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Todos aman a Light, Parte II: El Caso Beyond Birthday por Camila mku

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—Bueno —dijo Elle mientras extraía las últimas prendas de ropa del armario—. Creo que no me estoy olvidando de nada. —Sonrió—. Terminé. —Puso sus manos en la cintura y miró a Light de reojo. Vio que no lucía tan contento como hubiese esperado. Light tenía a Rocco en brazos y, en vez de verse deseoso porque se largara de una vez, parecía más bien entristecido—. ¿Estás bien, Light? —le preguntó de repente. Light levantó la mirada, algo enajenado, en gran parte debido a que había estado demasiado ensimismado en sus pensamientos desde hacía un buen rato.

—Am… sí, es solo que… —tartamudeó mientras buscaba las palabras adecuadas para expresarse. Aunque ni él mismo estaba seguro de qué decir o cómo actuar—. ¿Londres, ya? Quiero decir… Beyond acaba de ser arrestado y aún no ha sido procesado en tribunales. Seguramente los abogados necesiten de tu testimonio para darle la condena que se merece, y eso llevará meses. Creo que sería conveniente que recapacites. —Desvió la mirada para que Elle no viera el rubor en sus mejillas. Se hizo el desentendido y empezó a acariciar a Rocco en el lomo.

Elle suspiró.

—Sí, lo sé —expresó con abatimiento—. Es solo que Londres es mi hogar. Amo Inglaterra y extraño a mis amigos. Quisiera ver a Grace y a algunos con los que conviví en la Wammy y en la clínica. Necesito estar con ellos ahora.

Esa declaración lo hizo sentirse egoísta de insistirle para que se quedara.

—Pero… no vas a volver a la clínica, ¿o sí? —Lo menos que quería era que Ryuzaki viviera en un pseudo-hospital, con gente enferma y adicta. No quería que nada le recordara a su triste pasado ni que estuviera en un ambiente deprimente—. Si tienes problemas de dinero, yo podría ayudarte.

Elle se giró para verle y de un segundo a otro soltó una carcajada que se dejó oír por todo el departamento y hasta alteró a Rocco, que saltó de los brazos de Light y fue hacia donde estaba Elle. Empezó a hacerle morisquetas para que lo acariciara.

—No tengo problemas de dinero. Vivo de renta —dijo con aires de sobriedad.

—¿Qué…?

—Bueno, es fácil: tomé una decisión que me dolió hasta el tuétano al principio, pero después me di cuenta de que fue lo mejor que pude haber hecho —sonrió. Light, en cambio, previendo lo que Elle diría, rodó los ojos—. Vendí mi colección completa de motocicletas. —Los ojos de Light se abrieron hasta parecer que caerían de sus fosas—. Sí, fue terrible, pero debí hacerlo para pagar la clínica. Junté una millonada de plata y la metí en un banco de Londres. Me dan dinero todos los meses por tenerla guardada ahí, y es mucho más del que ganaría si estuviese trabajando, así que… —Se elevó de hombros.

—Así que recibes dinero de arriba y no debes mover ni un dedo. ¡Vaya, tú sí la sabes hacer! —le dijo Light riendo con ironía.

—¿Me estás llamando holgazán? —preguntó Elle con una risa desaforada, como si lo regañara.

—¡Claro que no! —respondió con algo de timidez—. Más bien astuto, diría yo. —Se puso las manos en los bolsillos y evitó mirar a Elle a los ojos.

—Tranquilo. No voy a volver a la clínica —dijo. A veces Light se creía demasiado transparente, o simplemente Ryuzaki tendría un poder extrahumano para adivinar lo que pensaba—. Voy a alquilarme una habitación en algún hotel de aquí y, cuando llegue a Londres, supongo que tendré que arrendar un departamento.

Light sintió como si de pronto esa mañana soleada se volvía triste y gris. No estaba seguro de qué sentía por Ryuzaki, pero lo que sí sabía era que lo inundaba un malestar inexplicable cada vez que le decía que quería dejar Japón. Saber que en tres días ya no lo vería era algo que, evidentemente, no podía tolerar. Cada vez que pensaba en eso sentía presión en el pecho y no había nada que lo confortase. Y peor era saber que no era nadie para detenerlo. No podía obligarlo a quedarse, y entendía que extrañara a sus amigos. Le dolía mucho que su sola presencia no fuese suficiente para que decidiera permanecer en Tokio por más tiempo. Intentó disimular una sonrisa que no salió del todo bien, y agradeció el hecho de que Ryuzaki no se diera cuenta de lo mucho que estaba sufriendo en ese momento.

Escucharon los bocinazos de un automóvil en las afueras del departamento y Ryuzaki se aproximó a la ventana de inmediato para ver. Se trataba de la camioneta de mudanza que se había encaprichado en contratar para trasladar la poca ropa que tenía y, ¡claro!, su queridísima Kawasaki.

—Bueno, ahí llegó —dijo Elle, mirando a Light y sonriendo—. Voy saliendo. —Sujetó las bolsas con toda la ropa y las arrastró por el living hacia la puerta de entrada.

—Te ayudo —dijo Light en un susurro demasiado bajito y desanimado.

Una vez que acabaron de poner las bolsas sobre la camioneta y, por último, la motocicleta, Elle ya estuvo listo para partir.

—Nos vemos, Light —lo saludó con una sonrisa y con un gesto demasiado respetuoso y distante para gusto de Light.

—Nos vemos, Ryuzaki —le dijo sin más.

Los recuerdos del beso que estuvieron a punto de darse en el baño invadieron a Light de repente. Un pensamiento llevó a otro y, como si se tratase de un efecto en cadena, acabó recordando también la primera vez que lo vio en la morgue y casi muere de la sorpresa negativa en aquel entonces. Recordó también cuando lo mandó a la celda como cualquier otro preso, y cuando lo interrogó por el caso. Recordó cuando lo llevó a su departamento y lo esposó a la cama… y fue imposible para él no recordar la vez que se le cayó encima por intentar sacar a Rocco de su habitación. Cuando sintió su erección y su aliento caliente.

Lo último que vio aquella mañana fue a Ryuzaki dándole la espalda mientras se subía al camión de mudanzas. Volvió al departamento cabizbajo, trabó la puerta con llave y quedó solo en el living. Su casa siempre le había dado la impresión de ser hermosa, lujosa y acogedora; pero ahora lucía solitaria y demasiado grande para él solo.

Continuó sintiéndose extraño el resto del día.


Light pasó la tarde en completo estado de trance. No podía dejar de pensar en la ausencia de Ryuzaki y ni siquiera la fiesta de conmemoración que le habían preparado en la oficina le había sacado una sonrisa en lo que iba de la tarde.

—Por fin empiezan tus vacaciones, ¿eh, Light? —le dijo Kaito con una sonrisa de oreja a oreja mientras le daba un codazo amistoso.

Light le vio las ojeras moradas a Kaito, que colgaban como bolsas debajo de sus párpados. Sintió pena por él. El pobre no tendría descanso, seguramente, hasta que empezara el verano, y para eso faltaba bastante.

—Es una pena que falte tanto para las tuyas, amigo. —Kaito lo observó como si se tratase de un extraterrestre que había tomado el cuerpo de Light de repente. Su jefe jamás le había dicho "amigo" ni había mostrado un acercamiento de ese tipo hacia él. Se sintió feliz de saber que finalmente se estaba ablandando en el trato con sus compañeros de oficina.

—Tranquilo, Light. Yo soy administrativo… Si tuviese que enfrentarme con asesinos a diario, como haces tú, me tomaría vacaciones a cada rato —dijo, y esbozó una carcajada simpatiquísima que obligó a Light a sonreírle de regreso—. ¿Qué hay de tu novio? ¿Se irá de vacaciones contigo? —Por el cambio de expresión repentino que tuvo Light, Kaito adivinó que hubiese sido mejor idea no preguntar eso. El castaño rodó los ojos con impaciencia.

—Primero y principal no es mi novio, que eso quede claro de una buena vez —expresó cortante, aunque no estaba molesto, más bien ruborizado—. Y segundo… —Su voz fue descendiendo hasta oírse como un susurro—, regresará a Inglaterra pasado mañana.

—¡Ah, qué bueno! —exclamó con torpeza, porque no se le ocurrió qué más decir. El sujeto que había visto en el departamento de Light aquella vez era obviamente extranjero, no le había visto ningún rasgo asiático—. Pero que se vaya a Londres es una buena noticia, ¿o no? —Notó que Light no se veía feliz. Por el contrario, estaba demasiado sumergido en sus pensamientos mientras observaba el suelo. No estaba prestando demasiada atención, pensaba en el devenir de Ryuzaki y se preguntaba cuándo volvería a verlo... ¿Volvería a verlo, siquiera?

Era un sentimiento de ironía agonizante que le pesaba, porque hasta hacía un mes ver a ese hombre había sido como ver al diablo en persona, y ahora sentía una tristeza profunda de pensar que en tres días volverían a estar a un continente de distancia y quién sabía por cuánto tiempo.

