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"UMBRELLA ACADEMY" por Krad_Elric

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Notas del capitulo:

Regrese con un nuevo capítulo después de unas bien merecidas vacaciones, no dejen de leer, pronto comenzaran los verdaderos problemas.

El eco de los zapatos del prefecto se escuchaba retumbar contra las paredes en la obscuridad. Una malformada sonrisa se marcaba en sus labios mientras caminaba cargando un par de libros y algunos cuadernos, hacía bastante tiempo que aquella escuela en la que había vivido toda su vida no se encontraba tan silenciosa como ahora. Sin los molestos alumnos la academia lucía como en alguna época de antaño cuando solo era un gran castillo. El solía llamarlo hogar, el jugaba en los pasillos, el nadaba en el lago, corría con los caballos y comía en el gran salón, pero desde que el señor Brooks lo convirtió en escuela todo cambió.

 

Jamás se molestaba por los incesantes ruidos provenientes del enorme sótano, ni que le prohibieran entrar a las bodegas, mucho menos de la pequeña y descuidada casa detrás del jardín en la que vivía con su padre, el cual era solo el simple portero del castillo. Nunca renegó de nada, ni siquiera cuando su mamá harta de vivir en un lugar así abandonó a su padre llevándose a su hermana menor con ella, era un chiquillo feliz, alegre y vivaz. Sin embargo, cuando los demás niños comenzaron a llegar y su hogar dejó de ser el pacifico castillo Umbrella, algo cambió en el.

 

Quizá el hecho de ver su territorio invadido de cientos de adolescentes destructivos y completamente descarriados por todo el lugar, o quizá el comenzar a olvidar aquel pacifico y encantador paisaje que tanta felicidad le producía, opacado por las risas y los inútiles juegos de aquellos invasores, de la forma que fuese poco a poco su felicidad se iba, convirtiéndose en amargura al paso de los años. Quizá la muerte de su padre o la repentina transformación del salón en auditorio, del invernadero en salones de clase y del jardín principal en cancha de futbol fueron los causantes de crear a una persona tan vacía y tétrica como él. Por lo que cuando creció y se convirtió en el prefecto titular gozaba al castigar a los alumnos, de hacerlos sufrir en alguna forma, de hacerles pagar tan patéticamente el invadir su antiguo hogar... Lamentaba que los castigos hoy en día fueran tan simples, extrañaba azotar a los chiquillos que se comportaban mal, que decían malas palabras o que simplemente se cruzaban en su camino. Encontraba satisfacción en tan minúsculos detalles...

 

Edward Elric en tan poco tiempo se había convertido en su presa, respondía a sus profesores, actitudes poco profesionales, esa mirada prepotente que a veces daba y más recientemente agredir al hijo de su hermana eran algunas cosas que lo habían obligado a poner un ojo sobre él, y hoy era el día en el que podría castigarlo finalmente.

 

Sacó las llaves del bolsillo de su negro saco y se adentró en la oficina que se encontraba en completa obscuridad.

 

- No sé quién te dio el permiso de apagar las luces jovencito, eso también lo agregaremos a la lista, he traído un par de libros que puedes transcribir toda la noche, para que no te aburras...- detuvo sus palabras al escuchar bajo su zapato derecho el sonido de cristal rompiéndose. Colocó los inmensos libros sobre un archivero junto a la puerta y al encender la luz miró su televisor en el suelo destruido en mil pedazos.

 

Edward estaba sentado en la silla con las manos en puño sobre el escritorio, su respiración era agitada a causa del coraje que sentía en ese momento, aún no podía creer lo que había escuchado apenas unos minutos atrás, debía ser una equivocación, el estaba seguro de lo que Roy sentía por el... Debía estarlo si no quería sentirse humillado y patético. Aunque, algo dentro de sí le decía que podía ser verdad, muy escasamente había hablado con Roy sobre su verdadero sentir hacia él, por lo que esa cuestión significaba una espina más en aquella estaca de inseguridad que se había clavado en su garganta el día que Lauren llegó de la nada.

