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Nostalgia navideña… por Yakaylex2

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Notas del fanfic:

Digimon… y todos los personajes y nombres utilizados, son propiedad de sus respectivos autores (Akiyoshi Hongo y anexos). Fanfic sin ánimo de lucro. Hecho por una fan, para fans.

Notas del capitulo:

Anime: Digimon Adventure


Fanfic relacionado: No


Pareja: Koushiro x Taichi

Viernes 24 de diciembre de 2021, Preparatoria de Odaiba


Fin de semana largo. Los pasillos a esa hora ya se encontraban completamente vacíos. Solo un chico inteligente y poco social como yo, puede quedarse tan tarde en la biblioteca. Pero necesitaba terminar mi investigación, ya que la computadora de mi casa se había descompuesto. Además, no es como si alguien importante me estuviera esperando. Mis padres me adoptaron cuando yo era muy pequeño, pero siempre se encontraban de viaje por cuestiones de trabajo. Mientras caminaba lo más rápido posible, solo pensaba en si podría encontrar al portero todavía ya que parecía que todo el mundo tenía mucha prisa en dejar el edificio lo más temprano posible. Incluso el octogenario bibliotecario me pidió, con poca amabilidad, que me diera prisa ya que la hora de cerrar se había recorrido. ¿Por qué diantres no avisaban antes?  Y a todo esto, ¿qué tiene de interesante festejar la Navidad? ¡Por Albert Einstein!  Simplemente se trata de una fiesta que fomenta el consumismo en la sociedad, argumentando que "ha nacido alguien que vino a salvar tu alma" o "que debes portarte bien para que un viejo gordo y bonachón te traiga regalos". Esos son cuentos absurdos que alguien en algún momento inventó para tener controlada a las masas. Alguien como yo no cree en esas tonterías.


Comencé a caminar mucho más rápido por las largas escaleras, hasta que una sensación extraña llegó de repente a mi cuerpo. "Mierda", me dije a mi mismo mientras regresaba al piso anterior. Necesitaba ir al baño. Llegué y traté de hacer todo lo más rápido posible, pero la presión del agua en el lavamanos era tan patética que tardé mucho más de la cuenta. De pronto las luces se apagaron, solo me iluminaban los últimos rayos del atardecer. El baño se veía un poco tétrico, si quieren saber la verdad. Pero como yo no creía en eso, no me molestó en absoluto. Sabía que los fantasmas no existen. Pero la sensación de soledad, esa si es real. Y me incomoda bastante. Creo en los ladrones y en los pervertidos, y lo menos que quisiera es encontrarme a alguien así dentro de los pasillos de la escuela.


Llegué a la entrada y sorpresivamente no había nadie. ¡Ni un alma! Traté de prender las luces y no pasó nada. Me dirigí a la entrada y noté un pesado candado en las puertas. En el mostrador traté de llamar a la policía o a cualquier persona, pero las líneas estaban muertas. Y ustedes se preguntarán ¿por qué diablos no tomaste el celular y llamaste? Bueno, porque justamente esa mañana olvidé mi móvil en casa.


- ¡Mierda! - Dije, pero esta vez en voz alta. - ¿Acaso todo el maldito mundo se fue?


- Yo no... - Una voz masculina y varonil se escuchó detrás mio, haciendo que me sobresaltara.


- ¿Se puede saber por qué no contestaste antes? - Le dije molesto. Se trataba de un chico como de mi edad, con largo y alborotado cabello castaño, piel morena y los ojos color chocolate más geniales que haya visto. Creo que solo era un poco más alto que yo.


- Bueno, - se rascó torpemente la cabeza - estaba durmiendo cómodamente hasta que escuché tus gritos.


- ¿Estabas durmiendo y el portero no lo notó?  - Se encogió de hombros. - ¡Vaya que encontraste entonces un buen lugar! - Asintió con una sonrisa. Era tan luminosa, que por un momento me distraje de mis preocupaciones, pero había algo más en ella. Algo que no alcanzaba a comprender. - Y ahora, ¿cómo diantres vamos a salir?