Quizás fuera por siempre.

—Sí… es algo bueno —respondió Light fingiendo una sonrisa poco creíble.

—¡Pues, enhorabuena entonces! —exclamó el muchacho dubitativo. Algo le decía que Light mentía, porque nunca lo había visto así antes. Siempre que atrapaba al culpable de un homicidio se aparecía en la oficina con la cuenta del banco repleta de yenes y una sonrisa de oreja a oreja, dispuesto a empezar unas merecidas vacaciones en las playas paradisíacas de México o Brasil. Sin embargo, esta vez, su cuenta bancaria estaba repleta de dinero, pero la sonrisa no estaba. Ni tampoco había organizado planes para irse de vacaciones, que ya era de por sí sospechoso.

Kaito pensó que, en ese estado, sería mejor idea dejarlo solo, creyó que quizás necesitara tiempo para reflexionar. Le dio unas palmaditas en el hombro y se fue a socializar con otras personas.

Light continuó en el festejo un rato más, pero a la media hora sintió la necesidad de irse a casa a descansar. Fue saludado por todos sus compañeros, ya que no lo verían por tres semanas. Sus vacaciones acababan de empezar oficialmente.


Llegó a su departamento con un humor un tanto extraño después de haber pensado todo el camino en Ryuzaki. Rocco lo recibió con un par de volteretas divertidas. Light lo sujetó en brazos y lo llevó hacia el sofá. Estar en compañía de su pequeño perro le reconfortaba, aunque fuera un poco. Se sentó y encendió la computadora para distraerse, pero ni quince minutos viendo alojamientos en hoteles cinco estrellas en Cancún habían logrado que su estado anímico cambiase.

Le echó un vistazo a la habitación que había usado Ryuzaki en sus días viviendo ahí.

—¿Lo extrañas? —le preguntó a Rocco mientras le acariciaba el lomo. El perro gimió lastimeramente—. Sí… también yo —susurró. Cerró la computadora con lentitud y sujetó su celular. Fue hacia la lista de contactos y buscó a Ryuzaki. Estaba en línea—. ¿Y si lo invitamos a cenar? —le preguntó a Rocco con una sonrisa. Eran las cinco de la tarde, tendría tiempo suficiente para comprar algo que lo ayudara a lucirse frente a su invitado. El perro empezó a ladrar y a saltar con entusiasmo, pero en menos de un segundo un mensaje de su madre le llegó al teléfono.

«Light, cariño, felicitaciones por el gran logro que has alcanzado. Ya nos hemos enterado todos. A tu padre lo felicitaron más de cincuenta veces en la oficina. Estamos muy orgullosos de ti».

No iba a negar que le había escocido un poco que su madre mencionara a Soichiro, pero solo por esa vez podía dejarlo pasar. Estaba cansado y demasiado abstraído como para ponerse a pensar en eso. Su mente estaba ocupada por alguien en específico.

«Mamá, ¿quieren venir a cenar Sayu y tú?». Esperó estar siendo bastante claro como para no afrontar la sorpresa de un tercer invitado.

Mientras esperaba la respuesta de su madre se le cruzó por la cabeza cocinar una cena de despedida para Ryuzaki, pero seguramente estaría ocupadísimo con lo de la mudanza y organizando todo para el vuelo. Le diría que no. Además, probablemente quisiera descansar, y lo menos que quería Light era fastidiarlo.

«Claro que sí, cariño. Estaremos ahí a las ocho», le respondió su madre. Chequeó la hora. Aún era temprano. Tenía tiempo suficiente para dormir una merecida siesta. No se levantó ni caminó a su cuarto. Cerró los ojos y en menos de un segundo se quedó dormido en el sofá.


Luego de haberse despertado, y todavía estando algo atontado -con claras señales de su cuerpo de querer volver a dormir unas horas más-, Light decidió darse una ducha y salir de compras. Regresó al departamento una hora después, y con todos los ingredientes necesarios para preparar una gustosa carne al horno. Sabía que a su madre le encantaba esa receta acompañada con vegetales cortados en rodajas, y quería tomarse el tiempo de cocinarla como era debido.

Se puso manos a la obra a eso de las seis de la tarde, y ya para las siete tenía el plato casi listo. Salteó la carne con especias y aromatizantes y la dejó un poco más de tiempo dentro del horno para que terminara de cocinarse. Usó ese momento de espera para poner los recipientes sucios en el lavavajillas, cuando sorpresivamente tocaron a la puerta. No esperó que su madre y Sayu llegaran tan pronto, todavía faltaba una hora. Se secó las manos con un repasado y fue a abrir la puerta. Jamás esperó que fuese él.

—Hola, Light —lo saludó con las manos en los bolsillos. Algo había cambiado en el aspecto físico de Ryuzaki, y no fue difícil para Light darse cuenta qué: se había cortado el pelo y por primera vez en mucho tiempo lucía prolijo, se había rasurado la barbilla y se había perfumado con una fragancia varonil.

En cuanto a su rostro, Ryuzaki ya no lucía cansado. Parecía haber dormido una eternidad en el transcurso de aquel día y tenía una expresión mejorada en comparación con antes. Estaba vestido con jeans y una chaqueta negra que le quedaba fenomenal. Light se preguntaba adónde se iría así de arreglado, y con quién.

Sintió un súbito malestar en el pecho, el mismo que había estado intentando aplacar durante toda la tarde, y lo había logrado en mayor o menor medida. Pensó que quizás estaría yendo a una cita, pero descartó ese pensamiento casi al instante, no tenía lógica: se iría a Londres en dos días.

—No te esperaba de vuelta, si te soy sincero —le dijo y le sonrió amenamente—. ¿Cómo estás, Ryuzaki?

—No quería molestarte, la verdad —dijo, elevándose de hombros—. Después de todo lo que hiciste por mí y por resolver el meollo del caso creo que te mereces unas vacaciones. —Rio.

—Las tengo —respondió Light con una sonrisa—. Me las dieron. Hoy es oficialmente mi primer día de vacaciones.

Elle puso cara de sorprendido y, al mismo tiempo, encantado.

—¡Esa es una muy buena noticia! ¿Qué tienes pensado hacer?

Light se elevó de hombros, por un par de segundos se había quedado en blanco, porque no tenía ni la más pálida idea. «Tal vez ir unos días a Londres contigo». Ok, no; no diría eso. Suficiente vergüenza le daba admitir que ni siquiera él mismo podía con sus propios sentimientos de melancolía al saber que se iría.

—No planeé nada todavía —admitió.

—Bueno, eso es lo de menos. Podrás descansar, que es lo importante —dijo con empatía—. Olvidé la novela que Grace te pidió que me dieras, por eso vine. —Light se sintió algo desilusionado, había esperado que dijera «porque te extraño, porque tampoco yo puedo dejar de pensar qué sucederá cuando ya dejemos de vernos tan seguido». Su imaginación le estaba jugando una mala pasada y quizás fuera mejor idea dejar de "pensar tonterías".

—Voy por ella —dijo con una sonrisa fingida. Se dio la vuelta y caminó hacia la habitación que en su momento ocupó Elle—. Entra, Ryuzaki —gritó desde la alcoba—. ¡Hace frío afuera!

Elle no esperó a que se lo repitiera, el frío que ingresaba por el pasillo era mayor del que podía tolerar, y haber ido en la motocicleta había resultado peor, tenía los dedos de las manos endurecidos -eso le recodaba que sería buena idea comprar guantes-; el viento en contra le había hecho tiritar del frío. Se sintió reconfortado al ingresar y cerrar la puerta, la calefacción era tan alta en la casa de Light que casi lo obligó a quitarse todo el abrigo y a quedarse únicamente con la remera.

Al parecer Light tenía algo en el horno, porque olía un aroma proviniendo de la cocina. En un principio lo sintió agradable, pero con el correr de los segundos se alarmó.

—Light… —lo llamó desde el living.

—¿Qué? —Se escuchó la voz de Light desde la recámara mientras buscaba el libro.

—Algo se quema —advirtió con tranquilidad. Light fue corriendo del cuarto a la cocina, y tan rápido que Elle apenas lo vio cruzar.

—¡Oh, maldición! —resopló Light luego de abrir la cubierta del horno y ver que, efectivamente, la carne que tanto se había esmerado en cocinar estaba oscura. Se llevó una mano a la frente y se pasó los dedos por el cabello con impaciencia. Miró la hora en el celular. Eran las siete treinta. En media hora llegaría su madre. No tenía tiempo de preparar nada, y con lo mucho que solían afectarle ese tipo de situaciones se sintió demasiado cohibido como para pensar algo.

Elle entró a la cocina y vio a Light agachado frente al horno.

—Diablos… —susurró Ryuzaki con expresión de espanto—. Ha sido mi culpa —admitió—, vine en el peor momento. Lo siento mucho, Light. Te distraje.

