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FETISH por Midori Yaoi Grey

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Notas del fanfic:

Basada en el arco de "Jack, el destripador".

Durante toda mi vida nunca he tenido o sentido algo como fascinación, gusto, adicción u obsesión. Lo más cercano sería curiosidad como la que tengo hacia los humanos.

Lo que siento por los gatos es una especie de adoración, casi amor me atrevería a decir, pero la relación con lo anterior es incompatible. ¿A qué quiero llegar con todo esto?

Antes creía que no tenía ese tipo de afectos, emociones o lo que sea que pueda ser, hasta que vi mi actual contratista vestido de todo lo opuesto a que es: un varón, y que ahora muestra ser una linda jovencita. Todo para cumplir con una investigación que implica infiltrarse a esta fiesta para observar al principal sospechoso de los asesinatos, el Vizconde Druitt.

Por mi parte, estoy en personaje de ser el tutor privado de la sobrina de campo de Madam Red y que siendo honesto, este acompañante no está teniendo pensamientos nada sanos hacia la pequeña dama.

En las oportunidades que he tenido, mis ojos no se han limitado en recorrer su silueta, como ahora, aun estando consiente de lo que hay debajo de las telas ya que conozco a la perfección su cuerpo desnudo. Desde la punta de los dedos hasta la última hebra de su cabello. Y ahora de solo imaginarlo, mi ser se siente sucumbir con un agradable y caliente cosquilleo que percibí que ha afectado a lo que hay en mi entrepierna...

-          Que mal, creo que estoy empezando a oír cosas - por un momento me perdí en mis ilusiones, olvidando el contenido de la plática con mi joven ama hasta que mis oídos percibieron una voz chillona familiar.

-          ¡Hay un montón de lindos vestidos! - ambos giramos la cabeza hacia atrás para ver que la dueña de la voz es en efecto, la señorita Elizabeth.

-          S... Se... Sebastian... - ha entrado en pánico ante el temor de ser descubierto.

-          Mi lady por favor, cálmese. Vamos por este camino.

Buscamos escondernos detrás de una mesa de comida, que mientras él se encargaba de inspeccionar el parámetro, yo me dedique a observar otra área más cercana.

Ante los apretados cuchicheos de las personas, logramos enfocar a la persona deseada. La causa original de que estemos aquí. El Vizconde.

Salimos con cautela del escondite notando que se ha quedado estático y que a kilómetros se deja percibir sus nervios.

-          Si hay un hombre a su lado - le susurro muy de cerca permitiéndome embriagarme un poco de su perfume (prestado) y su olor natural - no bajará la guardia, así que esperaré aquí por usted. Actúe como una señorita de acuerdo a lo que le he enseñado.

-          Lo sé...

 Me dedico a ser un espectador de sus acciones hasta que llega a escasa distancia del vizconde, mas su saludo quedó en el aire al ser interrumpido, de nuevo, por una insistente señorita de cabellos dorados.

-          Por aquí, mi lady - actúo tomándolo del brazo para sacarlo de aquí.

-          ¡Maldición! - frustrado se expresa desde el balcón.

-          En este momento hay una multitud de bailarines en el salón - inspeccionamos los caminos posibles a tomar, pero ninguno era conveniente.

-          No puedo acercarme al vizconde de esta forma.

Analizo la manera que, curiosamente, es la mejor propuesta, tanto para llegar como para mi deseo.

-          Entonces no hay otra opción. - me mira intrigado que con esa forma me ha resultado cautivador - Tendremos que integrarnos al baile y así poder acercarnos ¿Recuerda lo que le enseñé?

-          ¿Estás diciendo que deberé bailar contigo en público? - interroga en pánico - ¿Con un mayordomo?

-          ¿Se ha olvidado? - lo miro triunfante desde arriba - Actualmente tengo su tutoría y este estatus me permite bailar con mi lady solo por hoy. - tomo delicadamente su mano enguantada - No como un mayordomo si no como un tutor de los niveles más altos de la sociedad.

-          Oh, oh... Bien... - acuerda resignado.

-          Escuche con cuidado la música. - le explico ya en la pista donde mis manos se encuentran fascinados en una de sus manos y la otra en su cintura - Mientras siga la melodía puedo cubrirlo.

