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Tú faltas en mi lista por Gadya

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Notas del fanfic:

Basado en cierta tontería que dijo una vez una de las compañeras de escuela de mi hermana... hay que ver de dónde sale la inspiración en estos días *lol*

 

Por supuesto, dedicado total y completamente a Dita-Sensei, fan number One de la pareja

Notas del capitulo:

Otro de mis fics viejitos... es que tengo tantos que creo que no voy a terminar más de traerlos todos... a ver en qué acaba todo esto...

 

Por lo pronto, creo que un poco de terapia no le vendría mal a Ikki 

FALTAS EN MI LISTA
                   
                            Lo sabía… había sido un descubrimiento escalofriante, y lamentaba haberlo hecho, pero ya no podía negarlo... él era el único… Ya todos había caído en sus redes. Saori había sido la primera, luego Shiryu, más tarde Hyoga, y hasta su dulce hermano había sucumbido a sus encantos… sólo faltaba él, y por eso, se sintió morir al imaginarse lo que se avecinaba… Seiya intentaría seducirlo, y por todos los dioses, él no iba  dejarse, estaba en juego su hombría, su orgullo de Phoenix.
                   
                            Todo había comenzado aquella tarde,  en aquel funesto momento en el que el Pegasus  se había sentado junto a él a ver la televisión, quizás demasiado cerca, pero Ikki no le había importado, al fin y al cabo, era Seiya, y por eso se había permitido bajar la guardia… grave error, pero no se percató de ello hasta sentir la mano del morocho rozando su entrepierna, en un intento patético por alcanzar el control remoto. Sus ojos se habían posado con furia en los del muchacho, quienes le devolvieron una mirada cargada de lujuria que lo había hecho retroceder, y había acabado huyendo de aquel niño.
                   
                            Desde entonces, su vida se había convertido en un eterno jugo del gato y el ratón. Seiya lo asediaba sin descanso, y aquella guerra desgastaba al Phoenix física y mental mente. Se sentía estúpido escapando de un muchacho dos años menor que él, y no entendía por qué el Pegasus se empeñaba tanto en acosarlo, en enredarse en su rutina, haciendo su vida más desesperante de lo que ya era...
                   
                            En todos lados él, a la salida de su habitación en las mañanas, en el baño, en la cocina, en la sala, en el sillón de la Tv, en el gimnasio al que concurría y hasta en la misma sala de chat. Ikki pensó que estaba volviéndose loco, y que el haber ido a vivir  la Mansión  había sido el peor error de su vida... Seiya, Seiya, Seiya, el común denominador de sus días, su tortura de día, y hasta en sus sueños, agobiándolo sin cuartel, conquistando sus pensamientos a base de perseverancia llevando a Ikki al borde de un ataque de nervios. Seiya, Seiya, Seiya, en todos lados y en ninguno, poniendo su mundo de cabeza, atormentando al Phoenix, encerrándolo cada vez más en su locura.
                   
                            Pasados unos meses, la situación se había vuelto insostenible para Ikki, así que allí estaba, encerado en su cuarto, reflexionando sobre todo aquel caos que, a su parecer, debía terminar lo más pronto posible… intentando dilucidar una solución para todo aquel asunto que ponía su mundo del revés, afectando sus nervios, y su propia salud mental.
                   
                            Unos golpes secos resonaron en la puerta, haciendo a Phoenix saltar de su sitio. Su corazón se aceleró, y sus ojos  se abrieron bien grandes, en señal de pavor… no pesaba abrir, no iba a arriesgarse a encontrar a su morena pesadilla del otro lado.
                   
-Hermano…- lo llamó desde afuera, la dulce voz de Shun -Ikki, estás ahí?-
                   
                            Con manos temblorosas, Ikki invitó a   Andrómeda a pasar a su cuarto, cuidando que el Pegasus no estuviese afuera… por ningún motivo establecería contacto con ese muchacho escapado de la peor de sus fobias.
                   
      -Qué puedo hacer por ti, Shun?- preguntó el Phoenix, disimulando sus paranoias por un momento.
                   
-Ikki, te encuentras bien?- la mirada del pequeño peliverde lucía preocupada, e Ikki imaginó, acertadamente, los motivos. -Hace meses que no sales de tu habitación más que para ir a estudiar, y luego vuelves a encerrarte… ¿Qué sucede?-
                   
-No sucede nada, Shun- mintió Ikki, ocultando sus temores. No podía confesarle a su hermano la verdad, que huía del Pegasus, de su tortura, de su insistencia, de las redes invisibles con las cuales le perseguía.
                   
-Eso no es cierto-contradijo Shun, que, a sus 16 años, no era nada tonto -¿De qué te escondes?-
                         Ikki no pudo sostenerle mucho más tiempo la mirada… si bien era cierto que siempre había sido el todopoderoso Phoenix, con el peliverde era distinto… sólo Shun sabía leer en sus ojos aquello que, por orgullo, no decía. Andrómeda no necesitó mucho más para entender aquello había sido suficiente, y con una sonrisa pícara, buscó las pupilas de su hermano.
                   