—No pasa nada… —dijo Light, y le pareció muy extraño a Ryuzaki verlo sonreír a pesar de todo—. Compraré algo… supongo que tiene que haber alguna casa de comida a estas horas. Y, si no, tendrán que esperar.

—¿Quiénes? —preguntó Ryuzaki impaciente.

—Mi madre y mi hermana. Vienen a las ocho.

Ryuzaki abrió grandes los ojos.

—¡Son las siete! —exclamó—. Déjame ayudarte a preparar algo rápido aunque sea.

—¿Qué…? ¡Claro que no! —dijo Light sonriendo—. Saldré a comprar, ya no hay tiempo de preparar nada.

—Insisto, Light. Todo esto fue culpa mía —dijo, con sus ojos negros desbordando cierto brillo que Light prefirió obviar, o acabaría perdiéndose en ellos—. ¿Qué tal… pizza? Es fácil, rápida, deliciosa… y es lo único que se me ocurre ahora y que se me da más o menos bien —dijo, soltando una carcajada. Light empezó a reír desaforadamente—. No te rías, es en serio, no todos sabemos cocinar platos elaborados como tú.

Sin pedir permiso, Ryuzaki empezó a buscar los ingredientes en la alacena. Se había acostumbrado tanto a tratar la casa de Light como si fuese suya que sabía exactamente qué buscar y dónde. Light le siguió en cuanto a la idea de preparar pizzas, y en unos segundos ya estaban con todos los ingredientes sobre la mesada.

—Yo amaso —dijo Ryuzaki e hizo que Light soltara una carcajada, imaginarlo peleando contra una masa podría llegar a matarlo de la risa. Ryuzaki ya se había arremangado y se había lavado las manos para introducirlas en la harina.

Light cortó algunos vegetales y los puso en un plato separados. Miró a Ryuzaki esforzándose por hacer una preparación buena y lanzó otra carcajada estrepitosa.

—¿Qué tienes? —le preguntó Ryuzaki con una sonrisa en el rostro.

—Te ves tan concentrado que me das risa —dijo y negó con la cabeza. Continuó cortando los vegetales mientras su expresión cambiaba de una divertida a una entristecida—. ¿Ya tienes planeado qué vas a hacer cuando llegues a Londres? —Sabía que estaba siendo pesado y demasiado entrometido con ese tema, además de insistente. Ryuzaki ya le había dado una respuesta. Sin embargo, era inevitable para él volver una y otra vez a lo mismo. Pensaba en eso y creía que empezaba a obsesionarse. Y, para colmo, Elle se quedó tan callado después de su pregunta que Light creyó que se había dado cuenta.

—Lo único que sé es que ya saqué el vuelo de ida, pero del resto no tengo nada previsto —respondió con una sonrisa sutil, pero Light se mantuvo serio. Saber que ya había comprado el pasaje le dejaba los ánimos por el suelo, ya no había nada que pudiera hacer para impedirlo.

Continuaron cocinando en silencio y, luego de diez minutos en los que cada uno se mantuvo concentrado en lo suyo, ambos oyeron que tocaban a la puerta con insistencia. Light palideció y miró a Elle de arriba abajo. Ambos estaban impresentables; Elle se había volcado harina en la ropa y Light tenía la remera llena de salsa de tomate.

Caminó hacia la puerta, chequeó la hora y eran las siete y veinte. Cuando abrió, Sayu se le tiró encima y le dio un abrazo fuerte que lo dejó sin aire.

—¡Hola, mejor detective del mundo mundial! —le dijo con una sonrisa. Sachiko permaneció en el pasillo. Sabía lo mucho que Sayu extrañaba a su hermano, así que no impidió que lo abrazara cuanto quisiera—. Te trajimos esto. —Tenía en una mano una bolsa larga con un moño.

—¿Un regalo para mí? —preguntó Light con inocencia. Por eso las amaba tanto; eran ese tipo de personas que siempre demostraban su afecto. Ambas asintieron. Light empezó a hurgar en la bolsa, pero se dio cuenta de que hacía mucho frío y se sintió egoísta de tenerlas ahí afuera esperando—. Pasen, lo abriré adentro —dijo, y las invitó a dejar sus abrigos en el perchero de la entrada—. Llegaron temprano. La comida todavía no está.

—Está bien. Es que a las siete fuimos con tu hermana al centro comercial para elegir algo bonito para ti y decidimos venir directamente.

Light hurgó en la bolsa y sacó de su interior una taza con su nombre dibujado en ella.

—¡Es hermosa! ¡Gracias! —dijo emocionado y fue hacia la cocina para mostrársela a Ryuzaki, quien ya estaba metiendo las prepizzas en el horno—. Ryuzaki, mira. —Sostuvo la taza en la mano enfrente de él.

—¡Qué bonita está! Tiene tu nombre.

Sayu, que desde el living había oído una voz más grave que la de Light proviniendo de la cocina, le echó un vistazo a su madre con expresión interrogante. Cuando Light regresó al living las vio a ambas con los ojos bien abiertos e iluminados.

—Light… ¿quién es él? —preguntó Sachiko con una gran sonrisa, procurando susurrar para que no la oyera.

—Vengan, se los presentaré. —Ingresó a la cocina dispuesto a no utilizar rótulos en cuanto a su relación de amistad con Ryuzaki. No quería confundirlas, aunque muy en el fondo sabía que lo hacía para no confundirse él mismo—. Pasen —les dijo, y aventó la mano para que lo siguieran.

Sachiko entró y vio a un joven de espaldas. Cuando este se giró para verlas, Sachiko sintió una sensación cálida en el pecho. Era la primera vez que veía a su hijo en compañía de un hombre. Light nunca había querido presentarle a nadie y cada vez que le preguntaba al respecto su hijo se jactaba de responder o fingía no prestarle atención.

—Mamá, él es Ryuzaki —dijo Light parándose al lado de él—. Ryuzaki, ellas son mi madre Sachiko y mi hermana Sayu.

Elle las saludó con cordialidad, aunque no tuvo oportunidad de acercárseles para verse un poco más amable, porque tenía las manos enchastradas.

—¿Les dijiste que soy el culpable de que se haya quemado la comida?

Light rio y simplemente negó. Sachiko se acercó adonde estaba Elle y se le paró delante. Lo miró con ternura, como si se tratase de un niño. Elle se sintió incómodo, pero intentó disimularlo.

—Así que te llamas Ryuzaki —le dijo con una sonrisa enorme que mostraba todos los dientes.

—¿De dónde eres, Ryuzaki? No pareces de aquí —dijo Sayu con sagacidad mientras alzaba a Rocco en brazos y se acercaba para ver de cerca al nosequé de su hermano. Light no lo había llamado "amigo" ni "novio" ni "conocido", así que se abstendría de hablar de más por si acaso.

—No, soy inglés —dijo con naturalidad, y sonriendo. Los ojos de Sayu se abrieron con sorpresa mezclada con fascinación.

—¡¿En serio?! —gritó emocionada—. ¿Podrías decir algo en inglés? O cantar una canción, ¡lo que sea! Amo cómo suena, y mucho mejor si proviene de un nativo.

Light rodó los ojos.

—La verdad, canto muy mal —dijo Elle sonriendo.

—No está aquí para dar clases, ¿sabes? —la regañó Light, un tanto desilusionado consigo mismo. Después de todo, hacía mucho que conocía a Ryuzaki y jamás había nacido de él preguntarle acerca de sus raíces lingüísticas. Tal vez fuera porque nunca le interesó aprender más allá de su idioma nativo.

—Light, podrías aprender mucho de él —dijo Sachiko entusiasmada con Elle. Continuaba observándolo con cierto encanto y ternura.

—Bueno, la verdad es que nunca lo pensé —admitió Light—, pero… de hecho, ¡es una muy buena idea! —soltó, abatido de que recién ahora lo meditara. ¿Qué mejor que aprender un idioma extranjero con un nativo?—. Después de todo, yo solo sé lo básico.

—¡Ay si, Light! —comentó su madre—. Sería bueno que aprendieras. Te serviría. ¿Recuerdas cuando dijiste que tuviste problemas en un hotel de Australia porque no sabías ni decir "maleta"?

Las mejillas de Light enrojecieron. Pero lo peor fue cuando miró de reojo a Ryuzaki y cruzaron miradas. Ryuzaki se estaba aguantando una carcajada burlona.

—Para ser justo con Light debo decir que el idioma japonés no me resultó nada fácil al principio —comentó Elle para ver si Light se relajaba un poco. Lo veía avergonzado, aunque divertido. De todas formas, lo que menos quería era burlarse de él por algo que tampoco a él le había resultado nada fácil—. Cuando vine por primera vez a Japón tenía diecisiete años y el idioma fue como una bofetada, siéndoles honesto. Tienen un abecedario completamente diferente al mío y los sonidos de las palabras me mareaban.

