había dejado de girar una vez que el fuego se había extinguido de sus prendas.


-Menma...- Naruto miró preocupado en derredor, aterrado de pensar que los atraparían en cualquier momento. Sin embargo este hecho pareció no importarle a Menma, quien más decidido que antes, se encaminó hacia el Uchiha restante, empuñando fuertemente las manos.


No se midió en lo más mínimo al arremeter el primer golpe que consiguió derribar una vez más a Sasuke. Ya en el suelo, no le dio tiempo a levantarse, se subió a horcajadas sobre él para continuar descargando toda la rabia que había estado conteniendo hasta ese momento.


Por su culpa, Naruto y él se habían distanciado.


Tomó impulso al hacer su brazo hacia atrás, lo golpeó con todas sus fuerzas. Una y otra vez, impactando su puño contra el rostro de aquel infeliz bastardo que se creía capaz de inmiscuirse en su relación. Como si no tuviera ya problemas suficientes al tener que aceptar sus propios sentimientos, al intentar acercarse a su hermano solo para corroborar que el sentimiento fuera mutuo.


La sangre se impregnó rápidamente en sus nudillos, instándolo a seguir, a repetir el mismo método tantas veces como fueran necesarias, hasta agotar toda su energía, hasta que dejara de sentir. Su brazo se entumeció al cabo de unos minutos. Odio y enojo corrían por sus venas a la par, ambas dirigidas al mismo sujeto que tenía tan cerca de él.


-¡Menma!


Lo vio escupir sangre después de que regurgitara un poco. Su rostro amoratado, hinchado, ensangrentado.


-Por favor...- y no fue sino hasta que Naruto lo abrazó por la espalda que logró reaccionar, detenerse. ¿Cuánto tiempo llevaba Naruto gritándole que se detuviera?, ¿cuán molesto y ensimismado había estado él para no haberlo escuchado?


Se incorporó, lento al principio para después dar por sentado lo que sucedería, reafirmando sus sospechas al oír un grito desconocido a la lejanía.


-Vámonos- apretó el puño, molesto y frustrado por no haber concluido lo que había empezado. Naruto se agitó, entre asustado y nervioso por lo que acababa de presenciar.


Menma no estuvo al tanto de cuanto corrieron, cuantas calles o minutos habían pasado desde la partida de ambos. Solo se había fijado esa actividad, simple y mundana ante lo que conllevaba permanecer un sólo segundo más dentro de la institución.


A su lado, Naruto frenó sus pasos, sintiéndose exhausto, aun atormentado por las constantes escenas que se repetían una y otra vez en su cabeza cual si de película se tratara. Su hermano encendiendo el fosforo y arrojándolo al cuerpo del acompañante de Sasuke, después los golpes brutales contra el Uchiha. La mirada letal, fría y calculadora, su rostro inexpresivo.


Realmente iba a matarlos. Ni siquiera estaba seguro de si lo había hecho, de si había conseguido matar a alguno de los dos. La simple idea le revolvió el estómago.


Se arrodilló despacio sobre la acera para devolver su desayuno. La garganta le dolía horrores.


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