Fue justamente en una noche como esta.
La luna espléndida, llena, luminosa y enorme, que refleja su hermosura sobre el inmenso océano.
Las estrellas se veían de manera esplendida, y los navegantes pueden usarlas como señales, coordenadas que seguir.
Un camino que recorrer, explorando lugares únicos y sin antecedentes.
En aquella vez… Él solo era un niño.
Un joven chiquillo bastante grandulón y robusto, qué disfrutaba completamente el navegar en ese imponente barco de buena madera, enorme, con bastantes tripulantes, grumetes y marinos o mejor dicho…
Piratas.
Si, así es… La bandera negra, con la cabeza de un toro hecho huesos, plasmada en la oscura tela.
Muestra lo imponente de ese símbolo.
Significa que el pirata Rasgado se encuentra navegando por esos mares.
Un hombre feroz, enorme, musculoso y con un historial de muertes, saqueos, enemigos, aliados, y múltiples tesoros bajo su mando.
A pesar de que claramente ya no es un hombre muy joven, no por eso deja de ser alguien muy temido.
El cabellos largo, blanco, llevado al aire, con un sombrero café sobre la cabeza, la cicatriz que atraviesa su ojo ciego, no lo cubre al igual que ciertas quemaduras en su cuerpo, ya que al contrario de muchos, el prefiere mantenerlos a la vista, como una muestra de trofeos y orgullo.
Su piel tostada por pasar días bajo el abrazado sol, sin embargo eso no le importa, luce siempre con imponencia y alegría.
La camisa blanca desbotonada, debajo un jubón de cuero, de donde varias hebillas redondas y doradas bajan por ambos brazos, y dos cinturones donde dos espadas descansan. El pantalón de color negro, botas cafés hasta medio muslo, y con ciertos toques dorados en la suela y los contornos, para acentuar su riqueza.
En ese momento, en aquel barco, se llevaba a cabo una fiesta en la cubierta, los camaradas piratas del capitán Rasgado, brindaban, comían, cantaban y hacían un enorme alboroto, solo porque…
El nieto, el único familiar que le quedaba al capitán, cumplía su mayoría de edad entre los piratas.
Trece años, es cuando a los jóvenes se les da la oportunidad de unirse oficialmente a la tripulación.
Aquel chiquillo con una apariencia muy similar a su abuelo, se anima demasiado con aquellos hombres que había conocido y han sido parte de su crianza desde que tiene memoria.
Su abuelo feliz de verlo alegre.
Pero esa fiesta, no solo tiene ese motivo de ser.
Se había dicho previamente qué en noches como estas, donde la luna es lo más enorme en el cielo, la marea se alebrestara, el cielo podría enfurecerse y las criaturas marítimas tendrán un gran poder sobre su territorio, y aunque claramente embarcarse en mar seria extremadamente peligroso, es solo allí… Donde se puede probar la valía de un pirata, de cualquiera que lo desee hacer de verdad.
Debes buscar en estas noches a las criaturas, que todo pirata desea y sueña con ver, y que muy pocos pueden presumir que lo han hecho.
Un pirata solo se puede considerar como tal, cuando captura una sirena o tritón, esos seres mitad humano y mitad pez…
Su abuelo le contó historias, y le relato, que cuando era joven, antes de conocer a la mujer que fue su abuela, capturó y probó la carne de una… Eso le otorgó una suerte inmensurable y todo le ha resultado enormemente bien, incluso pareciera que se tratara de una extraña magia.
Así que en esta noche, su nieto deberá tener el propósito de algún día capturar a una de esas hermosas pero peligrosas criaturas del mar.
El pequeño niño se encuentra muy emocionado, piensa que sería fácil atrapar una, aunque desde que ha sido un infante ha conocido la vida de un pirata, sus manos aun no estaban manchadas de sangre…
Entre la fiesta, las risas, burlas, cantos, historias de experiencia de cada uno de los piratas, concejos para capturar esas criaturas, una tormenta se apodera de los cielos y el mar.
De pronto los vientos envolvieron el barco y las olas se embravecieron.
En los antiguos relatos se dicen… Qué cuando el mar y el cielo se vuelven así de inestables y letales, es por que están cerca de una ciudad marítima, donde las sirenas y otros seres habitan, y para que curiosos humanos no entren, envían esas fatalidades, gracias a su Dios
La tormenta se precipito de golpe, el fuerte oleaje comenzó sin previo aviso.
Todos pasaron de estar en una armoniosa fiesta con cerveza y alegría, a estar por completo empapados, sujetándose, tratando de no caer al mar.
El niño se intenta aferrar a uno de los postes del barco, pero sus brazos no eran tan fuertes como los de aquellos piratas mayores.
Y en un fuerte oleaje que golpeo el barco, lamentablemente cae al mar, delante de los ojos de su abuelo y camaradas, qué no dudaron por ningún segundo en ir a auxiliarlo. Sin embargo, el mar embravecido, y simplemente fue devorado por el.
En ese instante de caos y desastre, un pedazo de madera golpeó su cabeza, provocando qué la sangre comenzara a brotar de él, manchando al agua de ese líquido vital.
Quiere mantener los párpados abiertos, pero se encuentra aturdido, intentaba nadar, pero ya no puede seguir a flote para respirar.
Comienza a perder el poco aire que le queda en sus pulmones y con eso a hundirse.
Pensaba que moriría, sentía que ya no lograría cumplir sus sueños.
