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Siempre ambos por yaoiana

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Notas del capitulo:

Hola mi gente, ¿ cómo estamos?, he tenido ultimamente muchas ideas para este fic, sin embargo, el tiempo no me ha dado para publicar pronto.  Espero en estas vacaciones intentar hacer actualizaciones cada 8 días o menos.  

 

Mil gracias por su apoyo con esta historia y por sus mensajes, me animan mucho¡¡

 

Sin más, a leer¡¡

 

Capítulo 4: Fragmentado

 

–       Tienes mi yoki al límite… 

 

No creyó posible que el menor se sonrojara más, pero ante sus palabras, se puso totalmente rojo.  Jamás imaginó que pudiera ser tan tímido, conociendo su rebeldía.  Se inclinó y palpó el pecho y vientre.  Hizo círculos en aquel abdomen, el lugar donde sus cachorros se alojarían, suyos y de Inuyasha… fuertes perros demonio que criaría e instruiría.  

No es que no amara a sus hijas, les tenía cariño, pero en el embarazo sólo se preocupó por mantener con vida a Rin y la crianza pasó a segundo plano. Luego, las cosas no se dieron de la mejor forma para que consolidaran sus lazos paternales, esperaba que con estos nuevos cachorros las cosas se dieran de diferente forma. 

 

Con su lengua, jugueteó con uno de los pezones cereza del peliplata, mientras que una de sus manos pellizcaba al otro.  Inuyasha tenía sus ojos fuertemente cerrados, pero su boca abierta intentando tomar aire, sus jadeos indicaban que estaba placido ante las caricias.  

Chupó con ahínco los pezones, dejándolos ensalivados y con algunas marcas a los alrededores y luego descendió depositando cortos besos en el vientre, lo cual, hizo que su hermano se arqueara. 

 

−       Aquí se alojarán nuestros cachorros - dijo con una voz gutural.

 

−       Estás… enfermo… Sesshoumaru - dijo sin mirarlo.

 

Sonrió divertido ante el comentario del ojiambar, solo a él se le ocurrían ese tipo de comentarios en situaciones así.  Desató el pantalón y luego de un solo tirón lo deslizó, dejándolo completamente desnudo. 

Con pudor, Inuyasha cerró sus piernas, pero él de forma impositiva, las abrió y se ubicó entre ellas. Se daba cuenta que el menor era más inocente y pudoroso de lo que creyó.  Tenerlo al frente era como ver a un Inuyasha de 7 años, tímido, desolado, inocente y asustado ante lo que la vida le tenía por delante… si bien en el pasado lo ignoró y lo detestó, en este momento, lo resguardaría.

 

Acarició sus piernas por la parte externa y luego por la parte interna, rozando accidentalmente la hombría del hanyou, teniendo como reacción un leve jadeo.  Llevó una de sus manos y apretó la punta del miembro del menor, para llevar luego su lengua y dar una pequeña lamida.

 

−       Ahh…¿ qué crees que haces? - gruñó del placer.

 

−       ¿ Acaso nunca?... - guardó silencio al ver el rostro apenado del híbrido.

 

−       Cla… claro que no, no todos son tan enfermos como tú. 

 

−       Entonces aprende, porque después lo harás- sentenció para luego llevar aquel pene por completo a su boca.  Sintió como la espalda del menor se arqueaba y como intentaba cerrar sus piernas para detenerlo, sin embargo, con sus manos las separó bruscamente y se acomodó mejor para seguir con las felaciones.

 

De una manera algo morbosa, el imaginar que la relación de Inuyasha con la humana no fue tan carnal, le subía su ego demoniaco. Le enseñaría a su hermano aquel mundo placentero del cual no podría salir con facilidad. 

Por su parte, había disfrutado los encuentros con Rin, pero ella era delicada y por ende su yoki interno nunca se había acelerado con fervor de poseerla.  En cambio con Inuyasha, su yoki estaba descontrolado porque sabía que podía comerse con ferocidad y libido aquella presa…. podría marcarlo, mancillarlo, domarlo, montarlo y todo lo que quisiera, porque el cuerpo del menor lo soportaría… 

 

–       Se...Sesshoumaru… ahh… - gimió Inuyasha y con eso todo raciocinio del daiyokai se fue al carajo.  Aumentó las felaciones porque quería todo del mitad bestia y luego, él le daría todo lo suyo a Inuyasha. 