—En la universidad se te notaba muy fluido —dijo Light. Recordó que para ese entonces habían empezado a hablar por chat—. Ya tenías veintiséis. Habías pasado un buen tiempo viviendo aquí.

Veintiséis. Era cierto. Le sorprendía lo mucho que Light recordaba los pequeños detalles de su vida.

—Sí, para ese entonces ya me había acostumbrado. Me costó adaptarme, en todo sentido. Pero no tuve más alternativa que hacerlo, y de a poco fui adquiriendo el lenguaje hasta que logré cierta fluidez —dijo sonriendo mientras condimentaba las pizzas—. Aunque creo que mi acento jamás llegó a ser del todo fluido. Me resigné. Nunca podré hablar como un nativo.

—Se te oye bastante fluido en mi opinión —comentó Sayu, mientras bajaba a Rocco de sus brazos.

—Gracias —exclamó Elle, cerró la cubierta del horno, se lavó las manos y caminó hacia Light—. Bueno, las pizzas estarán en veinte minutos. No suelen tardar más que eso—. Light asintió—. Y de nuevo te pido disculpas por haber estropeado la carne.

—¡Oh, ya basta! Deja de disculparte por eso. Te dije que estaba todo bien —dijo Light fastidiado, pero sin estar molesto de veras.

—¿Íbamos a comer carne? —preguntó Sayu—. ¿Se te quemó a ti, Ryuzaki?

—No, a mí —dijo Light rodando los ojos.

—No, a mí —comentó Elle—. Fue mi culpa.

—¡Claro que no! —rezongó Light—. Fue mi culpa por haberme quedado hablando…

—Conmigo —dijo Elle—. Es que vine en un mal momento y distraje a Light.

—No me distrajiste. Yo me distraje solo —dijo de brazos cruzados.

—No es cierto —agregó Elle sonriendo.

Sayu y Sachiko los miraron con ternura de que se defendieran así el uno al otro. La escena les había parecido tan rara que escondieron risitas nerviosas.

—¿Qué dicen si les sirvo algo frío mientras esperamos? —preguntó Light, y enseguida fue hacia el refrigerador, pero Elle se acercó para despedirse—. ¿A dónde vas? —le preguntó sorprendido.

—Me voy, Light. Espero que pases una buena velada con tu familia —dijo, y le dio un beso en la mejilla que lo dejó paralizado.

—Pero ¡quédate! Anda —exclamó Light con insistencia.

—Arreglé el desastre que hice con la carne. Eso me reconforta, pero de verdad no quiero invadir. Supongo que querrán hablar de temas de ustedes y… si estoy en medio, pues… No quisiera incomodarlos.

—No nos incomodas, en serio —dijo Light, que empezó a creer que quizás Ryuzaki tendría apuros por ir a un encuentro, ¿por qué habría venido tan arreglado si no? Aunque, si lo pensaba con detenimiento, de ser así no se hubiese quedado una hora cocinando en su casa. Decidió que se lo preguntaría por si acaso—: ¿Tenías planes para esta noche? —Lo miró con deseos ardientes de que respondiera "no".

—No —dijo Elle para su confort.

—Entonces puedes quedarte…. ¡Anda, por favor! —pidió, rogó, casi suplicó.

Elle lo miró extrañado. Era la primera vez que Light demandaba su presencia con tanta urgencia. Aunque debía admitir que ese comportamiento tan infantil le generaba cierto nosequé que lo estaba haciendo cambiar de parecer.

—De acuerdo —dijo al cabo de un rato—. Si quieres que me quede, me quedo. —Sonrió, igual que Light.

Light se sintió tan feliz que le brillaron las pupilas.

Elle fue hacia la alacena y ayudó a sacar los vasos a pesar de que Light lo miró con claras evidencias de que no era necesario que lo hiciera. Luego fue hacia la mesa del comedor y se sentó junto a Sayu y Sachiko.

—¿A qué te dedicas, Ryuzaki? Fuiste a la universidad con Light… ¿también eres detective?

—¡Mamá! —exclamó Light desde la cocina, mientras llevaba los vasos y una jarra con limonada. No quería que Sachiko empezara una especie de entrevista, y mucho menos que incomodara a Ryuzaki ametrallándolo con preguntas. Evitaría a toda costa que lo pusiera nervioso—. No tienes que responder si no quieres, cielo. Yo solo preguntaba —le dijo a Elle, atajándose ante cualquier reclamo de Light, quien se sentó a un lado del moreno y empezó a servir la limonada en cada vaso.

Elle sonrió.

—No me molesta, en serio —dijo mirando a Light—. La verdad, vine a Japón por un caso. Dos de los involucrados eran parientes míos. —Por su tono de voz y por la forma en la que evitaba mencionar detalles, Sachiko se dio cuenta de que a pesar de su amabilidad el muchacho no quería hablar del tema—. Y sí, de hecho, fuimos juntos a la universidad con Light, pero yo no me recibí. Tuve que atender asuntos personales en Londres y debí abandonarla…

—¡Caray, qué pena! —exclamó Sachiko con ojos tristes—. ¿Y no planeas retomarla? Sería lindo que lo hicieras.

Light, que había estado pensando en lo entrometida que era su madre a veces, de pronto creyó que esa era una muy buena idea, y que hasta incluso podría hacer que Ryuzaki contemplara quedarse en Japón por más tiempo. Sus ojos se abrieron con sorpresa y la alegría que le había faltado en todo el día de pronto apareció de la nada. Todavía quedaban esperanzas.

—Es cierto, Ryuzaki —dijo Light con sus ojos brillando de la emoción—, podrías retomar la universidad. Solo te faltaba un año.

Elle se abstrajo por un instante, repensando la propuesta. Era cierto, después de todo. Había abandonado a tan solo un año de recibirse. Quizás sí fuera momento oportuno para acabarla de una buena vez. Después de todo, Criminalística era lo que siempre había deseado hacer y lo que mejor se le daba.

—No es mala idea.

—Voy a traer las pizzas —anunció Light con una sonrisa, luego de chequear que pasaron los veinte minutos. Al cabo de un segundo ya estaba de vuelta. Las puso sobre la mesa y el aroma que desprendían inundó todo el living. Se olían deliciosas y se veían igual de bien.

—¡Vaya, se ven riquísimas! —exclamó Sayu.

—¡Rocco, no! —exclamaron Light y Sayu al mismo tiempo cuando vieron que el pequeño perro saltaba a una silla para estar más cerca.

—Por eso no me gustan los perros, Light —dijo Sachiko mirando cómo su hijo se encargaba de bajar a Rocco al suelo y de llevarlo a otra parte de la casa para que comiera su alimento balanceado. Pero fue imposible obligarlo a permanecer ahí. A los pocos segundos, Rocco ya estaba de nuevo junto a la mesa, esperando que alguien le diera un poco de pizza. Light rodó los ojos y le sirvió una porción en un platón que dejó en el piso—. Sayu y tú son iguales en eso. No salieron a mí. ¡Hasta duermen con sus perros!

—No lo dejo subir a la cama. Duerme en la alfombra —se excusó Light, y Elle podía dar fe de ello. En cambio Sayu desvió la mirada, se giró hacia su madre y rodó los ojos. Sabía que a ella le fastidiaba tener que juntar los pelos de perro de las colchas y las frazadas. Light, en cambio, usaba una aspiradora que, la verdad, le había sido de mucha ayuda, dado que era fanático de la limpieza y tampoco él soportaba tener que juntar los pelos de Rocco a cada rato.

—¿A ti te gustan las mascotas, Ryuzaki? —preguntó Sachiko.

—Sí, la verdad es que me encantan. Hace unos años tuve en cautiverio una serpiente en una pecera. Se llamaba Daisy —dijo sonriendo con inocencia, ante la cara de espanto de Sachiko y Sayu. Light rio por lo bajo.

—¿Y era grande? —preguntó Sayu horrorizada.

—Bastante —dijo Light sonriendo. Él la había visto con sus propios ojos, recordó que en ese entonces se había llevado tremenda sorpresa al encontrarse con Daisy en el cuarto de Ryuzaki. Había sido la primera vez que se hicieron sexo oral. Las mejillas de Light se encendieron y prefirió empezar a servir las porciones de pizza en cada plato con apuro para evitar recordar de más.

—¿Qué hiciste con la serpiente, Ryuzaki? —preguntó Sayu mientras le daba un mordisco a su pizza.

—La entregué a un centro de resguardo animal —respondió mientras también él comía de su porción—. No podía llevarla a Londres ni hubiese querido hacerlo. Sentí pena por ella y decidí dejarla con gente que pudiera encargarse como es debido.

—¿Y con qué la alimentabas? —preguntó Sayu.

—Con ratas.

—¡Ay, qué asco! —gritó la niña.

—Sayu, compórtate —la regañó su madre rodando los ojos.

—¿Y de dónde sacabas las ratas? —insistió ella, picada por la curiosidad.