- Descuida. - Me dijo mientras se acercó al mostrador para sentarse sobre él con gran habilidad. - Todas las mañanas el portero viene a realizar su rutina, - alzó su mano para evitar que una pregunta saliera de mis labios. - Sin importar que sea festivo o no. Así que puedes pasar la noche aquí.


- Pero, ¿qué haremos? - Le dije con los brazos abiertos, tratando de abarcar todo el lugar. - Ni siquiera hay luz para poder trabajar.  - Se bajó con la misma agilidad y comenzó a subir las escaleras.


- No sé tú, pero yo voy a mirar las estrellas, el hermoso cielo nocturno... ¡Y quiero ver a Papá Noel en su trineo!


- No creerás en esas tonterías, ¿verdad? - Le pregunté mientras lo seguía por la escalera.


- No son tonterías, ¡Navidad es la mejor fiesta que puede existir! - Me dijo mientras corría de prisa. Traté de seguir su paso, pero tengo muy mala condición física. Cuando llegué a la parte superior, la puerta ya estaba cerrada. Tomé la manija y la volví a abrir.


- ¡Mira todo esto! - Su voz se escuchaba muy emocionada. Pude ver la ciudad hermosamente iluminada. Una sensación de paz y tranquilidad invadió mi corazón como nunca lo había hecho. - ¿Sigue sin gustarte la Navidad?


- Esto es muy hermoso, pero nunca me ha gustado la Navidad. - Me acerqué a la orilla del edificio y...


- ¡No! - Me gritó desde su posición. De inmediato, me detuve asustado.


- ¿Qué pasa? - Le pregunté alarmado.


- Mejor siéntate aquí a mi lado. - Me mostró un sitio cerca de la puerta. - Puede ser peligroso.


- Nunca haría algo tan cobarde. - Le dije sin pensar. Él se encogió de hombros, tratando de no darle tanta importancia.


- Quizá no sea cobardía. Quizá pueda ser solo un estúpido accidente, provocado por tu propia inmadurez, el que arruine tu vida para siempre...  - Lo miré sin comprender. Movió la cabeza de un lado a otro. - No importa. Ahora dime, ¿por qué odias la Navidad?


- Bueno. - Me senté a su lado. - Sencillamente porque es una fecha en la que el consumismo se expande como hiedra venenosa y...


- No, eso es lo que le dices a todo el mundo. - Me interrumpió molesto. - Quiero saber por qué tú odias la Navidad.


-Bueno... - titubee un poco. - Tal vez se deba a que siempre estoy solo.


- ¿Qué? - Me miró un poco confundido.


- ¡Sí, siempre estoy solo! - Le grité fuertemente, como esperando que todo el mundo escuchara. - Odio esta estúpida temporada porque todo está bombardeado de imágenes en donde la familia y los amigos están unidos, hay paz, amor, una casa cálida, un enorme banquete y todos lucen sonrisas idiotas. - Comencé a llorar amargamente, como nunca lo había hecho en la vida. Como nunca lo hubiera hecho frente a otra persona.  - Odio estar solo.


- Pero no estás solo, Koushiro. - Me dijo con una voz tan suave, mientras seguía mirando al horizonte. - El mundo entero está contigo en este momento. No importa que en tu casa no haya nadie. No importa que tus padres adoptivos estén de viaje. Seguramente también te están acompañando desde donde estén. – Por el rabillo del ojo pude notar que acercaba su mano hacia mi hombro, pero se detuvo. -  Además, tu solo también puedes ser tu propia compañía. - Lo miré, pero su mirada estaba perdida. - Regálate algo especial, no importa si es algo físico o un detalle para tu persona. Decora tu casa, prepárate una buena cena, pon música navideña y canta un karaoke a todo pulmón. - Suspiró largamente. - O puedes usar la computadora para hacer las cosas que más te gustan. Eso no será nada difícil porque a ti te encanta estar con esa cosa. – Reía un poco mientras se ponía de pie. Contra mi voluntad, sonreí también. – Eres un chico genial y sensible, pero también un poco pesimista. Así que sacúdete esa nostalgia de encima tuyo y disfruta cada día como si fuera el último. No puedes saber cuándo llegará tu momento. Así que hay que aprovecharlo todos los días. - Levanté el rostro justo en el momento que él bajó la mirada. Nuestros ojos se encontraron y un estremecimiento diferente recorrió mi pecho.


