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Todos aman a Light, Parte II: El Caso Beyond Birthday por Camila mku

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Light bufaba, y Elle podía oírlo desde la cocina. Estaba echado en el sofá del living, con cara de perro y en completo silencio.

Desde esa posición, Elle lo observaba, cada tanto, con cierto aire de misticismo. Estaba sentado junto a la mesa de la cocina mientras bebía un vaso de gaseosa. Era medianoche; la oscuridad del cielo matizaba con el resplandor cálido de las luces amarillas de los faroles en la calle.

Si él fuese Light en ese momento elegiría mil veces acudir al hospital e ir en encuentro de Soichiro, pero Light parecía tener otros planes, y por lo que pensaba Elle esos planes eran quedarse en el departamento haciendo nada. No lo había visto levantarse del sofá ni una sola vez en lo que iba del día, y habiendo llegado la noche dudaba mucho que fuera a hacer algo.

Lo miró de reojo una vez más… Light seguía mirando el techo del departamento con las pupilas idas y con su mente vagando muy lejos.

―Tal vez sea conveniente… ―murmuró Elle, rompiendo el silencio espeso que los invadió todo el día. Pero su consejo quedó en la nada, porque Light se apresuró a callarlo.

―No ―dijo cortante y sin mirarlo a los ojos, ni siquiera esperó a que terminara de hablar―. Sé lo que piensas, pero créeme, no funcionará. No vamos a ir. ―Soltó lo último con tono de sentencia funeraria. Elle suspiró. No creía que hubiese mucho que él pudiera hacer ante su testarudez. La decisión de Light de no mover un dedo por su padre era firme y parecía estar alterando a su hermana, porque hasta ese momento había llamado a Light más de diez veces al celular… y él no había respondido ni una―. No se lo merece ―dijo Light al cabo de un rato, como si intentara autoconvencerse.

―No tienes que perdonar a tu padre ahora ―susurró Elle. Muy en el fondo admitía que moría de intriga por saber qué había pasado entre ellos. Fue cuestión de segundos para que su comentario provocara un estallido de ira en Light.

―¡Ese tipo no es mi padre! ―gritó a todo pulmón. El eco explosivo de su voz había retumbado por cada rincón―. Yo no tengo padre ―finalizó con un murmullo gutural.

Se miraron con crudeza y un silencio intenso volvió a abrazarlos. Cuando Light giró para verlo directamente a los ojos, Elle vio todo el odio y el rencor que guardaba; los ojos café de Light estaban acuosos, pero no de angustia, eran lágrimas de una ira profunda. No hacía falta que le dijera nada, habían sido años de sufrimiento en silencio.

Decidió guardar silencio porque no se creía poseedor de la palabra mágica que pudiera ayudar a Light a olvidar el pasado en un chasquido de dedos, y si aún le guardaba rencor a él se imaginaba que con su padre sería peor. Por el brillo en sus ojos, Elle advertía que la herida era profunda. Acabó no diciendo nada para no ofenderlo y, en cambio, caminó lentamente hacia su habitación. De todas formas ya era medianoche, no podía hacer otra cosa más que recostarse y esperar a ver si Light cambiaba de parecer en la mañana.

Se puso de pie resignado, fue hacia su cuarto y se recostó en la cama. El sueño que venía suprimiendo era más fuerte del que podía soportar, y sumado el agotamiento mental que le provocaba pensar todo el tiempo en Beyond, en Watari y en las múltiples formas de haber podido evitar ese desenlace, hicieron que casi se desvaneciera. Fue inevitable para Elle quedar dormido al instante de haber cerrado los ojos.

Las imágenes de Beyond sujetando un revolver y apuntando al padre de Light en la frente inundaron sus sueños y los convirtieron en pesadillas. La pólvora que despedía el revolver luego de haber presionado el gatillo y la sangre espesa del orificio de la bala que caía a borbotones de la frente de Soichiro le causaron arritmia cardiaca.

Pero pronto despertó. Light había abierto la puerta de su habitación y había dado un portazo tan fuerte que lo sacó de sus pesadillas. En un abrir y cerrar de ojos ya estaba despabilado otra vez. Miró al umbral de la puerta. Ahí estaba Light, de pie y todavía sujetando el picaporte. Lo miraba con una expresión de éxtasis.

—Hay que ir —anunció Light con tono de orden.

«"¿Hay…?" ¿Y ahora qué bicho le había picado?», pensó Elle con hastío.

—Sí… eso mismo dije cuando nos enteramos —respondió, y con una obviedad irónica.

Light rodó los ojos.

―Cálzate. Vienes conmigo ―dio por orden, sorprendiendo en gran medida a Elle, quien arrugó el entrecejo. A ese punto no entendía el cambio de parecer de Light.

Estaba impaciente, nervioso y alterado. Creyó Elle que sería conveniente no hablar con su típico tono sarcástico. Entendía que el tema era delicado y, ahora que finalmente había accedido ir al hospital, no quería meter la pata dándole motivos para que se arrepintiera.

—Tengo la sospecha de que Beyond está detrás de todo esto ―dijo Light, pensando rápida y afiladamente. Elle creyó que en algún punto sus pensamientos y los de Light estaban mimetizados, porque desde que se enteró del intento de homicidio a Soichiro había creído exactamente lo mismo.

Quedaron en silencio.

Se levantó de la cama y se acordonó las zapatillas. Estaba algo adormecido, así que no fue tan rápido como Light hubiese deseado.

—¡Anda, Ryuzaki! ¡Vamos! —insistió con prisa.

Elle rodó los ojos.

—Ahora sí estás apurado por ir, ¿no? —dijo, poniendo los ojos en blanco.

Light no le prestó atención a su comentario y bajaron el ascensor juntos, en completo silencio. Chequeó la hora: la una de la madrugada en punto. Esperaba estar listo para lo que estaba a punto de hacer.

Elle se mantenía calmado, pero Light estaba perturbado y de a ratos lucía ido.

Fueron hacia el garaje del edificio. Light desactivó la alarma de su automóvil y ocupó el lugar del conductor. Elle estuvo a punto de abrir la puerta del acompañante cuando, de pronto, vio a Light sujetándose la frente y pasando una mano por su cabello.

—¡Maldición! —lo escuchó murmurar.

—¿Qué pasa?

Soltó un suspiro quejumbroso.

—No tiene suficiente gasolina —dijo con malestar—. Olvidé cargar el tanque después de ir a la oficina ayer… ¡Mierda! ―gruñó por lo bajo y le dio un golpe leve al volante.

Elle desvió la mirada y pensó rápido. Sus ojos se posaron en su motocicleta verde, que estaba en el mismo lugar que Kaito la había dejado.

—Se me ocurre algo —dijo, volteando hacia Light con una sonrisa infantil.