 

- ¿Qué demonios le pasó a mi televisor? - Edward hizo caso omiso sumergido en sus pensamientos, intentando conjeturar el por qué de lo que había observado. Debía haber una explicación, Roy no se casaría así como así, mucho menos con Lauren...

 

- ¡Te hice una pregunta Edward Elric! - el tutor tomó a Edward por el brazo sin escatimar usando su escasa fuerza comparada con la de Edward intentando levantar al chico de la silla. El rubio inmediatamente regresó a lo que estaba sucediendo y encaró al largo y delgado sujeto frente a él.

 

- ¿Qué?... - preguntó confundido mirando hacia donde apuntaba el dedo índice del tutor y miró el televisor destruido. Entrecerró los ojos y una mueca graciosa apreció en su rostro.

 

- Huy... lo siento señor Revenwood, tropecé con el - mintió sonriendo apenado, pero es que al momento de escuchar la noticia no pudo evitar activar su alquimia en contra del aparato eléctrico haciéndolo volar por el aire.

 

- No le encuentro en lo absoluto la gracia, ese televisor lo tuve desde mi niñez - Edward notó el drástico y muy corto cambio en la faz del tutor, repentinamente había perdido esa expresión de enojo, su cejo se había levantado y sus ojos brevemente se enternecieron... realmente extraño.

 

- Lo siento yo... No fue mi intención.

 

- Ya, déjalo... Comienza a transcribir los diccionarios, ahora vuelvo - nuevamente comenzó a caminar a la puerta y salió con rapidez sin siquiera cerrarla para evitar que Edward escapara.

 

 

Por un segundo el señor Revenwood había lucido como un simple cuarentón acongojado, un inusual hecho que distrajo a Edward un poco de la gran conmoción pero no del todo, no se quedaría con los brazos cruzados otra vez, aclararía las cosas con Roy Mustang al día siguiente, suspiró y caminó adentrándose en lo que parecía ser un cuarto de servicio buscando algo con que poder recoger los pedazos de cristal.

 

Por otro lado el tutor de Edward caminaba a través de la cancha de futbol con grandes y rápidos pasos hasta llegar a un lugar donde la hierba había crecido lo suficiente como para cubrirle unos centímetros más arriba de la cintura, que a decir verdad era bastante alto comparándolo con sus casi dos metros de altura. Cruzó la hierba y miró la antigua y casi destruida cabaña en la que solía vivir con su padre. Él lo educó de forma dura como solía ser antes impidiéndole muchas cosas e imponiéndole otras. "Los hombres no lloran" le decía cada vez que se burlaban de él los chicos de la escuela por su humilde ropa y su tenis rotos, inclusive en su lecho de muerte lo obligó a no llorar, pero esta vez no pudo cumplir con la demanda de su padre y comenzó a llorar mirando por la ventana su triste pasado. Y no es que el televisor valiera tanto económicamente, era el valor sentimental. Las únicas veces que su padre pasaba tiempo con él era cuando miraban tele, inclusive su padre se comportaba tranquilo y abandonaba su rígido tutelaje. Aquel antiguo y destartalado aparato significaba mucho por el simple recuerdo.

 

Edward terminó de recoger los trozos del televisor y los colocó en una bolsa de plástico, sin embargo un trozo de papel sobresaliendo de la destruida madera llamó su atención, lo tomó y miró que se trataba de una especie de carta muy antigua, a decir verdad no podía apreciar bien su contenido por un sello que impedía su fácil apertura. La curiosidad lo invadió y cuando estaba a punto de romper el sello, desistió, seguramente era algún documento importante de su tutor y si se daba cuenta que había husmeado en el lo castigaría aún más, por lo que lo colocó en la mesa tomando asiento y mirando los dos enormes libros frente a él, realmente sería una noche larga y no solo por el laborioso trabajo, sino también porque no podía dejar de pensar en Roy.