- Tienes mucha razón… Gracias... - Le dije sinceramente. Nos quedamos un par de minutos callados. Pensé en cada una de las cosas que me dijo y me di cuenta de algo peculiar. - Oye ¿cómo es que sabes tanto de mí? Hasta mi nombre.


- Te he visto varias veces en la biblioteca y en los pasillos. - Su rostro se avergonzó un poco. - Algunas veces, te he seguido hasta tu casa y te he viso allí. - Me sonrojé. - No pienses que soy un pervertido, solo que desde la primera vez que te vi me gustaste mucho y quería conocerte un poco más. - La situación era un poco incomoda, pero en el buen sentido. Jamás me habían dicho algo así.


- Gracias... - Volví a decir con voz débil. Estaba impresionado. - Me hubiera gustado mucho que me hablaras antes.


- También a mí me hubiera gustado... - Su voz se escuchaba melancólica. - Pero al menos te pude conocer hoy. - Quise acercarme porque realmente lo veía muy triste, pero extrañamente se alejó de mí. - No importa. - Me volvió a mostrar su hermosa sonrisa. - Traeré algo que te va a gustar, Koushiro. No tardaré. - Se dirigió hacía la puerta.


- Oye. - Lo llamé informalmente - ¿Cómo te llamas?


- Mi nombre es Taichi Yagami. - Me dijo con una sonrisa tímida. Le correspondí al gesto y dirigí mi mirada hacía el cielo. - Ah, por cierto. - Me dijo cuando ya estaba cerca de la puerta. - El lunes, cuando salgas de clases, por favor ve al casillero 010899. Allí habrá algo para ti.


- Gracias, Taichi. - Le dije por tercera vez sin dejar de mirar el cielo.


- Gracias a ti, Koushiro... - Escuché que susurró, pero cuando giré mi rostro ya no lo vi. ¡Vaya que era rápido!


Unos minutos después, escuché que abrían la puerta. Esperaba ver a Taichi sudando por su larga carrera y con un par de bocadillos de la máquina expendedora, pero se trataba de otra persona.


- ¿Mamá? - Mi madre se acercó corriendo, su hermoso cabello castaño se movía de un lado a otro. Sentí su fuerte abrazo.


- ¡Oh, mi querido Kou-chan! Nos preocupamos bastante cuando te llamamos una y otra vez y no contestaste.


- ¿Qué haces aquí?, ¿Como supiste...?


- Alguien nos llamó. Nos dijo que te había visto por última vez en la biblioteca de la preparatoria hasta muy tarde y creía que posiblemente te habías quedado atrapado. - Dijo mi padre, que iba llegando con el portero.


- Bueno, ahora que ya te encontramos, vamos a retirarnos por favor. - Nos dijo el portero amablemente. -Hoy es Nochebuena y me están esperando.


 - Claro por supuesto, disculpe las molestias. - Mis padres y yo nos disculpamos ampliamente. Después de eso nos dirigimos al piso de abajo y justo cuando estábamos a punto de salir una idea repentina cruzó por mi cabeza.


- ¡Espere! - El portero se detuvo abruptamente. - Falta Taichi Yagami, el también se quedó atorado aquí.