—¡No, Ryuzaki! —se interpuso con autoridad después de ver hacia dónde apuntaba su mirada.

—¡Vamos! Kaito debe haberle echado bastante gasolina para traerla de Kanto hasta acá —insistió.

Light palideció. Por un lado quería llegar cuanto antes al hospital y averiguar si, efectivamente, Beyond había estado detrás de lo ocurrido con Soichiro. Pero, por otro lado, siempre le había tenido miedo a las motocicletas… las consideraba peligrosas y era más factible tener un accidente en una de ellas que si iban cómodamente en un auto.

―No tenemos cascos ―le recordó con expresión seria.

―No los necesitamos. Iré despacio.

Light se mordió el labio inferior. Empezaba a fastidiarle el hecho de que pareciera que todo lo que decía le entraba por una oreja y le salía por la otra.

―La última vez que no usaste casco casi te matas. Terminaste en el hospital con la frente fisurada.

Elle se detuvo donde estaba. Hizo memoria. Light estaba en lo cierto. Le erizaba la piel que recordara detalles tan específicos.

―Sí, pero aquella noche yo estaba drogado.

―No me lo recuerdes ―esbozó Light, poniendo cara de fastidio.

Se miraron por una fracción de segundo, situación que Elle aprovechó para poner cara de súplica.

―De acuerdo… ―dijo Light por lo bajo y con los dientes apretados―. Tampoco es como si me quedaran muchas opciones. Iré por las llaves. ―Salió del auto y fue hacia el departamento. Tardó poco en regresar al garaje y caminar hacia donde se encontraba Ryuzaki, junto a la motocicleta. Le echó un vistazo y, por su expresión, Elle advirtió que no estaba para nada convencido de lo que estaba a punto de hacer―. Aquí tienes ―dijo, dándole la llave.

―Light… ―susurró Elle―, si de verdad te asusta que yo lo haga, puedes conducir tú.

Light se lo quedó mirando y soltó una carcajada, como si hubiese escuchado lo más ridículo del mundo.

―¿Estás loco? Yo no sé manejar esa cosa ―confesó. Y fue la primera vez que Elle lo vio sonreír en lo que iba del día. Le gustaba verlo reír, Light era muy guapo cuando lo hacía.

Elle se montó en la moto sin más y detrás lo hizo Light. No hubo contacto entre ellos, ya que Light prefirió sujetarse del asiento antes que tocar cualquier parte del cuerpo de Ryuzaki. Sin embargo, cuando este condujo por la avenida principal, aceleró a un punto que hizo cambiar de parecer a Light. Con sus brazos rodeó su cintura y el contacto estrecho hizo que se ruborizara.

Anduvieron a toda velocidad por las calles desoladas. Eran las dos de la madrugada y ni una sola alma merodeaba la ciudad. Eran los únicos dos lunáticos a los que se les ocurría andar en moto a esa hora con el frío abrazante del invierno.

En menos de quince minutos llegaron al hospital. Elle se detuvo en la acera y esperó a que Light bajara, pero parecía muy ensimismado en sus pensamientos como para darse cuenta.

—Am… —balbuceó Elle—, llegamos. —Luego de escucharlo, Light reparó en que se había quedado bastante tiempo sujetando a Ryuzaki por la cintura. Sintió vergüenza y deshizo el agarre casi de inmediato.

—Menos mal que dijiste que iríamos despacio —murmuró para cambiar de tema y olvidar el pequeño incidente de hacía un rato. Para desviar la atención de Ryuzaki empezó a acomodarse el flequillo, simulando estar despeinado.

Elle le sonrió con modestia y levantó una ceja. Podía leer a Light a la perfección; cuando se ponía nervioso, cuando estaba enojado, cuando estaba ansioso… era como si fuese transparente ante sus ojos.

—¿Qué te pasa? ¿Qué me ves? —le preguntó con despotismo. Elle sonrió y levantó los hombros. Al parecer Light estaba de muy buen humor por algún motivo, sin embargo toda esa energía amena cambió de manera brusca al atravesar la entrada del hospital. Su rostro oscureció y sus facciones adoptaron cierta dureza que Elle asoció con Soichiro Yagami. No conocía al padre de Light, ni siquiera lo había visto en fotos de portarretratos en su departamento. Pensó que seguramente Light habría tirado a la basura cualquier objeto que le recordara a él… No dejaba de preguntarse qué había sucedido entre ellos. Quizás, si tenía suerte, esa noche lo descubriría.

—Vamos —ordenó Light, y ambos con expresión seria caminaron hacia una habitación. Lo hacían a paso lento y monótono, sobre todo Light, quien parecía esperar que el pasillo no acabase para no llegar nunca.

—¿Estás bien? —preguntó Elle al verlo tan ensimismado.

Light se giró. Ryuzaki había estado observándolo todo ese tiempo. Había estado mirando sus gestos, sus expresiones y todo aquello que sentía y, seguramente, se prohibía decir.

—Sí —respondió Light a secas, y desvió la mirada antes de que Ryuzaki adivinara que estaba siendo invadido por unos nervios extremos—. ¿Por qué lo preguntas? —Él era el mejor detective de Tokio. Había entrevistado a los psicópatas más peligrosos de Japón sin que se le erizara un solo pelo… Sabía que podía con eso, no era nada en comparación, se trataba de Soichiro. Pero aun así, no podía detener esa arritmia acelerada que obligaba a su corazón a brincar enloquecido.

Levantó la mirada. No se sentía nada bien. Intentó mover los pies para seguir caminando, pero no lo logró.

—Por nada, es solo que… —murmuró Elle. Fue precavido en usar las palabras correctas, o podría causar una explosión de ira en Light—, te ves exaltado.

Ambos se detuvieron en su lugar. Light esbozó una sonrisa carente de gracia.

—¿Crees que no soy capaz de entrevistar a Soichiro?

—Yo no dije eso —respondió Elle ofendido—. Eres un gran detective, y sé que has entrevistado a muchos psicópatas y que jamás te ha temblado la voz ni has dado un paso en falso. —Había sonado sincero. No había motivos para creer que intentaba provocarlo—. Es solo que esta vez se trata… de él. —Evitó decir "tu padre" para no molestarlo—. Puedo hacerlo yo, si prefieres —se ofreció con la condescendencia más absoluta que había sentido nunca hacia nadie, lo cual le resultó bastante extraño a Light, y hasta a él mismo.

Empezaba a sentir por Light algo especial, algo similar a lo que había sentido cuando apenas lo conoció. Quería evitarle cualquier tipo de disgusto. Quería frenar como fuera que Light pasara algún mal momento, y si estaba él para impedírselo entonces lo intentaría a pesar de que se rehusara.

Pero Light era orgulloso, y ambos lo sabían.