 

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El sol salió finalmente, todos los alumnos cruzaban emocionados y un poco consternados la reja principal de la academia pues ese día era su descanso y podían ir libres a donde quisieran. El señor Revenwood despertó y se puso inmediatamente de pie saltando de la polvorienta cama en la que se había quedado dormido recordando su antigua vida, salió corriendo al recordar que había dejado a Edward en la oficina, y si, el rubio no era del todo de su agrado pero lo había dejado ahí toda la noche, seguramente después de eso el chiquillo lo acusaría y tendría problemas. Corrió por el pasillo y se adentró en su oficina. Vacía. La televisión ya no estaba en el suelo, ni siquiera en la basura, simplemente había desaparecido, al igual que Edward. Se acercó al escritorio y miró sobre el perfectamente acomodados los dos diccionarios que parecían más tomos de enciclopedia, cuatro cuadernos y una carta con una nota sobre ella. Él se acercó un poco más y la tomó abriendo el sobre.

 

"Señor Revenwood, me pasé toda la maldita noche cumpliendo con mi castigo, puede revisar los cuadernos, los dividí en secciones, subíndices y por autores.

 

Siento lo de su televisor, seguramente significó mucho para usted para haber puesto esa cara, le dejo un poco de dinero que espero le alcance para poder comprar una mejor.

 

También le dejo esta nota ya que al parecer no piensa regresar de donde se fue y ya no soporto más estar en este horrendo y aburrido lugar.

 

Por cierto encontré un papel en la televisión, lo dejo bajo los diccionarios."

 

                                                                        Edward

 

El tutor revisó el sobre y miro dentro una fuerte cantidad de dinero, no pudo evitar abrir la boca, sin embargo después de guardar el sobre en el bolsillo interno de su ahora empolvado y arrugado saco abrió los cuadernos mirando en perfecta caligrafía y orden preciso cada palabra del diccionario. Una ligera sonrisa se formó en su rostro. Repentinamente sus ojos se concentraron en un trozo de papel que sobresalía de entre los diccionarios y lo tomo rompiendo el sello.

 

- Después de todo no eres un chiquillo fastidioso Edward Elric - dijo a la nada mirando el papel.

 

 

 

 

Edward había tomado un baño, se cambió de ropa y cargó su celular, seguramente cuando Al y Winry se dieran cuenta que no estaba en la academia se molestarían mucho al saber que no los esperó y querrían llamarlo para reclamarle o algo así, pero a donde se dirigía no podían acompañarlo, debía saber de una vez por todas que es lo que sucedía, si Roy realmente lo quería o solo era un juego.

 

Tomó un taxi y se dirigió al cuartel sin saber si encontraría al pelinegro ahí, tomó su celular y miró la hora. 10:30, era la hora en la que salía a tomar café y a pasear por el cuartel. El conductor estiró una mano y encendió la radio en una estación desconocida para el rubio, un par de chicas hablaban y reían de temas estúpidos y cosas que él no entendía como "Diez señales para saber si le gustas", cosas de chicas... Miraba por la ventana si poner atención a la radio, hasta que...

 

- Bueno dejando ese tema atrás, les comento que ayer la princesa Lauren Stohl, que actualmente vive en central, anunció su compromiso con el guapísimo Roy Mustang a los medios de comunicación. La princesa proveniente del reino de Xing a mencionado lo entusiasmada que esta con la boda y los grandes planes que ambos tienen para preservar la comunión entre ambos países...-

 

Edward no pudo evitar poner más atención a lo que la chica de la radio decía, al parecer iba muy en serio...

 

- No puedo creer que se casa, ¡yo esperaba poder robarme su corazón aunque terminara presa! - decía entre risas otra voz femenina, Edward rechinó los dientes imaginando a Roy con Lauren en un altar, sus puños se cerraron y de un manotazo cambió la estación de la radio. El taxista lo miró extrañamente, sin embargo Edward se preocupaba más por mantener la compostura y no conjeturar nada aún...

 

El taxi frenó y Edward le dio un billete al taxista sin mirar que había excedido el pago, cerró la puerta y corrió hasta el cuartel adentrándose.

 

- ¡¿Hola Edward, que haces por aquí, como has estado?! - preguntaba Havoc que se encontraba recargado sobre un escritorio fumando un cigarrillo.

