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Todos aman a Light, Parte II: El Caso Beyond Birthday por Camila mku

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Fue desacelerando la motocicleta a medida que llegaba a la dirección que Beyond le había dicho: la calle Stalin. La estacionó en la avenida y se bajó. Quedó de pie frente a la entrada de un edificio en ruinas que se veía… espeluznante.

Sintió un escalofrío que le recorrió todo el cuerpo y lo hizo temblar. Pero no le hizo caso. Caminó hacia la entrada, donde un par de maderas habían sido clavadas en forma de cruz para ocultarla. Se agachó y las traspasó.

El interior del edificio era mucho más tétrico de lo que aparentaba desde afuera. Los cristales de las ventanas habían sido reventados a piedrazos y los pequeños trozos estaban desparramados por el suelo.

Elle caminó con cautela hacia un pasillo oscuro y angosto. Las paredes estaban enmohecidas y con la pintura carcomida por el paso de los años. Dobló hacia la izquierda y se metió por otro pasillo. Continuó caminando hasta llegar a una escalera que daba a una especie de sótano, aunque con lo oscuro que estaba allá abajo no estaba seguro exactamente hacia dónde estaba yendo.

Bajó de todos modos.

La escalera de madera estaba deteriorada y crujió con cada uno de sus pasos. Para cuando sus pies tocaron tierra firme, enseguida reparó Elle de que estaba en una habitación infantil. No entraba casi nada de luz desde el primer piso, pero la luz que había, aunque fuera mínima, alcanzaba para alumbrar los restos de muñecos que habían quedado después de lo que pareció haber sido un incendio; algunos payasos deteriorados y de distintos tamaños colgaban en las paredes; había muñecas, un sinfín de ellas, sin pelo y algunas sin extremidades.

Se llevó por delante una cuna que lo obligó a retroceder dos pasos.

—¿Te gusta este lugar? —escuchó que le dijo una voz desde una distancia prudente. —Era la voz de Beyond; estaba parado en el fondo de la habitación.

Elle se tomó unos segundos tras escucharlo hablar y reparar que, efectivamente, se trataba de él. La luz que apenas ingresaba desde el primer piso le alumbraba la cara. Había cinismo en su sonrisa. Detrás de sus ojos negros se escondía un salvajismo que Beyond no se preocupaba en disimular.

—No —respondió Elle con calma—. Es un lugar deprimente. Hubo un incendio aquí… —asumió. Se había percatado de ese detalle por las manchas negras en las paredes y los agujeros en los pisos de madera.

—Así es. Hubo un incendio —afirmó Beyond, y después sonrió levemente, mostrando sus dientes amarillentos. Dio un paso hacia Elle—. El matrimonio que vivía aquí tenía tres niñas… —Dio otro paso—, una de diez, otra de ocho y la menor de seis. Todas ellas muy parecidas a su madre. Eran bonitas y educadas, pero por alguna razón que jamás logré entender, su padre no las amaba. —Continuó caminando hacia Elle hasta estar a pocos metros de distancia. Luego, su atención se enfocó en una de las muñecas, la más deteriorada. La acarició con delicadeza, pero a los pocos segundos la sujetó con una mano y empezó a arrancarle el pelo, mechón por mechón.

Elle observaba sus movimientos mientras pensaba que Beyond había acabado de rozar los límites de la locura. Ya no le quedaba humanidad, no había nada que salvarle. Era una bestia.

—¿Ves ese cristal de allá? —preguntó Beyond señalando hacia adelante. Elle miró donde le indicaba, y asintió—. El sujeto construyó ese lugar para estar tranquilo. Cuando la madre salía de casa para trabajar o hacer las compras, él solía encerrarse en ese cuarto. Trabajaba de manera incansable. No le permitía a nadie entrar a su "lugar especial" y cuando a una de sus hijas se les ocurría hacerlo, la castigaba duramente. —Elle le seguía el relato intentando descifrar alguna pista de la causa por la cual Beyond le estaba contando toda esa pantomima, adónde quería llegar y por qué. Cuando terminó de arrancarle todo el pelo a la muñeca que tenía en la mano, la tiró al suelo y agarró otra—. Su comportamiento era muy parecido al de Watari, ¿no lo crees?