 

Succionó sin perder de vista a Inuyasha.  Su boca estaba abierta, su pecho se movía con violencia y su rebelde  cabello, se pegaba a su tez por el sudor.  Continúo hasta que sintió la cálida esperma del menor en su boca, era un sabor no desagradable, una mezcla perfecta entre dulce y salado. 

Lo escurrió de su boca a los dedos de su mano y sin esperar, ingresó un dedo en el recto de su hermano.

 

−       Ah...maldito, Sesshoumaru… - jadeaba entre adolorido y excitado.

 

−       Pronto sabrás lo que es el verdadero placer Inuyasha, te enloquecerás tanto que me rogarás por más.

 

−       Ya… mmm… veremos… -  gimió al sentir como el dedo del mayor se incrustaba en el fondo de su cuerpo.

 

Se mordió los labios con fuerza intentando controlar su yoki… estaba desbordado y sino lo lograba controlar, podría violar allí a su hermano.  Ingresó un segundo dedo y lo movió un poco más veloz, impaciente por poder meter su miembro dentro. 

Mientras se enfrascaba en  preparar al hanyou, con su mano libre desató su pantalón y sacó su virilidad dura y olorosa.

 

−       ¿ Qué… qué es lo que huele tan bien? - exclamó Inuyasha algo mareado.

 

−       Huele y sabe bien, no te impacientes, ya te marcaré con él.

 

Ahora que Inuyasha lo mencionaba, tal vez su yoki estaba destilando un aroma llamativo para su hermano y por ende estaba más dócil y sumiso.  Tal vez consultarle a su madre sobre aquellos encuentros entre daiyokais de su raza no era algo descabellado. 

Con aquel pensamiento, logró calmarse un poco y meter un tercer dedo, con el cual, el hanyou inició su movimiento de cadera.

 

−       Ya estás listo y no puedo aguantar más- gruñó mientras ubicaba su pene en la entrada y penetraba con lentitud.  Aquel aro de carne estaba estrecho y reticente a que lo perforara, pero él no se rendiría así que se hundió con más ímpetu.

 

−       Ahh… más… lento… Sesshoumaru maldito… - gimió adolorido.

 

−       Resiste… llevo la mitad - respiró con fuerza para luego meterse por completo y sentir como traspasaba aquella barrera.  Apretó con fuerza sus colmillos e hilillos de sangre salieron de sus labios. Jamás se había sentido tan excitado, emocionado, placentero y vivo.  

 

Observó a su hermano y tenía los ojos fuertemente cerrados y también mordía sus labios, intentando soportar el dolor de ser profanado.  Sintió un poco de lástima y se inclinó para besarlo con deseo y necesidad.

 

−       Te haré mío, Inuyasha, olvida que alguna vez le perteneciste a alguien.

 

−       Estás….

 

−       Enfermo, lo sé - dijo interrumpiéndolo y sonriendo con superioridad, pues ya en la noche su hermano le había mencionado aquella palabra varias veces.  Si él estaba enfermo, le enseñaría a Inuyasha como ser su medicina. Se aferró de sus piernas y comenzó a embestirlo con ímpetu, sintiendo al inicio dificultad, pero luego a medida que la entrada se lubricaba, fue más fácil.

 

−       Ohh… ahhhh… Se… Sesshoumaru… - gemía con fuerza.

 

−       No voy a parar hasta que te marque… - exclamó mientras lo estucaba tan fuerte que sus cuerpos comenzaban a realizar sonidos morbosos.  Siguió un poco más, pero quería ver a Inuyasha sumiso ante su voluntad así que se detuvo.

 

−       Ahh… ¿ ahora por qué te detienes? 

 

−       ¿Quieres que siga? 

 

−       ¿Pues... ya empezaste, no? - gruñendo.

 

−       Puedo detenerme, a menos que pidas que siga.