—De mi casa, con el montón de ropa en el suelo ya te imaginarás, ¿a que no, Light? —bromeó y le dedicó una mirada cómplice a Light, que se descostillaba de la risa—. Mentira. Las compraba.

—¡Qué crueldad! —comentó Sayu.

—También hubiese sido una crueldad dejar a Daisy sin comer —dijo Light rodando los ojos.

—Bueno, sí. Eso es cierto —respondió Sayu, quien se había quedado reflexionando, y hasta parecía intrigada de saber cómo sería tener una serpiente como mascota—. ¿Y nunca se escapó de la pecera? ¿Y si te la encontrabas en tu cama, qué hubieses hecho?

Elle enarcó una ceja.

—La pecera estaba tapada —respondió sonriendo—. La verdad es que nunca se escapó.

Sayu se giró hacia Sachiko con rapidez.

—Mamá… ¿podemos tener una serpiente?

—¡¿Estás loca o qué?! ¡Claro que no! —gritó Sachiko espantada.

—Oh, diantres… —exclamó Sayu abatida—. ¿Y otro hamster?

—No, ya te dije que a tu padre no le gustan. Y tú no los cuidas como es debido.

Sayu se resignó a aceptar lo que decía su madre y siguió comiendo. Aunque no pudo evitar continuar haciéndole preguntas a Ryuzaki. Era un sujeto que le llamaba la atención; tenía muchos tatuajes en los brazos y se veía agresivo, pero cuando hablaba toda esa imagen de agresividad quedaba en la nada. La verdad es que su voz era muy pacífica y transmitía una tranquilidad que pocas veces había visto en los amigos de su hermano. Y, aunque Light no lo había presentado como tal, ella en el fondo sabía que eran algo. Se daba cuenta porque a Light le brillaban los ojos cuando lo miraba, y lo miraba bastante seguido.

—¿Y ahora que te has quedado sin serpientes adoptaste otra mascota, Ryuzaki? —preguntó Sayu, ya habiendo terminado su plato.

—La verdad no —confesó—. Pero en el tiempo que viví aquí con Light aprendí a querer mucho a Rocco —dijo de manera inocente y sin haberse dado cuenta de que había metido la pata hasta el fondo—. A veces lo extraño. —El perro se acercó a él y se dejó acariciar el lomo.

Sayu y Sachiko miraron a Light con los ojos bien abiertos.

—¿Cómo…? ¿Ustedes dos convivieron? —preguntó Sachiko sorprendida. Al parecer, la relación de su hijo con ese chico había ido enserio, aunque le generaba duda que lo haya mencionado en tiempo pasado, ¿habrían roto? A esa altura Sachiko ya no entendía nada—. Light, no me contaste… —susurró.

Light se llevó una mano a la frente y se acomodó el cabello con aflicción.

—Luego te explico, no es lo que parece —dijo, soltando un suspiro. Se fijó en el plato de todos y notó que ya habían acabado—. ¿Quieren postre? —preguntó ni bien vio la oportunidad de cambiar de tema—. No pude arruinarlo porque lo compré. Es helado —dijo, soltando una carcajada. Los demás se rieron del chiste, menos Sachiko, quien continuaba pensando en si de veras su hijo iba en serio con ese chico inglés.

Luego de que pasaran unos minutos entre risas, Light decidió cambiar los platos y llevar a la mesa compotas con helado. Para cuando se hicieron las diez, Sachiko fue la primera en incorporarse de la mesa y en caminar hacia la puerta de entrada.

—Otro día vendremos más temprano para quedarnos más tiempo —dijo con una sonrisa. Un sonido fuera del departamento captó su atención y abrió la puerta para ver—. Se largó a llover —dijo, poco sorprendida—. Aunque era de esperarse. Estuvo nublado todo el día.

—Les daré un paraguas —dijo Light y se puso a buscar en el cajón de un mueble del living.

—No te preocupes, cielo. Solo tenemos que caminar unos metros hasta el garaje. No lo necesitamos. —Habían ido en auto, así que era cierto. Bastaba que se refugiasen con sus capuchas. Sachiko se acercó a Light y le dio un beso en la mejilla—. Cuídate, ¿sí? Nos veremos pronto.

Sayu se despidió de su hermano de igual manera, y ambas levantaron la mano para saludar a Elle, que continuaba sentado a la mesa.

Luego de que se fueran, Light cerró la puerta y se giró hacia él.

—Am… está lloviendo fuertísimo —comentó—. ¿Viniste en la motocicleta? —Elle asintió—. ¿No prefieres quedarte a dormir? —preguntó algo ruborizado y balbuceando, aunque ni siquiera él sabía el motivo, Ryuzaki ya se había quedado a dormir antes y no había habido ninguna insinuación por parte de ninguno, así que no era algo extraño para considerar. Se quedó expectante a que le respondiera y tuvo miedo de que se negara—. No te vayas con este temporal, es peligroso.

Elle se fijó en la lluvia torrencial del otro lado de la ventana. El cielo estaba negro y cubierto por nubes. Cada tanto tronaba.

—Puedo esperar a que pare —ofreció, en cambio. Light quedó meditando su respuesta. Sintió que su ofrecimiento no había sido del todo bien recibido y que Ryuzaki tenía intenciones claras de marcharse—. Aunque, pensándolo bien… —dijo a los pocos segundos—, la cama donde me hacías dormir era mucho más cómoda que la del hotel donde estoy. —Sonrió. Light también.

Se quedaría.

Light caminó hacia la mesa con algo de torpeza, pero sintiéndose el hombre más afortunado del planeta.

—Voy a llevar todo esto a la cocina.

Elle se puso de pie enseguida.

—Te ayudaré a limpiar. —Empezó a juntar los platos uno por uno, pero Light se interpuso.

—Claro que no. Tú cocinaste, ¡y muy bien, debo admitirlo! —confesó sonriendo—. Si quieres puedes elegir una película para ver. Digo… son las diez. Es temprano.

—De acuerdo —dijo Elle y se acomodó en el sillón junto a Rocco.

Light sabía de los gustos de Ryuzaki, estaba seguro de que elegiría terror. Pero, sorpresivamente, optó por una cómica. Y lo entendía, la verdad; todos los sucesos devastadores que había tenido que atravesar los últimos meses habían superado las expectativas de una película de terror. Estaba bien que quisiera mantenerse relativamente al margen de eso.

Light desapareció por un instante de la vista de Elle y, cuando regresó, lo hizo con una frazada en brazos. Apagó todas las luces y se sentó a su lado, desplegando la manta para ambos. El sonido de la lluvia obstruía un poco, así que Elle subió el volumen.

—Tu departamento está bien calefaccionado. Eres bastante friolento —le dijo sonriendo de forma amena, con la vista puesta en la manta.

Light le respondió con otra sonrisa, pero evitó decir nada. A medida que fue transcurriendo la película fue sentándose un centímetro más cerca de Elle hasta prácticamente quedar pegados. Elle sintió su cercanía demasiado obvia como para no reaccionar. Alzó su brazo derecho y rodeó a Light cariñosamente. Sus rostros quedaron tan cerca que podían sentir las respiraciones del otro. Light sintió nervios y su pecho empezó a latir tan fuerte que temió que Ryuzaki lo escuchara.

En ese preciso instante un rayo estremecedor hizo que el televisor se apagara. Light no pudo evitar dar un brinco del susto al ver que todo el departamento quedaba a oscuras.

—Se cortó la luz —dijo Elle sujetando su celular y alumbrando con la linterna del dispositivo.

—Juro que si no me lo decías no me daba cuenta —respondió Light irónico, rodó los ojos y rio como un niño. Elle le acarició la mejilla con suavidad, haciendo que Light dejara de reír y se pusiera serio. Su tacto generó una descarga eléctrica que Light sintió en todo el cuerpo.

No había mucho que hacer a esas horas y a oscuras.

—Tal vez sea mejor que nos acostáramos ya —propuso Elle. Estaba cansado, y el día siguiente sería arduo—. Mañana empezaré a prepararme para partir.

El sentimiento de vacío volvió a invadir a Light más fuerte que al principio. Respiró con profundidad y suspiró acongojado.

—Sí, tienes razón —dijo sin más, recogió la manta y, al cabo de un rato, se despidieron hasta el día siguiente.

Elle se recostó en la que ya consideraba su habitación dentro de la casa de Light. Mientras que Light se fue a la suya con Rocco siguiéndole detrás.

No fue fácil para ninguno conciliar el sueño. El sonido de la tormenta era relajante y tenebroso al mismo tiempo. Por otra parte, ya había pasado una hora y la luz todavía no llegaba. Poco a poco, Light fue acostumbrándose a la oscuridad abrazante, y acabó durmiéndose más rápido de lo que hubiese imaginado.

Se fijó en su alrededor: había aviones esperando del otro lado de un cristal inmenso y muchas personas estaban haciendo fila para ingresar mientras un guardia de seguridad los controlaba al pasar.