—Puedo con esto —dijo con voz firme. Creía en él, creía en sus capacidades como detective y sabía que un simple interrogatorio con Soichiro no iba a alterarlo. No debía. No podía.

—¿Y entonces por qué…? —preguntó Elle. Light se detuvo en la escalera de la entrada del hospital, se dio media vuelta e impidió que finalizara la pregunta. Sabía de qué se trataba.

—¿Por qué te traje en vez de dejarte esposado? —Se miraron intensamente por una fracción de segundo. Elle asintió; hasta ese momento había creído que estaba ahí para interrogar a Soichiro en lugar de Light—. Te traje porque tú conoces a Beyond y yo no. Quiero que prestes atención a todo lo que diga Soichiro y que me digas si surge alguna pista de la que yo no esté al tanto y tú sí. ¿De acuerdo?

«Sí que pensaba con la mente fría», pensó Elle e inmediatamente asintió y desvió la mirada.

Subieron las escaleras del hospital, Elle con tranquilidad y paciencia, mientras que Light lo hizo con impaciencia.

—Aguarda aquí. Iré a recepción. —Si bien Sayu ya le había mencionado por mensaje que Soichiro estaba en la habitación 302, era necesario que mostrara su identificación de detective para interrogar a uno de los internos. Además, eran las dos de la madrugada, lo cual de por sí ya era extraño.

Elle observó el interior del hospital. Era blanco, pulcro y olía a remedio. Se parecía bastante a la clínica de rehabilitación de Londres: con pasillos angostos y claustrofóbicos… también guardaba un parecido con la Wammy´s House. Ahora que se detenía a pensarlo, la mayor parte de su vida había vivido en lugares como ese.

—Entrarás conmigo —dijo Light, apareciéndosele por detrás. Elle dio un leve respingo al notar su presencia. Light inmediatamente agregó—: Pero no dirás una sola palabra, ¿está claro? Tu trabajo esta noche es escuchar atentamente. No vas a hacer preguntas ni vas a comentar nada de lo que diga Soichiro. Ese es mi trabajo, ¿oíste?

Elle exhaló hondamente.

—Oí.

Caminaron por los pasillos vacíos, debido a la hora, hasta dar con la habitación 302. Light apoyó su mano sobre el picaporte y abrió lentamente la puerta. Sayu fue la primera en verle.

—¡Light! —gimió, se incorporó de la silla y fue hacia su hermano para abrazarlo. Sachiko permaneció sentada a un lado de su esposo mientras observaba a su hijo entrando en la habitación en compañía de un extraño.

—Necesito que se vayan las dos y nos dejen a solas —ordenó Light sin una pizca de sentimentalismo. Su presencia resultó ser una sorpresa para su madre, quien parecía no creer que estuviese ahí.

Acapararon la orden de inmediato y sin protestar. Ambas salieron del cuarto en silencio y cerraron la puerta a sus espaldas. Reprimieron cualquier deseo de abrazar a Light, sabían que no era la situación para eso, y mucho menos con Soichiro adelante y Light actuando como si apenas conociera a su padre.

Soichiro tenía cara de estar viendo un fantasma, y Light todavía no lograba descifrar si se debía a su presencia o a la de Ryuzaki debido a su parecido con Beyond.

—No es él, pierde cuidado —dijo por si acaso. Caminó hasta estar a un lado de Soichiro y tomó asiento donde había estado sentada su madre. Elle, en cambio, prefirió quedarse parado, con la espalda apoyada contra la pared del fondo del cuarto—. Es su hermano, se llama Elle. Está de mi lado —aclaró. Inhaló oxígeno y suspiró hondo—. Esto será rápido, no planeo estar mucho tiempo aquí —anunció Light seguidamente. La cercanía con su padre comenzaba a molestarle, y desde que había entrado siquiera se había dignado a mirarlo a los ojos.

—Light, yo…

—No tienes autorización para hablar… —dijo con inmediatez, y tan tajante que hasta a Elle le heló la sangre—, a excepción de lo que yo te ordene que respondas. Tú conoces las reglas.

La arritmia del corazón enfermo de Soichiro era cada vez más fuerte. No estaba seguro de poder aguantar el abatimiento que le causaba estar viendo a su único hijo varón luego de diez años de no haber cruzado palabra, y que su actitud hacia él fuera la de un enemigo.

—¿Pudiste ver al sujeto que te atacó? —preguntó Light. Vio que Soichiro hacía esfuerzo por mantenerse calmado, por no demostrar ningún tipo de emoción y ser lo más profesional posible, lo cual le ahorraba bastante trabajo. Soichiro asintió—. ¿Se parecía a él? —preguntó, y señaló a Elle. Soichiro clavó su mirada en Elle y lo inspeccionó de arriba abajo en silencio. Luego miró a Light y volvió a asentir con la cabeza—. Quiero hora, lugar y fecha.

—Fue ayer por la mañana —dijo Soichiro con un tono de voz apaciguado. La situación le incomodaba, sin embargo, Elle no le percibía una actitud déspota como a Light; se lo veía más bien entristecido—. Estaba en mi oficina, en la jefatura de Kanto, completamente solo. Eran las 7 de la mañana y nadie había entrado todavía. Demasiado temprano, supongo —Agachó la mirada y sonrió con dificultad.

»Era el único ahí adentro, así que decidí tomar mi café de todas las mañanas. Fui hacia la cocina del edificio, me preparé el desayuno y, cuando volví, escuché algo que captó mi atención. —Su voz se quebró de un momento a otro. Se detuvo unos segundos y su mirada quedó suspendida en el aire—. Algunas carpetas con papeles dentro habían caído al piso sin que nadie las tocara, o al menos eso fue lo que creí. Me acerqué a ellas y, como el estante estaba al lado de una ventana, creí que seguramente había sido el viento.

»Me agaché para recoger los papeles tirados en el piso... —continuó, pero esta vez su voz sufrió un cambio: empezó a temblequear de una manera que hasta Elle lo percibió desde la distancia—, y vi una sombra enfrente mío. Me llamó la atención porque hasta entonces yo había creído que estaba solo. Levanté la mirada y había un hombre de unos veintitantos…

»Me asusté, porque jamás lo había visto antes adentro de la oficina. Lo miré a la cara y solo entonces caí en la cuenta de que se trataba de él. —Sus ojos se volvieron vidriosos—. Para entonces ya me estaba apuntando con un arma en la frente. No me dio tiempo a reaccionar.

—¿El disparo fue en el hombro? —preguntó Light sagazmente.

—Sí.

«En una de las articulaciones, como hizo con Takada», pensó rápidamente Elle. Al parecer la idea de Beyond no había sido matarlos, a pesar de que tranquilamente pudo haberlo hecho con ambos. Quizás simplemente estuviera jugando a causar miedo en los demás. Elle sabía que con lo retorcido que era Beyond, eso le generaba excitación.