—No —respondió Elle con firmeza—. Watari jamás nos puso un dedo encima para golpearnos.

—Tal vez a ti no —dijo Beyond, giró y enfrentó a Elle con una mirada gélida y desafiante—. Yo lo vi haciéndoselo a otros niños.

Estaba mintiendo para provocarlo, estaba claro. Era imposible que Watari haya sido capaz de hacer semejante cosa. Él lo conocía bien. No caería en la trampa de Beyond. Respiró hondo y lo miró a los ojos.

—¿Cuánto tiempo estuviste espiando a esa familia hasta que tomaste la decisión de quemarles la casa? —preguntó Elle sin una pizca de duda en su semblante.

Beyond empezó a reír a carcajadas. Se mordió el labio inferior, saboreando los recuerdos del "accidente".

—Un año —respondió.

Elle arrugó el entrecejo. Sintió escalofríos.

—Eres un monstruo —le dijo. Miró a Beyond como si se tratase de la primera vez, y es que era como si no lo conociera en absoluto, como si no hubiese convivido con él, como si no hubiesen compartido el mismo techo tantos años en la Wammy—: Tú mataste a Alex.

La risa macabra de Beyond se hizo sentir en cada rincón de ese cuarto abandonado.

—Ese idiota se mató solo —respondió—. Yo nomás le dije que sería buena idea si lo hacía. De todas formas, nadie lo extrañaría.

Elle lo miró con asco. Quiso darle un puñetazo en la cara y quebrarle la nariz. ¡Él había querido mucho a Alex! Y se sintió realmente culpable de haberlo dejado en compañía de ese maldito demente.

—Eres una completa mierda… —dijo desde lo más profundo de su alma.

Beyond sonrió. Toda esa situación parecía divertirlo.

—Tienes el poder de terminar conmigo ahora, si quieres —anunció Beyond. Apoyó su mano en la parte trasera de sus jeans y extrajo del bolsillo una pistola. La sostuvo delante de los ojos de Elle—. Mira esta belleza. Está cargada. —Elle miró el arma. Supo de inmediato que no era nueva e imaginó que había pasado por las manos de mucha gente antes de llegar a las de Beyond… de forma inconsciente empezó a buscar fallas en ella—. Terminemos con esto de una vez, Elle. Te voy a dar la chance de que vengues la muerte de Alex y de Watari. —Le sonrió, y en menos de un segundo le quitó la seguridad al arma y la apoyó en el suelo—. Agárrala.

Elle no reaccionó.

—No voy a hacerlo. No seguiría tus órdenes por nada del mundo. —Lo miró con el mayor de los desprecios.

—Voy a ponértelo de esta manera…: para cuando sea mediodía uno de los dos saldrá vivo de este lugar, y el otro morirá. Estoy siendo benévolo, te estoy dando la ventaja de que tomes el arma y seas quien sobreviva. De lo contrario, tendré que matarte.

Había algo escondido dentro de las reglas de ese juego, algo que no estaba del todo claro. Su instinto le decía que por nada del mundo sujetara esa pistola. Beyond lo miraba con deseos ardientes de que participara de una buena vez, y él, en lo más hondo de su pecho, sabía que debía tomar una decisión: si no agarraba el arma moriría.

—Yo te diría que no pierdas la oportunidad de matarme —continuó Beyond—. El próximo después de ti será ese chico... Light. —Un brillo sagaz iluminó de repente la mirada de Elle—. Si no sujetas el arma, lo haré yo. Y después de matarte iré por él.

Elle se apresuró y, tan rápido como el viento, hizo lo que le dijo. Beyond sonrió complacido y Elle se reprimió a sí mismo en silencio. Odiaba estar haciendo lo que le decía, odiaba que pudiera manipularlo, odiaba todo de ese ser infame.