 

−       Maldito enfermo, ¡ desgraciado! - comentaba iracundo al sentir que esa maravillosa sensación había parado.

 

−       Dímelo Inuyasha y prometo continuar.

 

−       Tsk… no… no me someterás.

 

−       Bien…  - dijo mientras salía del cuerpo del menor. 

 

Notó la molestia en el rostro de su hermano y por dentro sonrió. Exasperado, Inuyasha lo tomó del cuello de la camisa y lo miró con odio y con pena al mismo tiempo.

 

–       Más te vale seguir, desgraciado, no me vas a dejar así, vas a terminar con lo que empezaste.

 

Sonrió con prepotencia, no podía esperar algo más explícito de ese rebelde.  Lo giró con brusquedad y lo puso en cuatro sobre la cama y antes de que se quejara, lo penetró con fuerza, arrancándole un sonoro gemido. 

Se aferró a sus caderas y metió su pene lo más profundo que pudo, se inclinó y mordió las orejas de Inuyasha y con eso tuvo para descargarse de nuevo.  Ante la asfixiante presión de su esfínter, no pudo contenerse más y dejó salir su semilla dentro de su hermano.  Ahora Inuyasha le pertenecía, estaba marcado, era suyo…

 

Cayeron rendidos en la cama, el sobre Inuyasha aún sin salir de su interior. Sus respiraciones aún eran aceleradas pero al paso del tiempo se fueron regulando, ninguno pronunciaba palabras, al parecer el silencio era lo más sensato en aquel momento.

Cuándo salió del cuerpo de su hermano, notó su semilla escurrirse entremezclada con un poco de sangre. Había tomado la pureza de su hermano, ahora, su pareja y cónyuge...  algo que debía explicarle.

 

–       Inuyasha- lo llamó, pero al no obtener respuesta, observó que estaba dormitando. Le retiró algunos cabellos plata de sus mejillas y apreció aquel sereno y bello rostro.

 

Siguió con sus caricias en el rostro y cabello de su hermano, mientras dejaba divagar su mente. El destino parecía una jugarreta, en la cual se tiene que hacer un recorrido para llegar a la meta. El menor era su meta, pero debió vivir al lado de una humana, para poder considerar la idea de estar con un mitad bestia. Su yo del pasado jamás lo habría admitido, no sin pasar por aquellas vivencias.

 

Lo abrazó por la cintura y con aquel aroma dulce, se quedó completamente dormido. 

En la mañana al despertar, su hermano aún estaba en sus brazos, sin embargo, un olor en la entrada del palacio, lo alarmó.

 

−       Inuyasha… - susurro- 

 

−       Sí, también lo huelo, es el cretino de ayer.

 

Se miraron fijamente y luego con prontitud, se organizaron para estar en la entrada del castillo. 

 

−       ¿A qué vienes, Ranmaru ? - preguntó el mayor.

 

−       Bien lo sabes, Sesshoumaru…

 

−       Si es por mí, te puedes devolver, imbécil - pronunció retadoramente el hanyou.

 

−       Así que… - olfateando- te entregaste a él… hiciste una buena jugada,  Sesshoumaru - dijo el demonio con molestia- no volveré a subestimarte de nuevo, me quedaré con tus tierras y tú cónyuge - mirando a Inuyasha- 

 

−       Quisiera verte intentarlo - respondió con altanería Inuyasha mientras se tronaba los dedos.

 

Detuvo a su hermano de la cintura antes de que siguiera a Ranmaru. Sabía que la amenaza era verídica y ahora más que nunca, él menor debía entrenar y prepararse mejor ante lo que aconteciera.

Sin bajar la guardia, ambos miraron atentos como aquel demonio se marchaba de sus tierras.

 

−       Oye… - susurró bajo el menor- ¿Qué es eso de que soy tu cónyuge? - confundido.

 

−       Entre los yokais no es necesario una ceremonia para finiquitar un matrimonio. Con el simple hecho de impregnar el olor del activo en el pasivo, es suficiente para saber que nadie más puede tocarlo.

 

−       ¿ Estás demente?, Yo no quiero ser tu esposo ni nada de eso - abrumado-

 

−       Era con él o conmigo.