Pero, ¿por qué Soichiro…? ¿Por qué había ido a buscarlo precisamente a él? ¿Por qué no se había aparecido en el departamento de Light para intentar matarlo a él, en cambio, si era a quien realmente estaba buscando?

Se quedaron en silencio. Light y Elle miraron a Soichiro mientras recapitulaban en los datos, y no dejaban de preguntarse por qué Beyond había escogido un día de semana por la mañana para atacar y a plena luz del día, cuando siempre lo había hecho por las noches.

—¿Qué tipo de arma estaba usando? ¿Llegaste a verla? —Al contrario de lo que había creído Elle, el tono de voz de Light había sonado un poco más cordial.

—No, pero por su tamaño deduzco que si no era una calibre treinta y nueve, tal vez fuera una treinta y seis. No le presté demasiada atención a ese detalle. Estaba realmente paralizado del miedo.

Elle se detuvo a pensar: aún no se cumplían los cinco días desde que Beyond atacó a Takada, causándole una herida que la mandó derecho al hospital. ¿Por qué no esperó a que se cumpliera el tiempo que siempre estipulaba? ¿Y por qué decidió atacar a Soichiro Yagami en específico?

Elle alzó la vista de repente y miró a Light, quien seguía haciéndole preguntas a su padre con naturalidad. Primero Takada, después Soichiro… ahora entendía a qué estaba jugando Beyond.

—Eso es todo —dijo Light al cabo de unos minutos, cuando creyó tener las respuestas suficientes. Se levantó de la silla y le dio la señal a Elle de que era hora de que ambos se fueran.

—Aguarda, hijo… —balbuceó Soichiro suplicante.

—Light —lo corrigió el castaño. Miró a su padre con dureza. Hizo a un lado la silla que le estorbaba el camino. Le dio la espalda con brío y salió rápidamente de la habitación.

Elle, quien era más lento con sus movimientos, miró de refilón a Soichiro. Vio su agonía en sus expresiones y no pudo evitar hacer contacto visual con él.

—Acércate, hijo, por favor —le rogó Soichiro. Elle caminó lentamente hacia él, y muy en el fondo esperó que fuese rápido o, de lo contrario, si Light llegaba a verlo hablando con Soichiro, acabaría desconfiando de él—. Sé muy bien la relación que tienes con Light.

—No, aguarde… —se apresuró a explicar—, nosotros no tenemos nada. Solo somos… amigos. —Dudó que fuese la mejor palabra para definir su relación con Light, pero fue lo primero que se le vino a la mente—. Créame.

Soichiro negó con la cabeza.

—No necesitas explicarme nada. Está bien. Lo comprendo. Me tomó años hacerlo, y necesité de mucha ayuda de mi esposa y de psicólogos… —El señor Yagami estaba tan alterado que apenas podía hablar con fluidez. Sujetó una mano de Elle y la presionó con fuerza.

—¡Ryuzaki, anda! —Escuchó que Light gritó desde el pasillo, algo alterado por el tiempo que se estaba tardando en salir.

—Prométeme que cuidarás a mi hijo —pidió con los ojos llenos de lágrimas.

—¡Ryuzaki! —gritó Light desde el pasillo por segunda vez.

Elle tragó espeso y miró a Soichiro con una mezcla de sentimientos encontrados. Creía que tal vez el señor Yagami se había dado cuenta del deseo que su hijo generaba en él.

—Se lo juro —dijo con claridad y firmeza.

Elle no esperó a que Light continuara llamándolo a los gritos. Salió de la habitación y fue en su encuentro, pero no vio a Light ahí. Caminó hacia la salida y pudo ver que Sachiko y Sayu estaban abrazando a Light con fuerza. No quiso interrumpir. En cambio, se quedó parado en el interior del edificio, observando.

Por lo que pudo apreciar Elle, ambas intentaban hablar con Light acerca de algo que no llegaba a oír, pero era como si Light se rehusara. Lo vio enfadado y no dispuesto a cooperar con su madre ni su hermana. Pensó Elle que seguramente le estaban pidiendo que regresara con ellas a la habitación de su padre, y él se negaba.

—Ryuzaki, vámonos —ordenó al verlo. Elle obedeció y caminó hacia la motocicleta. Se despidió de las dos mujeres con cordialidad, mientras Light se subía detrás suyo sin decir una palabra. Encendió el motor y regresaron al departamento a la velocidad de un rayo—. ¿Por qué te tardaste tanto? —le preguntó Light, una vez en el garaje.

Elle no respondió, y era demasiado tarde para que entablaran una conversación. Ambos estaban cansados y solo pensaban en dormir. Subieron el ascensor sin decir nada. Una vez que estuvieron dentro del departamento, Light fue directo a la cocina para hacerse un té de hierbas. Necesitaba relajarse después de haber cruzado palabras con su madre y con Sayu. Ellas no aceptaban el hecho de ver la familia rota, y él no aceptaba el hecho de que lo obligaran a restablecer la relación con un homófobo como Soichiro.

Fue a sentarse al sofá del living con la taza de té y a la luz de un velador. Había creído que Ryuzaki ya se había ido a recostar, pero lo vio de pie al lado del sofá, mirándolo en completo silencio.

—¿Qué fue todo eso? —le preguntó.

Light no supo qué responder al principio. Pensó unos segundos a qué se refería exactamente Ryuzaki, y acabó aprovechándose de la situación para mofarse un poco de él.

—Se llama entrevista policíaca, ¿o ya te olvidaste?

—Deja de hacerte el tonto… —dijo Elle con voz grave y rodando los ojos—. No me llevaste para que fuera testigo del interrogatorio. Me llevaste porque no querías estar solo con tu padre en una misma habitación.

Light desvió la mirada. Fijó sus pupilas en el cielo anaranjado que les ofrecía esa madrugada intensa, del otro lado de la ventana.

—Sí, quizá —admitió, cruzado de brazos—. ¿Qué vas a hacer al respecto…? ¿Reírte?

Elle le echó un vistazo de reojo y guardó silencio mientras observaba a Light. Era la obra de arte más hermosa que había visto en su vida: sus ojos almendrados color café, su piel trigueña, su cabello castaño, sus labios carnosos y rosados, su actitud desafiante, su personalidad orgullosa… La entrepierna le palpitaba cuando lo tenía enfrente, y su imaginación le jugaba una pala pasada.

—Recuerdo el mensaje que me enviaste antes de que nos encontráramos aquella noche de lluvia —dijo Elle, cambiando el foco de la conversación. Era necesario que lo hiciera cuanto antes o corría peligro de que su cuerpo respondiera por él, y eso no podía pasar—. Lo leí muchas veces antes de decidir ir a verte.

—¿Qué mensaje? —preguntó Light extrañado.

—No finjas no recordarlo —dijo con seriedad.