—Bien hecho… Ahora dispárame.

«¿A qué está jugando? ¿De verdad quiere que lo haga?». Pensó Elle que quizás el arma se disparara al revés, y en caso de presionar el gatillo podría matarse a sí mismo. Otra cosa que se imaginó fue que no estuviera cargada de veras y Beyond solo estaba probando si realmente se animaba.

—Tú y yo sabemos perfectamente que serías incapaz de matarme, Elle, incluso sabiendo que maté a Alex y a Watari… Tú crees que, muy en el fondo, yo sigo siendo aquel niño que fue secuestrado por siete años y maltratado, igual que tú.

«Lo sabe», pensó Elle en un instante. «El cabrón lo sabe». Beyond era consciente de que él sería incapaz de matarlo, que le generaba bronca y lástima al mismo tiempo. Que lo odiaba, pero también quería ayudarlo a volver de regreso a lo que era antes. Y esa dicotomía entre lo que pensaba y lo que sentía lo estaba enloqueciendo. Y Beyond disfrutaba de verlo dudar, disfrutaba asustarlo para más tarde hacerse la víctima. Disfrutaba tenerlo bajo su control.

Elle miró el suelo. Había un gran agujero negro en la madera. Se veía profundo. Levantó la mirada para volver a ver a Beyond y, en un segundo, abrió la mano y dejó caer el arma al hoyo.

—¡Carajo! ¿Qué hiciste? —explotó Beyond con salvajismo. La sonrisa se había borrado de su rostro, y adoptó una postura feroz, como la de un lobo enjaulado.

—Si uno va a matar a otro… que sea a los puños. No con una pistola de mierda —dijo Elle desafiante.

Beyond no esperó a sentirse humillado. Se abalanzó sobre él con ímpetu y lo empujó hasta arrojarlo contra una de las paredes del cuarto. Elle le dio un golpe tan fuerte en la cara que a Beyond empezó a sangrarle la nariz de a chorros.

—¡Cabrón! —le gritó, con la barbilla y los labios teñidos de rojo. Le dio un puñetazo en el ojo que dejó a Elle atontado durante unos segundos.

Se arrojaron ambos al suelo y se encimó uno sobre otro para golpearse hasta dejarse semiinconscientes. Ya ninguno de los dos sabía lo que hacía, pero tampoco era posible parar. La riña terminaría con uno de ellos muerto.


Light sacudía la pierna impaciente mientras esperaba que Dil le abriera la puerta. Cuando lo hizo, tenía los pelos enmarañados y cara de cansado. De lo temprano que era, Light observó que todavía tenía puesto el pijama.

—Ven, Light. Pasa —dijo con voz apaciguada, y lo invitó a atravesar el comedor que tantas veces había caminado—. Juro que no esperé tu llamado.

—Me sentí acorralado —susurró Light mientras cerraba la puerta de la sala de terapia—, no sabía qué hacer. Por eso te llamé. —Quedaron solos.

Light fue a recostarse en el sofá de siempre, en la posición de siempre, con los ojos apuntando hacia los cuadros, el ventanal, el muelle de la ciudad con el río del otro lado y los barcos atracados en la orilla.

—¡Vaya! —exclamó Dil con sorpresa—. Eso me asombra de ti. Jamás en ninguna sesión me confesaste que no podías lidiar con un problema. Ha debido ser muy grave para que me llamaras con tanta urgencia y a estas horas de la madrugada. —Se sentó en la silla de su escritorio y sujetó el anotador—. Hace mucho no te veía, Light —recordó.

—Lo sé —dijo, casi como si se sintiera culpable por haber abandonado la terapia, y con lo mucho que le había costado llegar al nivel de entendimiento que ahora tenía de las cosas—. Gracias por atenderme a esta hora, Dil —murmuró, ya recostado sobre el sofá y mirando hacia el techo.

