LuciusxSeverus
El caldero burbujeaba en vapores lilas y rosados, más cercanos a tonos pasionales que a los de la muerte; Snape revisó de nuevo los apuntes en su libreta, percatándose que varias hojas estaban rasgadas o arrancadas en su totalidad. Aquello le parecía extraño pues sus cuadernos eran sagrados para él, no escribía nada que después tuviera que borrar.
Llego a preguntarle a Lucius si él había permitido el ingreso de alguien a aquel laboratorio, contándole además sobre la ausencia de aquellas páginas, el rubio solía contestarle con una mueca, diciéndole que nadie estaba interesado en entrometerse en sus cosas, dejando de lado aquella divagación regreso su atención a su trabajo actual. Ya casi no le quedaba tiempo, pronto se cerrarían los envíos de pociones para clasificar a la maestría de pociones y Severus quería ser uno de los elegidos, aunque agradecía la hospitalidad de Malfoy y la cálida compañía de Narcisa no era prudente que se quedara con ellos por más tiempo, no cuando el pequeño Draco ya había legado.
El heredero de dos de las más distinguidas casas de magos era una criatura encantadora, incluso Sirius Black, que no soportaba para nada al esposo de su prima se vio atrapado por el chiquillo rubio y de ojos negros...Negros. Elevo su vista un instante, recordando la conversación que sostuvo con el animago el primer día que este los visito.
—Que extraño —Pronunció el hombre mientras observaba detenidamente al bebé —Tiene ojos negros, nadie en mi familia los tiene así, tampoco en la de Malfoy.
—Quizás alguien muy lejano en su familia los tenía así, no parece algo trascendente — La observación del mago no le causo mucho interés, realmente no importaba mucho el color en los ojos del dragón.
—Se parecen a los tuyos — En ese momento Severus deseó que Sirius riera, que se mofara y cortara aquel gesto serio que no iba con él.
Pero no lo hizo, tras aquel comentario fueron lanzadas una pregunta tras otra y cada una tenía una implicación peor que la anterior. Incluso el hombre lo cuestionaba sobre actos que él no recordaba haber realizado, actos que lo involucraban con Lucius en un ámbito más que cordial. Sirius no había insistido más, pero si se veía extrañado ante la negación de que él y Lucius compartían más que una amistad.
Agotado por no obtener resultados sumado a un repentino dolor de cabeza que lo invadió al recordar la frase, “Se parecen a los tuyos” opto por recostarse en la cama quedándose ahí tendido con la mirada fija en el techo, observo la bien cuidada superficie hasta que algo llamó su atención; un sector se veía más gris que el resto, como si estuviera sobrepuesto al techo; se paró sobre la cama y caminó sobre esta hasta llegar a un punto en que podía estirar los dedos y tomar aquella cosa gris que decentaba con el sitio. Al tocarla está cambio su color, pasando de gris a blanco, en un degrade que también dejaba en evidencia una pulcra letra, Snape reconoció aquella caligrafía como suya, aunque su mente escapaba al instante en que la escribió.
—Ya no existe un lugar seguro, ni un modo de hacer esto claro sin alargarlo demasiado, solo sé que debo escapar, y llevarlo conmigo a mi hijo, al que Lucius hace pasar como suyo, ese niño que me obligo a olvidar y al que obligo a Narcisa a creer que era suyo. Calcetín dijo que me ayudaría, Calcetín siempre estará esperándome para desaparecer de aquí, en la cocina, debo estar en la cocina... y destruir las notas, siempre escribir una nueva y dársela a calcetín para que la esconda de nuevo si no logro escapar.
Snape tan solo gruño y pensar que se mostró interesado por aquel extraño manchó gris, de seguro aquella era una de las jugarretas de Sirius ¿Qué Draco era su hijo? Claro, y de seguro el hijo de los Potter no iba a ser un cuatro ojos, amante de las pelirrojas, deshizo el papel con un hechizo incendiario y por mera curiosidad fue a la cocina, quería ver si Black había dejado alguna otra cosa escondida, pero en la oscuridad de la habitación solo estaba Dobby, quien por un instante lo vio esperanzada para poco después bajar sus orejas como muestra de derrota.
—¿El amo Princess tiene algún pedido para Dobby?
—No, puedes... ¿Me llamaste Princess? — Nadie sabía aquello, ni siquiera sus más cercanos amigos conocían su apellido materno ¿Cómo podía saberlo el elfo? Y entonces como si su cuerpo se sumergiera en un pensadero infinidad de imagines llegaron a él, imágenes de Lucius y de Draco.
—Draco... —Murmuró, corriendo en dirección de las escaleras, dispuesto a subir hasta la habitación del bebe, pero en el pasillo que conducía a aquel lugar se encontraba la figura alta del dueño de casa.
—Siempre el mismo día, me pregunto si pusiste sobre ti un hechizo de recordadora — Malfoy elevó su varita apuntando al hombre de negro ropaje — Crucio... — Su voz fue poco menos que un suspiro, a comparación del efecto que la maldición había tenido sobre el hombre. Snape se contrajo en una arcada, preguntándose si Lucius lo había estado esperando y aprovecho para silenciar el lugar, el mago le había dicho que siempre iba el mismo día ¿Pero qué día era? Era un cinco, Draco había nacido el quinto día del mes de Junio...