 

- ¿Esta Roy? -

 

- Supongo que en su oficina... ¿Dijiste Roy? - cuestionó al escuchar cómo se refería Edward a su superior, generalmente lo insultaba o le ponía sobrenombres.

 

Edward no dijo más y corrió hasta la oficina del pelinegro subiendo un par de escaleras, miró entrar a Roy en el momento preciso en el que el doblaba la esquina, corrió aún más abriendo con violencia la puerta y azotándola al cerrarla colocando el seguro.

 

- ¿Edward, Qué haces aquí? - preguntaba con una gran sonrisa el pelinegro mirando al rubio en el que había estado pensando todo el tiempo, solo deseaba poder verlo, besarlo y poder abrazarlo sintiendo su calor una vez más, lo había necesitado con fervor y ahora estaba ahí, sin haberlo mencionado antes... con Selím por algún lado vigilando... repentinamente la sonrisa desapareció y un golpe en la boca lo hizo retroceder un par de pasos.

 

- ¿Te vas a casar... con Lauren maldito infeliz? - de alguna forma escupir aquellas palabras le habían dolido, no podía evitar desear lanzarse a los brazos del mayor y besarlo, decirle que lo quería más de lo que él podía imaginar y que él le dijera que todo era una mala broma, pero eso no pasaría.

 

- No deberíamos hablar de eso aquí... - caminó sobando con su mano izquierda el golpe hasta su escritorio tomando una post-it y escribiendo algo sobre el. - Te recuerdo que sobretodo me debes respeto porque soy tu superior acero - regresó caminando lentamente hacia Edward mirando como estaba por perder el juicio y comenzar a gritar cuando lo rodeó por la cintura y lo atrajo hacia si con un brazo... había necesitado tanto sentirlo así de cerca, respirar su aroma, mirar sus exquisitos ojos dorados y saborear sus labios... Se acercó más a él intensificando el agarre ante la resistencia del rubio y lo besó con la necesidad marcada en cada abrir y cerrar de sus labios.

 

Edward dejó de luchar y correspondió el abrazo aferrándose a la tela de la chaqueta azul del mayor si romper el beso, si lo quería... después de todo si era un error que no sabía como había ocurrido pero realmente era solo un mal entendido.

 

- Lo sabia...- susurro en los labios del mayor respirando profundo inhalando el aire que le faltaba muy lentamente.

 

- ¿Que sabias? - cuestionó de igual forma sin dejar de rosar sus labios.

 

- Que no te casarías -

 

- Si me casaré - en ese momento Edward empujo a Roy rompiendo con la escena, frunciendo el ceño mostrando molestia y sorpresa. - Pero no es lo que parece... después te explico - tomó a Edward de los hombros y lo condujo hasta la puerta haciéndolo caminar de espalda, quitó el seguro y lo empujo un poco hacia afuera. Edward no podía creer la arrogancia y desinterés que mostraba Roy, entrecerró el ojo izquierdo rechinando los dientes y tensando sus músculos, iba a matarlo, cuando repentinamente le extendió la mano en la cual miró el post-it.

 

- Hasta pronto acero - Edward estrujo su mano tomando el post-it y presionando con excesiva fuerza, dedicándole una expresión mortalmente seria.

 

La puerta se cerró, guardó el papel en el bolsillo de sus pantalones negros y caminó dirigiéndose a la salida, todo esto lo confundía totalmente, la extraña manera de comportarse de Mustang, el beso, la boda...la nota.

 

- Hola Edward - saludaba Riza al rubio quitándose unos grandes gogles y acomodando el rifle que cargaba recargándolo junto a su pierna.

 

- ¿Uh?... ¡Hola Riza!, ¿Cómo has estado? - respondía Edward girando y encontrándose con la rubia, hace un par de meses que no la veía y a decir verdad la extrañaba. Dejaría por un momento el asunto del post-it.

 

- Muy bien Edward, gracias. Has crecido - los ojos del rubio brillaron por un momento y una hermosa sonrisa escapo de sus labios.