Vio la pantalla que anunciaba el próximo vuelo, y era a Londres. Su corazón sufrió un vuelco abrupto y de inmediato se fijó en la gente que estaba esperando en la fila. Había un par de personas alborotadas discutiendo con el guardia y, a un paso de ellos, se encontraba Ryuzaki. Estaba con la cabeza gacha, las manos en los bolsillos de un camperón azul y la mirada puesta en las baldosas del suelo. Él, al contrario de los demás, permanecía callado. No había felicidad en su rostro y verlo así de triste hizo que se pusiera de pie y fuera corriendo a su lado.

Ryuzaki —lo llamó con un grito. Elle levantó la mirada e intentó buscar a quién había gritado su nombre entre todo el gentío—. ¡Ryuzaki! —volvió a llamarlo, hasta que por fin se encontraron con las miradas. Se detuvo frente a él para impedir que continuara caminando hacia el avión.

Light… ¿qué haces aquí? —le preguntó con un susurro débil.

Él se lo quedó mirando y sintió ganas de llorar. Respiró profundo mientras escuchaba que las personas a su alrededor lo insultaban por estar entorpeciendo la entrada al avión.

Respiró profundo y fue sincero:

No quiero que te vayas… —confesó, y una lágrima escurridiza rodó por su mejilla. Ryuzaki lo miraba como si no comprendiera—. Por favor no lo hagas.

Le sujetó la mano con fuerza y le dio un abrazo que sintió en el alma.

Abrió los ojos con rapidez. Se fijó en su alrededor y se sintió aliviado al saber que estaba en su habitación. Se pasó una mano por la frente y reparó en que todo había sido un sueño, uno bastante lúcido a decir verdad. Se relamió los labios con abatimiento e intentó calmarse para así apaciguar esa sensación de tristeza que lo inundaba.

Los recuerdos de la pesadilla le habían dejado un muy mal presentimiento; ver los ojos de Ryuzaki tan profundos y entristecidos y, al mismo tiempo, tan ajenados e incomprendidos le advertían que era mejor actuar rápido. Debía confesarle de una buena vez que sentía mucho por él, y debía hacerlo antes de que se fuera a Londres. De lo contrario, estaba seguro de que se arrepentiría de por vida. Estaba decidido a hacerlo ni bien se despertara temprano por la mañana.

Se incorporó de la cama con especial cuidado de no despertar a Rocco y caminó hacia el pasillo. Iría a la cocina por un vaso con agua, pero al ver la puerta abierta de la habitación de Ryuzaki su curiosidad lo traicionó y echó un vistazo a su interior.

Ryuzaki no estaba en la cama, estaba de pie frente al ventanal mirando la lluvia. Light había olvidado el celular en su cuarto, pero a pesar de no saber la hora intuía que era de madrugada. La luz aún no había vuelto y lo único que los iluminaba era el resplandor de la luna que entraba por la ventana.

—Pasa, Light —dijo Elle percibiendo su presencia sin siquiera haberse dado vuelta—. Sé que estás ahí. Te oí caminando.

Light quedó pasmado. Los invadió el silencio hasta que decidió dar un par de pasos al frente.

—¿Estás bien? —le preguntó acongojado.

Elle tardó en responder y, cuando finalmente lo hizo, no tuvo nada que ver con lo que le había preguntado:

—No quieres que me vaya a Londres, ¿verdad? —La lluvia causaba un sonido fuerte mientras corría rápidamente por los canales del techo. Light no dijo nada, le sorprendió mucho su sinceridad tan abrupta. Pensó que estaba dormido, pero luego de escuchar eso fue claro que no—. ¿Por qué haces todo esto?

Light desvió la mirada.

—¿Qué?

Elle todavía le daba la espalda.

—Me presentas a tu madre, me traes a vivir a tu casa, me esposas, me obligas a convivir contigo… —respondió—. Te comportas como si intentaras provocarme. Recuerdo que en el tiempo que viví aquí, por las noches luego de bañarte, te paseabas semidesnudo por tu cuarto para que te viera desde aquí…

—¡¿Qué?! —preguntó Light exaltado. Sus mejillas ardieron, y agradeció estar sin luz para que Ryuzaki no pudiera verle—. ¡Eso no es cierto!

—Claro que sí, no soy idiota —dijo, y soltó una carcajada sin gracia—. Admito que lo lograste. Cada vez que te paseabas enfrente mío me despertabas deseo. Te observé tantas veces que conozco tu cuerpo de memoria. Me masturbaba cada noche pensando en ti. Me buscabas… y, sin embargo, no fuiste capaz de pedirme abiertamente que no me vaya.

Escucharlo decir que se masturbaba pensando en él le había causado tal estado de nerviosismo que las manos de Light empezaron a sudar. Se sintió ofendido por la forma en la que le estaba hablando, y reaccionó.

—¿Quieres que te diga la verdad? —le preguntó con algo de bronca—. De acuerdo, aquí va: me pasan cosas contigo —confesó con el corazón a punto de salirle por la boca—. Y no sé por qué, pero así es.

El sonido de la lluvia empezó a ser tan intenso que hasta contrastaba con los relámpagos. Hubo un silencio eterno que se expandió entre ambos. Elle no se daba la vuelta para mirar a Light a los ojos, y esa actitud hizo que Light se sintiera rechazado.

—A mí también me pasan cosas contigo, y desde siempre. Ha sido así desde la primera vez que te conocí —confesó con la voz más grave de lo normal—, y tampoco le encuentro una explicación razonable a ese sentimiento que me ata a ti. Cada día es más fuerte. —El silencio los invadió. Light lo miraba con ojos desolados—. Me iré a Londres de todas formas, Light. Lo tengo decidido. —Light sintió como si algo se quebraba en su pecho, como si su corazón fuese de vidrio y estallara en pedazos. Elle escuchó un leve gemido por parte de Light y solo entonces se dio vuelta para mirarlo a los ojos—. No llores.

—¡Déjame! —respondió Light con un grito. Se volteó para que Ryuzaki no pudiera observarlo, pero la luz de la luna lo traicionaba—. De verdad entiendo que este lugar debe ser horroroso para ti —continuó con la voz entrecortada—. La falta de Watari debe estar presente en cada edificio que ves y en cada calle que transitas… Te entiendo, pero aún así me rehuso —susurró—. Ya te dije que no comprendo lo que me pasa contigo, solo estoy seguro de una cosa: no quiero que te alejes.

Elle respiró con profundidad y volvió a darle la espalda. Se paró frente a la ventana una vez más. En cierto sentido, el paisaje de la ciudad de Tokio abrazado por una tormenta intensa lo tranquilizaba.

—No te das una idea de lo vacío que me he sentido estos meses —confesó Elle con voz apagada—. La pérdida de Watari fue más de lo que pude soportar, y sigo sintiéndome culpable por no haber estado ahí para detener a Beyond.

—No fue tu culpa.

—Sí lo fue —susurró con decepción—. Y lo de Álex… otra cosa que lamento fue no haberme dado cuenta de que Beyond lo estaba psicopateando —dijo, y negó con la cabeza—. Me siento sin ganas, Light. Siento un agujero en el pecho demasiado grande.

Light se acercó a él a paso lento. Posó una mano sobre su hombro y lo acarició con suavidad.

—No puedes irte a Londres así —suplicó—. Por favor no lo hagas. Quédate.

Elle sujetó la mano de Light y la apretó con fuerza.

—Estos dos últimos meses los viví como una pesadilla sin fin —admitió—. Me apoyé mucho en ti desde el principio a pesar de saber que no querías ni verme. Tienes carácter, Light, y te vi más fuerte que yo. Supiste manejar la situación. No hubiese podido llegar al final sin ti. —Se giró para verlo y quedaron enfrentados mirándose a los ojos. Estaban demasiado cerca, peligrosamente cerca—. Hazme el amor, Light —le suplicó, y dio un paso más hasta que sus narices chocaron—. Házmelo ahora.

Fue como si su cerebro se desconectara de su cuerpo. Escuchaba lo que Ryuzaki le decía, y estaba nervioso, ¡paralizado de los nervios! Sin embargo, su cuerpo no respondía a sus órdenes, no caminaba hacia atrás, no se alejaba.

—Me dijiste que me deseas. Igual yo. Házmelo, Light. —Lo sujetó de los brazos y lo atrajo con fuerza varonil hacia él. Sus pechos se pegaron uno al otro. Sus respiraciones calientes se entremezclaron. Light estaba shockeado—. No puedo dejar de pensar en ti. Te sueño todas las noches —confesó—. ¡Házmelo! —exigió, y con una virilidad tal que hizo que a Light le estremecieran las piernas.