Dil no supo si fue el tono de voz de Light o su mirada acongojada, pero algo en su aspecto y sus maneras le advertía que Light no era el de siempre. No se mostraba altanero ni tenía el orgullo hasta las nubes, como de costumbre. Esta vez parecía tener las guardias bajas.

—Te noto raro —intuyó—. ¿Qué pasó?

Light no se volteó, no quería tener que verlo mientras se confesaba, como si Dil se tratase de una especie de cura. Respiró profundo y exhaló con lentitud.

—¿Te enteraste del caso del inglés?

Dil asintió.

—Fue noticia en todo Japón, y lo sigue siendo hasta estos días. ¿Akemi te lo encargó a ti? —dedujo con sagacidad. Light asintió y suspiró con abatimiento—. Vaya, pues otra sorpresa… porque hasta lo que yo tenía entendido los homicidios empezaron en Kanto.

—Bien dijiste: "empezaron" —aclaró Light—. Es una historia larga —murmuró mientras se tronaba los dedos con nerviosismo—. Sé quién es el asesino… —confesó.

Dil aguardó, no quiso interrumpirlo; respetaba el protocolo de la vieja escuela de Psicología. Ya muchas veces Light le había mencionado el nombre de los culpables de un delito mucho antes de que estos fueran procesados en tribunales. Estaba acostumbrado a saber detalles escabrosos antes, incluso, que la policía.

—Me encontré con Ryuzaki —dijo. El rostro de Light se mantenía imperturbable y su voz, lapidaria.

Dil dejó de anotar por un instante y miró hacia adelante. Light estaba de espaldas a él, por lo cual era imposible observar su expresión, pero lo que acababa de decir lo había dejado helado hasta a él mismo.

—¡Ah! —exclamó Dil con la mayor cara de sorpresa que pudo haber puesto—. Esa sí es una noticia… —dijo. Aunque le sonaba extraño que Light contemplara ese detalle más que el hecho de haber descubierto la identidad de un asesino serial.

—Es el hermano del culpable —confesó, tan rápido que provocó piel de gallina en Dil, quien estuvo un buen tiempo en silencio y sin poder articular el habla. Dil se bajó los anteojos. Miró en todas direcciones, como si eso llegara a aclararle las ideas. Se los volvió a poner y observó perplejo a Light—. No quiero entrar en detalles, porque son demasiados y no vienen al caso… —suspiró—. Ryuzaki estuvo viviendo en mi casa unos días.

Dil enarcó una ceja. Ya no sabía cuántas sorpresas iba a tener que soportar, así que se deshizo de cualquier tipo de prejuicio y se juró que escucharía a Light con la mente abierta.

—¿Estás queriendo decirme que ustedes dos convivieron? —preguntó, y a Light no le sorprendió que se lo repreguntara. Tampoco él se lo hubiese creído unos meses atrás.

—Sí.

Dil sostuvo su mentón con una mano, como si tuviera sobre su escritorio un rompecabezas muy difícil de desentrañar.

—La última vez que viniste a terapia hablamos de él —recordó—. Continuabas enojado, y por todo lo que conversamos aquella vez yo hubiese creído que, si algún día llegabas a tenerlo enfrente, no dudarías en golpearlo. ¿Cómo fue que terminaron viviendo juntos?

Light pestañó, y es que ahora que se lo preguntaba le resultaba difícil de creer hasta a él.

—Lo hice para poder investigarlo de cerca…

—Pudiste haberlo mandado a una celda con vigilancia las veinticuatro horas —propuso Dil.

—No. Hubiese sido imposible porque él es inocente y no puedo privarlo de su libertad —respondió Light con autoconvencimiento—. Debí usar esposas. Tenía que extraerle información acerca de su hermano.

—¿Y ya has dado con él?

—¿Con quién? —le preguntó Light súbitamente. Dil abrió grandes los ojos.

—Con el homicida.

—Ah, él… —dijo Light, como si recordara a Beyond de repente—. No.

