El tribunal del prime infierno se alzaba sobre la majestuosa atmósfera que el reino del señor de los muertos imponía en esa época. Era invierno, estación del año en donde, antiguamente, regresaba a lado de Hades. Pero, ahora no era así. Y, tampoco nadie la extrañaba.
El frío intenso en la tierra había hecho que muchos humanos vieran el final de su vida, por lo que sus almas formaban filas infinitas para así ser juzgadas.
Lune tenía mucho trabajo esta vez, por lo que se andaba desesperando. Su capacidad para resistir tal presión no le ayudaba en nada, por lo que le dolía la cabeza. Una mosca pasaba por ahí, zumbando al volar, siendo eliminada por el látigo del espectro.
-¡No hagan ruido!
Hay que tratar de imaginarse cómo estaría Lune si juzgara completamente a las almas, pues solo decide si se van al cielo o al infierno, pues los jueces se encargan de lo demás.
Pero, el ambiente, aún así, se sentía tenso. No entendían la razón de la decisión de Hades de portar una máscara negra, ocultando su rostro.
Ahora, durante un concierto ofrecido por Orpheo, Hades recargaba su cabeza en su trono, mostrándose imponente. En sus brazos lucía unas pequeñas cadenas de plata, dándole aún más un aire tenebroso. Esa era su intención: borrar toda inocencia plasmada por el antiguo Shun.
Orpheo ya lo había notado, y varias veces se lo había dicho. Cree que cometió un error al proveerle de tal artefacto, pues así su misión sería más difícil de llevar. Al terminar de tocar, los espectros y el músico se retiraron, dejando a la deidad sumergida en sus pensamientos.
Pero, observó que Radamanthys se le acercaba lentamente, casi con temor, subiendo a la escalinata del trono de su señor. Hizo una reverencia, y lo miró al rostro.
-Amo Hades,- Dijo con voz respetuosa. -Sé que me arrepentiré por ésto, pero, últimamente lo he visto... No sé como explicarlo... triste.
-¿Por qué lo dices, Radamanthys?- Hades no hizo ningún gesto, aunque en su interior sabía que el juez tenía razón.
-Lo veo algo perdido, como si algo lo perturbara.- Bajó su cabeza, como si hiciese una petición indecorosa. -Señor, si hubiera una forma de calmar su intranquilidad, con gusto lo haría.
-¿Estás seguro?
-Sí
-Besa mi cuello.
El espectro quedó sorprendido ante tal situación, pues nunca imaginó tal respuesta.
-Dijiste que harías algo para calmar mi intranquilidad.
La voz sonó muy autoritaria, por lo que Radamanthys, con paso firme, se acercó a su dios, y empezó a acariciar su terso cuello con su mano, agarrando algo de valor. Lentamente, empezó a rozar sus labios en esa nívea zona que cubría su ser. Poco a poco, el espectro parecía haber adoptado una sutil adicción a su superior, por lo que comenzó a rozar su cabello, que brillaba con el fulgor de la noche, a aspirar su aroma, que era un elixir embriagante. Quiso retirar su máscara, pero fue detenido por Hades, que tomó su mano sorpresivamente, utilizando el peso de Radamanthys para arrojarlo al suelo.
-Dije que besaras mi cuello. No que tocaras mi máscara. ¡Quítate el peto!
El espectro se levantó ante la orden, ejecutándola de inmediato. El dios de los muertos se le acercó, usando sus dedos para recorrer las cicatrices que su guerrero poseía. Recargó su cabeza en su pecho, moviéndola levemente, haciendo que acariciara la epidermis del juez, que se volvía loco por cada sensación ofrecida.
Radamanthys siguió acariciando a su señor, ingeniándoselas para encontrar un rastro de piel descubierta tras esa coraza. Le besaba el cabello, rozaba su cuello. Poco a poco, empezaba a excitarse, haciendo que su pene rozara con el faldón de la armadura, causándole cierto malestar. Iba a quitárselo, pero la mano de Hades se lo impidió, por lo que tuvo que soportar ese dolor.
Las caricias seguían, hasta que una de las hojas de la puerta se abrió lentamente, momento justo para que el espectro eyaculara sobre los pies de su dios, manchando su armadura, el suelo, y las manos de su amo.
-Ve al baño y lávate.
Radamanthys corrió detrás de la cortina, mientras que Hades, con porte autoritario, se paraba sobre la mancha delatora, viendo que entraba Orpheo.
-Señor Hades,- dijo con respeto el caballero de plata. -quería pedirle permiso para mañana ir a ver la zona donde estaba Euridice.
-Claro. Puedes ir, Orpheo de lira.
-Gracias.
El santo ateniense se retiró, pensando que aún podría realizarse el plan que Atenea había trazado todo este tiempo. Solo era cuestión de esperar.
Cuando se aseguró que nadie estuviera presente, Hades fue al baño, donde el espectro, desnudo, se encontraba dándose una ducha para quitar su líquido seminal y su sudor de su cuerpo.
El dios entró, esperando a un Radamanthys sorprendido a que continuara. Así lo hizo, pasando delicadamente la esponja por su torso, delineando suavemente, lavándose el cabello de manera sensual.
Hades solo lo observaba sentado sobre el banco de su tocador, apretando con sus manos su túnica, alcanzando a rasgar algo de su piel, sangrando levemente. Lo notó Radamanthys este gesto, por lo que, de manera insinuante, secó su ser, pasando su toalla sugestivamente por sus partes nobles, deleitando la vista de su señor. Al final, solo se cubrió con ella, esperando la reacción de su señor.
-Radamanthys,- Habló Hades con voz imponente, levantándose de su lugar. - Tienes mi permiso para alagarme como desees, y, de quitarme la máscara, pero sólo en ese momento.
El espectro solo se hincó, besando la mano de su amo. El dios del inframundo la retiró suavemente, y salió hacia sus aposentos, cojeando levemente por las heridas que se había causado por su deseo carnal.