Light enarcó una ceja.

—¿Qué decía? —propuso mientras sonreía como un niño.

Elle lo miró de reojo.

—Sé muy bien que mientes. Tú no eres así —soltó, descolocando a Light, quien pronto adquirió un semblante serio y, casi como un acto reflejo, se puso a la defensiva.

—¿De qué estás hablando? —preguntó desconcertado.

Elle miró hacia la ventana para fijarse en la oscuridad del cielo que matizaba con el color perlado de las nubes.

—Sé que toda esa fachada de frialdad que finges es solo un escudo para ocultar tu verdadera personalidad, Light. Yo te conozco. Eres la persona más fresa que he conocido en mi vida. Te debe doler un infierno estar así con tu padre, aunque intentes disimularlo —soltó sin reparo. Light quedó en shock a tal punto que apenas logró articular una respuesta coherente—. En el mensaje me contaste que te habían echado de la casa de tus padres… Bueno, se lo contaste a L.

Light se quedó de piedra. De un momento a otro se había olvidado hasta de respirar. Su corazón había empezado a latir acelerado sin que él mismo pudiera contenerlo.

—Sí, así fue. Fue la noche de lluvia que te crucé debajo del puente de Kanto. —Elle hizo memoria. Asintió. También él lo recordaba con lujo de detalles—. ¡Y no soy un fresa! Solía serlo, pero ya no —dijo con los dientes apretados. Se cruzó de brazos y miró con seriedad al frente—. Nunca más volví a ser así de inocente… ¡Y todo gracias a ti! Quizás fue algo bueno, después de todo. —Había más que rencor en el tono de voz que utilizaba Light. Era perceptible una decepción enorme y profunda que había guardado durante años.

—Nos besamos esa noche —mencionó Elle—. Recuerdo haber estado un buen rato debajo de la lluvia mientras pensaba en… todo —susurró con voz apaciguada.

Light asintió.

—Te vi esa noche en el puente, debajo de la lluvia y mirando a la nada —susurró Light, que lo recordaba como si se tratase del día anterior—. No entendía qué te tenía así de triste. ¡Tú nunca me contabas nada! Y cuando te veía abatido, como si te faltara el alma, el corazón se me quebraba. —Hasta ahora, creyó Elle que esa había sido la confesión más descarnada que había oído de Light.

»Yo quería saber qué te hacía sentir así. Por qué te drogabas. Solo quería que me dejaras ayudarte. —Su voz se rompió, y una lágrima escurridiza rodó su mejilla. Light se apresuró a limpiársela con el puño. Le avergonzaba llorar frente a él—. Entonces me escapé de casa y fui adonde tú estabas. No me di cuenta de que Soichiro me había seguido, y vio cuando nos besamos. —Todo empezaba a tomar claridad para Elle ahora—. Cuando llegué a casa me dijo que no quería un hijo homosexual viviendo en el mismo techo que él. Empezó a gritarme… yo también le grité. Me golpeó y mi mamá se interpuso para defenderme —contó con dolor en el pecho, completamente enajenado. Su voz volvió a quebrarse, pero se rehusaba a llorar. Ya había llorado demasiado, y había invertido años de terapia para lograr sanar el trauma de aquella noche.

Ahora era un adulto. Ya no podía llorar. Las cosas habían cambiado.

Y aún así, algo muy en su interior, algo que había estado guardado por más de una década, brotó como lava ardiente para salir de una buena vez a la luz.

—Te amé como nunca amé a nadie en toda mi vida —confesó Light de manera desaforada. Elle se quedó tieso y expectante—. Te amé tanto… y me pagaste de la peor manera. ¡Me engañaste!

Elle cerró los párpados. No se exaltó. Respiró con calma a pesar de ver que la furia de Light iba en aumento.

—Es cierto. Sí lo hice —dijo. Y estaba completamente arrepentido, pero en ese momento no tenía la madurez de ahora, jamás habría sido capaz de entender que estaba obrando mal.

—Esa noche te necesité más que nunca… —insistió Light. Se puso de pie enfurecido y miró a Elle con odio. De un momento a otro ya no era el mismo, su actitud había cambiado a una desafiante. Comenzó a gritarle—: ¡Y tú estabas revolcándote con otra persona!

El silencio absoluto los abrazó. El odio en el rostro de Light hizo que Elle sintiera un huracán en su pecho.

—¡Lo sé! —gruñó Elle de repente. Sus miradas se encontraron, desnudas y sinceras—. Y me arrepentí todos los días de mi vida por… —murmuró—: no haberte cuidado como te merecías.

Aceptó toda la culpa sin oponerse porque, muy en el fondo, sabía que Light estaba en lo cierto. Un engaño era un engaño, y no importaban los rótulos.

—Te odio con toda mi alma —murmuró Light, y esta vez las lágrimas no tardaron en aparecer. Se preocupó por ocultarlas, pero era demasiado tarde.

—No llores —suplicó Elle. Podía llegar a morir si lo veía llorando por su culpa. Se acercó a Light para limpiarle las lágrimas con sus propias manos. Se acercó, y demasiado.

—¿Qué haces? ¡Déjame! —exigió Light y lo hizo a un lado—. ¡Vete! —gritó de repente. Elle no supo cómo reaccionar—. ¡Quiero estar solo! ¡Vete a tu cuarto!

—No voy a dejarte solo —contradijo—. No cometeré ese error por segunda vez.

Light se puso de pie con ímpetu.

—Pues, esta vez yo sí lo haré —gruñó, y caminó a zancadas hacia su habitación. Se metió dentro y dio un portazo tan fuerte que Elle creyó que se le caería la puerta.

Elle quedó solo en la oscuridad del living, sentado en el sillón de terciopelo favorito de Light. Su cabeza era un remolino de imágenes y recuerdos que iban y venían causándole culpa, ira, nostalgia, vergüenza…

No creyó poder hacer otra cosa más que encerrarse en su cuarto, aunque su cabeza iba demasiado rápido como para poder conciliar el sueño. Sinceramente no creía poder pegar un ojo en toda la noche.

Se metió en el cuarto y apagó todas las luces. Se descalzó. Se recostó sobre la cama y miró el techo mientras recordaba las lágrimas de Light la noche que lo engañó. Sus lágrimas cuando le confesó que Ryuzaki y L eran él, sus golpes… de los cuales jamás se defendió porque hasta él mismo creía que se los merecía.

Dio un brinco de la cama al escuchar a Light entrando en la habitación con prepotencia.

—¿Qué haces? —le preguntó Elle extrañado cuando lo vio acercándose con brío.

—Te lo ganaste —le respondió.

Elle abrió grandes los ojos.

—Pero… —se quejó sin levantar la voz ni hacer cualquier tipo de oposición.