Dil arrugó el entrecejo. Ahora sí creía que Light había perdido el norte.

—Light… Llevar a Ryuzaki a vivir contigo fue innecesario. —Que se lo dijera de esa manera hizo que las mejillas de Light se pusieran bordó—. Lo llevaste porque algo en tu inconsciente quería sanar la tortuosa relación que tuvieron en el pasado.

—Pero… —tartamudeó Light. Miró en todas direcciones sin comprender al cien por ciento a Dil.

—¿Pasó algo entre ustedes en esos días? —preguntó con sagacidad.

Light agradeció estar de espaldas a él o le hubiese visto el rubor en las mejillas. Intentó bloquear su memoria de los recuerdos de él debajo de Ryuzaki, aquella vez que quiso quitarle a Rocco de los pies. Quiso anular el recuerdo de ellos a punto de besarse en el baño.

—Am… —vociferó Light, pero nada salió de su boca, estaba completamente petrificado mientras los segundos pasaban y el silencio lo presionaba.

—¿Pudieron hablar de lo que ocurrió entre ustedes? —volvió a preguntar Dil. Light sentía que sus palabras eran como balazos en la espalda.

—Algo así —respondió finalmente, con pesada carga emocional y un sentimiento de angustia difícil de procesar—. Acabamos discutiendo. Él sacó a tema la noche que Soichiro me echó de casa. Quería saber qué había pasado entre él y yo, y… —Súbitamente sintió un pinchazo en el pecho, le recordaba que era necesario hablar acerca de lo que ocurrió con Soichiro en el hospital—. La conversación terminó sacándome de mis cabales. No pude con el dolor que me generaba. —Light cerró los párpados y respiró pausado para aplacar el dolor de los recuerdos—. Le grité todo lo que llevé guardado por años. —Hizo fuerza para no llorar—. Él me engañó, Dil, y en el momento que yo más lo necesité…

El psicólogo asentía mientras observaba sus anotaciones en el cuaderno. Después de un silencio considerable, dijo:

—Y tú lo engañaste a él, Light.

De pronto fue como si el cielo se rompiera para Light. Inmediatamente se giró para ver a Dil a los ojos.

—¡¿Qué dices?! —exclamó con sorpresa—. ¡Yo jamás lo engañé! ¡No hubiese sido capaz de hacerle algo así! ¡Yo lo amaba de verdad, Dil!

—Y aun así lo engañaste —insistió. A esa altura Light no comprendía nada—. Y durante muchos meses —continuó. Cerró el cuaderno con tranquilidad y lo apoyó sobre la superficie del escritorio. Su mirada se encontró con la mirada desconcertada y afligida de Light—: Tú me dijiste que amaba que hubieses dado la vida por él. Sin embargo, coqueteabas con Ryuzaki y hasta llegaron a tener relaciones. El día que tu padre te echó de casa, fuiste con Ryuzaki, pero lo encontraste con otra persona. Entonces decidiste enviarle un mensaje a L.

—Pero… pero… —tartamudeó Light, sin poder salir del trance: ¿yo… lo engañé? Miraba en todas direcciones con un nerviosismo desaforado—. Pero L y Ryuzaki eran la misma persona. Técnicamente no lo engañé.

—Pero tú no sabías que eran la misma persona hasta que él te lo confesó.

Light se llevó las manos a la boca. No podía creer lo que escuchaba. Jamás se le hubiese cruzado por la cabeza que había engañado a L con Ryuzaki, y viceversa. De repente sintió una culpa extrema que llegó a acelerar su corazón hasta las nubes. Sus ojos empezaron a lagrimear.

—¡Dios mío, Dil! ¡Es cierto! —exclamó, todavía sin poder creerlo. Los recuerdos se le vinieron a la cabeza como una avalancha. Era cierto todo lo que había dicho Dil. Cuando le decía a L que lo amaba y luego se quedaba horas observando a Ryuzaki en clase. Después buscaba excusas tontas para encontrase con él fuera de la universidad, y siendo el novio oficial de Takada.