De pronto se sintió como un principiante. ¡No sabía qué hacer ni por dónde empezar! En otras oportunidades y con otros hombres, siempre había sido el que tomaba la iniciativa; sabía dónde besar y tocar, y de qué manera: suave o fuerte, lento o rápido para generar placer, pero esta vez y con Ryuzaki enfrente, había perdido la memoria.

La suplica detrás de sus ojos negros era grande y exigente, y él lo estaba haciendo esperar demasiado. Fue entonces que se entregó al deseo sin reparar en nada; también él se moría de ganas por calmar su sed de Ryuzaki. También él lo había pensado cada noche desde que habían empezado a convivir.

Se dejó llevar por los latidos de su corazón que galopaba enloquecido en su pecho. Lo besó suave e intensamente. Sus lenguas se encontraron con deseo y se acariciaron las entrepiernas con urgencia. Estaba decidido a hacerlo gozar. Quería que olvidara, por lo menos durante unas horas, ese vacío que decía sentir. Quería llenarlo de placer y que solo pensara en él esa noche.

Light se distanció y le besó el cuello, lo ayudó a quitarse la remera y luego le besó los pectorales, e hizo un camino frenético con su lengua por sus abdominales. Se extasió al oírlo soltar un gemido muy suave cuando respiró frente a su cremallera.

Era hermoso. Ryuzaki era simplemente hermoso. Light se sentó en la cama y lo miró desde esa posición. La luna le iluminó el cabello negro y dibujó luces plateadas en su expresión entristecida... Ryuzaki parecía estar esforzándose por permanecer concentrado en el ahora. Su miembro estaba tan duro que Light debió respirar profundo para no apresurarse, lo quería sentir adentro ¡y ya! En cambio, conservó la calma y empezó a masajearlo con una suavidad tortuosa que excitaba a Ryuzaki aún más.

—Mírame —susurró Light para llamar su atención.

Elle bajó la mirada y se tomó un momento para apreciar la belleza desbordante de Light. Tenía los ojos ámbar brillosos y sus mejillas muy sonrojadas. Posó una mano sobre su rostro y le acarició sus labios carnosos e hinchados. Light le besó la mano con dulzura y con la suya bajó su cremallera con lentitud. Quedó un instante observando su excitación, deseándola… Empezó a saborearla y lo escuchó gemir de tal manera que le voló la cabeza. Ya no creía estar en condiciones de razonar nada. Solo existía Ryuzaki en ese momento para él. Ryuzaki… que lo sujetaba fuerte del cabello y lo atraía con vigor hacia su entrepierna. Y a él le encantaba.

Perdió la cuenta del tiempo que estuvo dándole placer de esa manera. También él estaba excitado y lo mataba la urgencia de pasar al siguiente nivel. Ryuzaki lo alejó dándole un empujoncito suave.

—Qué bien la chupas, cabrón.

Light le sonrió de manera lasciva. Se extasió al escucharlo, y lo contentó haber causado que Ryuzaki adoptara una postura lujuriosa y dominante. Ya no había tristeza en su rostro. Estaba súper puesto y lo miraba con deseo sucio y crudo.

Sujetó a Light de las caderas y lo recostó bocabajo sobre la cama. Lo desnudó completo y acarició cada parte de su cuerpo: sus piernas, su espalda… se detuvo especialmente en su trasero. Light se relamió los labios. Ryuzaki era brusco y dominante al acariciarlo, pero muy lento y cuidadoso al practicarle sexo oral. Le arrancaba gemidos que no podía acallar y lo obligaba a rogarle que por nada del mundo se detuviera.

Continuaba estando nervioso y avergonzado, pero sentir los besos calientes y abrasadores de Ryuzaki en una zona tan íntima lo hacían perderse en su propio deseo y ya no se creía capaz ni de hablar.

—Cógeme —le suplicó con un gemido ahogado, pero Ryuzaki jugó a no prestarle atención. Soltó una risilla divertida y siguió practicándole sexo oral, torturándolo con la espera.

Al cabo de unos segundos Light volvió a suplicarle, sentir su erección adentro se estaba volviendo una necesidad y esta vez Ryuzaki no pudo negarse. Ver a Light desnudo en una cama, todo para él y rogándole que lo follara era demasiado bueno. Lo atrajo con fuerza y rapidez, pero cuando lo penetró lo hizo despacio, abriéndose en su interior con calma.

Light gimió al sentir su calor. Su corazón empezó a latir al ritmo de las embestidas lentas, que con el correr de los segundos se hicieron más intensas y profundas. Se sentía tan bien, tan abrazante, tan ardiente y reconfortante que no quería que acabara nunca.

—Ven —le dijo Ryuzaki de repente. Cortó el contacto y se recostó bocarriba. Lo sujetó de la mano y lo atrajo con vigor hacia él.

—¿Qué? —le preguntó Light sonrojado, acalorado y avergonzado. Todo al mismo tiempo. Desprendía una ternura que despertaba los instintos más salvajes de Elle.

—Quiero que hagas lo que más te guste —le pidió, mirándolo a los ojos con un brillo especial. No quería ser el único dominante de la situación ni quería follar a Light hasta acabar. Tenía la necesidad de verlo teniendo un orgasmo y no se detendría hasta lograrlo.

Light se acomodó encima de él con extremada lentitud y, al sentir su erección en su interior por segunda vez y en su posición preferida, empezó a moverse de manera rítmica y lenta. Había abandonando la timidez que le causaba estar compartiendo semejantes placeres justamente con él, y dejó que su cuerpo tomara las riendas de la situación.

Su cabeza simplemente se desconectó. Soltó su mente y se entregó. Ryuzaki lo tocaba con atrevimiento en sus zonas más prohibidas y le arrancaba gemidos fuertes e intensos. Las embestidas se volvieron cada vez más frenéticas, más descontroladas. Light ya no pudo contenerse.

Elle sintió a Light demasiado húmedo en su parte delantera. Lo cual solo podía significar una cosa: era su turno. Esperó a que su frenetismo cediera y a que acabara de experimentar el placer intenso del orgasmo. Lo sujetó del cuello con fuerza medida para no lastimarlo y lo embistió por detrás frenéticamente; cuanto más gemía Light, cuanto más gritaba su nombre y le pedía que no parase, más intensamente lo follaba. Al momento del orgasmo lo abrazó con fuerza y lo atrajo hacia él en un movimiento enérgico y abrasador.

Elle exhaló repetidas veces hasta que su respiración volvió a la normalidad. Miró a Light, que jadeaba cansado. Lo buscó con los labios y se besaron durante largos minutos. En completo silencio, Elle se recostó bocarriba y Light se acomodó en su pecho, cubriendo a ambos con las sábanas.

Volvieron a besarse durante largos minutos, sin que mediara palabra. Se acariciaban los rostros y los cuerpos desnudos, anhelándose, queriéndose. Al cabo de un rato, y en el más absoluto silencio, se quedaron dormidos.


Despertó con el sol de la mañana entrando por la ventana y acariciando con suavidad su rostro. Light abrió los ojos lentamente. Los recuerdos de todo lo que habían hecho juntos en la madrugada no tardaron en llegar y en provocarle una sonrisa de satisfacción. Se sentía tan complacido. Había apagado un deseo carnal ardiente que lo había azotado desde que vio a Ryuzaki por primera vez de regreso en Japón.

Recordó su olor, el sabor de su transpiración, su erección, sus gemidos, su expresión de placer… Se desperezó y con lentitud se giró a verlo….

Pero la cama estaba vacía.

Light se incorporó de la sorpresa y empezó a buscarlo con la mirada. Ryuzaki no estaba en el cuarto y tampoco se oía el grifo como para suponer que estaba en el baño, o merodeando por cualquier otro lugar de la casa. Se puso de pie y procuró cubrir su desnudez con una sábana. Se paró frente al ventanal y miró a través de los cristales; algo le decía que no lo esperara, que su motocicleta no estaba en el garaje, que se había ido para siempre.

Lo invadió una tristeza profunda. Regresó a la cama, se sentó en ella y lloró. Lloró fuerte durante varios minutos. Eso alarmó a Rocco, quien entró a la habitación y empezó a gemir a su lado, como si le pidiera que por favor parase. Light lo miró y lo sujetó en brazos. Rocco se acercó a su rostro y lamió sus lágrimas. Ese gesto de ternura hizo que sonriera por un instante.

Abrazó a Rocco y se quedó unos segundos en silencio, pensativo. Las cosas habían estado claras desde un principio y era tonto sentirse mal por algo que ya sabía de antemano que pasaría. Le había dicho que se iría a Londres de todas formas, así que no había nada porque llorar.

Era el primer día de sus vacaciones y las cosas habían empezado de manera atípica. Decidió que no perdería tiempo sumiéndose en la tristeza, no valía la pena. Se puso de pie de inmediato. Iría a ducharse y luego llevaría a Rocco a dar un paseo en el parque. Pensó que sería buena idea que Berta se tomara unas merecidas vacaciones, también ella las necesitaba; él se encargaría de cuidar de Rocco.

