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Amor etéreo por 1827kratSN

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Solía gustarle caminar detrás de Mirio porque se sentía seguro, oculto bajo la imponente presencia de aquel sol de verano, alejado de las miradas y siendo solo un espectador de lo que pasase alrededor.

Pero generalmente Mirio no le hacía la vida tan fácil y lo sacaba a relucir ya fuera para platicar de algo, para presentarlo, o simplemente para que se miraran a los ojos. Cosa muy complicada en público, la verdad.

Cuando eran solo ellos dos era más sencillo, incluso con Nejire era casi igual de fácil.

Había ocasiones en las que compartían la mesa, o estudiaban en la habitación de alguno de los dos cuando tenía la oportunidad de mirar silenciosamente a Mirio y perderse en el azul de esos ojos llenos de esperanzas.

Tenía una buena vida si Mirio estaba a su lado.

Le gustaba tanto.

Y desde hace tanto.

—¿Y cuál es tu tipo?

Desconcertado por la pregunta que lo sacó de su ensoñación, tuvo que pestañear un par de veces y tratar de recordar de lo que estaban hablando, pero avergonzado solo tenía que confesar.

—Lo siento, no te escuché.

—¿Cuál es tu tipo? —el rubio se cruzó de brazos y tomó seriedad—. ¿Cómo sería la persona que te gusta, Tamaki?

Pronto su corazón dio un vuelco y sus dedos se movieron frenéticamente por los nervios, ni siquiera podía controlar sus ojos que se desviaron lejos de aquellos azules, y sintió su garganta seca.

No estaba listo para una pregunta así.

Le iba a dar un infarto si Mirio descubría lo embelesado que estaba solo con mirarlo.

—¿Cómo sería esa persona? —insistió y formó una sonrisa—. Me interesa saber.

Y entonces aquel rostro luminoso se acercó un poquito más para presionar para que Tamaki confesara todo con lujo de detalles.

Pero el pobre no estaba listo.

Su mente no trabajaba bien, por los nervios y la vergüenza soltó lo primero que se le ocurrió.

 

~~~~

 

—Tamaki —canturreó acercándose balanceando sus brazos de adelante hacia atrás.

Nejire sabía que su amigo solía abrumarse por la gente a su alrededor y esconderse en alguna pared con sombra, pero ese día todos notaron que el aura sombría de Tamaki era casi absurda e impenetrable. Se hallaba en una esquina sombría, arrodillado con la frente pegada al cemento, murmurando cosas en solitario, y parecía que hasta lloraba.

No lloraba, pero estaba a punto.

La chica se acercó sin miedo y dándose formas logró mirar parte de aquel rostro sombrío, le picó la mejilla para que le respondiera al saludo, y poco después le ofreció escuchar lo que le sucedía para así ayudarlo a enfrentar lo que fuera que pasara.

—Oh…

Escuchó detalladamente lo que la pobre alma de su amigo le susurraba entre jugueteos con esos dedos delgaditos y flexionados. Asintió fervientemente cada que Tamaki bajaba más su voz, y aun así…

—Oh…

Se cubrió sus labios al instante para no soltar una risita y con eso deprimir más a su amigo.

Pero el secreto de aquella desesperanza era tan gracioso que tuvo que cubrirse el rostro y reposar sobre el hombro de su amigo mientras le daba unas palmaditas de consuelo durante largos minutos hasta que pudo sobreponerse.

—Le dijiste… Alto, bronceado y guapo —Nejire apretó los labios ahogando su risa.

—Fue lo primero que se me ocurrió —suspiró otra vez y escondió su rostro entre sus rodillas.

—Pero eso es mentira.

—Ya sé.

—Tu tipo es Mirio.

Tamaki apenas pudo negar con sus manos para que su amiga no gritara y con eso su pobre corazón terminara por destrozarse. No quería que los demás supieran.

—¿Por qué no le dijiste? ¡Era tu oportunidad!

—No pude hacerlo —suspiró por milésima vez.

—¿Y por qué no se lo dices ahora?

—No puedo.

—¿Y si le escribes una carta?

—No puedo.

—¿Y si yo le escribo una carta?

—No lo hagas.

—Pero es hora de confesar —sonrió palmeándole la espalda con fuerza—. ¡Ya es hora!

—No voy a…

—Si no le dices la verdad, Mirio tal vez se ponga triste después, porque le mentiste.

Tamaki dio un salto solo con imaginarse esa posibilidad. No quería que Mirio estuviera triste, lo prefería sonriendo como siempre, animado y risueño.

Y aun así no pudo, no tenía el valor.

Su amor debería ser silente como hasta ese momento.

Tal vez por eso no pudo entender porqué Mirio lo miraba de forma analítica, acercándose mucho a su rostro hasta que su pobre corazón no soportó y tuvo que cubrirse con sus manos para separarse un poco de aquellos iris azules color de cielo.

—He tomado una decisión.

—¿Eh?

—No importa que el tipo de Tamaki sea alto, bronceado y guapo.

—¿Qué?

Apartó sus brazos un momento para mirar a Mirio y tratar de entender qué sucedía.

—Haré que yo sea el tipo de persona que a Tamaki le guste —sonrió.

Su cerebro dejó de funcionar.

Hasta bajó la guardia y se dio un tiempo prudencial para mirar al rubio frente a él.

—Yo…

—A mí me gusta Tamaki, y haré que yo…

—¡Tú me gustas!

Tuvo un pequeño atisbo de valor que lo obligó a elevar su voz, aunque a lo mucho pudo susurrar un poco alto, y con la voz un poco temblorosa todavía, terminó por confesar.

—Lo siento… el otro día… yo mentí.

Pero solo pudo sentir aquellos brazos rodearle con euforia y escuchó una risita suave brotando con tal emoción que incluso él se sintió feliz. Se dio el lujo de reposar su mejilla en el cuello ajeno, y disfrutó de la calidez que era Mirio.

Su amor silencioso dejó de serlo.

Ahora su amor brillaba con la misma intensidad que el sol, su sol.

 

 

 

Notas finales:

Me pasé. 


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