Engañó a L con Ryuzaki, y lastimó a su amiga con todo ese juego. Empezó a llorar, fuerte y desoladamente.

—Tranquilo —le dijo el hombre con voz apacible mientras Light se secaba las lágrimas con el puño del suéter—. No fue la muerte de nadie. Él sabe que te lastimó, de eso estoy seguro. Y ahora tú sabes que tú también obraste mal. Cometer errores es algo tan común como respirar, Light. Lo importante es lo que hagas a partir de ahora.

Light asintió, e intentó calmarse y respirar con normalidad. Él había sufrido mucho por la falta de aceptación de su padre, pero Ryuzaki había sufrido al perder a los suyos. Lo cual era mucho peor… por lo menos los de él estaban vivos, aunque no quisiera ver ni en fotografía a Soichiro.

Tenía todo el sentido del mundo que Ryuzaki se comportara como una sabandija con las personas. El mundo había sido un lugar oscuro y frío para él. Light no podía imaginarse lo duro que habría sido crecer en un orfanato, y en compañía de personas como Beyond.

Escuchó que su celular empezó a vibrar en el bolsillo de su campera. Lo sujetó y vio que era una llamada entrante de Ryuzaki. Durante ese instante se olvidó de Dil, de la sesión y de absolutamente todo.

—¿Ryuzaki, dónde estás? —preguntó con desesperación.

Light, estoy en el hotel abandonado de la calle Stanlin —dijo de manera acelerada—. ¡Atrapé a Beyond! ¡Ven rápido!

Cortó la llamada al segundo de haberle arrojado esa bomba, dejando a Light en estado de estupefacción.

—Dil, tengo que irme —dijo apresurado, incorporándose del sofá y dirigiéndose hacia la puerta—. Es una urgencia. Ryuzaki está en apuros y necesita mi ayuda.

El hombre simplemente asintió.

—Cuídate —lo saludó con una sonrisa.

Light volvió a agradecerle por su tiempo y le prometió pagarle en cuanto llegara al departamento. Ni bien cerró la puerta de la casa de Dil, corrió a toda velocidad por el pasillo hacia la calle. El sol estaba asomándose por la línea del horizonte, tiñendo el cielo de un manto anaranjado. Estaba amaneciendo.

—Calle Stalin —susurró Light mientras se metía en el auto y encendía el motor. El parabrisas estaba empañado debido al frío intenso del invierno y le obstruía la visión.

Se dirigió con rapidez hacia el hotel abandonado, pero algo en su interior le advertía que era buena idea llevar protección; se trataba de Beyond, era peligroso acudir en su encuentro sin un arma. Ryuzaki le había dicho que lo había "atrapado", pero Light repensó por un instante cómo y de qué manera. Necesitaba un revólver.

Pasó por su departamento y extrajo con rapidez un arma de un cajón escondido dentro de un armario, y fue de inmediato al hotel. Al llegar y ver el lugar en ruinas sintió una sensación de agobio. Hacía mucho que no merodeaba por esa calle y ver el estado precario de esa construcción le dio escalofríos. No entendía de qué manera había ido a parar Ryuzaki ahí adentro y cómo es que había encontrado a Beyond.

Tenía miedo, pero eso no impidió que saliera rápido del auto y se metiera dentro del edificio. Alumbró un pasillo desolado con la linterna de su celular. Cada vez que pisaba, escuchaba el crujido de vidrios y objetos en el suelo. Le quitó la seguridad al arma y apuntó hacia adelante mientras caminaba con extremo cuidado de lo que fuese a encontrarse.

—¡Light! —escuchó que lo llamaron de repente y desde el fondo del pasillo—. ¿Eres tú?

Light corrió hacia la voz y, en efecto, se trataba de Ryuzaki. Llevaba la misma ropa con la que lo vio salir de su departamento hacía unas horas. Estaba ensangrentado. Tenía los labios y los ojos inflamados, y moretones en prácticamente toda la cara.

