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Sustitución por vegenisennawa

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Notas del capitulo:

Hola a todos:

Bien, ya estoy actualizando otro fanfic.

Gracias a todos por seguir las 3 historias.

Este capítulo quedó más corto de lo que pensé, pero ya está dando la entrada para el final de la historia. ^^

Espero que sea de su agrado, y trataré de actualizar lo más seguido posible.

Poco a poco, los santos suben las escalinatas hacia el recinto del patriarca. Uno a uno, quedan pasmados al ver la escena que ahí se desarrolla: Papillon, con la ayuda de sus lepidópteros, tenían adormilados a quienes consideraban sus enemigos. Shion se encontraba parado, en medio de la sala, mirando hacia la entrada, con sus ojos vacíos. En su cuello, una daga amenazaba la vena yugular, tensando su posición.

Seiya se encontraba amarrado cerca de uno de los pilares, insconsciente. Su cuerpo mostraba huellas de ardua lucha, mostrando en su semblante una derrota inminente. Solo algunas mariposas perpetuaban su estado, liberando esporas que solo al pegaso afectaban.

Poco a poco, los caballeros dormidos volvían a la realidad, notando que su diosa se encontraba en su trono con un rostro en donde las emociones no se descifraban. Sus ojos se encontraban cerrados, impidiendo que cualquiera pudiera leer sus verdaderos sentimientos. En su mano derecha se encontraba Niké, imponente, brillando en favor de quienes protejan a su señora. Pero, una sombra le amenazaba a su alrededor, haciendo que los guardianes de Atenea se pusieran en alerta.

-¡Alto! No se atrevan a levantar el ataque.

-Pero, Atenea...

-¿Tus subordinados son siempre así de desobedientes?- La sombra detrás de la dama caminó para formarse una figura de mediana estatura con una armadura negra y brillante como una noche de luna llena. Su mirada era fría, indiferente.

-¡Hades!

-Bien, señores,- dijo el dios, sonriendo tenuemente,- he ganado esta pequeña guerra. Mi finalidad era solo llegar a este recinto.

-Her... mano.- Abrió sus ojos lentamente. Seguía adolorido, y era abrazado por Radamanthys.

¿Cómo es que llegaron a ese momento? Aquí comprobaban el egoismo de los dioses hacia la humanidad. Siempre sentían que eran simples piezas de ajedrez que movían sin reglas fijas, y que, si se les antojaba, podían meter y sacar cuantas fichas les conveniera.

-Bien, Hades. Exige tu... recompensa.

-Tu ya lo sabes, "sobrina".

-Ikki de Fénix, Aioros de Sagitario, Hyoga de Cisne, Shaka de Virgo; un paso adelante.- Los caballeros nombrados hicieron acto de presencia, inclinándose hacia la princesa de manera respetuosa, confundidos por la petición. -Santos, de ahora en adelante, le pertenecen al señor Hades.

-¡Pero Saori!- Quiso apelar Mu, ya que su amado formaba parte de esa comitiva.

-¡¿Acaso osas contradecir a tu diosa?!

-No... Mi señora.- Respondió al no tehner más que hacer.

-Bien, en ese caso me retiro.- Hades caminó con paso elegante hacia la salida, bajando las escalinatas de manera triunfante. Detrás de él, todos sus soldados, así como sus "premios", caminaban lentamente, admirando una victoria minúscula del rey del inframundo.

-"¿Por qué cayó tan bajo el señor del mundo de los muertos?"- Se preguntaba Shaka, que miraba con tristeza al que alguna vez fuera el honorable caballero de Andrómeda, su posible sucesor.

Pero, lo que no notaban en Hades, es que debajo de la fachada de arrogancia escondía una profunda tristeza, que hacía que poco a poco se sumergiera en una gran depresión. Quería algo más que poder, pero no sabía como obtener lo que le faltaba.

Mu se sentía desolado al perder al ser que se apoderaba de sus sueños y su aliento. ¿Qué haría? ¿Cómo sobreviviría?


Han pasado varios días desde que los antiguos santos se instalaran en el inframundo. Pensaron que su vida sería gran desolación, pues las experiencias obtenidas en la guerra santa les decía eso. Pero, eran tratados con amabilidad en los Elíseos, aunque en ello se destilaba algo de frialdad. Además, no habían visto desde ese día al amo de ese lugar, por lo que pensaron que solo servían para complacer el capricho de un ser inmaduro.

En el Santuario, Atenea seguía preocupada. No entendía el cómo pudo perder de esa manera. No recuerda ya muchos detalles del combate generado. Poco a poco, sus súbditos se recuperan, pero los daños emocionales siguen sin repararse.

Un joven en túnica blanca mira la estatua de la diosa regente. A un lado se encuentra, al parecer, la caja donde se encuentra su armadura. De entre sus ropas toma una daga y la mira. El mango reluce al chocar con los rayos solares. Cierra los ojos, y pone la daga en posición, incándose, practicándose el seppuku, cayendo a un lado de la armadura de la primera casa.
Notas finales: Vielen danke. ^^

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