- ¿Taichi Yagami? - Me miró desconcertado. Mis padres lo hicieron de la misma forma. Después de un momento, el hombre se rascó su cabeza y asintió una sola vez. - No te preocupes, tu ve a casa y hazle caso a lo que te dijo. - Lo miré confundido. ¿Cómo es que sabe que me dijo algo? - Yo lo buscaré y le diré que ya te fuiste. - Le dimos nuevamente las gracias y nos dirigimos a casa. Justo cuando subía al coche de mis padres, escuché que dijo con voz débil "o quizá ya no lo pueda hacer". Me pareció muy raro, pero traté de no darle importancia.


Haciéndole caso a las palabras de Taichi, y después de una franca y larga charla con mis padres, he de admitir que estos días pasé la mejor navidad de mi vida. Estaba tan alegre y feliz que nadie - ni siquiera yo mismo - podía entenderlo. Mis padres ya estaban conmigo - y tratarían de estar más tiempo que antes -, había conocido a un chico bastante genial que estaba interesado en mí. ¿Qué más podía pedir? Aunque ahora que lo pienso, ¿cómo era posible que jamás hubiera visto a Taichi en la escuela? Quizá las personas tenían razón y yo era demasiado egoísta y egocéntrico, que solo pensaba en mí mismo y por eso no veía a mi alrededor. Pero ya no más. Había decidido cambiar. Tanto por él como por mí mismo.


El lunes por fin llegó. Durante el descanso busqué afanosamente a Taichi, pero no logré verlo por ningún lado. Tampoco es que la matricula fuera tan grande. Durante mi clase de computación, entre ilegalmente a la base de datos de la escuela para buscar su nombre en la lista de estudiantes. Aunque creo que hubiera sido menos arriesgado preguntarle a la secretaria, la verdad. Pero tampoco apareció. Entonces decidí preguntarle a nuestro querido portero.


- ¿Quién...?


- Mi compañero, Taichi Yagami. El chico que se quedó conmigo atrapado.


-Ah, ya. - Me dijo con su voz cansada. Creo que omití mencionarlo, pero nuestro portero ya era un hombre bastante mayor, menos que el bibliotecario aclaro, pero si tenía sus buenos años, Su nombre era Gennai. - No lo vas a encontrar aquí, muchacho.


- ¿Por qué no? - Le pregunté molesto.


- Porque él ya se fue. - Lo miré perplejo. Estaba a punto de preguntarle algo, pero me interrumpió. - Y no, no de la escuela. Ya se fue de este mundo.


- ¿Cómo? - No podía creer lo que estaba a punto de escuchar.


- Hace dos años, Taichi Yagami era un alegre estudiante de noveno grado. Todo el mundo lo conocía, era bastante popular, junto con su rubio amigo Yamato Ishida. - Suspiró. - Un día de Nochebuena, se quedaron atrapados de la misma manera que tú lo hiciste el viernes, solo que nadie les pudo avisar a sus padres y por supuesto, nadie me lo notificó a mí. De alguna manera, consiguieron un poco de alcohol y subieron al techo. Ignoro si se retaron o algo así, pero ambos chicos fueron encontrados en la calle a la mañana siguiente. Habían saltado desde el doceavo piso.


- ¡Dios! - Dije involuntariamente. "Quizá pueda ser solo un estúpido accidente, provocado por tu propia inmadurez, el que arruine tu vida para siempre... " Recordé entonces las palabras de Taichi cuando iba a acercarme a la orilla.


- Los directores manejaron todo el asunto con discreción, por lo que en ese periodo se otorgaron más días de vacaciones a los estudiantes. - Era cierto, cuando yo iba en primero nos dieron casi tres semanas de descanso. - Supongo que tenía algún asunto pendiente contigo, porque desde esa noche ya no se ha aparecido por aquí. - Miró por la ventana con ojos tristes. - Lo extraño, era muy divertido ese muchacho. - Mis ojos se llenaron de lágrimas, sentí su mano sobre mi cabeza, en un gesto de consuelo.


- El casillero 010899. - le dije de improviso. - ¿Tiene usted la llave? - Se levantó cansadamente y buscó en su cajón.