 

- ¿Lo crees? - preguntaba bajando la mirada aún con la sonrisa en el rostro

 

- Si. No mucho, pero creciste.

 

- Ah...

 

- ¿Vienes a ver a Roy? - se mantenía seria mientras hablaba. Repentinamente el aroma de la colonia de Mustang llegó a su nariz, aspiró un poco y confirmo que Edward olía a la deliciosa fragancia.

 

- Si, a eso vine... pero ya me voy -

 

- ¿Has escuchado lo de la boda? - preguntó mirando como los hombros de Edward se tensaban y sus labios se entre abrían. Lo que sospechaba...

 

- Si - se limitó a responder.

 

- Pues no creas todo lo que escuchas - miró a Edward un segundo esbozando una sonrisa torcida, tomó el rifle y se lo colgó en el hombro una vez más, hizo un saludo militar y siguió con su paso - Hasta pronto Edward, un placer verte por aquí - levantó la mano y sonrió.

 

Edward no supo como tomar aquello... creía por que el propio Mustang se lo había confirmado, pero... tomó la nota y miró una dirección y una hora marcada, 9: 30. Arrugó el papel lanzándolo a la basura y continuó caminando. Repentinamente su celular sonó, lo tomó y contestó.

 

- Hola... - dijo colocando el celular en su oído, una fuerte voz se escuchó gritando al otro lado, Edward despegó un poco la oreja del auricular.

 

- Sí, si... tranquila Winry, ya voy... lo siento - los gritos continuaban, Edward se apresuró y salió del cuartel sin darse cuenta que alguien había tomado la nota y la había guardado en su pequeño pantalón.

 

 

 

Riza caminaba hasta la oficina de Roy, tomando la perilla y adentrándose. El pelinegro inmediatamente levantó la mirada y se puso de pie rodeando el escritorio, seguramente le llevaba reportes y esas cosas, sin embargo una bofetada fue lo que recibió. Hoy todo el mundo lo saludaba así, ¿Qué demonios les pasaba?

 

- ¿Que te sucede? - cuestiono sobando nuevamente su mejilla derecha.

 

- Como te atreves a hacerle esto a Edward.

 

- ¿De qué hablas?

 

- La boda - entrecerró los ojos, se miraba molesta.

 

- ¿Qué tanto sabes? - ¿Edward se lo había dicho?, no es que le molestara que lo supiera, pero... dadas las últimas circunstancias, no era el mejor momento.

 

- Lo suficiente para saber que lo estas lastimando - las verdaderas palabras no se mencionaban, simplemente al mirarse sabían de que hablaba el otro, ambos se conocían perfectamente, sabían todo el uno del otro, tan cercanos eran que no había necesidad de palabras concretas.

 

- Riza yo... -

 

- No lo hago por ti, lo hago por Edward - giró dándole la espalda unos momentos al pelinegro y después salió de la oficina. ¿Es que nadie podía entender?... Tanta presión, ¿Qué debía hacer para mantener a Edward a salvo de su demente prometida sin lastimarlo, sin que quisiera ser parte de ello, sin que quisiera inmiscuirse?, Edward no es de lo que se quedan observando... y Roy no podía hacer ni un solo movimiento si no sabía a qué se enfrentaba, no podía actuar precipitadamente contra Lauren... Una guerra sería catastrófica, tan solo el recuerdo de Ishval... era suficiente para regresar a la vida a los demonios había guardado muy dentro, no debía permitirse el lujo de ser imprudente.

 

Se desplomó en su silla de cuero y miró fijamente el cielo buscando entre la claridad algo que despejara su mente de tantas dudas y decisiones, sin embargo las cosas no suceden de la nada.

 

 

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Edward bajaba del taxi nuevamente pagando el importe exacto esta vez, cerró su celular después de discutir con Winry debido a su retraso, habían quedado de verse en un nuevo centro comercial que según habían escuchado era inmenso, con tiendas de todo tipo, locales, cines, y todo lo que un centro comercial dirigido a jóvenes ricos podía tener. Caminó un poco y se encontró con la mitad de la escuela en solo un par de pasos, todos a congregados ahí...