Aquel niño, alzo sus manos al cielo intentando aferrarse a lo que pudiera, pero claramente no lo podría lograr, el fondo de mar lo está jalando con fuerza para el fondo.
Sus pulmones comenzaban a colapsar, y ya no podía evitar entregarse a la muerte.
Pero antes de que el agua clavara agujas en sus pulmones, siente como su mano es jalada con fuerza, por un instante cree que su abuelo lo está salvando, pero…
Sus ojos solo pueden ver un cabello cobalto y una mirada azul oscura brillante, con una enorme decisión plasmada.
Se sorprende por esto, no entendía que pasa, no lo conocía y de repente… La zona que toca, se siente tibia y un brillo en su cuerpo iluminó el suyo, justamente para curar la herida en su cabeza.
El niño abre su boca por el asombro y susto, y gracias a ello el poco aire dentro de sus pulmones se acaba.
Esto solo provoca que ese joven quien lo está salvando, se apresure a llevarlo a la superficie.
Es allí que en medio de su extrañez y la falta de oxígeno, lo observe un tanto mejor y divisa, que aquél joven está denudo de su torso, que logra nadar tan ágilmente, su cabello azul cobalto ondea grácilmente con el agua, y su cuerpo desprende un tenue brillo, pero sobre todo lo que más llama su atención es la cola de pescado que pose, con escamas azules como el mismo cielo, y en la punta de la misma unas pequeñas aletitas trasparentes de un tono rosa pálido, casi traslúcido.
Simplemente, es una maravilla y fortuna su suerte, ya que tiene delante a una sirena... O mejor dicho, un muy apuesto tritón.
Se asusta y aterra tanto por todas las historias que escucho, pero… No tiene la fuerza para hacer algo, ya que poco a poco se va desmayando por la falta de oxígeno.
Lo último que recuerda, fue ese rostro decidido mirándolo y diciéndome algo que no sabe si fue real o no.
-¡¡¡NO TE RINDAS!!!-
Y todo se volvió oscuro.
Cuando recuperó su conciencia, recuerda que su abuelo lo estaba auxiliando, a pesar de tener gravemente herido su cuerpo y que de su pierna derecha la sangre brotaba a torrenciales por la pérdida de la extremidad.
Pero eso no le importaba, si su nieto estaba a salvo, todo está bien ahora.
No supo cómo, solo se alegró verlo y pensó que todo fue solo un sueño, sin embargo…
Su mano, donde aquel ser lo tomo para salvarlo, una marca azulada quedo gravada en su muñeca, algo que brillaba con el contacto de los rayos del sol.
Un pedazo de escama, luminosa. El descubrimiento fue tal, que no creía posible este suceso.
Lo cual, solo provocó que su abuelo se obsesionara con una venganza feria, por el hecho de a ver destruido su barco, arrebatarle su pierna, matar a varios de sus hombres y casi ahogar a su nieto.
Eso probo que el odio a las sirenas y tritones se intensificara entre todos los supervivientes, pero a la vez…
La curiosa de ese adolecente empezó a crecer y aunque ha visto la crueldad con la cual las sirenas y tritones se protegen, también conoció la bondad de los mismos, pues fue salvado por uno de ellos.
Los años pasaron, las lunas menguantes, crecientes, nuevas y llenas se apoderaron de los cielos.
El tiempo cobro factura y muchos se fueron.
Y ahora, convertido en todo un hombre, un capitán de su propio barco.
Alto, corpulento, de cabellos castaños, largos y sueltos, con un pañuelo rojo con cuernos de toro sujetos a ese curioso sombrero de capitán que es, una prenda larga cubre su espalda, es un tipo chaleco de color azul cían, con broches dorados a los costados, dejándola aun así abierta del torso, para poder ver el trabajado cuerpo debajo, su piel de un tono moreno, posee una cicatriz en el pecho de lado derecho que atraviesa casi de lado a lado, en su abdomen una pañoleta blanca que lo cubre en esa área baja, un cinturón doble de cuero, junto a la brújula de oro herencia de su abuelo, pantalones rojos, botas largas de un tono cafés hasta las pantorrillas, con las manos vendadas, y siempre cargando un martillo de hierro macizo, con el grabado de su escudo pirata.
El nuevo capitán de esa tripulación, el capitán Aldebarán.
Ha crecido y cada noche de luna llena, solo puede recuerda esos ojos azules que lo salvaron y hechizaron.
No puede sacarlo de su mente, y no desea hacerlo, pues sigue con algo en mente.
En su camarote, ve por los ventanales, contempla el océano imperturbable, la luna se refleja, como las estrellas y ninguna nube a su alrededor.
-Todo luce exactamente como esa noche-
Si, al igual que su abuelo tiene una enorme obsesión por las sirenas, pero en su caso no van con el sentido de asesinarlas o…
-¡¡¡CAPITÁN!!! ¡¡¡CAPITÁN ALDEBARÁN!!!-
-¿Umh? ¿Qué pasa?- Da la espalda hacia uno de sus camaradas, pues esta perdido en sus recuerdos.
-Capitán, atrapamos algo… Especial— Debía tomar aire, viene muy agitado por correr a toda velocidad, para poder informar el acontecimiento.
Esto solo provoca que de media vuelta, sus ojos oscuros se abrieron enormemente, y su interés creció a un grado abrumador.
Respira profundo, soltando rápido el aire por la nariz, y reflejando una pequeña sonrisa en sus labios.
¿Tal vez si?