-          ¡No va haber una segunda vez! - irritado sentencia.

Pero mi mente pensó en otras posibles primeras veces...

-          Claro, este tipo de comportamiento será solo por esta noche - y lo digo con otras intenciones que no es correcto divulgar.

Durante la pieza de baile él se mantuvo sereno en su intento de acoplar sus pasos con los míos en su intento de no pisarme como en las prácticas. Por ello, fui yo quien nos fue llevando cada vez más cerca del objetivo que al parecer ha colocado su atención en nosotros. O más bien en "ella".

- Pero que mal comportamiento por algo así - lo reprendo un poco al acabar exhausto del baile.

Lo levanto del suelo al percibir de una presencia que se acercaba a nosotros. Esa persona al tenernos cerca aplaudió con elegancia.

- Parecías un hermoso petirrojo bailando, - justo al que queremos - señorita.

- Señorita, traeré algo para beber.

Me excuso para poder dejarlos solos como lo planeado. Pero antes de irme, con rapidez le susurré: "Lo estaré cuidando. No permitiré que nadie se atreva a tocarla indebidamente; ni un solo cabello."

Antes de alejarme, noté en sus mejillas ese sonrojo que le queda tan perfecto, tan cautivador, tan deleitivo. Mataría si alguien que no sea yo, se atreviera a tocarlo de la forma en que lo estoy viendo y deseando esta noche.

Eso incluye al objetivo.

Me alejo para hacer que la noche fluya como lo planeado, pero sin dejar de mirar de re ojo la escena donde mi joven amo, después de la lucha, llegó exitosamente al vizconde sin, por fin, interrupciones.

O eso queríamos creer...

La señorita Elizabeth es alguien sin lugar a duda muy... persistente en sus deseos. Impulsiva incluso.

Pero, siendo el tutor de la familia ¿cómo no podría hacer algo tan simple como frustrar los planes de otros?

De forma casi mágica - siendo irónico -dejo mi papel anterior para convertirme en una especie de mago no contratado, trayendo justo frente a la señorita de caireles dorados, un espectáculo donde una enorme caja será mi principal herramienta junto con la atracción de las espadas.

Solo espero que el dolor no vaya a ser tan grave... No sé si deberé de confiar en Lau para este trabajo, pero es mi única opción.

Mientras deleito a todo el público con mis palabras de presentación, observo que el vizconde ya ha caído en la trama del juego de seducción del joven amo que muy a mi pesar, por ahora, no puedo arrancar cada extremidad del cuerpo de ese noble al tomar un no derecho de colocar sus mundanas manos en el pequeño cuerpo de la joven. Mi joven amo.

Espero tener más adelante la oportunidad. Del momento deberé esperar alguna señal que me indique que debo por fin sacar de aquellas garras a lo que me pertenece.

. . . . . . . . . . . . .

Después de un rato, por fin hice mi aparición atendiendo el llamado de mi joven amo. Por supuesto me encargué de forma elegante de todo aquel que estaba implicado en las ventas clandestinas de mujeres siendo la cabecilla el mismo vizconde.

- Dentro de poco Scotland Yard llegará. No es necesario quedarnos. - le recuerdo mientras tomo entre mis brazos el frágil cuerpo de la ahora señorita.

Mi forma de cargarlo lo tomó por sorpresa que a pesar de no ser un gesto que hiciera con otra intención, me llevo gratamente la ganancia de que mi cercanía le ha provocado algo aunque por orgullo lo ocultaría o negaría. Un sonrojo no se puede ocultar y menos a un ser como yo que es capaz de ver a pesar de la poca luz. 

Gracias a la oscuridad de la noche no tuve dificultad de hacernos llegar hasta la mansión residencial sin requerir el vehículo en el cual llegamos todos.

Consideré que los que se quedaron lo necesitarían más.

- Podía subir las escaleras yo mismo. - se quejó mientras lo bajaba para que pisara tierra firme en su habitación.

- Por supuesto. Ahora intenta caminar.

Al no gustarle tono burlón, toma mi reto con determinación para demostrar que me equivocaba.

Y le hubiera resultado favorable si sus piernas gratificaran lo que para mal de él resultó un fracaso.