Light introdujo su mano izquierda en la esposa y volvió a apresarlo a los barrotes de la cama. Estaba inmovilizado. Light salió del cuarto con el mismo ímpetu con el que había entrado, dejándolo solo. Elle exhaló un bufido exasperado e intentó calmarse. Tenía la sensación interna de que esa noche no acabaría jamás.


Lo despertó un grito ahogado que, inconscientemente, supo que provenía de Light. Su corazón empezó a latir desesperado y él, en completa oscuridad, era incapaz de descifrar lo que estaba ocurriendo del otro lado de la habitación.

¡Auxilio! —Sí, definitivamente era la voz de Light.

Elle jaló de las esposas a más no poder, pero el agarre no aflojaba y ya empezaba a desesperarse. Los gritos de Light fueron haciéndose cada vez más fuertes y él no podía hacer nada para evitarle el sufrimiento.

Llegó un punto en que, por más que intentara, ya era demasiado tarde. Escuchó el sonido de un revolver disparando dos balas, y la voz de Light quedó perdida en un eco que ya no fue audible ni siquiera para él.

Escuchó la carcajada macabra de un hombre que se acercaba por el pasillo del departamento, y luego este abrió la puerta de su cuarto. Era Beyond, quien lo miró con la expresión más complaciente de cinismo. Sus ojos eran de un color rojo brillante, eran sanguinarios.

Se reía, y le enseñaba sus manos manchadas con la sangre de Light. Levantó el arma, apuntó directamente a su rostro y disparó.

Elle despertó con el corazón en la garganta y una agitación que casi lo deja sin aire. Inhaló y exhaló repetidas veces. Tenía el pulso por las nubes y los ojos desorbitados. Miró en todas direcciones y tocó las frazadas de la cama para autoconvencerse de que se trató de una pesadilla.

Poco a poco, la agitación que sentía fue bajando de gravedad. Intentó pasarse una mano por el cabello, pero las esposas no se lo permitieron. Sintió un odio intenso hacia esas malditas esposas del demonio. Sobre todo porque la huella de la pesadilla con Beyond continuaba latente…

Si Beyond entraba en ese mismo instante al departamento de Light, con él esposado, no habría nada que pudiera hacer. Simplemente morirían ambos. No podría defender a Light ni podría defenderse a sí mismo. Y eso lo aterró a tal punto que empezó a agitar la cama hasta casi hacerla pedazos.

—¡Salte ya! —le gritó a las esposas como si se trataran de un objeto con vida propia. Las odiaba. Iba a romperlas en pedazos cuando lograra despojarse de ellas—. ¡Quítense! —gritó a la par que zamarreaba el brazo hasta haberse generado una lastimadura profunda. Jaló y jaló. La herida en su antebrazo empezó a brotar sangre caliente y espesa, y manchó las sábanas.

—¡Ryuzaki! ¿Qué demonios estás haciendo? —preguntó Light exaltado, mientras entraba en la habitación tras dar un portazo. Lo vio jalando de las esposas con tanta fuerza que había llegado a destornillar el cabezal de la cama—. ¡Deja de hacer eso o la romperás!

—¡Quítame estas malditas esposas! ¡No las soporto! —gritó enloquecido y con fuerza viril. Light quedó paralizado de verlo así. Hasta ese entonces jamás lo había visto enfadado de veras, y el estado de ira en el que estaba llegó a causarle temor.

—¡Ya deja de gritar! —pidió, con cierto temor de acercársele demasiado.

—¡Quítamelas, Light! —volvió a insistir mientras continuaba ejerciendo presión.

—¡Te estás lastimando! —dijo Light. Fue en busca de las llaves y caminó hacia él con prisa, no le quedó más remedio que quitarle las esposas de una buena vez. Luego, insistió para que Elle se pusiera de pie y lo llevó a zancadas al baño—. Mira lo que te has hecho… ¡Mierda, Ryuzaki! —gimió. Puso el brazo sangrante de Elle debajo del grifo de la canilla y esperó que la hemorragia cesara un poco, pero la herida era grande y Light tenía serias dudas de que necesitara sutura.

Elle no dijo nada, estaba en silencio mientras escuchaba a Light rezongar, y veía la sangre vertiendo por la bacha.

—Mira cómo te has lastimado… —murmuró Light mientras sostenía su brazo con delicadeza. Cerró la canilla y lo cubrió con una toalla. Esta empezó a embeberse con sangre al instante—. Aguarda, iré por el botiquín —dijo, e inmediatamente buscó en el aparador del baño vendas, cinta y agua oxigenada. Sujetó el brazo de Elle nuevamente e hizo presión con una gasa para detener de una vez el sangrado. Quedaron demasiado cerca uno del otro—. ¿Por qué hiciste eso? —preguntó de repente, y con un murmullo ahogado.

Elle aguardó unos segundos en silencio antes de responder.

—Tuve una pesadilla horrible… —Tras decir eso, Light rodó los ojos, pero inmediatamente volvió a prestarle atención—: Si Beyond llegara a entrar por la ventana y llegara a intentar hacerte daño, yo no podría defenderte —confesó—. Y siento terror de que algo malo te pase, Light —dijo suavemente, y negó con la cabeza—. No me lo perdonaría.

Se miraron durante largos segundos. Light sintió el peso de las palabras de Ryuzaki y supo que estaba siendo sincero. El brillo en los ojos del moreno era algo difícil de obviar. No pudo resistirse a continuar mirándolo con detenimiento. Podía estar seguro de que estaba frente a los ojos negros más hermosos que había visto.

La cercanía entre ambos fue achicándose cada vez más hasta que sus frentes se rozaron con delicadeza y sus respiraciones tibias se entremezclaron, acelerándoles los latidos. Sus labios se rozaron con una suavidad casi imperceptible. Se acariciaron con los roces de sus rostros hasta embriagarse de deseo. Sin embargo, un golpe seco a la puerta de entrada hizo que Light rompiera el contacto y se alejara.

—Am… iré a abrir —anunció en un susurro casi inaudible. No se atrevió a mirarlo a los ojos.

Elle asintió a pesar de estar sumamente extrañado. Chequeó la hora: era apenas de madrugada y el sol aún no asomaba en el horizonte. No se imaginaba quién podría estar llamando a la puerta a esas horas.

Light llegó al living temblando. Debió pararse a mentalizarse en que nada estaba pasando entre él y Ryuzaki, y en que era todo producto de su imaginación. Podía controlar toda esa situación sin ningún problema.

Husmeó por la rendija de la puerta principal para saber quién estaba del otro lado, para no llevarse ninguna sorpresa, y le impactó ampliamente que se tratara de Blain. Destrabó la cerradura y abrió.

—¿Qué haces aquí? —le preguntó con la mirada ida y la voz temblando. Y no estaba seguro de que ese leve temblequeo fuese a causa de la súbita presencia de Blain.