 

−       Te odio- mencionó mientras entraba furibundo y estrujaba el mayor.

 

−       Intentaré hablar con él, lord Sesshoumaru- dijo Myoga quién seguía a Inuyasha.

 

Esperaba que el diminuto demonio lograra aplacar el ánimo de su hermano. También esperaba qué Inuyasha comprendiera qué aquello era meramente corporal y natural, aunque, con la reacción que había tomado, imaginaba qué le costaría asimilarlo.

 

Inuyasha se encontraba en la habitación, específicamente en el balcón, mirando el ocaso. Se preguntaba en qué momento de su vida todo se había tornado tan carmín. La pérdida de Kagome, la partida de su hija y sobrinas, la muerte de la anciana, la migración de Sango y Miroku… y ahora, su atada vida a Sesshoumaru.

A veces creía que era mejor la muerte, era una forma de descansar su mente y de acompañar a las mujeres que tanto amó, entre ellas, su madre, su primer amor Kikyo y su esposa Kagome, pero al parecer, aún no era su turno.

 

−       Amo Inuyasha - mencionó con voz tímida el anciano.

 

−       Mhm- gruñó en forma de respuesta.

 

−       Sé que está molesto con el señor Sesshoumaru, pero intente comprender que el mundo yokai es así.

 

−       Si vienes a defenderlo, mejor te largas, anciano - dijo con desdén.

−       No amo, estoy fielmente con usted, solo quisiera hablar para que comprenda un poco mejor.

 

−       ¿Qué se supone que debo comprender? - molesto.

 

−       Tranquilo amo, tan solo escuché lo que tengo que decir. El mundo yokai es muy diferente a lo que usted conoce, ya que usted tiene un lado humano y se ha criado con ellos. Esa misma desazón es la que sentía su difunto padre y por eso, quedó prendado por el carisma y cariño de su madre.

 

−       Mhm…

 

−       Tal vez el señor Sesshomaru no es muy expresivo, pero él tomó esta decisión también para cuidarlo a usted.

 

−       ¡Ja! ¿Cuidarme de qué?

 

−       Pues amo de muchas cosas, por ejemplo, de que usted aún siga siendo libre, porque con otro yokai, es muy probable que solo lo utilicen para concebir. 

 

−       Los mataría- expresó indignado al pensar que aquello podría ser una posibilidad. 

 

−       Yo no dudo de su fuerza, amo Inuyasha, pero entienda que hay otros demonios igual de fuertes a Naraku, qué pueden estar bajo el mando de uno solo daiyokai. Al igual que muchos están bajo las órdenes del señor Sesshoumaru.

 

−       Mhm - gruñó-.

 

−       Por eso, al ser usted el esposo de Sesshoumaru, será custodiado y respetado por todos los demonios de estas tierras y sé que el señor no lo privará de su libertad.

 

−       Aún no me hago a la idea… - algo molesto.

 

−       Cómo su pareja, debe cumplir deberes como acompañante en los eventos, participar en el orden y directrices del palacio y obviamente y la más importante función, la conyugal y de crianza - explicó el anciano.

 

−       Pfff claro que no lo haré, no me voy a someter.

 

−       Es tu deber, Inuyasha - comentó el daiyokai mientras entraba.

 

−       ¿Qué quieres, Sesshoumaru? - expresó con molestia el menor.

 

−       Dejarte las cosas claras, porque eres alguien tan estúpido que echarías todo a perder.

 

−       Mira imbécil - iracundo- el que no conozca estás tonterías de los demonios, no significa que sea un estúpido - gruñendo.

 

−       Entonces apréndelas pronto y no traigas más problemas– expresó con impaciencia.

 

−       Ahora comprendo porque Rin no quiso quedarse aquí, pero lo que no entiendo, fue como pudo enamorarse de un patán como tú.

 

−       Cierra la boca, mitad bestia - dijo molesto ante la mención de su ex esposa. 

 

−       ¿Cómo me llamaste? - sorprendido de que el mayor hubiera usado ese término despectivo.

 

−       Solo eres un hanyou que sirve para concebir, para nada más eres útil - expresó con veneno en sus palabras, sin medir sus palabras.