 

- ¡Edward Elric! - la dulce pero fuerte voz de Winry lo llamaba, inconfundible entre el barullo de tanta gente.

 

- Ya estoy aquí, tranquila, tranquila - decía en broma Edward levantando las manos a la vez que sonreía.

 

- Porque te fuiste sin decir a donde, Alphonse y yo te buscamos por toda la escuela, te voceamos, esperamos y nada, ni una llamada... por suerte Alphonse recordó tu celular el cual nunca cargas, debes ser más cuidadoso con eso, si te necesitáramos...- seguía la chica rubia, Edward no podía evitar reír ante las expresiones de Winry, la cual le propinaba fuertes golpes en la cabeza con el puño cerrado hasta que Alphonse se acercó... desde el problema en la bodega no había podido hablar con el debidamente.

 

- Lo siento Winry, en serio... prometo no volverlo a hacer - se acerco a ella y tomando su cabeza entre sus manos le depositó un beso en la frente para después seguir y llegar hasta su hermano.

 

- ¡Hei! - gritó Winry levantando la mano en forma de saludo y corriendo fuera del lugar.

 

Edward comenzó a caminar junto a Al, hombro a hombro. Al tenía las manos en los bolsillos, seguramente jugando con algo dentro de ellos pensando en que iba a decir o como responder... Edward colocó sus manos detrás de la cabeza levantando los codos, giró un poco para mirar a Al el cual no le devolvió la mirada.

 

- ¿Sigues enojado porque no te dije lo de Roy?

 

- No - respuesta tajante. Mala señal.

 

- Creí que seguías enojado - ambos seguían caminando.

 

- No estoy enojado por eso.

 

- ¿Entonces por qué?

 

- Por ti Edward - el rubio se adelantó y se puso frente a él con el ceño fruncido.

 

- ¿Qué te hice? - Edward bajó los brazos y los cruzo en su pecho caminando hacia atrás.

 

- Nada... ese es el problema - el semblante de Alphonse entristeció un poco bajando la mirada.

 

- ¿A qué te refieres? - Edward buscó con sus ojos los de Alphonse agachándose un poco para mirarlos, realmente no entendía a que se refería.

 

- Ya no hacemos nada, cada vez te alejas más, apenas hablamos, muy de vez en cuando te veo y ya has comenzado a hacer tu vida... sin mi - levantó un poco la mirada observando a su hermano, el cual mordía sus labios mientras levantaba una ceja.

 

Edward comenzó a caminar normal dejando caer su brazos a ambos costados, Alphonse tenía toda la razón excepto en una sola cosa.

 

- ¿No piensas decir nada Edward?.

 

 

- Tienes razón... - respondió mirando como Alphonse detenía sus pasos y bajaba la cabeza - Pero no hago mi vida sin ti - frenó también si girar a mirar a su hermano.

 

- ¿Ah... no? -

 

- No Alphonse. Tú eres mi familia. - pausó unos segundos - Mi pasado, mi presente y mi futuro, pase lo que pase, el tiempo avance o se detenga, incluso si el mundo entero cambiara, tu seguirías siendo mi hermano, por el cual daría una pierna... un brazo, la vida. Jamás y escúchame bien, jamás tendría una vida sin ti - decía mirando hacia enfrente sin ver a su vez. El que Alphonse pensara de esa manera realmente le había dolido, pero como lo había dicho... quiera o no, sin el no viviría.

 

Edward repentinamente cayó al piso debido al fuerte abrazo acompañado de una tacleada que Alphonse le había dado, toda la gente los miraba en el suelo, por lo que Edward no pudo evitar reír.

 

- Gracias Edward - decía Alphonse sin soltar la espalda del mayor, sus ojos se humedecieron y volvió a sonreír.

 

- ¿Atacándome por la espalda no? - Edward giró y comenzó a hacerle cosquillas a Alphonse en un modo un poco rudo, por lo que algunas personas comenzaron a reír mirando la cómica escena.