-Es de él, verdad?- adivinó el menor, divertido por la expresión del peliazul -Es por eso que no sales de tu cuarto. Estás escapándote- meneó la cabeza entre risas -No funcionará, no importa lo que hagas, insistirá, insistirá, hasta que te agotes-
                   
-Así lo hizo contigo?- preguntó Ikki, sorprendido por la fugaz revelación.
                   
-Así lo hizo con todos- susurró Andrómeda al oído de su hermano, y de pronto, todo cobró sentido... las reuniones de Saori a cualquier hora, el trabajo de medio tiempo de Shiryu, las llegadas tardes de Hyoga por motivos inverosímiles y las juntadas de Shun en casa de amigos, sin motivo aparente. Andrómeda rió desde la puerta, sacando a su hermano de su trance temporal -Hazme caso, y no te escapes. Deja que te alcance y verás cómo termina rápido todo el embrollo- y se marchó dejando a Ikki con todas las preguntas atravesadas.
                   
                            Los días pasaron, cada uno con la misma pregunta atormentando la poca paz mental que todavía Ikki retenía; al parecer, el Pegasus se había vuelto aún más insistente, y aquel juego asesinaba lentamente la casi inexistente cordura del peliazul... sin importar cuantas vueltas le diera al asunto, siempre arribaba a la misma conclusión, tenía que enfrentar  a Seiya de una vez, o acabaría volviéndose loco… pero cada vez que lo intentaba, de nuevo aquella molesta cobardía se interponía en su camino; porque para qué negarlo, sin importar cuán valiente fuera, no se atrevía a aceptarse como una víctima más del menor de los Kido. No, su orgullo jamás le dejaría admitir que estaba cansado, que ya no le importaba tener que compartir una cama con el moreno, si era el precio a pagar por recuperar su vida ordinaria. Quería venganza, quería acorralar al Pegasus, hacerle sentir pavor, convertirle en un manojo de nervios huyendo del mundo, tomar el control de la situación de una vez, para pagarle a Seiya con la misma moneda y hacerle sentir lo que él sentía. Sus paranoias habías transmutado en coraje, y el Pegasus conocería mejor que nadie los efectos de hacerlo enfurecer.
                   
                            Decidido salió de su cuarto, dispuesto a enfrentarse a su morena pesadilla. Si prisa  se paseó por la Mansión, pero no lo encontró. Seiya parecía haber desaparecido por completo y aunque se sintió aliviado algo en Ikki se estrujó de decepción… luego de meses de encierro, había emergido al mundo exterior con la única finalidad de atormentar a su perseguidor, y ahora que tan afanosamente lo buscaba, no estaba.
                   
-En fin- dijo para sí mismo, encogiéndose de hombros, y silbando bajo entró en la cocina.
                   
                            El ambiente allí, le pareció extraño… todos presentes, para empezar, exceptuando al desaparecido Seiya, todos mirándole, con el rostro pálido y ojos temerosos. Una taza murió en el suelo, con su tan característico sonido, y en su contenido acuoso, esparcido en las losetas, se reflejó el semblante de repentino asombro de todos lo allí reunidos
                   
-Oigan- intentó Ikki en vano sacarlos del trance. -Es que acaso me morí y no me enteré?- acabó preguntando con sarcasmo, y sólo entonces Shiryu pareció reaccionar.
                   
-No, no- lo tranquilizó el Dragón, que extrañamente, lucía nervioso -Es que es tan extraño verte por aquí que…-
                   
-Y el pony?- interrumpió el Phoenix, sin percatarse de lo evidente de su pregunta.
                   
                            Shun sonrió… Saori no pudo ocultar una risita nerviosa… Hyoga cambió de posición para observar detenidamente, quizás más de lo normal, los botones del microondas, como si fueran el nuevo hallazgo científico… Shiryu carraspeó un poco, antes de decidir responderle.
                   