—No podía dejar de pensar en ti —respondió el rubio con absoluta sinceridad—. Siento haber llegado así. Intenté llamarte, pero no atendías el teléfono… ¿Puedo pasar?

Light quedó en estado de parálisis.

—No es buena idea. Si quieres hablar, podemos hacerlo en otro momento. Otro día.

—No. Tiene que ser hoy, es en serio. Peleé con James por ti. Vio algunas fotos en mi celular y… Sigo enganchado, Light, no voy a negártelo. No eliminé ninguno de nuestros recuerdos, ninguno de nuestros chats, ¡nada! No puedo quitarte de mi cabeza —dijo con agonía y al punto del llanto.

—Ahora no, es que…

—¿Qué? —preguntó Blain con exasperación—. ¿Estás… con alguien más?

Light tragó espeso.

—Eh… es una historia complicada, no puedes quedarte esta noche. Hablaremos en la mañana, ¿sí?

—¡Light, necesito hablarte ahora! —Blain se detuvo en seco al ver a un hombre caminando en el interior del departamento de Light. Elle había salido del baño de su habitación y, sin más, cruzó el living arrastrando sus bolsas llenas de ropa—. ¿Quién es ese tipo? —preguntó Blain desorientado. Cruzó miradas con Light, quien rápidamente se volteó para ver a Ryuzaki caminando por su casa como si nada.

—Pueden hablar, yo ya me iba —anunció Elle sin siquiera mirarlos a los ojos.

Light se dio la vuelta con ímpetu.

—¿Ryuzaki, qué demonios crees que estás haciendo? ¡Tú no puedes irte a ninguna parte sin mi autorización! —Luego, se volvió hacia Blain—. Aguardame un segundo, ¿sí? —Le cerró la puerta en la cara y se dirigió como un toro embravecido hacia Elle—. Ryuzaki, ¿me oíste?

—Light… —dijo Elle mirándolo a los ojos con dolencia—. No quiero que te pase lo que le pasó a Takada o a tu padre. Beyond les dio un tiro a ambos, y menos mal ninguno fue de muerte… Temo que el próximo seas tú —admitió—. Está atacando a las personas que me rodean y no quiero que salgas herido. Quiere saldar cuentas conmigo, así que va a ser mejor que yo sea quien se encargue. Deslígate de todo esto, por favor.

Light quedó sin palabras. No supo qué hacer o decir. Por un lado, no quería renunciar al caso. Lo había adoptado desde que se enteró de él y ya había sido pagado por Akemi. No podía dejarlo en manos de otra persona. Y, por otro lado, había llegado tan lejos con él que sin desearlo se había entrometido hasta el tuétano. Había involucrado sentimientos, recuerdos, emociones… hasta creía que algo muy en el fondo le exigía que por nada del mundo dejara a Ryuzaki solo.

No podía dejarlo solo.

—¿A dónde irás? —le preguntó. Elle levantó un hombro.

—Ya me las arreglaré.

—¡Ryuzaki, no tienes adonde ir! La gente te confundirá con él e intentarán arrestarte —insistió Light.

—Hazte a un lado. Es entre él y yo. No estés en medio. —Se miraron a los ojos con sus almas desnudas—. No me permitiría que te lastimaran, y mucho menos por mi culpa. —Hizo silencio y caminó hacia la puerta desviando la mirada inquisitiva de Light—. En algún otro momento vendré a buscar mis cosas —dijo Elle con seguridad, pero estaba hablando con Light, quien jamás se rendía. Caminó hacia la puerta y se interpuso entre esta y Elle—. Ya en serio, Light, hazte a un lado.

—¡Claro que no! —gruñó Light con un infantilismo que acabó por sacarlo de sus cabales.

—¡Muévete! —insistió Ryuzaki con un grito gutural que hizo temblar a Light, quien se sintió paralizado y sin saber qué hacer o decir.

—¡Light, déjame entrar! —gritó Blain desde el otro lado del pasillo mientras tocaba a la puerta. Los ruidos lo habían alterado y quería saber qué estaba ocurriendo.

Light se sintió acorralado. Bajó la guardia de a poco. Creyó que esta vez de verdad no podía hacer nada para detener a Ryuzaki.

Sin saber si estaba haciendo lo correcto, abrió la puerta sin más remedio. Blain y Elle cruzaron miradas durante segundos que se sintieron como horas. Elle salió del departamento con paso firme, sin mirar al rubio con cara de sorprendido que estaba del otro lado.

—¿Quién es este tipo? —preguntó Blain cuando Elle ya estuvo fuera de la vista de ambos.

—Un… amigo —murmuró Light y evitó encontrarse con los ojos azules de Blain, repletos de ira y celos.

—No soy idiota, ¿sabes?

Light puso los ojos en blanco.

—No es lo que parece.

—¿Qué no…? —preguntó alterado.

Light se llevó una mano a la frente. Empezó a sudar en frío.

—No eres precisamente la persona correcta para estar pidiéndome explicaciones —le dijo. Agachó la mirada y entró al departamento. Se sentó en el sillón, agobiado.

Blain caminó hacia él y no le quedó más remedio que sentarse a su lado. Estuvieron un buen tiempo en silencio hasta que habló:

—De verdad que lo he intentado con James, Light —confesó—. Pero no puedo olvidarte. —Agachó la cabeza con rendición—. Jamás pude.

Hubiese preferido no escuchar eso. Hubiese preferido no estar ahí con él respirando el mismo aire.

—Blain, lo lamento… —le confesó mientras lo miraba a los ojos, y de ellos brotaban lágrimas escurridizas que ya ni se preocupaba por esconder—, pero yo no te recuerdo, no te sueño, no te extraño… —Blain no emitía gesto, no estaba alterado ni se mostraba enfadado. Su rostro era la imagen de la más absoluta decepción—. Lo siento —continuó—: Jamás sentí nada por ti más que amistad. —Agachó la cabeza, como quien se arrepiente luego de una confesión que lo avergüenza.

No había más que decir. Blain miró la madera del suelo, el sofá y la mesa de la cocina, lugares donde habían hecho el amor tantas veces… Pero ya no veía en Light ese brillo sexual que lo había cautivado cuando lo conoció. Era cierto: el deseo que había sentido hacia él se había esfumado por completo. Algo en Light había cambiado, y no en su favor.

—¿Él te complace? —le preguntó con el corazón hecho trizas.

Light evitó responder, pero Blain insistió.

—No somos novios.

—Pero te gusta.

—No… —respondió, ya agotado; soportar en una misma noche el hecho de interrogar a Soichiro, sumado con los reclamos de Blain más las exigencias rebeldes de Ryuzaki no eran una buena combinación. Empezaba a sentir jaqueca.