 

- Oigan ustedes dos, están haciendo el ridículo, pónganse de pie... parezco su mamá - decía Winry tomándolos por el cuello de ambas camisas, sin embargo comenzó a reír al verse a sí misma en la posición que había asumido con aquellos chicos.

 

- Hola Edward... Alphonse - una voz familiar llamó la atención de Edward. Giró y se encontró con esos ojos azules tan peculiares que podría reconocer en cualquier lugar.

 

- ¡Hei! - Edward caminó extendiendo la mano para saludar al otro Alphonse.

 

- ¿Cómo estás Alphonse? -

 

- Bien, ¿y tu...Alphonse? - los cuatro se miraron y comenzaron a reír cual niños.

 

La tarde se había vuelto extrañamente agradable, habían estado en la mitad del centro comercial mirando casi todas las tiendas por culpa de Winry que sin pensarlo dos veces se adentraba sin soltar a Alphonse seguido de los otros dos chicos a cualquier tienda de ropa, accesorios y automails, comieron sushi, tomaron refresco y finalmente decidieron entrar a ver una película, una que seguramente elegiría Winry también.

 

Alphonse y la rubia se adelantaron para comprar los boletos dejando a tras a Edward y a Hei, los cuales miraban una extraña tienda con diversas cosas alucinantes, de las cuales la que más había llamado la atención de Edward era una figura en cerámica de un inmenso dragón rojo rodeando lo que lucía como el planeta tierra y mordiendo su cola, le resultaba fascinante a la vez que le traía tantos recuerdos...

 

- ¿La quieres? - preguntó Heiderich mirando a Edward embelesado con la pieza.

 

- ¿Qué?, ¡no, no!, Alphonse... no tienes que comprarme todo lo que me detengo a ver, ya te debo mucho - decía un poco apenado Edward después de que le hubiera comprado un encendedor de plata con el bastón de Hermes grabado en rojo, una gorra negra que usaba y un cinturón de piel negra con hebilla en forma de dragón, todos regalos que Heiderich le compraba sin preguntar.

 

- ¿Por qué no? -

 

- Son cosas bastante caras y es algo raro... - Edward sabía que por el dinero Hei no se preocupaba, sus padres tenían varias cadenas de hoteles por todo el mundo así que podía comprar lo que se le antojara, pero por otro lado... no era normal que le regalaran tantas cosas.

 

- ¿No es normal que si me gustas te de regalos? - el aliento se le fue por unos segundos y la piel se le puso de gallina, parpadeó un par de veces y se acercó un poco a Hei.

 

- ¿Disculpa?, creo que no te escuché bien -

 

- Me gustas Edward - repitió sin inmutarse.

 

- No proceso eso...que dices -

 

- Ya Edward, deja de bromear - sonreía resaltando sus increíbles ojos azules.

 

- Alphonse es que... - ¿Qué debía responder?, ni siquiera había entendido el mensaje del todo,

 

¿Cuándo fue que sucedió que nunca lo vio venir?

 

- Si lo sé, Roy Mustang, eso no me quita de la batalla, además... su boda me da un punto a favor -

 

Edward estaba sorprendido, esperaba a un Alphonse diferente... quizá porque era la viva imagen de su hermano y esperaba a un Hei como él, sin embargo era completamente diferente, en ese momento quedó marcado y acentuado. Tomó aire pensando en que contestar cuando Winry llegó y tomó a ambos por el brazo jalándolos hacia la dulcería.

 

Edward aún estaba sorprendido y su rostro lo mostraba. Una vez que compraron palomitas y dulces se adentraron a la sala donde verían una de esas películas cursis donde ambos personajes se enamoran, viven una increíble y triste aventura y después se mueren juntos, sin embargo Edward no la había podido disfrutar del todo, primero porque ese tipo de películas no eran muy de su agrado y segundo porque Hei varias veces lo había tomado de la mano, lo cual no le molestaba pero tampoco lo disfrutaba.