- Después de lo ocurrido, ninguno de los padres vino a recoger las cosas de esos chicos. Los directores también dieron por olvidado ese asunto. Así que no veo inconveniente en que tomes lo que haya allí. - Me entregó la llave y yo le agradecí enormemente.


Con velocidad me dirigí a los casilleros. Todavía algunos estudiantes rezagados se encontraban allí, así que actúe con naturalidad. Llegué al indicado e introduje la llave. Olía un poco a encierro, polvo y humedad. Lo primero que vi fue su mochila. Tomé todo lo que había y lo deposité en ella. Después con delicadeza cerré el casillero y me fui directo a casa. Por suerte, mis padres aun no llegaban. Subí a mi habitación y comencé a vaciarla. Las cosas que arranqué de las paredes eran pequeños recordatorios y horarios de actividades, una fotografía de Taichi abrazando amistosamente al chico rubio y lo más extraordinario del mundo ¡una fotografía mía en el aula de computación! ¿Cuándo la había tomado? No tenía idea, pero mi corazón comenzó a palpitar de emoción.  Había varios cuadernos, libros, útiles escolares y un maltratado suéter de la escuela. Lo que cualquier joven de noveno hubiera ocupado en su día a día. Revisé uno por uno, mientras admiraba su hermosa caligrafía. En el último cuaderno encontré un sobre azul. Mi corazón se detuvo por un instante.  Lo abrí con manos temblorosas:


Lunes 30 de diciembre de 2019


Hola Koushiro:


Tal vez aun no me conoces, pero sé que pronto lo harás. Me llamo Taichi Yagami y quiero que sepas que llevo meses enamorado de ti… No, espera, no leas eso ultimo. Bueno, creo que mejor sí debes hacerlo. Quiero que sepas que te admiro mucho. Y aunque soy muy sociable me da un poco de miedo acercarme a ti, porque eres tan brillante que siento miedo de que pienses que soy un gran tonto. Bueno, espero que hayas pasado una navidad genial en compañía de tus seres queridos y amigos. ¿Sabes? A mí me gusta mucho la navidad y si no te parece mala idea, ojalá algun día pudieras ir conmigo a la azotea de la escuela para que contemples lo hermosa que se ve la ciudad en estos días. Ojalá algún día podamos hablar frente a frente.


Con amor... Es decir... Se despide de ti con cariño, tu amigo Taichi Yagami.


Con lágrimas en los ojos terminé de leer la carta que Taichi nunca pudo enviar. Tomé el viejo suéter, lo coloqué sobre mis hombros y me imaginé que me tomaba entre sus brazos. Me hubiera encantado conocerlo y estar a su lado. Pero como siempre he dicho, él hubiera no existe. Así que ahora me tocaba a mi vivir la vida como él me lo había dicho…


"Disfruta cada día como si fuera el último".

Notas finales:

Bueno amigos míos, hasta aquí esta historia. Había pensado escribirla para la celebración del día de muertos que se hace en noviembre aquí en México, pero la verdad me parece que quedó mejor de esta manera.


Ah, la nostalgia navideña... Esa que te hace querer llorar cuando estás lejos de tu casa y de tu familia, sin ningún amigo o una persona especial que te acompañe. Creo que todos hemos pasado por eso en alguna ocasión. Pero ¡hey! No se sientan mal, por suerte como dice Taichi, nunca estamos completamente solos. Todo el mundo está con nosotros en estas fechas. Giren a su izquierda o a la derecha y te aseguro que al menos una sonrisa podrás recibir esta navidad. Que solo fue la empleada de un mostrador o la persona que se lleva la basura, ¡no importa! Lo importante aquí es que la compañía está donde menos se imagina.


Así que a quitarse esa nostalgia de encima por favor y a disfrutar de estas fechas. Recuerden que yo siempre los acompaño también desde aquí. ¡Cuídense mucho!


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