 

El daiyokai sintió un fuerte golpe en la mejilla, el cual lo hizo sangrar. Quedó atónito por el golpe, pero mucho más cuando observó que el rostro de su hermano tenía algunas lágrimas. Cuando reaccionó, Inuyasha había tomado a Colmillo de Acero y había escapado por el balcón.

 

−       Señor Sesshoumaru, por favor, le hago un llamado a su cordura- mencionaba el anciano Myoga que saltaba desenfrenado sobre el hombro del peliplata- comprenda por favor que para el amo Inuyasha esto es más difícil que cualquiera. Él tiene humanidad, aún siente cariño y fidelidad a la señora Kagome, está solo sin Moroha y le cuesta pensar en que tendrá sus cachorros. Debe tenerle paciencia y consideración.

 

−       Mhpm

 

−       Sé que mi amo es terco, pero con paciencia y amor, puede lograr mucho.

 

−       ¿ Qué sugieres?– le preguntó a aquel ser que conocía mejor a su otouto.

 

−       Dele tiempo y espacio, yo iré tras él y si hay cualquier novedad, le informaré de inmediato.

 

−       De acuerdo.

 

Si bien dejó que Myoga se encargará, en el fondo algo que creía que era culpa, comenzaba a tomar fuerza.

Por otra parte, el hanyou corría a toda velocidad lejos de Sesshoumaru y todo lo que conllevaba. Había creído en este nuevo propósito aunque eso significaba romper sus criterios morales, sin embargo, todo se había derrumbado como una torre de papel.

 

Ahora solo le quedaba regresar al lugar donde fue feliz y dejar que la nostalgia y melancolía hicieran el resto. Fue así, cómo luego de cinco días, estuvo de nuevo en la aldea, específicamente dónde vivió con su esposa. 

 

Visitó su tumba y le llevó algunas flores, sumamente arrepentido con ella, al creer que tal vez algo pudo pasar algo entre él y Sesshoumaru.

 

−       Perdóname Kagome…- susurró.

 

Kohaku, había asumido ese retorno, cómo algo fallido. Con un vasto sentimiento de lástima, convidó al peliplata a cumplir un contrato de exterminio a unas tierras lejanas. 

El contrato duró aproximadamente dos meses, el hanyou había dejado que la acción entretuviera su mente, pero cuando regresó a su hogar, los recuerdos le vinieron encima.

 

Estaba absorto encima de la copa de un árbol, cuando un olor qué hace tanto no identificaba, impregnó sus narices.

 

−       ¿Lobo sarnoso? - preguntó curioso.

 

−       Perro pulgoso- dijo el hombre que salía de un remolino.

 

Inuyasha sonrió al ver al lobo allí, hacía años que no lo veía, sin embargo, no había venido solo; su esposa y un pequeño niño de 3 años lo acompañaban.

 

−       ¿ Qué hacen por aquí? - preguntó curioso el peli plata.

 

−       Tenía curiosidad por saber algo - mencionó Koga. 

 

−       ¿ Qué?– indagó Inuyasha imaginando por donde iba el asunto.

 

−       Pues… hay rumores qué dicen, qué eres la mujer de Sesshoumaru, ¿es cierto?

 

−       ¡¡Koga!! - riñó Ayame a su esposo ante la impertinencia.

 

Inuyasha se puso pálido, pues no esperaba qué sus allegados también supieran aquella noticia, la cual, le parecía que era una pesadilla.

 

−       Son...rumores… - mencionó- no tengo nada que ver con él.

 

−       Mhmm… comprendo - dijo sin creerle- bueno dejando ese tema de lado, también quiero presentarte a mi cachorro.

 

El azabache le presentó a su criatura. Un niño muy similar a él pero con los ojos jade como su madre, con algunos mechones naranja qué decoraban su hermosa cabellera.

Así fue como pasaron la tarde aquella familia de lobos e Inuyasha.

 

−       Inuyasha…

 

−       ¿ Si, Ayame? 

 

−       No sé si vaya a sonar impertinente con lo que voy a preguntar, pero… ¿ Estás embarazado?

 

−       ¿ Qué? - sorprendido.