 

Edward puso sus brazos en los recargadores junto a él y sintió una mano aferrarse a la suya derecha, inmediatamente bajó la mirada y miró la tersa y blanca mano de Winry, que por cierto lloraba ante la triste escena en donde ambos yacían sobre una cama diciéndose lo mucho que se amaban y se aferraban a sus últimos momentos con vida, repentinamente otra mano comenzó a acariciar su izquierda, miró un poco de reojo y observó a Hei mirándolo con una delicada y bella sonrisa. Se sintió aliviado en cuanto su celular sonó, un mensaje lo había salvado.

 

"No llegues tarde" ~ Roy

 

Edward sonrió y miró la hora, solo faltaban quince minutos. Cerró el celular y las tenues luces se encendieron, la película finalmente había terminado.

 

- Démonos prisa, olvidé que tengo algo que hacer - decía Edward levantándose de la butaca y apresurándose a salir. Una vez fuera se comenzó a despedir sin decir el por qué de su repentina partida.

 

- No tardaré, lo prometo... es algo sobre... "ya saben que" - enfatizaba para darles a comprender a Winry y a Al de lo que se trataba, sin embargo cuando estaba por despedirse de Hei, este lo tomó por la cintura y le robó un beso, uno tierno y tranquilo en donde Edward quedó completamente congelado ante la sorpresa.

 

- Diviértete Edward - Hei se adelantó bajando hasta el estacionamiento con una sonrisa en el rostro.

 

- Vaya...Ed, estas que ardes - reía a carcajadas Winry mientras levantaba una mano en despedida y seguía a Hei hasta su auto.

 

Alphonse miró sorprendido a Edward y soltó una cómica expresión de curiosidad.

 

- Juro que no lo se... - respondía Edward levantando las manos y negando en el aire.

 

Alphonse rió y se despidió alcanzando a Winry que no tardó en comenzar a cuestionar a Heiderich.

 

Edward se llevó un par de dedos a los labios sin poder evitar sonreír y... odiarse por eso, detestaba admitirlo pero aquel beso le había gustado, agitó la cabeza un par de veces y corrió hasta la salida.

 

Nuevamente estaba en un taxi, comenzaba a pensar que comprarse un auto sería mucho más práctico, pensaba en el color la marca e inclusive en los caballos de fuerza, todo para evitar pensar en lo que había sucedido en el cine. Edward bajó del taxi recordando la nota observando que las direcciones congeniaran, caminó y abrió una gran puerta de cristal de un lujoso hotel un poco lejos de la academia y del cuartel.

 

- Ah... busco al señor Roy Mustang - decía Edward acercándose al recibidor.

 

- ¿Edward Elric? -

 

- Aja -

 

- Su llave, habitación 111, tercer piso, a mano derecha al salir del elevador -

 

Edward agradeció y se encaminó hasta la habitación en la que se había quedado de ver con Roy... un extraño lugar para una cita de tal motivo, ¿O es que Roy había...?.

 

Introdujo la tarjeta en la cerradura electrónica y bajó la manija, inmediatamente el aire acondicionado hizo volar sus flequillos con aquel frio viento, se adentró y miro todo en completa obscuridad.

 

- ¿Roy? - preguntó dando un par de pasos inseguro. La puerta se cerró y escuchó como el seguro era colocado...

 

- Llegas tarde - la grave y sensual voz de Mustang resonó entre el incomodo silencio, provocándole a Edward estremecerse, un efecto común en el pelinegro.

 

- Lo siento... he pensado en comprarme un carro y...- una mano adentrándose por debajo de su holgada playera lo hizo parar, Roy lo abrazaba en la obscuridad a la vez que le daba ligeros besos en el cuello.

 

- Detente... - pedía Edward negándose a disfrutar de las caricias del pelinegro, amaba y deseaba sentir sus fuertes manos rosar su piel, sin embargo, había un compromiso de por medio.

 

Notas finales:

Quiero agradecer a todos los que han seguido conmigo y en especial a:

 

Shefftry

 

Ruth

 

Berunkasuteru

 

Karin

 

friqui:)

 

Por ahora es todo, prometo no tardar mucho en actualizar.


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