—¿Te golpeó? —le preguntó Light asustado.

—Nos golpeamos los dos, pero logré amordazarlo. ¡Ven rápido! —le dijo, y se dio la vuelta para correr en dirección al sótano.

Light lo siguió sin detenerse un segundo. Bajaron unas escaleras que estaban en muy mal estado. Cuando pisó el suelo de la habitación vio a un sujeto desvanecido sentado en una silla y con cuerdas gruesas amarrando su cuerpo, sus brazos y sus tobillos. Al parecer, la riña había finalizado con Ryuzaki como vencedor. Beyond parecía haberse desmayado, y eso seguramente le habría dado a Ryuzaki el tiempo suficiente para atarlo.

—¡Rápido, Light! ¡Dispárale! —gritó Elle a todo pulmón.

—No, aguarda. Llamemos a la policía —dijo Light, poniéndole el seguro a la pistola—. Si lo matamos, los asesinos seremos nosotros. No nos está atacando.

Elle rodó los ojos.

—¿Eres idiota o qué? ¡Dispárale de una maldita vez! —gritó Elle enfurecido.

Light giró la cabeza para mirar a Elle a los ojos. Sorprendido, caminó unos pasos atrás, tomando distancia de él. Lo miró con duda. Esa reacción suya lo había dejado atónito. Ryuzaki jamás le había hablado de esa manera ni había usado nunca con él un tono así de agresivo. Light se sintió paralizado. Miró a Beyond, quien empezaba a recobrar la conciencia.

—¡Rápido, Light! ¡Mata a ese bastardo! —exigió Elle a los gritos.

Light se fijó en el rostro de Beyond una vez más, y cruzaron miradas por un segundo. Sus ojos eran dulces, buenos… Beyond no hacía intentos por zafarse del agarre de las cuerdas. Se había quedado mirando a Light de la manera más triste que el castaño había visto en su vida.

El corazón de Light palpitaba a redobles. Elle, parado a su lado, continuaba gritándole y ejerciendo presión para que disparara. Los ojos de Elle, al contrario de los de Beyond, eran fríos, calculadores, vacíos y oscuros.

No era Elle.

Light hizo un movimiento tan rápido que no llegó a ser captado por ninguno de los otros dos. Movió el brazo y apuntó a Elle con el arma.

Y disparó.

Beyond cayó al piso con una herida de bala en la rodilla izquierda que lo incapacitó para caminar.

Light guardó el arma en su pantalón y corrió con rapidez hacia donde estaba Ryuzaki para desatarlo de la silla, mientras ambos escuchaban a Beyond retorciéndose del dolor, tirado en el suelo.


Las sirenas de la ambulancia se hicieron sentir, mientras los oficiales de la policía custodiaban a Beyond para que no se atreviera a hacer ningún movimiento en falso ni intentara escapar.

Beyond estaba esposado, tal como había deseado Light desde que Akemi le había encomendado el caso. Verlo rodeado por policías, sin posibilidad de huir le generaba a Light un alivio indescriptible. Finalmente la pesadilla había acabado, y no podía sentir mayor gratificación.

Vio una figura que se acercaba lentamente hacia a él. Era Ryuzaki, quien después de haber sido atendido por los médicos del hospital ya se encontraba en buen estado, aunque los moretones y las heridas en la cara seguramente le durarían un par de días.

—¿Te duele? —le preguntó Light, observando las heridas.

Ryuzaki negó con la cabeza y esbozó una sonrisa.

—No. —Desvió la mirada un segundo, repensando la pregunta que hacía horas tenía ganas de hacerle a Light—. ¿Cómo supiste que él no era yo?

Light sonrió. Miró a los oficiales de policía que en ese instante estaban metiendo a Beyond adentro del automóvil. Este hacía esfuerzos por zafarse, pero le sería imposible escapar con las manos esposadas, así como los pies, y con semejante herida de bala en su rodilla.