-Se marchó a Grecia unos días... dijo que tenía unas cosas que consultar con Marín-
                   
                            Ikki bufó en desacuerdo... tanto mentalizarse para nada…tanta preparación y discursos ensayados mil y una vez, tanto planear meticulosamente su venganza, para encontrarse con que Seiya se había marchado, y quién sabía cuando podía regresar. Aunque si lo pensaba bien, por fin tendría unos merecidos días de paz, sin tener que recluirse en su habitación, a la espera de su mayor fobia: el Pegasus
                   
                            Como llegó, se marchó de la cocina, dejando a sus, muy extraños para su gusto, compañeros, y dispuesto a disfrutar de la ausencia del menor, trazó todo un itinerario para aquella semana. Pero no fue la misma, ni ese día ni los siguientes. Tanto se había acostumbrado a escapar de Seiya, que el no sentirlo tras sus pasos le hacía sentirse incompleto. Se descubrió buscándolo, imaginando su mirada escrutadora sobre él a cada momento del día, esperando por una frase acosadora que nunca llegaba… Seiya no estaba, y sin importar cuánto afán pusiera en inventarlo, le seguía pareciendo un espacio vacío en su vida, ya llena de él… y en cada rincón le parecía verlo sin verlo, en cada sonido escuchar sus palabras, en cada usuario de la sala de chat, percibir sus perversas intenciones que tanto empezaba a extrañar sin querer admitirlo. Seiya se había vuelto un mal necesario en su vida, y el no tenerlo allí le hacía descubrir que había comenzado a tomarle el gusto a ser su víctima imposible, el muro inconquistable que ocupaba sus pensamientos en mil estrategias para derribarlo… y de tanto  buscarlo lo encontró enredado en sus memorias, siendo parte de una vida que nunca había Ikki considerado, desempolvando sentimientos que jamás creyó tener, que le hacían por una vez, desear perder contra el morocho, para llenar de él su existencia… de tanto perseguirlo, Seiya lo había alcanzado sin saberlo, y ahora que se hallaba lejos, Ikki aún más lejos lo sentía, ausente su presencia para ayudarle a admitir que lo necesitaba. Se sentía vacío, se sentía incompleto, y aquella venganza que con tanto cuidado había planeado, quedó olvidada en un rincón, a favor de simplemente cumplir el deseo del moreno, cualquier que fuese, y dejar de atormentarse con su ausencia.
                   
                            El tiempo pasó maratónicamente, e Ikki, errante por la casa como un alma en pena, sólo tenía la cabeza abarrotada de por qués, mil y un preguntas cristalizadas en un solo nombre: Seiya, el pequeño morocho que había pasado de ser su  mayor pesadilla a su más grande necesidad. Si caía igual a todos, qué mas daba, su orgullo ya no le importaba tanto como sacarse aquel maldito vacío de encima, y por eso no dudó un instante, cuando las semanas de espera, transformadas en mes, culminaron con la campanilla de la entrada anunciando su regreso.
                   
                            Lo vio de pie en el vestíbulo rodeado por sus compañeros, cargado de maletas, y una  feliz sonrisa bailando en su rostro, y supo que el momento había llegado… nada de cobardías, en un suspiro desechó cualquier cosa que pudiera hacerlo desistir, y con toda seguridad, tomó la iniciativa por primera vez en aquel juego.
                   
-Pony!-Tronó su voz en el recibidor, y todos voltearon a verlo. Aquellos ojos cafés que tanta paranoia le habían causado,  se posaron sobre los suyos, atrayéndolo hacia él. -Tú y yo tenemos que hablar- sentenció en su más puro modo apelativo, ya frente a él, a la espera de, por fin, concluir todo aquel embrollo.
                   
-Pero… pero Ikki- reprochó el Pegasus -Acabo de llegar… ha sido un viaje largo, y estoy cansado- su mirada, en plan desafiante, se posó sobre la azul del Phoenix, intentando hallar alguna fisura que le permitiera seguir jugando, pero aquellos ojos eran como una gigantesca muralla inexpugnable.
                   
-Ahora!- ordenó Ikki, y su tono no admitió réplica. De un brazo tomó a Seiya, y a rastras lo llevó hasta su habitación, cerrando la puerta con llave.
                   
-Ikki, qué haces?- se oyó entre risas, decir al morocho
      
-Tú lo querías, ahora no te quejes- retrucó la voz de Ikki, divertida, y ya no se escucharon más frases… no, al menos, entendibles.
                   
-Tal parece que todo salió de acuerdo al plan- Shun despegó su oreja de la amplia puerta de madera, para voltear a ver a sus compañeros con una sonrisa.
                   
-Es que es demasiado sencillo engañar a tu hermano- se quejó Hyoga burlesco, siendo secundado por una mal oculta risa del Dragón
                   
-Bien, pues- suspiró Saori, encogiéndose de hombros -Todo sea por Seiya- y dio media vuelta para marcharse.
                   
                            Ni bien Saori se marchó, un gemido estrepitoso escapó de la habitación, sonrojando a los jóvenes. Tres pares de ojos se miraron, y tres orejas se posaron en la puerta, intrigadas. Quizás, con suerte, pudiesen escuchar algo más.                  

Notas finales:

Cualquieraaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!!!!!!!!!!!!!!!!  
                  Cabe destacar que la idea original no era nada que ver (y a estas alturas, ni me la acuerdo)

 

 En fin, con esto queda demostrado que, o es el período de examen que me seca la cabeza, o tal y como yo lo creo, soy una fanfiker mediocre


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