Por otra parte, su descanso había empezado y nada iba a impedir que lo disfrutara al máximo. Se tomó su tiempo mientras se daba una ducha relajante y escuchaba Closer de los Chainsmokers a todo volumen. Estaba decidido a que su día fuese alegre y divertido.

Cuando salió del baño se secó el cabello y se puso ropa colorida y sus mejores zapatillas. Estaba pensando en ir de shopping luego del paseo con Rocco y, quizás, solo quizás… pensaría si sacaría algún vuelo de último momento a un lugar paradisíaco.

Solo quizás.


Tocó a la puerta dos veces y esperó a que le respondieran del otro lado. Abrieron a los pocos segundos. La expresión de sorpresa de Takada al verlo en el porche de su casa fue acompañada por alegría y sobresalto. Se llevó las manos a la boca y se abalanzó hacia él con ímpetu, algo aquejada por el peso del yeso en la pierna.

—¡Elle! —gimió; se acercó para darle un fuerte abrazo. Luego, con la cara pegada a su pecho, le dijo sobresaltada—: ¡Vi las noticias! ¡Beyond está preso!

Elle la abrazó igual de fuerte, pero más tranquilo. Takada había sido un aliciente todo el tiempo que estuvo en Japón. No podía irse sin antes hacérselo saber. Ella era, definitivamente, una de las mejores personas que había conocido, y daba por seguro que pasarían a ser grandes amigos.

—Sí. Me siento muy aliviado —admitió, y sonrió apenas. Era cierto, sentía que se había quitado un gran peso de encima cuando la policía arrestó a Beyond, pero estaba agobiado y demasiado cansado como para expresar verdadero júbilo. Necesitaba alejarse de todo y de todos. Tenía que recuperar energías. Esperaba dormir en el vuelo a Londres y no despertar las catorce horas que duraba—. Vine a despedirme. Me voy a casa.

—¿Volverás a Inglaterra? —le preguntó sorprendida. Elle asintió.

—No quería dejar pasar la oportunidad de decirte que fuiste muy importante para mí desde que llegué a Japón. Confiaste en mi palabra cuando nadie más lo hizo y pusiste en peligro tu propia vida para atrapar a Beyond. Te debo muchas, Takada —le dijo. Ella empezó a emocionarse. Lo miró con ojos acuosos, pero alegres. Una sonrisa se dibujó en su rostro y volvió a abrazarlo más fuerte que antes.

—Cualquier cosa que necesites, recuerda que siempre estaré aquí para ayudarte —le dijo—. También te considero un gran amigo, Elle, y una gran persona. —Se distanció un poco y lo miró con los ojos llenos de lágrimas.

No se habían cruzado demasiado, además Takada continuaba con el yeso en la pierna que le impedía moverse en otro lugar que no fuese el interior de su casa. Sin embargo, el tiempo que pasaron juntos fue suficiente para que se tomaran mucho cariño.

De verdad lo extrañaría.

—Solo voy a pedirte un último favor —continuó Elle sonriendo, y extrajo de su bolsillo un juego de llaves que Takada creía conocer.

—¿Tu motocicleta?

—¿Podrías guardarla, por favor? No puedo llevarla a Londres.

Takada sonrió y lo miró con ternura.

—¿Cómo podría negarme a hacerlo? Sé lo mucho que la amas. Es como si me dejaras el hígado.

Esta vez ambos rieron. Volvieron a darse un abrazo fuerte y, en esta oportunidad, Elle tuvo la chance de saludar también a Katsuro y al pequeño Masaru, con quienes había compartido momentos, todos relacionados al caso y para nada amenos, pero momentos que lograron unirlos, al fin y al cabo.

—La próxima vez que te vea sé que estarás más grande, más fuerte y serás más inteligente —le dijo Elle a Masaru mientras acariciaba su cabello con ternura. El pequeño, que había sido levantado en brazos por Katsuro, mascaba chupete y miraba a Elle con ojos grandes y curiosos—. Los extrañaré.

—Y nosotros a ti, Elle —aseguró Takada. Se sonrieron por última vez y, con el cielo teñido de naranja por la puesta de sol, Elle partió hacia el hotel en busca de su equipaje, despegaría en tres horas y debía apresurarse.


Las catorce horas que duró el vuelo a Londres apenas las sintió. Había aprovechado el tiempo para finalizar de una buena vez la novela que Grace le había pedido a Light que le diera y, la verdad tenía que confesar que le había gustado lo suficiente como para mantenerlo concentrado hasta el final del vuelo.

Cuando aterrizó, lo primero que hizo fue tomar un taxi con dirección a la Wammy´s House. Escuchar a la gente en el aeropuerto hablando su idioma había sido un aliciente después de estar casi un mes y medio oyendo solo japonés.

Durante el viaje en taxi permaneció callado como tumba mientras miraba el paisaje a través de la ventana. El cielo de la vieja Londres estaba más nublado que de costumbre, y no podía evitar compararlo con sus sentimientos de angustia. Era como si el aspecto desolado y ventoso de la ciudad reflejara sus pensamientos. Necesitaba ver a Roger. Ahora, con la falta de Watari, el único referente como padre que le quedaba era su antiguo tutor del orfanato.

Al llegar, le pagó al chofer y subió las escaleras de la puerta de entrada. Abrió la puerta principal y arrastró los pies por los pasillos, cansado y abatido. Tocó la puerta de roble del despacho varias veces y se quedó esperando que Roger le permitiera entrar. En los años que había vivido ahí jamás había tenido el atrevimiento de entrar en ese lugar sin llamar antes. Siempre había respetado la privacidad de Roger porque, en cierto sentido, esa necesidad de estar solo y apartado del mundo entre cuatro paredes era un sentimiento que él tenía todo el tiempo.

—Adelante —oyó decir del otro lado, y abrió la puerta.

Se quedó parado en la entrada mientras miraba a Roger a los ojos en completo silencio.

—Ya está preso —anunció con la voz más grave de lo normal.

Una angustia estremecedora empezó a subir por su cuerpo e hizo que Roger se pusiera de pie y caminara hacia él con lentitud. Se detuvo enfrente de Elle y cruzaron miradas en completo silencio, las palabras sobraban en un momento como ese. Roger abrió sus brazos y Elle caminó hacia delante, apoyó la cara contra su pecho y empezó a llorar.

Jamás en su vida había llorado de esa manera, como si el pecho fuese a reventársele, ni lo había hecho delante de nadie, pero Roger era una figura que le inspiraba respeto y autoridad, y era la única persona en el planeta capaz de reconfortarlo en ese momento.

—Ya. Tranquilo —dijo Roger, tal como solía hacer cuando era niño y veía a Elle llorando a causa de alguna herida o por haber perdido en un tonto juego.

Elle quedó un buen rato sumido en el vaivén abrupto de su llanto. La ausencia de Watari se asemejaba al sepulcro del niño que fue cuando lo conoció. La persona que lo rescató de la calle ya no estaría nunca más para él, y creía que no había tenido la oportunidad de devolverle esa gran obra de caridad. Haberlo alojado en su propia casa, llevarlo a la Wammy´s House, criarlo, quererlo como a un hijo, adoptarlo…

—No hice todo lo que pude haber hecho en vida para agradecerle —dijo Elle, alejándose un poco de Roger, y ya algo más apaciguado luego de haberse desahogado.

—Sí lo hiciste… Él estaba muy orgulloso de ti. Y sí, a pesar de tu adicción. Él sabía que saldrías de eso. Tenía fe en que lo lograrías. —Roger esbozó una sonrisa amena—. E igual yo. Has sido un orgullo para ambos desde que entraste a esta institución. Jamás me arrepentiré de haberte abierto las puertas, Elle. Estoy feliz de verte de vuelta.

Elle se secó las lágrimas con el puño de la campera y fue invitado por Roger a pasar el día en la Wammy; y le pareció una buena idea. No estaba con ánimos para ponerse a buscar alojamiento en algún hotel mientras tanto, ni para volver a la clínica. Ya estaba harto de ir y venir y de dormir en camas ajenas. Además, sentía la necesidad interna de estar junto a una figura paternal que tranquilizara el sentimiento de abandono que lo atormentaba, y Roger era la persona indicada para eso.

Entró al que había sido su cuarto cuando vivió en la Wammy de adolescente. Roger le dijo que desde hacía tres meses estaba vacío, habían adoptado al niño que lo había estado ocupando mientras tanto, así que podía pasar la noche ahí con tranquilidad.

Elle cerró la puerta de la habitación para estar solo, se recostó en la que había sido su cama y permaneció en silencio. Después de muchos años volvía a estar en casa.

Notas finales:

Chicos! Espero que les guste este capítulo. La idea es que fuera el último, pero se me hizo tan largo que el final no cupo en él. Lo dejaré para el 15, y esta vez sí será el final definitivo Gracias por leer. Los quiero y nos vemos en una semana o menos. Abrazo enorme.


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