 

−       Es que tienes un olor muy diferente, un tanto dulce, como si tu esencia estuviera entremezclada con otro ser.

 

−       Es verdad, así olías tú cuándo esperabas a nuestro hijo - argumentó Koga.

 

−       Por favor, permítanme comprobar - dijo una voz.

 

−       ¿ Myoga? - mencionó Inuyasha mientras llevaba una de sus palmas a su cuello. Cuando la retiró, pudo ver al anciano aplastado- ¿qué haces aquí?

 

−       Siempre estaba a su lado, amo - comentó brincando- y cuanto a lo que menciona la señora Ayame, tiene toda la razón, usted está esperando un cachorro, amo Inuyasha.

 

La pareja de esposos vio sumamente preocupada al mitad bestia. El oji ámbar tenía sus orejas agachadas, sus ojos desorbitados y su piel un poco más pálida.

En ese momento Inuyasha comprendió muchas cosas que estaba pasando, por ejemplo, que el peso de colmillo de acero había cambiado, ahora era más pesado; también, que tenía más sueño y con frecuencia le daba más hambre. Se lo atribuía a la caza sin descanso de demonios. Jamás imaginó que era porque tenía un cachorro en su vientre. 

 

−       ¿ Inuyasha, te encuentras bien? - preguntó el lobo. 

 

−       No… yo… no puedo estarlo…

 

−       Shh tranquilo - dijo Ayame poniendo su mano sobre la del peliplata- sé que puede sonar difícil, pero si te hace sentir tranquilo, puedes contar con Koga y conmigo, incluso, puedes estar con nosotros y te acompañaremos, ¿cierto, Koga?

 

−       Pues podría aguantarme una que otra pulga - dijo divertido.

 

−       ¡ Koga! - lo riñó Ayame.

 

Inuyasha veía aquella escena con nostalgia, pues recordaba así a su difunta esposa.  Con Kagome tuvo una relación de camaradería, amistad, diversión, aunque conflictiva por sus caracteres fuertes y tercos.  Aún recordaba las veces en que se molestaba porque su mujer con la palabra “abajo” lo enviaba al suelo… ahora eran recuerdos con mucho cariño y anhelo. 

Decidió disfrutar de sus amigos y en la noche los vio partir, su presencia fue como una pequeña anestesia, porque cuando se marcharon, todo el peso de esa tormentosa noticia volvió a sus hombros.

Para él, el problema no era estar embarazado, el problema es que el cachorro que se formaba era de su hermano y suyo, una mezcla de ambos… y al pensar en eso, volvía a su mente la manera en que lo habían concebido.  Se había entregado a Sesshoumaru, sin dudas, sin excusas, tan solo se dejó llevar por su yoki y ese extenuante aroma que venía de su hermano.

¿Por qué no se negó?, ¿le faltó pensar más en Kagome y en Rin?, ¿por qué se sentía tan mal al pensar que las había traicionado?... aunque ellas no estuvieran en este mundo, sentía sus miradas recriminatorias encima… juzgándolo por no tener la fuerza y el carácter para decir NO.

 

−       Amo, sé... que se siente abrumado, pero es necesario que hablemos sobre el cachorro…

 

−       No quiero hablar ni saber sobre eso, Myoga - pronunció fríamente.

 

−       Pero amo… 

 

−       Déjame tranquilo, necesito pensar - espetó mientras salía de la casa e iba al pozo de los muertos.  Allí se quedó observando hacia adentro, esperando tal vez, que alguien asomase la cabeza y lo arrastrara al otro mundo.  La idea le pareció tentadora, estar en otro mundo, tal vez muerto o vivo, pero en otro… lejos de Sesshoumaru y sus abrumadoras sensaciones. ¿ Qué pensarían su hija y sobrinas?, ¿ se molestarían?, ¿ los odiarían por tal aberración?, el pensar en toda esa gama de posibilidades, hacían que la pena incrementara, que el desasosiego lo perturbara y la vergüenza lo abrumara. Se sentía tan cansado, que no le importó quedarse dormido allí recostado sobre el pozo, estaba desahuciado de la existencia y no le importaba ponerse en peligro. 

 


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