Por supuesto yo estaba ahí para anticipar, para prevenir un gran golpe que le pasaría factura en las rodillas, la frente y tal vez en los tobillos. El detalle, y para efecto de ambos, es donde acabó mi mano. Su palpitar traspasó su suave pecho - aun con las telas encima - llegando a cada vena de mi palma.

- Le ayudaré.

Lo llevo hacia la cama cargándolo ahora en forma de princesa. Algo que sé bien que ha de incomodarle ahora cuando en el pasado le he tomado así ya incontables de veces.

Desde mi altura lo inspecciono una vez que lo he dejado sobre el colchón. Su apariencia algo alborotada me atrapó a niveles peligrosos que me veo con la misión de buscar controlarme.

Es necesario. Mi joven amo carece de experiencia en temas más adultos y lo que menos quisiera es asustarlo. Seré un demonio, pero tengo una estética como mayordomo que cuidar, aunque vaya en contra de mis verdaderos deseos.

- ¿Q-qué sucede? ¿Por qué me miras así? - me pregunta con cierto toque de timidez. Y uno dulcemente tentador.

- No es nada. - le sonrío con educación - En un momento regreso.

Debo salir de aquí para calmar la sed que tengo hacia mi amo. Sed de él.

- ¿A dónde vas? - frena mi salida capturando la tela del saco de mi traje.

- Iré por agua para limpiar su... cuerpo. - le explico sin tener contacto visual. Temo sucumbir.

- ¿No me quitarás primero la ropa? Es asfixiante.

Si el joven amo supiera leer el ambiente, sabría que lo mejor era dejarme ir. Pero si lo supiera estaría en problemas. Y uno muy incómodo para después.

- Pensaba que era de su agrado. - me volteo para acceder a su petición - Que tal vez quisiera estar un poco más en modo señorita.

- No le veo la gracia.

Hubiera sonado serio si aquel curioso desvío de su mirar con aquel sonrojo, no me dieran el mensaje correcto.

- ¿Me permite su espalda? - a cómo puede, ayudado por mí, me ofrece de forma inofensiva lo que le he dicho - Honestamente joven amo, si desde nacimiento su sexo fuese el que aparentó hoy, tendríamos muchos problemas con lidiar propuestas de cortejo. E incluso de acosos los cuales cabe la posibilidad de que la lista de homicidios fuera grande.

- ¿A-así lo crees? - aunque no puedo ver su rostro al estar trabajando en desamarrar con cuidado los listones, por su voz me deja entre ver que debe estar apenado. Quizás por lo que sucedió con aquel idiota vizconde que se atrevió a poner sus mundanas manos sobre este cuerpo que me pertenece. 

- Por supuesto. Deleitó a muchos hombres en aquella fiesta. Justificado está el que muchos ojos cayeron sobre usted.

- ¿Incluso tú?

Me detengo en seco ante aquel cuestionamiento.

¿Se dio cuenta? ¿Fui muy evidente?

- ¿Si yo también fui afectado? - continuo para por fin liberar a este dulce cuerpo de la prisión que ejercía tener todo tan ajustado, y que a palabras de él, sintió que se le saldrían los órganos.

Recordarlo me sigue dando gracia.

- S-sí... - aun viendo su espalda, noto como ese sonrojo se corrió a esta área de su nívea piel.

Si no me tengo permitido mentirle, debe saber a la perfección las consecuencias de sus preguntas.

- Soy un demonio que a contrario de los humanos domina el control de ciertos placeres, pero no soy ciego. No puedo ocultar lo indiscutible como lo es su belleza. No negaré que robó de mí la atención en varias ocasiones.

Cuando estoy por deslizar la tela desde sus hombros, él me detiene colocando su mano sobre la mía. 

- ¿Crees que esos pensamientos desaparezcan cuando regrese a ser varón?

De acuerdo... Debo de admitir que esa pregunta me tomó por sorpresa. No me esperé de él una duda como esa.

- Responde, y con la verdad.

- La verdad es... - ¿cómo explicarle que era la primera vez que sentía algo así sin tampoco evidenciarme? - que tampoco yo lo sé. Antes de esta noche, no había reparado en tener estos pensamientos sobre usted. No sé si tendré las mismas ideas en su yo varón.