—Pero viven juntos… —dijo Blain con obviedad. Si Light intentaba engañarlo con eso, como a un niño, entonces podía darse por vencido, porque no caería. Rodó los ojos, dejándole ver que era imposible que creyera que no había pasado nada entre ellos—. Vamos, Light.

Hicieron silencio. Light no contestó. Tampoco lo miró. Estaba demasiado concentrando pensando adónde iría a parar Ryuzaki. Apenas estaba saliendo el sol, eran las seis de la madrugada. No eran horas para estar andando en motocicleta por las avenidas de Tokio, y mucho menos en su estado de conmoción y con la herida sangrante que se había causado a sí mismo. Y, por más extraño que parezca, no era eso lo que más le preocupaba, sino el hecho de que le preocupase en sí.

Los bolsos con su ropa habían quedado en su habitación, eso significaba que tarde o temprano volvería. Recordó sus palabras: «No quiero que salgas herido de todo esto», y fueron como puñaladas a su orgullo.

Estaba preocupado, quería que regresara. No mañana, no en un rato… ¡ahora!

—Lamento que lo tuyo con James no haya funcionado —dijo Light en un murmullo apenas audible—. Pero no hay nada que yo pueda hacer, Blain. Tú y yo no vamos a estar juntos —decidió, y desde lo más profundo de su corazón. Esta vez con un autoconvencimiento que no dio lugar a la duda—. Lo siento. —Solo entonces pudo mirarlo a los ojos, y supo Blain que Light decía la verdad: ya no quedaba nada entre ellos. Blain se tomó unos segundos para meditar.

—¿Puedo besarte? —le preguntó con inocencia—. Por última vez —pidió, casi con tono de súplica.

Estuvo a punto de responder que sí, tan solo para sentir que cerraba una etapa a la cual ya no volvería. Pero sus pensamientos lo traicionaron: pensó en Ryuzaki montando su motocicleta, yendo a toda velocidad por una avenida. Pensó en Ryuzaki y en Beyond, y en lo que sucedería si ambos se encontraban. Pensó en Ryuzaki, en las esposas, en su erección, que al mismo tiempo le generaba a él una excitación desaforada. Pensó en cuando lo conoció, pensó en L, en los mensajes que se mandaban aquellas noches que se quedaba en vela después de cenar y de haber estudiado para la universidad. Pensó en su adicción a las drogas, en los besos, en las caricias, en el sexo oral… y ni siquiera había habido penetración. Pensó en sus sentimientos hacia él, en el rencor que le había tenido durante todos esos años, en lo mucho que lo había amado y en lo preocupado que estaba ahora por él.

Quería encontrar a Beyond de una buena vez porque era su cometido; Akemi había depositado toda su confianza en él para resolver el caso, y no iba a fallarle. Lo hacía por él mismo, pero no iba a negar que muy en el fondo también lo hacía para liberar a Ryuzaki de su pasado tortuoso.

Nadie merecía ser esclavo de la droga. Nadie merecía presenciar el asesinato de sus padres siendo apenas un niño. Empezaba a entender a Ryuzaki con todas sus locuras, su rebeldía y sus fechorías. Entendía sus vicios y su necesidad por escaparse de la realidad. Su amor por las motocicletas, su fascinación por el sexo y por todo aquello que lo sacaba de tener que afrontar una realidad demasiado dura para soportar.

Lo comprendía.

—No —respondió, mirando un punto inexistente en el suelo—. No quiero que nos besemos —dijo con seguridad, y luego desvió sus pupilas hacia el rostro incrédulo de Blain—. Va a ser mejor que te vayas.

El rubio levantó la mirada. No contestó. Asintió sin más remedio y se puso de pie. Ya no había nada que hacer ahí. Caminó solo hasta la puerta, con Light observando cada uno de sus pasos mientras él le daba la espalda.

Luego de que diera un portazo, por primera vez Light se sintió incómodo en la soledad de su casa. Vio la hora en el celular: las seis treinta. Pensó en llamar a Ryuzaki, pero en cambio su instinto lo obligó a marcar el número de Dil.


Luego de salir del departamento con la cabeza caliente de tanto pensar y la muñeca doliéndole un infierno debido a la rasgadura de las esposas, Elle bajó las escaleras a toda prisa, como un toro embravecido. No veía los escalones, estaba nublado, casi drogado por la sensación de ira que le recorría el cuerpo. Debía atrapar a Beyond antes de que lastimara a otra persona.

Las imágenes del cadáver de Watari en la morgue invadieron su conciencia. Luego Takada y ahora el padre de Light. Esto no podía seguir, era un total descontrol.

Llegó al garaje donde todos los que habitaban el edificio guardaban sus automóviles. Encontró su Kawasaki y se montó sobre ella, pero algo lo detuvo: su celular empezó a vibrar en el bolsillo de sus jeans. Creyó que era Light y se apresuró a sujetarlo con prisa, pero el número que lo llamaba era desconocido.

Atendió de todas formas.

¡Finalmente! —vanaglorió Beyond del otro lado. Y esta vez no estaba usando un transformador de voz. Era su verdadera voz. Una voz aflautada y chirriante que a Elle siempre le había sacado de quicio.

—¡Maldito pendejo! Le disparaste a Soichiro apropósito —gruñó Elle con tanta fuerza que su voz hizo eco en todo el lugar.

¡No me diste opción! Es el padre del tipo al que te coges —dijo Beyond sonriendo—. Me la dejaste fácil.

—¡Enfermo!

Debí elegir entre él y el sujeto que te gusta. —Sonrió con malicia, con esos aires maquiavélicos que le erizaban la piel a cualquiera—. ¿Cómo se llamaba…? ¿Light… Light Yagami?

Elle sintió un escalofrío recorrerle todo el cuerpo. Sintió ganas de vomitar de tan solo pensar que podría llegar a hacerle daño a Light.

—¡Aléjate de él, idiota! —gritó con todas sus fuerzas.

Por supuesto —respondió Beyond con fingida cordialidad—, pero solo si vienes a verme. ¡Anda! No quiero perderme la oportunidad de vernos y de hablar, como antes.

Iba a matarlo, Elle sabía que su destino estaba pasando frente a sus ojos. Y también fue obvio para él que ya no podía esconderse. Era ahora o nunca. Debía ir a pesar del riesgo que corría: se trataba de Beyond, y estaba seguro de que estaría armado; pero tenía que enfrentarlo de una buena vez. No podía huir por siempre.

—¿Y voy a tener que averiguarlo por mis propios medios?

Beyond soltó una carcajada.

Estoy en una casa abandonada, en la calle Stalin. No seas maricón, no vengas con la policía a tus espaldas.

—Claramente no me conoces…: iré solo, ahora mismo —aseguró. Le dio una patada a la moto, colgó la llamada, guardó el celular en el bolsillo y aceleró.

 


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