—Recordé lo que me dijiste una vez —dijo Light, y Elle puso cara de incomprensión—: "Creo que Beyond es un peligro para cualquiera y hasta para él mismo, pero te juro que si lo tuviese enfrente, y si además tuviera un arma, no se me cruzaría por la cabeza matarlo. No podría apretar el gatillo". —Light sonrió—. Esas fueron exactamente tus palabras. Sabía que, más allá de todo lo que te hizo, tú jamás me hubieses pedido que le disparara. Por eso supe inmediatamente que no eras tú, a pesar de que Beyond llevaba tu ropa. —Una sonrisa tímida apareció en la expresión sorprendida de Elle.

—Qué gran memoria tienes —halagó, sonriendo de tal manera que dejó en estado de éxtasis a Light.

—Aunque no lo creas, sí te presto atención cuando me hablas —dijo el castaño, rodando los ojos.

Elle esbozó una carcajada. Luego, se puso sospechosamente serio.

—Me pegó hasta dejarme inconsciente… —murmuró—, y aprovechó para vestirse con mi ropa y ponerme las suyas. —Negó con la cabeza. Miró la horrenda chaqueta marrón que tenía puesta—. Maldito demente. Voy a quemar esta ropa.

—Le darán perpetua —dijo Light mirando cómo el automóvil policial que llevaba a Beyond directo a la cárcel se alejaba por la línea del horizonte—. Espero no volver a verlo nunca más. —Ni tampoco quiero que se te acerque, lo pensó pero no lo dijo. Temió lo que fuese a pensar Ryuzaki.

Hubo un silencio expectante que duró largos segundos. Light guardó sus manos en sus bolsillos, estaba haciendo demasiado frío y cada vez que respiraba lanzaba una bocanada de vapor. Ambos estaban cansados, pero aliviados de que toda esa locura finalmente haya terminado.

—Bueno, tendré que ir a tu departamento a buscar mi ropa —dijo Elle de la nada, y sacando a Light de sus cavilaciones.

Light se giró hacia él, súbitamente sorprendido.

—¿Dónde vas a quedarte? —le preguntó preocupado.

—Me alquilaré una habitación en un hotel. Uno cualquiera, no importa —dijo Elle elevándose de hombros.

—¿En un hotel? —repreguntó Light como si se tratase de una tontería—. Ryuzaki, eso no es una casa. No puedes vivir de hotel en hotel por siempre. —Soltó una risilla nerviosa—. Debes irte a vivir a una casa o un departamento, con jardín si es posible. —Yo podría ayudarte con la mudanza, segunda cosa que pensaba y no decía. Se reprimía cuando se trataba de Ryuzaki, y no entendía por qué.

—No voy a alquilar una casa. Los contratos de alquileres suelen durar años, y yo me volveré a Londres en tres días.

Light sintió que su corazón se rompió tras escuchar esa declaración tan… imprevista. Se giró y miró a Ryuzaki a los ojos, consternado.

—¡¿Qué…?! —le preguntó asombrado—. ¿Cómo que te irás a Londres en tres días…?

Elle se lo quedó mirando, como si no comprendiera qué era exactamente lo que asombraba tanto a Light.

—Bueno, sí. Es mi ciudad y… la verdad, extraño a mis amigos. Este lugar me trae malos recuerdos, Light. No quisiera tener que despertar todos los días en la ciudad donde asesinaron a Watari.

Sintió angustia invadiéndolo de repente, como si una fuerza constrictora le oprimiera el pecho con fuerza y no pudiera siquiera respirar con normalidad. Se iría, y quién sabe cuándo tendría la oportunidad de volver a verlo.

 

Notas finales:

Anteúltimo capítulo antes del final :) ¿Qué les pareció el plan de Beyond para que Light matara a L? ¡Maldito Beyond! Tiene merecido que lo encierren de por vida. El capítulo que sigue va a ser el último de esta historia :D ¿L se va o no se va a Londres? ¿Qué hará Light? ¡Nos vemos pronto! Las quierooooo


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