No sabría interpretar como tomó mis palabras. La mano que tiene aún sobre la mía, me aprieta con algo de impotencia.

- Solo hay una forma de saberlo.

Con sus propios esfuerzos gira sobre sí mismo para ofrecerme su imagen aún mujer sosteniendo su ropa que yace floja para ser quitado.

Ese tímido sonrojo otra vez... Joven amo no me estás ayudando.

De forma lenta desliza lo que antes no me permitió hacer. En ningún instante quitó si vista sobre mí. Que a pesar de que debe la pena embargarle ahora, no quiere perderse de mis gestos.

- Termina con el resto - refiriéndose a que me deshaga del vestido desde la parte baja de la falda.

Mientras estoy en ello hasta llegar a quitarlo, él se esfuerza por intentar quitarse las botas.

Para darle tiempo, - al igual que a mí -  tomo el vestido para evitar que se maltrate colgándolo en el ropero.

Escuchar el par de botas caer el suelo, ha hecho que caiga en cuenta que el joven amo, si fuera un demonio sería altamente peligroso. Sabría obtener lo que quiere por sus propios méritos.

- Ven acá.

Ese era el llamado. El llamado a mi perdición.

- ¿Gusta que lo ayude con la ropa interior? - pregunto viendo a otro punto del cuarto para evitar perder la cordura.

- Primero mírame - respiro profundamente antes de hacerlo - ¿sigues pensando lo mismo sabiendo que estoy a dos pasos de ser nuevamente yo?

- Sigo pensando lo mismo. - llevo mis manos hacia mi espalda para evitar que note mi frustración - No sé qué quiere conseguir con...

- ¿Qué tipo de pensamientos tienes ahora, Sebastian? - me interrumpe para atacar directamente - ¿Qué harías si yo - con una expresión casi inocente, inicia sus intenciones de quitarle la última pieza que oculta su cuerpo - me deshago de esto?

- Si lo que quiere es probar que tendría poco control sobre usted - detengo propósito opacando su mano con la mía - tiene razón. Todo lo que piensa que le haría, cómo reaccionaría; es cierto. No fui inmune. Tendría debilidad sobre su cuerpo y por esa misma razón le recomiendo que pare. Detenga este juego. No estoy seguro de poder o querer frenar las consecuencias una vez que empiece. Por su bien lo digo.

- ¿Por mi bien o por el tuyo?

- Por el de ambos. La mía por la cordura, la racionalidad, la compostura. Usted por su cuerpo. Si es el humano inteligente que considero que es, sabe de lo que estoy hablando.

- Lo sé. - inesperadamente he pasado a estar a una distancia prudente a caer casi sobre él por su misma causa: él me atrajo al enredar sus piernas en mi cintura - Por esta noche te permitiré hacer lo que quieras conmigo en la cama. Dejemos a un lado nuestros papeles y tómame de las formas pecaminosas que avalan lo que eres, Sebastian: un demonio.

Realmente estaba sorprendido, tan sorprendido como excitado y solo por sus palabras que me han obsequiado libertad en su cuerpo. El que he deseado poseer durante toda la noche y ahora se me ha sido ofrecido en bandeja de oro.

- Averigüemos si realmente lo tuyo es tu deseo por parte de tu naturaleza, o tan solo un... fetiche. - concluyó juguetón dejando en claro que esto lo disfruta.

Siendo así...

- No había considerado que fuera un fetiche, pero - suavemente lo empujo para que su espalda toque sobre el colchón - suena posible. Sin embargo - tomo su pierna para llevar a mi boca su suave pie - tomo su generosa sugerencia de averiguarlo. Solo espero que no se arrepienta.

- Una vez que lo declaro no me arrepiento, demonio. Pero dependiendo de tu rendimiento, tal vez esto vuelva a suceder. Tienes dos caminos: decepcionarme o impresionarme. Y por tu bien espero sea lo segundo.

Sonrío satisfecho y con presunción sabiendo a la perfección cual será el resultado.

- Yes, my lord.

Querido joven amo, permítame llevarlo hasta las puertas del Edén, que fetiche o no, estoy seguro que su cuerpo sabrá a la más dulce manzana de la gloria.


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